T E C N E Literatura
Grecia Clásica: La épica.


... por supuesto que Homero!!!!


Y pues sí: La Iliada.

De todas las ediciones respetables que he consultado en español de la Iliada (Grédos y Cátedra), por la forma en que se traduce el tema que nos ocupa, la mejor es la que publicó la SEP para la
Colección CIEN DEL MUNDO
[en dos volúmenes]

En Homero encontramos por primera vez una muestra del amor heroíco entre dos hombres que se han conocido desde la infancia: Aquiles y Patroclo. En la Iliada únicamente encontramos dicha relación expresada con mayor claridad en los Cantos IX, XVIII, XXII y en el XXIII. Debemos de leer con cuidado, cuidando de la adjetivación que hace Homero en relación a los dos héroes.

Leamos pues, los fragmentos correspondientes de la hermosa e inigualable pieza de Homero:

La Iliada


Canto I X

[185] Llegaron a las tiendas y bájeles de los mirmidones y hallaron a aquiles complaciendo su espíritu con una cítara de claro sonido, cuyo puente era de plata y que había tomado entre los despojos cuando asoló Eetión. Con ella deleitaba su espíritu y cantaba las hazañas famosas de los héroes.

[190 Patroclo era el único que estaba frente a él, sentado en silencio y esperando el momento en que Aquiles terminara de cantar. Ellos penetraron yendo a la cabeza el divino Odiseo y se detuvieron ante el héroe. Se levantó sorprendido Aquiles y con la cítara en la mano, dejó el asiento en el que estaba sentado.

[195] Asimismo Patroclo, cuando vio a los guerreros, se levantó. Tendiéndoles la mano Aquiles, el de pies ligeros, les dijo:
- Salud. Venís como amigos y os apremiia una gran necesidad; vosotros que sois para mí, aun con mi enojo, los más queridos de los aqueos.
Después de dirigirles estas palabras, el divino Aquiles los hizo pasar y tomar asiento en las sillas alargadas y tapizadas de púrpura.

[200] Enseguida dirigió la palabra a Patroclo que estaba cerca de él:
- Hijo de Menecio, saca la crátera máss grande. Prepara el vino más puro y sirve copas para cada uno; pues se hallan bajo mi techo los varones que me son más queridos.

[205] Dijo esto y Patroclo obedeció a su más amado compañero y él mismo colocó prontamente una larga tabla de docina cerca del fogón sobre el que puso un lomo de oveja, otro de cabra cebada y el espinazo de un puerco criado con esmero, notable por su gordura. Sostenía las carnes Automedonte y Aquiles las cortaba y dividía y después las espetaba;

[210] el hijo de Menecio [Patroclo], semejante a un dios, encendió un gran fuego. Enseguida, cuando se extinguió la llama, acomodó las brasas, puso encima los asadores y levantó los soportes para echar la divina sal.

[215] Por fin cuando estuvo ya preparada la comida, la colocó en platos y mientras Patroclo repartía el pan en hermosas canastillas, Aquiles distribuía la carne. Después sentóse éste frente a Odiseo, de espaldas a la pared, y le mandó a su amigo Patroclo que hiciera la ofrenda a los dioses y él hechó al fuego las primicias; . . .


La cita textual procede de:
Homero: La Iliada [vol. I]. Col Cien del Mundo. SEP. México, 1986. Págs. 172-173.




La Iliada
Canto XVIII



[65] Una vez que llegaron a la fértil Troya, subieron en perfecto orden a la playa, hacia donde habían sido varadas las innumerables naves de los mirmidones, en torno a la del rápido Aquiles. [70] Éste gemía profundamente cuando se le acercó su venerable madre, quien lanzando agudos gritos, abrazó la cabeza de su hijo y le dijo entre sollozos:
- ¿Porqué lloras, hijo mío? ¿Qué dolorr se ha apoderado de tu alma? Dímelo sin rodeos. No me ocultes nada. Todo aquello que imploraste hace algún tiempo, con las manos hacia el cielo, lo ha cumplido plenamente Zeus:

[75] que los hijos de los aqueos fueran rechazados fueran rechazados hacia las popas de sus naves y que privados de toda ayuda, sufriesen espantosas calamidades.
Aquiles le respondió entre fuertes gemidos:
- ¡Madre mía! En verdad el padre deel Olimpo me ha cumplido todo esto; pero, ¿qué placer puede haber para mí,
[80] después de que ha muerto mi querido compañero Patroclo, al que yo estimaba sobre todos los demás, tanto como a mi propia cabeza? A éste es al que he perdido
, y Héctor, después de haberlo matado lo despojó de sus poderosas armas, prodigiosas para ser contempladas, hermosas; las que los dioses dieron a
[85] Péleo magníficos dones, el día aquél en el que te hicieron subir al lecho de un mortal. ¡Ojalá hubieses permanecido mejor entre las diosas del mar y Péleo hubiera escogido una esposa mortal! Pero ahora, tú deberás sufrir en tu corazón un infinito desamparo, el día en que muerto ya tu hijo, no puedas recibirlo, cuando regrese al hogar;
[90] puesto que mi corazón me incita a no vivir más, a no permanecer ya entre los hombres, a menos que Héctor, herido, atravesado antes que ningún otro por mi lanza, pierda la vida y pague de este modo el castigo por haber hecho su presa a Patroclo, el hijo de Menecio.

