Paul Mattick
La inevitabilidad del comunismo

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VI - Voluntad, conciencia y necesidad histórica

Dado que Hook no ve en Das Kapital el descubrimiento de las leyes del movimiento social, sino sólo la crítica (condicionada por la voluntad del proletariado) de la economía burguesa, Das Kapital no es para él la actualización teórica de la dialéctica materialista sino "la aplicación del materialismo histórico a los «misterios» del valor, el precio y la ganancia" (p.187). En otras palabras: ya que, según Hook, las relaciones de producción determinan el pensamiento y las acciones de los seres humanos, Marx desarrolló desde el punto de vista del proletariado su crítica de la economía burguesa, que es simple crítica y nada más. Si el proletariado gana, entonces en consecuencia El Capital de Marx queda meramente como un documento histórico, lleno de los pensamientos de una clase que sufrió bajo la dominación del capitalismo. El materialismo histórico no es aquí una parte del desarrollo dialéctico sino que está divorciado de él; no es un elemento productivo, sino una visión de la vida (una comprensión del mundo). "No obstante", como Marx escribió en relación a su crítico ruso en el prólogo al primer volumen de El Capital, "que otra cosa está describiendo sino el método dialéctico?". Pero para Hook, Das Kapital es sólo una ideología, y a partir de este punto de vista dice (p.181):

"Lo que justifica a Marx y Engels para sostener que el modo de producción económico es el factor decisivo en la vida social es la voluntad revolucionaria del proletariado que se prepara para actuar sobre esa asunción... Sólo porque queremos cambiar la estructura económica de sociedad, buscamos la evidencia del hecho de que, en el pasado, el cambio económico ha tenido un efecto profundo sobre toda la vida social y cultural. Porque queremos cambiar la estructura económica de la sociedad, afirmamos que esta evidencia del pasado junto con nuestra actividad revolucionaria en el presente constituye una causa suficiente para creer que la proposición general de que «en última instancia el modo de producción económico determina el carácter general de la vida social», será verdad en el futuro próximo."

La acción, que para Hook es idéntica a la voluntad, forma la síntesis. Para Marx, sin embargo, la síntesis es algo diferente; aquí el proletariado, como la antítesis de la sociedad burguesa, ya contiene lo que forma el contenido de la síntesis de Hook. La síntesis marxiana presupone la acción exitosa; se sitúa detrás de la voluntad. Es el resultado de la negación de la negación, es la sociedad comunista. El crecimiento del propio proletariado no es sólo el crecimiento de la miseria proletaria sino también de la conciencia de clase y de la acción. Este proceso total se transforma, en un cierto nivel de desarrollo, en la revolución. "Was der Mensch will, das muss er wollen." ("Lo que el ser humano quiere, es lo que debe querer"). La voluntad es inseparable del proletariado; la existencia del proletariado como una fuerza material de producción es al mismo tiempo la existencia de la voluntad. Toda puesta aparte o sobreénfasis de la voluntad debe evitarse. Podemos decir, antes bien, con Engels: "Una revolución es un puro fenómeno de la naturaleza, dirigido más de acuerdo con leyes físicas que según las pautas que en los períodos ordinarios condicionan el desarrollo de la sociedad. O más bien, estas pautas asumen en el curso de una revolución un carácter mucho más físico, el poder material de la necesidad se manifiesta más contundentemente". El poder material es idéntico con la voluntad así como con la conciencia. En las épocas ordinarias (reformismo) a estas facultades se atribuyen necesariamente más valor del que poseen, por eso se vuelven nuevamente idealistas y falsas. En las épocas revolucionarias no importa en que medida existan la voluntad y la conciencia, estos factores siempre permanecen a distancia tras el poder material real de la revolución.

El proceso revolucionario real está mucho más estrechamente relacionado con los procesos de la naturaleza de lo que somos capaces de concebir en un periodo no revolucionario; el factor "humano" (ideológico) en el desarrollo se vuelve más insignificante. Diez mil seres humanos hambrientos con la más clara conciencia y la voluntad más fuerte no significan nada en ciertas circunstancias; diez millones pasando hambre bajo las mismas circunstancias, sin la conciencia y la voluntad específicamente humana, pueden significar... la revolución. Los hombres se mueren de hambre con y sin la conciencia y la voluntad, pero en cualquier caso no se mueren de hambre a la vista de la comida. Y cuando Hook en el curso de su exposición se refiere a los millones de seres humanos que perecieron por la falta de conciencia de clase, está, después de todo, meramente señalando el hecho de que ni siquiera la presencia de la conciencia de clase podía impedir la inanición. Por otra parte, no plantea ningún caso en el que millones de seres humanos se fuesen hambrientos a la vista de la comida. En tal caso no estarían pasando hambre, sino que habrían tomado posesión de la comida y, en tanto lo hacían, se volverían... conscientes de su clase.

