CARTA A LOS AMIGOS

1 de diciembre del 2004

   Estimados Fieles y Amigos: 

                                            Quiera Dios bendecirles. 

                                            Ya relativamente cerca de las fiestas navideñas, hoy quizás tan alejadas del espíritu religioso que antes las animaba, nos ha parecido oportuno y grato a la vez hacerles llegar nuestros saludos. Saludarles es una delicadeza que nos complace pero también nos resulta demasiado poco; entenderán Ustedes mejor al leer las siguientes frases. 

                                            El Niño Dios no nació y murió sobre la Cruz para que el mundo quedara igual que antes de su venida. De hecho, en ciertas épocas de fervor a lo largo de la historia los hombres se arrimaron  un poco o mucho más al ideal que buscó aquél nacimiento y aquella muerte. Hoy la distancia es sideral, los hombres buscando unos sobrevivir en su pobreza, otros buscando gozar de todo lo sensual como si fueran sólo animalitos en celo, muchos teniendo como imperativo de sus vidas lo mercantil. En medio de ello los niños y los jóvenes abandonados a su suerte porque sus mayores están en otra o no pueden estar en donde quisieran. El cristiano debe volver a serlo y los sacerdotes deben recordárselo y dar el ejemplo. No sucede ni lo uno ni lo otro, ambos, sacerdotes y cristianos se han materializado olvidando la Sangre derramada en la Cruz, olvidando sus propias almas y, lo que es peor, las de los más jóvenes que un día, ineluctablemente gobernarán la tierra, tal vez sin saber para qué. 

                                            Quiera Dios en esta Navidades mover las almas de todos. No somos animales para vivir como tales, aunque fuéramos pobres también queremos ser buenos para un día ver a Dios. Con nuestros mejores augurios de paz y bonanza. 

                                                                                     El Padre Superior.

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