Textos del CICA

Debate sobre el clasismo en "Nuestra Lucha"

En respuesta al artículo "Clase, clasismo y partido" de Leonardo Norniella, delegado de PepsiCo Snacks y dirigente del PTS publicado en el periódico obrero "Nuestra Lucha" (http://www.nuestralucha.org/article.php3?id_article=480)

El clasismo y la autonomía obrera

Primero de todo aclaro que hablo desde una posición comunista. Por eso en adelante, cuando hable de los independientes, no hablaré por los que son simplemente apolíticos y no quieren saber nada de terminar con este sistema, ni tampoco hablaré de los independientes que están a favor de un partido revolucionario, sino por los partidarios del comunismo en oposición a los comunistas de partido, organizados o no en los partidos de izquierda.

El clasismo es una expresión ideológica de la autonomía obrera. Autonomía obrera no significa meramente "independencia de los partidos", como tan estrechamente suelen entenderla los partidarios del bolchevismo o los partidarios de un "sindicalismo puro".

La autonomía obrera significa que la clase toma las decisiones por sí misma, independientemente de la patronal, el Estado, los partidos patronales, y cualquier otra "dirección" -sea partidaria o sindical- que no sea la misma clase auto-organizada en función de sus intereses. La autonomía obrera es la constitución de la clase en sujeto revolucionario. Para la autonomía obrera el destino de la clase depende de los obreros mismos, no de dirigentes, jefes u organizaciones. La autonomía obrera no se basa en otra cosa que en el principio revolucionario "la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos".


La relación del movimiento obrero con la izquierda

Se queja Leonardo Norniella: "Muchas veces, los compañeros discuten contra los partidos de izquierda con tanta fuerza que parece que el movimiento obrero estuviera bajo influencia de la izquierda y no, como todo el mundo sabe, bajo la tutela de la burocracia sindical, el peronismo y los partidos patronales. Y que esa misma burocracia peronista es la que siempre ataca a la izquierda por querer “infiltrar” ideas “ajenas a la clase trabajadora”. "

Si los compañeros discuten con (o contra, como prefiera Leonardo) los partidos de izquierda con tanta fuerza, es porque los consideran compañeros de lucha que están equivocados y cuya competencia por la dirección del movimiento obrero obstaculiza las luchas obreras y la revolución. Si los consideraran enemigos ni siquiera discutirían con ellos. Con el enemigo no se discute.

Las causas de la discusión son bien concretas y se han hecho evidentes -una vez más- en el encuentro obrero del 2 de Abril. Si no se reconoce que los partidos de izquierda se pasan la mitad del tiempo peleándose entre sí por la dirección del movimiento obrero y que de esta manera obstaculizan la necesaria unidad en la lucha por mezquindades ideológicas e intereses de aparato, entonces nunca se tendrá una visión correcta de la discusión sobre el clasismo y se encasillará a todos los compañeros que se reivindican independientes y tienen un concepto "apartidista" (no bolchevique) del clasismo y de la revolución como macartistas, ex-militantes decepcionados devenidos en anti-partidos e anti-izquierdistas, funcionales a la burguesía, etc. Por eso la analogía de los independientes con la burocracia es más que desafortunada.

De esta manera no se aborda el problema de raíz, sino de manera superficial. En criollo, es una manera de patear la pelota fuera de la cancha y desconocer que las diferencias con los partidos de izquierda son algo más que caprichos "independentistas" o "malentendidos".


La supuesta necesidad del partido revolucionario

El móvil de Leonardo Norniella es demostrar que el clasismo "apartidista" carece de bases y que el clasismo "consecuente" es el de los comunistas de partido. Por eso, Leonardo se dedica a justificar la necesidad del "partido revolucionario", sin el cual la clase obrera no es capaz de derrotar al capitalismo e instaurar el socialismo.

Los argumentos que usa Leonardo son que la heterogeneidad de la clase obrera y sus diferentes niveles de conciencia y organización, hacen que el clasismo sólo pueda expresarse como un fenómeno limitado a algunos sectores de la clase.