Esta sobreestimación, o una estimación bastante equivocada del papel de la conciencia, lleva a Hook a sobreestimar también el papel del partido y, en el sentido más estrecho, del papel del individuo en el proceso histórico; un papel que no concibe históricamente, sino del todo absolutamente. Con el propósito de llegar al papel del genio, pregunta, por ejemplo (p.169):

"¿Habría la Revolución rusa tenido lugar en octubre de 1917, si Lenin hubiese muerto en el exílio en Suiza? ¿Y si la Revolución rusa no hubiera tenido lugar cuando lo hizo, habrían tomado el mismo curso los acontecimientos subsiguientes en Rusia?"

El mismo juego se continua con otros estadistas y científicos, y luego Hook se vuelve ásperamente contra Engels, Plejanov y otros, que sostuvieron el punto de vista de que todo periodo que necesita grandes hombres también los crea. Hook contesta (pp.171-172):

"Con todo el debido respeto, esta posición me parece ser un notorio sin sentido... Argumentar que si Napoleón no hubiese vivido, algún otro y no él habría sido Napoleón (es decir, habría realizado la obra de Napoleón) y entonces ofrecer como evidencia el hecho de que siempre que un gran hombre era necesario había sido encontrado, es lógicamente infantil... ¿Dónde estaba el gran dirigente escondido cuando Italia estaba objetivamente lista para la revolución en 1921 y en Alemania en 1923?... No hay imperativos en la historia; sólo hay probabilidades."

Para contestar sobre el mismo planteamiento, podemos decir, primero, igual que Hook ha declarado en otro lugar, que sólo la práctica demuestra si una verdad es cierta, por lo cual también si un gran hombre es realmente tal. Y esta práctica es la práctica social. Por ejemplo, si la sociedad no hubiera presupuesto (el mecanismo en la manufactura), actualizado (la división del trabajo) y aplicado el conocimiento de Newton, el genio de Newton habría muerto con él. Si el proceso de capitalización no le hubiera dado a Francia tal poder ofensivo y defensivo, el genio de Napoleón habría muerto quizás como un lugarteniente más solitario que en St. Helena. La sociedad determina lo que es genio. La Revolución rusa es independiente de Lenin, e incluso el período en que suceció no fue en lo más mínimo condicionado por él, sino por una serie interminable de factores entretejiendose, en los que el genio de Lenin es absorbido, y sin lo cual no puede ser entendido. El hecho de que los bolcheviques tuviesen éxito tomando el poder político en una revolución sobre la cual no tenían el mando está, por supuesto, en parte en relación directa con los bolcheviques y también en parte con la personalidad de Lenin. Pero la idea que sin Lenin el curso de la historia rusa habría sido decididamente diferente está por debajo del nivel de la investigación marxista, que constantemente remonta la historia a las necesidades de la vida social. La Revolución rusa no se adaptó a Lenin, sino que Lenin se adaptó a la Revolución rusa. Sólo debido a que aceptó el movimiento revolucionario ganó la influencia sobre él, se convirtió en un órgano ejecutivo para él. El alto grado en el que Lenin estaba condicionado por el curso actual de la revolución, y que poco determinó él su desarrollo, se muestra por el modo en que revisó su obra después de la revolución. Esto se expresa muy claramente en un discurso que dio en octubre de 1921, cuando dijo:

"La revolución democrático-burguesa ha sido conducida hasta su término por nosotros como por ningún otro... No habíamos calculado suficientemente en relación con nuestro plan de poner en funcionamiento la producción socializada y el modo comunista de distribución de los productos entre los pequeños campesinos, mediante la orden directa del Estado proletario. La vida nos ha mostrado nuestros errores. Una serie de fases de transición --capitalismo de estado y socialismo-- se requerían para preparar el camino para el comunismo. Esto involucrará trabajo, extendiéndose durante un gran número de años. No es directamente por la vía del entusiasmo, sino con la ayuda de los intereses personales, del interesamiento personal, con la ayuda del cálculo económico, como debeis construir un puente material que, en la tierra de los pequeños campesinos, lleve a través del capitalismo de Estado al socialismo; de ninguna otra manera podemos llegar al comunismo. Esto se nos reveló por el proceso objetivo de desarrollo de la Revolución... El Estado proletario debe convertirse en un propietario prudente, cuidadoso y hábil, el distribuidor mayorista del futuro; de ninguna otra manera la tierra de los pequeños campesinos puede alzarse a un alto nivel económico. Distribuidor mayorista; eso parece ser un tipo económico justo tan lejano del comunismo como el cielo de la tierra. Pero esta es simplemente una de las contradicciones que, en la vida real, conduce de la empresa de labranza de los pequeños campesinos, a través del capitalismo de Estado, al socialismo. El interesamiento personal promueve la producción. El comercio mayorista sirve para unir a millones de pequeños campesinos económicamente, despierta su interés, los lleva a la próxima fase: las varias formas de ligación, de unión en la producción misma."

