La Venganza de las Finanzas Mundiales.

 

 

 

Por Slavoj Žižek | 21.Mayo.2005

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando la entrega final de la serie Star Wars [La Guerra de las Galaxias], La Venganza de los Sith, nos presenta el momento crucial sobre el que pivota toda la saga, a saber, la conversión del "buen" Anakin Skywalker en el "malvado" Darth Vader, se proponen paralelismos entre nuestras decisiones personales y políticas.

 

En una entrevista a la revista Time del 2002, George Lucas explicaba el nivel personal a través de una especie de budismo pop: "Se convierte en Darth Vader porque se apega a las cosas. No puede dejar marchar a su madre; no puede dejar marchar a su novia. No puede dejar que las cosas se vayan. Eso te hace codicioso. Y cuando eres codicioso, estás en camino al lado oscuro, pues temes que vayas a perder lo que posees."

 

Pero más retumbante que el modo en que Anakin se convierte en Darth Vader es la cuestión política paralela: ¿Cómo se convirtió la República en el Imperio? O, más precisamente, ¿cómo se convierte una democracia en una dictadura? Lucas explica que no es que el Imperio conquistara la República, sino que la República se convirtió en el Imperio. "Un día, la princesa Leia y sus amigos se despertaron y dijeron, 'Ésta ya no es más la República, es el Imperio. Y nosotros somos los malos'." Las connotaciones contemporáneas de esta referencia a la Antigua Roma sugieren que la transformación de la República en Imperio de Star Wars debería interpretarse contra el trasfondo de la obra de Hardt y Negri Imperio (de la Nación Estado al Imperio Global).

 

Las connotaciones políticas del universo Star Wars son múltiples e inconsistentes. Ahí reside el poder "mítico" de ese universo; un universo que incluye: una visión reaganiana del Mundo Libre contra el Imperio del Mal; el retroceso de las Naciones Estado, al que se le puede dar un giro nacionalista y de derechas à la Buchanan-Le Pen; la contradicción de personas de noble estatus (princesas, caballeros Jedi, etc.) defendiendo la república "democrática"; y finalmente, su intuición clave de que "nosotros somos los malos," de que el Imperio emerge a través del propio modo en que nosotros, los "buenos", combatimos al enemigo ahí fuera. (En la "lucha contra el terror" actual, el verdadero peligro es en qué nos está convirtiendo esta guerra.) Tales inconsistencias son las que hacen de la serie Star Wars un mito político propiamente dicho, el cual no es tanto un relato con un significado político determinado, como un contenedor vacío [lleno] de significados múltiples, inconsistentes e incluso mutuamente excluyentes. La cuestión "¿Pero qué significa realmente este mito político?" es la cuestión equivocada, porque su "significado" es precisamente el de servir de recipiente de múltiples significados.

 

Star Wars Episodio I: La Amenaza Fantasma nos da una pista crucial sobre hacia dónde orientarnos en esta confusión; particularmente, las características "cristológicas" del joven Anakin (su inmaculada concepción, su carrera de bólidos (vainas) rememoración de la famosa carrera de carros de Ben-Hur, "esa fábula de Cristo"). Como el marco ideológico de Star Wars es el universo pagano de la Nueva Era, es bastante apropiado que su figura central del Mal deba recordar a Cristo. Dentro del horizonte pagano, el Suceso de Cristo es el escándalo último. La figura del Diablo es específica de la tradición judeo-cristiana. Pero, más que eso, el propio Cristo es la figura diabólica definitiva, en tanto en cuanto diabolos (separar, dividir el Uno en Dos) es el opuesto de symbolos (reunir, unificar). Trajo "la espada, no la paz," a fin de perturbar la armoniosa unidad existente. O, como Cristo le dice a Lucas: "Si alguien viene a mí y no odia a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, sí, incluso si no odia a su propia vida, no puede ser mi discípulo." A fin de que hubiera una comunidad simbólica de creyentes adecuadamente unificada, Cristo tuvo primero que venir y realizar el 'diabólico' gesto fundacional de separarse del Espíritu Santo.

