Los protocolos de los sabios de Sion
Introducción
Algunos
verán en los protocolos de los sabios de
Sión un hecho verídico y otros, quizás
mayoría, verán en ellos una simple
acción de propaganda. Mas ello no importa, ya que aquello
que ésos protocolos contienen no deja de ser una
descripción, una visión de las cosas que, a pesar de que
tener un origen anterior al 1905 y de ser una obra
que según las investigaciones "independientes" actuales fue
elaborada por el servicio secreto de la rusia zarista, sigue siendo
vigente y efectiva en su cometido. Así las cosas, tanto si su
autor fue efectivamente Golovinski, aquél que fue propagandista
al servicio del zar y “soplón” de pacotilla según
Máximo Gorki, o un miembro de la familia
Rothschild, aquella que financió y dirigió el Comunismo
mientras a la vez controlaba los principales bancos del Capitalismo
según los defensores de este documento, nos encontramos ante
texto verdaderamente interesante por su capacidad predictiva.
Su obra, le guste a según quienes o no, ha sido una de las obras
mas leídas del siglo XX, su contenido sigue haciéndola
actual y por lo tanto comercializable en el siglo XXI y, además,
aquello que expone ha sido y sigue siendo no pocas veces
objeto de debate entre sociólogos y
filósofos de las mas diversas tendencias en los pasillos de las
universidades. Y si aquel que creó estos protocolos fuera ruso,
y para ser mas exactos monárquico(de hecho en el protocolo 15
esta obra sitúa a la aristocracia rusa y al papado como los
mayores enemigos de los conjurados, y por lo tanto, como los adalides
frente a su amenaza), si tras éste
escrito no hubiera realmente la descripción de los planes de un
grupo de ancianos judíos para el dominio del mundo, entonces
lo que tendríamos, sin lugar a dudas, es a un ser preocupado, no
importa su ideología, que desea hacer
comprender una amenaza que veía cernirse sobre Europa para que
ésta fuera combatida.
Es algo que quizás venga de antiguo, pero
particularmente desde finales del siglo XIX ha habido toda una serie de
movimientos, partidos, instituciones o religiones que han convertido a
la cuestión judía y su amenaza en un tema recurrente.
Monárquicos, conservadores (cristianos o musulmanes),
nacionalsocialistas, fascistas e incluso anarquistas (1), entre otros,
han considerado la lucha contra ellos o lo que representan una
cuestión vital. Un hecho del todo extraordinario y
que no ha sucedido con ningún otro pueblo en cualquier otro
lugar del mundo y ante el que la explicación oficial siempre
repite una incansable retahíla carente, si la analizamos
sólo un instante, de un sentido real y que suele rezar algo
así como que “el antisemitismo es un medio, recurrente a lo
largo de la historia, que consiste en señalar a un enemigo del
pueblo, un cabeza de turco, que permite distraer la atención y
poder aplicar medidas políticas de estilo maquiavélico
con total impunidad”, retahíla absurda, pues son siempre ellos
los judios y nunca otros pueblos o culturas quienes cumplen con esa
fucnión de "cabeza de turco" ¿Por qué será?.
Sería de todos modos equivalente a la maniqueista
descripción comunista de la realidad (todo proletario es bueno,
todo burgues es malo) centrarse en los
judíos como pueblo culpable en si mismo, por definción,
por nacimiento, y no en una serie de colectivos y/o hermandades
(judíos o no) que actuaban como unidades
independientes a las Naciones en las que habitan, actuando como
parásitos de ellas y su engranaje. Son sobretodo ellos y
sus intenciones y no únicamente o particularmente los judios,
quienes realmente quedan descritos en esta obra. Esta pieza, a mi
entender, procura ante todo advertir a la sociedad de principios del
siglo XX que aquellos que hasta entonces
habían sido meros parásitos
marginales, planeaban convertirse en gobernantes. Es decir, que los
poderes de ése tiempo, veían abalanzarse sobre ellos a un
nuevo enemigo, supranacional, más peligroso que nunca, que
buscaba suplantarles para dejar de vivir como un parásito
chupasangres para convertirse en un pastor que gobierna y domina los
rebaños y de cuya carne y pieles se alimenta cómodamente.
(1) Bakunin:
“Marx es un judío y está rodeado por una pandilla de
pequeños, medianamente inteligentes, astutos, ágiles y
especuladores judíos. (...) Ahora, este mundo judío, que
constituye una secta explotadora, un pueblo de sanguijuelas, un
parásito voraz.(...)Los Rotschild aprecian los méritos de
Marx y por otro lado, Marx siente una inclinación instintiva por
los Rotschild. (...) ¿Qué podrían tener en
común el comunismo y la Alta Finanza?. El comunismo de Marx
busca un fuerte estado centralizado, y donde ello exista, debe,
inevitablemente, existir un BC estatal, y donde exista allí la
parasitaria Nación Judía - que especula con el trabajo
del pueblo- encontrará el medio para la propia existencia.”
Prólogo de J. Evola.
Contra la masonería y el sionismo
Sería difícil exagerar la importancia de éste
documento. Como pocos otros, este documento tiene valor de "estimulante
espiritual", relevando horizontes insospechados y llamando la
atención sobre fundamentales problemas de acción y de
conocimiento que en estas horas decisivas de la historia occidental no
pueden descuidarse ni aplazarse sin perjudicar gravemente el frente de
aquellos que luchan en nombre del espíritu, de la
tradición, de la verdadera civilización.
Cobran particular relieve dos puntos de los Protocolos: El primero se
refiere directamente a la cuestión hebraica. El segundo es de
alcance general y conduce a afrontar el problema de las verdaderas
fuerzas que obran en la historia. Creemos oportuno
desarrollar algunas consideraciones, indispensables si queremos
señalar alguna orientación exacta, a fin de que el lector
pueda darse cuenta perfectamente de ambos puntos.
Para indicar dicha orientación ante todo es preciso encarar el
famoso problema de la autenticidad del documento, problema sobre el
cual se ha pretendido tendenciosamente concentrar toda la
atención para medir el alcance y la validez del escrito. Cosa,
en verdad, pueril.
En efecto, se puede, sin mas, negar la
existencia de toda forma de dirección secreta de los
acontecimientos de la historia. Pero no se puede
admitir, aunque solo sea por hipótesis, que tal cosa pueda
verificarse, sin reconocer que se impone entonces un género de
investigaciones muy diverso de las que se basan en el “documento”, en
el sentido más grosero del término.
Aquí reside precisamente
–según la justa observación de Guénon – el punto
decisivo, que limita la importancia de la cuestión de la
autenticidad en el hecho de que ninguna organización real y
seriamente secreta, cualquiera que sea su naturaleza, deja tras de
sí documentos escritos.
Tan sólo un procedimiento inductivo
puede, pues, determinar la importancia y el alcance de textos como los
Protocolos. Lo que significa que el problema de su autenticidad es
secundario, y que se lo debe reemplazar por el de su veracidad,
mucho más serio y esencial. Hace dieciséis años,
al publicar el texto en italiano por primera vez, Giovanni Preziosi
había puesto de relieve, muy oportunamente, este punto. La
conclusión seria y positiva de toda la polémica que entre
tanto se ha venido manifestando es la siguiente: aún suponiendo
que los protocolos no sean auténticos en el sentido más
restringido, pueden considerarse como si lo fuesen; y ello por dos
razones capitales y decisivas:
- Los hechos demuestran su verdad.
- Responden indiscutiblemente a las ideas
fundamentales del hebraísmo tradicional y moderno.
Puesto que se ha hablado tanto del proceso
de Berna, provocado por los Protocolos, será oportuno decir algo
a su respecto, a fin de que el lector sepa a qué ha de atenerse
y no se deje influenciar por informaciones tendenciosas. El proceso de
Berna no ha sido sino una maniobra del hebraísmo internacional,
el cual se ha servido de la justicia suiza (o, mejor dicho, de un juez
suizo marxista) para obtener una especie de ratificación
jurídica oficial acerca de la no-autenticidad de este documento,
que constituye una verdadera espina en el ojo de Israel.
Y que se trató realmente de una
maniobra es algo que se desprende de la misma ilegitimidad de plantear
en Berna la cuestión de la autenticidad de los Protocolos. La
corte de Berna, en efecto, había acogido la acusación de
algunas comunidades israelitas contra Silbio Schnell, que en una
reunión nacionalista difundió algunos ejemplares de la
edición alemana de los Protocolos; la acusación se basaba
en el Artículo 14 de la ley del cantón de Berna
concerniente a la instigación por medio de la prensa y de la
literatura inmoral. Sobre esta base, desde el punto de vista
rigurosamente jurídico, el tribunal de Berna no hubiera debido
interesarse absolutamente por el problema de la autenticidad o falsedad
de los Protocolos, limitándose a establecer si los Protocolos,
verdaderos o falsos, debían o no condenarse, en conformidad con
la ley citada, como escrito susceptible de instigar a una parte de la
población suiza contra la otra.
Fue el hebraismo el que trató de
desviar el proceso, concentrándolo en el problema del documento,
para llegar a la conclusión deseada. Y a este respecto son muy
significativas las siguientes palabras del gran rabino de Estocolmo:
“Este no es un proceso contra Schnell y sus compañeros, sino que
es el proceso de todos los israelitas del mundo contra todos sus
detractores. Dieciséis millones de israelitas fijan la mirada
sobre Berna”.
Al cabo de un larguísimo
procedimiento, el proceso, en primera instancia, terminó con la
condena de Schnell, de la cual los hebreos, muy satisfechos, sacaron la
consecuencia de que los Protocolos estaban definitivamente liquidados.
Fue un triunfo que duró muy poco. En segunda instancia,
noviembre de 1937, el tribunal de Berna anuló la primera
sentencia, absolvió a Schnell de la acusación,
condenó a las comunidades hebreas acusadoras a pagar las costas
del proceso y declaró que era cosa ajena a su competencia el
pronunciarse de un modo o de otro acerca de la cuestión de la
autenticidad.
Pero entre tanto, la cuestión
había sido planteada en el primero proceso. ¿Con
qué resultados? Nuevamente negativos. El frente hebraico
había tratado de lograr sus fines valiéndose de dos
medios principales: falsas atestiguaciones y tesis de plagio.
Aquí no podemos detenernos en
detalles, y nos limitaremos a lo que sigue(1):
Una tal señora Kolk, que como
princesa Redziwil había sido rea confesa de estafa y
falsificación y condenada como tal en una atestiguación
hábilmente concertada con la que una amiga suya y la de un tal
conde Du Chayla (personaje éste más que sospechoso,
paranoico, aventurero y traidor, condenado a muerte e indultado
posteriormente), declaró saber que los Protocolos fueron
redactados en París, aproximadamente en 1905, por tres agentes
de la policía secreta rusa, con el objeto de fomentar la
campaña antisemita. Y bien, resulta que este texto, ya en 1895
se hallaba en poder de una tal Stephanoffi, y en 1902 de Nilus, y que
en 1903 ya había aparecido integralmente en el periódico
ruso Snamja, vale decir, dos años antes de su presunta
redacción en París. Más aún, se ha
demostrado que ninguno de los tres personajes rusos –Ratschkovski,
Manuliloff y Golovinski- se hallaba en París en la época
en que, según la señora Kolk, habrían
procedido a la invención de los Protocolos.
El segundo punto se refiere a la
cuestión del plagio, cuestión en la que se ha introducido
un grave equívoco. En efecto, el problema del valor de los
Protocolos es muy diverso del que puede presentar
una obra literaria, con respecto a la cual es decisivo el examen de su
originalidad y del derecho de alguien a considerarse su autor.
Aquí se trata de algo bien distinto. Ahora bien ya en 1921, el Times
plantea la cuestión del plagio, por el hecho de que el texto
reproduce ideas y frases de un panfleto de un tal Jolly (semihebreo,
revolucionario y masón), aparecido en 1865 y que trataba de los
medios a emplear para realizar una política maquiavélica
de dominación. Esta analogía –o “plagio”- es verdadera y
no se limita únicamente a la obra de Jolly, pues se extiende a
diversas obras anteriores.
Pero ¿qué puede significar
esto? Para resolver la cuestión de si los Protocolos
corresponden o no a un programa formulado por una determinada
organización oculta para alcanzar el dominio universal es
indiferente el hecho de que su autor los haya creado o escrito con
total originalidad, o que para redactarlos se haya servido de ideas y
elementos de otras obras, cometiendo, desde el punto de vista
literario, un “plagio”. La polémica antisemita ha identificado
toda una serie de fuentes o antecedentes de los Protocolos, las cuales
tienen su inspiración general en una corriente única de
ideas y reflejan, a menudo en formas novelescas, la confusa
sensación de una verdad. Esta verdad es que toda la
orientación del mundo moderno responde a un plan establecido y
realizado por una determinada organización misteriosa.
Por estas vías, del problema de
la autenticidad volvemos al de la veracidad.
Con respecto al primero, el resultado del proceso de Berna ha sido,
pues, negativo: los causadores no han logrado demostrar que los
Protocolos son falsos. Pero, jurídicamente, el defensor
no tienen por qué demostrar la autenticidad de un
documento incriminado: es la acusación la que tiene que
demostrar su falsedad. Y como quiere que, a pesar de todos los
esfuerzos del hebraísmo de los testimonios concertados, la tesis
de “plagio”, los documentos tendenciosos suministrados por los sóviets,
las maniobras que, en primera instancia, llegaron a hacer que nos e
acogiese ni siquiera a un testigo de la defensa, y a pesar de un
dictamen pericial extremadamente unilateral de Loosli, conocido
filosemita, no se pudo establecer una verdadera prueba de falsedad, el
campo queda libre, y la cuestión de la autenticidad está
liquidada, es decir, supeditada a una prueba dúplice de
carácter superior, o sea, repitiendo:
- A la prueba a través de los hechos.
- A través de la esencia del
espíritu hebraico.
Aclaradas de este modo las cosas,
convendrá hablar ahora del contenido de los Protocolos.
Los Protocolos contienen el plan de una
guerra oculta, teniendo por objeto, ante todo, la destrucción
completa de todo lo que en los pueblos no hebreos es tradición,
casta, aristocracia, jerarquía, como asimismo todo valor
ético, religioso, sobrematerial. A tal propósito, una
organización internacional oculta, presidida por jefes reales
que tienen noción clara de sus finalidades y de los medios
apropiados para realizarlas, habría iniciado desde hace tiempo,
y seguiría desarrollando, una acción unitaria invisible,
a la cual habrían de referirse los principales focos de
perversión de la civilización y de las sociedades
occidentales; liberalismo, igualitarismo, individualismo, libre
pensamiento e iluminismo antirreligioso con todos sus derivados y
apéndices que conducen hasta la rebelión de las masas y
el mismo comunismo.
Es importante poner en relieve que los
Protocolos reconocen la absoluta falsedad de todas estas
ideologías; se las habría creado y propagado
únicamente como instrumentos de destrucción. Y
en cuanto al comunismo, se declara lo siguiente: “El hecho de que
hayamos logrado hacer que los no hebreos concibieran una idea tan
errónea, constituye la prueba irrefutable del mezquino concepto
que los mismos tienen de la vida humana, en comparación con el
que tenemos nosotros; en ello consiste nuestra esperanza de triunfo”
(protocolo XV).
Pero no se habla solamente de
ideologías políticas que han de infundirse sin que
resulten comprensibles su significado y sus finalidades; también
se habla de una “ciencia” igualmente creada a los fines de una
acción desmoralizadora general, y se hacen significativas
referencias a la superstición del “progreso”, al darwinismo, a
la sociología marxista e historicista, etcétera. A este
propósito se dice: “Los no hebreos ya no son capaces de razonar
en materia de ciencia sin nuestra ayuda”; al mismo tiempo, se reconoce
la falsedad de todas estas teorías (I, II, XIII).
En tercer lugar, una acción
propiamente cultural: dominar los principales centros de
enseñanza oficial, controlar la opinión pública
mediante el monopolio de la gran prensa y difundir en los países
dirigentes una literatura desequilibrada y equívoca (XIV), es
decir, ocasionar un derrotismo ético, como complemento del
derrotismo social, que se acrecentará mediante una ataque contra
los valores religiosos y sus representantes, que no ha de llevarse a
efecto de frente y abiertamente, sino remontando la crítica, la
desconfianza, el descrédito con respecto al clero (XVI, IV).
Se indica la “economización” de la
vida como uno de los medios destructores más importantes: de
aquí la necesidad de contar con una falange de “economistas”,
instrumentos conscientes o inconscientes de los jefes en la sombra. Una
vez destruidos los valores espirituales, que fueron base de la antigua
autoridad, reemplazándolos con cálculos
matemáticos y necesidades materiales, debe empujarse a los
pueblos hacia una lucha universal en la cual creerán perseguir
la satisfacción de sus intereses sin percatarse del enemigo
común (IV).
Finalmente, habrá que alimentar las
ideas ajenas, y, en lugar de atacarlas, utilizarlas para la
realización del plan final, por lo que
se reconoce la oportunidad de defender los puntos de vista
más diversos, desde el aristocrático o dictatorial hasta
el anárquico o socialista, siempre que sus efectos converjan en
el sentido del fin único (V, XII). Asimismo,
se considera la necesidad de destruir la vida familiar por su
influencia espiritualmente educadora (X) y la necesidad de embrutecer a
las masas con deportes y distracciones de todo género, y de
fomentar el lado pasional e irracional de las mismas, para quitarles
toda facultad de discernimiento (XIII). Ésta es la primera fase
de la guerra oculta: su objetivo es la
creación de un enorme proletariado, es la reducción de
los pueblos a un amasijo de seres sin tradición y sin
fuerza interior. Después de esta fase, se proyecta
una acción ulterior basada en la potencia
del oro. Los jefes ocultos controlaran el oro del mundo y, por su
medio, el conjunto de pueblos desarraigados, con sus dirigentes
aparentes y más o menos demagógicos. Mientras
que por un lado la destrucción procederá de venenos
ideológicos, rebeliones, revoluciones y conflictos de todo
género, los amos del oro fomentarán las crisis internas
generales, reduciendo a la humanidad a tal estado de postración,
desesperación y completa desilusión con respecto
a todo ideal o régimen, hasta convertirla en un
objeto pasivo en manos de los dominadores invisibles, que entonces
ellos se manifestarán y se afirmarán como jefes absolutos
de la Tierra. En la cúspide estará el rey de Israel, y la
antigua promesa del regnum del “pueblo elegido” se
realizará.
Ésta es la esencia de los
Protocolos. El problema que plantean tiene diversos aspectos.
El judío Disraeli escribió
una vez estas significativas palabras: “El mundo está dominado
por personas muy diversas de las que se imaginan aquellos que no se
encuentran entre las bambalinas”. La importancia de los Protocolos
consiste, ante todo y en todo caso, en que ocasionan ésta
sospecha, en que hacen presentir que la historia tiene una “tercera
dimensión”, que una “inteligencia” puede ocultarse tras los
acontecimientos y los dirigentes aparentes, y que muchas presuntas
causas no son sino efectos de una acción subterránea.
En particular, es importante lo que los
Protocolos dicen a propósito de una mentalidad
pseudocientífica creada últimamente a los fines del plan
preestablecido: el modo “científico” o “positivo” de concebir la
historia podría caber exactamente en ello y servir al objetivo
de distraer sistemáticamente la mirada del plano donde obran las
verdaderas causas. Nada es más significativo que le siguiente
pasaje de los Protocolos (XV): “Siendo de mentalidad puramente animal,
los no hebreos son incapaces de prever las consecuencias a que puede
conducir una causa presentada bajo una luz dada. Y es precisamente en
esta diferenciad e mentalidad existente entre nosotros y los no hebreos
donde podemos reconocer fácilmente que somos los elegidos de
Dios y comprobar nuestra naturaleza sobrehumana, en comparación
con la mediocre mentalidad, instintiva y animal, de los no hebreos.
Éstos sólo ven los hechos, pero no los prevén y
son incapaces de inventar cosa alguna que no sea material”.
Y se agrega (XV): “Por lo que se refiere a nuestra política
secreta, todas las naciones se hallan en estado infantil, y así
también sus gobiernos”.
Ahora, el hecho de que la historia de los
últimos tiempos presente las fases de una obra
sistemática y progresiva de destrucción espiritual,
política y cultural no es mera casualidad; y a este respecto los
Protocolos nos ofrecen, por lo menos, esos que un sabio llamaría
una “hipótesis de trabajo”, es decir una idea-base, cuya verdad
se reconfirma a través de su capacidad de organizar en una
investigación inductiva un conjunto de hechos aparentemente
esparcidos y espontáneos, haciendo resaltar su lógica y
su dirección única. Éste es el segundo punto que
conviene dejar asentado.
El hecho es que el contenido de los
Protocolos, en su primera parte, referente a las fases y vías de
la destrucción, corresponde de manera
impresionante a lo que se ha verificado o se viene verificando en la
historia de los últimos tiempos: casi como si los fejes de los
distintos gobiernos, los dirigentes aparentes de los distintos
movimientos y todos aquellos que durante el último siglo han
hecho la historia, no hubiesen sido sino ejecutores inconscientes de
otras tantas partes de un gran plan establecido, preanunciado desde
hacia mucho tiempo, así sea por ese texto como por otros, a los
que ya hemos aludido. Hugo Wast (Oro, Buenos Aires, 1935, pág.
30) pudo escribir: “Los Protocolos podrán
ser falsos; pero se realizan maravillosamente...”. Henry Ford, en el
diario “World” (17 de febrero de 1921), dice: “La única
apreciación que puedo formular acerca de los Protocolos es que
concuerdan perfectamente con lo que está sucediendo. Datan de
dieseis años atrás (2), y desde entonces se han ido
correspondiendo a la situación mundial y aún hoy indican
su ritmo. La historia misma ofrece, pues, una prueba de la veracidad de
los Protocolos; una prueba tal que contra ella todas las acusaciones de
los adversarios resultan impotentes, y todos los problemas de
credibilidad planteados por los “espíritus positivos” pasan a
indicar superficialidad y, más aún, irresponsabilidad,
falta de objetividad y exceso de prevención.
Gracias al capitalismo, la mentalidad del
gueto escaló las civilizaciones arianas, pero creando
también las premisas necesarias para la rebelión de las
masas obreras. Pero he aquí que también son hebreos
–Marx, Lassalle, Kautsky, Trotzski- los que suministran a las masas,
mediante una deformación materialista del mito mesiánico,
las armas ideológicas más poderosas y que subordinan su
movimiento a una finalidad bien definida: la destrucción de todo
supérstite resto de verdadero orden y de diferenciada
civilización.
Una táctica oculta guía
hacia igual fin los conflictos internacionales más decisivos; la
plutocracia hebrea arma ocultamente al militarismo, en tanto que, por
otra parte, la ideología hebraico-masónica del
liberalismo y de la democracia prepara oportunos frentes. Estalla la
conflagración mundial de 1914-18, cuyo verdadero sentido,
según declaraciones oficiales de un congreso internacional
masón que se llevó a cabo en París en el verano de
1917, fue la guerra santa de la democracia, “la coronación de la
obra de la revolución francesa”, teniendo por mira, no ya esta o
aquella reivindicación territorial, sino la destrucción
de los grandes imperios europeos y la constitución de la
Sociedad de Naciones como superestado democrático y masón
omnipotente.
El capitalismo hebraico americano
subvenciona la Revolución Rusa (a la que tampoco
fue ajena la masonería inglesa), y en el momento en que, gracias
al derrumbamiento de Rusia, un primero objetivo quedó realizado,
Estados Unidos interviene directamente sin ninguna razón seria,
y los Imperios Centrales siguen el destino de Rusia.
Después de la guerra la llama
revolucionaria se propaga por todas partes, así en las naciones
vencidas como en las vencedoras, y la potencia del hebraísmo
realiza un salto prodigioso hacia delante, ya sea gracias al
endeudamiento universal, ya sea gracias a una secreta dictadura en el
Estado soviético, ya sea por medio del gobierno de la
opinión pública mundial y de una acción cultural
general.
Fracasados los
objetivos más directos de la rebelión, se inicia una
nueva fase. La III Internacional cambia bruscamente de táctica,
aliándose con la II Internacional, con los frentes
populares y con las grandes democracias capitalistas, revelando
así los hilos comunes de la guerra secreta. Después del
fracaso de las sanciones, los acontecimientos de precipitan: llega
la revolución a España; Moscú entra
en decidida alianza con la Francia hebraico-masónica y, obrando
de concierto con la política antifascista de Inglaterra,
desempeña una función directiva en la Sociedad de
Naciones. Se preparan formaciones decisivas(3).
Pero
éstas son exactamente las frases prefinales del plan de los
Protocolos. En realidad, tomar como base las ideas-madre de este
escrito “apócrifo” significa poseer un seguro hilo conductor
para descubrir el significado unitario más profundo de las
más importantes subversiones de los últimos tiempos. Y es
precisamente por ello que Adolfo Hitler, sin vacilar,
reconoció a tal escrito el valor del reactivo más
poderoso para el despertar del pueblo alemán.
Después de lo cual, podemos pasar a
consideraciones ulteriores acerca de la prueba de veracidad de los
Protocolos, no solamente como sigillum veri, sino
también como documento de una acción
específicamente hebrea. En rigor, aún admitiendo una
causalidad superior como fondo de la subversión occidental,
queda por demostrar que precisamente el hebreo sea el único y
verdadero responsable. En otras palabras, aún admitiendo la
posible existencia de los “sabios”, se trata de ver si ellos son
precisamente “sabios de Sión”, especialmente para
alejar la sospecha de una tendenciosa interpretación que busque
un alibí para inculpar al hebreo de toda
subversión y por lo tanto para justificar una campaña
antisemita extremista. Sin duda, el problema se impone, pero dentro de
los límites en que puede tener sentido con respecto a una
organización , por hipótesis, oculta. Ya en la
masonería los dignatarios de los grados más elevados
ignoran quienes son precisamente los así llamados “superiores
desconocidos”, a quienes obedecen que hasta
podrían tenerlos al lado y no reconocerlos. No se
pretenderá, pues, que para encarar los problemas que se
desprenden de los Protocolos en relación al problema hebraico,
alguien comience por mostrar las cédulas de identidad,
debidamente comprobadas, de los “sabios”. Pero ello no impide ensayar
un proceso indiciario bien definido.