El curso de la Revolución rechazó, primero, todas las viejas ideas bolcheviques que todavía estaban estrechamente ligadas el capitalismo de Estado de Hilferding, y forzaron la adopción del comunismo de guerra como la nueva doctrina; y entonces el curso real de los desarrollos también rechazó esta nueva "construcción" y tomó un giro más puro al capitalismo de Estado. Por eso la Revolución rusa es un ejemplo clásico del hecho de que el curso de desarrollo no está determinado por las ideas de los grandes hombres sino por la práctica socialmente necesaria. Si la Revolución rusa sin Lenin habría tomado otro curso que el del Estado capitalista único quizás no es de ningún valor discutirlo, pues el propio Lenin sostuvo que el capitalismo, no sólo en la Europa occidental sino también en Rusia, estaba suficientemente avanzado y que la próxima fase sólo podía girar al socialismo. Lenin consideró el imperialismo como "el capitalismo en su forma de transición, capitalismo parasitario o en estancamiento". El imperialismo llevó, de acuerdo con Lenin, simplemente a la socialización universal de la producción: "Arrastra al capitalista, contra su voluntad, a un orden social que ofrece una transición de la completa libertad de competencia a la completa socialización". La guerra, según Lenin, había transformado el capitalismo de monopolios en la forma del "Estado-monopolista"; el "capitalismo de Estado monopolista-militarista" es, sin embargo, un "preparación material para el socialismo en completamiento, la puerta de entrada a él". Con la conquista del poder estatal y la expropiación de los bancos, pensó que el capitalismo de Estado podría transformarse muy rápidamente en socialismo. Llevar a cabo la economía capitalista del Estado en Rusia era, por consiguiente, en la perspectiva de Lenin, sólo la anticipación de la circulación real del capital. Lo que se cumplía era la consecuencia capitalista de la monopolización en avance. El partido aceleró lo que necesariamente vendría, finalmente, incluso sin esta aceleración.

Que este curso capitalista se modificó por medio de la influencia de los bolcheviques es indiscutible, pero permanecía siendo capitalista, y además, la modificación se limitaba a velar la naturaleza real de la reversión al capitalismo, o de la formación de una nueva falsa conciencia. Así, encontramos a Bujarin, en una conferencia gubernamental hacia el fin de 1925, expresándose como sigue: "¿Si confesamos que las empresas nacionalizadas son empresas capitalistas, si decimos esto abiertamente, cómo podemos luego dirigir una campaña por un mayor rendimiento? En fábricas que no son puramente socialistas, los obreros no incrementarán la productividad de su trabajo."

La práctica rusa no se dirige según los principios comunistas, sino que sigue las leyes de la acumulación capitalista. ¿Qué otras leyes seguiría si Lenin y los bolcheviques no hubiesen ganado? También tenemos en Rusia, aunque en una forma modificada, una producción de plusvalía bajo el camuflaje ideológico de la "construcción socialista". La relación salarial es idéntica a la de la producción capitalista, formando también en Rusia la base para la existencia de una burocracia creciente con privilegios en ascenso, una burocracia que, al lado de los elementos capitalistas privados que todavía están presentes, será estrictamente estimada como una nueva clase que se apropia para sí del plustrabajo y la plusvalía. El mismo hecho de la existencia de la relación salarial significa que los medios de producción no son dominados por los productores sino que permanecen por encima y contra ellos en la forma de capital, y esta circunstancia compele además a un proceso de reproducción en la forma de acumulación de capital. Esto último, sobre la base de la ley marxiana del valor, con la cual la situación rusa también debe ser iluminada, conduce necesariamente a la crisis y al derrumbamiento final. La ley de la acumulación es al mismo tiempo la acumulación del empobrecimiento, y por esa razón también los obreros rusos están actualmente haciéndose más pobres al mismo ritmo que el capital se acumula. La productividad de los obreros rusos aumenta más rápidamente que sus salarios; del producto social creciente ellos reciben una porción relativamente cada vez más pequeña. Para Marx, este empobrecimiento relativo de la población obrera en el curso de la acumulación es sólo una fase del empobrecimiento absoluto; es sólo otra expresión de la creciente explotación de los trabajadores, y apenas puede haber duda de que incluso sin Lenin y la Revolución rusa nada más podría ocurrir en Rusia que la explotación creciente. Únicamente alguien que, como Hook, confunde el contenido de la Revolución rusa puede plantear la cuestión acerca de si la historia rusa sin Lenin habría tomado cualquier otro curso que el que realmente siguió. Ciertamente, habría procedido con ideologías diferentes, banderas diferentes, jefes diferentes, y con un ritmo diferente, pero para el proletariado existente estas diferencias son completamente insignificantes. Y desde que la revolución de la que estamos hablando es proletaria en el nombre, uno sólo puede preguntar: ¿qué ha sido cambiado, como resultado de la Revolución y de la existencia del genio Lenin, en lo que estima a la situación de los obreros rusos? ¡Nada esencial! Para el proletariado, Lenin no era más que Kerensky, nada más que cualquier revolucionario burgués, que no abole la explotación sino que sólo cambia sus formas.

