COCHES ARGENTINOS
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La Industria Automotriz Argentina en los Años Sesenta

Jeep IKA

>>>>El Jeep IKA fue fabricado por Industrias Kaiser Argentina entre 1957 y 1978, con una producción total de 85.790 unidades. "Para el que quiere un “tout terrain”, el Jeep es mandado a hacer. Si lo quiere más “tout terrain”, puede pedir el doble tracción, que sirve para trepar paredes", dijo la revista Parabrisas.

El Origen Americano del Jeep

 

Willys había fabricado automóviles durante 35 años antes de involucrarse en la producción del Jeep. La historia de la marca comenzó cuando John North Willys, un concesionario de Elmira, New York, adquirió la firma Overland, de Indianápolis, en 1907. un año más tarde, la compañía fue rebautizada como Willys-Overland y sus instalaciones fueron trasladadas a una planta en Toledo, Ohio. En la década del ’10, los cuatro-cilindros producidos por la Willys-Overland llegaron a ubicarse en el tope de la carrera de ventas, superados sólo por el extraordinario Ford T. para 1918, J. N. Willys era propietario de las segunda automotriz más importante del mundo.
Al comenzar la década del ’20, la Willys-Overland ofrecía automóviles equipados con motores de cuatro, seis y ocho cilindros. Pero tras el colapso de 1929, la compañía entró en crisis. En 1932 apenas vendió 27.000 unidades, lo que obligó a Willys a renunciar al cargo de embajador en Polonia y retornar para salvar la compañía que había fundado. Después de verse forzado a declarar la bancarrota la compañía fue reorganizada, pero aún así las ventas apenas llegaron a las 13.000 unidades en 1934. En 1937 —dos años después de que John North Willys falleciera por problemas cardíacos— la presentación del Willys 77 permitió augurar algún futuro para la firma, pero la recesión del año siguiente la volvió a golpear duramente, llevándola del 14º al 16º lugar en la carrera de ventas.
Pero en 1939 llegó a la cabeza de la compañía el hombre que habría de salvarla, Joseph W. Frazer, quien hasta ese momento se había desempeñado como gerente de ventas de la Chrysler. Frazer inmediatamente comenzó a recortar gastos y a introducir modelos más convencionales que el exótico 77, pero también más fáciles de vender. En 1940 todos los modelos fueron bautizados Americar, dándole a los productos de la Willys-Overland un carácter patriótico en momentos en que se desarrollaba la guerra en Europa.
Y el ingreso de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial terminó por darle, como a tantas otras compañías que nunca habían logrado recuperarse totalmente de los efectos de la crisis del ’29, el pase a la posguerra, al ser favorecida con una licitación gubernamental para producir el “jeep”, un vehículo desarrollado por la Bantam.
Este desarrollo había comenzado poco después de finalizar la Primera Guerra Mundial, cuando se hizo evidente que todo ejército necesitaba un vehículo capaz de circular en todo tipo de terreno. En los primeros años de la paz se ensayaron varias posibilidades y entre ellas se adaptaron varios Ford T con carrocerías especiales y transmisión por oruga. Y aunque no podían transportar mucha carga y carecían de potencia y velocidad, este engendro fue la mejor opción hasta 1932, cuando el ejército decidió encargar una solución definitiva al problema. Se requería “Un vehículo bajo, con generosa separación del suelo, liviano, pequeño, con buena velocidad, dureza, autonomía y suficiente capacidad de carga.”
En 1933, la Infantería del Ejército de los Estados Unidos probó un pequeño Austin que habían desarrollado los británicos. El coche había sido provisto por la American Austin Company, una empresa americana sin vinculación oficial con la Austin inglesa. La American Austin vendió al ejército algunas unidades del auto usado por los ingleses y la cosa quedó ahí. Pero tres años más tarde, en 1936, la American Austin cambió su razón social a American Bantam Company, firma que cuatro años más tarde se presentó a la licitación lanzada por el gobierno de los Estados Unidos para un “vehículo multipropósito”, compitiendo con la Willys-Overland. La denominación que la licitación dio al vehículo fue el origen del particular coche. La abreviatura de “General Purpouse” es “G.P.”, siglas que fonéticamente se pronuncian “GiPi”, que con el tiempo se transformó en Jeep.
La Bantam finalmente ganó la Bantam finalmente ganó la licitación al excusarse la Willys al considerar que no podía cumplir con los plazos de entrega estipulados en los pliegos. Las pruebas del prototipo llevaron 5.460 kilómetros, de los cuales sólo 420 fueron de caminos normales. El dictamen de la comisión que dirigió las pruebas fue: “El vehículo probado demostró poseer amplia potencia y todas las especificaciones necesarias para el servicio”. Pero ni la Willys ni la Ford (otra de las 135 empresas que se habían presentado inicialmente a la licitación) se habían dado por vencidas y tras realizar su propio análisis de las pruebas reclamaron la apertura de una nueva licitación. De hecho, parece que el propio gobierno había alentado el reclamo, ya que la política general era no tener un sólo proveedor. Lo cierto es que, aunque se cursó a la Bantam un pedido por 1.500 unidades, se abrió la posibilidad de presentar nuevos proyectos. Fue así como poco después aparecieron tres nuevos prototipos, de la propia Bantam, la Willys y la Ford.
Los tres eran muy parecidos (y por supuestos todos estaban basados en el diseño original de la Bantam, que tanto la Willys como la Ford habían tenido oportunidad de revisar), pero diferían en algunos aspectos. El Bantam superaba a sus competidores en consumo de combustible y capacidad de frenado. El Ford ganaba en transmisión y en comodidad para sus ocupantes. Y la mejor motorización era la Willys, que ofrecía un motor de cuatro cilindros, 2.200 cm³ y 65 HP a 4.400 rev/min., frente al 1.950 cm³ de la Ford y al 1.836 cm³ de la Bantam, ambos con 46 HP.
Realizadas las pruebas correspondientes y analizada la cuestión, el resultado arrojó la victoria del modelo de la Bantam, a pesar de lo cual cada una de la tres postulantes recibió un pedido de 500 unidades cada una. Poco después, tanto la Willys como la Ford, recibieron pedidos adicionales por 3.700 y 2.640 ejemplares, respectivamente. Esto provocó que se abriera una investigación del Senado para determinar si habían existido presiones para sacar a la Bantam del juego. Nunca hubo una decisión.
Finalmente, el 23 de julio de 1941, el “gran contrato” le fue otorgado a la Willys-Overland, la que sentó las bases del popular Jeep, aunque el vehículo fue oficialmente denominado MB. Sin embargo, la elevada demanda obligó al gobierno a recurrir al segundo postulante, la Ford, en octubre de ese año. este segundo productor firmó contrato por 15.000 unidades, las que serían fabricadas según los estándares fijados por la Willys. Este modelo recibió la denominación GPW (General Purpouse Willys, o sea GiPi Willys).
Bantam se presentó entonces ante la Comisión Truman (la que investigaba el contrato inicial) y ante el Departamento de la Defensa para exigir un tercio del negocio, pero no hubo caso. En su momento se acusó a Henry Ford de haber aplastado a la Bantam. En esta maniobra no habría participado la Willys, pero estaba claro que el vehículo presentado por ella no era otro que el Bantam con otra marca. De hecho, Bantam le hizo juicio después de la guerra y lo ganó, pero era tarde. El Jeep no volvió a construirse. Y a pesar de que el gobierno le cedió algunos contratos marginales para producir remolques y otros elementos para el Ejército, la American Bantam Company se vio obligada a cerrar sus puertas en 1956.