"El clasismo es un sector conciente, una fracción, una minoría organizada, no es toda la clase."

De la misma manera en que Lenin, en el "¿Qué hacer?", dice que la clase obrera en su lucha espontánea no pasa de la conciencia sindicalista, Leonardo dice que sin la guía de un partido revolucionario, el clasismo no pasará de ser un fenómeno limitado a sectores de la clase. Pero dos años después del "¿Qué hacer?" (en 1905), la clase obrera rusa creó los Soviets, que unieron la lucha económica contra la patronal y la lucha política contra el zarismo, y de esta manera superaron al sindicalismo -¡y cómo!-. No sería la última vez que la praxis (unidad de acción y pensamiento) de la clase obrera en el siglo XX comprobara falsa la premisa más importante del leninismo -que en realidad es propia de la socialdemocracia, incluyendo al "renegado" Kautsky- que justifica la necesidad del "partido de vanguardia". Sin embargo, los comunistas de partido siguen basando -y justificando- su práctica y su relación con el movimiento obrero mediante el mismo razonamiento lógico que, en tiempos no revolucionarios como éste, es fácil de pasar por "verdad científica", pero que no ha pasado la prueba de la historia.

Recapitulando: Primero Leonardo dice que el clasismo sólo es un fenómeno de fracciones de la clase. Luego deja a entender que esas fracciones, para extender el clasismo, deben organizarse en partido -cuya función es dirigir las luchas y, mediante la agitación y la propaganda, introducir la conciencia revolucionaria en los trabajadores-.

Por lo tanto, los clasistas que no se organizan en partido están en una encrucijada: o se organizan en partido y "hacen política" o se convierten en sindicalistas "apolíticos". Leonardo plantea el ultimátum "o partido o sindicato", de manera que se asume que todos los clasistas que negamos la organización partidaria somos sindicalistas, lo cual es falso, porque no incluye al anarquismo insurreccional ni al consejismo ni a otras tendencias revolucionarias comunistas que no son leninistas ni sindicalistas.

Los consejistas o comunistas de consejos, particularmente, tenemos otra visión de la constitución de la clase obrera en sujeto revolucionario.


Conciencia práctica y conciencia intelectual

La concepción de la constitución de la clase obrera en sujeto revolucionario del compañero Leonardo (y del bolchevismo en general) se basa en un fetiche de la conciencia y una subvaloración de la espontaneidad -tomada como "la forma embrionaria de lo consciente", según Lenin-.

En primer lugar, el materialismo histórico nos demuestra que no es la conciencia la que determina a la existencia, sino la existencia social la que determina a la conciencia. No es la influencia ideológica y el liderazgo de una fracción revolucionaria la que extiende la conciencia revolucionaria a la clase. Es la misma lucha de clases, en sus formas cada vez más radicalizadas, la que modifica la existencia social del proletariado y por lo tanto su conciencia. Es el ataque cada vez mayor de la burguesía a las condiciones de vida de los explotados, y las formas más radicalizadas de lucha que los explotados se ven obligados a encarar para defenderse, lo que resalta el antagonismo con la sociedad actual. Son las ocupaciones de fábrica e incluso la expropiación de la mismas las que forman la conciencia de que los patrones y los gerentes son prescindibles.

En segundo lugar, hay distintas formas de conciencia, no sólo la intelectual -derivada de la formación científica-, sino también la práctica, basada en la experiencia. El comunismo de partido identifica la conciencia revolucionaria solamente con la conciencia intelectual alcanzada a través del conocimiento científico, por eso dice que la conciencia revolucionaria debe ser llevada al movimiento obrero desde el partido, y que la experiencia por sí misma no genera conciencia.

