Roi Ferreiro
Crítica a Lucha de clase y nación

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Recapitulación

Recapitulando: para nosotros, como para Pannekoek, es completamente cierto que "la historia ha dado origen a las naciones con sus límites y su especificidad. Pero estas no son todavía algo acabado, un hecho definitivo con el que hay que contar. Pues la historia sigue su curso. Cada día continúa construyendo y modificando lo que los días anteriores edificaron." Pero nosotros entendemos esto en un sentido muy diferente, ya que partimos de considerar las naciones en el presente desde esa misma perspectiva, sin pretender que de un dia para otro se disuelvan en una comunidad internacional que, en principio, es sólo una comunidad consciente de intereses y pensamientos, no una comunidad de vida. La comunidad social mundial sólo puede ser el resultado de la supresión del capitalismo, igual que la autoconstitución del proletariado en nación sólo puede realizarse plenamente con el derrocamiento de la burguesía. Pannekoek abandona la perspectiva histórico-materialista al reducir todo a la lucha de clases. La lucha de clases, y aún más la revolución, es la fuerza propulsora de la historia, pero la historia como un todo no es sólo la lucha de clases, es el conjunto del proceso de producción y reproducción de la vida humana en sociedad, tomado en su devenir.

Para Pannekoek la "ideología nacional" no es más que "una potencia del pasado"; para nosotros, que consideramos la nación como la forma básica de la sociedad burguesa, la "ideología nacional" "hunde sus raíces en el mundo actual", ya que, incluso aun cuando -por breves periodos- el desarrollo de la lucha de clases desgarra la unidad entre las clases que es el fundamento del modo de producción capitalista y de la estructura social nacional edificada sobre su base, incluso entonces sólo en la medida en que la lucha de clases suprima las relaciones de producción existentes, capitalistas, puede hablarse de una disolución completa -o más bien, destrucción- de la nación burguesa.

La lucha de clases es, en principio, una categoría histórica, una forma de la evolución histórica. Esta es la tesis del materialismo marxiano. La existencia misma de la lucha de clases no suprime la nación ni la nacionalidad, sólo expresa abiertamente las contradicciones en que éstas existen. Para que la nación se divida en dos naciones -o, si se quiere, en una nación representada por la burguesía y una comunidad que va más allá de la nación representada por el proletariado- el proletariado tiene que constituirse en clase, volverse capaz de actuar autónomamente como clase independiente. Pero esto, como la historia ha demostrado, no puede realizarse por la simple formación de sindicatos y partidos de clase, y mucho menos si se trata de organizaciones ideológicamente reformistas como en el caso de la socialdemocracia clásica. Por mucho que la nación burguesa tienda a desintegrarse por acción de la lucha de clases, por el desarrollo del capitalismo mundial, por la descomposición de la estructura económica nacional -a raiz de la competencia extrema mundial y de la crisis recurrente- en la fase de declive abierto del capitalismo, la unidad de las clases sigue estando en la base de toda la vida social, se quiera o no. Sólo la revolución proletaria puede realizar la verdadera libertad nacional para el proletariado, destruyendo la nación burguesa y creando una verdadera comunidad mundial, la comunidad del género humano como lo que en esencia es, una especie social.
Sin tener en cuenta la división internacional del trabajo, las desigualdades de desarrollo y la dialéctica desarrollo-subdesarrollo de la acumulación mundial del capital entre los polos económicos imperialistas y los polos coloniales, y todas sus repercusiones sobre la lucha de clases y la propia estructura y desarrollo histórico del proletariado mismo, cualquier teoria general sobre la "cuestión nacional" se queda en una aproximación unilateral. La identificación del internacionalismo proletario con la negación de lo nacional en tanto factor constitutivo del movimiento proletario y de su lucha en cada país, no es en realidad más que un "internacionalismo" inmaduro y limitado concebido por sectores avanzados del proletariado en los países capitalistas más avanzados -o sea, más puramente imperialistas-.