Producción del Jeep Militar
1940 Prototipo Bantam
1
1940 Bantam MKII
69
1940 Ford "Pigmy"
2
1940 Willis "Quad"
2
1940-41 Bantam 40BRC
2.675
1940-41 Ford GP
3.550
1940-41 Willys MA
1.500
1941-45 Willys MB
361.339
1941-45 Ford GPW
277.896
1942-43 Ford GPA
12.778

Terminada la guerra, Willys registró tanto el nombre como el concepto, y comenzó a fabricar versiones civiles del modelo. Pero el fin de la guerra lo había convertido en un objeto obsoleto. Si alguien quería tener un Jeep podía comprar a precio de regalo uno de rezago. Así y todo, el vehículo fue bien recibido en mercados foráneos. Pero la situación no auguraba ningún futuro dorado para la compañía y en 1953 fue finalmente adquirida por Henry J. Kaiser, para formar la Kaiser-Willys Corporation. Pero la compra significó un gasto que Kaiser no estaba realmente en condiciones de hacer y ambas compañías marcharon ahora camino abajo. Kaiser concentró sus operaciones en la planta de Toledo de Willys, pero de poco sirvió. Finalmente, decidió cesar la producción de los automóviles Willys —que se había reiniciado en 1952— y trasladar la de los Jeeps (la única que parecía funcionar) a Brasil. Posteriormente, al trasladarse la Kaiser a la Argentina, en 1955, también abrió las puertas para la producción local de vehículos originalmente Willys, como el Station Wagon (la Estanciera) y el Jeep.

 

La Historia del Jeep IKA

Muchos de los Jeep que lograron sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial quedaron desparramados por el mundo; en los lugares donde se desarrolló el conflicto y en otros, a los que fueron vendidos, sobre todo a sus respectivas fuerzas armadas. Uno de estos países fue por supuesto la Argentina, donde ejemplares producidos por Willys y por Ford fueron adquiridos por el gobierno del general Perón como rezago de guerra, siendo reacondicionados para servir a las fuerzas locales. Asimismo, comenzaron a llegar algunas unidades nuevas, producidas por Willys, para uso civil. De hecho, ya a partir de 1947 se verifican publicidades en medios escritos locales del Jeep fabricado en la planta de Willys en Toledo, Ohio.
Hacia mediados de la década del ’50 el Jeep se había convertido en un vehículo casi común en el interior del país y en las zonas rurales, así que cuando Kaiser decidió radicarse en el país, la opción más lógica para iniciar la producción local resultó la de este vehículo, que ya tenía ganado un mercado. El primer Jeep salió de la planta que Industrias Kaiser Argentina habían montado en Santa Isabel, provincia de Córdoba, en 1957, siendo el primer vehículo y montado en serie en el país.
Sin embargo, no era exactamente el mismo coche que se había fabricado en los Estados Unidos (Willys ya había trasladado todas sus operaciones a Brasil), sino que tenía algunas diferencias, entre las cuales la más importantes era la utilización de un motor Continental de 4 cilindros con un desarrollo local. El contenido de elementos nacionales a los pocos meses de iniciarse la producción alcanzó el 80 por ciento del vehículo. En agosto de 1961, un Jeep fue el vehículo número 4.212 con el que IKA batió el récord de producción mensual de una automotriz argentina.
En 1964 Industrias Kaiser Argentina realizó la primera exportación por vía marítima de vehículos producidos en el país. Una primera partida de Jeeps fue enviada en el vapor Río Tercero de ELMA al puerto de Guayaquil, Ecuador, con destino a la Compañía Anónima Balda Industrial y Mercantil, distribuidora exclusiva de los productos Kaiser en ese país. Poco después la exportación de Jeeps se amplió a Paraguay, también para abastecer al representante de AMC en dicho país.
El Jeep continuó siendo el “caballito de batalla” de IKA hasta 1978, cuando se decidió cesar su producción, ya bajo el control total de la producción por parte de Renault. En los más de veinte años que el Jeep estuvo en la línea de montaje se fabricaron 85.790 unidades.