Diremos en seguida que nosotros,
personalmente, no podemos seguir aquí a un determinado
antisemitismo fanático que, viendo en todas partes al hebreo
como deus ex machina, termina por caer víctima de una
especie de lazo. Con razón, Guénon observó que uno
de los medios que las fuerzas disimuladas emplean para defenderse
consiste a menudo en hacer que tendenciosamente converja toda la
atención de sus adversarios sobre aquellos que sólo en
parte son causa real de determinadas subversiones; indicando de este
modo una especie de víctima expiatoria, conquistan toda la
libertad para proseguir en su juego. Vaya esto, en cierta medida,
también para la cuestión hebrea. La comprobación
del papel funesto que el hebreo desempeñó en la historia
de la civilización no debe impedir una indagación
más profunda, que nos haga advertir fuerzas de las que el mismo
hebraismo habría podido ser, en parte, tan sólo
instrumento. En los Protocolos, por lo demás, a menudo se habla
promiscuamente de hebraísmo y de masonería, se lee
“conspiración hebraico-masónica”, “nuestra divisa
masónica”, etc.., y al pie de su primera edición se lee:
“Firmado por los representantes de Sión del grado 33”. Dado que
la tesis según la cual la masonería sería
exclusivamente una creación y un instrumento hebraicos es, por
diversas razones, insostenible (4), se plantea la necesidad de
referirse a una trama mucho más vastas de fuerzas ocultas
pervertidoras, que nosotros hasta nos inclinamos a no limitar a
elementos puramente humanos.
Las principales ideologías
aconsejadas por los Protocolos como instrumentos de destrucción,
y que efectivamente han aparecido con tal significado en la historia
–liberalismo, individualismo, cienticifismo, racionalismo, etc.- no
son, por lo demás sino los últimos anillos de una cadena
de causas que no pueden concebirse sin antecedentes, como, por ejemplo,
el humanismo, la Reforma o el cartesianismo, fenómenos que nadie
pretenderá seriamente atribuir a una conjura hebraica, como
Nilus parece creer en su apéndice, considerando que la
conjugación de habría iniciado nada menos que en el
año 929 a.C.(5)
En cambio, debemos restringir la
acción destructora positiva de la internacional hebraica a un
período mucho más reciente, y reflexionar que los hebreos
encontraron un terreno ya minado por procesos de
descomposición y de involución, cuyos orígenes se
hallan en tiempos mucho mas remotos y que se unen en una
cadena de causas muy compleja (6); los hebreos utilizaron este terreno,
injertaron, por así decir, su acción, acelerando el ritmo
de tales procesos. Su papel de ejecutores de la subversión
mundial no puede ser, pues, absoluto.
Los “sabios ancianos” constituyen en
realidad un misterio mucho más profundo de los que pueden
suponer la mayor parte de los antisemitas, y
así también, aunque bajo un aspecto diverso, aquellos que
creen que todo comienza y termina en la internacional masónica y
cosas por el estilo.
Según nosotros, esta
restricción se impone. Pero, en el dominio que la misma, deja
libre aquel proceso “indiciario” a que hemos aludido, y que
constituye la segunda base de la veracidad de los Protocolos, tiene sin
más su razón de ser y conduce a resultados bien definidos.
Aquí es preciso distinguir dos
aspectos, práctico el uno, doctrinario el otro. Acerca del
primero: ¿hemos de creer realmente que tantos acontecimientos,
que se han resuelto en otros tantas victorias del hebraísmo, son
casuales, y que asimismo es casual la presencia infalible de hebreos,
semihebreos o emisarios del hebraísmo, en gavilla con la
masonería judaizada, en todos los principales focos de
subversión social, política y cultural
moderna?¿Debemos ignorar el hecho de que Israel se ha mantenido
unido, a pesar de la dispersión, y que algunos exponentes del
hebraísmo, casi repitiendo textualmente las palabras de los
Protocolos , reconocieron que dicha dispersión tiene caracteres
providenciales, pues facilita el dominio universal que tiene prometido
Israel?
Y, obsérvese a este respecto,
también existe una unidad muy diversa, de la abstracta e ideal.
Israel, célula inasimilable en todos los pueblos y en algunos
casos hasta Estado dentro del Estado (como, por ejemplo en
Checoslovaquia), tiene su propio parlamento supranacional, con
delegados legítimos elegidos por los hebreos de cada
país. Este parlamento efectúa normalmente sus congresos y
adopta sus decisiones, sin estar obligado, naturalmente, a suministrar
un informe completo y público al goim en busca del
“documento”. Por otra parte, existe un dominio en que las suposiciones
y las inducciones ceden su lugar al lenguaje de la más cruda
estadística: vale decir, es un hecho, que donde quiera que el
hebreo ha obtenido la emancipación y la paridad, no se ha
servido de ellas para ponerse en relaciones normales con los goim,
sino para escalar inmediatamente los principales puestos
de mando y las posiciones sociales privilegiadas, y para desarrollar,
más o menos manifiestamente, una hegemonía en el
verdadero sentido de la palabra. Hayan sido o no solapadamente lanzados
por los “sabios” los principios de la democracia y del liberalismo, el
hecho es que en todos los países y en todas las épocas en
que tales principios prevalecieron, el hebreo invadió
parasitaria o dictatorialmente los estratos más altos de la
cultura y de la sociedad, ejerció una acción destructora
y, corrosiva indudable, estableció las filas de una solidaridad
internacional de raza que –aun prescindiendo del plan de una verdadera
guerra secreta- tiene ya las características de una conjura.
¿Se trata, otra vez, de una “casualidad”?
Pero en el fondo este aspecto
práctico de la acción hebraica se vincula con el problema
teorético. Para encuadrar bien el problema hebraico y comprender
el verdadero peligro del hebraísmo, es preciso partir de la
premisa de que en la base del hebraísmo no es tanto la raza (en
sentido estrictamente biológico) lo que está, sino la
ley. La ley es el Antiguo Testamento, la Torah, pero también, y
sobre todo, son sus ulteriores desarrollos, la Mishna y esencialmente
el Talmud. Se ha dicho muy justamente que, así como Adán
fue plasmado por Jehová, asimismo el hebreo ha sido plasmado por
la ley: y la ley, en su influencia milenaria, a través de las
generaciones, ha despertado especiales instintos, un particular modo de
sentir, de reaccionar, de comportarse; entró en la sangre hasta
el punto de seguir obrando aún prescindiendo de la conciencia
directa y de la intención del individuo. Así es
cómo la unidad de Israel perdura a través de los tiempos,
en función de una esencia, de una incoercible manera de ser. Y
junto a tal unidad subsiste y obra siempre, fatalmente de modo
atávico e inconsciente, o de modo deliberado y serpentino, su
principio: la ley hebraica, el espíritu del Talmud.
Aquí es donde interviene otra
prueba decisiva de la veracidad de los Protocolos como documento
hebraico. Deducir de esta ley todas sus consecuencias lógicas en
términos de un plan de acción significa exactamente
llegar más o menos a cuanto se encuentra de esencial en los
Protocolos. Y es esencial en este punto destacar que mientras el
hebraísmo internacional empeñó todas sus fuerzas
en demostrar que los Protocolos son falsos, ha evitado siempre y con el
mayor cuidado el problema de ver hasta que punto tal documento, sea
falso o verdadero, corresponde al verdadero espíritu hebraico. Y
éste es precisamente el problema que ahora entendemos necesario
considerar.
La esencia de la ley hebraica es la
distinción radical entre el hebreo y el no hebreo más o
menos en iguales términos que entre hombre y bruto, entre
elegidos y esclavos; es la promesa de que el reinado universal de
Israel, tarde o temprano, llegará, y que todos los pueblos han
de yacer bajo el cetro de Judá; es deber, para el hebreo, de no
reconocer en ninguna ley, que no sea la suya, nada más que
violencia e injusticia y acusar un tormento, una indignidad, donde
quiera que el dominio, que él tiene, no sea el absoluto dominio;
es la declaración de una doble moral, que restringe l a
solidaridad a la raza hebraica, mientras ratifica toda mentira, todo
engaño, toda traición en las relaciones entre hebreos y
no hebreos, considerando a los segundos como una especie de seres al
margen de la ley; es, finalmente, la santificación del oro y del
interés como instrumentos de la potencia del hebreo, al que, por
promesa divina, pertenece toda la riqueza de la tierra y que
está legitimado para “devorar” todo el pueblos que el
Señor le dé. En el Talmud se llega a decir: “Al mejor
entre los no hebreos (goim) mátalo”. En el Shemoré
Esré, plegaria hebraica cotidiana, se lee: “Que
los apostatas pierdan toda esperanza, que los nazarenos y los minim
(cristianos) mueran de improviso, sean borrados del libro de la vida y
no se cuenten entre los justos”. “Ambición sin límites,
codicia devoradora, un deseo despiadado de venganza y un odio intenso”,
se lee en los Protocolos (XI), muy difícilmente podría
darse expresión más adecuada de lo que resulta patente a
todo aquel que penetre la esencia judaica. Y jamás ha perdido el
hebreo la esperanza del reino, antes bien, en ella
reside en gran parte el secreto de la fuerza inaudita que ha mantenido
en pie y ha conservado igual a sí mismo a Israel, tenaz,
obstinado y cobarde al mismo tiempo, a través de los siglos.
Aún hoy, anualmente, en la fiesta del Rosch Hassanah, todas las
comunidades hebraicas evocan la promesa: “Levantad las palmas de las
manos y aclamad jubilosos a Dios, pues Jehová, el
altísimo, el terrible, someterá a todas las naciones y
las pondrá a vuestro pies”.
Sobre tal base, la convergencia
teórica entre la esencia de los Protocolos y la del
hebraísmo es indiscutible, y se llega a la consecuencia de que
aún cuando los Protocolos hubieran sido inventados, su autor
habría escrito lo que los hebreos fieles a sus tradiciones y a
la voluntado profunda de Israel habrían pensado y escrito.
No se crea que estas
exhumaciones retrospectivas y que la Ley son un mito religioso
enterrado en un remoto y “superado” pasado. Hay muchos más
hebreos fieles a su tradición de cuantos se supone o se deja
suponer. Pero es preciso reconocer que no se limita a ellos la
acción del hebraísmo: la acción de una ley,
observada ininterrumpidamente por espacio de siglos, no se disipa de
hoy a mañana, sino que en una o en otra forma, se manifiesta
donde quiera que se encuentre la substancia hebraica. Y por lo que se
ha dicho más arriba acerca de la esencia de la Ley, la cual
induce a conceptuar como injusta y violenta toda organización
que no tenga por vértice al “pueblo elegido”, es fatal que el
hebreo se sienta inducido, más o menos conscientemente, a toda
agitación, a toda subversión, a un trabajo incesante de
corrosión.
Esto se ha verificado actualmente y se
verificará siempre. Ya en el período clásico, la
raza hebrea fue identificada muy significativamente a la
“tifónica”, es decir, a las fuerzas oscuras
disgregadoras, enemigas del dios solar, patrocinadoras del Caos,
engendradoras de los así llamados “hijos de la
rebelión impotente”. El mismo Teodoro Herzl, fundador del
sionismo, ha reconocido que los judíos, por un lado,
constituyeron el cuerpo de los suboficiales de todos los movimientos
revolucionarios, y, por otro lado, empuñaron el terrible poder
del oro. Y la oposición entre las dos internacionales, la
revolucionaria y la financiera, es tan sólo aparente,
sólo responde a la diversidad de dos objetivos
estratégicos, escondidos tras la escena de la historia
occidental. El caso del millonario hebreo Schiff, que se jactó
públicamente de haber subvencionado la revolución
bolchevique, es significativo y vale por muchos otros. También a
este respecto el apéndice ofrece al lector un material precioso,
que puede completarse con todo lo que Vita Italiana vino dando a luz
metódicamente.
Aquí debemos llamar la
atención también sobre la obra destructora de el
hebraísmo, tal como establecen las disposiciones de los
Protocolos, ha efectuado en el terreno propiamente cultural, protegido
por los tabúes de la ciencia, del arte y del pensamiento. Es
judío Freud, cuya teoría tiende a reducir la vida
interior a instintos y fuerzas inconscientes, o a convenciones y
represiones; lo es Einstein, que puso de moda el “relativismo”; lo es
Lombros, que formuló aberrantes ecuaciones entre el genio, la
delincuencia y la locura; lo es Stirner, padre de la anarquía
integral; y lo son Debussy (como medio hebreo), Schönberg y
Hahler, exponentes principales de una música de la decadencia.
Hebreo es Tzara, creador del dadaísmo, límite extremo de
la disgregación del arte de vanguardia, y asimismo son hebreos
Reinach y muchos exponentes de la así llamada escuela
sociológica, de la que es propia una degradante
interpretación de las antiguas religiones. Hebreo es Nordau, que
pretende reducir la esencia de la civilización a convenciones y
mentiras. La “mentalidad primitiva” es en gran parte descubrimiento del
hebreo Lévy-Bruhl, así como al hebreo Bergson se debe una
de las formas más típicas del racionalismo y de
exaltación de la “vida” y del “devenir”, contra todo principio
intelectual superior. Hebreo es Ludwig, con sus biografías que
son otras tantas deformaciones tendenciosas. Hebreos son Wasserman,
Doeblin y, con ellos, toda una falange de novelistas, en cuyas obras se
repite constantemente una larvada y corrosiva crítica de los
principales valores sociales. Y así sucesivamente.
¿Seremos tan ingenuos para afirmar
que todo esto sólo es cuestión de casualidad? De todas
estas personalidades, a quienes uno no puede tocar sin que le griten
“bárbaro” o “fanático racista”, emana una misma
influencia, que se propaga en los respectivos dominios con resultados
similares. Envilecer, remover todo punto firme, tornar
problemática toda certeza, subrayar tendenciosamente todo lo que
hay de inferior en el hombre, esparcir una especie de temor
pánico, que favorezca el abandono a merced de fuerzas obscuras y
así allanar el camino para una acción oculta del tipo de
la que indican los Protocolos: tal es el verdadero sentido del
hebraísmo cultural.
Al respecto del hebraismo cultural, no
hablaremos del plan preconcebido, y ni siquiera de una definida
intención por parte de los autores aisladamente considerados: es
la “raza”, es un instinto, que obra al igual que el quemar es propio de
la naturaleza del fuego. Lo cual no impide que toda esta acción
esparcida y causal vaya perfectamente al encuentro de la mas oculta,
deliberada y unitaria de las fuerzas de subversión mundial. Para
reconocer la existencia de la Internacional hebraica, no es, pues,
necesario admitir que todos los hebreos están dirigidos por una
verdadera organización que y que toda su acción obedece
deliberadamente a un plan. El coligamiento se produce en gran parte
automáticamente, en función de esencia. Una vez que se
consiga ver esto con claridad, queda confirmado, sin mas, otro aspecto
de la veracidad de los Protocolos.
Lo que en cambio puede aparecer dudoso, es
la naturaleza de los fines últimos de esta acción
indiscutible. La parte problemática de los Protocolos es la que
se refiere a la reconstrucción, no a la destrucción.
Cuando Nilus identifica apocalípticamente el ideal último
de los Protoclolos con la aparición del Anticristo (idea fija
del alma eslava), navega en lo fantástico. Lo que es verdad, en
cambio, es que tal ideal, en el fondo, no es ni mas ni menos que un
ideal imperial, y hasta en una forma superior: una autoridad absoluta
e inviolable de derecho divino, un régimen de
casta, un gobierno en manos de hombres que poseen un
conocimiento trascendente y se ríen de todo mito racionalista,
liberal y humanitario; defensa de los artesanos, lucha contra el lujo.
EL oro, habiendo dado término a su misión, quedará
relegado; lo mismo dígase de toda demagogia, de los “inmortales
principios” y de todas las ilusiones y sugestiones usadas y propinadas
como medios. Promesa de paz y de libertad, respeto de la propiedad y de
la persona, para todos los que reconozcan la ley de los sabios
ancianos. El soberano, predestinado por Dios, se consagrará a
destruir toda idea dictada por el instinto y por la animalidad;
será casi una personificación del destino; será
inaccesible a la pasión, dominador de sí mismo y del
mundo, indomable en su poder, y tal que no necesitará tener a su
alrededor ninguna guardia armada. (XII, XIII y XXIV).
La importancia de los Protocolos resulta
alterada, si no se separa esta parte de todo el resto: porque si tal
fuese el fin, todo en el fondo podría justificarse. Pero esto,
para nosotros, es fantasía. Nosotros hemos tratado de analizar
el proceso que ha conducido a la asociación paradójica
entre esos retornos de ideas tradicionales, vinculados con el ideal del
regnum, y los temas de la subversión
antitradicional: se trata de la desviación, que llega a ser una
verdadera “inversión”, que pueden experimentar determinados
elementos cuando el espíritu originario se reatrae de ellos y,
quedando abandonados, vienen a hallarse bajo la acción de
influencias de género muy diverso. Hemos tratado de identificar
las fases sucesivas de semejante inversión y perversión
(7).
La parte positiva, controlable, en el
documento en cuestión, es la otra; es todo aquello que nos deja
presentir, en el conjunto de los procesos destructores del mundo
moderno, algo que no es “casualidad”, algo así como un plan y la
presencia de potencias ocultas. En cuanto a el papel que
desempeña el hebreo en todo esto, ya hemos dicho lo que
pensamos, y creemos que sería abusivo pensar que todo lo que
él ha hecho, lo haya hecho teniendo por mira
el ideal del imperio espiritual, tal como lo describen los Protocolos.
Y aún cuando ello fuese cierto, para nosotros, que no somos
hebreos, significaría lo mismo, pues negamos el derecho de
Israel a considerarse “pueblo elegido” y a reivindicar para sí
un imperio cuya condición previa consistiría en subyugar
a las otras razas. Y en ningún caso estamos dispuestos a
pronunciar absoluciones.
Nosotros sabemos lo que tenía de
grande nuestra antigua Europa imperial, aristocrática y
espiritual, y sabemos que esta grandeza ha sido destruida. Hemos
estudiado las fuerzas que han llevado a efecto dicha destrucción
y sabemos el papel que en ella han tenido y tienen los hebreos, que
aún hoy se hallan infaliblemente presentes en todos los focos
virulentos de la Internacional revolucionaria. Esto basta, y no
necesitamos plantearnos ulteriores problemas. Antes bien, lo que
necesitamos es reconocer que la mayor parte de las posiciones que ocupa
el antisemitismo se hallan por debajo de la verdadera función
que debería incumbirles: pues con la idea de raza, de
nación , de contrarrevolución, de antibolchevismo, de
anticapitalismo y así sucesivamente, se podrá herir a
este o aquel sector del frente hebraico, y del frente más vasto
de la subversión, con el cual está vinculado, pero no se
llegará a su centro mismo.
Los mitos políticos de los
más son poca cosa, su aliento es demasiado breve, su validez
está a menudo atacada por los mismos males a los que
pretenderían poner remedio. Lo que se impone, en cambio, es el
retorno integral a la idea espiritual del imperio, es la voluntad
precisa, dura, absoluta, de una reconstrucción realmente
“tradicional” en todos los dominios, y ante todo en el del
espíritu, del cual depende todo el resto. En los Protocolos (V)
hay una alusión realmente significativa: se reconoce que
solamente el dominador que base su autoridad en un “derecho divino”
podrá aspirar realmente al imperio
universal, y poco después se agrega: solo en caso de que en el
campo enemigo apareciera algo semejante, habría alguien en
condiciones de luchar con los “sabios ancianos”; y entonces el
conflicto entre él y ellos “sería del tal
carácter, como el mundo no conoce aún igual”.
En ese punto, los Protocolos dicen: “Pero
ya es demasiado tarde para ellos”; es decir, para nosotros. Y nosotros
estamos convencidos de lo contrario. Esta es ya la hora en que las
fuerzas surgen en todas partes para la revancha, porque han vista la
faz del destino en que Europa estaba por caer. Todo depende de que
tales fuerzas lleguen a al plena conciencia de sus cometidos y de los
principios que han de seguir inflexiblemente en su acción; de
que tengan el valor de un radicalismo primeramente espiritual y
rechacen todo compromiso o transacción, toda concesión;
que elaboren las condiciones necesarias para constituir un frente de la
Internacional tradicional y procedan por este camino hasta el punto en
que la hora del “conflicto, cuyo igual el mundo no ha visto” las
encuentre reunidas en un bloque compacto, inquebrantable, irresistible.
Roma, septiembre de 1937 J. EVOLA.
(1)
Los lectores que
deseen detalles acerca del proceso de Berna, podrán leer un
artículo publicado a este propósito por Vita Italiana en
el número de octubre de 1937, y particularmente la obra “Das
Berner Fehlurteil die Protocole” de S. Vasz.
(2)
Ford se
refería a la primera edición hecha por Nilus, pero la
polémica antisemita ha comprobado que es posible remontarse a
por lo menos veinte años atrás, y que el mismo Bismarck
pudo conocer el documento original (n.e. italiano).
(3)
Para una
óptima reconstrucción de la “guerra oculta”,
señalamos al lector el libro La guerre Occulte, de Malinsky y De
Poncins (Paris, 1936), y el artículo de Vita Italiana; “Israel
prepara la guerra?” (julio de 1937)
(4)
Véase el
artículo “Sui rapporti fra Massoneria e Ebraismo”, Vita
Italiana, n. De junio de 1037. La hebraización de la
masonería puede considerarse como un fenómeno acaecido a
lo largo del siglo XVIII (n.e. italiano).
(5)
También
aquí Nilus parece traducir la sensación de una verdad
confusamente sentida. Las diversas etapas de la marcha de la serpiente
destructora, que él indica, son en gran parte exactas, pero
deben considerarse en un cuadro mucho más vasto y objetivo:
caída de la antigua Hélade dórico-sacral y
advenimiento de la Hélade “humanística”,
degeneración del Imperio Romano: degeneración absolutista
del Sacro Romano Imperio (Carlos V) y Reforma; preparación
de la Revolución francesa (iluminismo,
racionalismo, absolutismo); acción antitradicional de la
Inglaterra mercantilizada; ataque contra Austria y acción
secreta en el seno de Alemania; previsión del bolchevismo, punto
de llegada de la “serpiente” (n.e. italiano).
(6)
Véanse las
obras: Crisi del mondo moderno, (crisis del mundo moderno) de R.
Guénon y Rivolta contra il mondo moderno (revuelta contra el
mundo moderno) de J. Evola.
(7)
“transformazioni del regnum”, en Vita Italiana de noviembre de 1937 (n.e. italiano)
PROTOCOLO I
El derecho sólo
está en la Fuerza.- La Libertad no es más que una idea.-
El Liberalismo.- El oro.- La locura.- La Autonomía.- El
Despotismo del Capital.- El Enemigo Doméstico.- La Plebe.- La
Anarquía.- La Política y la Moral.- El derecho del
más fuerte.- El poder Judío Franc-Masón es
invencible.- El fin justifica los medios.- Las turbas son ciegas.- Las
discordias de los partidos.- La forma de gobierno que mejor conduce a
nuestro fin es la Autocracia.- Los Licores Fuertes.- El Clasicismo.- El
Libertinaje.- El principio y las Reglas del gobierno Judío y
FrancMasón.- El Terror.- Libertad, Igualdad y Fraternidad.- El
principio del gobierno dinástico.- Los Privilegios de la
Aristocracia de los Cristianos, destruidos. - La nueva aristocracia. -
Cálculo psicológico.- Abstracción de la Libertad.-
Amovilidad de los Representantes del Pueblo.
Dejemos de lado toda
fraseología; estudiemos en sí misma cada idea e
ilustremos la situación por medio de comparaciones y
deducciones. Voy, pues, a formular nuestro sistema desde el punto de
vista nuestro y desde el punto de vista de los cristianos. Hay que
hacer notar ante todo que los hombres dotados de malos instintos
abundan más que los de buenos sentimientos. Por esta
razón hay que esperar mejores resultados cuando se gobierna a
los hombres por medio de la violencia y el terror, que cuando se trata
de gobernarles por medio de las discusiones académicas. Todo
hombre aspira al poder; cada uno quisiera convertirse en dictador; si
esto fuera posible al mismo tiempo, muy poco faltaría para que
no estuvieran todos prontos a sacrificar el bien de los demás, a
trueque de conseguir cada uno su propio provecho.
¿Qué es, pues, lo que ha reprimido hasta ahora a esa
bestia feroz que se llama hombre? ¿Qué es lo que hapodido
dirigirle hasta el presente? Al iniciarse el orden social, el hombre se
ha sometido a la fuerza bruta y ciega;más tarde, a la Ley, que
no es más que esa misma fuerza, pero disfrazada. De donde yo
saco la conclusión que,según la Ley Natural, el derecho
radica en la fuerza. La Libertad Política es una idea y no un
hecho. Se necesita saber aplicar esta idea cuando es necesario atraer
las masas populares a un partido con el cebo de una idea, si ese
partido ha resuelto aplastar al contrario que se halla en el poder.
Este problema resulta de fácil solución si el adversario
se mantiene en el poder en virtud de la idea de libertad, de eso que se
llama Liberalismo, y sacrifica unpoco de su fuerza en obsequio de esa
idea: Libertad. Y he aquí por dónde ha de llegar el
triunfo de nuestra teoría:una vez que se aflojan las riendas del
poder, inmediatamente son recogidas por otras manos, en virtud del
instinto de conservación, porque la fuerza ciega del pueblo no
puede quedar un solo día sin tener quien la dirija, y el
nuevopoder no hace otra cosa sino reemplazar al anterior debilitado por
el Liberalismo.
En nuestros días, el poder del oro ha reemplazado al poder de
los gobiernos liberales. Hubo un tiempo en que la fe gobernaba. La idea
de libertad es irrealizable, porque nadie hay que sepa usar de ella en
su justa medida. Basta dejar al pueblo que por algún tiempo se
gobierne a sí mismo, para que inmediatamente esta
autonomía degenere en libertinaje. Surgen al punto las
discusiones, que se transforman luego en luchas sociales, en las que
los Estados se destruyen, quedando su grandeza reducida a cenizas.
Sea que el Estado se debilite en virtud de sus propios trastornos, sea
que sus disensiones interiores lo ponen a merced de sus enemigos de
fuera, desde ese momento, ya puede considerarse como irremediablemente
perdido; ha caído bajo nuestro poder.