Por otra parte, estamos completamente de acuerdo también con Pannekoek en que "la nación no es simplemente un fenómeno acabado cuyo efecto sobre la lucha de clase hay que verificar: ella está sometida a su vez a la influencia de las fuerzas actuales, entre las cuales tiende cada vez más a tomar el primer plano la lucha revolucionaria de emancipación del proletariado." Pero discrepamos de Pannekoek en nuestra comprensión de "el efecto que ejerce a su vez la lucha de clase, el ascenso del proletariado, sobre la nación". El punto de vista de Pannekoek puede ser aplicable en general a la lucha de clases en los países imperialistas más desarrollados, parecer tener allí -a pesar de todos sus errores- una verificación en las tendencias del proletariado. Pero no es un punto de vista generalizable, y en ello reside su potencial histórico como elemento de división internacional. Sin embargo, el punto de vista que adoptamos nosotros puede acoger tanto a los internacionalistas más fervientes como a aquellos que nos vemos obligad@s a incidir, actualmente, mucho más en la autoconstitución del proletariado en nación, y que reclamamos con ello -en oposición a las corrientes "nacional-leninistas"- la definición táctica de "nacionalismo proletario revolucionario".

Esta diversidad de tendencias tácticas es una necesidad derivada de la diversidad de sitúaciones nacionales, y quienes la subestiman atentan directamente contra la unidad del proletariado mundial; y lo que es aún peor, tienden a concebir esta unidad como una expresión de uniformidad, sin ser capaces de sintetizar la esencia común de los intereses de la clase con su multiplicidad de desarrollos en cada momento y lugar. Sin este discernimiento profundo y sin la flexibilidad de pensamiento táctico que emana de él, el desarrollo del internacionalismo proletario es imposible.

Al no reconocer la nación como una formación social, como una categoría socio-económica, Pannekoek acaba por llegar a una falsa oposición entre lo nacional y lo internacional en el proletariado. La nación es una formación social limitada, pero su superación habrá de ser a la vez una destrucción de su forma actual que preserve su contenido progresivo, constitutivo de la vida social real. Igual que el desarrollo histórico de la tribu y otras formas de comunidad antiguas supuso la base formal para el surgimiento de nuevos modos de producción y formas superiores de comunidad, más amplias, ricas y creativas, el desarrollo histórico de la nación será la base de la comunidad humana mundial una vez suprimidas sus limitaciones burguesas y abierto el camino de un nuevo desarrollo. El futuro de las naciones en la sociedad comunista mundial es algo que dependerá del libre desarrollo de los individuos y comunidades. Lo único que podemos decir, a ciencia cierta, es que la nación no se desvanece ni se disuelve meramente, y mucho menos de un dia para otro, y que tampoco es reductible al movimiento de la lucha de clases, ni siquiera a la comunidad autónoma de lucha del proletariado, formada en su transcurso ascendente (esa comunidad es sólo el embrión de la futura comunidad nacional proletaria, que a su vez es el punto de transición hacia la comunidad mundial). Igual que ocurre con el Estado, el proceso de la superación revolucionaria significa que un nuevo fundamento universal se instala en la vida humana, que las viejas formas sólo subsisten en la corteza y ya modificadas substancialmente por las nuevas necesidades de la clase ascendente; y mientras se llenan progresivamente del nuevo contenido implícito en aquel nuevo fundamento o principio -el principio de la autonomia, del desarrollo libre de tod@s-, preservan no obstante los desarrollos anteriores, integrando todos los elementos productivos en un sólo proceso total.

