Roi Ferreiro
Crítica a Lucha de clase y nación
Índice
21 a 25
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Bauer "supone, al contrario del nacionalismo burgués,
una transformación continua de la nación hacia nuevas
formas y nuevos caracteres. (...)Pero, bajo estas formas cambiantes,
permanece la nación misma, e incluso si ciertas naciones deben
desaparecer y surgir otras, la nación sigue siendo siempre la
estructura fundamental de la humanidad. Por el contrario, según
nuestras conclusiones la nación no es más que una estructura
temporal y transitoria en la historia de la evolución de la humanidad,
una de las numerosas formas de organización que se suceden o
se manifiestan simultáneamente: tribus, pueblos, imperios, Iglesias,
comunidades aldeanas, Estados. Entre ellas, la nación, en su
especificidad, es un producto de la sociedad burguesa y desaparecerá
con ella. Querer encontrar la nación en todas las comunidades
pasadas y futuras es tan artificial como interpretar, a la manera de
los economistas burgueses, el conjunto de las formas económicas
pasadas y futuras como formas variadas del capitalismo y concebir la
evolución mundial como evolución del capitalismo, que
iría desde el 'capital' del salvaje, su arco, hasta el 'capital'
de la sociedad socialista."
Aquí está claro que Pannekoek no diferencia entre instituciones
políticas (el Estado, los imperios), las comunidades ideológicas
(Iglesias) y las comunidades socio-económicas (tribus, pueblos,
aldeas). En términos de materialismo histórico se puede,
sin embargo, diferenciar entre superestructuras políticas, superestructuras
ideológicas y estructuras socio-económicas. Y estas últimas
hay que analizarlas en tres niveles: como modo de actividad material,
como modo de vida, y como modalidad de conciencia. Pannekoek no tiene
en cuenta todo esto y considera a la nación a la luz de sus características
externas e inmediatas. Pero la "sociedad de la burguesía"
es, en su forma socio-económica, la nación. El proceso
de superación del capitalismo es, por ello, también el
de superación de la nación, pero sólo en tanto
que unidad humana cerrada territorial y espiritualmente. La nación
desaparecerá como formación social con el desarrollo de
la comunidad mundial, pero aun así no se desvanecerá,
sino que devendrá en componente integrante de esa comunidad del
género humano. La crítica del concepto de nación,
separada de la consideración práctica del proceso de su
superación história, es palabreria. La nación es
una forma social, lo que importa realmente es el desarrollo de su contenido
en un sentido comunista.
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"Para nosotros, la nación es un episodio
en el proceso de la evolución humana que progresa hacia el infinito.
La nación constituye para Bauer el elemento fundamental permanente
de la humanidad. Su teoría es una reflexión sobre
el conjunto de la historia de la humanidad bajo el ángulo nacional.
(...) La nación sigue siendo el elemento primario al que las
clases y sus transformaciones confieren simplemente un contenido cambiante.
Por esta razón Bauer expresa las ideas y los objetivos del socialismo
en la lengua del nacionalismo y habla de nación allí donde
otros han empleado los términos de pueblo y humanidad".
"Nuestras concepciones sobre la significación
futura de lo nacional para la clase obrera son las que deben determinar
nuestras concepciones tácticas en las cuestiones nacionales.
Las concepciones de Bauer sobre el futuro de la nación constituyen
el fundamento teórico de la táctica del oportunismo
nacional. ...Considera la nacionalidad como el único
resultado poderoso y permanente de toda la evolución histórica.
...Entonces es inútil querer luchar contra la potencia de la
idea nacional en el proletariado. Entonces será necesario considerar
el socialismo mucho más a la luz del nacionalismo y expresar
su objetivo en el lenguaje del nacionalismo. Entonces será necesario
que pongamos delante las reivindicaciones nacionales y nos esforcemos
en convencer a los obreros patriotas de que el socialismo es el mejor
y el único verdadero nacionalismo."
