Anton PANNEKOEK LENIN FILÓSOFO
Índice
EL MARXISMO
Es imposible comprender bien la evolución de las ideas de Marx y de lo que
hoy se ha convenido en llamar marxismo si se las considera independientemente
de sus relaciones con las condiciones sociales y políticas de la época en que
nacieron: la época en que arrancó el capitalismo en Alemania. Esta aparición
debía hacer surgir una oposición cada vez mayor al sistema político y al absolutismo
aristocrático. La burguesía ascendente necesitaba libertades comerciales e industriales,
una legislación y un gobierno favorables a sus intereses, libertad de prensa
y reunión, para hacer valer sus derechos. Se sentía en desventaja y oprimida
por un régimen hostil, por la omnipotencia de la policía y por una censura que
ahogaba toda crítica contra el gobierno reaccionario. La lucha, que desembocó
en la Revolución de 1848, debió llevarse primero en el ámbito teórico, por el
desarrollo de ideas nuevas y por una crítica de las concepciones dominantes.
Esta crítica, que encontró sus portavoces más notables entre los jóvenes intelectuales
burgueses, iba dirigida en primer lugar contra la religión y contra la filosofía
hegeliana.
La filosofía hegeliana, según la cual la Idea Absoluta crea el mundo por su
desarrollo propio, se aliena en él, y se ve, en el curso de este desarrollo,
transformada de nuevo en conciencia propia del hombre, no era más que el disfraz
filosófico del cristianismo bajo una forma adaptada lo mejor posible al régimen
político posterior a 1815*, la Restauración. La religión tradicional ha servido
siempre de justificación y de fundamento teórico a la perpetuación de las antiguas
relaciones de clases. Mientras no fuese posible un combate político contra la
oligarquía feudal de manera abierta, la lucha debía ser llevada a cabo bajo
una forma encubierta, la de un ataque contra la religión. En 1840, eso fue obra
de un grupo de jóvenes intelectuales, los Jóvenes Hegelianos, en cuyo seno Marx
se formó y en donde pronto ocupó el primer lugar.
Mientras proseguía sus estudios, Marx fue seducido, sin duda a regañadientes,
por la potencia del método hegeliano, la dialéctica, y lo hizo suyo. El que
haya tomado como materia de tesis doctoral la comparación entre los dos grandes
filósofos materialistas de la Grecia antigua, Demócrito y Epicuro, parece indicar,
sin embargo, que no dejaba de inclinarse por el materialismo. Más tarde, la
burguesía opositora de Renania recurrió a él para dirigir, en Colonia, un nuevo
periódico. Tuvo que sumergirse en todas las tareas prácticas de la lucha política
y social y la llevó con tanta energía que al cabo de un año el periódico fue
prohibido. Fue también en esta época cuando Feuerbach dio el paso decisivo que
lo llevó al materialismo. Descartando pura y simplemente el sistema fantástico
de Hegel, Feuerbach volvió a la experiencia totalmente simple de la vida cotidiana
y demostró que la religión era un producto creado por el hombre. Cuarenta años
después, Engels hablaba todavía del sentimiento de liberación que causó la obra
de Feuerbach y del entusiasmo que hizo brotar en Marx, a pesar de ciertas reservas.
A los ojos de Marx, esta obra demostraba que en lugar de continuar echándole
la culpa a las imágenes del cielo, había que atacar las realidades de la tierra.
Por eso escribió en 1843 en la Crítica de la filosofía hegeliana del derecho:
"Para Alemania, la crítica de la religión ha terminado en lo esencial, y la
crítica de la religión es la condición de toda crítica... La lucha contra la
religión es así indirectamente la lucha contra el mundo, del que la religión
es el aroma espiritual... La religión es el suspiro de la criatura abrumada,
el corazón de un mundo sin corazón, de la misma manera que es el espíritu de
los tiempos privados de espíritu. Es el opio del pueblo.
La supresión de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es una exigencia
de su felicidad real. La exigencia a renunciar a una condición que necesita
ilusiones. La crítica de la religión es así virtualmente la crítica del valle
de lágrimas, del cual la religión es la aureola.