Pero una refutación de esto lo tenemos en las luchas actuales. Ya que es debido a esta conciencia práctica en desarrollo -y no sólo a la actividad de la izquierda en los sindicatos- que hoy los trabajadores en lucha en el Garraham y en otras partes ya no confían en los viejos métodos reformistas para luchar por el salario, ni confían ya en las viejas maneras de organizarse, delegando todo en dirigentes. Se rebelan ante las direcciones obreras actuales a las que consideran ilegítimas. Crean su propia organización autoconvocada donde las decisiones se toman en asamblea y los delegados son meros voceros de las bases, y no sus jefes. Todo esto no es producto de la propaganda por la democracia obrera por parte de los partidos, sino del desarrollo espontáneo de la lucha obrera, de la acumulación de experiencia y su sintetización en la mente de los obreros.

Con las nuevas formas de lucha, los conflictos salariales se "politizan", y el sindicalismo va demostrando así sus limitaciones, pues para continuar la lucha salarial los obreros se ven obligados a superar la práctica estrictamente gremial y a buscar el apoyo político de otros sectores de la clase y de la comunidad. Pues hoy cada conflicto obrero no tiene enfrente solamente a su patronal en particular, sino al poder burgués en general, incluyendo no sólo al Estado sino a los medios masivos de comunicación. Que el ministro de Salud acuse a los trabajadores del Hospital Garraham de terroristas demuestra que este no es un conflicto sindical cualquiera, y no hace falta conocer la teoría revolucionaria para darse cuenta de esto.


La conciencia de clase y el papel de la teoría

Un obrero no necesita del materialismo histórico o ninguna teoría revolucionaria para saber que el Estado actúa a favor de los patrones: ya lo sabe por experiencia. Un obrero necesita al materialismo histórico para comprender en profundidad la estructura de la sociedad actual, la razón de ser de sus instituciones y la naturaleza de su movimiento. O sea, la teoría le sirve a la clase para profundizar en el por qué de los fenómenos sociales y de esta manera hacer más eficiente su praxis revolucionaria, "acortando el dolor de parto de la nueva sociedad".

La portación de la teoría revolucionaria no es equivalente a la praxis o conciencia revolucionaria. La teoría revolucionaria sirve para alcanzar una conciencia intelectual basada en un conocimiento científico, para profundizar intelectualmente la conciencia adquirida por la experiencia práctica de la lucha de clases y/o el conocimiento histórico de la misma. La causa y consecuencia de la actividad teórica es la radicalización de la praxis. Por lo tanto, la razón de ser de la teoría revolucionaria no es crear la conciencia revolucionaria, sino afianzarla. Marx no vio la condición para la praxis y conciencia revolucionaria en la dirección del proletariado por los comunistas. Marx vio la condición para la praxis y la conciencia revolucionaria en la propia existencia del proletariado, y la condición para su esclarecimiento intelectual en la teoría revolucionaria.

El único papel que debe distinguir a los comunistas del resto de la clase -como bien dice Nano del Valle en su cita del Manifiesto- es ayudar, utilizando la ventaja de su visión teórica, a que la clase obrera supere por sí misma los obstáculos que encuentre en el camino a su constitución como sujeto revolucionario. Este camino no es lineal y sin contradicciones. Tiene avances y retrocesos, periodos de aceleración y de estancamiento. Pero es el único camino realista, es la verdadera "fusión con las masas", porque no es un trabajo hacia ellas (desde afuera), sino desde ellas.

El aparente "atajo" a este camino es el de convertir a los comunistas en dirigentes de la clase. Esto termina en uno de dos finales:

El primero y el más probable, el fracaso de la revolución obrera y su aplastamiento por la burguesía. Pues la práctica de reducir el problema de la revolución al problema de la dirección -como postula el troskismo- lleva a querer reemplazar jefes reformistas por jefes "revolucionarios", y esto no contribuye a preparar espiritualmente a la clase obrera para convertirse en sujeto revolucionario, todo lo contrario.

El segundo, -que sólo fue posible en países donde la burguesía era muy débil- la expropiación de la revolución popular por el "partido de vanguardia" y el establecimiento de una dictadura del partido SOBRE el proletariado y el resto del pueblo. O sea, reemplazar una tiranía de burgueses o aristócratas por una tiranía de burócratas. Esto es lo que ha pasado en Rusia, en China, en Yugoslavia y -a un nivel mucho menos terrible- en Cuba.

