Paul Mattick
Espontaneidad y organización
Índice
[ 6. La extensión mundial de la tendencia al totalitarismo
]
Más allá del crecimiento de la organización monopolista,
de las interferencias del Estado en la economía y de los requerimientos
organizativos del imperialismo moderno, una tendencia hacia el control
totalitario operaba en todos los países, particularmente en aquéllos
que sufrían de condiciones de crisis más o menos "permanentes".
Si bien la crisis capitalista, como su economía, es internacional,
no azota a todos los países con igual dureza ni de maneras idénticas.
Hay países "más ricos" y países "más
pobres", a respecto de los recursos materiales, humanos y capitalistas.
Las crisis y las guerras llevan a un nuevo reparto de las posiciones
de poder, y a nuevas tendencias en el desarrollo económico y
político. Pueden ser expresiones de relocalizaciones del poder
ya efectuadas, o de instrumentos para llevarlas a cabo. En cualquier
caso, el mundo capitalista se encuentra decisivamente cambiado y organizado
de forma distinta. Las nuevas innovaciones organizativas se generalizan,
aunque no necesariamente de igual manera, por medio de las luchas competitivas.
En algunos países, las nuevas formas de dominación social,
introducidas por una concentración del capital elevada, pueden
tener un carácter predominantemente económico; en otros,
asumirán una apariencia política. En realidad, puede
haber un control centralista más avanzado en los primeros que
en los últimos. Pero, si éste es el caso, ello sólo
obliga a las naciones menos determinadas de un modo centralista a aumentar
sus capacidades de dominación política. Un régimen
fascista es el resultado de las luchas sociales que acompañan
a las dificultades internas, y de la necesidad de compensar, por medio
de la organización, debilidades no compartidas por las naciones
más fuertes en un sentido capitalista. El régimen político
autoritario es un sustituto para la carencia de un sistema de toma de
decisiones centralista "libremente" desarrollado.
Si el totalitarismo es un resultado de cambios dentro de la economía
mundial, es también responsable de la actual tendencia mundial
a complementar la fuerza económica mediante medios político-organizativos.
En otras palabras, el desarrollo del totalitarismo sólo puede
entenderse en términos de la situación capitalista mundial.
El bolchevismo, el fascismo y el nazismo
no son productos nacionales independientes, sino reacciones nacionales
a las formas cambiadas de la competición mundial, justo como
la tendencia hacia el totalitarismo en las naciones "democráticas"
es, en parte, una reacción a las presiones por y contra
las actividades imperialistas. Por supuesto, sólo los países
capitalistas más grandes son competidores independientes por
la dominación mundial; las numerosas naciones más pequeñas,
ya fuera de la carrera, simplemente se adaptan a la estructura social
de los poderes dominantes. Con todo, la estructura totalitaria de la
sociedad moderna no se desarrolló primero donde comunmente sería
de esperar -donde había una elevada concentración de poder
económico-, sino en las naciones capitalistas más débiles.
Los bolcheviques, instruidos en occidente, vieron en el capitalismo
de Estado, la última fase del desarrollo capitalista, una entrada
al socialismo. Alcanzar la entrada por medios políticos necesitaba
de su dictadura, y hacerla eficaz significaba ser totalitaria.
Los régimenes fascistas de Alemania, Italia y Japón representaron
intentos de recuperar, a través de la organización, lo
que estaba faltando en términos de fortaleza capitalista tradicional,
de encontrar un atajo a la competición a gran escala, puesto
que el desarrollo económico general les impedía incrementar
o conservar sus cuotas en la explotación mundial.
Considerado desde este punto de vista, el desarrollo capitalista
entero ha estado moviéndose hacia el totalitarismo. La tendencia
se volvió evidente a principios del presente siglo. Los medios
para su realización son las crisis, las guerras y las revoluciones.
No se restringe a clases especiales, ni a naciones particulares, sino
que implica a la población mundial. Desde esta perspectiva, también
puede decirse que un capitalismo "plenamente desarrollado"
sería un capitalismo mundial, controlado de modo centralista
a la manera totalitaria. Si fuese realizable, correspondería
a la meta socialista y bolchevique del gobierno mundial, planificando
la totalidad de la vida social. Correspondería también
al limitado "internacionalismo" de capitalistas, fascistas,
socialistas y bolcheviques, que tienen en mente organizaciones parciales
tales como la Pan-europa, el paneslavismo, el Bloque Latino, las Internacionales
numeradas, la Commonwealh [Comunidad de Naciones], la Doctrina
Monroe, la Carta Atlántica, Naciones Unidas y demás, como
pasos necesarios hacia el gobierno mundial.
A la luz de hoy en día, el capitalismo del siglo diecinueve parece
haber sido un capitalismo "subdesarrollado", no plenamente
emancipado de su pasado feudal. El capitalismo, desafiando no la explotación,
sino sólo la posición monopolista de una forma particular
de explotación, podía verdaderamente desplegarse dentro
del cascarón de la vieja sociedad. Sus acciones revolucionarias
meramente apuntaban al control gubernamental, para penetrar
las fronteras restrictivas del feudalismo y para asegurar las libertades
capitalistas. Los capitalistas estaban completamente ocupados y satisfechos
con su extensión del comercio mundial, su creación del
proletariado y la industria y su acumulación de capital. La "libertad
económica" era su preocupación principal y, mientras
tanto el Estado apoyara su posición social explotadora, la composición
y la separación del Estado no eran de su interés.
