Paul Mattick
Espontaneidad y organización
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[ 9. Desintegración del capitalismo y posibilidades de ataque
del proletariado ]
Si bien no hay ninguna garantía de que el socialismo deba,
necesariamente, desplegarse en el curso del desarrollo social ulterior,
tampoco hay ninguna razón para asumir que el mundo llegará
a su fin en el barbarismo totalitario. La organización del status
quo no puede impedir esta desintegración. Como no hay totalitarismo
absoluto, quedan aperturas para el ataque dentro de su estructura.
La verdadera importancia social de estas debilidades notables es todavía
oscura. Algunos puntos de desintegración, aunque teóricamente
concebibles, son todavía inobservables, y pueden sólo
describirse en términos muy generales. Justamente como la teoría
moderna de la lucha de clases requirió para su formulación
no sólo el desarrollo capitalista, sino también las luchas
proletarias efectivas dentro del sistema capitalista, así mismo
es probable que sea necesario observar, primero, intentos efectivos
de revuelta bajo el totalitarismo, para ser capaces de formular planes
específicos de acción, señalar las formas eficaces
de resistencia, y encontrar y explotar las debilidades del sistema totalitario.
La desesperación y la insignificancia manifiestas, características
de todos los comienzos, no son razón para perder la esperanza.
Ni el pesimismo, ni el optimismo, tocan el auténtico problema
de las acciones sociales. Ambas actitudes no afectan decisivamente a
las acciones y reacciones individuales, determinadas como lo están
por fuerzas sociales más allá de su control. La interdependencia
de toda la actividad social, siendo un medio de control, también
establece límites para todas las actividades controladoras.
El proceso de trabajo, tanto en su aspecto organizativo como en su aspecto
tecnológico, dependiendo como lo hace, simultáneamente,
de fuerzas anónimas y decisiones directas, posee suficiente independencia
relativa, a través de su mutabilidad, para hacer difíciles
las manipulaciones centralistas. Los manipuladores totalitarios no pueden
librarse, ellos mismos, de las formas específicas de la división
del trabajo que, a menudo, delimitan los poderes del control centralista.
No pueden llegar a grados determinados de industrialización
sin poner en peligro su propia dominación.
La resistencia será, de este modo, ejercida de múltiples
formas, algunas sin sentido, algunas contraproducentes, y otras eficaces.
Mientras algunas formas de acción actuales pueden descartarse,
otras formas pueden ser revividas debido a ciertas similaridades
exteriores de la estructura totalitaria con anteriores régimenes
totalitarios. Si la política sindical no implica ya la acción
"en el lugar de la producción", sino manipulaciones
entre cuerpos gubernamentales, las nuevas modalidades eficaces de sabotaje
y lucha pueden encontrarse en la industria y en la producción
en general. Si bien los partidos políticos expresan la tendencia
hacia el totalitarismo, todavía es concebible una diversidad
de formas organizativas para agrupar a las fuerzas anticapitalistas
para acciones concertadas. Si tales acciones van a adaptarse a la realidad
totalitaria como intentos de superar esa realidad, el énfasis
debe ponerse en la autodeterminación, el acuerdo, la libertad
y la solidaridad.
La búsqueda de caminos y medios para acabar con el capitalismo
totalitario, para llevar la autodeterminación a los hasta ahora
impotentes, para acabar con las luchas competitivas, la explotación
y las guerras, desarrollar una racionalidad que no ponga a los individuos
contra la sociedad, sino que reconozca su entidad real en la producción
y distribución sociales, y permita un progreso humano sin luchas
sociales, proseguirá de la manera empírica y científica
dictada por la seriedad. No obstante, parece claro que, durante algún
tiempo aún por venir, los resultados de todos los tipos de resistencia
y lucha serán descritos como acontecimientos espontáneos,
aunque no sean más que acciones planeadas o inactividades
aceptadas de los hombres. La espontaneidad es una manera
de expresarse que atestigua nuestra incapacidad para tratar el fenómeno
social del capitalismo de una manera científica, empírica.
Los cambios sociales se presentan como las explosiones culminantes de
períodos de formación de capital, desorganización,
fricciones competitivas y agravios sociales acumulados durante mucho,
que, finalmente, encuentran su expresión organizativa. Su espontaneidad
demuestra, meramente, la insocialidad de la organización
social del capitalismo. El contraste entre organización y
espontaneidad existirá mientras tanto existan una sociedad de
clases e intentos de ponerle fin.
Paul Mattick
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