TECNE Literatura: El Siglo XX,
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El año de 1955 marca una cita común con este joven singular: es el año de nuestro nacimiento y quizá a ello deba este sentimiento de deuda hacia él, tan poco leído hasta el día de hoy.
Así entonces, recordamos hoy a Hervé Guibert, nacido en París en 1955 y fallecido por complicaciones a causa del SIDA, en esa misma ciudad el 27 de diciembre de 1991: tenía solamente 36 años.
Es lamentable que su obra completa no ha sido traducida en su totalidad al español: la editorial Tusquets apenas ha publicado dos de sus últimas novelas en la Colección Andanzas, números 141 y 163.
Su obra, sobre todo al final de su vida y ya padeciendo la mortal enfermedad, es cáusticamente crítica y pone en evidencia los tenebrosos trasfondos de esos carniceros sin escrúpulos llamados laboratorios médicos y sus consiguientes esbirros: los médicos.
Hervé Guibert es el autor de 28 obras publicadas (narraciones cortas, novelas, ensayos, artículos sobre fotografía, álbumes fotográficos, "scénario" en colaboración con Patrice Chéreau, cartas, un diario íntimo [Le Mausolée des amants, Journal 1976-1991] y una película La Pudeur ou l’impudeur, transmitida en enero de 1992 por TF1.
Bibliografía de Hervé Guibert |
Les Éditions de Minuit |
1 L' image fantóme |
2 Les aventures singuliéres |
3 Les chiens |
4 Voyage avec deux enfants |
5 Les lubies d' Arthur |
6 Les gangsters |
7 Fou de Vincent |
8 Le seul visage (fotografías de 1977 a 1984) |
En colaboración con Patrice Chéreau |
9 L'homme blessé |
Gallimard: |
10 Des aveugles |
11 Mes parents |
12 Vous m' avez fait former des fantômes |
13 Mauve le vierge |
14 L' incognito |
15 A l'ami qui ne m'a pas sauvé la vie (1990) |
16 Le protocole compassionnel (1991) |
17 Le Mausolée des amants, Journal 1976-1991. |
18 L’Homme au chapeau rouge (1992) |
Ediciones Jacques Bertoin |
19 Vice |
Ediciones Régine Deforges |
20 La mort propagande et autres textes de jeunesse |
Ediciones Du Seuil |
21 Mon valet et moi |
22 Cytomégalorius |
Ediciones William Blake & Co. |
23 Dialogue d'Images (con fotografías de Hans Georg Berer) |
Otras editoriales: |
24 Le paradis (Paradise) |
25 Enquête autour d'un portrait (sur Balthus) |
26 La Chair fraîche et autres textes |
27 La photo, inéluctablement |
28 La piqûre d'amour La chair fraîche |
29 Suzanne et Louise |
Estudio sobre la obra de Hervé Guibert: |
Le Corps textuel d’Hervé Guibert, La Revue des Lettres Modernes, Minard, Paris, 1997 |
Artículos |
Publicados en: Le Monde, L’Express, Le Point, Le Magazine Littéraire |
De sus últimos escritos, te ofrezco los siguientes fragmentos: |
Al amigo que no me salvó la vida[53] El doctor Chandi, a fin de preparar el momento crucial que había programado con el test y el análisis detallado de sangre, nos había hablado del descubrimiento de una molécula que al parecer refrenaba el esparcimiento progresivo del HIV en los linfocitos, responsables de las defensas inmunitarias. En cuanto quedó establecida la verdad sobre nuestro estado y quedaron reducidas al máximo sus áreas de fricción, el doctor Chandi me propuso que formara parte de un grupo de experimentación de esa molécula, llamada Défenthiol, que había sido experimentada defectuosamente en Estados Unidos y cuyas bases estadísticas habían sido correctamente establecidas en Francia, retrasando así de seis meses a un año el momento en que habría podido conocerse realmente su eficacia o inutilidad. El doctor Chandi, haciendo como si examinara mi ficha de paciente, me dijo: 'Un zona, ahora ese hongo, y su tasa de T4, todo eso le daría derecho a entrar en ese grupo de investigación'. Fue entonces cuando el doctor Chandi me explicó el principio del estudio de doble ciego, que yo ignoraba y que por supuesto me cautivó: para realizar un experimento de esa clase, hay que dividir a un conjunto de enfermos con el mismo perfil patológico en dos grupos del mismo número de personas, a uno de los cuáles se le da el verdadero medicamento y al otro uno falso, el doble ciego, de manera que unos y otros, sin saber a qué grupo pertenecen, admiten la ley del azar, hasta que se retira, tras eventuales deterioros en uno de los campos, el velo de los dos bandos ciegos. De entrada el sistema me pareció abominable, una verdadera tortura para los componentes de ambos grupos. Hoy, cuando tengo tan cerca la inminencia de la muerte, incluso si continúo siendo un suicida en potencia, y quizá justamente por ello, creo que sería capaz de saltar a pies juntillas en el charco del doble ciego y de chapotear en su precipicio. Cuando pregunté al doctor Chiandi si me aconsejaba entrar en ese grupo de investigación, me contestó: 'No le aconsejo nada, pero puedo asegurarle que tengo casi la certeza, pero es una certeza puramente personal, que los efectos de ese medicamento son en cualquier caso inofensivos'. Yo me negué a tomarlo, el medicamento y su doble vacío. Y no me hubiese acordado más del Défenthiol si meses más tarde, durante una comida, el doctor Chiandi no me hubiera confesado que ya en la época en que me lo habían propuesto tenía la certeza de que ese medicamento era tan nulo como su doble. Pero los laboratorios que lo producen, en competencia con otros y sin lograr poner a punto ninguna sustancia eficaz, retrasaban el resultado del experimento, y sobornaban a científicos para que publicasen resultados más bien favorables que impidieran que se retirara el producto del mercado. Por mi parte, en la época en que dudaba si tomar o no ese medicamento, o su sucedáneo vacío, le pregunté un día como quien no quiere la cosa a Stéphane, fingiendo confundir por indiferencia el Défenthiol con el AZT, y me respondió que el principio del doble ciego volvía locos a quienes se sometían a él: raramente aguantaban más de una semana, y, al no soportar la incertidumbre, corrían a un laboratorio para hacer analizar el medicamento que se les había dado, pues necesitaban saber a toda costa si era verdadero o falso. |
La fuente documental del texto es:
Hervé Guibert: Al amigo que no me salvó la vida.
Tusquets Ed. 2da. ed. Octubre de 1991. Pág. 147 y 148.
El SIDA me ha hecho viajar por el tiempo, como en los cuentos que leía de niño. Por el estado de mi cuerpo, descarnado y debilitado como el de un anciano, me he proyectado al año 2050, sin que el mundo se mueva a mi alrededor. En 1990 tengo noventa y cinco años, pese a que nací en 1955. Se ha producido una rotación, un movimiento giratorio con aceleración, que me ha derribado, como una centrifugadora de verbena, y ha triturado mis miembros en una batidora. |