 

Así la posición cristiana es radicalmente diferente de las enseñanzas paganas. En claro contraste a la sabiduría pagana de que el universo es el abismo de la Base primordial en la que todos los "falsos" opuestos -el Bien y el Mal, apariencia y realidad, estupidez y sabiduría, etc.- coinciden, el cristianismo proclama como la acción más elevada precisamente lo que el paganismo condena como la fuente de toda maldad: el acto de la separación, de trazar la línea, de apegarse a un elemento que perturba el equilibrio del Todo.

 

Lo que esto significa es que la omni-abarcadora compasión budista ha de oponerse al intolerante y violento Amor cristiano. La posición budista es en última instancia de indiferencia, de sofocar todas las pasiones que tratan de establecer diferencias; mientras tanto, el amor cristiano es una pasión violenta por introducir una diferencia, una brecha en el orden del ser, por privilegiar y elevar a algún objeto por encima de otros. El amor es violencia no (sólo) en el sentido vulgar del proverbio balcánico, "¡Si no me golpea, no me ama!" La propia elección de amar es ya violenta, ya que arranca un objeto de su contexto y lo eleva a la categoría de la Cosa. En el folklore montenegrino, el orígen del Mal es una mujer hermosa: hace que los hombres pierdan su equilibrio, desestabiliza literalmente el universo, coloreando todas las cosas con un tono de parcialidad.[1]

 

En marzo, el Vaticano condenó fuertemente El Código Da Vinci de Dan Brown como un libro que difunde falsas enseñanzas, tales como que Jesús se casó con María Magdalena y que tuvieron descendencia, que la verdadera identidad del Grial es la vagina de María, etc. El Vaticano lamentó particularmente el que el libro sea tan popular entre la generación más joven que busca una guía espiritual. La forma de la intervención vaticana, que apenas oculta su nostalgia por los buenos viejos tiempos en los que podía simplemente quemar libros, era obviamente absurda. (De hecho, uno casi sospecha una conspiración entre el Vaticano y los editores del libro para darle un fresco empujón de ventas.) Sin embargo, el contenido del mensaje del Vaticano era básicamente correcto. El Código Da Vinci reinscribe efectivamente el cristianismo dentro del paradigma de la Nueva Era que persigue encontrar un equilibrio entre los principios masculino y femenino.

 

Y, de vuelta a La Venganza de los Sith, el precio por la adhesión del film a estos mismos motivos de la Nueva Era no es sólo su confusión ideológica sino, al mismo tiempo, su inferior calidad narrativa. Estos motivos son la razón por la que la transformación de Anakin en Darth Vader -el momento pivotal de la serie- carece de la apropiada grandeza trágica. En lugar de centrarse en la hubris [arrogancia] de Anakin, entendido como un deseo abrumador de intervenir para hacer el Bien, de ir hasta el final por aquellos a los que se ama, cayendo así en el Lado Oscuro, Anakin es mostrado simplemente como un guerrero indeciso que se desliza gradualmente hacia el Mal mientras sucumbe a la tentación de Poder al caer bajo el influjo del maligno Emperador.[2] En otras palabras, Lucas careció del valor para aplicar realmente su paralelismo entre el cambio de la República al Imperio y el de Anakin a Darth Vader. Anakin debería haberse convertido en un monstruo por su excesivo apego a ver el Mal en todos los sitios y querer combatirlo.

 

¿Dónde nos deja esto entonces? La ironía posmoderna última es el extraño intercambio actual entre Oriente y Occidente. En este mismo momento, cuando a nivel de la "infraestructura económica" la tecnología occidental y el capitalismo triunfan mundialmente, a nivel de la "supraestructura ideológica," el legado judeo-cristiano está siendo amenazado en el propio Occidente por la arremetida del pensamiento "asiático" de la Nueva Era. Dicha sabiduría oriental, desde el "budismo occidental" al taoísmo, se está constituyendo como la ideología hegemónica del capitalismo global. Pero mientras que el budismo occidental se presenta a sí mismo como el remedio contra las tensiones de la dinámica capitalista -al permitirnos desengancharnos y conservar alguna paz interior- de hecho funciona como el complemento ideológico perfecto.