El despotismo del Capital, tal como está en nuestras manos, se
le presenta como una tabla de salvación y a la que, de grado o
por fuerza, tiene que asirse, si no quiere naufragar. A quien su alma
noble y generosa induzca a considerar estos discursos como inmorales,
yo le preguntaría: Si todo Estado tiene dos enemigos y contra el
enemigo exterior le es permitido, sin tacharlo de inmoral, usar todos
los ardides de guerra, como ocultarle sus planes, tanto de ataque como
de defensa; sorprenderlo de noche o con fuerzas superiores, ¿por
qué estos mismos ardides empleados contra un enemigo más
peligroso que arruinaría el orden social y la propiedad, han de
reputarse como ilícitos e inmorales? ¿Puede un
espíritu equilibrado esperar dirigir con éxito las turbas
por medio de prudentes exhortaciones o por la persuasión, cuando
el camino queda expedito a la réplica, aun la más
irracional, si se tiene en cuenta que ésta parece reducir al
pueblo que todo lo entiende superficialmente? Los hombres, sean de la
plebe o no, se guían casi exclusivamente por sus pasiones, por
sus supersticiones, por sus costumbres, sus tradiciones y sus
teorías sentimentales; son esclavos de la división de
partidos que se oponen aun a la más razonable avenencia. Toda
decisión de las multitudes depende, en su mayor parte, de la
casualidad, y cualquier resolución suya es superficial y
adoptada con ligereza. En su ignorancia de los secretos
políticos, las multitudes toman resoluciones absurdas y la
anarquía arruina a los gobiernos.
La política nada tiene que ver con la moral. El gobierno que
toma por guía la moral no es político, y en consecuencia
es débil. El que quiera dominar debe recurrir a la astucia y a
la hipocresía. Esas grandes cualidades populares, franqueza y
honradez, son vicios en política, porque derriban de sus tronos
a los reyes mejor que el más poderoso enemigo. Estas virtudes
deben ser atributos de los príncipes cristianos; pero nunca
debemos tomarlas por guías de nuestra política.
Nuestro objeto es apoderarse de la fuerza. La palabra Derecho es un
concepto abstracto, al que nada corresponde en el orden real y con nada
se justifica.
Esta palabra simplemente significa: Dame esto que yo quiero, para
probar que yo soy más fuerte que tú...
¿Dónde empieza y dónde acaba el derecho? En un
estado en el que el poder está mal organizado, en el que las
leyes y el gobierno se han convertido en algo impersonal, como
efectivamente sucede con los innumerables derechos que el Liberalismo
ha creado, yo veo un nuevo derecho: el de echarme en virtud de la ley
del más fuerte, sobre el orden, sobre todos los reglamentos y
leyes establecidos, y trastornarlos; el de poner mano sobre la ley, el
de reconstruir a mi antojo todas las instituciones y constituirme amo y
señor de los que nos abandonan los derechos que su propia fuerza
les había dado, y a los que han renunciado voluntariamente,
liberalmente... Gracias a la debilidad actual de todos los gobiernos,
el nuestro será más duradero que cualquier otro, porque
será invencible hasta el último momento, y quedará
tan profundamente arraigado que no habrá astucia que pueda
causar su ruina...
De todos los males más o menos transitorios que hasta hoy nos
hemos visto obligados a causar, nacerá el bien de un gobierno
inconmovible que restablecerá la marcha normal del mecanismo de
la existencia nacional, perturbada por el Liberalismo. El éxito
justifica los medios. Pongamos la atención en nuestros
proyectos, pero fijándonos menos en lo bueno y lo moral que en
lo necesario y en lo útil.
Tenemos delante de nosotros un plan en el que están
estratégicamente expuestos los lineamientos de los que no
podemos desviarnos sin peligro de ver destruido el trabajo de muchos
siglos.
Para encontrar los medios que conducen a este fin, debemos tomar en
cuenta la cobardía, la volubilidad, la inconstancia de las
multitudes; su incapacidad para comprender y valorizar las condiciones
de su vida y de su bienestar. Es necesario no perder de vista que la
fuerza de las multitudes es ciega e insensata; que no discurren, que
oyen lo mismo de un lado que del otro. Un ciego no puede guiar a otro
sin caer ambos al precipicio. Pues de igual manera los hombres de las
turbas, salidos del pueblo, aunque estén dotados de un genio
singular, les hace falta comprender la política y no pueden
intentar con éxito dirigir a los demás sin causar la
ruina de una nación. Sólo un individuo preparado
desde su niñez a la autocracia puede conocer el lenguaje y la
realidad políticas. Un pueblo abandonado a sí mismo, es
decir, puesto en manos de un advenedizo, se arruina por las discordias
de los partidos que excitan la sed del mando y por los
desórdenes que de esto se originan. ¿Pueden por ventura
las turbas populares razonar serenamente, sin rivalidades intestinas y
dirigir los asuntos del Estado, que no pueden ni deben confundirse con
los intereses personales? ¿Pueden defenderse contra los enemigos
de fuera?. Esto es imposible. Cualquier plan dividido entre tantas
cabezas como son las de las multitudes, resulta ininteligible e
irrealizable.
Sólo un autócrata puede elaborar planes vastos y claros;
dar a cada cosa el lugar que le corresponde en el mecanismo de la
máquina del gobierno. Digamos, pues, en conclusión, que
para que un gobierno pueda ser útil al pueblo y alcanzar el fin
que se propone, debe estar centralizado en las manos de un individuo
responsable. Sin el despotismo absoluto, la civilización es.
imposible; la civilización no es obra de las masas, sino del que
las dirige, sea éste el que fuere. La multitud es un
bárbaro que en todas las ocasiones demuestra su barbarie. Tan
pronto como las turbas arrebatan su libertad, ésta degenera en
anarquía, que es el más alto grado de barbarie.
¡Ved esos animales ebrios de aguardiente, embrutecidos por el
vino, esos hombres a quienes al mismo tiempo que se les ha dado la
libertad se les ha concedido el derecho de beber hasta ahogarse!
Nosotros no podemos permitir que los nuestros caigan tan bajo.
Los pueblos cristianos están idiotizados por el alcohol y los
licores; su juventud embrutecida por los estudios clásicos y el
libertinaje precoz al que la han empujado nuestros agentes-maestros,
criados, gobernantes, en las casas ricas; otros agentes nuestros,
nuestras mujeres, en los centros de diversión de los Cristianos.
A estas últimas hay que sumar las que se llaman mujeres de
mundo, imitadoras voluntarias del libertinaje de aquéllas y de
su lujo.
Nuestra palabra de orden es la fuerza y la hipocresía.
Sólo la fuerza puede triunfar en política, principalmente
si permanece velada por el talento y demás cualidades necesarias
a los hombres de Estado.
La violencia ha de ser un principio: la hipocresía y la astucia
una regla para los gobernantes que no quieran dejar caer su corona en
las manos de una fuerza nueva. Este mal es el medio único de
llegar al fin: el bien.
Por lo mismo, no debemos detenernos como espantados delante de la
corrupción, del engaño, de la traición, siempre
que ellos sean medios para llegar a nuestros fines. En política
se necesita saber echarse sin vacilaciones sobre la propiedad ajena, si
por este medio podemos obtener la sumisión de los pueblos y el
poder.
Nuestro Estado, en esta conquista pacífica, tiene el derecho de
reemplazar y sustituir los horrores de la guerra por las sentencias de
muerte, menos ostensibles, pero más provechosas para mantener
vivo este terror que hace a los pueblos que obedezcan ciegamente. Una
severidad justa, pero inflexible, es el principal factor de la fuerza
de un Estado, y esto constituye no sólo una ventaja nuestra,
sino también un deber, el deber que tenemos de adaptarnos a este
programa de violencia y de hipocresía, para alcanzar el triunfo.
Tal doctrina basada sobre el cálculo es tan eficaz como los
medios de que se sirve. No es, pues, solamente por estos medios, sino
también por esta doctrina de la severidad como someteremos todos
los gobiernos a nuestro Super-Gobierno. Bastará que se sepa que
somos inflexibles para reprimir todo conato de insubordinación.
Somos los primeros que en los tiempos que se llaman antiguos echamos a
volar entre el pueblo las palabras: LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD;
palabras tantas veces repetidas en el correr de los años por
cotorras inconscientes que, atraídas de todas partes por este
cebo, no han hecho uso de él sino para destruir la prosperidad
del mundo, la verdadera libertad del individuo, en otras épocas
tan bien garantizada contra las violencias de las turbas. Hombres que
se juzgan inteligentes, no han sido capaces de desentrañar el
sentido oculto de estas palabras, ni han visto la contradicción
que ellas encierran, ni han comprendido que no puede haber igualdad en
la naturaleza, ni puede haber libertad, y que la naturaleza misma ha
establecido la desigualdad de espíritus, de caracteres, de
inteligencias tan estrictamente sometidos a sus leyes; tampoco han
comprendido que las turbas. son una fuerza ciega; que los advenedizos
que ellas escogen para que las gobiernen no son menos ciegos ni
más entendidos en política que ellas mismas; que el
iniciado en estos secretos, así sea un ignorante, será
apto para el gobierno, mientras que las multitudes de los no iniciados,
aunque sean grandes talentos, nada entienden de política.
Todas estas consideraciones no están al alcance de las
inteligencias de los Cristianos; sin embargo, en ellas descansa el
principio de los gobiernos dinásticos: el padre
transmitía a su hijo los secretos de la política,
desconocidos a cualquier otro que no fuera de la familia reinante, a
fin de que esos secretos no fueran traicionados. Más tarde, el
sentido de la transmisión hereditaria y de los verdaderos
principios de la política se perdió. El éxito de
la obra fue en aumento.
Sin embargo, en el mundo las palabras Igualdad, Libertad y Fraternidad,
con la intervención de nuestros agentes incondicionales,
incorporaron a nuestras filas verdaderas legiones de hombres que
tremolaron con entusiasmo nuestras banderas. Pero estas palabras son la
carcoma que roe y destruye la prosperidad de todos los Cristianos,
destruyendo por completo la paz, la tranquilidad, la unión,-
minando todos los fundamentos de sus Estados.
Vosotros veréis en seguida que esto contribuye a vuestro
triunfo: nos da, entre otras cosas, la posibilidad de obtener la
victoria más importante: es decir, la abolición de los
privilegios de la aristocracia de los Cristianos y del único
medio de defensa que tenían contra nosotros los pueblos y las
naciones. Sobre las ruinas de la aristocracia natural y hereditaria,
hemos alzado nuestra aristocracia de la inteligencia y del dinero.
Hemos tomado por criterio de esta aristocracia la riqueza, que depende
de nosotros, y la ciencia que está dirigida por nuestros sabios.
Nuestra victoria ha sido tanto más fácil cuanto que
nosotros, en las relaciones que tenemos con los hombres de que
necesitamos para nuestro fin, sabemos siempre herir las fibras
más sensibles del espíritu humano: el cálculo, la
codicia, la insaciabilidad de las necesidades materiales de los
hombres; cada una de estas debilidades explotada separadamente es capaz
de ahogar el espíritu de iniciativa, poniendo la voluntad de los
hombres a la disposición del que compra su actividad.
El concepto abstracto de la libertad ha hecho posible el persuadir a
las multitudes de que un gobierno no es más que un gerente del
propietario del país, es decir, del pueblo, y que se le puede
cambiar como se cambia un par de guantes usados. La amovilidad de los
representantes del pueblo los pone a nuestro arbitrio; ellos dependen
de nuestra elección.
PROTOCOLO II
Las guerras económicas
son base de la supremacía Judía.- El Gobierno Visible y
los Consejos Secretos.- Los éxitos de las Doctrinas
Destructoras.- La asimilación en Política.- El papel de la
Prensa.- El precio del oro y el valor de las víctimas
Judías.
Nos es de todo punto necesario que las guerras, a ser posible, no
confieran ninguna ventaja territorial a los beligerantes. La guerra
queda así transportada al terreno económico, con lo que
las naciones verán la fuerza de nuestra supremacía y esta
situación pondrá a los dos adversarios a la
disposición de nuestros agentes internacionales que tienen
millares de ojos, a cuya mirada no sirve de obstáculo frontera
alguna. Entonces nuestros derechos internacionales crearán los
derechos nacionales, en el verdadero sentido de la palabra, y
gobernarán a los pueblos de la misma manera que el derecho civil
de los Estados normaliza las relaciones de sus súbditos entre
sí.
Los gobernantes, elegidos de entre el pueblo por nosotros mismos, en
razón de sus aptitudes serviles, serán individuos no
preparados para el gobierno del país. Así, por este
camino, vendrán a ser los peones de nuestro juego de ajedrez
fácilmente manejables por las manos de nuestros sabios y
geniales consejeros, de nuestros especialistas educados y formados
desde su tierna edad para el manejo de los negocios de todo el mundo.
No ignoráis que estos nuestros especialistas han sacado sus
conocimientos de gobierno de nuestros planes políticos, de las
experiencias de la historia y del estudio de todos los acontecimientos
notables.
Los Cristianos no se guían en la práctica de
observaciones imparciales sacadas de la historia sino por una rutina
meramente teórica insuficiente para poder esperar de ella un
resultado práctico. Por eso nosotros no hemos de tomarlo en
cuenta. Dejadlos que se diviertan todavía por algún
tiempo; que vivan de esperanzas o de nuevas diversiones o del recuerdo
de las que ya pasaron. Dejémoslos creer en la importancia que
nosotros mismos les hemos inspirado de las leyes científicas y
sus teorías. Precisamente con ese designio hemos fomentado
constantemente por medio de nuestra prensa su confianza ciega en esas
leyes. La clase pensante de los Cristianos se ufanará orgullosa
de sus conocimientos, y sin examinarlos a la luz de la lógica
pondrá en acción todas las enseñanzas de la
ciencia acumuladas por nuestros agentes para guiar sus inteligencias en
el sentido que a nosotros nos conviene.
No penséis que carecen de fundamento nuestras afirmaciones.
Fijaos solamente en el éxito que hemos obtenido creando el
darwinismo o el marxismo o el nietzchismo. Para nosotros, al menos, la
influencia deletérea de esas doctrinas debe ser del todo
evidente.
Es necesario que tengamos en cuenta las ideas, los caracteres, las
tendencias modernas de los pueblos, para no incurrir en errores en
política y en el manejo de los negocios. Nuestro sistema, cuyas
partes pueden estar dispuestas diferentemente, según son los
pueblos con que tropezamos en nuestro camino, no puede tener
éxito, si su aplicación práctica no está
fundada en los resultados obtenidos en el tiempo pasado comparado con
el presente. Los Estados modernos tienen en sus manos una gran fuerza
creadora: la Prensa. Su papel es el de expresar las reivindicaciones
que se dicen necesarias, indispensables; hacer conocer las quejas de
los pueblos; crear el descontento y darle una voz con que expresarlo.
En la Prensa está encarnada la libertad de palabra.
Pero los Estados no han sabido utilizar esta fuerza que ha caído
ya en nuestras manos. Por la Prensa hemos conquistado toda la
influencia, quedando nosotros ocultos en la sombra, y gracias a ella
hemos podido amasar el oro con nuestras manos como precio de los
torrentes de lágrimas y de sangre, en medio de los cuales hemos
podido arrebatarlo... Pero nos hemos rescatado a nosotros mismos
mediante el sacrificio de muchísimos de los nuestros. CADA UNO
DE LOS NUESTROS QUE HA SIDO SACRIFICADO VALE DELANTE DE DIOS POR
MILLARES DE CRISTIANOS.
PROTOCOLO III
La
Serpiente Simbólica y su significación.- La inestabilidad
del equilibrio constitucional.- El terror en los palacios.- El poder y
la ambición.- Las máquinas parlamentarias de hablar.- Los
panfletos.- Los abusos del poder.- La esclavitud económica.- La
verdad del Pueblo. - Los acaparadores y la aristocracia. - El
ejército Franc-Masón-Judío. - La
degeneración de los Cristianos.- El hambre y el derecho del
Capital. -La venida y coronación del Amo Universal -El objeto
fundamental del programa de las escuelas populares del porvenir.- El
secreto de la ciencia del orden social.- Crisis económica
general -Seguridad de los nuestros.- El despotismo
Franc-Masónico y la Revolución Francesa o reinado de la
razón.- Pérdida de un guía.- El Rey déspota
es de la sangre de Israel.- Causas de la invulnerabilidad de la
Franc-Masonería.- El papel de los agentes secretos de la misma.-
La Libertad.
Hoy puedo anunciaros que nos
encontramos ya cerca del fin. Nos queda por recorrer un poco de camino
y el círculo de la Serpiente Simbólica,
representación de nuestro pueblo, quedará cerrado. Cuando
esto se verifique, los Estados de Europa quedarán aprisionados
como con un fuerte tornillo. Muy pronto quedará destruido el
equilibrio constitucional, pues lo hemos falseado para que no cese de
inclinarse ya a un lado, ya al otro hasta que por fin la balanza se
desgaste. Los Cristianos creían haber establecido ese equilibrio
sólidamente y siempre estaban esperando que los platillos de la
balanza se igualaran. Pero los gobernantes, es decir, el fiel de la
balanza, están protegidos por sus representantes que hacen mil
tonterías y se dejan arrastrar por su poder sin control y sin
responsabilidad. Este poder lo deben al terror que reina en los
palacios. Los gobernantes no pueden siquiera acercarse a su pueblo, ni
ponerse de acuerdo con él para defenderse contra los que aspiran
al poder. La fuerza clarividente de los gobernantes y la fuerza ciega
del pueblo divididas por nosotros, han perdido toda su importancia;
separadas como están, son tan impotentes como el ciego sin su
bastón. Para azuzar a los ambiciosos a abusar del poder, hemos
enfrentado todas las fuerzas desarrollando sus tendencias liberales
hacia la independencia. Hemos estimulado todo instinto tendente a este
objeto; hemos armado a todos los partidos; hemos hecho del poder el
blanco de todas las ambiciones. Hemos transformado todos los Estados en
arenas en que se desarrollan todas las luchas. Un poco más de
tiempo, y los des órdenes y las bancarrotas aparecerán
por dondequiera. Charlatanes inagotables han transformado las sesiones
de los parlamentos y las asambleas gubernativas en torneos oratorios.
Periodistas audaces, panfletistas sin pizca de vergüenza, atacan
todos los días a los gobernantes. Los abusos del poder
prepararán finalmente el derrumbamiento de todas las
instituciones y todo caerá destruido a los golpes de las turbas
enloquecidas. Los pueblos están encadenados a un rudo trabajo,
más fuertemente de lo que podrían encadenarlos la
servidumbre y la esclavitud. Sería posible entrar en arreglos
con ellos; pero de su miseria nadie puede librarlos. Los derechos que
hemos consignado en las Constituciones son ficticios para las masas, no
son reales. Todos estos llamados Derechos del pueblo no pueden existir
sino en la imaginación, pero nunca en la realidad.
¿Qué puede significar para el proletario, para el obrero
que vive encorvado sobre su rudo trabajo, agobiado por su miseria, el
derecho que se concede al charlatán incansable, al periodista
que escribe toda clase de necedades aun de asuntos serios que no
conoce, desde el momento que el proletario no saca otra ventaja de la
Constitución que las miserables migajas que dejamos caer de
nuestra mesa como precio de un voto emitido conforme nuestra consigna
en favor de nuestros agentes e intermediarios?. Los derechos
republicanos, para el pobre diablo no son sino una amarga
ironía; la necesidad de un trabajo diario no le permite gozar;
pero en cambio, esos derechos le privan de la garantía de una
ganancia constante y segura, y lo entregan atado de pies y manos a las
huelgas, a los patronos o a los compañeros. Bajo nuestra
dirección ha destruido el pueblo la aristocracia, que era su
protectora, su bienhechora natural, porque sus intereses estaban
inseparablemente unidos a la prosperidad del pueblo. Una vez destruida
la aristocracia, el pueblo ha caído bajo el yugo de los
acaparadores, de los ladrones enriquecidos que lo oprimen de manera
despiadada y cruel. Nosotros debemos aparecer como libertadores del
obrero de ese yugo que lo oprime, proponiéndole que se aliste en
las filas de ese ejército de Socialistas, Anarquistas y
Comunistas, que siempre mantenemos en pie, con el pretexto de
solidaridad entre los miembros de nuestra Franc-Masonería
social. La Aristocracia que disfrutaba, antes, enteramentedel derecho
al trabajo de los obreros, tenía interés en que
éstos vivieran bien alimentados, sanos y fuertes. A nosotros,
por lo contrario, lo que nosinteresa es que los Cristianos degeneren.
Nuestra fuerza radica en el hambre crónica, en la debilidad del
obrero. porque éstas lo subyugan a nuestro capricho, y porque
así carecerá en su impotencia de la energía y la
fuerzanecesarias para oponerse a ese capricho. El hambre dará al
Capital más derechos sobre el obrero que los que jamás
otorgaron a la Aristocracia la ley y el poder de los monarcas. Mediante
la miseria, el odio y la envidia que ella produce, manejaremos y
utilizaremos sus manos para aplastar a los que se oponen a nuestros
designios. Cuando llegue el tiempo de que nuestro rey universal sea
coronado, esas mismas manos barrerán todo obstáculo que
pudiera atravesarse en el camino a nuestro soberano. Los Cristianos han
perdido la costumbre de pensar por sí mismos algo que sea
distinto de lo que nuestros consejeros científicos les inspiran.
Esta es la razón de que no vean la necesidad urgente de hacer
ahora lo que nosotros haremos al advenimiento de nuestro reinado, esto
es, enseñar en las escuelas primarias la única ciencia
verdadera y la primera de todas, la ciencia del orden social, de la
vida humana, de la existencia de las sociedades, que exige
imperiosamente la división del trabajo, y por consecuencia la
distinción de los hombres en clases y condiciones. Es preciso
que todos sepan que en virtud de las diferentes actividades a que cada
uno está destinado, la igualdad es imposible, pues no todos
pueden ser igualmente responsables ante la ley. No es la misma, por
ejemplo, la responsabilidad del que con sus actos puede comprometer a
toda una clase, que la del que solamente compromete su propio honor. La
verdadera ciencia del orden social, en cuyos secretos no tenemos
costumbre de iniciar a los Cristianos, enseñará a todos
que el lugar y el trabajo de cada uno deben ser diferentes, como una
consecuencia de la necesidad de relación que hay entre la
educación y el mismo trabajo. Una vez que los pueblos estudien y
aprendan esta ciencia, obedecerán gustosos a los gobiernos y al
orden establecido por ellos en los Estados, y al contrario, en el
actual estado de la ciencia, tal como nosotros la hemos hecho, el
pueblo, creyendo ciegamente la palabra impresa, se alimenta de los
errores que en su ignorancia, se le van insinuando por los iniciados en
nuestros secretos, contra las otras clases sociales, que él cree
superiores, porque no comprende la importancia de cada una de ellas.
Cuando el pueblo ve que en nombre de la libertad, se le hacen tantas
concesiones, y se tienen con él tantas complacencias, se imagina
que es dueño y señor, y se echa sobre el poder; pero,
naturalmente, tropieza como un ciego con una multitud de
obstáculos; entonces se echa a buscar quien lo conduzca a
través de esos obstáculos, y no encontrándolo,
acoge la idea de volver a lo pasado y depone todos sus poderes a
nuestros pies.
Acordaos, si no, de la Revolución Francesa, a la que nosotros
hemos dado el calificativo de grande; los secretos de su
preparación no son demasiado conocidos, porque esa
revolución, tal como fue, es obra de nuestras manos.
Desde entonces vamos llevando
al pueblo de un desengaño a otro, para que, al fin, abdique en
nosotros su poder, en provecho del Rey Déspota de la sangre de
Israel, que venimos preparando al mundo. En la actualidad, como fuerza
internacional, somos invulnerables, porque, cuando se nos ataca en un
Estado, en otros se nos defiende. Es la cobardía inmensa de los
pueblos cristianos, que se arrastran ante la fuerza, que no tienen
piedad para con la debilidad, ni misericordia para las faltas ligeras,
pero sí indulgencia para el crimen; que no quisieran tolerar las
contradicciones de la libertad, pero son sufridos hasta el martirio,
ante la violencia de un audaz déspota; todo esto, favorece
nuestra independencia. Toleran y sufren a los primerosministros de
estos tiempos con abusos, por el menor de los cuales harían
rodar ensangrentadas las cabezas de veinte reyes. ¿Cómo
explicar este fenómeno, esta inconsecuencia de las masas
populares en presencia de hechosque parecen de la misma naturaleza?
Este fenómeno se explica por el hecho de que estos dictadores-
los primeros ministros- hacen, por medio de sus agentes, decir a sotto
voce al pueblo, que si ellos causan tantos males a los Estados, es con
el fin inmediato y último de alcanzar la felicidad de los
pueblos, la fraternidad internacional, la solidaridad, la igualdad de
derechos para todos. Naturalmente que no se les dice que esta unidad
debehacerse bajo nuestra autoridad. Y aquí tenéis al
pueblo condenando a los justos y absolviendo a los culpables y cada vez
más persuadido de que puede hacer cuanto le plazca. En estas
condiciones, el pueblo destruye toda cosa estable y crea el desorden a
cada paso. La palabra Libertad conduce a las sociedades humanas a la
lucha constante contra toda fuerza, contra todo poder, aunque sea el de
Dios y el de la Naturaleza. Aquí tenéis también
por qué a nuestro advenimiento será necesario suprimir
del vocabulario humano esta palabra, como principio de la brutalidad
que transforma a las multitudes en bestias feroces. Es verdad que las
fieras se adormecen cuando se las harta de sangre y que así
puede encadenárselas fácilmente. Pero si no se las da
sangre, no se adormecen y sus instintos de lucha se despiertan.
PROTOCOLO IV
Las diferentes etapas de una república.- La
FrancMasonería exterior.- La Libertad y la Fe.- La Competencia
internacional del Comercio y de la Industria.- El papel de la
especulación.- El culto del oro.