 

Test del Jeep IKA
©PARABRISAS, Junio 1966

Van a cumplirse diez años desde la aparición del primer vehículo producido en serie en nuestro país, y la mitad de ese tiempo de la salida de la revista PARABRISAS. Estos dos hechos nos han llevado a contraer una deuda con nuestros lectores, deuda que pagamos ahora y con mucho gusto. Es el Road Test del Jeep actual, que es la versión moderna de aquel otro famoso vehículo que en la última guerra mundial llegó a adquirir categoría de épico y que pasará a la historia como un prototipo de su clase, tal como la ametralladora Spandau o el avión Spitfire. Ahora, sin los colores de guerra, con más confort y menor sentido bélico, y luego de llenar una necesidad de transporte personal durante muchos años, ha tomado su verdadera característica que le dio nombre genérico: propósito general.
Hay cosas que gustan y otras que no. De las que gustan, las hay que son feas, sobre todo en automovilismo. Esto los argentinos lo sabemos bien. Como automóvil, juzgado con criterio estilístico, el Jeep es feo. Muy alto, muy cuadrado, muy corto entre ejes, ruedas demasiado grandes, parabrisas muy parado y una serie de detalles más que no entran o no encajan en lo que se da por llamar un automóvil. Sin embargo, si se pregunta por ahí, se obtendrá una respuesta distinta. Es feo, pero gusta. Gusta por ese prurito de rudeza, por ese sentido de no-me-importan-los-pozos, y porque evidentemente hay que sentirse algo pionero para transitar por allí con eso. También deja entrever un trabajo abierto, duro y pesado que en ciertas personas se convierte en motivo de orgullo.
El Jeep tiene asientos adelante y atrás. Adelante pueden ir tres personas bien apeñuscadas. Entrar en el vehículo no ofrece mayores dificultades, siempre que en el caso femenino sean señoritas desprejuiciadas. Si no lo son, tendrán ciertas dificultades para entrar, pero con un poco de práctica se solucionará. Los hombres no tienen mayores problemas, sobre todo el que maneja, ya que el volante le sirve de excelente medio de sostén. La sólida y generosa manija sita en lo que vendría a ser panel de instrumentos, delante del asiento delantero derecho, cumple dos funciones importantes: ayudar a entrar y sostenerse en los saltos. El pequeño asiento delantero derecho se rebate para dejar paso a la parte de atrás, donde los eventuales pasajeros se acomodan en un pequeño asiento ubicado entre los faldones de las ruedas traseras, de hecho, el lugar del vehículo en donde se salta más. Y no tienen de dónde agarrarse, salvo uno del otro o de los tubos de armado de la capota, que para tal efecto funcionan bastante bien. Y una vez arriba, sin capota o con los laterales quitados, andar en Jeep una noche de verano con luna puede llegar a convertirse en recuerdo de muchos años.
Tomado como vehículo utilitario, ya no es como antes un transporte personal, la terminación es correcta. No se notan las soldaduras, el trabajo de estampado está bien realizado y, en general, los elementos mecánicos accesorios funcionan suave y precisamente. El modelo testeado por Parabrisas era el clásico Jeep de capota sacable. Eso de sacable es un eufemismo. Los laterales y la parte de puertas pueden extraerse con relativa facilidad aunque para una sola persona el trabajo no es muy cómodo. La capota es otra cosa. No tiene un sistema de plegado o enganche rápido. Está abulonada con sus soportes a la carrocería, de donde es necesario el empleo de una llave por lo menos. Tampoco es trabajo para una persona. Dos lo pueden hacer. Las ventanillas y lunetas traseras son rebatibles de acrílico, con cierres relámpago y clips de media vuelta. El interior del Jeep no ofrece sofisticaciones. Asientos tapizados para durar, no hay alfombras y, en general, un sentido ascético de las cosas. Volante ultrautilitario de tres rayos y un botón de bocina que es una cazoletita de goma blanda dentro de la cual una chapita circular cierra el circuito cada vez que se oprime la goma.
Los controles son fiel reflejo de lo anterior. Un solo instrumento central en el cual viene todo. Velocímetro radial de ciento ochenta grados marcado de 0 a 140 (?). Odómetro con parciales de cien metros, temperatura y combustible con aguja y escrito en inglés, y dos luces de idiota para presión de aceite e indicador de carga de batería, también en inglés. También otra lucecita roja, arriba a la izquierda, que indica cuando los faros altos están encendidos (como si con las luces del Jeep hubiera posibilidad de error). En realidad, esa lucecita tendría que estar visible para los que vienen en contra, para que no lo vuelvan loco a uno con el cambio de luces cuando uno, como un caballero, viene con las luces bajas. Nada más sobre controles, fuera de los tres clásicos pedales, el freno de mano (que no funciona) y la palanca de cambios en la columna de dirección.
La visibilidad tiene dos posiciones. O todo o nada. Todo, “visibilidad sin restricciones”, es cuando no hay capota ni laterales. A medida que se le van añadiendo cosas, la visibilidad disminuye. Las pruebas de visibilidad de Parabrisas fueron hechas con los laterales posteriores y trasero colocado, sin las puertas. Los vidrios (lo que viniera a cumplir la función de los vidrios laterales), son plásticos transparentes que con el tiempo se opacan y rayan. Lo mismo puede decirse de la luneta trasera. Hacia adelante, la altura del asiento y lo corto del capó hacen que, a pesar de la altura de este último, la zona de puntos no visibles sea reducida. Desde la posición del conductor, se ve el camino a la izquierda a sólo 180 mm, mientras que a la derecha esta distancia se extiende a 1.800 mm. Hacia adelante, el conductor puede ver la totalidad del camino a 3.375 mm, mientras que hacia atrás 6.200 mm.