La crítica ha arrancado las flores imaginarias que adornan nuestras cadenas,
no para que el hombre lleve la cadena prosaicamente, sin consuelo, sino para
que rechace la cadena y coja la flor viva... La crítica del cielo se transforma
así en crítica de la tierra, la crítica de la religión en crítica del derecho,
la crítica de la teología en crítica de la política."1
Marx se proponía, pues, analizar la realidad social. En colaboración con Engels,
durante su estancia en París y en Bruselas, emprendió el estudio de la Revolución
francesa y del socialismo francés, así como el de la economía inglesa y el del
movimiento obrero en Inglaterra. Los dos hombres echaron así las bases de la
doctrina que hoy llamamos materialismo histórico, teoría del desarrollo social
a través de la lucha de clases que Marx expuso más tarde, primero en francés
en 1846 en su obra contra Proudhon, Miseria de la Filosofía, y después
en colaboración con Engels en el Manifiesto Comunista (1847) y en un
texto citado a menudo, el prefacio a la Crítica de la Economía Política
(1859).
Marx y Engels mismos calificarán siempre su sistema de materialismo por oposición
al "idealismo" de Hegel y de los Jóvenes Hegelianos. ¿Qué entendían por eso?
Engels ha tratado más tarde problemas filosóficos fundamentales del materialismo
histórico en el Anti-Dühring y en su folleto sobre Feuerbach. En este
último escribe:
"La cuestión fundamental de toda filosofía y, especialmente, de toda filosofía
moderna, es la de la relación entre el ser y el pensamiento... Los que afirmaban
el carácter primordial del espíritu en relación con la naturaleza y admitían,
por consiguiente, una creación cualquiera del mundo... constituían el campo
del idealismo. Los que consideraban la naturaleza como el elemento primordial
pertenecen a las diferentes escuelas materialistas."2
Marx y Engels tenían por una verdad que cae de su peso, no sólo que el espíritu
humano está ligado al órgano material que es el cerebro, sino que el hombre
todo, con su cerebro y su espíritu, está ligado al resto del reino animal y
a toda la naturaleza inorgánica. Esta concepción es común a las "diferentes
escuelas materialistas". El carácter particular del materialismo marxiano aparece
en los diferentes folletos polémicos que tratan de las cuestiones prácticas
en el dominio de la política y en el dominio social: para Marx, el materialismo,
en tanto que corriente de pensamiento, es un método. [Debía servir para explicar
todos los fenómenos apoyándose en el mundo material y las realidades existentes]
En sus obras, Marx no trata de filosofía, no presenta el materialismo como un
sistema filosófico: se sirve de él como de un método de investigación y demuestra
así su validez. En el artículo citado más arriba, por ejemplo, pulveriza la
filosofía del Derecho de Hegel no con disertaciones filosóficas, sino por una
crítica fulminante de las condiciones políticas reales de Alemania.
El método materialista consiste en sustituir las argucias y las disputas relativas
a nociones abstractas por el estudio del mundo real3. Mostremos por dónde
va la cosa con algunos ejemplos. El teólogo asocia al refrán "el hombre propone
y Dios dispone" una reflexión sobre la omnipotencia de Dios. El materialista
intenta saber por qué los resultados son tan poco conformes con lo que se esperaba;
encuentra la razón de ello en las consecuencias sociales del intercambio de
mercancías y de la competencia. El hombre político discute las ventajas de la
libertad y del socialismo; el materialista se pregunta cuáles son las personas,
las clases, que formulan tales reivindicaciones, cuál es su contenido específico,
a qué necesidad social corresponden. El filósofo, por medio de especulaciones
abstractas sobre la naturaleza del tiempo, intenta determinar si existe o no
un tiempo absoluto; el materialista compara relojes para ver si se puede establecer,
por un método irrefutable, que dos acontecimientos se desarrollan simultánea
o sucesivamente.