Toda República pasa por distintas etapas. La primera
comprende los primeros días de locura de un ciego que va dando
tumbos a diestra y siniestra. La segundaes la de la demagogia que da
origen a la anarquía; después viene infaliblemente el
despotismo; pero no un despotismo legal y declarado, y por
consiguiente, responsable; sino desconocido, invisible, que, sin
embargo, se hace sentir; un despotismo ejercido por una
organización secreta que obra con tanto menor escrúpulo
cuanto que lo hace amparado y cubierto por distintos agentes, cuyo
cambio, lejos de perjudicarlo, lo sostiene más,
dispensándole de gastar sus recursos, en recompensar largos
servicios. ¿Quién puede destruir una fuerza
invisible? Pues tal es la nuestra. La Franc-Masonería exterior
no sirve más que para encubrir nuestros designios; el plan de
acción de esta fuerza, el punto mismo en que se apoya,
quedarán siempre para el pueblo en el más absoluto
misterio. Aun la libertad podría ser inofensiva y existir en el
Estado, sin dañar a la prosperidad de los pueblos, siempre que
descansara sobre el principio de la creencia de Dios, y de la verdadera
fraternidad humana, excluyendo la idea de igualdad, a la que aun las
leyes mismas de la creación son contrarias, supuesto que
éstas establecen la subordinación necesaria. Con esa fe,
el pueblo se dejaría gobernar bajo la tutela de sus pastores
espirituales, y caminaría sumiso y tranquilo bajo la mano de su
párroco, resignado con la distribución que Dios ha hecho
de los bienes de la tierra. He aquí por qué es necesario
quenosotros arruinemos la fe y arranquemos de los espíritus
cristianos el principio mismo de la Divinidad sustituyéndolo por
los cálculos y las necesidades materiales (!!!). Así,
pues, para que los espíritus cristianosno tengan tiempo para
pensar y reflexionar, es necesario distraerlos por medio de la
industria y del comercio. De esta suerte todos los
pueblosbuscarán su provecho material, y luchando cada uno por
sus propias ventajas, no darán ninguna importancia al enemigo
común.
Pero para que la libertadpueda de esa manera disolver y destruir
completamente las Sociedades Cristianas, se necesita hacer de la
especulación la base de la industria, de tal manera que toda la
riqueza que la industria extraiga de la tierra, no quede en manos de
los industriales, que se emplee en especulaciones, esdecir, venga a
parar a nuestras cajas. La lucha encarnizada por lasupremacía,
los choques de la vida económica crearán, mejor dicho,
hancreado ya, sociedades sin ideales, frías y carentes de
sentimientos. Estassociedades sentirán repugnancia por la
política noble y elevada y por laReligión. Su
único culto, su única guía será el
cálculo, o lo que es lo mismo, el oro, al que se
tributará una verdadera adoración, por razón de
los bienes materiales que proporciona. Entonces, las clases humildes de
los Cristianos nos seguirán en nuestra lucha contra las clases
elevadas y pensantes que están en el poder y son nuestros
competidores, y nos seguirán, no ya para hacer el bien, ni aun
siquiera por adquirir riquezas, sino solamente para satisfacer su odio
a los privilegiados.
PROTOCOLO V
Creación de un fuerte centro de gobierno. - Manera de
adueñarse del poder la Masonería.- Por qué las
naciones no pueden entenderse. -Predestinación de los
judíos.- El oro, motor del mecanismo de las naciones.- Los
monopolios en el comercio y la industria.- Importancia de la
crítica.- Las instituciones según se ven.- Cansancio
ocasionado por los discursos.- ¿Cómo adueñarse de
la Opinión Pública?.- Importancia de la iniciativa
privada. - El Gobierno Supremo.
¿Qué forma de gobierno puede dárseles a sociedades
en las que la corrupción ha penetrado hasta lo más
íntimo, en las que no se llega a la riqueza sino por medio de
sorprendentes y hábiles combinaciones que pueden ser juzgadas
como fraudes o robos disimulados; en las que reina la licencia de
costumbres, en las que la moralidad sólo se mantiene por medio
de penas y severos reglamentos y no por principios voluntariamente
aceptados, en las que los sentimientos de Religión y Patria
apenas viven, ahogados por las creencias cosmopolitas?
¿Qué forma de gobierno dar a esas sociedades sino la
forma despótica que describiré más adelante?.
Nosotros arreglaremos mecánicamente todos los actos de la vida
política de nuestros súbditos por medio de leyes nuevas.
Esta leyes reprimirán una por una todas las complacencias y las
más grandes libertades que fueron decretadas por los Cristianos,
y nuestra dominación se distinguirá por un despotismo tan
manifiesto y tan grandioso que estará en condiciones en
cualquier tiempo y lugar de hacer callar a los Cristianos que intenten
oponérsenos y vivan descontentos de nuestro gobierno. Pero se
nos podrá objetar que este despotismo de que hablo no
está en armonía con los progresos modernos. Yo
demostraré lo contrario. Cuando los pueblos veían las
personas de los reyes y gobernantes como una verdadera emanación
de la Voluntad Divina, se sometían sin murmuraciones al
absolutismo
de los reyes; pero hoy, que nosotros les hemos sugerido la idea de sus
propios derechos, los gobernantes son considerados como unos simples
mortales. La unción divina ha caído de la frente de
los reyes, después que nosotros arrebatamos al pueblo su
creencia en Dios; su autoridad ha rodado por las calles. esto es, por
los lugares que son de pública propiedad, y nosotros la hemos
recogido y nos hemos adueñado de ella. Además, el arte de
gobernar a las masas y a los individuos. por medio de una
teoría, de una fraseología hábilmente combinada,
por reglamentaciones de la vida social y por toda clase de medios
ingeniosos, de los que los Cristianos no entienden una palabra, forma
también parte de nuestro talento de gobierno, educado por el
análisis. en la observación, en tales sutilezas de
conceptos en los que nadie puede igualarnos, así como tampoco en
concebir planes de acción política y de solidaridad.
Únicamente los jesuitas podrían igualarnos en este
respecto, pero ya hemos tenido buen cuidado de desacreditarlos a los
ojos de las multitudes estúpidas; porque ellos forman una
organización visible, en tanto que nosotros permanecemos en la
sombra con nuestra organización secreta. Por lo demás,
¿qué importa al mundo quién será su amo?
¿Qué le importa que sea el Jefe del Catolicismo o nuestro
Déspota de la sangre de Sión?. Pero para nosotros, que
formamos el pueblo elegido, la cuestión está muy lejos de
sernos indiferente. Una alianza universal de los Cristianos
podría, tal vez, dominarnos por algún tiempo; pero nos
hemos precavido contra este peligro por medio de los gérmenes de
profunda discordia que hemos procurado sembrar en sus corazones y que
nadie puede ya desarraigar. Hemos enfrentado unos a otros los
cálculos individuales y nacionales de los Cristianos; sus odios
religiosos y radicales que venimos fomentando y cultivando desde hace
veinte siglos. Por esto, ningún gobierno encontrará
auxilio en parte alguna. Cada uno pensará que una alianza contra
nosotros es desfavorable a sus intereses. Somos muy fuertes. Es
necesario que se nos tome en cuenta. Las Potencias no pueden concluir
el más insignificante tratado sin que nosotros también
tomemos parte en él. Per me reges regnant- por mí reinan
los reyes, han dicho nuestros profetas, y que somos los elegidos por
Dios mismo, para dominar toda la tierra. Dios nos ha dado el genio para
que podamos llegar hasta el fin de este problema. Hubo un caudillo y
guía que hubiera podido luchar contra nosotros con éxito;
pero el recién llegado siguió un camino distinto del que
llevaba el viejo habitante; la lucha contra nosotros habría sido
a muerte y tal como el mundo jamás la habría visto.
Luego... esos hombres de genio llegarían demasiado tarde. Todas
las ruedas del mecanismo de los gobiernos dependen de un motor que
está en nuestras manos: este motor es el oro. La ciencia de la
Economía Política, inventada por nuestros Sabios, nos ha
dado a conocer, después de mucho tiempo, el prestigio y valor
del oro. El capital, para tener libertad de acción necesita
obtener el monopolio de la industria y del comercio, lo que ya
está en vías de realizarse, mediante una mano que opera
en todo el mundo, pero que es invisible. Esta libertad dará
más importante desarmar a los pueblos, que empujarlos a la
guerra; utilizar sus pasiones enardecidas para nuestro provecho mejor
que calmarlas; importa más adueñarse de las ideas de
otros y comentarlas, mejor que suprimirlas. El problema capital de
nuestro gobierno está en debilitar el espíritu
público por la crítica; en hacerle perder la costumbre de
pensar, pues la reflexión da origen muchas veces a la
oposición; en distraer las actividades de los espíritus
con banales escaramuzas y torneos de oratoria. Los pueblos, lo mismo
que los individuos, siempre han tomado como hechos las palabras, pues,
contentándose con la apariencia de las cosas, raras veces se
toman el trabajo de examinar si las promesas que se les hacen,
relativas a la vida social, sigue su cumplimiento efectivo.
Por esta razón nuestras instituciones deberán presentar
una hermosa fachada que demuestre elocuentemente los beneficios que
puede reportar el progreso a todos los hombres. Debemos apropiarnos la
fisonomía de todos los partidos, de todas las distintas
tendencias y enseñar a nuestros oradores a hablar tanto, que el
mundo se canse de oírlos. Para adueñarse de la
opinión pública es necesario tenerla siempre suspensa y
vacilante, expresando por todos lados y por largo tiempo tantas
opiniones contradictorias, que los Cristianos acabenpor perderse en
este laberinto de ideas y por persuadirse que es mejor para ellos no
tener opinión ninguna en política. Cuestiones son
éstas que la Sociedad no debe conocer. Este es el primer
secreto. El segundo, necesario también para gobernar con
éxito, consiste en multiplicar de tal manera los defectos del
pueblo, las malas costumbres, las pasiones, los reglamentos de la vida
común, que no haya nadie capaz de desenmarañar este caos
y que los hombres acaben por no entenderse entre sí. Esta
táctica nos dará también por resultado sembrar la
discordia en todas partes y disgregar todas las fuerzas colectivas que
no hayan querido sometérsenos; desalentará toda
iniciativa personal, aun la más ingeniosa, y será
más poderosa y eficaz que los mismos millones de hombres en cuyo
seno hemos sembrado la discordia. Necesitamos dirigir la
educación de las sociedades cristianas en tal forma, que sus
manos caigan abatidas en un gesto de desesperada impotencia ante
cualquier negocio que exija iniciativa. El esfuerzo que se ejerce sobre
el régimen de una libertad sin límites es impotente,
porque tropieza con los esfuerzos libres de otros. De aquí se
originan molestos y enojosos conflictos morales, decepciones y
fracasos. NOSOTROS CANSAREMOS DE TAL MANERA A LOS CRISTIANOS CON ESTA
LIBERTAD, QUE LES OBLIGAREMOS A QUE NOS OFREZCAN UN PODER INTERNACIONAL
CUYA DISPOSICIÓN SERÁ TAL QUE SIN ROMPERLAS, PUEDA
ENGLOBAR LAS FUERZAS DE TODAS LAS NACIONES DEL MUNDO Y FORMAR EL
SUPERGOBIERNO UNIVERSAL. En lugar de los actuales Gobiernos,
estableceremos uno verdaderamente terrible que se llamará
ADMINISTRACIÓN DEL SUPERGOBIERNO. Sus manos alcanzarán a
todas partes, a manera de unas enormes tenazas, y su
organización será tan colosal que ningún pueblo
podrá dejar de sometérsenos.
PROTOCOLO VI
Los monopolios. - Las riquezas
de los Cristianos.- Su dependencia de esos monopolios.- La Aristocracia
despojada de riqueza territorial.- El Comercio, la Industria y la
Especulación. - El lujo. - El alza de los salarios. -
Encarecimiento de artículos de primera necesidad . - La
anarquía y la embriaguez. - La significación secreta de
las teorías económicas y de su propaganda.
Muy pronto constituiremos enormes monopolios, verdaderos almacenes de
riquezas colosales, a los que los capitales de los Cristianos, aun los
más grandes, defenderán de tal manera que al final
serán absorbidos, así como el crédito de los
Estados en vísperas de una catástrofe política.
Señores economistas que estáis aquí presentes,
¡Considerad la importancia de esta combinación!....
Necesitamos por todos los medios posibles tratar de explicar y
desarrollar la importancia de nuestro Super Gobierno,
representándolo como el protector y remunerador de todos los que
voluntariamente se le sometan. La aristocracia de los Cristianos como
fuerza política ha desaparecido y ya no tenemos que tomarla en
cuenta; pero como propietaria de bienes territoriales, puede
perjudicarnos en proporción de la independencia que pueden
proporcionarle esos recursos. Es, pues, absolutamente necesario
despojarla totalmente de sus tierras. El medio más eficaz para
conseguirlo es el de aumentar los impuestos sobre la propiedad
territorial a fin de gravar la tierra. Esta medida mantendrá la
propiedad territorial en una dependencia absoluta. Los
aristócratas Cristianos, al pasar la propiedad de padres a
hijos, no sabiendo contentarse con menos de lo que tenían,
quedarán arruinados. Al mismo tiempo hay que proteger
eficazmente el comercio y la industria, y más todavía, la
especulación, cuyo papel es servir de contrapeso a la industria.
Sin la especulación, la industria aumentaría los
capitales particulares, mejoraría la agricultura, librando las
tierras de los gravámenes asignados por los préstamos de
los bancos hipotecarios de crédito territorial. Es necesario que
la industriaprive a la tierra del fruto, tanto del capital como del
trabajo, y que ponga en nuestras manos para la especulación todo
el oro del mundo, obligados en fuerza de estas combinaciones a quedar
relegados a las filas del proletariado, todos los Cristianos se
inclinarán ante nosotros para tener como único derecho el
de existir. Para arruinar la industria de los Cristianos daremos un
gran impulso a la especulación y al gusto por el lujo, ese lujo
que todo lo devora. Haremos subir los salarios, pero de tal
manera que esta alza no reporte ningún provecho a los
obreros, porque al mismo tiempo habremos provocado el encarecimiento de
todos los artículos de primera necesidad, haciendo creer que ese
encarecimiento es debido a ladecadencia y postración de la
agricultura y a la misma elevación de los jornales, y minaremos
además profundamente las fuentes de producción habituando
al obrero a la anarquía y a la embriaguez, y tomaremos
tambiéntodas las medidas posibles para quitar la tierra de las
manos de los Cristianos inteligentes. Para impedir que esta
situación sea conocida antes de tiempo bajo su verdadero
aspecto, disfrazaremos nuestros verdaderos designios con el aparente
deseo de servir y ser útiles a los obreros y de propagar los
grandes principios económicos que enseñamos en los
tiempos actuales.
PROTOCOLO VII
Porqué deben aumentarse
los armamentos. - Perturbaciones, discordias y odios en todo el mundo.-
Represión de la oposición de los Cristianos por las
guerras y por la Guerra General.- El Secreto, garantía del
éxito en política.- La prensa y la opinión
pública.- Los señores americanos, japoneses y chinos.
El aumento de los Ejércitos y de la Policía es
complemento necesario del plan que hemos expuesto. Es necesario que en
todos los Estados no queden fuera de nosotros sino las masas de
proletarios, algunos millonarios que nos sean adictos, policías
y sol dados. En toda Europa, lo mismo que en los otros continentes,
tenemos que suscitar la discordia, el odio y el desorden. El provecho
de estos disturbios es doble. Por un lado, el respeto de todos los
países que así sabrán que podemos, cuando
queramos, provocar el desorden o restablecer el orden, por otro, todos
los Estados se acostumbrarán de este modo a considerarnos como
una carga necesaria. En segundo lugar, nuestras intrigas
enredarán todos los hilos que tenemos tendidos en los Gabinetes
de las Naciones, y esto por medio de la política, de convenios
económicos y arreglos financieros. Para llegar a nuestros fines
necesitaremos desplegar una astucia muy grande en el curso de los
arreglos y conferencias; pero, en lo que se llama lenguaje oficial,
seguiremos una táctica opuesta apareciendo siempre como honrados
y conciliadores. De esta suerte, los pueblos y los gobiernos de los
Cristianos, a quienes tenemos ya acostumbrados a no ser más que
la apariencia de las cosas que les presentamos, nos tendrán una
vez más por los bienhechores y salvadores del género
humano. A cualquier oposición que surja deberemos estar en
aptitud de hacer declarar la guerra por la Nación vecina a los
que se atreven a enfrentársenos; y si esta Nación vecina
tuviera el atrevimiento de formar una alianza contra nosotros,
deberemos rechazarla por una guerra general. El camino que más
seguramente lleva al éxito en política es el secreto en
todo lo que se emprende: la palabra del diplomático nunca debe
estar de acuerdo con sus actos.
Debemos obligar con eficacia a los gobiernos cristianos a obrar
según el plan que hemos concebido con amplitud y que toca ya a
su fin. La opinión pública nos ayudará; esta
opinión pública, que es la gran potencia, la prensa,
secretamente ha venido también a caer en nuestrasmanos. Con
pocas excepciones, sin importancia que es inútil tener en
cuenta, la prensa toda depende de nosotros. En una palabra, para
abreviar: he aquí nuestro sistema de coerción de los
gobiernos cristianos en Europa. A uno, le haremos ver nuestra fuerza
por medio de los atentados, esto es, del terror; a todos, si es que
todos se revuelven contra nosotros, contestaremos con los
cañones americanos, chinos o japoneses.*
PROTOCOLO VIII
Debemos apropiarnos todos los
instrumentos que nuestros contrarios pudieran utilizar. - Uso
equívoco del derecho jurídico.- Los colaboradores del
régimen Franc-Masón.- Escuelas particulares.-
Educación superior particular.- Economistas y millonarios.- A
quién deben confiarse los puestos de responsabilidad en el
gobierno.
Debemos encontrar en las sutilezas
y minucias del lenguaje jurídico una justificación para
aquellos casos en que nos veamos en la necesidad de pronunciar
sentencias que pudieran parecer demasiado atrevidas o injustas; pues
importa mucho al formular tales sentencias hacerlo en términos
que revistan la apariencia de máximas morales muy elevadas y un
aspecto netamente legal. Nuestro gobierno debe rodearse de todas las
fuerzas de la civilización, en medio de la que tiene que operar.
Conforme a esto, se rodeará de publicistas, de jurisconsultos
experimentados, de hacendistas, de diplomáticos, en una palabra,
de hombres preparados por una educación superior especial en es
cuelas también especiales. Estos hombres deberán conocer
los secretos de la existencia social, todos los idiomas formados de
letras y de palabras políticas; deberán tener
conocimiento de las inclinaciones y costumbres de la naturaleza humana,
de sus cuerdas sensibles que deben saber tocar con acierto. Estas
cuerdas son: la ternura del alma de los Cristianos, sus inclinaciones,
sus debilidades, sus vicios y sus cualidades, sus particularidades de
clase y condición. Ya se sobreentiende que esos
colaboradores de nuestro gobierno no serán sacados de entre los
Cristianos acostumbrados a desempeñar el trabajo administrativo
sin preocuparse del resultado feliz. Los gobernantes
cristianos firman lospapeles sin leerlos; sirven por interés
personal o por ambición. Rodearemos asimismo nuestro
gobierno de todo un mundo de economistas. He aquí por qué
las ciencias económicas son las más útiles y por
qué importa tanto que seenseñen a los judíos.
Estaremos rodeados de una pléyade de banqueros, industriales,
capitalistas y más que todo esto, de millonarios, supuestoque,
en último término los guarismos son los que todo lo
deciden. Por algún tiempo. mientras llega el momento de confiar
sin peligro los puestos de responsabilidad en los gobiernos de las
naciones a nuestros hermanos judíos, los encomendaremos a
individuos cuyo pasado y carácter sean tales que en caso de
desobediencia a nuestros mandatos no les quede otra cosa que esperar
sino el destierro o la muerte; así ellos defenderán
nuestros intereses hasta el último aliento.
PROTOCOLO IX
Aplicación de los
principios masónicos en la reeducación de los pueblos. -
La palabra de orden del Franc-Masón.- Importancia del
Antisemitismo.- La dictadura de la Franc-Masonería.- El Terror.-
Instrumentos de la Masonería.- La fuerza inteligente y la fuerza
ciega de los reinos cristianos.- Participación del poder con el
Pueblo. -- La arbitrariedad liberal. Usurpación de la
instrucción y la educación.- Interpretación de las
leyes.- Los metropolitanos.
En la aplicación de nuestros principios debéis
atender al carácter del pueblo en medio del que vivís y
tenéis que operar: Una aplicación general y uniforme de
estos principios, antes que hayamos reeducado al pueblo, no puede dar
buenos resultados. Pero aplicándolos prudentemente veréis
que no pasarán diez años sin que el carácter
más obstinado no haya sufrido transformación y que no
contemos con un pueblo más, bajo nuestra dependencia.
Cuando llegue nuestro reinado, sustituiremos nuestras palabras de orden
liberal LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD no por otras palabras de orden,
sino por las mismas trasladadas a su rango de meros conceptos
abstractos; nosotros diremos: el derecho a la libertad; el deber
de la igualdad; el ideal de la fraternidad. Cogeremos al toro por los
cuernos, sin tapujos ni reticencias: hemos destruido ya todos los
gobiernos excepto el nuestro; más aún, en muchas partes
el nuestro es ya un gobierno de jure. En la actualidad, si hay
algunas naciones que levantan protestas contra nosotros, es por mera
fórmula, u obedeciendo a nuestros deseos o mandatos, porque el
Antisemitismo nos es en cierto modo necesario para gobernar a nuestros
hermanos menores. No os explicaré esto con mayor claridad, pues
es punto que más de una vez ha sido tratado en nuestras
reuniones.
En realidad, no hay ya más obstáculos que nos detengan en
nuestro camino. Nuestro Super-Gobierno se halla en las condiciones
extralegales que se ha convenido en llamar con una palabra demasiado
enérgica: DICTADURA
En conciencia, puedo afirmar que actualmente somos los legisladores los
que dictamos sentencias en materia de justicia, los que condenamos a
muerte y otorgamos gracia: Somos como el jefe de un gran
ejército y marchamos a su frente, jinetes en el brioso corcel de
su general supremo. Gobernaremos con mano firme, pues tenemos en ella
las riendas de un partido que fue fuerte en otro tiempo, hoy sometido a
nosotros. Tenemos en nuestras manos ambiciones desmedidas, avideces
ardientes, venganzas despiadadas, odios rencorosos. De nosotros
proviene ese terror que todo lo ha invadido. Bajo nuestras
órdenes militan hombres de todas las opiniones, de todas las
creencias; restauradores de la monarquía, demagogos,
socialistas, comunistas, y todo género de utopías; a todo
el mundo hemos enganchado en nuestra empresa, y cada uno de ellos va
minando las ruinas de poder y se afana por acabar de derribar lo que
aún queda en pie. Todas las naciones experimentan convulsiones y
reclaman tranquilidad; están prontas a sacrificarlo todo a
cambio de un poco de paz; pero esa paz anhelada no se la daremos
mientras no reconozcan nuestro Super-Gobierno abiertamente y con
completa sumisión. El pueblo todos los días está
gritando que es necesario dar una solución a la cuestión
social por medio de un acuerdo internacional en la materia. La
división del pueblo en partidos lo ha puesto en nuestras manos,
pues para sostener una lucha es indispensable dinero, y el dinero somos
nosotros los que lo tenemos en nuestro poder. Podríamos temer
una alianza de la fuerza inteligente de los gobernantes con la fuerza
ciega de los pueblos, pero hemos tomado todas las medidas que dicta la
prudencia para conjurar este peligro: entre esas dos fuerzas hemos
levantado una muralla, esto es un terror recíproco. De esta
suerte la fuerza ciega del pueblo nos sirve de apoyo y sólo
nosotros la podremos dirigir con toda precisión hacia nuestros
fines. Y para que las manos de ese ciego, el pueblo, no puedan rechazar
nuestra dirección, necesitamos de tiempo en tiempo ponernos en
contacto directo con él, si no personalmente, al menos con la
intervención de nuestros hermanos más fieles. Cuando ya
seamos un gobierno reconocido, conversaremos nosotros mismos con el
pueblo en las plazas públicas; lo instruiremos respecto de las
cuestiones políticas en el sentido que nosotros
necesitamos. ¿Cómo verificar lo que se enseña en
las escuelas del pueblo?. Lo que diga el comisionado del gobierno o el
mismo gobernante, no puede dejar de conocerse luego en todo el Estado,
porque se difundirá inmediatamente por la voz del pueblo. Para
no destruir prematuramente las instituciones de los Cristianos, hemos
movido por medio de una mano inteligente todos los resortes de su
mecanismo. Estos resortes estaban dispuestos en un orden severo, pero
justo; nosotros los hemos reemplazado por una arbitrariedad
desordenada. Hemos desarreglado la jurisdicción, las elecciones,
la prensa, la libertad individual, y más que nada, la
educación y la instrucción, que son las piedras angulares
en las que la existencia libre debe descansar.Hemos corrompido,
embrutecido y prostituido la juventud cristiana por una
educación cimentada en principios y teorías que sabemos
son falsos y que no obstante han sido inspirados por nosotros.A
más de esto, las leyes existentes, sin mudarlas en su esencia,
las hemos desfigurado con interpretaciones contradictorias, obteniendo
resultados admirables. Estos se manifiestan desde luego en esas glosas
y comentarios, disfrazando las leyes, han sido ocultadas discretamente
a los ojos de los gobernantes y las han dejado imposibles de reconocer
en medio de una legislación por demás embrollada.De
aquí procede la teoría del tribunal de la conciencia. Y
vosotros diréis que si los pueblos se dan cuenta antes de tiempo
de estas maniobras, se revolverán contra nosotros con las armas
en la mano; pero si llegara este caso, en todos los países de
Occidente tenemos preparada una maniobra tan terrible, que aún
los ánimos más esforzados temblarán: en todas las
grandes capitales se irán estableciendoLos metropolitanos
(tranvías subterráneos) y nosotros los volaremos por
medio de la dinamita con todas las organizaciones y todos los
documentos del país.
PROTOCOLO X
La fuerza de las cosas en
política.- La genialidad de la bajeza .- Lo que promete el golpe
de Estado Franc-Masónico.- El Sufragio Universal.- La estima de
sí mismo.- Los jefes de los Franc-Masones.- El guía
genial de la Masonería.- Las Instituciones y sus funciones.- El
veneno del Liberalismo. La Constitución, escuela de disensiones
de partidos.- La Era Republicana.- Los Presidentes, hechuras de
Masonería.- Responsabilidad de los Presidentes.- El
Panamá. El papel de la cámara de los diputados y del
Presidente.- La Franc-Masonería, fuerza legislativa.- La nueva
Constitución Republicana.- Tránsito a la Autocracia
Franc-Masónica. - Momento de la proclamación del rey
universal. - Inoculación de enfermedades y otros crímenes
de la Franc-Masonería.