 

Considérese el fenómeno del "shock del futuro", esto es, el popular término que describe cómo la gente de hoy en día ya no puede sobrellevar psicológicamente el deslumbrante ritmo de desarrollo tecnológico y el cambio social que lo acompa. Antes de que uno pueda acostumbrarse a la invención más reciente, llega otra para ocupar su lugar, de modo que uno carece cada vez más del "mapeado cognitivo" más elemental. El pensamiento oriental ofrece una salida que es muy superior al desesperado intento de escapar hacia las antiguas tradiciones. El modo de sobrellevar este vertiginoso cambio, sugiere esta sabiduría, es renunciar a cualquier intento de obtener control sobre lo que está ocurriendo, rechazando tales esfuerzos como expresiones de la moderna lógica de dominación. En lugar de eso, uno debería "abandonarse," dejarse llevar, mientras internamente se conserva una actitud distante e indiferente hacia la alocada danza del proceso acelerado. Tal distancia está basada en la intuición de que toda agitación es en última instancia una proliferación insustancial de apariencias que no incumben realmente al núcleo más interno de nuestro ser.

 

Aquí, uno está casi tentado a resucitar el viejo cliché marxista, de infausta memoria, de que "la religión es el opio del pueblo", como complemento imaginario de la miseria de la vida real. La posición meditativa del "budismo occidental" es con mucho el modo más eficaz para nosotros de participar plenamente en la economía capitalista mientras conservamos la apariencia de cordura. Si max Weber estuviera vivo hoy en día, escribiría sin duda un segundo volumen complementario de su Ética Protestante, titulado La Ética Taoísta y el Espíritu del Capitalismo Global.

 

Por tanto, la verdadera obra compañera de Star Wars, Episodio III es el documental de 2003 de Alexander Oey, Sandcastles: Buddhism and Global Finance [Castillos de Arena: El Budismo y las Finanzas Globales]. Indicador maravillosamente ambiguo de nuestro presente aprieto ideológico, Sandclastles combina los comentarios del economista Arnoud Boot, la socióloga Saskia Sassen y el maestro budista tibetano Dzongzar Khyentse Rinpoche. Sassen y Boot analizan el gigantesco alcance y poder de las finanzas mundiales, así como sus efectos socioeconómicos. Los mercados de capitales, valorados ahora mismo en 83 trillones de dólares, existen dentro de un sistema basado puramente en el interés propio, en el que el comportamiento gregario, basado a menudo en rumores, puede inflar o destruir el valor de las compañías -o de economías enteras- en cuestión de horas. Khyentse Rinpoche les rebate con reflexiones sobre la naturaleza de la percepción, la ilusión y la iluminación humanas. E intenta arrojar nueva luz sobre la danza demencial de operaciones especulativas de billones de dólares con sus declaraciones etico-filosóficas: "Libérate de tu apego a algo que en realidad no está ahí, sino que es sólo una percepción." Haciéndose eco de la noción budista de que no hay sí mismo [self], sólo un flujo de contínuas percepciones, Sassen comenta sobre el capital mundial: "No es que haya 83 trillones de dólares. Se trata esencialmente de un conjunto de movimientos continuo. Desaparece y reaparece."