Feuerbach había utilizado antes que Marx este método materialista, mostrando
que los conceptos y las ideas dimanan de las condiciones materiales: el hombre
vivo es la fuente de todo pensamiento y concepto religioso. Su doctrina puede
ser resumida de manera tosca en el juego de palabras popular: Der Mensch ist
was er isst4. Pero para demostrar su validez, Feuerbach debía probar que su
método permitía dar cuenta claramente del fenómeno religioso. En efecto, si
no se consigue elucidar la naturaleza del vínculo causal, el materialismo se
hace insostenible y se corre un gran riesgo de recaer en el idealismo. Marx
resaltó que el principio del retorno al hombre vivo no podía explicarlo todo
por sí solo. En 1845, en las Tesis sobre Feuerbach5, precisaba en estos términos
lo que distingue el método materialista de Feuerbach del suyo:
"Feuerbach disuelve el ser religioso en el ser humano (das menschliche Wesen).
Pero el ser humano no es una abstracción inherente a cada uno de los individuos
tomado aisladamente. En su realidad, el ser humano es el conjunto de las relaciones
sociales." (Tesis 6.)
Su trabajo consiste en disolver el mundo religioso reduciéndolo a sus fundamentos
temporales. Pero el hecho de que los fundamentos temporales se desprendan de
sí mismos y se fijen en las nubes como un reino independiente, no puede explicarse
más que por las discordancias y contradicciones internas (Selbstzerrissenheit
und Sichselbstwidersprechen) de esta base temporal. Por tanto, hay que comprender
a la vez ésta en sus contradicciones y revolucionarla prácticamente."(Tesis
4).
En una palabra, el hombre no puede ser comprendido más que como ser social.
Hay que remontarse del individuo a la sociedad y es entonces cuando serán superadas
las contradicciones de esta sociedad de la que proviene la religión. El mundo
real, el mundo sensible y material, ése en el que hay que buscar el origen de
toda ideología y de toda conciencia, es la sociedad humana en su desarrollo.
Por supuesto, detrás de la sociedad está la naturaleza sobre la que reposa y
de la cual no es más que una parte transformada por el hombre.
Estas tesis debían ser desarrolladas en La ideología alemana, escrita
en los años 1845-1846 y que permanecieron en estado de manuscrito hasta que
en 1925 Riazanov, todavía director del Instituto Marx-Engels de Moscú, publica
su parte consagrada a Feuerbach (el conjunto de esta obra no fue publicado hasta
1932). Evidentemente, se trata de un texto escrito a vuelapluma pero que no
por eso deja de hacer una exposición brillante de todas las ideas esenciales
de Marx sobre la evolución de la sociedad. Estas ideas son recogidas en una
forma más condensada, en términos prácticos, en un folleto de propaganda proletaria,
el Manifiesto Comunista, y en términos teóricos en el prefacio de la Crítica
de la Economía Política.
En La ideología alemana Marx combate en primer lugar la concepción
dominante que pretende que la conciencia es el único principio creador, y la
opinión según la cual las ideas, al engendrarse las unas a las otras, determinan
la historia del mundo. Marx trata estas concepciones con desprecio como
"fantasmagorías en el cerebro del hombre (...) sublimaciones resultantes necesariamente
del proceso de su vida material, que se puede constatar empíricamente y que
reposa sobre bases materiales."6
Era importante poner el acento vigorosamente en el hecho de que el mundo real,
el mundo material dado por la experiencia, era el origen de toda ideología.
Pero había que criticar con igual vigor las teorías materialistas que encontraron
su desarrollo en Feuerbach. Volver al hombre biológico y a sus necesidades esenciales
abre ciertamente la posibilidad de cuestionar la ideología; sin embargo, el
problema queda intacto mientras se persista en concebir al individuo como un
ser abstracto, aislado. Sin duda, se puede establecer de esta manera el carácter
fantasmagórico de las ideas religiosas, pero sin poder explicar por qué y cómo
toman la forma de contenido del pensamiento. La única manera de dar cuenta de
la vida espiritual de los hombres es partir de la sociedad y de su desarrollo
histórico, esa realidad suprema a la que se encuentra sometida la existencia
humana. Feuerbach, al querer elucidar la religión por medio del hombre "real",
iba a buscar a éste en el individuo, en la generalidad humana del individuo.