Empiezo hoy por repetir lo que ya
os he dicho, rogándoos recordéis que los gobiernos y los
pueblos no ven sino la
apariencia de las cosas. y ¿cómo podrían
desentrañar su sentido íntimo cuando sus representantes
no sueñan sino
en divertirse? Mucho importa para nuestra plática conocer este
detalle, pues, nos servirá de mucho cuando
lleguemos a tratar y discutir sobre la división del poder, la
libertad de palabra, de prensa, de conciencia, el derecho
de asociación, de la igualdad ante la ley, la inviolabilidad de
la propiedad y domicilio, los impuestos y la
retroactividad. Todas estas cuestiones son tales que nunca es necesario
tratarlas ante el pueblo directamente y
abiertamente. En los casos en que sea preciso tocarlas, no hay que
enumerarlas, sino declarar en globo que los
principios del derecho moderno son reconocidos por nosotros. La
importancia de esta reticencia consiste en que un
principio que no se nombre, nos deja en libertad de excluir esto o
aquello, sin que nadie lo advierta, mientras que si
los enumeramos tenemos que aceptarlos sin reservas. El pueblo siente un
amor particular y una grande estimación
por los genios políticos y responde a todos sus actos de
violencia con estas o parecidas palabras: . Es un canalla,
pero qué listo!...¡Esto es el colmo de la habilidad! .
Qué golpe más bien dado. ¡Pero qué
bribón!
Nosotros contamos
con atraer a todas las naciones para la construcción de un nuevo
edificio fundamental del que tenemos ya
proyectado el plan. He aquí por qué, ante todo, tenemos
necesidad de hacer provisión de esta audacia y fuerza de
espíritu que en la persona de nuestros actores han de destruir
todos los obstáculos que se oponen a nuestro paso.
Una vez dado nuestro golpe de estado diremos a los pueblos: Todo iba
horriblemente mal; todos hemos tenido que
sufrir por una causa o por otra; esto era ya insoportable. Hemos
destruido las causas de vuestros sufrimientos, las
nacionalidades, las fronteras, la diversidad de monedas. Indudablemente
que sois muy libres de jurarnos
obediencia o no; ¿pero podéis hacerlo con justicia si lo
hacéis antes de experimentar lo que os hemos dado?...
Entonces nos exaltarán y llevarán en triunfo con un
entusiasmo unánime, y lleno de esperanzas. El sufragio
universal, del que hemos hecho el instrumento de nuestra
entronización, y al que hemos acostumbrado a los más
insignificantes iniciados que forman parte de la colectividad humana,
por medio de reuniones, de grupos y de
alianzas, representará por última vez su papel expresando
el voto unánime de la humanidad de conocernos antes
de juzgarnos. Para esto es necesario arrastrar a todo el mundo hacia el
sufragio universal, sin distinción de clases
y sin censos electorales, para establecer así el absolutismo de
las mayorías que no se puede obtener de las clases
de contribuyentes y pensantes. Una vez acostumbrado el mundo de esta
manera a la idea de su propio valer, queda
destruida la importancia de la familia cristiana y las trascendencias
que tiene en la educación y no permitiremos
que surjan personalidades a las que las turbas, dirigidas por nosotros,
no permitirán que se destaquen ni siquiera
que levanten la voz; las multitudes están acostumbradas a no
escuchar sino a nosotros, que les pagamos su
obediencia y su atención. De esta suerte haremos del pueblo una
fuerza tan ciega, que no habrá en el Estado
ninguno que esté dispuesto a hacer cualquier movimiento sino
bajo la dirección de los agentes que nosotros
pongamos para que los dirijan como jefes. El pueblo se someterá
a esta dirección, pues sabe bien que de esos
nuevos jefes dependen las ganancias, las gratuitas recompensas y toda
clase de bienes. Un plan de gobierno debe
ser proyectado por un solo hombre, pues resultaría incoherente
si muchos talentos se distribuyen la tarea de
formarlo. Así, nosotros podemos conocer un plan de
acción; pero no debemos discutirlo para no romper su
carácter
peculiar, la trabazón de sus partes, la fuerza práctica y
la significación oculta de cada uno de sus puntos. Que el
sufragio universal lo discuta y lo manosee, por decirlo así, y
esto sólo bastará para que adquiera el carácter de
todas las falsas concepciones de inteligencias que no penetran la
profundidad y el enlace de los pensamientos.
Sean nuestros planes sólidos y bien concebidos como es
necesario. Por eso no debemos arrojar las producciones
de talento de nuestros jefes a los pies de las multitudes, ni
abandonarlas tampoco en manos de sociedades de
cortos alcances. Estos planes no destruirán por lo pronto las
instituciones modernas. Solamente modificarán su
economía, y en consecuencia, todo su desarrollo que se
orientará de conformidad con nuestros proyectos. Casi en
todas las naciones existen las mismas cosas, aunque tal vez con
distintos nombres: la Representación, los
Ministerios, el Senado, el Consejo de Estado, el Cuerpo Legislativo v
el Cuerpo Ejecutivo. No tengo necesidad de
explicaros el mecanismo de las relaciones de estas instituciones entre
sí, porque os es bien conocido; notad
solamente que cada una de estas instituciones corresponde a una
función importante del Estado, y os ruego que
toméis también en consideración que es la
función y no la institución la que yo llamo importante,
no son, pues, las
instituciones las que son de importancia, sino sus funciones. Las
instituciones se han distribuido entre sí todas las
funciones del gobierno: funciones administrativas. legislativas y
ejecutivas. De esta manera, las instituciones
desempeñan en el organismo del Estado un papel semejante al de
los órganos en el cuerpo humano. Si nosotros
trastornamos una parte de la máquina del Estado, éste
caerá enfermo como el cuerpo humano, y morirá.
Después
de haber inoculado en el organismo del Estado el veneno del
Liberalismo, toda su constitución se ha trastornado;
los estados están enfermos de una enfermedad mortal, la
descomposición de la sangre; no queda ya más que
esperar que el término de su agonía. Del Liberalismo han
nacido los gobiernos constitucionales que han
reemplazado entre los Cristianos a una saludable autocracia, y la
constitución, como sabéis vosotros, no es más
que una escuela de desórdenes, de malas inteligencias, de
discusiones, de disputas, de agitaciones estériles de
partidos; en una palabra, es la escuela de todo aquello que hace a un
Estado perder su personalidad e
individualidad. La tribuna lo mismo que la prensa, ha condenado a los
gobiernos a la inacción y a la debilidad y los
han hecho poco necesarios, inútiles, lo que fácilmente
explica que sean derribados. La era republicana ha llegado
así a ser posible; hemos reemplazado el gobierno por una
caricatura de gobierno, por un presidente que sacamos
de la multitud, de entre los miles de hechuras y esclavos nuestros.
Allí está el fondo de la mina cavada por
nosotros bajo el suelo de los pueblos cristianos. En porvenir no
lejano, crearemos la responsabilidad de los
presidentes. Entonces, sin molestarnos, provocaremos acontecimientos de
los que nuestra creación impersonal
tendrá que responder. ¿Qué nos importa si las
filas de los que aspiran al poder se van aclarando, si surgen
dificultades capaces de desorganizar completamente una nación?..
En previsión de este resultado, fraguaremos la
elección de presidentes que tengan en su pasado alguna mancha
infamante oculta, algún Panamá. El temor a las
revelaciones y al escándalo y el deseo de todo hombre que llega
al poder de conservar sus privilegios y los
honores que consigo lleva el puesto, los convertirán en fieles
ejecutores de nuestras órdenes. La Cámara de
Diputados encubrirá, defenderá, elegirá a los
presidentes; pero le quitaremos el derecho de iniciar leyes y de
modificarlas: este derecho se le adjudicará al presidente, que
no será sino un juguete en nuestras manos. El poder
del gobierno vendrá a ser blanco de todos los ataques. Nosotros
le daremos el derecho de apelar a la decisión del
pueblo, sin tener que acudir a la intervención de sus
representantes, la Cámara; es decir: el derecho de recurrir a
nuestro servidor ciego e incondicional: la mayoría.
Además, daremos al presidente el derecho de declarar la
guerra. Fundaremos este último derecho alegando que el
presidente, como jefe de todo el ejército de la nación,
debe tenerlo a su disposición para defender la nueva
constitución republicana, de la que él, el presidente, es
el
representante responsable. En estas condiciones el Jefe del Santuario
(la llave de la situación) estará en nuestras
manos y nadie, excepto nosotros, podrá encauzar la fuerza
legislativa. Retiraremos además a la Cámara, al
implantar la nueva Constitución, el derecho de
interpelación, bajo el pretexto de que ese derecho es contrario
a la
salvaguardia del secreto político. Igualmente restringiremos por
la nueva Constitución el número de
representantes al mínimum, lo que producirá el efecto de
disminuir un tanto las pasiones políticas y la pasión por
la política. Si, contra lo que esperamos, esas pasiones
políticas se despertaran aún en ese corto número
de
representantes, lo reduciremos a nada, por medio de un llamamiento a la
mayoría del pueblo. Dependerán del
Presidente los nombramientos de presidente y vicepresidente de la
Cámara y del Senado. En lugar de sesiones
parlamentarias permanentes, limitaremos las sesiones a unos meses.
Además el Presidente, como jefe del poder
ejecutivo, tendrá el derecho de convocar o disolver el
parlamento, y en este último caso, el de aplazar el momento
para una nueva convocación. Pero, para que las consecuencias de
todos estos actos, realmente ilegales, no
recaigan sobre la responsabilidad establecida por nosotros del
presidente, en lo relativo a nuestros planes,
sugeriremos a los ministros y demás funcionarios que rodean al
Presidente la idea de sobrepasar las disposiciones
de éste, con sus propias medidas, de tal manera que ellos (los
ministros) vengan a resultar los responsables.
Aconsejamos encomendar esta actuación, principalmente, al Senado
o al Consejo de Estado o de Ministros, más
bien que a un solo individuo. El Presidente interpretará
conforme a nuestros deseos las leyes existentes que sean
susceptibles de distintas interpretaciones; las anulará cuando
le demostremos la necesidad de hacerlo; tendrá
derecho de proponer leyes provisionales, y aun nuevo cambio de
Constitución, con pretexto del bien supremo del
Estado. Estas medidas nos darían el medio de destruir poco a
poco y paso a paso todo aquello que en el momento
de posesionarnos del poder nos hayamos visto obligados a incluir en las
Constituciones de los pueblos; por este
medio pasaremos insensiblemente a la supresión de toda
Constitución cuando llegue la ocasión y el momento de
agrupar todos los gobiernos bajo nuestra autocracia. El reconocimiento
de ella puede llegar antes de la supresión
de la Constitución, si los pueblos, cansados de tantos
desórdenes y de la frivolidad de sus gobernantes dan
engritar. Echadlos y dadnos un rey universal que pueda unirnos y acabar
conlas causas de nuestras discordias: las
fronteras internacionales, las religiones, los cálculos e
intereses de Estado: un rey que nos dé esta paz, esta
tranquilidad que no podemos alcanzar con nuestros gobernantes y
representantes. Sabéis muy bien vosotros que
para que estos deseos se realicen es necesario perturbar constantemente
en todos los pueblos las relaciones entre
ellos y sus gobiernos, con el propósito de cansar a todo el
mundo con la desunión, la enemistad, el odio, y aun con
el martirio, el hambre, la propagación de enfermedades y la
miseria para que los Cristianos no encuentren otra
salvación que la de recurrir a nuestra plena y absoluta
soberanía. Si damos a los pueblos una tregua para respirar,
tal vez el momento favorable no llegará jamás.
PROTOCOLO XI
El programa de la nueva
Constitución.- Algunos pormenores del golpe de Estado
proyectado.- Los Cristianos, rebaño de borregos.- La
Franc-Masonería secreta y sus logias de apariencia.
El Consejo de Estado tiene por
objeto hacer destacar el poder del
gobierno: bajo la apariencia de un cuerpolegislativo, será en
realidad
un comité de redacción de las leyes y de los decretos del
gobierno. He
aquí elPrograma de la nueva Constitución que preparamos:
Crearemos la
Ley, el derecho y el tribunal.- l), bajo la forma
de proposiciones al Cuerpo Legislativo. 2), por medio de decretos
presidenciales, por actas del Senado y por
resoluciones del Consejo de Estado, bajo la forma de órdenes
ministeriales; 3), en caso de que se juzgue oportuno,
por medio del golpe de estado. Una vez que de manera aproximada dejamos
establecido este modus vivendi,
tratemos algo más detalladamente de las medidas que nos
servirán para
acabar la transformación del Estado en el
sentido de que ya hemos hablado. Pretendo hablar de la libertad de la
prensa, del derecho de asociación, de la
libertad de conciencia, del principio electivo, y de otras muchas cosas
que deberán desaparecer del repertorio
humano, o al menos alterarse radicalmente, tan luego como la nueva
Constitución se haya promulgado. Entonces
será cuando nos sea posible promulgar todas nuestras leyes al
mismo
tiempo. Después, cualquier cambio sensible
sería perjudicial por esta razón: si la
modificación se opera en el
sentido de la severidad y del rigor, puede causar
la desesperación provocada por el temor de nuevos cambios en el
mismo
sentido; si, por el contrario, es en el
sentido de mayores complacencias, se dirá que hemos reconocido
nuestros
errores, y esto debilitará el prestigio de
la infalibilidad de nuestro gobierno, o bien se dirá que hemos
tenido
temor y nos vimos obligados a hacer
concesiones, que nadie nos agradecerá ni a nadie
obligarán con
nosotros. Ambas cosas perjudican el prestigio de
la nueva Constitución. Queremos que desde el día de su
promulgación,
cuando los pueblos estén aún estupefactos
por el golpe de estado que hemos de dar, cuando estén aún
invadidos por
el terror y perplejos, en ese preciso
momento reconozcan que somos tan fuertes, tan invulnerables, tan
poderosos, que no contaremos con ellos para
nada; que no solamente no atenderemos sus opiniones y pareceres, sino
que estamos dispuestos y a punto de
reprimir toda expresión, toda manifestación de estos
deseos y de estas
opiniones, con una autoridad indiscutible;
que de un solo golpe nos hemos adueñado de todo lo que nos era
necesario y que en ningún caso estamos
dispuestos a compartir nuestro poder con ellos... Entonces
cerrarán los
ojos y dejarán venir los acontecimientos...
Los Cristianos son un rebaño de carneros y nosotros somos para
ellos los lobos. Y ¿ya sabéis lo que sucede a los
corderos cuando el lobo llega a penetrar en el redil? Cerrarán
aún los ojos, sobre todo, por las promesas que les
haremos de volverles todas las libertades que les hemos arrebatado,
cuando los enemigos de la paz se hayan
calmado y los partidos queden reducidos a la impotencia. ¡Por
supuesto que los Cristianos podrán esperar sentados
la vuelta del pasado!... ¿Para qué habíamos de
inventar e inspirar a los Cristianos toda esta política sin
darles los
medios de conocerla a fondo, sino para poder emprender en secreto lo
que nuestra raza dispersa no podía intentar
directa y abiertamente? Esto nos ha servido de base para nuestra
organización de la Franc-Masonería secreta,
que no es conocida y cuyos designios ni aunsiquiera sospechan los
imbéciles Cristianos, alistados por nosotros en
el ejército visible de las logias para distraer las miradas de
los hermanos. Dios nos ha dado a nosotros, su pueblo
elegido, la dispersión, y en esta debilidad de nuestra raza
radica nuestra fuerza que hoy nos conduce al solio de un
reino universal. Poco es lo que nos falta edificar sobre estos
cimientos.
PROTOCOLO XII
Interpretación
masónica de la palabra Libertad.- Porvenir de la prensa en el
reinado de los Franc-Masones.- El control de la prensa. Argucias de
corresponsales.- Lo que es el progreso para los Franc-Masones.- Su
solidaridad en la prensa moderna.- Exageración de las exigencias
sociales.- Infalibilidad del nuevo régimen.
La palabra Libertad, que se puede
definir de distintas maneras, nosotros la definiremos así:
Libertad es el
derecho que cada uno tiene de hacer lo que permite la ley. Tal
interpretación de esta palabra en estos tiempos
hará que toda la libertad esté en nuestras manos, porque
las leyes destruirán o crearán lo que nos agrade,
conforme al programa expuesto más arriba. Con la prensa
obraremos de la manera siguiente: ¿Qué papel
desempeña la prensa en la actualidad? Ella sirve para encender
las pasiones o mantener el egoísmo de los
partidos. La prensa es banal, injusta, aduladora, y los hombres, en su
gran mayoría, no comprenden bien para qué
sirve. Nosotros la domaremos y la enfrenaremos con fuertes riendas, y
otro tanto haremos con las demás obras
impresas, porque ¿de qué nos serviría
desembarazarnos de la prensa y del periódico si hemos de ser el
blanco de
los ataques del libro y del folleto? Transformaremos la publicidad, que
bastante caro nos ha costado hasta ahora,
censurando los periódicos y convirtiéndolos en una fuente
de ingresos para el Estado. Crearemos un impuesto
especial para la prensa. Al fundarse un periódico, o al
establecerse una imprenta, exigiremos una participación.
Con esta medida quedará garantizado nuestro gobierno de todo
ataque por parte de la prensa. En ocasiones, aun
sin mérito para ello, impondremos multas. Estampillas,
participaciones y multas producirán un buen ingreso al
Estado. Es verdad que los periódicos de los partidos
podrían soportar estas pérdidas pecuniarias, pero los
suprimiremos a la segunda vez que nos ataquen. Nadie osará tocar
impunemente la aureola de nuestra infalibilidad
gubernamental. El pretexto para suprimir un periódico
podrá ser, por ejemplo, que el órgano en cuestión
agita los
ánimos sin razón ni motivo. Fijaos bien, os ruego, en que
entre aquellos periódicos que nos atacarán, habrá
algunos
creados por nosotros mismos; pero éstos dirigirán sus
tiros exclusivamente a aquellos puntos en los que nosotros
deseamos algún cambio. Nada se dará a conocer a las
sociedades fuera de nuestro control. Ya desde ahora
hemos obtenido este resultado por el hecho de que todas las noticias se
reciben por nuestras agencias, en las que
esas noticias de todo el mundo vienen a centralizarse. Estas agencias
entonces serán exclusivamente nuestras y
no publicarán sino lo que nosotros les ordenemos. Si ya desde
ahora nos hemos podido adueñar de las inteligencias
en las sociedades cristianas, a tal grado que casi todos los hombres
ven los acontecimientos mundiales solamente
a través de las lentes de color que ponemos delante de los ojos;
si desde ahora no hay ya para nosotros cerradura
que nos impida apoderarnos de lo que los Cristianos torpemente llaman
Secreto de estado, ¿qué será cuando
seamos los dueños reconocidos como tales del mundo, en la
persona de nuestro rey universal? Cualquiera que
desee ser editor, librero, bibliotecario, publicista o impresor,
tendrá la obligación de obtener un diploma o
credencial que, en caso de que su dueño llegara a hacerse reo de
cualquier delito, será inmediatamente recogida.
Con estas medidas, el instrumento del pensamiento y de las ideas
vendrá a ser un medio educativo en manos de
nuestro gobierno, que no permitirá a las masas populares
fantasear acerca de los beneficios del progreso. ¿Quién
de nosotros ignora que estos beneficios ilusorios conducen a absurdos
desvaríos? Estos desvaríos han dado
origen a las relaciones anárquicas de los hombres entre
sí y con el poder, porque el progreso ha traído las ideas
de
toda clase de libertades desenfrenadas... Todos aquellos a quienes
damos el nombre de libera les son
anarquistas, si no de hecho, a lo menos de pensamiento. Todos y cada
uno de ellos van persiguiendo la libertad y
caen en la anarquía, protestando por el simple placer de
protestar. Volvamos a la prensa. La abrumaremos, lo
mismo que a los demás impresos, con impuestos en sellos o
estampillas a tanto por hoja, y con fianzas: los libros
que tengan menos de treinta hojas, pagarán doble impuesto. A
éstos, los registraremos en la categoría de folletos;
por una parte, a fin de reducir el número de revistas, que son
el veneno más peligroso, y por otra, porque esta
medida obligará a los escritores a producir obras extensas que
serán poco leídas, principalmente por su alto
precio. Por el contrario, lo que nosotros editemos para el bien moral,
dentro de las tendencias que estableceremos,
se venderá barato y será leído por todos. Los
impuestos acallarán el vano deseo de escribir, y el temor del
castigo
someterá a los literatos bajo nuestra autoridad. Si hay personas
que intenten escribir contra nosotros, no se
encontrará quien quiera imprimir sus obras. Antes de aceptar
alguna para su impresión, el editor o impresor tendrá
que dirigirse a las autoridades para obtener el permiso respectivo. De
este modo nosotros
conoceremosanticipadamente los lazos que se nos tiendan y los
destruiremos con las explicaciones previas que
hagan el caso. La literatura y el periodismo son dos fuerzas educadoras
de la mayor importancia; por esto nuestro
gobierno será el propietario del mayor número de
periódicos. Por esta misma razón, también, la
influencia nociva
de la prensa privada será neutralizada y adquiriremos una
influencia moral enorme. Si autorizamos diez periódicos
privados, fundaremos treinta de los nuestros. Todos los
periódicos editados por nosotros serán aparentemente de
tendencias y opiniones las más opuestas, lo que
despertará la confianza en ellos y les atraerá a nuestros
adversarios sin recelos ; caerán en el lazo y resultarán
inofensivos. Los órganos de carácter oficial
estarán en
primera línea. Vigilarán siempre nuestros intereses y
esta razón hace que su influencia sea casi nula. En la
segunda fila estarán los oficiosos, cuyo papel será
atraer a los indiferentes y a los tibios. En tercera fila
colocaremos a nuestra pretendida oposición. Un órgano,
cuando menos, será el antípoda de nuestras ideas.
Nuestros contrarios tomarán en este pseudo opositor por un
aliado suyo y nos descubrirá su juego. Representarán
nuestros periódicos todas las tendencias: las
aristocráticas unos, las republicanas otros, igualmente las
revolucionarias y aun las anarquistas; pero esto, naturalmente se
entiende, mientras esté en vigor la Constitución.
Como el dios Wichnou de cien manos, cada una de ellas acelerará
el cambio de la sociedad; esas manos guiarán la
opinión en el sentido que convenga a nuestros intereses, porque
un hombre que vive en un medio demasiado
agitado, pierde la facultad de razonar y se abandona fácilmente
a la sugestión. Los imbéciles que creerán repetir
la
opinión del periódico de su partido, no harán otra
cosa que repetir y expresar nuestra opinión o aquello que nos
agrade. Se harán la ilusión de seguir las opiniones del
periódico de su partido, y en realidad seguirán la
bandera
que nosotros enarbolaremos para que vayan tras ella. Para dirigir en
este sentido nuestro ejército de periodistas
desarrollaremos un cuidado especial en la organización de esta
obra. Bajo el nombre de Oficina central de la
prensa organizaremos reuniones literarias en las que nuestros agentes,
sin dejarlo conocer, darán la palabra de
orden y las señales. Discutiendo y objetando nuestras
iniciativas de una manera superficial, y sin llegar al fondo de
las cuestiones, nuestros órganos entablarán
polémica con los periódicos oficiales para
proporcionarnos el medio de
hacer declaraciones más francas sobre puntos en los que no
hayamos podido ser más explícitos en nuestras
primeras declaraciones oficiales. Estos ataques tendrán,
además, otro fin muy importante: nuestros súbditos se
creerán con las necesarias garantías para poder hablar
libremente y esto, por otra parte, dará a nuestros agentes
ocasión para afirmar que los órganos que se declaran
contra nosotros no hacen otra cosa que charlar, supuesto
que no pueden presentar razones de peso para refutar seriamente
nuestras medidas y disposiciones. Estos
procedimientos inadvertidos por la opinión pública, pero
seguros, nos atraerán seguramente la atención y la
confianza del público. Merced a ellos encenderemos o calmaremos
los ánimos en las cuestiones políticas; los
persuadiremos o los desconcertaremos publicando unas veces la verdad,
otras la mentira; ya confirmando los
hechos o rectificándolos, según la impresión que
sea necesario provocar en el público, pero siempre tanteando el
terreno antes de asentar en él el pie... Venceremos a nuestros
adversarios infaliblemente, porque ellos no tendrán
a su disposición periódicos en los que puedan emitir sus
ideas hasta llegar al fin de una polémica, en virtud de las
providencias tomadas por nosotros, de las que ya antes tratamos. En
cambio, nosotros no tendremos necesidad de
refutarlos seriamente. En nuestros periódicos oficiales
refutaremos enérgicamente los artículos que, como globos
exploradores, lanzaremos en nuestros órganos clasificados en la
tercera categoría, cuando sea necesario. Ya
desde ahora, en las filas del periodismo francés, por lo menos,
existe una solidaridad Franc-Masónica. Todos los
órganos de la prensa están ligados entre sí por el
secreto profesional: a semejanza de los antiguos augures,
ninguno de sus miembros dejará escapar el secreto de sus
conocimientos, a menos que reciba la orden de quien
puede dársela. Ningún periodista se resolverá a
traicionar este secreto, porque nadie es admitido a este gremio si
no tiene en su vida pasada alguna tacha vergonzosa e infamante; y estas
notas infamantes, al punto que se cometa
la traición, serían reveladas. Mientras que esas infamias
ocultas son el secreto de algunos, la aureola del
periodista atrae la opinión de la mayoría del pueblo, que
los sigue con entusiasmo. Nuestros cálculos y proyectos
se extienden no sólo a las grandes capitales, sino
también a las provincias. Es necesario que también en
ellas
excitemos esperanzas y aspiraciones opuestas a las que excitemos en la
capital, a la que inspiraremos las
esperanzas y aspiraciones espontáneas de las provincias. Claro
es que la fuente de unas y de otras será siempre la
misma, es decir, nosotros. Mientras no tengamos por completo el poder
en nuestras manos, muchas veces
tendremos necesidad de que las capitales sean arrolladas por la
opinión de las provincias, esto es, de las mayorías
manejadas por nuestros agentes. Es preciso que las capitales, en el
momento psicológico, no discutan los
acontecimientos por el solo hecho de haberlos aceptado la
mayoría de las provincias. Al entrar en el nuevo
régimen que preparará nuestro reinado, no podemos admitir
que la prensa haga pública la criminalidad: precisa
hacer creer que el nuevo régimen tiene a todos de tal manera
satisfechos, que aun los crímenes han desaparecido.
