El verso con métrica y rima

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  ESTEBAN GRANADO  

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 comentarios a su obra

DIRECTORIO DE ESTE AUTOR

su obra 1

su obra 2

     

         SU OBRA 2    

     

  En esta página encontrarás las siguientes poesías:
 


     JUEGO DE LÁGRIMAS

Es un juego de lágrimas. No importa.
Algún día hablarás, me dirás algo
y yo saldré de mí, como ahora salgo,
flujo veloz de vida, sangre absorta.

Tanto dolor mi corazón soporta,
sobre un corcel tan rápido cabalgo,
que a duras penas para darte valgo
el verso que me hiere y me conforta.

Es un lance de réplicas calladas.
No importa, sé que tú me estás diciendo
que algún día hablará el silencio, fuerte.

Y tú saldrás envuelta en llamaradas
de mí y entenderás, como ahora entiendo,
que este amor no se acaba con la muerte.




   ELLA TIENE UN JARDÍN

Ella tiene un jardín y ella me piensa
sentada en el jardín, junto al cerezo,
presa la luz del sol en un bostezo
de color que en sus labios se condensa.

Ella piensa que piensa, ella es intensa.
Asciende a las esferas en un rezo
y de vuelta al pensil —empíreo atrezzo—,
gana mi corazón, fruta indefensa.

Sentados, sin sabernos, sin hablarnos,
sin ver que estamos solos en la tierra,
ella pensando y yo en su pensamiento.

En el aire, mil besos para darnos
y una noche infinita que se cierra,
ella volando y yo... bebiendo el viento.




INDEFENSO

Indefenso ante el tiempo, ante la vida quieto.
Quieto, la sangre al viento, la humanidad domada.
Desconocida el alma, seca y resquebrajada,
sin trance al que adherirse ni amante parapeto.

Al viento el corazón —que al aire más sujeto
no puede estar el tono de su inmortal llamada—.
La sangre en las estrellas y en las arterias nada
que acuerde al que fluyese bravo caudal secreto.

En el espejo el hombre, frente al espejo un sueño,
un libro alucinante de páginas raídas,
repudio de existencia, dramático libelo.

Inerme ante un futuro cada vez más pequeño,
menos vivo y más libre —más libre de otras vidas—
para dar tiempo al tiempo y eternidad al duelo.




MI TRABAJO ES QUERERTE

Mi trabajo es quererte, tu trabajo
consiste en ignorar lo que te quiero
por más que no descanse y a destajo
te ame y te demuestre amor sincero.

Antes, digo, de amarte por debajo
de lo que te amaría un dios obrero,
antes, ... ¡me arranco el corazón de cuajo
y lo arrojo a un inmundo estercolero!

Soy libre de quererte y soy esclavo
—¡qué libertad cargada de cadenas!—
del insensato amor que te profeso.

Estreno el corazón de un toro bravo
y el acero circula por mis venas
con el traquetear de un tren expreso.




      OFICIO DE POETA

Desempeño este oficio de miseria
por mi mala costumbre de quererte
y hace el hábito al monje de tal suerte
que sólo soy doctor en tu materia.

Escribo dominado por la histeria
de saberme perdido y de saberte
de espaldas al contorno de la muerte,
tan sumida en tu espíritu, ¡tan seria!...

A que dicte sentencia Poesía
en contra del amor, en contra mía,
espero quebrantado en mi quebranto.

Abocado al escrúpulo del arte
por no tener motivo para amarte
más fuerte que el de haberte amado tanto.




           FIRMAMENTO

Después de reducir mi firmamento
a una recua de estrellas mal traída.
Tras de reconocer que tú eres vida
y yo sólo miseria y descontento...

Se lanza en pos de ti mi paso lento,
de leve alarde anímico imbuida
la sangre, la conciencia inadvertida,
ignoto aquel famélico talento.

A tu espalda, a mi espalda, nuestros ojos.
La frente alta de amor, sigo tu estela
por el desierto de la edad sombría.

Lleno el recuerdo de tus labios rojos,
cruzo el umbral de la quietud que anhela
desvanecerse en tu perfecta vía.




INFANCIA

El arte es una infancia malograda;
no sé de otro venero semejante
de miseria real —ni de otra amante
mejor que la memoria recobrada—.

Rota en añicos la niñez dorada,
vuelve el viejo futuro amenazante
a derramarse intacto y vergonzante
sobre el casto perfil de la mirada.

Gigantes de las letras, desgraciados,
todos excombatientes, todos locos,
de puntillas al borde del abismo.

Camino de la vida, enamorados
del silencio y el tiempo, no son pocos
los artistas, es poco el arte mismo.




   A HENRY ROTH

Todo es visible en Harlem. La pobreza
sale a la vida siempre con lo puesto.
Calle ciento dieciocho. Ser honesto
es, más que una virtud, una proeza.

Un trampolín de piedra y... ¡de cabeza
sobre el Hudson!  Vivir. Estar expuesto
al sórdido designio del incesto,
al depravado ardid de la vileza.

Mount Morris Park, la estrella continúa
brillando tercamente, ajena al paso
olímpico del tiempo. Es el coraje.

Nada es posible en Harlem, se atenúa,
el cielo es irreal, el aire escaso.
Queda el alma a merced de un dios salvaje.




     ALTAS MIRAS

La luz se hace al asfalto. Tú me miras
con los mejores ojos de la historia,
ebrios de actividad absolutoria
tras su enjambre de hipnóticas espiras.

Al asalto la luz, altas sus miras,
de tu fecundidad respiratoria,
siquiera alcanza el deje de la gloria
que rebosa del alma que suspiras.

Vertiginosas garzas dieran cielo
al rubor transparente de la aurora,
blancas nubes trenzasen su coraza.

Que apenas tu mirar remonta el vuelo
ninguna maravilla lo mejora,
ninguna acción divina lo amordaza.

 


A MIGUEL HERNÁNDEZ

Estás aquí, Miguel,
en las palabras que bordaste a mano,
radiante timonel
del verso meridiano,
del único sentido sobrehumano.

Estás en la memoria
de esa luna que viste y que hoy es luna.
Al frente de la historia
reluce tu fortuna,
más brillante y extensa que ninguna.

Lates en la bravura
de la tierra, en las ondas de los valles.
Estás en la estructura
y en todos los detalles.
En los absurdos nombres de las calles.

Porque eres frío invierno
y a la vez primavera miliciana,
materia de gobierno
y ausencia soberana,
presencia siempre cálida y cercana.

Miguel de los Abriles
encendidos de rayos incesantes,
de cárceles febriles
y tránsitos gigantes,
patrón de corazones militantes.

¡Cuánta luz has dejado
a tus nobles espaldas de poeta!
¡Cuánto amor has sembrado
desde tu fosa quieta
hasta la última y rígida cuneta!

Miguel de amaneceres
invencibles, Señor de los colores,
prendido de alfileres
al cuello de las flores,
¡pintándolas mejor que los pintores!

 

 

 


AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001

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