Tetis le dijo a su vez llorando: en verdad, pronto has de morir, hijo mío, por estas palabras que anuncias;
[95] ya que después de que muera Héctor, el destino está ya dispuesto para ti.
Profundamente indignado le respondió Aquiles:
- ¡Muera yo enseguida, puesto que no pude auxiliar a mi compañero cuando le dieron muerte!
[100] El pereció muy lejos de su patria y yo no estaba ahí para alejarle de la desgracia. Ahora, puesto que no regresaré a la tierra de mi amada patria y no he sido la luz de salvación para Patroclo, ni para ninguno de los míos, aniquilados en gran número por las manos del divino Héctor, sino que permanezco sentado junto a las naves como un fardo inservible sobre la tierra;
[105] a mí, a quien ninguno de los aqueos de corazas de bronce, iguala en la batalla, aunque haya otros que valgan más que yo en el seno de la asamblea
. ¡Ah! Ojalá perezca entre los dioses y entre los hombres el espíritu de la discordia y la ira que impulsa a irritarse aun al hombre más sensato; aunque es más dulce que la miel que cae gota a gota,
[110] pero en el pecho de los hombres se agranda como el humo; así hizo que me encolerizara hasta ahora el rey de guerreros, Agamenón. Pero dejemos al pasado, lo que es del pasado, aunque nos cause aflicción, y dobleguemos el corazón en nuestro pecho bajo el peso de la necesidad. Ahora iré a buscar a Héctor, asesino de la cabeza que yo amaba.
[115] Después, recibiré a la diosa de la muerte, cuando Zeus y los demás dioses inmortales quieran que llegue; porque ni aun el poderoso Heracles pudo evitar la muerte; él, que era tan querido al soberano Zeus, hijo de Cronos. El destino y la terrible furia de Hera lo vencieron.
[120] Así yo también, si ya se me decretó un destino semejante, se me verá yacer en el suelo, cuando haya muerto. Pero por ahora, puedo obtener una gran gloria y gracias a mí, obligaré a alguna troyana o dardania cuya ropa cae sobre la cintura con amplios pliegues, a gemir fuertemente, enjugando con sus dos manos las lágrimas que se deslizan sobre sus delicadas mejillas.
[125] Que ellas se den cuenta de que me he abstenido largo tiempo de la guerra. No me impidas combatir, aunque me ames, pues no me podrás persuadir.


...ah!!!, Patroclo, el compañero de Aquiles, ...

La cita textual procede de:
Homero: La Iliada [vol. II]. Col. Cien del Mundo. SEP. México, 1986. Págs. 119 a 136.




La Iliada
Canto XXII


[375] - ¡Amigos, guías y consejeros de los argivos! Puesto que los dioses nos han concedido vencer a este hombre [Héctor] que nos causaba tanto daño,
[380] uno solo, más que todos en conjunto; vamos, intentemos marchar alrededor de la ciudad dispuestos a combatir a fin de conocer cuál es el pensamiento de los troyanos y saber si abandonarán su elevada ciudad, habiendo caído Héctor, o si se obstinarán en resistir aun cuando él ya no exista.
[385]¿ Pero por qué me hace hablar este lenguaje el corazón? Patroclo yace muerto junto a las naves sin haber sido llorado ni sepultado; no le olvidaré jamás, mientras more entre los vivos y puedan moverse mis queridas rodillas. Si en el Hades son olvidados los muertos, yo quiero en cuanto a mí toca, recordar a mi querido compañero.
[390] Por ahora, hijos de los aqueos, volvamos cantando peanes junto a las cóncavas naves y llevémonos este cadáver. Hemos alcanzado inmensa gloria al matar al divino Héctor, a quien los troyanos invocaban en su ciudad como un dios.


¿No es hermoso que un hombre nos ame de esa manera?... bueno, sin muertes de por medio ...


La cita textual procede de:
Homero: La Iliada [vol. II]. Col. Cien del Mundo. SEP. México, 1986. Pág. 196.