La dirección es liviana. Tiene un razonable número de vueltas de lado a lado, y no vuelven a salir de una curva aguda. Con esto hay que tener mucho cuidado. Los “cancheros” al volante llegan hasta darle un fuerte impulso en el sentido contrario al de la curva para que el auto empalme suavemente en la recta. Para el caso de manejo en tránsito intenso, las formas bien cuadradas de la carrocería ayudan en gran manera. No es necesario tomar una referencia espacial para estacionar ni para doblar. El auto termina en donde usted lo ve. No sobresale nada. Solamente el paragolpes delantero y eso muy poco. Por otra parte, el sentido de solidez que se desprende de su nombre y de su historia crea una aureola de sano respecto a su alrededor. También el hecho de encontrarse más alto que la mayoría de los demás automovilistas, hace que el panorama desde el Jeep sea diferente. Creemos en la necesidad de la incorporación de un espejo retrovisor interior. El que viene provisto por fábrica es un aditamento colocado hacia afuera, cuya visual siempre se ve interrumpida por el borde delantero de la ventanilla izquierda. Además, en días de lluvia, en los que es necesario cerrar las ventanillas, la visibilidad llega a límites demasiado discretos. El arranque en frío no es una operación complicada. Tal vez un par de pataditas antes de dar arranque y esperar que se caliente lo suficiente. Si no, andará mal, y se quedará cuando se lo exige.
Evidentemente, el Jeep no es un vehículo diseñado para andar en ruta, por lo menos en ruta lisa y veloz. Su campo de acción ideal es otro tipo de suelo, como tierra o pozos, y para trabajo rudo en general. Los vientos laterales influyen de manera importante, lo mismo que los pozos o desniveles suaves tomados ligero. En estos casos, el Jeep se desvía, y volverlo a su lugar rápidamente es una operación que requiere cierta delicadeza. Por otra parte, el vehículo no responde inmediatamente al cambio de dirección de las ruedas. Siempre demora un instante, lo suficiente como para que se pase de marca. En cuanto a los frenos, como elementos de detención, son suficientes; solamente es necesario saber usarlos con conocimiento de causa. Para realizar un “panic stop” sin peligro a cruzarse, es necesario hacer una serie de fuertes y rápidas frenadas. Manteniendo el freno apretado, lo único que se consigue es que el Jeep se salga peligrosamente de línea. La posición de manejo es muy erguida, sobre un asiento duro; es cansadora al cabo de un tiempo, sobre todo para el pasajero, que no dispone de un volante para agarrarse fuerte en los saltos. Tiene, sin embargo, una generosa manija que sirve a tal efecto. Para los que andan atrás, las cosas son diferentes. En realidad se salta bastante. Bueno para gente joven y atlética.
En lo que se refiere a economía, todo depende de la velocidad en que se circula, la carga que se lleva y el viento en contra que pueda recibir, en el caso de un viaje largo. Una marca de siete kilómetros por litro andando a ochenta y cinco o noventa es buena para la cilindrada y el peso. No corresponde hablar de performance en un vehículo eminentemente utilitario como el Jeep, por lo menos con el sentido que se le da a la palabra, que involucra algo deportivo. Para el uso común, el Jeep es “picador”. El motor tiene su entrega de torque a pocas vueltas, esto es, sale de “abajo”. A esto se le suma la corta multiplicación trasera, que lo hace muy picador, en los primeros metros de la picada. Cuando las velocidades suben, la curva de aceleración decrece en forma notable, hasta llegar a marcas tales como 28 segundos para los 0-100 km/h.
Bajo el generoso capó del Jeep, el motor de cuatro cilindros en línea encuentra una muy cómoda ubicación. Metido algo hacia atrás, deja amplio espacio lateral para los trabajos de puesta a punto, cambio de accesorios y servicios en el sistema de dirección. En el Jeep todo es accesible, tanto sea por arriba como por debajo. La sencillez del tablero de instrumentos facilita su revisión o reparación. Lo mismo puede decirse del sistema eléctrico, tanto de encendido como de servicios generales. Dínamo y arranque, a la vista y fáciles para sacar y poner. Los accesorios son pocos, lo mínimo. Un par de limpiaparabrisas de vacío ubicados en el borde superior del parabrisas. No hay lavaparabrisas. No hay radio ni calefacción. La llave de luces tiene, en su giro máximo hacia la izquierda, el comando de la luz interior. La llave de encendido tiene una posición de accesorios. Aquí pueden ir conectadas la radio y el calefactor, que son opcionales.
Conclusiones: Para el que quiere un “tout terrain”, el Jeep es mandado a hacer. Si lo quiere más “tout terrain”, puede pedir el doble tracción, que sirve para trepar paredes. Las trochas delantera y trasera son más cortas que la normal huella de camino de tierra, lo que obliga a transitar escorado. Esta característica se revela sumamente molesta cuando toca andar en el barro, en donde contrariamente a lo que podría pensarse, no se luce de acuerdo a su imagen, por lo menos en el tracción simple. En estos casos, es conveniente andar despacio y con mucho cuidado de los abovedamientos del camino, que lo llevan a la zanja con mucha facilidad. Para ciertos trabajos rudos, con ausencia de caminos que merezcan ese nombre, en potreros y pedregales, el Jeep se encuentra como en su casa. Puede evidentemente transitar en la ciudad, aún en una llena de pozos como Buenos Aires, pero es bueno considerar que no fue hecho para eso.

