Paul Mattick
El comunismo de consejos
Índice
I
La mayoría de las explicaciones ofrecidas no convencen, porque
se ofrecen solamente con el propósito de servir a los intereses
específicos e inmediatos de los partidarios involucrados en problemas
obreros, por no mencionar sus limitaciones en el conocimiento teórico
y empírico. Pero, peor que una posición falsa o inadecuada
acerca de la cuestión de la responsabilidad del presente impasse
del movimiento obrero, es la incapacidad resultante para formular cursos
que lleven a una nueva acción independiente de la clase obrera.
No hay escasez de propuestas acerca de cómo revivir al movimiento
obrero; sin embargo, el investigador serio no puede ayudar señalando
que todas esas propuestas de un "nuevo comienzo"
no son, en realidad, más que la reiteración y el redescubrimiento
de ideas y formas de actividad desarrolladas con mucha mayor claridad
y consistencia durante los comienzos del movimiento obrero moderno.
Al refutar la idea de la aplicación exitosa de estos principios
redescubiertos y --en comparación con desarrollos más
tardíos-- radicales, debe considerarse no sólo que estos
principios habrán de ser inadecuados, dado que estaban necesariamente
ligados a una fase de desarrollo completamente diferente de la sociedad
capitalista, sino que ya no encajan, ni pueden ya hacerse encajar, en
un movimiento obrero que ha basado su filosofía, formas de organización
y actividades durante demasiado tiempo, y con demasiado éxito,
en aspiraciones totalmente contrarias al contenido de estos principios
más tempranos.
No ha de esperarse un resurgir del viejo movimiento obrero; ese movimiento
obrero que pueda ser considerado nuevo tendrá que destruir los
rasgos mismos del viejo movimiento obrero, que eran considerados su
fortaleza. Debe evitar sus éxitos, y no puede aspirar meramente
a una expresión organizativa "mejor que antes";
debe entender todas las implicaciones de la fase presente del desarrollo
capitalista y organizarse de acuerdo con ello; no debe basar sus formas
de acción en las ideas tradicionales, sino en las posibilidades
y necesidades dadas. Volver a los ideales del pasado, bajo las condiciones
sociales generales presentes, significaría sólo una muerte
más temprana para el movimiento obrero. No fue meramente la cobardía
de los amos de las organizaciones obreras y de la burocracia obrera
ligada a ellas lo que originó las muchas derrotas sufridas en
los conflictos recientes con las clases dominantes y determinó
el resultado de la huelga "general" en Francia; sino, más
que eso, un reconocimiento claro o instintivo de que el movimiento obrero
presente no puede actuar contra las necesidades capitalistas, de que
sólo puede, de un modo u otro, servir a los intereses capitalistas
específicos e históricamente determinados.
Dejando a un lado a aquellas organizaciones y funcionarios que, desde
el principio, concibieron su función como no más que participar
en la distribución de la riqueza creada por los trabajadores,
bien a través de la extorsión abierta o bien a través
de la organización del mercado de trabajo, esto es mucho más
obvio: hoy los dirigentes obreros, lo mismo que los trabajadores mismos,
son más o menos conscientes de su incapacidad de actuar contra
el capitalismo, y el cinismo que exhiben tantos dirigentes obreros en
tales políticas prácticas --en cuanto son todavía
posibles--, es decir, "venderlo todo", puede considerarse
también como la actitud más realista, derivada del reconocimiento
pleno de una situación cambiada. El sentido de la futilidad que
predomina en el movimiento obrero actual no puede disiparse mediante
un uso más pródigo de la fraseología radical, ni
mediante una completa subordinación a las clases dominantes,
como se intenta en muchos países donde los dirigentes obreros
claman por la "planificación nacional"1
y por una solución al problema social dentro de las condiciones
de producción presentes. Sobre una base de acción tal,
el viejo movimiento obrero no puede ayudar copiando de las vagas propuestas
de los movimientos fascistas, y como imitadores tendrán aún
menos éxito que los originales. El fascismo, y la abolición
del movimiento obrero presente conectada con él, no puede ser
detenido con métodos fascistas ni con la adopción de las
metas fascistas por el movimiento obrero mismo.
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1 Ver: Planificación Económica y Planes
del Trabajo (París: Federación Internacional de Sindicatos,
1936).
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