No hay dos tipos de trabajo asalariado, uno capitalista y otro bolchevique: el trabajo asalariado es la forma en la que, bajo la producción capitalista, la plusvalía es apropiada por la clase o elemento dominante. Ciertamente, los medios de producción han pasado aquí de las manos de los empresarios privados a las del Estado; en lo que respecta a los productores, sin embargo, nada ha cambiado. Tal y como antes, sus únicos medios de sustento son la venta de sus fuerzas de trabajo. La única diferencia es que ya no se les exige que traten con el capitalista individual sino con el capitalista general, el Estado, como comprador de la fuerza de trabajo. La relación económica entre el productor y el producto todavía corresponde aquí al sistema capitalista. Los medios de producción sólo están más centralizados; lo cual no es la finalidad de una economía comunista, sino sólo un medio para esa finalidad. La influencia de Lenin, la política de los bolcheviques, se hayan reveladas como una gran capacidad para adaptarse al curso necesario del desarrollo, con el propósito de, como el partido bolchevique o como un genio, continuar en el poder, que sólo puede ser el poder de la necesidad. Si Lenin hubiera intentado llevar a cabo una política comunista, su grandeza habría sido reducida --o elevada, según uno prefiera-- a la de un utópico ebrio.

¿Dónde estaban los grandes dirigentes de Italia en 1921 y de Alemania en 1923 (y de nuevo en 1933)? Si debe darse una respuesta en términos absolutos, uno puede apuntar sin duda a Mussolini y a la jefatura de la Tercera Internacional, Zinoviev en ese periodo. Mussolini, que aceleró el proceso objetivamente necesario de concentración del capital en Italia; la dirección de la Tercera Internacional, que mantuvo el "status quo" en Europa en interés del régimen bolchevique ruso, previniendo la revolución alemana. Así, Radek declaró (por orden de Zinoviev), antes de la decimotercera conferencia del Partido comunista ruso el 16 de febrero de 1924: "El comité central del Partido comunista de la Unión Soviética, así como el comité ejecutivo del Comintern reconoce inequívocamente que el Partido comunista de Alemania actuó correctamente cuando, a la vista de las fuerzas armadas superiores del enemigo y de la división dentro de las filas de la clase obrera, evitó un conflicto armado." (Esto se repitió en 1933-34).

Pero esta cuestión también puede abordarse dialécticamente, y reconoceremos entonces que el problema de los grandes hombres es totalmente histórico. Particularmente en la sociedad capitalista, en la que el símbolo es más "real" que la realidad, el problema de la dirección adquiere tal importancia que ideológicamente se convierte en el problema de la historia. El problema del precio de mercado es el lado anverso del problema del dirigente. El que Hegel se quede corto con el Estado prusiano, la forma de dinero de las mercancías, el problema del dirigente de masas, son todos una y la misma expresión del nivel de las fuerzas sociales de producción en su tegumento capitalista. El movimiento real de la clase obrera no conoce el "problema" del dirigente. En él las decisiones se toman por los soviets, que sostienen la acción como también más tarde la vida económica.