Evaluación
Motor
80,00
  Manejo sinuoso
52,50
Frenos
55,00
  Consumo
65,00
Cambios
70,00
  Visibilidad
55,00
Suspensión
38,75
  Terminación
75,00
Estabilidad
47,50
  Estética
57,50
Capacidad interior
57,50
  Confort
25,00
Capacidad baúl
40,00
  Accesibilidad
85,00
Aceleración
73,75
  Controles
68,75
Manejo ciudad
75,00
  Accesorios
45,00
Manejo llanura
50,00
  Promedio
57,17
El Detalle que Más nos Gustó: motor (1 voto), manejo ciudad (2 votos), terminación (1 voto).
El Detalle que Menos nos Gustó: capota (3 votos), ruidos (1 voto)

Datos Técnicos del Road Test

Rendimiento es una palabra muy pronunciada hoy día, a la que se le asignan una serie de poderes mágicos que sirven para salir del paso en cualquier momento, y para determinar cualquier característica del automóvil. Sin embargo, en mecánica, el concepto tiene aplicaciones muy particulares, y en ningún momento puede referirse al automóvil en conjunto. El rendimiento total de un auto sólo es una función de su dueño, que se interesa por ciertas características y deja de lado otras. Por eso es que las pruebas y resultados deben ser específicos, para que cada persona pueda decidir cuáles son los datos que más le interesan.
Este test fue realizado por los señores R. H. Burzaco, R. Hansen, E. del Valle (n.) y G. Mártire, quienes también condujeron la unidad durante las pruebas de aceleración, frenado, etc., en el Autódromo Municipal.
x
Error del Velocímetro
Automóvil (en km/h)
20
40
60
80
100
Real (en km/h)
20
38
57
75
92,8
x
Prueba de Velocidad Máxima
Se toma sobre un kilómetro lanzado en sentidos opuestos, para anular la posible influencia del viento. La medición se realiza con un velocímetro perfectamente calibrado.
En el caso del Jeep, la velocidad máxima alcanzada fue de 117 kilómetros por hora.
x
Prueba de Velocidad Máxima en cada Marcha.
1ra
58 km/h
2da
90 km/h
3ra
117 km/h
x
Prueba de Velocidades de cambio de Marcha.
1ra a 2da
40 km/h
2da a 3ra
68 km/h
x
Prueba de Aceleración.
Con el mismo velocímetro anterior, se controla el tiempo que el automóvil emplea en alcanzar velocidades crecientes de 20 en 20 kilómetros por hora. Se obtiene de este modo una idea exacta de la mejor aceleración del automóvil.
De 0 a 20 km/h
1,9 s
De 0 a 40 km/h
5,0 s
De 0 a 60 km/h
7,8 s
De 0 a 80 km/h
15,2 s
De 0 a 100 km/h
28,0 s
De 0 a 500 m
25,9 s
De 0-100-0
32,2 s
x
Prueba de Reacción
En III - de 40 a 80 km/h
12,9 s
x
Prueba de Empuje
Se comprueba aquí el empuje máximo que recibe el automóvil en cada marcha, por medio de un instrumento de precisión llamado Performance Meter marca Tapley, tipo R. Las mediciones resultan en kilogramos de empuje por tonelada de automóvil.
En 1ra
220 kg/ton a 35,5 km/h
En 2da
137 kg/ton a 50,0 km/h
En 3ra
33 kg/ton a 70,0 km/h
x
Prueba de Arrastre
Esta es la más interesante de las pruebas realizadas con el Tapley, dado que con ella se obtiene una clara idea del arrastre o frenaje que efectúan sobre el automóvil sus rodamientos, engranajes y condiciones aerodinámicas. Se realiza con el aparato en posición, llevando el automóvil hasta una velocidad de 100 km/h, y apretando el pedal de embrague, para desconectar el motor de las ruedas motrices, pero dejando que éstas sufran el frenado producido por el arrastre de los engranajes de la caja de velocidades. Cuanto menor sea el arrastre, mayor es la cantidad de HP del motor que llegan a las ruedas motrices. Esta medición es independiente del peso del auto.
En el caso del Jeep, el arrastre total a 100 kilómetros por hora fue de 90 kilogramos por tonelada.
x
Prueba de Frenado
La prueba se refiere al aguante y la capacidad de recuperación de los elementos frenantes, y se realiza deteniendo el automóvil a 0 desde los 80 km/h, diez veces consecutivas sin dejar que las campanas y demás elementos se enfríen y recuperen su eficacia original. De este modo, se obtienen diez mediciones de distancia de frenado, que irán creciendo a medida que aumente el número de mediciones. . Hasta abril de 1964, las frenadas se producían a partir de determinado punto de referencia conocido de antemano por el piloto; pero pretendiendo reflejar la más absoluta realidad, esto es, incluir el tiempo de reacción de quien pilotea, decidimos que el impulso motor de señal para iniciar la frenada sea imprevisto. Este tiempo de reacción, aceptado técnicamente como 0,5 segundos para un hombre de reflejos normales, determina que el vehículo que se desplaza a velocidades uniformes recorra espacios determinados. Estos espacios son 2,7 metros a 20 km/h, 5,5 a 40, 8 a 60, 11 a 80, 14 a 100 y 16,5 metros a 120 kilómetros por hora. En consecuencia, la distancia total de frenado se debe desdoblar en la distancia recorrida en el tiempo de reacción más la distancia efectiva de frenado. Esta última es la que realmente necesita el vehículo para detenerse. El sistema adoptado para los frenajes es el siguiente: el navegante, o copiloto, dispara una pistola cargada con proyectiles de tiza apuntando al suelo. De este modo queda indicado en el suelo el lugar a partir del cual comenzó el proceso. El auto se detiene, se mide y se anota. En la tabla de abajo, la primera columa indica la distancia recorrida en el tiempo de reacción; la segunda la distancia efectiva de frenado, y la tercera indica la distancia total recorrida, esto es, la suma de las dos cifras anteriores.
De 20 a 0 km/h
2,7 m
2,5 m
5,2 m
De 40 a 0 km/h
5,5 m
7,9 m
13,4 m
De 60 a 0 km/h
8,0 m
17,0 m
25,0 m
De 80 a 0 km/h
11,0 m
27,8 m
38,8 m
De 100 a 0 km/h
14,0 m
45,2 m
59,2 m
x
Pruebas de Consumo
A 40 km/h
9,0 km/l
A 60 km/h
8,0 km/l
A 80 km/h
7,2 km/l
A 100 km/h
5,0 km/l
x
Pruebas de Nivel Sonoro
Donde se considera el nivel óptimo por debajo de los 62 decibeles (db). Entre 70 y 80 db se calcula el ruido producido por una fábrica promedio.
A 60 km/h en 4º. Altura cabeza conductor
78 db
A 60 km/h en 4º. Asiento trasero
80 db
Motor a ralentí. A 3 m prolong. ideal salida escape
70 db
Bocina a 30 m
80 db
Paso del coche a 60 km/h. A 10 m
65 db
x
Diámetro de viraje
A derecha, 10,60 metros; a izquierda, 10,68 metros.
x