Situados en esta tesitura, para nosotros es evidente que la única
posición internacionalista coherente es la que toma Pannekoek
frente a la táctica del oportunismo nacional. Pero Pannekoek,
como vimos, entiende la táctica revolucionaria como una oposición
al principio nacional y no como una superación histórico-dialéctica
del mismo. No tanto porque niegue esta última en la práctica,
sino porque se niega a considerarla teóricamente, incluso al
nivel de la posibilidad. La problemática nacional en el sentido
específicamente proletario -como explotación de la clase
obrera nacional por una burguesía extranjera- (sitúación
que Pannekoek asimilaba, como vimos, al caso de un país donde
el capitalismo estaba simplemente infradesarrollado, sin tener en cuenta,
por otra parte, que este infradesarrollo está en correlación
con el desarrollo del capitalismo foraneo y es una relación que
tiende a adquirir un carácter estructural, provocando que el
desarrollo económico de un país se acometa mediante el
subdesarrollo y sometimiento de otro -o sea, para lo que nos importa,
del proletariado de este otro-).
La crítica de Pannekoek a Bauer es útil principalmente
para comprender cómo no caer en un enfoque "nacional"
de la lucha de clases y los problemas de la clase obrera en general,
aun cuando sean en efecto más característicos de unas
naciones que de otras. El enfoque de clase es irrenunciable. Pero puede
y debe concretarse en las distintas formas nacionales y, si es necesario,
plantear la posición proletaria como forma de los intereses generales
de la nación.
La posición proletaria no parte de la nación, sino de
la clase, y sólo es nacional en la forma. Frente a la autodeterminación
nacional de los "pueblos" en el capitalismo, defendemos la
autoconstitución del proletariado en nación; frente al
enaltecimiento de la nacionalidad, defendemos que la nacionalidad para
el proletariado sólo puede realizarse destruyendo la nación
burguesa, que es parte de su existencia alienada como clase. Frente
a la lucha por el desarrollo de la nación existente, que es un
producto del capitalismo, el proletariado debe luchar por su superación
revolucionaria en la comunidad humana mundial, por el comunismo, los
cuales no son otra cosa que su propio movimiento revolucionario, en
el cual la clase obrera se constituye en comunidad de vida (nacional
e internacional) y en comunidad de clase (desarrolla la capacidad de
actuar toda ella como "partido político" frente al
capital).
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"La táctica debe ser completamente diferente
si se llega a la convicción de que lo nacional no es más
que ideología burguesa que no tiene sus raíces materiales
en el proletariado y que por esta razón desaparecerá a
medida que se desarrolle la lucha de clase. En este caso, lo
nacional no sólo es una manifestación pasajera en el proletariado,
sino que entonces constituye, como toda ideología burguesa, un
obstáculo para la lucha de clases cuyo poder perjudicial debe
ser eliminado en la medida de lo posible."
"Las consignas y los objetivos nacionales desvían a los
trabajadores de sus objetivos proletarios específicos. Dividen
a los obreros de las diferentes naciones, provocan su hostilidad recíproca
y destruyen así la unidad necesaria del proletariado. Alinean
codo con codo los trabajadores y la burguesía en un mismo frente,
obscureciendo así su conciencia de clase y hacen del proletariado
el ejecutor de la política burguesa. Las luchas nacionales impiden
que se hagan valer las cuestiones sociales y los intereses proletarios
en la política y condenan a la esterilidad este importante método
de lucha del proletariado."
"El modo como una clase obrera se hace cargo de sus intereses
está determinado por su concepción de la evolución
futura de las condiciones. Su táctica no debe dejarse influenciar
por todos los deseos y objetivos que pueden surgir en el proletariado
oprimido ni por todas las ideas que dominan su espíritu; si están
en contradicción con la evolución efectiva no son realizables
pues toda la energía y todo el trabajo que se les consagran lo
son en vano y pueden incluso causar daño. Eso ocurrió
con todos los intentos y esfuerzos para frenar la marcha triunfal de
la gran industria y restablecer el antiguo orden de las corporaciones.
El proletariado en lucha ha rechazado todo esto; guiado por su comprensión
del carácter inevitable del desarrollo capitalista, ha establecido
su objetivo socialista."