Los casos que puedan poner de manifiesto esa criminalidad,
quedarán ignorados de todos, si no es de sus víctimas,
de sus autores y de los testigos accidentales.
PROTOCOLO XIII
La necesidad del pan de cada
día.- Las cuestiones políticas.-Las cuestiones
industriales.- Las casas públicas.- La verdad es una.- Los
grandes problemas.-
La necesidad del pan de cada día hace a los Goim (los
Cristianos) callar, y los convierte en nuestros humildes
servidores. Los agentes, sacados de entre ellos por nuestra prensa,
discutirán bajo nuestras órdenes todo aquello
que nos sería molesto publicar directamente en documentos
oficiales, y nosotros, entretanto, aprovechando el
ruido provocado por estas discusiones, tomaremos las medidas que
juzguemos convenientes y las presentaremos
al público como un hecho consumado.
Nadie tendrá el atrevimiento de reclamar la anulación de
lo que se haya
decidido, tanto más que esto será presentado como un
progreso. La prensa, por otra parte, llamará la atención
hacia otras nuevas cuestiones; ya hemos acostumbrado a los hombres a
esto, como sabéis, a buscar siempre
novedades. Algunos imbéciles, creyéndose instrumentos del
DESTINO, se lanzarán sobre estas nuevas
cuestiones, en las que no entienden palabra de lo que intentan
discutir. Las cuestiones políticas no son asequibles
a nadie, sino a los que han creado la misma política y desde
hace siglos la vienen dirigiendo. Por aquí veréis que
sondeando la opinión de las multitudes no hacemos más que
facilitar la realización de nuestros designios y podéis
notar que simulamos buscar la aprobación no de nuestras
acciones, sino de nuestras palabras pronunciadas en tal
o cual ocasión. Continuamente estamos proclamando que en todas
nuestras providencias y disposiciones no
tenemos más norte ni más guía que la esperanza
unida a la certeza de ser útiles al bien común. Para
distraer a los
hombres demasiado inquietos de las cuestiones políticas les
pondremos delante las pretendidas nuevas cuestiones
industriales. Que desahoguen sus furias sobre estos nuevos temas. Las
masas consentirán en permanecer
inactivas y en descansar de su pretendida actividad política (a
que nosotros mismos las hemos acostumbrado para
luchar por medio de sus intermediarios con los gobiernos de los
Cristianos) bajo la condición de tener nueva
ocupación; nosotros les señalaremos casi la misma
dirección política. Con el objeto de que no lleguen a
nada por
medio de la reflexión, les distraeremos de pensar en cosas
serias por medio de las diversiones, de los juegos, de
los pasatiempos, de las satisfacciones de las pasiones, de las casas
públicas... Muy pronto propondremos por
medio de la prensa concursos de arte, de belleza, de sport..., de todo.
Estas futilezas alejarán definitivamente los
ánimos de ciertas cuestiones en las que nos sería molesto
entrar en lucha con ellas. Los hombres cada día pierden
más la costumbre de pensar por sí mismos y
acabarán por hablar haciendo coro a nuestras ideas, porque
seremos
los únicos que fijemos rumbos al pensamiento..., por
mediación de personas tales que, ya se comprende, no se
creerá que somos solidarios de ellas. El papel de los utopistas
liberales acabará definitivamente cuando nuestro
gobierno sea reconocido. Hasta entonces nos prestarán un buen
servicio. Por eso todavía ahora seguimos
impulsando y estimulando a las inteligencias a inventar toda clase de
teorías fantásticas, nuevas y que dan en
llamar progresistas, porque hemos trastornado la cabeza a esos
imbéciles Cristianos con éxito completo por
medio de esa palabreja: PROGRESO, y no existe entre ellos uno solo que
vea que tras de esta palabra se oculta
un error en todos los casos en que se trate de inventos materiales,
pues LA VERDAD ES UNA Y NO SABE NI
PUEDE PROGRESAR EL PROGRESO, COMO UNA IDEA FALSA, SIRVE PARA OSCURECER
LA
VERDAD A FIN DE QUE NADIE LA CONOZCA FUERA DE NOSOTROS, LOS ELEGIDOS
POR DIOS, LOS
DEPOSITARIOS DE LA VERDAD Cuando llegue nuestro reinado, nuestros
oradores disertarán acerca de los
grandes problemas que han conmovido a la humanidad para traerla
finalmente bajo nuestro dominio.
¿Quién podrá
entonces poner en duda que todos esos grandes problemas fueron
planteados por nosotros, siguiendo un plan
político que nadie pudo adivinar ni sospechar siquiera en el
transcurso de tantos siglos?.
PROTOCOLO XIV
La Religión del
porvenir.- La esclavitud futura.- Imposibilidad de conocer los
misterios la Religión del porvenir.- La Pornografía y el
porvenir de la palabra impresa.
Al advenimiento de nuestro reinado
no reconoceremos la existencia de ninguna religión fuera de la
de nuestro
Dios único, con el que nuestros destinos están ligados
íntimamente, porque somos el Pueblo Escogido, por el cual
este mismo destino está unido a los de todo el mundo. Por esto
tenemos que destruir todas las creencias. Si éstas
han podido dar origen al Ateísmo contemporáneo, este
estado transitorio no perjudica nuestros objetivos, sino que
servirá de ejemplo a las generaciones que oirán nuestras
predicaciones sobre la Religión Mosaica, cuyo sistema
estoico y perfectamente concebido nos ha dado por resultado la
conquista de todos los pueblos de la tierra.
Haremos ver así su verdad mística en la que podemos decir
descansa toda su fuerza educadora. Publicaremos
entonces en todas las ocasiones artículos en los que haremos
comparación de nuestro benéfico gobierno con los
del pasado. Los errores de los gobiernos de los Cristianos serán
pintados con los más vivos colores. Tanto horror
y repugnancia hacia ellos provocaremos, que los pueblos
preferirán el descanso de la esclavitud a los famosos
derechos de la Libertad que por tanto tiempo los trajeron atormentados
y los privaron hasta de los medios
necesarios de subsistencia; que los hicieron ser explotados por una
turba de aventureros, sin poder siquiera saber
qué era lo que hacían... Los cambios inútiles de
gobierno, a los que continuamente empujábamos a los Cristianos,
mientras minábamos sus instituciones, dejarán de tal
manera cansados a los pueblos en esta época, que más
querrán soportar cualquier cosa de nuestra parte que correr de
nuevo el riesgo de nuevas agitaciones. Haremos
notar especialmente los errores de los gobernantes que figuran en la
historia, que sin haber producido un
verdadero bien a la humanidad, torturaron durante tantos siglos a los
pueblos para correr en pos de ilusorios
bienes sociales, sin darse cuenta de que sus proyectos en vez de
mejorar las relaciones de la vida humana las
empeoraban. Nuestros filósofos discutirán todas las
deficiencias de las creencias cristianas; pero nadie jamás
podrá discutir nuestra religión desde su verdadero punto
de vista, porque nadie la conocerá en su fondo, a
excepción de nuestros sabios, que nunca ni por nada
osarán revelar sus secretos. En los pueblos que se tienen por
adelantados, crearemos una literatura obscena, lúbrica,
abominable. La fomentaremos todavía por algún tiempo
antes de nuestra llegada al poder, para hacer resaltar el contraste
entre nuestros discursos y programas y aquellas
torpezas y obscenidades. Nuestros sabios, educados para gobernar a los
Cristianos, compondrán discursos,
memorias, proyectos que nos darán el necesario influjo sobre las
inteligencias y nos permitirán encauzar sus
actividades hacia las ideas y conocimientos que queramos imponerles.
PROTOCOLO XV
Golpe de estado mundial en un
solo día.- Las sentencias de muerte.- La futura suerte de
los Franc-Masones.- Carácter místico del poder.-
Multiplicación de las logias masónicas.- El gobierno
central de los sabios.- Al asunto Azeff.- La Franc-Masonería,
guía de todas las sociedades secretas.- Importancia del
éxito público.- El colectivismo.- Las víctimas.-
Sentencias de muerte de los Franc-Masones.- Desprestigio de las leyes y
de la autoridad.- La predestinación.- Brevedad y claridad de las
leyes del futuro reino.- Obediencia a la autoridad.- Medidas contra el
abuso del poder.- Crueldad en los castigos.- Límite de edad para
los jueces.- El liberalismo de los jueces y del poder.- El dinero del
mundo.- Absolutismo de la Masonería.- Derecho de
Casación.- Aspecto patriarcal del futuro gobierno.-
Deificación del mismo.- El derecho del más fuerte,
derecho único. - El rey de Israel, patriarca del Mundo.
Cuando al fin comencemos a reinar con la ayuda de golpes de estado
preparados en todas partes para el mismo
día, después de la confesión definitiva de la
nulidad de todos los gobiernos existentes (y para que esto llegue
pasará todavía algún tiempo, tal vez un siglo),
impediremos que se conspire contra nosotros. Para ello
condenaremos a muerte a todos aquellos que acojan nuestro advenimiento
al poder con las armas en la mano.
Toda creación de una nueva sociedad secreta, sea la que fuere,
será castigada con la pena de muerte. Las que
existen ahora y que nos son conocidas, quedarán igualmente
abolidas, no obstante que nos han servido y tienen
aún que servirnos, y serán desterradas a los continentes
más lejanos de Europa. Esta es la conducta que habremos
de seguir con los Franc-Masones Cristianos que saben demasiado; a los
que perdonemos por cualquier razón, los
mantendremos bajo un perpetuo terror del destierro. Promulgaremos una
ley, según la cual, todos los antiguos
miembros de sociedades secretas deberán abandonar a Europa,
centro de nuestro gobierno. Las resoluciones de
nuestro gobierno serán definitivas y sin que quepa
apelación contra ellas. En las sociedades cristianas en las que
hemos sembrado tan profundas raíces de discusiones y protestas,
no se puede restablecer el orden, sino por
medidas muy severas y que manifiesten un poder inflexible; es
inútil tomar en cuenta el número de víctimas que
caigan en vista del bien que de tales castigos ha de resultar. El deber
de todo gobierno que tiene conciencia de su
personalidad y de su ser es no solamente gozar de los privilegios, sino
cumplir los deberes que como gobierno
tiene y procurar el bien común, aunque sea a costa de enormes
sacrificios. Para que un gobierno sea
verdaderamente fuerte, inconmovible, es necesario que haga brillar el
prestigio de su poder, lo que no se obtiene
sino por la inflexibilidad majestuosa de su fuerza, que ha de llevar
consigo las señales de la inviolabilidad mística
de la elección divina. Tal era hasta hace poco tiempo la
autocracia rusa, que constituía nuestro único enemigo
serio
en el mundo con el Pontificado de la Iglesia Católica. Recordad
el ejemplo de Italia inundada de sangre, que no
tocó, sin embargo, un solo cabello de la cabeza de Sila que
tanta de esa sangre había derramado. Sila, a los ojos
del pueblo, era como un Dios por su poder; y, a su audaz regreso a
Italia, ese pueblo martirizado por él, lo deificó,
lo hizo intocable... Así el pueblo no se atreve a tocar a quien
ha sabido hipnotizarlo por su valor y su fuerza de
voluntad. Mientras llega el tiempo de nuestra dominación,
crearemos y multiplicaremos las logias masónicas en
todos los países del mundo. atraeremos a ellas a todos los que
son y pueden ser agentes aptos. Estas logias
formarán nuestro principal centro de enseñanzas y el
medio mejor de nuestra influencia y difusión de nuestras
actividades. Concentraremos todas esas logias en un gobierno solamente
conocido por nuestros sabios. Las logias
tendrán su representante, detrás del cual quedará
oculto el gobierno de que hablamos, y ese representante será el
que dé la palabra de orden y el programa. Formaremos en esas
logias el núcleo de todos los elementos
revolucionarios y liberales. En su composición caben como
elementos todas las clases sociales. Los proyectos
políticos más secretos nos serán conocidos y
caerán bajo nuestra dirección aun antes que aparezcan. En
el número
de miembros de esas logias estarán casi todos los agentes de
policía nacional e internacional (como sucedió en el
asunto Azeff), pues sus servicios son insustituibles para nosotros; la
policía puede no solamente tomar
providencias contra los recalcitrantes, sino también encubrir y
solapar nuestros actos, crear pretextos de
descontento, etc... Los que ingresan en las sociedades secretas, de
ordinario son los ambiciosos, los aventureros, y
en general, hombres ligeros en su mayor parte, con los cuales no
tendremos dificultad para ponernos de acuerdo
para la realización de nuestros proyectos. Si se producen
desórdenes, esto será indicio de que tenemos necesidad
de provocarlos para destruir una solidaridad excesiva. Si surge
algún complot en su seno, al que hay que señalar
como verdadero autor no hay que ir a buscarlo sino entre nuestros
más fieles servidores. Es natural que sea
alguno de nosotros, pues nadie más que nosotros manejamos los
asuntos de la masonería, porque sabemos a
dónde vamos, conocemos el objetivo final de toda acción,
mientras que los Cristianos nada saben, ni aun del
resultado inmediato; ordinariamente se contentan con un éxito
momentáneo de amor propio en la ejecución de sus
planes, sin fijarse siquiera en que esos planes no se deben a su
iniciativa, sino que les fueron sugeridos por
nosotros. Los Cristianos entran en las logias por curiosidad, o si no,
con la esperanza de que ello les sirva para
poder obtener un puesto en el banquete del presupuesto público;
algunos, para tener oportunidad de poder
expresar públicamente sus sueños irrealizables que no
pasan de desvaríos; están sedientos de la emoción
que
produce el éxito, y acarrean los aplausos, cosas de que nunca
nos mostramos parcos ni avaros. También les
proporcionamos éxitos, para aprovecharnos de la
satisfacción que sienten de sí mismos, la que a la vez
nos
proporciona la facilidad de que estos hombres acepten nuestras
sugestiones sin recelo ni precaución alguna y
enteramente convencidos de que expresan sus propias ideas y de que son
incapaces de apropiarse las de otros...
No podéis imaginaros cómo se puede llevar a los
Cristianos más inteligentes hasta la más inconsciente
simplicidad
a condición de dejarlos satisfechos de sí mismos y al
mismo tiempo, cuán fácil es desanimarlos con el
más
insignificante fracaso, aunque no sea sino negándoles el
aplauso, y lo fácil que es someterlos a la más servil
obediencia a fin de obtener un nuevo éxito... Mientras los
nuestros tienen en poco el éxito con tal que logren
realizar sus designios, los Cristianos están prontos a
sacrificar todos sus proyectos a cambio de un éxito ruidoso.
Esta psicología nos facilita notablemente el trabajo de
dirigirlos. Tigres en apariencia, tienen almas de cordero y
sus cabezas están completamente vacías. Les hemos dado
como distintivo bufonesco el sueño o desvarío de la
absorción de la individualidad humana por la unidad
simbólica del colectivismo; y ellos no han comprendido, ni
comprenderán en mucho tiempo, que esta bufonada es una
violación evidente de la más importante de las leyes de
la naturaleza, que creó después del primer día de
la creación, cada ser distinto de los demás, precisamente
para
que su distinción afirmara su individualidad. El que nosotros
hayamos podido inducirlos a aceptar ciegamente esta
necedad ¿no prueba con evidencia palpable hasta qué punto
su inteligencia es inferior a la nuestra? Esta
circunstancia es la principal garantía de nuestros
éxitos. ¡Con qué claridad vieron las cosas nuestros
sabios al decir
que para llegar a nuestro fin no debíamos detenernos ante los
medios ni contar el número de víctimas sacrificadas!
¡NOSOTROS NO HEMOS CONTADO A LOS IMBÉCILES CRISTIANOS Y
AUNQUE HAYAMOS
SACRIFICADO A MUCHOS DE LOS NUESTROS, HEMOS DADO SOBRE ESTA TIERRA A
NUESTRO
PUEBLO UN PODER QUE JAMAS SE HABRÍA ATREVIDO A SOÑAR!
Las víctimas, relativamente pocas de
los nuestros, lo han salvado de su ruina. La muerte es el fin
inevitable de todos. Mejor es acelerar el fin de
aquellos que ponen obstáculos a nuestra obra, que no el de
nosotros que somos los que a esa obra hemos dado el
ser.A los Franc-Masones les damos muerte de manera que nadie, excepto
sus hermanos, ni aun las mismas
víctimas, pueden sospechar de su condenación; todos
mueren. cuando es necesario, como de una enfermedad
natural... Sabiendo esto, ni la hermandad misma se atreve a protestar.
Estas medidas han desterrado y extirpado
de la masonería todo germen de protesta. A pesar de que a los
Cristianos predicamos el liberalismo, a nuestro
pueblo y a nuestros agentes los tenemos bajo una obediencia absoluta.
Gracias a nuestra influencia, la ejecución
de las leyes de los Cristianos ha quedado reducida al mínimum.
El prestigio de la ley está minado por las
interpretaciones liberales que nosotros hemos introducido. En las
causas y cuestiones políticas v de principios, los
tribunales deciden como nosotros les ordenamos; ven las cosas a la luz
que nosotros les presentamos. Para todo
esto nos servimos, como intermediarios, de personas con las que nadie
cree que tenemos nada de común; nos
servimos de la opinión, de la prensa y de otros medios. Los
senadores mismos y la administración superior aceptan
ciegamente nuestros consejos. La inteligencia netamente animal de los
Cristianos es incapaz de análisis y
observación, y más todavía, de prever hasta
dónde puede llegar una cierta manera de presentar las
cuestiones. En
esta diferencia de aptitudes que hay entre nosotros y los Cristianos
para pensar, se puede ver claramente el sello
de nuestra elección y la marca de nuestra humanidad. La
inteligencia de los Cristianos es instintiva, animal. Ellos
ven, mas no prevén ni inventan (excepto cosas materiales). Por
aquí se ve claramente que la naturaleza misma nos
tiene destinados a dirigir y gobernar el mundo. Llegado el tiempo que
gobernemos abiertamente y que mostremos
al pueblo los beneficios de nuestro gobierno, compraremos todas las
legislaciones: nuestras leyes serán breves,
claras, sólidas, sin comentarios y tales que todos las pueden
conocer. La nota sobresaliente de ellas será la
obediencia a las autoridades llevada a un grado sumo. Entonces
desaparecerán todos los abusos como
consecuencia de la responsabilidad de todos, hasta el último,
ante la autoridad superior del representante del
poder. Los abusos de autoridad de los funcionarios inferiores
serán castigados con tal severidad, que a nadie le
quedarán deseos de ensayar sus propias fuerzas. Seguiremos con
ojo vigilante cada acto de la administración de
que depende el mecanismo de la máquina de gobierno, pues el
libertinaje en el gobierno produce el libertinaje en
todas las clases. Todo caso de ilegalidad y todo abuso será
castigado de manera ejemplar. El encubrimiento, la
complicidad solidaria entre los funcionarios, desaparecerán con
los primeros ejemplos de un castigo riguroso. El
prestigio de nuestro gobierno exige castigos eficaces, es decir,
crueles, por la menor infracción de las leyes. pues
toda infracción es un atentado al alto prestigio de la
autoridad. El que resulte condenado será indefectiblemente
castigado por su delito; será como el soldado caído en el
campo de batalla gubernativo, por la autoridad, los
principios y las leyes que no toleran que los intereses privados
especulen con los cargos públicos, ni aun
tratándose de los que guían el carro de la Sociedad.
Nuestros jueces sabrán que si buscan el elogio de una
imprudente blandura, violan la ley de la Justicia que ha sido
instituida para ordenar a los hombres por medio del
castigo de los delitos, y no para que el juez haga ostentación
de la bondad de su alma. Es permitido hacer esas
manifestaciones de bondad y de estas cualidades en la vida privada,
pero no en el campo de la vida pública, que es
como la base y fundamento de la educación de la vida humana.
Nuestro personal judicial no prestará servicios
pasados los cincuenta años de edad, pues los ancianos son
más obstinados en sostener sus opiniones
preconcebidas y están menos dispuestos a obedecer las nuevas
ordenanzas, y en segundo lugar, porque esto nos
permitirá más fácilmente renovar el personal, que
así nos será más sumiso: quien quiera conservar su
empleo,
deberá obedecer ciegamente para merecer este favor.
Generalmente, nuestros jueces serán escogidos
exclusivamente por nosotros entre aquellos que comprendan que su papel
es el de castigar y aplicar leyes; no el de
hacer ostentación de liberalismo con detrimento del Estado, como
lo hacen al presente los Cristianos. Los cambios
de personal servirán también para afirmar la solidaridad
de los colegas y los tendrán a todos más estrechamente
ligados a los intereses del gobierno del que depende su suerte. La
nueva generación de jueces será educada de tal
manera que considerará inadmisibles los abusos que puedan atacar
el orden establecido en las relaciones de
nuestros súbditos entre sí. Hoy, los jueces Cristianos,
no teniendo una idea exacta de su deber, se manifiestan
indulgentes con todos los crímenes, porque los actuales
gobernantes, al nombrar para este cargo a los jueces, no
tienen cuidado de inspirarles el sentimiento de ese deber y la
conciencia de la labor que su cargo exige. Así como
los animales hacen salir a su prole en busca de la presa, los
Cristianos confían a sus súbditos estos puestos
proporcionándoles una buena renta, sin preocuparse de hacerles
comprender el fin para que tales cargos han sido
establecidos. Por eso los gobiernos se destruyen a sí mismos con
sus propias fuerzas y con los actos de su
administración. Saquemos, pues, del resultado ya conocido de
estos actos una lección más para nuestro gobierno.
Desterraremos el liberalismo de todos los cargos importantes de nuestra
administración; de esto dependerá la
educación de nuestros subordinados con relación al orden
social. A esos cargos serán admitidos solamente los que
hayan sido educados para ellos por nosotros. Se nos podrá
objetar que el retiro de los funcionarios ocasionará
fuertes gastos al Erario. Respondemos desde luego que previamente se
les proporcionará un empleo particular
para compensarlos del que se les quita en la administración
pública; y en segundo lugar, que estando en manos de
nuestro gobierno todo el dinero del mundo, éste no teme los
gastos excesivos. Nuestro absolutismo será
consecuente en todo. Por esta razón nuestra poderosa voluntad
será respetada y ejecutada sin objeción alguna
siempre que ordenemos. No tendrá ella en cuenta murmuraciones ni
descontentos; cualquier rebeldía será
reprimida con castigos ejemplares. El derecho de casación
quedará abolido, sin que nadie, sino nosotros, los
gobernantes, pueda recurrir a él, porque no debemos permitir que
nazca en el pueblo la idea de que haya podido
dictarse una sentencia injusta por jueces que han sido nombrados por
nosotros. Si algo de esto llegase alguna vez a
suceder, nosotros mismos casaremos la sentencia; pero aplicando al
mismo tiempo al juez un castigo tan ejemplar,
por no haber sabido comprender su deber y su cargo, que semejantes
casos no se repetirán. Una vez más insisto
en que nosotros tendremos conocimiento de todos los pasos de nuestra
administración, que basta vigilar para que
el pueblo esté contento de nosotros, porque hay derecho de
exigir a un buen gobierno buenos funcionarios.
Nuestro gobierno tendrá, por su parte, cierta semejanza con una
tutela patriarcal o paternal. Nuestro pueblo y
nuestros súbditos verán en él un padre que conoce
a fondo todas las necesidades, todos los actos, todas las
relaciones de sus súbditos entre sí y con el gobierno.
Con esto, los súbditos se penetrarán de tal manera del
pensamiento de que es imposible evadir esta tutela y dirección,
si quieren gozar de paz y de tranquilidad, que
reconocerán la autocracia de nuestro gobierno con un respeto que
toque en adoración, principalmente cuando se
convenzan de que nuestros funcionarios no deben al pueblo el cargo que
desempeñan y en desempeñarlo no hacen
más que cumplir ciegamente las leyes. Quedarán contentos
nuestros súbditos de que hayamos reglamentado todo
en su vida social, como lo hacen los padres prudentes que quieren
educar a sus hijos en el sentimiento del deber y
de la obediencia. Pues, los pueblos con relación a nuestra
política, y sus secretos, son hijos menores eternamente,
como ahora lo son los actuales gobiernos. Como veis, yo establezco como
base de nuestro despotismo el derecho y
el deber: el derecho de exigir el cumplimiento del deber, es el primer
deber de un gobierno, que es un padre para
sus súbditos. El tiene el derecho del más fuerte, y debe
usar de él para dirigir a la humanidad hacia el orden
establecido por la naturaleza, hacia la obediencia. En el mundo todo
obedece, excepto el hombre, a lo menos a las
circunstancias, o a su propia naturaleza, o al más fuerte en
todo caso. Seamos, pues, EL MAS FUERTE en
atención al bien. Debemos saber sacrificar sin vacilaciones a
los individuos aislados, violadores del orden
establecido, porque hay una gran fuerza educadora en el castigo
ejemplar del mal. Si el rey de Israel pone sobre su
frente la corona que le ofrecerá Europa, él será
el patriarca del mundo. Las víctimas necesariamente sacrificadas
por él para que pudiera llegar a este trono, no igualarán
jamás en número, a los sacrificados durante tantos siglos
de locura y de grandezas por la rivalidad de los príncipes y
gobiernos cristianos. Nuestro rey estará en contacto
constante con el pueblo; le dirigirá la palabra desde la
tribuna, y la ya citada oficina central de noticias difundirá
simultáneamente su palabra por todo el mundo.
PROTOCOLO XVI
Las universidades inofensivas.-
El Clasicismo sustituido.- La educación y la profesión.-
Reclame de la autoridad del gobierno en las escuelas.- Abolición
de la enseñanza libre.- Las nuevas teorías.- La
independencia del pensamiento.- Enseñanza por imágenes.