Características Técnicas del Jeep IKA

 

Puede decirse que la historia del Jeep IKA es un poco la historia de la moderna industria argentina del automotor, o por lo menos de sus primeros pasos. En abril de 1956 sale de la planta de Santa Isabel el primer Jeep, y desde entonces, una continua hilera de unidades ha ido engrosando el parque automotor argentino. En los primeros momentos, el Jeep era el verdadero “petiso de los mandados”, como rezaba la promoción de ese momento. A escasez de autos de pasajeros, el Jeep, tanto como su primo carnal la Estanciera, fueron llamados a servir como automóviles, dotándolos (los Jeep, en este caso) de carrocería metálica, de fiberglass, etc., llegando a crearse una industria en torno de este rubro. Hoy por hoy la situación es bien distinta, y si la Estanciera encontró su métier apropiado, otro tanto puede decirse del Jeep, encausado ahora en su verdadera función utilitaria, particularmente rural o como medio de transporte interno en obras grandes, yacimientos, canteras, etcétera. Lo que no quita que aún haya gente que siga usando unidades Jeep carrozadas para transportar familias.
Evidentemente, no nos será muy necesario discurrir sobre la apariencia externa de este vehículo que, seguramente, debe ser uno de los más conocidos del mundo. La unidad motriz 4L-151 se fabrica solamente en la Argentina, siendo en esencia un Continental 6L-226 de sólo cuatro cilindros, ya que comparte con aquél bielas, pistones, aros, válvulas, etc. Los cuatro cilindros tienen 84,138 mm de diámetro por 111,125 mm de carrera, o sea 3” 5/16 por 4” 3/8. La cilindrada resultante es de 2,48 litros (151 pulgadas cúbicas). La potencia al freno es de 77,6 CV (76,6 HP) a 3.600 rev/min, detalle que evidencia la técnica clásica de este durable motor. El único árbol de levas está dispuesto lateralmente y acciona válvulas también laterales. La cupla motriz es de 16,6 mkg (120 ft/lb) a 2.000 rev/min.
Para su alimentación el 4L-151 depende de un carburador Carter de una sola boca de tiro descendente, con una bomba de nafta mecánica a diafragma y leva, y filtro de aire en baño de aceite. La lubricación es a presión con una bomba a engranajes y filtro de aceite incorporado al sistema. La capacidad de cárter y filtro alcanza a 4,75 litros. El sistema de encendido es a bobina y distribuidor, éste con avance combinado centrífugo y al vacío. La tensión del sistema es de 6 V y la batería es de 90 Ah. Tiene un generador B V 45 A, con regulador de voltaje. El motor de arranque es con impulsor tipo Bendix. El sistema de enfriamiento tiene una capacidad de 10,175 litros y trabaja con una presión de media atmósfera (7 lb/in²). Además cuenta con termostato.
La caja de velocidades es la muy conocida Transax de tres velocidades, con 2º y 3º sincronizadas. Las relaciones son las siguientes:

En 1ra
2,798 a 1
En 2da
1,551 a 1
En 3ra
1,000 a 1

Ika dispone de varias opciones de relación de mando final para su eje trasero Transax, y para el Jeep han elegido la 4,56 a 1. Son hipoidales el piñón y la corona. El embrague es monodisco seco con empuje a placa de presión. La unidad testeada era de simple tracción, pero IKA ofrece también el Jeep con doble tracción, y tracción delantera, usándose en este caso una “caja de transferencia” con una directa (alta) y una baja de 2,46 a 1. En el caso de tener tracción delantera, la relación del diferencial delantero es, por supuesto, igual a la del diferencial trasero.
Las suspensiones son un modelo de sencillez, ya que se usó un eje en ambas puntas, con elásticos semielípticos y amortiguadores telescópicos. Los frenos son hidráulicos de campana, con un diámetro de 279,4 mm. Son del tipo autocentrante, con un solo cilindro por rueda.
Toda esta estructura mecánica está cubierta por la conocidísima estampa del Jeep. En su forma más básica, que es la más usada en la actualidad, la carrocería viene con capota de lona, como el modelo testeado, el JA-3UB. Es una carrocería abierta y sin secretos, cuyas dimensiones son las siguientes:

Largo máximo
3.600 mm
Ancho máximo
1.750 mm
Alto máximo
1.880 mm
Distancia entre ejes
2.057 mm
Trocha delantera y trasera
1.225 mm

En la actualidad se ofrece también una versión pick-up, con una distancia mayor entre ejes (2.654 mm contra 2.057 mm). En ésta —JA-2PA y JA-2PB— la carrocería es metálica.