Pero este cambio en el papel de la personalidad no sólo puede reconocerse en el dominio político; también se lleva a cabo para la ciencia. La especialización de la ciencia va de la mano con su desarrollo. La división social del trabajo no está siendo restringida sino extendida. Cada invención y descubrimiento profesan necesariamente un carácter más y más colectivo. Esta socialización conduce siempre a otra mayor. En los inicios de la sociedad capitalista había inventores, hoy hay talleres de invención. Las invenciones se producen casi de la misma manera que los neumáticos de automóvil. En el capitalismo moderno lo individual cuenta menos, todas las innovaciones vienen de los laboratorios de trabajo en común.

El hecho de que esto no llegue a ser políticamente visible es debido a la necesidad de la burguesía de volverse ideológica, cada vez más reaccionaria en la misma medida en que empuja las relaciones actuales hacia adelante. Si la burguesía requirió una vez un Napoleón, hoy la estupidez de Hitler sirve como la encoladura simbólica de sus tendencias centrífugas. Y todavía para la burguesía alemana Hitler aparece como una personalidad sobreencumbrada; pues si Napoleón ayudó al desarrollo de la sociedad capitalista, Hitler ayuda a retardar su derrumbamiento. Pero incluso sin Napoleón el capitalismo habría ascendido con su marcha victoriosa, y se derrumbará a pesar de Hitler. Los dos pueden contribuir en pequeña parte a determinar el ritmo, mientras opera la tendencia a la expansión o la tendencia al derrumbe, pero la tendencia general está más allá de su capacidad de alterarla. A través de todas las modificaciones temporales, la marcha de la historia, el desarrollo de las fuerzas humanas de producción, sigue su camino. Pero incluso dentro de estas modificaciones la significación real de los "grandes hombres" no es inherente en ellos mismos, sino a ellos en conexión con todas las demás circunstancias sociales. Sólo a causa de que la historia obra bajo el capitalismo con una falsa conciencia, el movimiento real yace oculto tras el fetichismo del dirigente. Cuando este movimiento tenga lugar con una conciencia correcta, pondrá incluso al genio en su propio lugar.

A lo largo de esta disquisición sobre el papel del dirigente y el de la oportunidad en el sentido más amplio, Hook ha olvidado su propio punto de partida que demanda que cada problema sea considerado como histórico. La alternativa presentada por el Manifiesto Comunista --comunismo o barbarie-- no apunta al papel determinante de la voluntad humana sino a sus limitaciones. Dado que no hay equilibrio, una raza humana que se rezague perecerá necesariamente si las necesidades objetivas no vencen. Pero el rezagarse mismo es algo temporal. La barbarie no es el final de un desarrollo, sino sólo una interrupción por la que se paga un alto costo. La barbarie no es el retorno al carro de bueyes y a lo primitivo, sino la bárbara condición de la autolaceración en las crisis y guerras de defunción de un capitalismo que se está pudriendo. Sólo hay una salida... el camino que conduce hacia delante, la salvación a través del comunismo.

El punto de partida del modo comunista de producción es la elevación ya lograda por las fuerzas productivas del capitalismo. Si el joven capitalismo necesitó a Napoleón y el que expira requirió de Hitler, si el capitalismo siempre necesita fantasías --dado que la realidad, que no tenía interreses comunes, tampoco permitía una lucha común-- la revolución comunista sólo se necesita a sí misma, es decir, la acción de las masas. No tiene ninguna necesidad de fetichismo, de imaginaciones, para mantenerse en la realidad, puesto que sólo conoce intereses comunes y permite una genuina lucha común.

Al personaje eminente, como también en general al papel de la oportunidad en la historia, no puede atribuírsele más de lo que Marx le atribuyó en una carta a Kugelmann citada por Hook. Pero el volumen de esta carta no apoya sino que se opone a la concepción absoluta, idealista, ahistórica de Hook sobre el problema del dirigente1. "Estos «accidentes» mismos", dice Marx, "caen naturalmente dentro del curso general del desarrollo, y son compensados por otros «accidentes». Pero la aceleración y retardación están muy influenciadas por tales «accidentes», entre los que también debe contarse el carácter «accidental» de las personas que primero esten a la cabeza del movimiento." La importancia de estos "accidentes" debe comprenderse históricamente. La cuestión acerca de hasta que punto tienen todavía importancia hoy, no se resuelve desde la teoría, sino desde la práctica. También en esto "la investigación de la situación real", tal como la concebía Lenin, "forma la verdadera esencia y el alma viviente del marxismo".

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1 Las comillas en las que Marx incluye sus "accidentes" muestran el sentido estricto en que desea haberlos considerado. La palabra primera (zuerst) hacia el final del pasaje enfatiza esto todavía más (la palabra se omite en el texto de Hook). Las cursivas son mías.


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