Ahora bien, esto no permite de ningún modo comprender el mundo de las ideas.
He ahí la razón por la cual no podía sino recaer en la ideología del amor universal.
"En la medida en que es materialista, Feuerbach no hace intervenir jamás la
historia, y en la medida en que hace entrar la historia en cuenta, no es materialista."7
Allí donde Feuerbach fracasó, el materialismo histórico ha triunfado. Éste
proporciona una explicación de las ideas humanas por el mundo material real.
En la frase siguiente se encuentra un resumen de esta brillante interpretación
del desarrollo histórico de la sociedad:
"Los hombres, al desarrollar su producción material y sus relaciones materiales,
transforman, con esta realidad que les es propia, su pensamiento y los productos
de su pensamiento."8
Así pues, el materialismo, [en tanto que relación entre la realidad y el pensamiento]
se demuestra fundado en la práctica. Es por la experiencia como conocemos la
realidad. Ésta se nos revela como mundo exterior por medio de los sentidos.
Esto proporciona a la filosofía, en tanto que teoría del conocimiento, un principio
fundamental: el mundo material que se puede captar empíricamente es la realidad
que determina el pensamiento.
El problema fundamental de toda teoría del conocimiento [o epistemología] ha
sido siempre éste: ¿qué parte de verdad corresponde al pensamiento? El término
"crítica del conocimiento" (Erkenntniskritik), tan corriente entre los filósofos
profesionales para designar esta teoría, prueba ya su escepticismo a este respecto.
Es a este problema al que se refieren las tesis dos y cinco sobre Feuerbach
que una vez más insisten sobre el papel determinante jugado por la actividad
práctica del hombre, hecho esencial de su vida:
"La cuestión de saber si el pensamiento humano puede acceder a una verdad objetiva
no es una cuestión del dominio de la teoría: es una cuestión de la práctica.
Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad
y la potencia, la terrenalidad de su pensamiento." (Tesis 2)
"Feuerbach, no satisfecho con el pensamiento abstracto, recurre a la intuición
sensorial (Anschauung), pero no concibe la realidad sensorial (die Sinnlichkeit)
como actividad práctica, como actividad de los sentidos humanos (praktische,
menschlich-sinnliche Tätigkeit))." Tesis 5.)
Pero, ¿por qué práctica? Porque, ante todo, el hombre debe vivir. Su estructura
anatómica, sus aptitudes, toda su actividad están adaptadas para este fin. Utilizando
sus facultades, debe insertarse y mantenerse en el ambiente que lo rodea, es
decir, ante todo en la naturaleza y, después, en calidad de individuo, en la
sociedad. Forman parte asimismo de estas facultades la actividad del cerebro,
el órgano del pensamiento, y la facultad misma de pensar. Pensar es una facultad
del cuerpo. En cada instante de su vida el hombre se sirve del razonamiento
y de su facultad de pensar para sacar conclusiones de sus experiencias, deducir
de ellas previsiones, basar en ellas sus esperanzas y regular su conducta y
su actividad. La justeza de sus conclusiones, y la rectitud de su pensamiento
están demostradas por el hecho mismo de que el hombre existe, pues ellas son
una condición sine qua non de su supervivencia. Pensar es adaptarse de manera
eficaz a la vida, y es por ese camino por donde el pensamiento humano llega
a ser verdad, no de una manera absoluta, sino en un sentido general. Partiendo
de la experiencia, el hombre formula generalizaciones, reglas, leyes de la naturaleza
en las que descansan sus previsiones ulteriores. En general, estas previsiones
son justas, puesto que el hombre subsiste. Pero a veces pueden ser falsas y
acarrear el fracaso, la ruina y la muerte. La vida es un proceso continuo de
aprendizaje, de adaptación, de desarrollo. La práctica de la vida somete la
justeza del razonamiento a una prueba tan permanente como implacable.