 

Mejorando el Jeep
Basado en un Informe de ©PARABRISAS, Diciembre 1960

 

La Argentina, por la diversidad de terrenos y climas, dio al Jeep la posibilidad de desarrollarse en la vida civil. Pero al no haber sido pensado para este uso, sus problemas en cuanto a confort de pasajeros limitó su uso. Así fue como las fábricas de cabinas para el Jeep comenzaron a multiplicarse por todo el país. De lo más burdo y elemental se evolucionó hasta conseguir cada vez mejores realizaciones, y la competencia se estableció en todos los terrenos.
Camena
La firma Camena, cuyos talleres estaban ubicados en Cerrito 932 de Bernal Oeste, Provincia de Buenos Aires, desarrolló una carrocería íntegramente metálica (en chapa doble decapada Nº 18), con techo reforzado con perfiles de chapa, soldados en una sola unidad. Los costados también estaban reforzados con perfiles, que servían también para sostén del tapizado. Las puertas eran más grandes que las originales. Tenía ventanillas con levantavidrios, picaportes con cerradura y trabas de seguridad. Las ventanillas laterales eran deslizantes y, como los cristales curvos de las esquinas, eran inastillables. Como la Estanciera, tenía una puerta trasera que se abría hacia arriba. Su interior estaba totalmente tapizado en telas vinílicas. Como detalles, contaba con un rebaje para la rueda de auxilio interior, parapiedras delantero, y parabrisas sellado con material impermeable para evitar la entrada de agua. Las carrocerías Camena se fabricaban en los siguientes modelos: Baby Rural ($ 37.000), Rural para Jeep pick up ($ 45.000), Furgón ($45.500), Chacarero ($ 38.000) y Cabina ($ 28.800).
Compreg
La firma Nestor y Raúl Escudero S.R.L., con oficinas en Av. Belgrano 845 4º piso de la Capital Federal, construía una carrocería de tipo mixta, ya que los laterales estaban hechos de chapa doble decapada Nº 18 y el techo en plástico reforzado (resina poliéster con fibra de vidrio), material de gran resistencia al impacto, químicamente inerte y de gran aislamiento térmico. Las puertas se abrían hacia atrás y podían rebatirse contra el costado de la carrocería, donde una traba las aseguraba, lo que las hacía ideales para el verano. Las ventanillas eran del tipo deslizante, con cristal de seguridad. También contaba con picaportes con cerradura y trabas de seguridad. La puerta trasera era enteriza y se abría hacia arriba, donde quedaba enganchada con un retén automático. Todas las partes fijas o mòviles estaban selladas con goma dura y su interior estaba tapizado con telas de vinilo. Se fabricaba en dos versiones: para el Jeep ($ 30.000) y para la pick up ($ 20.000).
Mancar
La empresa Moncar S.R.L., con una fábrica en Máximo Paz 978 de Lanús Oeste, producía una carrocería totalmente construida en chapa doble decapada Nº 18 que se soldaba a la unidad de origen en forma definitiva. El techo era bombé de una sola pieza con una saliente en la parte delantera a modo de visera. Las puertas eran más grandes que las originales, con amplias ventanas y cristales accionados por levantavidrios, picaportes con llave y trabas de seguridad. Las ventanas laterales eran del tipo deslizante. Todos los vidrios eran inastillables. Terminación con baguetas de aluminio y gotera del mismo material. Su interior estaba tapizado en telas plásticas. Mancar fabricaba dos versiones para el J3UB. Una con puerta trasera y otra totalmente cerrada en su parte posterior. En el primer caso, la puerta era de una sola hoja y abría hacia el costado izquierdo. A las versiones mencionadas (ambas de $ 48.000), se agregaba la Rural Especial para la pick up ($ 66.000), la Rural con puerta trasera ($ 64.000), Cabina Coupé Especial ($ 55.000), Furgón ($ 58.000) y Cabina para pick up ((30.000).
Rudal
La firma Rudal S.R.L., con domicilio en Edison 1039 de Martínez, Provincia de Buenos Aires, fabricaba una serie de modelos de carrocería en las que la característica distintiva era su amplia visión, con ventanas de cristal inastillable, con los vidrios delanteros de apertura a cremallera y los traseros deslizables. Las puertas eran más grandes que las normales, con picaportes con cerradura y trabas de seguridad. Las carrocerías Rudal estaban construidas totalmente en chapa doble decapada Nº 16, soldada y fijada a la mitad de origen, también con soldaduras. El parabrisas era de diseño propio, y tenía vaguetas cromadas, asiento trasero para tres personas y tapizado en vinilo. Como accesorios traía paragolpes cromados con uñas y tazas de rueda cromadas. Las versiones producidas eran la Standard ($ 54.000), De Lujo ($ 60.000), la Rural para el pick up ($ 70.000) y la cabina para pick up ($ 40.000 y 45.000).
Sabu
La compañía Sabu, con fábrica en Av. Mitre 5471 de Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, construía carrocerías en chapa doble decapada Nº 18, con techo bombé con costillas moldeadas y soldadas, y gotera realizada en el mismo techo. Los laterales estaban reforzados con perfiles de chapa. Las puertas eran más grandes que las originales, con cerradura y trabas, y la trasera era enteriza y se habría hacia el costado. Las ventanillas laterales eran del tipo deslizable, con cristal inastillable. Estaban además selladas para evitar la penetración de agua. En las esquinas posteriores había dos vidrios curvos para aumentar la visibilidad. Tenían un rebaje en el pasarruedas interno para la colocación de la rueda de auxilio. El interior estaba tapizado con telas plásticas con juntas de metal cromado. Se fabricaban los siguientes modelos: Baby Rural ($ 39.500), Rural con asiento trasero ($ 47.800), Cabina ($ 29.850) y Chacarero con asiento trasero ($ 46.300).
Facma
La firma Facma, con fábrica en Andrade 544 de Lanús Oeste, producía una serie de carrocerías cuya más visible característica era el cristal envolvente trasero. Las carrocerías estaban construidas con chapa doble decapada Nº 18. Tenía puertas más grandes que las originales, con picaportes con llave y trabas de seguridad. Contaba con vidrios accionados por cremalleras, con los traseras del tipo deslizable. La rueda de auxilio iba montada en el exterior de la parte posterior. Al modelo normal ($ 38.000) se agregaban la carrocería para pick up ($ 45.000), la cabina para pick up ($ 25.000) y la media rural ($ 40.000).
Yicar
La empresa Yicar, con fábrica en Hipólito Yrigoyen 126 de Quilmes, Provincia de Buenos Aires, construía carrocerías en chapa doble decapada Nº 18, reforzadas con perfiles metálicos soldados. Las puertas traían levantavidrios y ventiletes, con ventanillas traseras deslizantes. Todos los cristales eran de seguridad. Los picaportes tenían llave y traba de seguridad.

