Paul Mattick
El comunismo de consejos

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V

Recientemente se ha vuelto casi una moda describir las inconsistencias del movimiento obrero como una trágica contradicción entre medios y fines. Sin embargo, tal inconsistencia no existe. El socialismo no había sido el deseado "fin" del viejo movimiento obrero; fue meramente un término empleado para ocultar un objetivo enteramente diferente, que era el poder político dentro de una sociedad basada en gobernantes y gobernados por una participación en la plusvalía creada. Este fue el fin que determinaba los medios.

El problema de los medios y los fines es el de la ideología y la realidad basadas en las relaciones de clase de la sociedad. Sin embargo, el problema es artificial, porque no puede resolverse sin disolver las relaciones de la clase. También es sin sentido, en tanto sólo existe en el pensamiento; en la realidad efectiva no existe tal contradicción. Las acciones de las clases y los grupos pueden explicarse en cualquier momento sobre la base de las relaciones productivas existentes en la sociedad. Cuando las acciones no corresponden a los fines proclamados, esto es sólo porque no se lucha realmente por aquellos fines; estos fines aparentes, en cambio, reflejan un descontento incapaz de convertirse en acción, o un deseo de ocultar los fines reales. Ninguna clase puede, en realidad, actuar incorrectamente, es decir, actuar de algún modo en desacuerdo con las fuerzas sociales determinantes, aunque tenga posibilidades ilimitadas de pensar incorrectamente. Dentro de la producción social del capitalismo cada clase depende de la otra; su antagonismo es su identidad de intereses; y mientras tanto esta sociedad exista, no puede haber elección de la acción. Sólo abriéndose camino, quebrando los límites de esta sociedad, es posible coordinar los medios y los fines deliberadamente, establecer la verdadera unidad de teoría y práctica.

En la sociedad capitalista hay sólo una contradicción aparente entre los medios y los fines, siendo la disparidad sólo un instrumento para servir a una práctica efectiva que en absoluto carece de armonía con los deseos involucrados. Se necesita solamente descubrir el fin efectivo detrás del fin ideológico para despejar la aparente inconsistencia. Para usar un ejemplo práctico: si se cree que los sindicatos están interesados en las huelgas como un método de minimizar los beneficios e incrementar los salarios, como ellos sostienen, se sorprenderá al descubrir que, cuando los sindicatos eran aparentemente más poderosos y cuando la necesidad de aumentar los salarios era mayor, los sindicatos eran más reacios que nunca a usar el medio de la huelga en interés de su meta. Los sindicatos se inclinaron a medios menos apropiados para el fin al que se aspiraba, como el arbitraje y las regulaciones gubernamentales. El hecho es que el incremento salarial bajo todas las condiciones ya no es el fin de los sindicatos; ellos ya no son lo que eran en sus inicios; su verdadero fin es ahora el mantenimiento del aparato organizativo bajo todas las condiciones; los nuevos medios son esas tácticas más apropiadas a esta meta. Pero descubrir su carácter cambiado sería alienar a los obreros de la organización. Así, el mero fin ideológico se convierte en un instrumento para asegurar el fin real, deviene sólo en el instrumento de una actividad completamente realista y bien integrada.