Examinemos en primer lugar el caso de las ciencias de la naturaleza. Es en
la práctica de estas ciencias donde el razonamiento encuentra su forma más pura,
más abstracta. Por esto los filósofos de la naturaleza toman este tipo de pensamiento
como único objeto de su estudio, sin darse cuenta cuán parecido es al modo de
pensar de cada hombre en su actividad cotidiana. El razonamiento utilizado en
la investigación científica no es más que una rama especial muy elaborada del
proceso general del trabajo social. Este proceso de trabajo exige un conocimiento
exacto de los fenómenos de la naturaleza y su caracterización bajo forma de
"leyes de la naturaleza", que pueden ser utilizadas en el dominio técnico con
un éxito seguro. La elaboración de estas leyes, deducidas de experiencias concebidas
especialmente a este efecto, ése es el papel de los especialistas científicos.
En el estudio de la naturaleza todo el mundo está de acuerdo en que el criterio
de la verdad es la práctica, la experiencia. Las regularidades que en ella se
encuentran, expresadas bajo forma de "leyes de la naturaleza", pueden ser utilizadas
generalmente con confianza como guía en las actividades prácticas del hombre,
aun cuando frecuentemente no son totalmente correctas, frustran las esperanzas
y deben ser mejoradas constantemente y ampliadas por efecto de los progresos
de la ciencia. Si a veces nos hemos complacido en ver en el hombre al "legislador
de la naturaleza", hay que añadir en seguida que con frecuencia la naturaleza
se preocupa poco de estas leyes y le grita sin cesar: haz otras mejores.
Sin embargo, la práctica de la vida comporta mucho más que una simple exploración
científica de la naturaleza. La relación del investigador científico con el
mundo exterior sigue siendo siempre, a pesar de la experimentación, la de la
observación sensorial: el mundo es para él una cosa exterior a observar. Pero
en la realidad, el hombre afronta la naturaleza a través de su actividad práctica,
actúa sobre ella y se la apropia. El hombre no se opone a la naturaleza como
a un mundo exterior al que sería extraño. Con sus manos, por su trabajo, transforma
el mundo en tal medida que apenas se reconoce la materia primitiva y, en este
proceso, se transforma a sí mismo. Así crea ese mundo nuevo que es el suyo:
la sociedad humana dentro de una naturaleza metamorfoseada en aparato técnico.
El hombre es el creador de este mundo. A partir de ahí, para qué preguntarse
si el pensamiento alcanza la verdad. El objeto de su pensamiento es lo que él
mismo produce por medio de sus actividades corporales y cerebrales y que domina
gracias a su cerebro.
No es, pues, una cuestión de verdades parciales. [Engels, en su folleto sobre
Feuerbach9, cita la síntesis de la alizarina (colorante natural de la granza)
como criterio de la verdad del pensamiento humano. En efecto, esta síntesis
no prueba más que la validez de las fórmulas químicas empleadas: no puede probar
la validez del materialismo frente a la "cosa en sí" de Kant. Este concepto,
como se puede ver en el prefacio de la Crítica de la razón pura, provenía directamente
de la incapacidad de la filosofía burguesa para explicar el origen terrestre
de la ley moral. No es la industria química la que ha refutado la "cosa en sí",
sino el materialismo histórico al explicar la ley moral por la sociedad. Es
el materialismo histórico el que ha puesto a Engels en condiciones de discernir
los sofismas de la filosofía de Kant, de demostrar su falsedad, y no las razones
que da él mismo en su folleto.]10 [Así, una vez más, no se trata de verdades
parciales en un dominio específico del conocimiento, que los resultados prácticos
confirman o invalidan.] Se trata de un problema filosófico: ¿puede el pensamiento
humano alcanzar la verdad profunda del mundo? Se comprende fácilmente que el
filósofo, confinado en el silencio de su habitación, asediado por concepciones
filosóficas abstractas, derivadas a su vez de nociones científicas abstractas,
que han sido formuladas por una ciencia que permanece fuera de la vida práctica,
pueda ser asaltado por la duda dentro de semejante mundo de fantasmas. Pero
para el hombre que sigue estando en la vida práctica, esta cuestión no puede
tener ningún sentido. La verdad del pensamiento, dice Marx, no es otra cosa
que el poder y el dominio sobre el mundo real.