Hoy la "cuestión nacional" es de suma importancia, porque la fase nacional del movimiento de clase tiene que ser recorrida de nuevo en todos los países para poder desarrollar un movimiento obrero realmente autónomo. Esta fase no será, efectivamente, un nuevo desarrollo de movimientos obreros nacionales, sino sólo la transición hacia un movimiento de clase verdaderamente mundial. El desarrollo de la mundialización del capital impone esta dinámica al proletariado, haciendo que cualquier perspectiva meramente nacional se vuelva cada vez más inviable. Además, la propia mundialización hace que las tendencias internacionalistas del proletariado se fortalezcan, aunque también sea cierto que, para l@s proletari@s individuales, el capitalismo mundial actúa como un refuerzo de las tendencias nacionalistas alienadas. (Aquí se vuelve evidente, en la práctica, que la espontaneidad del proletariado actuando como clase contra el capital tiene que ser una espontaneidad consciente, va unida al desarrollo -a veces de forma abierta, a veces velada- de la conciencia de clase, mientras que la espontaneidad puramente individual o corporativa tiene de trasfondo la inconsciencia de clase. Sigue siendo plenamente cierto, como dice Pannekoek, que el desarrollo de la conciencia de clase es la base del internacionalismo real. Pero también lo es del desarrollo en el proletariado de una posición independiente ante la explotación y la opresión nacionales). El desarrollo de un internacionalismo universal, de un movimiento de clase mundial, y el desarrollo de la autoconstitución del proletariado en nación, de su elevación como clase nacional en cada país, no son dos procesos separados y con fundamentos diferentes, sino dos procesos paralelos e interconectados. No existen diferencias importantes sobre la "cuestión nacional" que no impliquen diferencias importantes en el modo de entender y llevar a la práctica el internacionalismo.

En los países donde la burguesía no ha llegado realmente a constituirse en nación, o sólo lo ha hecho de forma parcial, como apéndice de otra nación dominante, y existen varias naciones bajo un mismo Estado nacional, en estos casos la cultura nacional de las naciones oprimidas no existe como tal más que fragmentaria y subalternamente a la cultura nacional dominante (y mediando todo ello, la división de cultura entre las clases). La clase proletaria tiene en estos casos que asumir en su lucha de clase las tareas de defensa y desarrollo del patrimonio cultural histórico de la nación, pero, naturalmente, todo esto debe hacerlo a su modo, para sí misma y desde su óptica de clase. Pero es preciso diferenciar entre las naciones con una burguesía débil, incapaces de afirmarse como nación dentro del Estado, y las naciones con una burguesía fuerte, las cuales, más allá de las disputas nacionales, sólo sufren de una opresión político-cultural, no económica (aunque, para la burguesía, no exista diferencia, ya que tener que financiar un Estado que comparte con otras fracciones nacionales burguesas puede ser expresado en ciertas condiciones incluso como una "explotación"). En estos últimos casos, no existe opresión nacional en el sentido específicamente proletario, esto es, una opresión nacional sobre el proletariado en sentido estricto, sino que, en realidad, esta opresión nacional es mucho más superficial y es efectivamente un fenómeno interclasista. El caso del Estado español, formado por las burguesías española, vasca y catalana a través de sus luchas recíprocas y contra el proletariado de todo el Estado, es un buen ejemplo de todo ello; y en este caso, la nación gallega está determinada precisamente por esa sitúación de burguesía débil e incapaz de constituir un polo de acumulación de capital autónomo.

En una sitúación asi, la nación como realidad social está en todos los aspectos sujeta a la presión económica, política y cultural exterior y la lucha económica, política y cultural de la clase obrera a nivel nacional no puede, entonces, presentarse como una lucha directamente internacional en su alcance, sino que tiene que mantener a lo largo de su curso -no sólo al principio- una insistencia en la especificidad nacional de la realidad social.

En este contexto especial, la nación como marco de la lucha de clases dentro de un Estado "plurinacional" sólo tiene sentido si se combina directamente con el internacionalismo de clase contra el Estado.


"no hemos querido decir que los caminos para alcanzar este fin sean idénticos en todas partes. Sabemos que han de ser tenidas en cuenta las instituciones, las costumbres y las tradiciones de los diversos países"

Marx, Discurso en el Congreso de La Haya, 1872.


"la victoria del proletariado sobre la burguesía constituye por ello, al mismo tiempo, el triunfo sobre los conflictos nacionales e industriales que enfrentan hoy a los diversos pueblos. La victoria del proletariado sobre la burguesía es también por ello la señal de liberación de todas las naciones oprimidas"

Marx, Discurso sobre Polonia, 1847.

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