La Iliada
Canto XXIII



[35]Entonces, los reyes de los aqueos condujeron, cerca del divino Agamenón, al hijo de Péleo. Les costó mucho trabajo convencerlo, pues su corazón estaba muy atribulado por la muerte de su compañero. Se pusieron en camino y llegaron a la barraca de Agamenón y enseguida ordenaron a los heraldos
[40] de fuerte voz que pusieran sobre el fuego una enorme trípode para intentar que el hijo de Péleo se lavara la sangre pegada que le manchaba por completo el cuerpo. Aquiles se rehusó con firmeza, e hizo este juramento:
- ¡No, por Zeus, que es el más alto y poderoso de los dioses! No está permitido que el agua se acerque a mi frente, antes de que haya yo cremado a Patroclo,
[45] y extendido sobre él la tierra de un túmulo y cortado mi cabellera; ya que jamás vendrá a albergarse en mi corazón por segunda vez un dolor semejante, mientras permanezca entre los vivientes. Pero, no rechacemos esta odiosa comida, rey de guerreros, Agamenón;
[50] ordena que se lleven leños y se prepare todo lo que requiere un muerto para que pueda sumergirse en la bruma de las sombras. De este modo el fuego infatigable consuma pronto el cadáver de Patroclo y lo oculte a nuestros ojos, para que nuestras tropas vuelvan a sus trabajos.

Así habló, y todos estaban con ánimo de escuchar con atención y obedecer.
[55] Después de haber preparado cada quien la comida con prontitud, banquetearon y el apetito no careció de nada en esta comida bien distribuida. Después que calmaron el deseo de beber y de comer, fueron a dormir a sus respectivas tiendas.Pero el hijo de Péleo gemía intensamente entre los numerosos mirmidones.
[60] Se tendió sobre la orilla del mar, sordamente sonoro, en un lugar aparte, bañado por las olas. Por fin lo envolvió el profundo sueño que mitiga los dolores del corazon, y se difundió suavemente a su alrededor: ya que sus hermosos músculos estaban fatigados por la persecución contra Héctor hacia Ilión, batida por los vientos.
[65] Entonces llegó de pronto el alma del mísero Patroclo, semejante por completo a él mismo por la talla, los bellos ojos, la voz y el vestido idéntico también alrededor de su cuerpo. Se detuvo en la cabeza de aquiles y le dijo:

- ¿Duermes y me olvidas, Aquiles?
> [70] Tú no me desatendías cuando yo vivía, pero ahora que he muerto, me abandonas. Sepúltame lo más pronto que te sea posible para que atraviese las puertas del Hades. Las almas, fantasmas de los muertos, me rechazan lejos y de ninguna manera me permiten atravesar el río; sino que vago alrededor del palacio de Hades, provisto de amplias puertas.
[75] Dame la mano, yo me lamento, porque no saldré jamás del Hades cuando me hayas otorgado mi porción de fuego. Nunca, de nuevo viviendo ambos, meditaremos nuestras reflexiones, sentados, lejos de nuestros queridos compañeros; pero el abominable destino que me tocó desde que nací se ha esparcido a mi alrededor.
[80] ¿Tú destino no es acaso también, Aquiles, semejante a los dioses, perecer bajo las murallas de los opulentos troyanos? Pero tengo algo más que decirte y recomendarte si quieres escucharme. No pongas mis cenizas lejos de las tuyas, Aquiles; por lo contrario, que reposen juntas, como juntos fuimos educados en vuestro palacio,
[85] cuando Menecio, a causa de un deplorable homicidio, me condujo muy joven desde Opunte hasta vuestra morada, el día en que sin propósito y sin quererlo, maté al hijo de Anfidamante que me había irritado jugando con las tabas. En ese momento Péleo me recibió en su palacio, me educó con predilección, y me nombró tu servidor.
[90] Por ello, que una misma urna fúnebre encierre los huesos de ambos, la urna de oro que te obsequió tu venerable madre.

Aquiles le contestó:
- ¿Porqué has venido hasta aquí, venerrable cabeza, y me has hecho cada uno de estos encargos?
[95] De mi parte, cumpliré exactamente todo, y obedeceré lo que mandas; pero acércate más a mí; abracémonos un instante y gocemos con el doloroso placer de gemir.
Dijo, y extendió los brazos, pero no tocó nada.
El alma, como el humo, había huido bajo tierra dando un pequeño grito. Estupefacto, se levantó de un salto. Golpeó sus manos una contra otra y dijo estas lamentables palabras:
- ¡Ay! Realmente existe aún en la manssión del Hades un alma y una imagen pero sin organismo vital que la sustente; porque toda la noche el alma del desventurado Patroclo estuvo cerca de mí, gimiendo y llorando, y me dictaba cada una de sus recomendaciones y se parecía maravillosamente a él mismo.



La cita textual procede de:
Homero: La Iliada [vol. II]. Col. Cien del Mundo. SEP. México, 1986. Págs. 201 a 225.



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