Por supuesto, esta proposición implica su contraria: el pensamiento no puede
llegar a la verdad si la mente humana no consigue dominar el mundo. Marx ha
mostrado en El Capital que el hombre deja que su espíritu se abandone
a la creencia mística en seres sobrenaturales y comienza a dudar de la posibilidad
de alcanzar la verdad, desde el momento en que el producto de sus manos se convierte
en una fuerza autónoma, separada de él, a la que ya no domina, sino que se opone
a él bajo forma de mercancía y de capital, una especie de ser social independiente
y hostil que lo domina y lo amenaza incluso con destruirlo. Es así como durante
siglos ha pesado sobre la práctica materialista de la vida cotidiana el mito
de una verdad celeste sobrenatural inaccesible al hombre. Cuando la sociedad
haya alcanzado un desarrollo tal que el hombre sea capaz de comprender totalmente
las fuerzas sociales y haya aprendido a dominarlas del todo, es decir, en la
sociedad comunista, entonces el pensamiento humano estará conforme con el mundo
real. Pero incluso antes de alcanzar ese nivel, todavía teórico, cuando el hombre
perciba claramente la estructura de la sociedad y comprenda que la producción
social es la base de toda vida y, por ahí mismo, del desarrollo futuro de la
humanidad, cuando el cerebro llegue realmente, aunque sólo sea de modo teórico,
a dominar el mundo, entonces el pensamiento llegará a ser completamente verdadero.
Esto quiere decir que por la ciencia de la sociedad (que Marx ha formulado y
cuyas tesis se han confirmado en la práctica) el materialismo adquiere una base
y un poder permanente y se convierte en la única filosofía verdaderamente de
acuerdo con el mundo real. Así la teoría marxista de la sociedad implica una
transformación de la filosofía.
Sin embargo, para Marx no se trata de filosofía pura: "Los filósofos no han
hecho más que interpretar el mundo de diversas maneras; lo que importa es transformarlo."
Así se expresa en la última de las tesis sobre Feuerbach. La situación del
mundo lo constriñó a la acción práctica. Marx y Engels, arrastrados primero
por la oposición de la burguesía naciente al absolutismo alemán, y extrayendo
después nuevas fuerzas de la lucha de los proletarios ingleses y franceses contra
la burguesía, al estudiar la realidad social llegaron a la conclusión de que
sólo la revolución proletaria que se perfilaba tras la revolución burguesa podría
traer la emancipación completa de la humanidad. A partir de esta época, toda
su actividad se consagró a esta revolución y, en el Manifiesto Comunista,
despejaron las primeras vías que se abrían a la lucha de clase de los obreros.
Desde entonces el marxismo está indisolublemente ligado a la lucha de clases
proletaria. Si nos preguntamos ahora qué hay que entender por "marxismo", es
necesario darse cuenta primeramente de que este término no engloba todo lo que
Marx ha escrito o pensado. Por ejemplo, sus concepciones de juventud, como las
que hemos citado más arriba, no se ligan a él sino parcialmente: representan
etapas del desarrollo que desemboca en el marxismo. [Éste no fue construido
de una sola vez.] Aun cuando en el Manifiesto Comunista se exponen
ya el papel de la lucha de clase proletaria y la meta comunista, la teoría del
capital y de la plusvalía no fue elaborada sino mucho más tarde. Además, las
concepciones sucesivas de Marx mismo evolucionaron con las condiciones sociales
y políticas. En 1848, cuando el proletariado comenzaba justamente a constituirse,
el carácter de la revolución y el papel del Estado se presentaban de una manera
muy distinta que a final de siglo o que en nuestros días. No obstante, lo esencial
es lo que el marxismo ha aportado a la ciencia. Es, ante todo, el materialismo
histórico, la teoría según la cual las fuerzas productivas y las relaciones
sociales determinan todos los fenómenos políticos e ideológicos y la vida espiritual
en general, siendo el sistema de producción, basado él mismo en el estado de
las fuerzas productivas, el que determina el desarrollo de la sociedad y, más
especialmente, a través de la lucha de clases. Después, es la presentación del
capitalismo en tanto que fenómeno histórico temporal, el análisis de su estructura
por la teoría del valor y de la plusvalía y la explicación de la existencia,
en su interior, de tendencias revolucionarias hacia una sociedad comunista resultante
de una revolución proletaria. Estas teorías han enriquecido para siempre el
dominio del saber humano. Constituyen el núcleo sólido del marxismo en tanto
que sistema de pensamiento y de las que, en condiciones nuevas, se podrán extraer
nuevas conclusiones.