Con el fin de destruir todas las
fuerzas colectivas, excepto las nuestras, suprimiremos las
universidades, primera
etapa del colectivismo, y fundaremos otras con un espíritu
nuevo. Sus jefes y profesores serán preparados
secretamente en su labor, por programas de acción secretos y
minuciosos, sin poder apartarse de ellos en ningún
punto. Serán nombrados con especial prudencia y en todo
dependerán del gobierno. Excluiremos de la enseñanza
el Derecho Cívico, así como todo lo demás que
tenga relación con las cuestiones políticas. Estas
materias serán
enseñadas a unas cuantas decenas de individuos seleccionados en
virtud de sus aptitudes sobresalientes. Las
universidades no deben dejar salir de sus aulas a esos picos de oro
forjadores de constituciones como si
compusieran comedias o tragedias y que se ocupan en cuestiones
políticas de las que ni sus padres comprendieron
jamás una palabra. El falso conocimiento que tienen los hombres
de esta materia, las más veces ha dado origen a
los utopistas y a los malos ciudadanos: a vuestra vista está lo
que la educación general de hoy ha hecho de los
Cristianos. Hemos tenido necesidad de inyectar en su educación
todos esos principios que tan brillantemente nos
han servido para debilitar su orden social. Pero una vez que nos
hayamos adueñado del poder, proscribiremos de la
educación todas las materias de enseñanza que pueden
traer el desorden, y haremos de los jóvenes, niños
obedientes a las autoridades y amantes de los que gobiernan, como un
apoyo y una esperanza de paz y de
tranquilidad.
Reemplazaremos el Clasicismo, haciendo otro tanto con el estudio de la
historia antigua que presenta
más ejemplos malos que buenos para el estudio del programa del
porvenir. Borraremos de la memoria de los
hombres todos los acontecimientos de los siglos pasados que no nos son
gratos, no conservando sino los que dan a
conocer las faltas de los gobiernos cristianos. La vida
práctica, el orden social natural, las relaciones de los
hombres entre sí, la obligación de evitar los malos
ejemplos del egoísmo, que siembran la semilla del mal, y otras
cuestiones semejantes de carácter pedagógico
quedarán en la primera línea del programa del porvenir,
en la
enseñanza de cada profesión, que según ella sea,
será distinto, y que no generalizará la enseñanza
bajo cualquier
pretexto. Esta forma de plantear la cuestión tiene una
importancia particular. Cada clase social debe ser educada
dentro de los límites precisos, de conformidad con el destino y
el trabajo que le son propios.
Los genios potentes
siempre han sabido y sabrán deslizarse entre las otras clases;
pero dejar entrar en clase extraña a los que pueden
considerarse como valores negativos, permitirles usurpar el lugar que
correspondería a otros por el nacimiento y
la profesión al igual que a esos mismos genios excepcionales, es
una verdadera locura. Vosotros sabéis qué
consecuencias ha tenido para los Cristianos este absurdo manifiesto.
Para que el gobierno tenga el lugar que le
corresponde en los corazones y el ánimo de sus súbditos,
es necesario que mientras dure se le enseñe al pueblo en
las escuelas y en las plazas públicas la importancia del
gobierno y cuáles son sus deberes, y en qué cosas su
actividad puede contribuir al bienestar del mismo pueblo. Aboliremos
toda enseñanza libre. Los estudiantes
tendrán el derecho de unirse con sus padres en los
establecimientos escolares, como se acostumbra hacerlo en los
clubs y en los días de fiesta, los profesores darán
conferencias, de las llamadas libres, acerca de las relaciones de
los hombres entre sí; sobre las leyes de la imitación;
sobre los malos resultados de la competencia ilimitada; en fin,
sobre filosofía de las nuevas teorías que el mundo
todavía no conoce.
Haremos de estas teorías un dogma y nos
serviremos de ellas para atraer a los hombres a nuestra fe. Al
terminar la exposición de nuestro programa de acción en
el presente y en lo futuro, os expondré las bases de esas
teorías. En una palabra, sabiendo por la experiencia de muchos
siglos, que los hombres viven y se dirigen por las
ideas; que éstas no les son inculcadas sino por la
educación impartida con igual resultado a todas las edades con
procedimientos diferentes, entiéndase bien: nosotros adoptaremos
y nos asimilaremos en provecho nuestro los
últimos resplandores o destellos del pensamiento independiente
que desde tiempo atrás venimos dirigiendo hacia
las materias e ideas que nos son necesarias. El sistema de
represión del pensamiento ya está en vigor en el
método llamado Enseñanza por medio de la imagen, que debe
transformar a los Cristianos en animales dóciles,
que no piensen, que necesiten la representación por las
imágenes para comprenderlas... En Francia, uno de
nuestros mejores agentes, Bourgeois, ha divulgado el nuevo programa de
educación por medio de la imagen.
PROTOCOLO XVII
El Foro.- Influencia de los
sacerdotes cristianos.- La libertad de conciencia.- El rey de los
Judíos, Patriarca y Pontífice.- Medios de lucha entre la
Iglesia existente.- Problemas de la prensa contemporánea.-
Organización de la policía.- La policía
voluntaria.- El espionaje conforme al modelo judío.- Los abusos
del poder.
El Foro ha producido hombres
crueles, fríos, testarudos, sin principios, que se colocan
siempre en un terreno
impersonal netamente legal. Se proponen a todo trance la defensa y no
el bien social. De ordinario no rehusan
defensa alguna tratando de obtener la más alta recompensa por su
labor y aferrándose a las argucias de la
jurisprudencia: esto es, lo que ha desmoralizado a los tribunales. Por
todo esto, permitiendo esta profesión dentro
de ciertos límites, haremos a sus miembros funcionarios
ejecutivos. A los abogados, lo mismo que a los jueces, se
les privará del derecho de comunicarse con los litigantes:
recibirán las causas del tribunal; las estudiarán
según las
memorias y los documentos de los relatos judiciales, defendiendo a sus
clientes conforme a los interrogatorios del
tribunal, una vez que esté terminado el esclarecimiento de los
hechos. Los honorarios que percibirán serán
independientes de la calidad de la defensa. De esta manera tendremos un
defensa honesta e imparcial, dirigida no
por el interés, sino por la convicción.
Esto suprimirá también la corrupción actual de los
asesores, a los que no
consentiremos más que en el caso que aquel que pague sea el que
gane una causa.
Hemos tenido buen cuidado de
desacreditar la clase de los sacerdotes cristianos y de desorganizar
por este medio su ministerio, que mucho podría
en la actualidad perjudicarnos. Su influencia sobre los pueblos decrece
más cada día. La libertad de conciencia
está hoy proclamada en todas partes. Por lo tanto, sólo
algunos años tendremos que esperar para ver la ruina
completa de la religión Cristiana; lograremos aún
más fácilmente la completa extinción de las
demás religiones;
pero es demasiado pronto para hablar de ello. Al clericalismo y a los
clericales los meteremos dentro de marcos
tan estrechos, que su influencia será casi nula en
relación con la que tuvieron en épocas pasadas. Pero,
cuando los
pueblos se echen encima de ellos asumiremos el papel de defensores para
evitar el derramamiento de sangre. Por
esta línea curva, penetraremos dentro de la fortaleza, y por
nada la abandonaremos hasta arruinarla
completamente. El rey de los judíos será el verdadero
papa del universo, el patriarca de la Iglesia internacional.
Pero mientras no hayamos educado a la juventud en las nuevas creencias
de transición, y después en las nuestras,
no tocaremos de una manera manifiesta a las iglesias cristianas
existentes; pero lucharemos contra ellas por
medio de la crítica, provocando las disensiones. En general,
nuestra prensa contemporánea revelará los negocios
de estado, las religiones, la ineptitud de los Cristianos, todo ello en
términos los más indecentes para infamarlos de
todas maneras, COMO EXCLUSIVAMENTE SABE HACERLO EL GENIO DE NUESTRA
RAZA. Nuestro
reinado será la apología del reinado de Vichnou, que es
su símbolo: de nuestras cien manos cada una tendrá un
resorte de la máquina social. Todo lo veremos sin la ayuda de la
policía oficial, que tal como la hemos formado, en
la actualidad no deja a los gobiernos cristianos que vean todo lo que
sería necesario. Conforme a nuestro
programa un grupo de terceras personas vigilará a los
demás, y esto no por otro móvil que el sentimiento del
deber
y por servir al Estado voluntariamente. Entonces no se
considerará deshonroso servir de espía y delator. sino
algo
digno de alabanza y premio; pero las delaciones mal fundadas
serán cruelmente castigadas, para que no haya
abusos en este sentido.
Nuestros agentes serán sacados lo mismo de las altas clases
sociales que de las bajas; de
la burocracia que se divierte; de entre los editores, libreros,
impresores, dependientes de comercio, obreros,
cocheros, lacayos, etc. Esta policía desprovista de derechos,
sin autorización para obrar por sí misma, y por lo
tanto, sin poderes, no hará otra cosa sino servir de testigo y
presentar sus denuncias: la comprobación de las
denuncias y las aprehensiones dependerán de un grupo de
Directores de los asuntos policíacos, las aprehensiones
serán efectuadas por el cuerpo de gendarmes y por la
policía municipal. El que no presente su informe o denuncia
de lo que haya visto u oído, sobre cuestiones políticas,
será considerado igualmente como culpable del delito de
encubridor o como cómplice, lo mismo que si hubiera cometido
ambos delitos. Del mismo modo que hoy nuestros
hermanos están obligados bajo su responsabilidad, a denunciar
ante la comunidad a los renegados o a toda
persona que emprenda cualquier acción contraria a esa misma
comunidad, así en nuestro reino universal será
obligatorio para todos nuestros súbditos servir al Estado en esa
misma forma. Esta organización destruirá los
abusos de la fuerza, de la corrupción y todo aquello que
nuestros consejos y nuestras teorías de los derechos del
hombre han introducido en las costumbres de los Cristianos. Pero
¿cómo si no hubiéramos podido obtener que se
multiplicaran los motivos de desorden en sus gobiernos? ¿Por
qué otros medios más aptos? Ciertamente, uno de
los más importantes son los agentes a cuyo cargo está la
conservación y el restablecimiento del orden.
A éstos hay
que dejarlos en condiciones de que puedan manifestar y desarrollar sus
malas inclinaciones y caprichos, de que
abusen, en fin, de sus poderes, y al primer Jefe, aún de que
pueda aceptar de vez en cuando sus vasos de vino.
PROTOCOLO XVIII
Medidas de seguridad.- Vigilancia sobre los conspiradores.- Una guardia
invisible es la ruina del poder.- La guardia del rey de los
Judíos.- El prestigio místico del poder.- Prisión
a la primera sospecha.
Cuando sea necesario aumentar las
medidas de precaución por medio de la policía (que tanto
desprestigian a los
gobiernos), simularemos desórdenes y manifestaciones de
descontento valiéndonos para ello de buenos oradores.
Las personas que efectivamente alimenten sentimientos contrarios a
nosotros, se unirán a aquellos que van
desempeñando el papel que nosotros les hemos encomendado. Esto
nos dará pie para autorizar pesquisas, cacheos
y vigilancias especiales, para las que nos valdremos, como agentes, de
los servidores que hayamos entresacado de
la policía de los Cristianos. Como la mayoría de los
conspiradores lo son por amor al arte, y por fanfarronada, no
les causa remos daño alguno mientras no lleguen a vías de
hecho; lo único que haremos será tenerlos bien
vigilados. No hay que olvidar que el prestigio del poder se menoscaba
si con frecuencia se descubren
conspiraciones; esto implica una confesión de la impotencia del
gobierno, o lo que es todavía peor, de la injusticia
de su propia causa. Vosotros no ignoráis que el prestigio de los
reyes y gobernantes cristianos lo hemos destruido
nosotros por medio de frecuentes atentados cometidos por nuestros
agentes, que no son sino estúpidos borregos
de nuestro rebaño; es cosa agradable impulsar al crimen por
medio de unas cuantas frasecillas de sabor liberal,
con un tinte político. Obligaremos a los gobernantes a reconocer
su impotencia por las medidas de seguridad que
se verán obligados a tomar manifiestamente, y por este medio,
aminoraremos el prestigio. Nuestro gobierno será
custodiado por una guardia secreta, que casi nadie advertirá,
porque no admitimos ni siquiera la idea de que pueda
existir un partido o facción contrarios, que no esté en
condiciones de combatir y que tuviera que cuidarse de ellos.
Si admitimos esta idea, como lo hacen todavía los Cristianos,
habríamos firmado una sentencia de muerte, si no la
del soberano mismo, la de su dinastía en un porvenir no lejano.
Según las apariencias rigurosamente observadas,
nuestro gobierno no se servirá del poder sino para bien del
pueblo, y no para provecho personal ni de su dinastía.
Así, guardando esta conducta honrada y decorosa, su poder
será honrado y respetado y defendido por sus mismos
súbditos; se le adorará bajo la idea de que el bienestar
de cada uno de los súbditos depende del orden y de la
economía social... Cuidar al rey de una manera manifiesta y
visible sería reconocer la debilidad de la organización
del gobierno. Nuestro rey, cuando se encuentre en medio de sus
súbditos, estará siempre rodeado de una multitud
de hombres y mujeres que parecerán curiosos que ocupan las
primeras filas cerca de él, por mera casualidad, y
que detendrán las filas de los demás, como para evitar el
desorden. Esto será un ejemplo de moderación. Si entre
la multitud hubiere algún pretendiente que se empeñe en
hacer llegar al soberano su petición, esforzándose por
abrirse paso a través del pueblo, los que se encuentren en las
primeras filas deberán tomar la solicitud del
peticionario de sus manos y a su vista hacerlo llegar a las del
soberano, para que todos sepan que llegó a su
destino y para que al mismo tiempo comprendan que hay un control, algo
que impide que cualquiera pueda llegar
hasta él. Con la institución de una guardia oficial
desaparece el prestigio místico del poder. Cualquier hombre
dotado de cierta audacia se cree dueño del poder, el faccioso no
desconoce su fuerza y acecha la ocasión de
acometer cualquier atentado contra el poder. Cosa muy distinta decimos
a los Cristianos en nuestro discurso. pero
bien vemos cuáles han sido las consecuencias de las precauciones
manifiestas y visibles. Arrestaremos a los
criminales a la primera sospecha más o menos fundada: el temor
de padecer un error, no debe ser motivo para
darles facilidades de huida a individuos sospechosos de un delito o de
un crimen político, crímenes y delitos para
los que no tendremos consideración y debemos ser despiadados. Si
se puede, forzando un poco el sentido de las
cosas, aceptar el examen de motivos en los crímenes ordinarios,
no puede haber excusa ninguna para tolerar que
alguien se ocupe en cuestiones políticas que nadie, fuera del
gobierno, puede entender. Ni aun todos los gobiernos
actuales son capaces de entender la verdadera política.
PROTOCOLO XIX
El derecho de petición y
de iniciativa.- Los Partidos.- Los crímenes políticos
juzgados por los tribunales.- Publicidad para los crímenes
políticos.
Si no admitimos que nadie se ocupe
directamente en política, en cambio, estimularemos todo informe
o toda
iniciativa que invite al gobierno a mejorar la condición del
pueblo; lo que nos dará oportunidad de ver los defectos
o fantasías e ilusiones de nuestros súbditos, a los que
responderemos o con la ejecución del proyecto de que se
trate, o con una refutación sensata que ponga de manifiesto la
capacidad de sus autores. Los partidos no son otra
cosa que el ladrido de un perrito contra un elefante. Para un gobierno
bien organizado, no desde el punto de vista
policial, sino social, el perrillo ladra al elefante porque ignora el
lugar que le corresponde y su valor. Basta
demostrar con un buen ejemplo la importancia de cada uno, para que los
perrillos dejen de ladrar y se dediquen a
menear el rabo tan pronto como ven a los elefantes. Para despojar al
crimen político del prestigio y la aureola del
valor, llevaremos a los acusados por estos delitos al banquillo de los
delincuentes vulgares, lo mismo que se lleva
al ladrón, al asesino y a cualquier criminal despreciable.
Entonces la opinión pública confundirá en su
interior esta
categoría de criminales políticos en la ignominia y
vergüenza de los demás, y los castigará con igual
menosprecio y
repugnancia. Nos hemos propuesto, y creo que lo conseguiremos, impedir
a los Cristianos el que puedan ellos
combatir los crímenes políticos de esta manera.
Con este propósito, por medio de la prensa, en discursos
públicos
y por los manuales de historia escritos conforme a nuestras miras,
hemos hecho LA PUBLICIDAD DEL
MARTIRIO, lo que será aceptado por los facciosos a causa del
bien común. Tal reclamo ha aumentado los
contingentes de liberales y a miles de Cristianos los ha alistado en
nuestro ejército.
PROTOCOLO XX
El programa financiero. - El
impuesto progresivo.- Percepción progresiva por sellos o
estampillas.- Depósito de papeles, valores y estancamiento del
dinero. - Inspección.- Abolición de la
representación.- Estancamiento de capitales.- Emisión de
dinero.- El cambio del oro.- El cambio del costo del trabajo o de
jornal.- Los presupuestos.- Los empréstitos del Estado.- La
serie de papel a uno por ciento de interés.- Los papeles
industriales.- Los gobernantes de los Cristianos.- Los
favoritos.- Los agentes de los Franc-Masones.
Hablaremos hoy del programa
financiero, que he reservado para final de mi informe como el punto
más difícil,
culminante y decisivo de nuestros planes.
Al tratar este punto, os recordaré lo que ya se dijo en otra
ocasión: que
el conjunto de nuestros actos se resuelve por una cuestión de
cifras. Llegado el tiempo de nuestra dominación,
nuestro gobierno, por su propia seguridad y conservación,
evitará a toda costa sobrecargar a las masas populares
con impuestos y no olvidará que su papel es el de padre y
protector del pueblo. Pero, como la organización de un
gobierno tiene un costo elevado, es necesario encontrar los medios
adecuados para sostenerlo. Para esto es
preciso ir buscando con todo cuidado el equilibrio financiero. En
nuestro gobierno el rey tendrá el goce aparente de
la propiedad legal de todo cuanto hay en su Estado (lo que es
fácil ejecutar) y podrá, por lo tanto, recurrir a la
confiscación de cualquier suma de dinero que juzgue necesaria
para regularizar la circulación de moneda en su
Estado. Por donde se ve que las contribuciones deberán consistir
principalmente en un impuesto progresivo sobre
la propiedad.
De esta suerte, los impuestos serán aumentados sin molestia y
sin arruinar, en una proporción de
tanto por ciento en relación a la propiedad, y a lo que cada
cual posea. Los ricos tendrán que comprender que su
deber es poner a la disposición del Estado una parte de sus
sobrantes, ya que él les da garantías y seguridades
sobre el resto y el derecho de una ganancia honesta, y digo ganancia
honesta, porque el control de la propiedad
suprimirá todo robo legal. Esta reforma social debe venir de
arriba y su tiempo ha llegado ya, pues se necesita
como garantía de paz. La contribución que se exige a un
pobre diablo es una semilla de revolución y es perjudicial
para el Estado que pierde un provecho de consideración por ir en
pos de ruines ingresos y beneficios. Sin tener
esto en cuenta, todavía hay algo más: el impuesto a los
capitalistas disminuirá el acrecentamiento de riquezas en
manos de particulares, en las que han estado concentradas actualmente
por nosotros, para contrarrestar la fuerza
de los gobiernos de los Cristianos, a saber, las finanzas del Estado.
Un impuesto progresivo producirá una renta
mejor que el impuesto proporcional de la actualidad, que no nos sirve
sino para provocar agitaciones y descontento
entre los pueblos cristianos. La fuerza que debe servir de base a
nuestro rey ha de ser el equilibrio y estabilidad de
la paz. Es necesario que los capitalistas sacrifiquen una
pequeña parte de sus rentas para asegurar el
funcionamiento de la máquina del gobierno. Las necesidades del
Estado, ellos son los que deben cubrirlas, pues
sus riquezas les permiten hacerlo sin grave molestia. Esta medida
destruirá el odio del pobre contra el rico, en el
que aquél verá una fuerza financiera Útil al
Estado, sostén de la paz y prosperidad, porque no podrá
menos de ver
que es el rico el que sufraga los gastos necesarios para obtener estos
bienes. Para que los contribuyentes de la
clase pensante no reciban mayor disgusto por estos impuestos, se les
dará cuenta del destino de esas sumas,
exceptuando las que se distribuyan para las necesidades del trono y de
las instituciones administrativas. La
persona reinante no tendrá propiedad personal, puesto que todo
lo que es del reino es de él, y habría una
contradicción entre una y otra cosa: los recursos personales
anularían el derecho de propiedad sobre las
posesiones de todos. Los parientes de la persona real, excepto sus
herederos, a quienes sostendrá el Estado,
deben colocarse como servidores del mismo o trabajar para adquirir el
derecho de propiedad: el privilegio de
pertenecer a la familia real no debe servirles de pretexto para saquear
el Tesoro público. La adquisición de una
propiedad, la aceptación de una herencia, serán gravadas
con un derecho progresivo de sellos o estampillas. La
transmisión de una propiedad en dinero o de otra manera no
declarada necesariamente nominal, será afectada de
un impuesto de tanto por ciento, a cargo del anterior propietario desde
el día de la transmisión hasta el día en que
el fraude sea descubierto. Los títulos de traslación de
dominio deberán ser presentados cada semana al fisco del
lugar donde radique la propiedad, con la designación del nombre
y apellidos de la familia y de los domicilios del
nuevo y antiguo propietario. Este registro no se exigirá sino
cuando se trate de excedentes de una determinada
cantidad: los gastos ordinarios de compraventa de artículos
necesarios, no serán gravados más que con un derecho
mínimo por cada unidad. ¡Calculad cuánto
sobrepasarán los productos de estas impuestos a las actuales
rentas de
los estados cristianos!. La caja de fondo del Estado deberá
guardar cierto capital de reserva, y todo el sobrante de
este capital deberá ser puesto en circulación. Con las
reservas se organizarán trabajos públicos.
Como éstos son
pagados de los recursos del Estado, de allí provendrá que
la clase obrera se sentirá fuertemente adherida a los
intereses del Estado y a las personas reinantes. Una parte de esas
reservas también se destinará al pago de
primas por inventos y producción de artículos. Entonces,
sobre esas cantidades fijadas y determinadas, ya no es
necesario guardar una sola moneda en las cajas del Estado, pues el
dinero se ha hecho para circular y todo
estancamiento de dinero repercute en forma perjudicial sobre el
funcionamiento del mecanismo del Estado; la falta
de lubricación puede entorpecer la marcha normal de ese
mecanismo.
La situación de una parte del dinero en
valores en papel ha producido justamente tal estancamiento. Las
consecuencias de este hecho se han dejado sentir
bastante. Tendremos también un tribunal de cuentas, en el que el
gobierno, en cualquier tiempo, tendrá a su
disposición el estado detallado de los ingresos y pagos de la
nación, excepto el correspondiente al mes en curso no
terminado y el del mes precedente, no expedido aún. El
único individuo que no tiene interés en saquear las cajas
del Estado es su dueño, el gobernante. Por esto su control
hará imposibles las pérdidas, las filtraciones y los
desfalcos. La representación que roba un tiempo precioso a los
gobernantes en recepciones y otros actos que
exige la etiqueta, será suprimida, para que tenga tiempo para
otros asuntos a fin de reflexionar sobre ellos y
dominarlos. Su poder no quedará a merced de los favoritos que
rodean el trono para darle mayor pompa y
esplendor, pero que atienden más a sus propios intereses que a
los del Estado. Las crisis económicas entre los
Cristianos han sido promovidas por nosotros con el único fin de
retirar la moneda de la circulación. Capitales
enormes quedaban estancados sustrayendo la plata y el oro de los
Estados, que se veían obligados a dirigirse a
estos mismos que sustraían esos capitales para obtener oro y
plata. Estos empréstitos gravaban las finanzas de las
naciones por el pago de los intereses, los que esclavizaban al capital.
La concentración de la industria en manos de
los capitalistas que han dado muerte a la pequeña industria ha
absorbido todas las fuerzas del pueblo y al mismo
tiempo las del Estado. La emisión de moneda actualmente no
está en general en proporción con el consumo por
cabeza, y no puede, por lo mismo, satisfacer todas las necesidades de
los obreros. La emisión de moneda debe
estar en relación con el aumento de población, y es
necesario que se tome en consideración a los niños, que
consumen y cuestan desde que nacen. La revisión de la
acuñación de moneda es una cuestión esencial para
el
mundo entero.
Vosotros sabéis que el patrón oro fue perjudicial para
los Estados que lo adoptaron, pues éste no
puede dar abasto al consumo o gasto de moneda de plata, mucho menos,
cuando nosotros retiramos de la
circulación la mayor cantidad posible de oro. Debemos introducir
una moneda creada sobre el trabajo, que sea de
papel o de madera. Haremos una emisión de plata de acuerdo con
las necesidades normales de cada individuo,
aumentando esta cantidad a cada nacimiento y disminuyéndola a
cada defunción.
Todo departamento, todo distrito
llevará sus cuentas con este objeto. Y para que no haya demoras
en este envío de moneda argentífera para las
necesidades del Estado, las cantidades y la fecha de su remisión
deberán fijarse por medio de un decreto del
gobierno, con lo que quedará anulada la protección del
Ministerio de Hacienda, que no podrá favorecer a una
región con perjuicio de otras. Estas reformas que proyectamos,
las presentaremos de manera que no provoquen
alarma. Demostraremos la necesidad que hay de ellas como consecuencia
del fango en que han caído los
desórdenes de los Cristianos en materia hacendaria. El primer
desorden, diremos, consiste en que empiezan por
establecer un simple presupuesto que va aumentando año por
año; por esta sencilla razón se formula el
presupuesto hasta la mitad del año; después se pide un
presupuesto reformado que en tres meses es derrochado y
todo acaba con un presupuesto de liquidación, y como el
presupuesto del año siguiente es votado con arreglo al
total del presupuesto general, y el déficit normal anual es de
50 por 100, el presupuesto anual se triplica cada diez
años. Merced a estos procedimientos aceptados por la
inconsciencia de los Estados cristianos, sus cajas se
encuentran siempre vacías. Los empréstitos subsiguientes
devoran el resto y llevan esos gobiernos a la
bancarrota. Todo empréstito demuestra la debilidad del Estado y
la incomprensión de sus derechos. Los
empréstitos, como la espada de Damocles, están amenazando
sobre la cabeza de los gobiernos, que en vez de
tomar los que son únicamente necesarios de entre sus propios
súbditos, mediante un impuesto provisional, acuden
como mendigos con la mano extendida a implorar limosna a nuestros
banqueros. Los empréstitos exteriores son
las sanguijuelas que nunca pueden ya despegarse del cuerpo del Estado y
que están chupando, si no caen por sí
solas o si el Estado no las arroja radicalmente.