Aquí vemos aún más claro a donde quiere llegar
Pannekoek; pero también que su concepción del "nacionalismo"
es un simple reflejo del nacionalismo burgués que prolifera en
los países más desarrollados. Ciertamente la división
en lineas nacionales de la clase obrera, las distintas formas y grados
de interclasismo, el reformismo frente al capitalismo, la sustitución
de la lucha de clases por la lucha "nacional", son características
generales del nacionalismo burgués en sentido amplio, esto es,
en tanto se caracteriza o define al nacionalismo por oposición
al internacionalismo. Pannekoek no acierta a fundamentar el internacionalismo
en la cualidad del proletariado de ser, a la vez, la negación
de la propiedad privada y una clase internacionalmente unida por el
capitalismo. Tiende a definirlo por oposición al nacionalismo,
y esto es abstraer el internacionalismo proletario de su verdadero fundamento.
La clase obrera es internacionalista en el sentido de que es mundial;
el internacionalismo proletario es, en realidad, una tendencia natural
y no una posición política: ni siquiera una reivindicación
ligada al objetivo comunista, pues el comunismo no es tampoco otra cosa
que su devenir como clase en movimiento revolucionario efectivo. El
nacionalismo en la clase obrera puede ser una tendencia espontanea que
surge de la sitúación de individuos aislados en la sociedad
burguesa -expresión de su conciencia alienada-, y que se mezcla
con la conciencia de clase, o bien puede ser que sobre esa primera base
se haga fuerte la influencia intelectual del nacionalismo burgués,
moderado o radical. La clase obrera sólo es nacionalista en el
sentido de que sus propios intereses, formulados en su forma nacional
singular -reconocimiento de la sitúación particular, análisis
de las formas de lucha, definición de las prioridades, etc.-,
son al mismo tiempo la defensa de los intereses de la mayoria de la
población de la nación y de la comunidad social nacional
en lo que tiene de elementos progresivos.
Cuando Pannekoek habla de "consignas nacionales" está
claro que las entiende en el sentido de objetivos interclasistas, en
el sentido burgués, y no como formas nacionales de las consignas
revolucionarias. Por eso se permite considerar lo nacional como un fantasma
burgués que se desvanecerá una vez el proletariado entienda
que esas consignas y reivindicaciones no sirven a su progreso social.
Aquí la oposición genérica entre nacionalismo e
internacionalismo que sustenta la "socialdemocracia revolucionaria"
es una falsa oposición, un reflejo ideológico mistificado
de la oposición existente entre una clase obrera reformista,
que se alinea con el nacionalismo burgués, y una minoria revolucionaria
o avanzada que reclama el internacionalismo como prioridad para el desarrollo
revolucionario de la lucha de clases y, a través de ella, de
la clase como sujeto comunista consciente. Su resolución sólo
puede ser obra de la praxis revolucionaria de masas.
El proletariado revolucionario no lucha por la conservación
de la nación sino por su destrucción revolucionaria y
sustitución por la comunidad nacional proletaria. No separa esta
lucha de la lucha por la comunidad internacional, viendolas como aspectos
interdependientes. Y no pierde de vista que lo nacional -y lo internacional,
en tanto no signifique en la práctica que es enteramente mundial-
sólo existen al nivel de la forma. Pero no confunde la forma
con la mera apariencia*, ni pretende un internacionalismo lastrado por
la división internacional de la acumulación capitalista
en países desarrollados y subdesarrollados, imperialistas y coloniales.
Cuando Pannekoek habla de la "idea de lo nacional" se refiere
a la idea burguesa de la nacionalidad. Su concepto mismo de la "nación"
es propio de un pais capitalista avanzado e imperialista clásico,
en el que nación y Estado son identicos y en el que la "opresión
nacional" es una mistificación -al menos en parte- para
encubrir las disputas interburguesas. Pero si consideramos su propio
análisis de las diferencias nacionales a respecto de la cultura
entre el proletariado y la burguesía, ello hace que sus afirmaciones
resulten contradictorias. Al contrario, para nosotros es perfectamente
coherente diferenciar entre la "idea de lo nacional" de la
burguesía y la del proletariado, ya que, de cualquier modo, la
superación de la "nación" como forma de comunidad,
en cualquiera de los sentidos que se la considere, no será un
simple resultado del desarrollo del movimiento obrero, sino que requiere
de la supresión efectiva del capitalismo. Portanto, lo nacional
sigue siendo hoy -y seguirá siendo mañana- una realidad,
aunque ciertamente escindido entre las clases en pugna; esto es, la
nación se divide en dos naciones opuestas. Sin embargo, el proletariado
no busca aqui constituirse en nacion en el mismo sentido que la burguesía.