La independencia relativa del Estado no era, sin embargo, una característica
principal del capitalismo, sino meramente una expresión del crecimiento
capitalista dentro de condiciones capitalistas incompletas. El desarrollo
ulterior del capitalismo implicó la capitalización
del Estado. Lo que el Estado perdió en "independencia",
lo ganó en poder; lo que los capitalistas perdieron en favor
del Estado, lo ganaron en dominación social aumentada. Con el
tiempo, los intereses del Estado y los del capital se volvieron idénticos,
lo que indicaba que el modo capitalista de producción y su práctica
competitiva eran, ahora, generalmente aceptados. El capitalismo de amplitud
estatal, organizado nacionalmente, hizo evidente, una vez más,
que había subyugado toda oposición: que el conjunto de
la sociedad, incluyendo el movimiento obrero -y no ya meramente los
empresarios capitalistas-, se había vuelto capitalista.
El que la capitalización del movimiento obrero era un
hecho cumplido, se manifestaba en su interés creciente en el
Estado como el instrumento de emancipación. Ser "revolucionario"
significaba escapar de la estrecha "conciencia sindicalista"
del período del capitalismo de Manchester, luchar por el control
del Estado y aumentar la importancia de éste último, extendiendo
sus poderes a áreas siempre mayores de la actividad social. La
fusión del Estado y el capital era, simultáneamente, la
fusión de ambos con el movimiento obrero organizado.
En el bolchevismo ruso tenemos el primer sistema en el que la fusión
del capital, el trabajo y el Estado se cumplió a través
de la maniobra política del ala radical del viejo movimiento
obrero. En la visión de Lenin, la burguesía misma ya no
era capaz de revolucionar la sociedad. El tiempo de una revolución
capitalista en el sentido tradicional había pasado.
Para escapar del status colonial, la fase imperialista del capitalismo
forzaba a las naciones atrasadas a adoptar, como su punto de partida
de desarrollo, lo que, bajo las condiciones del laissez faire,
había sido considerado el posible final de los procesos competitivos.
Las naciones atrasadas podrían liberarse, no mediante los medios
tradicionales del desarrollo capitalista, sino mediante luchas políticas
según el modelo bolchevique. Desafiando no al sistema capitalista
de explotación, sino sólo su restricción a grupos
particulares de empresarios y financieros, el partido bolchevique usurpó
el control de los medios de producción a través del control
del Estado. No había necesidad de someterse al esquema histórico
de hacer dinero y amasar capital para alcanzar las posiciones sociales
dominantes. La explotación no dependía de las condiciones
del laissez faire, sino del control de los medios de producción.
Esto sería aun más rentable y seguro, con un sistema de
control unificado y centralizado, de lo que había sido
en el pasado, bajo el control indirecto del mercado y con las intervenciones
esporádicas del Estado.
Si en Rusia la iniciativa totalitaria venía del movimiento obrero
radical, esto se debía a su estrecha proximidad a Europa occidental,
donde procesos similares estaban en marcha -aunque eran gestionados
de manera reformista, no revolucionaria-. En Japón, la iniciativa
fue tomada por el Estado y el proceso tomó un carácter
distinto, con las viejas clases dominantes siendo convertidas en las
ejecutoras de las políticas estatales. En Europa occidental,
la capitalización del viejo movimiento obrero y su influencia
sobre el Estado había alcanzado tal punto, particularmente durante
los años de guerra, que este movimiento fue vaciado de iniciativa
en relación al cambio social. No podía superar el estancamiento
social (causado, en parte, por su propia existencia, y acentuado por
los resultados depresivos de la guerra), sin transformarse primero radicalmente.
Sin embargo, los intentos de bolchevización fracasaron. Al contrario
que la rusa, la burguesía occidental poseía una mayor
flexibilidad dentro de las instituciones democráticas "progresivas",
y operaba sobre una base social más amplia y más integrada.
Fue en Alemania, el país más fuerte -en el sentido capitalista-
de todas las naciones que habían sido derrotadas en la I Guerra
Mundial, y desdeñadas de la distribución de su botín,
donde el fascismo se desarrolló en último lugar. Pero
el bolchevismo había señalado el camino al poder a través
de la actividad de partido. El control totalitario por medio
del partido -la posibilidad del capitalismo de partido- se
demostró en Rusia. Nuevos partidos políticos, en parte
burgueses, en parte proletarios, operando con ideologías nacionalistas-imperialistas
y con programas capitalistas de Estado más o menos coherentes,
cobraron existencia para enfrentarse a las viejas organizaciones como
nuevas fuerzas "revolucionarias". Con una base de masas propia,
alimentada por la crisis insoluble; con un menor respeto por la legalidad
y los procedimientos tradicionales, y con el apoyo de todos los elementos
que estaban demandando una solución imperialista a las condiciones
de crisis, fueron capaces, primero en Italia, más tarde en Alemania,
de derrotar a las viejas organizaciones. Incluso en América,
la nación capitalista más fuerte, se realizaron intentos,
durante la Gran Depresión, para afianzar la autoridad incrementada
del Estado, recientemente conseguida mediante la creación de
un apoyo de masas para las políticas de colaboración de
clases dirigidas por el gobierno.
El derrumbe de las naciones fascistas en la II Guerra Mundial no alteró
la tendencia totalitaria. Aunque la independencia de las naciones derrotadas
ha sido destruida, su estructura autoritaria permanece. Sólo
aquellos aspectos de su totalitarismo, que estaban directamente involucrados
en hacer la guerra de un modo independiente, fueron destruidos o subordinados
a las necesidades de los poderes victoriosos. Aunque los asientos de
mando se han desplazado, y se han invocado nuevos métodos, hay
más autoritarismo en el mundo hoy del que había antes
de la guerra, e incluso durante ella. Es más, las naciones "victoriosas"
como Inglaterra y Francia se encuentran en la misma posición
hoy que las naciones derrotadas después de la I Guerra Mundial.
Parece que todo el desarrollo de Europa central entre las dos guerras
se repetirá en Inglaterra y Francia.
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