Paul Mattick
La hez de la humanidad

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[Lumpenproletariado y capitalismo]

Cuando todavía podía negarse que el desempleo es un fenómeno social normal porque las reactivaciones temporales ocultaban el hecho de que es inseparable del actual sistema, una gran parte de la criminología burguesa consideraba todas las actividades y tendencias delictivas en los estratos inferiores de la población como originadas primariamente en la vagancia. Esta actitud se veía reforzada incluso en círculos obreros y los trabajadores organizados con unos ingresos relativamente regulares miraban con no poco desprecio a los pordioseros que vagaban por ciudades y carreteras. El origen de esa "vagancia", si es que este término puede servir realmente para explicar algo, no era motivo de preocupación para quienes juzgaban. El movimiento socialista, por supuesto, hacía responsable a la sociedad actual. Y sin embargo, cuando los propios socialistas tenían ocasión práctica de combatir estas tendencias, de lo único que sabían hacer uso era del código penal del derecho burgués.

La miseria, el lumprenproletariado y la delincuencia no son resultado de las crisis capitalistas. Esas crisis solo pueden explicar el gran aumento de estos fenómenos. El desempleo acompaña todo el desarrollo del capitalismo y es necesario en el actual sistema productivo para mantener los salarios y las condiciones de trabajo a niveles bajos correspondientes a lo que exige una economía generadora de ganancias. A pesar de que el desempleo por sí solo no explica la hegemonía del capital sobre los trabajadores, sí explica el reforzamiento de esa hegemonía. Independientemente del efecto providencial que tiene el ejército industrial de reserva sobre la tasa de ganancia obtenida por las diversas empresas, la misma existencia de ese ejército tiene su base en las leyes económicas que determinan el funcionamiento de la sociedad capitalista. La tendencia de la acumulación del capital a producir capital superfluo por una parte y exceso de población por otra se ha convertido en una dolorosa e innegable realidad. De esta manera hay que admitir, aunque sea a regañadientes, que el desempleo nunca podrá ser eliminado del todo. Así los esfuerzos se dirigen menos a combatirlo que a disminuir los peligros que implica para la sociedad. De ahí también las vigorosas discusiones sobre la reforma del sistema penal, que son un reflejo de los cambios habidos en el mercado laboral. Incluso H. L. Menken, en un número reciente de Liberty ha propuesto introducir en el sistema penal estadounidense prácticas como las de China, a saber, la eliminación física ilimitada de los delincuentes con o sin prueba de culpabilidad, una forma de justicia habitual en los países en los que existe sobrepoblación crónica. En Alemania se habla de introducir el castigo corporal que estuvo en boga durante la Edad media, ya que las prisiones han dejado de ser instrumentos disuasivos y la fuerza de trabajo gratuita de los presos ya no puede utilizarse. La mayor miseria que resulta de las crisis permanentes y el desempleo a gran escala disminuye el miedo al castigo, ya que la vida en la cárcel no es mucho peor que la existencia fuera de ella. Los delincuentes cada vez son más, lo que empuja a una ulterior brutalización de los castigos y de ahí a la imposibilidad de reformar a los internos de las prisiones. Como ha dicho [George] Bernard Shaw, "cuando se llega a los estratos más pobres y más oprimidos de nuestra población se encuentran condiciones de vida tan miserables que resulta imposible administrar una prisión humanamente sin hacer la vida del delincuente menos mala que la de muchos ciudadanos libres. Si la prisión no es peor que los barrios bajos en cuanto a miseria humana, los barrios bajos se vaciarán y las prisiones se llenarán". De forma que el castigo legal no solo es bárbaro y se ve empujado a mayor barbaridad, sino que sus instituciones se convierten en semilleros de delincuencia, como prueban las estadísticas que muestran que la mayoría de quienes estuvieron en prisión vuelven otra vez a ser encarcelados.