No obstante, el problema de los fines y los medios excitó al viejo movimiento obrero considerablemente, y explica en parte por qué el carácter real de ese movimiento fue reconocido tan despacio y por qué florecieron las ilusiones acerca de las posibilidades de reformarlo. El esfuerzo más importante por revolucionar el viejo movimiento obrero fue realizado cuando la revolución rusa de 1905 había interrumpido el negocio cotidiano en que el movimiento obrero estaba entonces comprometido y la cuestión de un cambio social efectivo se puso de nuevo al frente. Pero, incluso aquí, en esta aparente oposición, el viejo movimiento obrero reveló su innato carácter capitalista. Los serios esfuerzos de Lenin por resolver el problema del poder le condujeron directamente de vuelta al campo de los revolucionarios burgueses. Esto no sólo era el resultado de las atrasadas condiciones rusas, sino también del desarrollo teórico del socialismo occidental, que únicamente había enfatizado el carácter burgués que había heredado de las revoluciones más tempranas. La naturaleza capitalista del movimiento obrero también aparecía en su teoría económica que, siguiendo la tendencia de la economía burguesa, veía los problemas de la sociedad cada vez más como una cuestión de distribución, como un problema de mercado. Incluso el asalto revolucionario de Rosa Luxemburgo en su Akkumulation Kapitals (La acumulación de capital) contra los "revisionistas" era todavía un argumento situado dentro del nivel establecido por sus antagonistas. Ella, también, dedujo las limitaciones de la sociedad capitalista principalmente de su incapacidad, a causa de los mercados limitados, de realizar la plusvalía. No la esfera de la producción, sino la esfera de la circulación parecía de importancia predominante, determinando la vida y la muerte del capitalismo.

Sin embargo, desde la izquierda de preguerra (que incluía a Luxemburgo, Liebknecht, Pannekoek y Gorter), emparejada con las luchas efectivas de los trabajadores en huelgas de masas en el este tanto como en el oeste, surgió allí un movimiento durante la guerra que continuó por unos cuantos años como una tendencia verdaderamente anticapitalista, y que encontró su expresión organizativa en diversos grupos antiparlamentarios y antisindicales en un número de países. En sus comienzos, y a pesar de todas sus inconsistencias, este movimiento estaba desde el principio estrictamente opuesto al conjunto del capitalismo, así como al conjunto del movimiento obrero que era una parte del sistema. Reconociendo que la asunción del poder por un partido sólo significaba un cambio de explotadores, proclamó que la sociedad debe ser controlada directamente por los obreros mismos. Las viejas consignas de la abolición de las clases, la abolición del sistema salarial, la abolición de la producción de capital, dejaron de ser consignas y se convirtieron en los fines inmediatos de las nuevas organizaciones. Su objetivo no era un nuevo grupo gobernante en la sociedad, queriendo actuar "por los obreros" --y, con este poder, capaz de actuar contra ellos--, sino el control directo por los obreros sobre los medios de producción a través de una organización de la producción que asegurase este control. Estos grupos4 se negaron a distinguir entre los diferentes partidos y sindicatos, pero vieron en ellos restos de una fase pasada de luchas dentro de la sociedad capitalista. Ya no estaban interesados en dar nueva vida a las viejas organizaciones, sino en hacer saber de la necesidad de organizaciones no sólo de un carácter enteramente diferente --una organización de clase capaz de transsformar la sociedad--, sino capaces también de organizar la nueva sociedad de tal manera que hiciese la explotación imposible.

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4 La "Izquierda", o sea las organizaciones obreras comunistas, rastrean sus principios más tempranos a la oposición de izquierda que se desarrollaba en los partidos socialistas y comunistas antes, durante y brevemente después de la guerra. Sus conceptos del control obrero directo asumieron importancia real con la llegada de los "soviets" en la revolución rusa, los delegados de fábrica (shop stewards) en Inglaterra durante la guerra, y los delegados obreros de fábrica en Alemania durante la guerra y los consejos de obreros y soldados de después de la guerra. Estos grupos fueron expulsados de la Internacional Comunista en 1920. El folleto de Lenin, "El comunismo de izquierda una enfermedad infantil" (1920), fue escrito para destruir la influencia de estos grupos en Europa occidental.
Estos grupos consideraban contrarrevolucionarias las políticas bolcheviques en lo que respecta a los intereses de clase de la clase obrera internacional, y fueron derrotados por esta contrarrevolución que se asoció con el movimiento reformista y con la propia clase capitalista para destruir los primeros principios de un movimiento radical dirigido contra todas las formas de capitalismo. Lo que todavía queda de este movimiento hoy son pequeños grupos en América, Alemania, Holanda, Francia y Bélgica, incapaces de hacer más que trabajo de propaganda con influencia en grupos sumamente pequeños de trabajadores.


Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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