 

¿Pero cómo debemos interpretar este paralelismo entre la ontología budista y la estructura del universo del capitalismo virtual? El documental se inclina hacia una lectura humanista: Visto a través de lentes budistas, la exuberancia de la riqueza financiera global es ilusoria, divorciada de la realidad objetiva: el propio sufrimiento humano causado por negocios hechos en salones y parqués comerciales invisibles a la mayoría de nosotros. Sin embargo, si uno acepta la premisa de que el valor de la riqueza material y la experiencia personal de la realidad, es subjetiva, y de que el deseo juega un papel decisivo tanto en la vida diaria como en la economía liberal, ¿no es también posible llegar a la conclusión exactamente opuesta? Quizás nuestro punto de vista tradicional del mundo estuviera basado en ingenuas nociones de una realidad substancial y externa compuesta de objetos fijos, mientras que la hasta ahora desconocida dinámica del "capitalismo virtual" nos confronta con la naturaleza ilusoria de la realidad. ¿Qué mejor prueba de la naturaleza insustancial de la realidad que una gigantesca fortuna que en un par de horas puede disolverse en la nada debido a un repentino falso rumor? Consiguientemente, ¿por qué quejarse de que las especulaciones financieras con los futuros mercados están "divorciadas de la realidad objetiva," cuando la premisa básica de la ontología budista es que no hay "realidad objetiva" alguna?

 

La única lección "crítica" a extraerse desde una perspectiva budista del capitalismo virtual es que uno debería estar atento a que estamos tratando con un mero teatro de sombras sin existencia sustancial. Así pues, no necesitamos involucrarnos plenamente en el juego capitalista, sino jugarlo con un distanciamiento interior. El capitalismo virtual podría de este modo actuar como un primer paso hacia la "liberación". Nos confronta con el hecho de que la causa de nuestro sufrimiento no es la realidad objetiva -no hay una cosa tal- sino más bien nuestro Deseo, nuestra ansia de cosas materiales. Entonces, todo lo que uno tiene que hacer, tras desprenderse de la falsa noción de una realidad sustancial, es simplemente renunciar al propio deseo y adoptar una actitud de paz y distancia interior. No es de extrañar que el budismo pueda funcionar como el complemento ideológico perfecto del capitalismo virtual: Nos permite participar en él con una distancia interior, permitiéndonos, por decirlo así, mantener nuestros dedos cruzados y nuestras manos limpias, .

 

Es contra una tentación tal que deberíamos permanecer fieles al legado cristiano de la separación, que eleva unos principios sobre otros.

 

 

 

Título Original: Revenge of Global Finance.

Extraído de In These Times:

http://www.inthesetimes.com/site/main/article/2122/

Traducción de Kepa Egiluz.

http://www.zendodigital.luzserena.net/ZD11/LaVenganzaDeLasFinanzasMundiales-Slavoj%20Zizek.htm


 


[1] N. de T.: La oposición 'amor cristiano vs. compasión budista', 'pasión-diferencia vs. apatía-indiferencia', 'orden pagano vs. orden cristiano', etc., tal y como la plantea el autor, nos parece falaz y, en el mejor de los casos, un ejemplo de las coordenadas en las que se mueven el "budismo pop" (monista y mayavada) y el "cristianismo pop" (dualista) que denuncia. No obstante, no-dualismo no es ni monismo ni dualismo. Así, pues, el problema no radica tanto en si se separa o se une, en si se diferencia o se iguala, como en la fijación a cualquiera de dichas actuaciones. En ciertos casos, se requiere separar para después unir, y en otros, igualar para después diferenciar, de acuerdo a una dinámica evolutiva pulsátil. Se podría discutir qué es lo que supuso realmente la venida de Cristo, aunque siempre es posible una visión ambivalente (separativa-unitiva, destructiva-constructiva). Por supuesto, es fácil acusar al mensajero de ser responsable de las malas noticias.

[2] N. de T.: No es del todo así, ya que ambos aspectos coexisten de forma solapada. Lo que impulsa a Anakin al Lado Oscuro es, sí, la indecisión y la tentación de poder, por un lado, pero también, y sobre todo, su amor por la princesa Amidala, la esperanza de que podrá salvarla de la muerte por el poder prometido, y su propia ofuscación que pese a todo busca la luz.

 

 


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