 

Consultas de los Propietarios

Soy mecánico, y he notado en los motores IKA cuatro cilindros una vibración característica, que no tienen otros motores de cuatro cilindros. Dicha vibración es notable en cualquier régimen, y no creo que sea producida por la compresión, ya que hay otros motores más comprimidos, que son más suaves. Yo creo que esta vibración es producida por los motores IKA tienen una carrera muy larga (111,125 mm). ¿Es así, o podría ser otra la causa? ¿El cruce de válvulas, por ejemplo? ¿Tiene IKA alguna ventaja fabricando motores de esa carrera?
Respuesta de Parabrisas (1962): La vibración a que usted alude es característica de los motores IKA de cuatro cilindros. No obstante, no estamos de acuerdo con usted en que “es notable en cualquier régimen”, ya que generalmente se observa solamente a determinado número de vueltas (correspondientes, usualmente, a velocidades de 65-80 km/h en directa). En general, los motores de cuatro cilindros tienen esa vibración por un complicado fenómeno que se denomina “cupla oscilante”, que analizaríamos en otra oportunidad. Siendo el 151 de IKA un cuatro cilindros grande, esta vibración se acentúa por ese detalle. Además, el montaje del motor IKA es bastante rígido comparado con algunos motores más modernos, que van asentados en forma muy flexible. La carrera en sí no tiene nada que ver; tampoco el cruce de válvulas; primero, éste es muy moderado en el IKA-151, y segundo, que el rateo característico de motores muy “cruzados” es muy distinto, más un “sacudimiento” que una vibración. IKA fabrica el motor así porque todas sus máquinas herramientas están preparadas para ese trabajo. La conversión sería muy costosa y usted tendría que pagar mucho más su vehículo para disfrutar de ventajas en cierta forma algo nebulosas. La trepidación de los motores 151 es molesta, pero no es nada grave. Se trata simplemente de no crucerear a la velocidad en que eso ocurra.

Sería ideal que las fábricas pensaran que es necesario un “Jeep Mullido” con algunas mejoras: una trocha más ancha, para evitar su vuelco en virajes violentos... Tres amigos míos ostentan cicatrices en sus cabezas, uno al evitar un conque, otros por evitar animales sueltos en dos accidentes distintos. Sería útil el Jeep con velocidad horaria de 90 km/h, porque sólo el que anda a 75 durante 12 horas y 6000 kilómetros, sabe lo que es andar a esa velocidad dejándose pasar por todos los coches grandes. Téngase en cuenta lo inmensamente grande que es nuestra nación... necesitamos un coche argentino fuerte, veloz, ágil, cómodo y estable, que marche en la ciudad y en el potrero, dejando la técnica y belleza para el que pueda pagarlo. El Jeep está muy cerca..., pero pedimos un poco más. (Propietario de Capital Federal)
Respuesta de Parabrisas (1962): Comprendemos su inquietud, pero usted no le puede pedir al Jeep más que lo que le da el cuerpo; no es esencialmente un vehículo para largos viajes ruteros. Es un “cross-country”, que mucha gente compró como auto en momentos en que no se podía comprar otra cosa. El Jeep ha andado muy bien en el campo, pero no lo confunda con un coche para ir a 100 km/h en ruta, porque no lo es. Tiene que hacerse definitivamente a la idea que es un vehículo especializado. Si usted le ablanda la suspensión, va a perder mucha estabilidad; si le baja la carrocería, no va a poder andar tan bien por los “potreros” que usted menciona.

Dice Parabrisas (1962): Hace un tiempo enviamos a la División Publicaciones Técnicas de Industrias Kaiser Argentina una cantidad de preguntas de lectores aprovechando un gentil ofrecimiento de la empresa. Pasamos ahora a resumir las preguntas y las contestaciones de IKA:
1) Un lector compró un Jeep equipado de fábrica con pantaneras 600 x 16 6 telas. A los 20.000 km puso adelante cubiertas lisas, observándose de inmediato un “shimmy” de dirección, que no fue posible curar a pesar de alinear dirección, cambiar punteras, colocar diversos espacios entre eje y elástico, y un estabilizador de dirección marca Copiloto. Repusieron cubiertas pantaneras y desapareció el Shimmy. Se encuentran balanceadas las ruedas, y la dirección se halla en buen estado. El vehículo nunca fue chocado.
Respuesta IKA: Verificar todos los factores que puedan incidir en la aparición del “shimmy”. Estados de elásticos, abrazaderas, bujes, gemelos, presión de neumáticos, balanceo de ruedas, ajustes de extremo de dirección, estado de amortiguadores.
2) Un lector usa un Jeep y no le alcanza la trocha para la huella de tierra, y pregunta si es aconsejable usar “adaptadores de trocha” que han salido al mercado.
Respuesta IKA: No es aconsejable usar “adaptadores de trocha” en los Jeep por cuanto la carga aplicada sobre los cojinetes de ruedas es mayor de la que pueden soportar.
3) Un lector tiene un Jeep carrozado cuya carga total nunca excedió los 500 kilos. Quiere ablandar la suspensión quitándole una hoja de elásticos.
Respuesta IKA: No aconsejamos quitar hojas de elásticos, pues el Jeep ha sido fabricado teniendo en cuenta el peso que pudiera soportar, a pesar de que la suspensión parezca algo dura.

Mi Jeep tiene dificultad cuando está frío..., arranca con facilidad con facilidad, pero se para si no es acelerando con exceso, y aún así tironea al ser puesto en movimiento. (Propietario sin dirección)
Respuesta de Parabrisas (1963): Deje entibiar el motor antes de echarlo a andar.

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