Como si una ciruela verde,
Picoteada por el tiempo,
Fuese inconmovible en la rama.
Tiernos niñitos,
yo os amo;
Os amo tanto, que vuestra madre
Creería que intentaba
haceros daño.
Dame las glicinas azules sobre la tapia inocente,
Las magnolias embriagadoras sobre la falda blanca y vacía,
El libro
melancólico entreabierto,
Las piernas entreabiertas,
Los bucles rubios
del adolescente;
Con todo ello haré el filtro sempiterno:
Bebe unas gotas
y verás la vida como a través de un vidrio coloreado.
Déjame, ya es hora de
que duerma,
De dormir este sueño inacabable.
Quiero despertar algún día,
Saber que tu pelo, niño,
Tu vientre suave y tus espaldas
No son nada,
nada, nada.
Recoger conchas delicadas:
Mira qué viso violado.
Las
escamas de los súbitos peces,
Los músculos dorados del marino,
Sus labios salados y frescos,
Me prenden en un mundo de espejismos.
Creo en la vida,
Creo en ti que no conozco aún,
Creo en mí mismo;
Porque algún día yo seré todas las cosas que amo:
El aire, el agua,
las plantas, el adolescente.
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Fuente del poema:
Luis Cernuda, Obras Completas Vol. I."Poesía completa".
Editorial Siruela. Madrid, España, 1993. Pág. 189.
© 1997