Parafrasear como coartada al "El Estado y la revolución" de Lenin, asegurando que la dirección de los partidos y la democracia soviética no son incompatibles, es como mínimo equivocado, si tenemos en cuenta que lo escrito por Lenin fue una cosa y lo hecho por Lenin y los bolcheviques fue otra. La dictadura bolchevique subyugó y liquidó a los soviets y todo esbozo de autoorganización obrera, preparando el camino para el stalinismo. Más allá de las buenas intenciones de la militancia (e incluso de algunos dirigentes), la lógica del partido es conquistar el poder político y mantenerlo para sí mismo, y esto demostró en los hechos ser antagónico con la democracia obrera. No es posible seguir repitiendo lo dicho en los libros como si los hechos no hubieran pasado, o intentar explicar la divergencia entre los textos y la realidad por desviaciones, traiciones, equivocaciones, u otros factores externos al bolchevismo.

De manera que seguir tomando al bolchevismo como modelo no sólo es anacrónico porque hoy estamos en condiciones completamente distintas, sino que implica una concepción de socialismo como un capitalismo planificado desde el Estado por una élite de funcionarios (eso sí, con "control obrero"), donde sigue existiendo el trabajo asalariado, la policía, la burocracia y todas las instituciones y relaciones sociales que oprimen a la humanidad. Esta concepción del socialismo se opone totalmente a la federación de los órganos de poder obrero y popular y la gestión colectiva de los medios de producción. Es una concepción burguesa de socialismo, y es opuesta al comunismo.

Entonces aquí vemos que las diferencias de los partidarios "independientes" de la revolución con los partidos de izquierda son más profundas que la desilusión causada por experiencias partidarias previas o el desconocimiento de lo que dijo Lenin. Son dos posiciones totalmente distintas en cuanto a cómo la clase obrera se constituye en sujeto revolucionario, la relación entre los comunistas y el resto de los trabajadores, y lo que es y no es el socialismo. Son diferencias de principio, no sólo tácticas, metodológicas o estratégicas.


El comunismo de consejos

El consejismo o comunismo de consejos es partidario de construir organizaciones "unitarias", donde la clase en su conjunto de la lucha económica y política al mismo tiempo, y así terminar con la división del movimiento obrero en partidos y sindicatos, ya que esto separa a la lucha política de la lucha económica, limitando de esta manera la praxis de la clase obrera. Esto no se basa en una idea preestablecida, sino en la praxis revolucionaria de la clase obrera en el siglo XX. En todas las situaciones realmente revolucionarias, la clase obrera creó, con sus propios métodos, los organismos de poder obrero para dar la lucha contra la patronal y el Estado, abandonando las viejas organizaciones burocratizadas. Desde los Soviets rusos y los Consejos Obreros alemanes hasta los Cordones Industriales de Chile y las Coordinadoras Fabriles de Argentina.

Los consejistas decimos que estas organizaciones sólo surgen en momentos álgidos de la lucha de clases, pero que esa no es excusa para tomar como algo dado la anacrónica división del movimiento obrero en partidos y sindicatos (que se debe a su carácter actualmente reformista). En las actuales huelgas salvajes, la clase obrera crea sus propios organismos de lucha basados en la democracia obrera. Un ejemplo de ello es la asamblea del Garraham y la asamblea de docentes autoconvocados en Salta.

Nosotros decimos que el deber de los comunistas es fomentar la máxima participación de los trabajadores en la lucha y por lo tanto fortalecer la auto-organización, donde la autoridad va de abajo hacia arriba y los obreros dejan de ser "masa de afiliados" para convertirse en sujetos activos, tomando los asuntos en sus propias manos en vez de delegar todo en dirigentes. Fortalecer esta costumbre y ayudar a que la clase supere los obstáculos materiales y espirituales en su lucha contra el capital es lo que contribuirá al avance hacia el comunismo.

Ricardo Fuego, 01.08.2005.
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Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques

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