De todas formas, la animalizacion de los seres humanos, un fenómeno ligado con el desarrollo de la sociedad capitalista y que tiene su expresión más acabada en el crecimiento del lumpenproletariado, no sólo se origina en el desempleo y en el empobrecimiento masivo que acompaña a aquel. Como decía Marx, la acumulación de riqueza en un polo no sólo implica en el otro polo la miseria, sino también la acumulación de tedio, esclavitud, ignorancia, brutalización y degradación moral. Bajo las condiciones laborales del capitalismo, el trabajo se convierte en puro y simple trabajo forzado, independientemente de lo "libres" que puedan ser los trabajadores en otros aspectos. Incluso fuera del ámbito laboral, el trabajador no se pertenece a sí mismo, simplemente recupera su capacidad de trabajo para el día siguiente. Vive en libertad meramente para permanecer en condiciones de realizar sus trabajos forzados y así llega a deshumanizarse por completo, no tiene relación voluntaria alguna de ninguna clase con su trabajo y se cosifica convirtíéndose en mero apéndice del mecanismo productivo. Esperar que estos trabajadores, bajo tales condiciones, obtengan algún placer de su trabajo es completamente ilusorio. Lo que han de hacer es todo lo posible por salir de esas circunstancias para afirmarse como seres humanos. A largo plazo, esas circunstancias tienen que animalizarlos.

Con poder externo, medios coercitivos y simple compulsión es imposible librarse del lumpenproletariado o inducir una disminución de la criminalidad. La cuestión es mantener o crear en los seres humanos la disposición psíquica para ocupar el puesto que les corresponde en la sociedad y su modo definitivo de vida y esto se hace cada vez más imposible. La falta de conciencia social y de adaptabilidad social por parte de los delincuentes es susceptible de otras explicaciones, además de la de la "vagancia". Por supuesto, hay multitud de teorías según las cuales los defectos físicos y mentales son las razones fundamentales para las acciones criminales de los seres humanos. Es innegable que los factores psicobiológicos deben tenerse en cuenta para comprender las inclinaciones criminales. Sin embargo resulta obvio que la teoría que tiene más que ofrecer para la comprensión de este tema es la teoría política y socioeconómica. Los factores biológicos y psicológicos contribuyen a determinar las acciones conscientes e inconscientes de los seres humanos pero los efectos de esos factores resultan por completo modificados cuantitativa y cualitativamente por los procesos sociales. Los impulsos de los individuos están sujetos tanto a la situación socioeconómica como a la situación de la clase a la que pertenecen. En una sociedad que garantiza el mayor reconocimiento a los ricos y a los propietarios, los impulsos narcisistas, por ejemplo (como ha mostrado el psicólogo Erich Fromm) deben llevar a una enorme intensificación del deseo de posesión. Y si en el contexto de la actual sociedad esas tendencias no pueden satisfacerse por vías "normales", buscarán su satisfacción en la delincuencia. Incluso si ésta aparece asociada con defectos físicos o psíquicos, estos mismos sólo pueden entenderse en conexión con la sociedad y con la situación de clases existente. La delincuencia, en su mayor parte dirigida contra las leyes de la propiedad, sólo es inteligible en el contexto de la totalidad del proceso social. Incluso los demás delitos están determinados si no directa sí indirectamente por la situación social y política. De ahí que sólo puedan modificarse sustancialmente o ser totalmente eliminados mediante el cambio de la sociedad en la que ocurren.

