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Shakespeare:
Algunos de sus
Sonetos


El Soneto XXIX

Cuando, en desgracia con la fortuna y a los ojos de los hombres,
deploro solitario mi triste suerte,
y turbo con mis ayes inútiles a un cielo que no me escucha,
y me encaro conmigo mismo, maldiciendo mi hado,

Con el deseo de ser semejante al más rico en esperanzas,
de tener un rostro como el suyo,
de poseer un talento de este y el campo de acción de aquél,
con lo cual me siento menos satisfecho que con aquello de que más gozo;

Entonces, en medio de estas ideas en que yo mismo casi me desprecio,
se me ocurre pensar felizmente en tí; y, acto seguido, mi condición, semejante a la
alondra que al despuntar el día alza su vuelo de la melancólica tierra,

entona himnos a las puertas del Cielo.
Pues el recuerdo de tu dulce amor me brinda tales riquezas,
que desdeño trocar entonces mi estado con el de los reyes.

El soneto XXXV

No te conduelas más por lo que has hecho;
las rosas tienen espinas, y fango los argentinos manantiales;
nubes y eclipses velan igualmente el sol y la luna,
y el inmundo gusano mora en los más tiernos capullos.

Todos los hombres cometen faltas, y yo acabo de cometer una
autorizando con símiles tu transgresión,
corrompiéndome a mí propio por paliar tus culpas,
y excusando tus pecados más de lo que merecen.

Porque ayudo con mi sentido a tu falta sensual
parte contraria transformada en abogado,
y comienzo contra mí mismo una legítima defensa.

Tal guerra civil riñen en mí el odio y el amor,
Que estoy a punto de convertirme en cómplice
de este dulce ladrón que me roba de mí mismo tan agriamente.



Indice General


La fuente documental de los sonetos está tomada de la edición de Luis Astrana Marín en
William Shakespeare. Obras Completas, Vol. II.
Colección Grandes Clásicos. Ed. Aguilar México, 1991.
Yo solo me he permitido escribirlos siguiendo la estructura del soneto clásico, que el señor Astrana NO respeta en su edición.

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