Con esta base científica, el marxismo es más que una simple ciencia: es una
nueva concepción del pasado y del futuro, del sentido de la vida, de la esencia
del mundo y del pensamiento. Es una revolución espiritual, una nueva concepción
del mundo, un nuevo sistema de vida. Pero en tanto que concepción del mundo,
de Weltanschauung, no existe en realidad más que por la clase que lo profesa:
los obreros que se penetran de él, toman conciencia de lo que son, es decir,
la clase del futuro, que, al crecer en número, en fuerza y en conciencia, tomará
en sus manos la producción y se convertirá, por la revolución, en dueño de su
propio destino. Así, el marxismo, teoría de la revolución proletaria, no es
en realidad y, al mismo tiempo, una fuerza viva más que en el espíritu y el
corazón de los obreros revolucionarios.
Esto supone que el marxismo no puede ser una doctrina inmutable o un dogma
estéril que impone sus verdades. La sociedad se desarrolla, el proletariado
se desarrolla, la ciencia se desarrolla. Surgen nuevas formas, nuevos fenómenos
en el capitalismo, en la política, en la ciencia, que Marx y Engels no pudieron
prever ni presentir. [Las formas de pensamiento y de lucha que imponían las
condiciones pasadas, deben ser sustituídas, pues, por formas nuevas válidas
para las condiciones nuevas] Pero el método de investigación que forjaron continúa
siendo un guía y una herramienta excelentes para explicar los nuevos fenómenos.
El proletariado, que ha crecido enormemente con el capitalismo, sólo está en
los primeros pasos de su revolución y, por consiguiente, de su desarrollo marxista;
el marxismo sólo comienza a tomar su verdadero significado en tanto que fuerza
viva del proletariado. Por tanto, el marxismo es una teoría viva cuyo desarrollo
está ligado al del proletariado y a las tareas y a los fines de su lucha.
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* En el original dice 1915, pero es a todas luces un error (nota del webmaster)
1 K. Marx: Crítica de la filosofía hegeliana del Derecho (1843). Ver Karl Marx,
"Textos 1842-1847", Spartacus nº 33, páginas 49 y 50.
2 F. Engels: L. Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Londres,
1888, trad. fr. de Bracke, A. Costes Ed., Paris, 1952, pp. 22- 24.
3 Aquí se encuentra, en el texto alemán, la misma frase que la que comienza
el párrafo siguiente. Esta frase, así repetida dos veces, es suprimida en la
versión inglesa. (n.d.t.f.)
4 El hombre es lo que come. El juego de palabras consiste en que ist: es,
e isst: come. (n.d.t.f.)
5 K. Marx: Tesis sobre Feuerbach, en M. Rubel: Páginas escogidas para una ética
socialista, M. Rivière, Ed. Paris 1948, pp.31-33.
6 K. Marx: La ideología alemana, trad. fr. Éditions Sociales, Paris 1965, p.
26.
7 K. Marx: Op. cit., p. 51.
8 Id., p. 26.
9 F. Engels: Op. cit., pp. 26-27.
10 Este pasaje, incorporado al texto inglés, aparece en nota en la edición
alemana.
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