No hay mejor prueba concreta de la importancia del factor económico para explicar la delincuencia que su enorme incremento en épocas de crisis económica. Como consecuencia de las depresiones, los más débiles -mental y corporalmente- de los pobres se ven arrojados al camino de la delincuencia. De hecho, muchas veces no les queda otra posibilidad. Que el factor socioeconómico resulta aquí el esencial resulta bien claro por ejemplo al observar que los abusos sexuales infantiles en las familias de desempleados son mucho más frecuentes que en las familias con una vida económica estable. ¿Cómo intentar explicar la decadencia de la familia -otro de los factores de incremento de la delincuencia en la sociedad actual- a partir de factores biológicos y psicológicos? ¿Y el aumento rápido de la prostitución durante las crisis? En EEUU, en investigaciones sobre la influencia del medio en la delincuencia, se ha visto que la mayor parte de los convictos procede de los barrios marginales de las ciudades y de familias que viven "al día". La investigación ha revelado también que la mayor parte de los delitos que se cometen son delitos contra la propiedad y que la mayoría de los delincuentes son "de inteligencia normal". Los jóvenes que hoy vagabundean sin rumbo y sin objetivo por los distintos estados del país y por las carreteras están en condiciones ideales para deslizarse hacia el lumpenproletariado y convertirse permanentemente en parte del mismo. No tienen oportunidades y en su amargura están resueltos a proporcionarse satisfacciones vitales por los medios que sea, es decir, por los medios delictivos que todavía constituyen una posibilidad abierta. "Ya nos cogeremos lo nuestro", se aseguran así mismos. Y sus héroes no son los héroes respetables de la sociedad actual, sino los Dillinger1. Jack London caracterizó una vez a los vagabundos como trabajadores desmoralizados, pero la mayor parte de estos jóvenes nunca han trabajado. Su desmoralización es previa a su entrada al mundo laboral y cuanto más permanecen sin empleo más pierden la capacidad de adaptarse al ritmo de la vida social.

Como ya comprendió William Petty hace mucho tiempo, "es mejor para la sociedad quemar el trabajo de mil personas que permitir que esas mil personas pierdan su capacidad de trabajo por mera inactividad". Pero no sólo desde el punto de vista de las ganancias sino también desde el punto de vista de la seguridad de la sociedad, el sistema actual se devora a sí mismo cuando, incluso contra su voluntad, niega a los trabajadores la posibilidad de mantenerse ocupados. Sólo a través de la venta de su fuerza de trabajo pueden los trabajadores permanecer vivos como tales. Toda su vida depende de las volubles oscilaciones del mercado de trabajo. Librarse de la compulsión y de las posibilidades del mercado sólo es posible en caso de que salgan de las mismas filas de la clase trabajadora. A quien halla en el salto a la clase media -una posibilidad que fue siempre excepcional y que hoy es prácticamente inexistente- no le queda otra que la integración en el lumpenproletariado, opción que sólo en casos contados se elige voluntariamente pero que resulta inevitable para segmentos cada vez mayores de la clase obrera. Pero aunque hubiera voluntad de hacerlo, no es factible dar a los desempleados condiciones de vida convenientes para seres humanos, como tampoco lo es darlas a los delincuentes -ya que entonces la presión para trabajar perdería gran parte de su fuerza y aumentaría el poder de los trabajadores para resistir en la lucha salarial-, incluso los trabajadores que reciben asistencia social se ven a menudo empujados a mejorar sus limitados medios de subsistencia mediante la delincuencia. De todas formas, incluso en países con seguro de desempleo una proporción mayor o menor de los trabajadores permanece excluida de esa compensación y esta parte no puede librarse, incluso con la mayor moderación, de caer en el lumpenproletariado.

Cualquiera que resulta marginado del proceso de trabajo pierde también la capacidad y la posibilidad de trabajar de nuevo. Considérese por ejemplo el caso de alguien que haya estado desempleado tres o cuatro años. Para esa persona resulta indeciblemente difícil ocupar de nuevo su puesto en la vida económica. Dada la creciente racionalización del proceso productivo, no solo psicológica sino físicamente será difícil que pueda resistir las mayores demandas de rendimiento. Por esa razón los empresarios casi siempre rechazan contratar a trabajadores que han estado desempleados varios años, hacia los cuales tienen una actitud muy escéptica, a la que también contribuye el aspecto miserable y desaliñado del solicitante. Una vez alcanzado cierto nivel de misera, no hay posible vuelta a la rutina del trabajo diario. Entonces sólo queda la posibilidad de subnutrirse mediante la mendicidad y el lento deterioro en las calles de las grandes ciudades. Solo queda la embriaguez para conseguir el olvido del sinsentido de la propia existencia; o el salto a las filas del submundo, lo que inevitablemente lleva a la prisión y a la muerte violenta.

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1 John Dillinger (1902-1934) fue un convicto que se hizo famoso en EEUU por sus asaltos a bancos y fugas espectaculares, hasta su muerte en una trampa tendida por el FBI (N. del t.).


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