Otra cosa es oponerse al nacionalismo en el sentido actual, en el sentido
burgues, para desarrollar el internacionalismo autentico: No es la nación
la que evoluciona al comunismo, sino el comunismo el que transforma
la nación, a lo largo de un proceso histórico revolucionario,
en un componente de una forma de comunidad superior, proceso en el cual
nación proletaria es un factor activo y determinante en la configuración
y características de esa nueva comunidad mundial.
* "Forma", en el vocabulario marxiano, es sinónimo
de estructura; "apariencia" es sólo el aspecto exterior
o inmediato de la forma: la estructuración del proletariado,
de su organización, de sus reivindicaciones, es lo que es nacional
-pero no en el sentido burgués, excluyente-; exteriormente, esto
puede parecer una diferencia esencial, pero la práctica de la
lucha de clases demuestra que esto no es así. Quienes lo afirman
o bien están confundiendo la forma con la esencia, siendo incapaces
de elevarse a esta última y considerando por consiguiente las
diferenciaciones en la forma como fundamentales, o bien, en un caso
más concreto, confunden el problema de la mezcla de elementos
proletarios y burgueses dentro del propio movimiento de clase y de su
lucha con un antagonismo entre lo "nacional" y lo "internacional",
lo que sólo pensarlo es expresión de una mentalidad abstraida
de la práctica concreta.
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"Por esta razón, objetivos de Estado-nación, tal
como, por ejemplo, el restablecimiento de un Estado nacional independiente
en Polonia, no caben en la propaganda socialista. La razón de
ello no es que carecería totalmente de interés un Estado
nacional perteneciente al proletariado." Es que "el restablecimiento
de una Polonia independiente es utópico en la era capitalista"
y provocaria "que el odio contra la explotación y la opresión
tome fácilmente la forma de un odio nacional". Por otra
parte, por "deseable o necesario" que sea "la autonomia
nacional de los polacos en el marco del Imperio ruso", "mientras
reine el capitalismo la evolución real no será determinada
por lo que el proletariado cree necesitar, sino por lo que quiere la
clase dominante. Si, por el contrario, el proletariado es lo suficientemente
poderoso para imponer su voluntad, el valor de tal autonomía
es entonces infinitamente pequeño en comparación con el
valor real de sus reivindicaciones de clase, que llevan al socialismo.
La lucha del proletariado polaco contra la potencia política
cuya opresión sufre realmente –el gobierno ruso, prusiano
o austriaco, según el caso– está condenada a la
esterilidad en tanto que lucha nacional; sólo como lucha de clase
alcanzará su objetivo."
Pannekoek repite aquí la tesis de Rosa Luxemburg para oponerse
a la creación de un Estado polaco independiente: que por razones
económicas esta independencia ya no es posible. La historia ha
demostrado que este tipo de teorias parten de una falsa premisa: que
la independencia política crea una independencia económica.
En realidad, la independencia política puede servir para dos
cosas: para desarrollar la acumulación nacional de capital hasta
el nivel del imperialismo -exportación de capitales, conquista
de mercados exteriores, etc.- o para ocultar el subdesarrollo intentando
paliar sus efectos. No vamos aquí a tratar el caso de Polonia
en aquella época, lo que nos incumbe aquí es la teoría
general.
La inviabilidad del desarrollo económico independiente de la
mayoria de las naciones llega al extremo en el capitalismo decadente
cuando, incluso en las naciones que habían alcanzado una independencia
política dentro del subdesarrollo, el capitalismo mundial ha
provocado a pesar de todo una intensificación del subdesarrollo
mediante las privatizaciones, el desplazamiento hacia estos países
de las peores consecuencias de la crisis capitalista mundial, la deslocalización
para conseguir mano de obra más barata, etc.. En la época
actual la independencia política como medio para la independencia
económica es un objetivo completamente falso. De ahí el
carácter reaccionario de toda forma de nacionalismo burgués
en las naciones oprimidas y que la única línea de acción
que quepa al proletariado sea la de "clase contra clase" dentro
y fuera de la nación. Sólo el desarrollo del movimiento
autónomo del proletariado hasta la organización como poder
revolucionario internacional puede realizar, a la vez, la independencia
económica nacional y la libre unión de las naciones proletarias
en una comunidad mundial. Pero esto significa que no se trata de una
independencia nacional ni de una unión de naciones en el sentido
que se le da actualmente, en el sentido burgués.