Pero los Estados cristianos, lejos de arrancárselas, siguen
aplicándoselas, aunque tengan que perecer a consecuencia de
estas sangrías voluntarias. En realidad, ¿qué es
por
otra parte lo que representa un empréstito, especialmente si
éste es exterior? El empréstito es la emisión de
letras
de cambio del gobierno conteniendo una obligación a cierto
interés proporcional al monto del capital por el que se
hace el empréstito. Si el empréstito está tasado
al 50 por 100, en veinte años el Estado ha pagado sin utilidad
ninguna un interés igual al empréstito; en cuarenta
años, una suma doble; a los setenta, una triple, y la deuda
queda siempre sin amortizar. Por aquí se verá que bajo la
forma de un empréstito individual, el Estado toma hasta
los últimos céntimos del pobre, invirtiéndolos en
pagar a los ricos extranjeros de los que ha tomado prestado el
dinero, en vez de ir acumulando sus riquezas para sus necesidades, sin
pagar intereses. Si los empréstitos son
interiores, los Cristianos no hacen otra cosa que traspasar el dinero
de la bolsa del pobre a la caja de los ricos.
Pero una vez que nosotros nos hemos ganado a las personas que nos eran
necesarias para hacer que los
emprésitos se traspasaran al exterior, todas las riquezas de los
Estados pasaron a nuestras capas y todos los
Cristianos quedaron reducidos a pagarnos este tributo de vasallaje.
Si la ligereza de los gobernantes cristianos, en
lo relativo a los negocios de Estado, si la corrupción de los
ministros, o la ignorancia en materia hacendaria de
otros gobiernos han abrumado a sus pueblos de deudas que no pueden
reembolsar a nuestras cajas, debéis saber
que esto también nos ha costado mucho dinero y grandes
esfuerzos... Nosotros no permitiremos el estancamiento
de la moneda, y así no habrá obligaciones sobre el Estado
a excepción de una serie de obligaciones al 1 por 100, a
fin de que el pago de intereses no entregue el poder del Estado a las
sanguijuelas que lo chupan. El derecho de
emisión de valores quedará reservado exclusivamente a las
compañías industriales que pagarán sin dificultad
los
intereses con sus utilidades; mientras que el Estado no saca
ningún provecho del dinero que se le presta, aunque el
préstamo sea para gastar y no para hacer inversión alguna
con él. Los papeles industriales serán comprados por el
mismo gobierno, transformándose así de recaudador de
impuestos en prestamista por cálculo. Esta providencia
hará cesar el estancamiento del dinero, el parasitismo y la
prensa que nos eran útiles, mientras los Cristianos eran
independientes; pero que no son deseables una vez establecido nuestro
gobierno. ¡Es evidente qué escasos de
reflexión son los cerebros puramente animales de los Cristianos!
Nos tomaban empréstitos con interés, sin
reflexionar que debieran haber tomado ese dinero, aun con mayor
interés, de las cajas de sus Estados para
pagarnos a nosotros.
¿Qué cosa había más fácil que tomar
el dinero que necesitaban de sus contribuyentes?
Esto
demuestra la absoluta superioridad de nuestra inteligencia que supo
presentarles el negocio de los empréstitos
bajo el aspecto de que eran ventajosos para ellos. Los cálculos
que nosotros presentamos, esclarecidos a su
tiempo con la enseñanza de la experiencia de muchos siglos, que
los estados cristianos nos han dado en la materia,
se distinguirán por su claridad y certeza, y demostrarán
a todos hasta la evidencia la utilidad de nuestras reformas
e innovaciones. Pondrán fin a los abusos, merced a los que hemos
tenido bajo nuestro poder a los Cristianos,
abusos que ya no podrán admitirse en nuestro gobierno.
Estableceremos también nuestro sistema de contabilidad,
por el que ni el más insignificante funcionario podrá
distraer de su objeto la más pequeña suma, sin que ello
sea
advertido, ni aun darle siquiera otro destino del que tiene indicado
siempre en nuestro plan de acción. Es imposible
gobernar sin un plan definido. Hasta los héroes, que siguen un
camino determinado pero sin ciertas reservas, al fin
perecen en él. Los gobernantes cristianos, a los que en otras
ocasiones hemos aconsejado que se distrajeran de los
negocios de Estado, por medio de las recepciones diplomáticas y
de etiqueta y demás diversiones, no eran más que
biombos y pantallas tras de los cuales actuaba nuestro gobierno.
Los informes de los favoritos que los
reemplazaban en el despacho de los negocios les eran suministrados por
nuestros agentes y dejaban siempre
satisfechas sus obtusas inteligencias con las promesas para el porvenir
de economías y mejoramientos. Pero
economías ¿de qué?, ¿de nuevos
empréstitos?. Esto hubieran podido preguntar y no lo preguntaban
a aquellos que
leían nuestras cuentas y nuestros proyectos. Bien sabéis
hasta dónde los ha conducido semejante apatía y a
qué
desbarajuste económico han llegado, a cambio de la admirable
actividad de sus pueblos.
PROTOCOLO XXI
Los empréstitos
interiores.- .El pasivo y los impuestos.- Las conversiones.- Cajas de
ahorro y la renta.- Impresión de la Bolsa de valores
públicos.- Tasación de valores industriales.
Agregaremos a lo que tratamos en la reunión precedente una
explicación detallada de los empréstitos interiores.
Sobre el empréstito interior nada nos queda por decir, sino que
ellos llenaron nuestras arcas con el dinero de las
naciones cristianas; pero para nuestro gobierno ya no habrá
ningún extranjero, supuesto que todo el mundo será
nuestro dominio, y por lo tanto, nada habrá que sea
extraño a nuestro gobierno. La corrupción de los
administradores y la desidia de los gobernantes las hemos aprovechado
para recibir sumas dobles, triples y aun
mayores, prestando a los gobiernos cristianos más de lo que sus
Estados necesitan. ¿Quién podría decir cosa igual
respecto de nosotros? Por esto voy a exponer detalladamente el punto
relativo a los empréstitos interiores.
Cuando se lanza un empréstito, los Estados abren una
suscripción para la compra de las obligaciones o bonos del
mismo. Para que estas obligaciones estén al alcance de todas las
fortunas, se emiten cupones de 100 a 1.000
pesetas; al mismo tiempo se hace una rebaja a los primeros
suscriptores. Al día siguiente hay un alza de precio
artificial, motivada, según dicen, por el exceso de demanda de
los bonos, pues todo el mundo se echa a buscarlos.
Pocos días después se corre la voz de que las cajas del
tesoro están atestadas de dinero y no se sabe ya dónde
guardarlo (¿por qué, pues, seguir tomándolo?). La
suscripción excede muchas veces la emisión del
empréstito: ¡tan
grande es la confianza que hay en las letras de cambio del gobierno!
Pero cuando la comedia ha terminado, nos
encontramos delante de un pasivo que acaba de contraerse, pasivo
demasiado gravoso.
Para el pago de los intereses es necesario recurrir a nuevos
empréstitos que no absorben sino que aumentan la
deuda principal. Una vez agotado el crédito, se necesita
recurrir a nuevos impuestos, y éstos sirven no para cubrir
el empréstito, es decir la deuda contraída, sino
sólo para pagar los intereses del mismo. Resultando que estos
impuestos son un pasivo empleado en cubrir el pasivo anterior...
Viene después el tiempo de las conversiones que disminuyen
solamente el pago de (o mejor dicho el monto) los
intereses, pero sin amortizar la deuda, conversiones que,
además, no pueden hacerse sin el consentimiento de los
que cubrieron el empréstito, o sea los prestamistas. Al
anunciarse una conversión, se ofrece devolver el dinero a
los que no estén dispuestos a aceptarla. Si todos expresan su
deseo de recobrar su dinero, el gobierno queda preso
en sus propias redes y se encuentra imposibilitado de cumplir su
oferta.
Afortunadamente, los súbditos de los gobiernos cristianos, poco
versados en negocios financieros, siempre han
optado por sufrir la pérdida consiguiente a la baja de
interés mejor que correr el riesgo de nuevas inversiones de
su dinero, con lo que muchas veces han dado a los gobiernos las
facilidades necesarias para poder descargarse de
un pasivo de muchos millones.
En la actualidad, con las deudas exteriores, los Cristianos no piensan
en hacer nada semejante, sabiendo, como
saben, que nosotros exigiremos todo nuestro dinero.
Así una bancarrota manifiesta demostrará a las naciones
la falta absoluta de unión entre los intereses de los
pueblos y los gobiernos.
Reclamo toda vuestra atención sobre este hecho y los que a
continuación mencionaré. Hoy todos los empréstitos
interiores están consolidados por las deudas llamadas flotantes,
esto es, por deudas cuyo pago es más o menos
cercano. Estas deudas están constituidas por el dinero colocado
en las cajas de ahorro y en las cajas de reserva.
Como estos fondos quedan por largo tiempo en manos de los gobiernos, se
evaporan en el pago de intereses de los
empréstitos exteriores, y en su lugar entra en las cajas una
suma equivalente de depósito de la renta. Estos
últimos son los que tapan los agujeros de las cajas del Estado
entre los Cristianos.
Cuando nosotros lleguemos al poder, ocupando el trono del mundo, todos
estos agujeros en la hacienda y las
finanzas quedarán cubiertos, sin que quede de ellos ni el
recuerdo, pues no es cosa que convenga a nuestros
intereses; suprimiremos igualmente las Bolsas de Fondos
Públicos, pues no consentiremos que el prestigio de
nuestro poder se resienta por la fluctuación de precios de
nuestros valores. Estos serán declarados por ley al
precio de su valor completo sin fluctuación posible (el alza
trae consigo la baja y así es como desde el principio de
nuestra campaña hemos jugado nosotros con los valores de los
Cristianos).
Sustituiremos las Bolsas por grandes establecimientos de crédito
especial cuyo objeto será tasar o cotizar los
valores industriales según las miras del gobierno. Estos
establecimientos estarán en condiciones de lanzar sobre el
mercado quinientos millones de valores industriales por día. De
esta manera todas las empresas industriales
quedarán bajo nuestra dependencia. ¡Ya podéis
imaginar el poder que conquistaremos por este medio!.
PROTOCOLO XXII
El secreto del porvenir.- El
mal secular base del bien futuro.- La aureola del poder y su
adoración mística.
Con todo lo que hasta hoy llevo
expuesto me he esforzado para mostraros el secreto de los
acontecimientos
pasados y presentes: ellos anuncian un porvenir próximo ya a
realizarse. Os mostré el secreto de nuestras
relaciones con los Cristianos y el de nuestras operaciones financieras.
Poco queda que decir sobre este particular.
Tenemos en nuestras manos la más grande fuerza moderna: el oro;
podemos en dos días retirar nuestros depósitos
en la proporción y cantidad que sea de nuestro agrado.
¿Será, pues, necesario todavía demostrar que
nuestro
gobierno está predestinado por Dios? Lo que no podremos probar
por medio de esta enorme riqueza es que todo el
mal que nos hemos visto obligados a causar durante tantos siglos ha
servido finalmente al verdadero bien, a poner
todo en orden... ¡He aquí la confusión de nociones
de bien y de mal! El orden se restablecerá, en parte, por medio
de la violencia, pero se restablecerá al fin. Sabemos probar que
somos bienhechores de la humanidad; nosotros
que hemos hecho al mundo torturado el verdadero bien de darle la
libertad al individuo, que podrá gozar de
descanso; la paz, la dignidad en las relaciones, a condición,
entiéndase bien, de observar las leyes establecidas por
nosotros. Explicaremos de paso que la libertad no es el libertinaje ni
el derecho a la licencia; ni tampoco consiste la
dignidad ni la fuerza, en el derecho de cada uno a proclamar principios
subversivos y destructores, como el
derecho de libertad de conciencia, de igualdad y otros semejantes, ni
en modo alguno tampoco el derecho del
individuo consiste en excitarse a sí mismo o excitar a otros
haciendo alarde de talentos oratorios en asambleas
tumultuosas. La verdadera libertad consiste en la inviolabilidad de la
persona que observa honrada y exactamente
todas las leyes de la vida en común; la dignidad en la
conciencia de sus derechos y juntamente de sus deberes y de
los derechos de que carece, y no sólo en el desarrollo ilusorio
y fantástico del tema de su YO.
Nuestro poder será
glorioso porque será pujante; porque gobernará y
dirigirá y no irá remolcado, por decirlo así, por
líderes y
oradores de los que a gritos lanzan palabras huecas y carentes de
sentido que enfáticamente llaman grandes
principios, y que no son otra cosa en realidad sino utopías.
Nuestro poder será el árbitro del orden, que es el
único
que hace la felicidad de los pueblos, y de los hombres.
PROTOCOLO XXIII
Reducción de la
producción de artículos de lujo.- La pequeña
industria.- La huelga.- Prohibición de la embriaguez.-
Condenación a muerte de la sociedad antigua y su
resurrección en su nueva forma.- El elegido de Dios.
Para que los pueblos se
acostumbren a la obediencia es necesario que se acostumbren a la
modestia y disminuir,
por consiguiente, los objetos de lujo disminuyendo su
producción. Restableceremos la pequeña industria que
dará
el golpe a los capitales particulares de los fabricantes. Esto es
aún necesario, porque los grandes industriales
dirigen todavía, muchas veces sin saberlo, es cierto, el
espíritu de las masas contra el gobierno. Un pueblo que
fomenta las pequeñas industrias no sabe de huelgas; sino que
vive apegado al orden establecido, y por lo mismo,
también a la fuerza del poder. La huelga es algo muy perjudicial
para un gobierno. Para nosotros su papel
terminará tan pronto como el poder esté en nuestras
manos. La embriaguez será igualmente prohibida por la ley y
castigada como un crimen de lesa humanidad, pues los hombres que se
embriagan se transforman en brutos bajo la
influencia del alcohol.
Los súbditos, lo repito una vez más, no obedecen
ciegamente sino a una mano firme, completamente independiente
de ellos en la que ven una espada para defenderlos y una defensa contra
las calamidades sociales.
¿Qué necesidad tienen los súbditos de ver en su
soberano un alma angelical? Lo que importa que vean en él es la
personificación de la fuerza y del poder.
El soberano que sustituya a los Gobiernos actuales que han venido
arrastrando su existencia en medio de
sociedades desmoralizadas por nosotros y que han arruinado aun el mismo
poder de origen divino, y en cuyo seno.
por todos lados se levanta el fuego de la anarquía; este
soberano, antes que nada, tendrá que extinguir esta llama
devoradora. He aquí la razón que le obligará a
condenar a muerte esas sociedades: tendrá que ahogarlas en
sangre para hacerlas luego resucitar bajo la forma de un
ejército bien organizado que sepa luchar y combatir
conscientemente contra toda infección que pudiera invadir el
organismo del Estado.
Este elegido de Dios es nombrado de lo alto para sujetar las fuerzas
locas y desatinadas movidas por el instinto, no
por la razón, por la bestialidad y no por la parte noble de la
humanidad. Esas fuerzas triunfan ahora, roban,
cometen toda clase de atentados, toda suerte de violencias, bajo el
pretexto de la libertad y de los derechos. Ellas
han destruido todo orden en la sociedad para levantar sobre estas
ruinas el trono del rey de Israel; pero su papel
terminará en el momento en que ese rey ascienda a su trono.
Entonces hay que alejarlas de su camino en el que no debe quedar el
menor obstáculo.
Entonces podremos decir a los pueblos: Dad gracias a Dios y prosternaos
delante del que lleva en su frente el
sello de la predestinación hacia la que Dios mismo ha guiado su
estrella para que nadie, excepto ese predestinado,
pueda libraros de todas las fuerzas y de todos los males.
PROTOCOLO XXIV
Consolidación de la
estirpe del rey David.- Preparación del rey.- Exclusión
de los herederos directos.- El rey y sus tres mentores. - El
rey-destino. - Intachabilidad de costumbres exteriores del rey de los
israelitas. Pasaremos ahora a tratar de los medios de asegurar las
raíces dinásticas del rey.
En esta obra nos guiarán
los mismos principios que hasta ahora nos han suministrado nuestros
sabios para la
dirección de todos los negocios mundiales. Dirigiremos el
pensamiento de toda la humanidad. Muchos miembros
de la estirpe de David prepararán los reyes y sus herederos,
escogiendo estos últimos, no según el derecho
hereditario, sino teniendo en consideración sus cualidades
sobresalientes; los iniciarán en los más ocultos secretos
de la política; en los planes de gobierno, siempre bajo la
condición de que nadie llegue a penetrar esos secretos. El
objeto de esta manera de proceder es que todo el mundo sepa que el
gobierno no puede ser puesto en otras manos
sino en las de aquellos que están iniciados en los misterios del
arte de gobernar.
Sólo a estas personas se les
enseñará la aplicación de los planes
políticos, las enseñanzas de la experiencia de los
siglos; todas nuestras
observaciones sobre las leyes político-económicas y sobre
ciencias sociales ; en una palabra, todo el espíritu de
estas leyes que la naturaleza misma ha establecido como infalible para
normalizar por ellas las relaciones de los
hombres.
Muchas veces los herederos directos serán excluidos del trono,
si en el tiempo de sus estudios dan
pruebas de ligereza, de dulzura de carácter y de otras de esas
cualidades o defectos que son perjudiciales en el
poder y que hacen ineptos a los hombres para gobernar y dañan la
actuación propia de un jefe de Estado.
Sólo a
estas personas se les enseñará la aplicación de
los fines firme e inflexiblemente, hasta cruelmente, si es necesario,
y recibirán de manos de nuestros sabios las riendas del poder.
En caso de alguna enfermedad que pudiera ser
causa del debilitamiento de la voluntad, los reyes deberán,
conforme a la ley, abdicar en otras manos que sean
capaces de sostener con la firmeza necesaria las riendas del gobierno.
Los planes de acción del rey, planes
inmediatos que haya de trazar por razones imperativas de inmediata
necesidad, sus planes más remotos todos
quedarán ignorados aun de aquellos que se le asignen como
primeros consejeros. Sólo el rey y sus tres mentores
conocerán lo por venir. En la persona del rey, dueño de
sí mismo y de la humanidad, gracias a una voluntad
inquebrantable, todos creerán ver el destino con sus caminos
desconocidos. Nadie sabrá qué es lo que el rey
pretende como objeto de sus mandatos, y así tampoco nadie se
atreverá a atravesársele en un camino que es para
todos desconocido. Es necesario sobreentender que la inteligencia del
soberano ha de corresponder al plan de
gobierno que tiene encomendado.
Por esto es que no subirá al trono sino después de haber
dado pruebas
satisfactorias de su capacidad a nuestros sabios de que ya hemos
hablado. Para que el pueblo conozca y ame a su
soberano, es necesario que trate al pueblo y se comunique con él
en los lugares públicos. Esto producirá la unión
necesaria entre las dos fuerzas que hasta hoy nosotros hemos conservado
distanciadas por el mutuo terror. Este
terror nos era absolutamente necesario en otro tiempo, para que estas
dos fuerzas, separadamente, cayeran bajo
nuestro poder e influencia. El rey de Israel no debe estar bajo el
dominio de sus pasiones, especialmente bajo el de
la voluptuosidad, ni debe, por alguna flaqueza de su carácter,
dar lugar a que sus instintos animales se
sobrepongan a su razón. La sensualidad obra de manera demasiado
nociva sobre las facultades intelectuales y la
clarividencia de las cosas, inclinándose hacia el lado peor y
más bestial de la actividad humana. La columna de la
humanidad en la persona de la semilla santa de David, debe sacrificar a
su pueblo y por su bien, todos sus gustos
personales. Nuestro soberano tiene que ser de una irreprochabilidad
ejemplar.
La fuerza ciega del pueblo no
puede quedar un solo día sin tener quien la dirija, y el nuevo
poder no hace otra cosa sino reemplazar al anterior
debilitado por el Liberalismo. En nuestros días, el poder del
oro ha reemplazado al poder de los gobiernos
liberales. Hubo un tiempo en que la fe gobernaba. La idea de libertad
es irrealizable, porque nadie hay que sepa
usar de ella en su justa medida. Basta dejar al pueblo que por
algún tiempo se gobierne a sí mismo, para que
inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje. Surgen al
punto las discusiones, que se transforman luego
en lucos de buenos sentimientos. Por esta razón hay que esperar
mejores resultados cuando se gobierna a los
hombres por medio de la violencia y el terror, que cuando se trata de
gobernarles por medio de las discusiones
académicas. Todo hombre aspira al poder; cada uno quisiera
convertirse en dictador; si esto fuera posible al
mismo tiempo, muy poco faltaría para que no estuvieran todos
prontos a sacrificar el bien de los demás, a trueque
de conseguir cada uno su propio provecho. ¿Qué es, pues,
lo que ha reprimido hasta ahora a esa bestia feroz que
se llama hombre? ¿Qué es lo que ha podido dirigirle hasta
el presente? Al iniciarse el orden social, el hombre se
ha sometido a la fuerza bruta y ciega; más tarde, a la Ley, que
no es más que esa misma fuerza, pero disfrazada.
De donde yo saco la conclusión que, según la Ley Natural,
el derecho radica en la fuerza.
La Libertad Política es
una idea y no un hecho. Se necesita saber aplicar esta idea cuando es
necesario atraer las masas populares a un
partido con el cebo de una idea, si ese partido ha resuelto aplastar al
contrario que se halla en el poder. Este
problema resulta de fácil solución si el adversario se
mantiene en el poder en virtud de la idea de libertad, de eso
que se llama Liberalismo, y sacrifica un poco de su fuerza en obsequio
de esa idea: Libertad. Y he aquí por dónde
ha de llegar el triunfo de nuestra teoría: una vez que se
aflojan las riendas del poder, inmediatamente son
recogidas por otras manos, en virtud del instinto de
conservación, porque la fuerza ciega del pueblo no puede
quedar un solo día sin tener quien la dirija, y el nuevo poder
no hace otra cosa sino reemplazar al anterior
debilitado por el Liberalismo. En nuestros días, el poder del
oro ha reemplazado al poder de los gobiernos
liberales. Hubo un tiempo en que la fe gobernaba. La idea de libertad
es irrealizable, porque nadie hay que sepa
usar de ella en su justa medida. Basta dejar al pueblo que por
algún tiempo se gobierne a sí mismo, para que
inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje. Surgen al
punto las discusiones, que se transforman luego
en lucepararán los reyes y sus herederos, escogiendo estos
últimos, no según el derecho hereditario, sino teniendo
en consideración sus cualidades sobresalientes; los
iniciarán en los más ocultos secretos de la
política; en los
planes de gobierno, siempre bajo la condición de que nadie
llegue a penetrar esos secretos. El objeto de esta
manera de proceder es que todo el mundo sepa que el gobierno no puede
ser puesto en otras manos sino en las de
aquellos que están iniciados en los misterios del arte de
gobernar. Sólo a estas personas se les enseñará la
aplicación de los planes políticos, las enseñanzas
de la experiencia de los siglos; todas nuestras observaciones
sobre las leyes político-económicas y sobre ciencias
sociales ; en una palabra, todo el espíritu de estas leyes que
la
naturaleza misma ha establecido como infalible para normalizar por
ellas las relaciones de los hombres. Muchas
veces los herederos directos serán excluidos del trono, si en el
tiempo de sus estudios dan pruebas de ligereza, de
dulzura de carácter y de otras de esas cualidades o defectos que
son perjudiciales en el poder y que hacen ineptos
a los hombres para gobernar y dañan la actuación propia
de un jefe de Estado. Sólo a estas personas se les
enseñará la aplicación de los fines firme e
inflexiblemente, hasta cruelmente, si es necesario, y recibirán
de manos
de nuestros sabios las riendas del poder. En caso de alguna enfermedad
que pudiera ser causa del debilitamiento
de la voluntad, los reyes deberán, conforme a la ley, abdicar en
otras manos que sean capaces de sostener con la
firmeza necesaria las riendas del gobierno.
Los planes de acción del rey, planes inmediatos que haya de
trazar por
razones imperativas de inmediata necesidad, sus planes más
remotos todos quedarán ignorados aun de aquellos
que se leasignen como primeros consejeros. Sólo el rey y sus
tres mentores conoceránlo por venir. En la persona
del rey, dueño de sí mismo y de la humanidad,gracias a
una voluntad inquebrantable, todos creerán ver el destino
con suscaminos desconocidos. Nadie sabrá qué es lo que el
rey pretende como objeto de sus mandatos, y así
tampoco nadie se atreverá a atravesársele en un camino
que es para todos desconocido. Es necesario
sobreentender que la inteligencia del soberano ha de corresponder al
plan de gobierno que tiene encomendado.
Por esto es que no subirá al trono sino después de haber
dado pruebas satisfactorias de su capacidad a nuestros
sabios de que ya hemos hablado. Para que el pueblo conozca y ame a su
soberano, es necesario que trate al pueblo
y se comunique con él en los lugares públicos. Esto
producirá la unión necesaria entre las dos fuerzas que
hasta
hoy nosotros hemos conservado distanciadas por el mutuo terror. Este
terror nos era absolutamente necesario en
otro tiempo, para que estas dos fuerzas, separadamente, cayeran bajo
nuestro poder e influencia. El rey de Israel
no debe estar bajo el dominio de sus pasiones, especialmente bajo el de
la voluptuosidad, ni debe, por alguna
flaqueza de su carácter, dar lugar a que sus instintos animales
se sobrepongan a su razón. La sensualidad obra de
manera demasiado nociva sobre las facultades intelectuales y la
clarividencia de las cosas, inclinándose hacia el
lado peor y más bestial de la actividad humana. La columna de la
humanidad en la persona de la semilla santa de
David, debe sacrificar a su pueblo y por su bien, todos sus gustos
personales.
Nuestro soberano tiene que ser de una irreprochabilidad ejemplar.
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