Pero Pannekoek no propone consignas propias, diferentes de la apología
del internacionalismo y la comunidad mundial. No concreta posiciones
más allá de oponerse a la "lucha nacional" -frentismo,
separatismo, etc.-.
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"Bajo el socialismo el objetivo de la independencia de Polonia
ya no tiene sentido pues nada se opondrá entonces a que todos
los individuos de lengua polaca tengan libertad para fusionarse en una
unidad administrativa."
Pannekoek tiene en cuenta el miedo a la confusión del odio
de clase con el odio nacional, pero no tiene en cuenta igualmente que
el miedo a la separación encuentra, en otras fracciones del proletariado,
su correlato el miedo a la unión forzada. Esto no se resuelve
con declaraciones sobre la tendencia histórica, etc. No obstante,
aquí Pannekoek acaba por apuntar a la verdadera solución:
la libre asociación, la libre federación, etc., de l@s
proletari@s según su comunidad de carácter y cultura,
creando sus propias estructuras colectivas y determinando sus relaciones
con los otras comunidades similares a partir de esas estructuras administrativas.
Esto mismo es lo que significa la "independencia constituyente"
de las naciones proletarias que nosotros reivindicamos y que consideramos
un principio del internacionalismo práctico: la capacidad permanente
del proletariado constituido en nación para determinar las relaciones
con las otras naciones proletarias. Todos los miedos que existen ante
las tendencias separatistas o las tendencias opresivas sólo pueden
superarse fortaleciendo en la práctica la conciencia de la clase,
su comunidad consciente de intereses.
Pannekoek no quiere oponer una consigna proletaria a la consigna burguesa
de la "independencia nacional" -constitución de un
Estado propio- porque confia en que el "problema nacional"
desaparecerá con el desarrollo de la lucha de clases. El que,
en los países subdesarrollados, la clase obrera desarrolle tendencias
conscientemente nacionalistas y se reafirme en ellas, seria para Pannekoek
algo inexplicable, tendría que considerarlas forzosamente como
una mistificación en lugar de ver en ellas un progreso necesario
en la conciencia de clase nacional, criticando al mismo tiempo sus limitaciones
y desviaciones. El que el proletariado tenga que "elevarse a clase
nacional", o en otra versión del Manifiesto, a "clase
dirigente de la nación", es algo que él sólo
puede concebir de modo puramente político y no como un hecho
social total que transforma la comunidad de carácter y de cultura.
De la afirmación de que "los obreros no tienen patria",
no se desprende su renuncia a la "patria": la revolución
proletaria conquista para si la patria, esto es, sus medios de vida
y sus producciones históricas, pero no la conquista meramente
para si como "clase nacional", sino que la conquista para
el mundo, para el género humano.
La subestimación histórica del problema por parte de
Pannekoek se hace hoy más evidente si cabe, porque, con el declive
del viejo movimiento obrero, el proletariado tiene que afrontar de nuevo,
en su ascenso, no sólo a las viejas organizaciones e ideologías
reformistas -para enfrentarse conscientemente a ellas y volverse capaz
de superarlas prácticamente-; tiene también que recorrer
la "fase nacional" de su desarrollo y enfrentarse con todas
las fuerzas e ideologías que existen en este plano. Era fácil
conformarse con declaraciones sobre el internacionalismo en una época
en la que existia la ilusión de una comunidad internacional de
clase viva, o de su tendencia fuerte al menos, expresada en la existencia
de la II y III Internacionales. Pero pronto se vió, con las guerras
mundiales y la estabilización capitalista posterior, que ese
internacionalismo era meramente superficial, que era más bien
una coalición de partidos y organizaciones nacionales y no una
verdadera comunidad de destino.
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