PABLO VI Y SUS RESPONSABILIDADES 
EN EL CAOS ACTUAL DE LA IGLESIA(*)
Pbro. Dr. Joaqu�n S�enz y Arriaga    

MI OPINI�N SOBRE ESTAS OPINIONES.

   Desde luego, las citas, que he presentado a mis lectores de varios y preclaros varones de diversas partes del mundo, nos est�n demostrando apod�cticamente -como ya lo he indicado varias veces, en p�ginas anteriores de este libro- que la crisis de la Iglesia es en todas partes grav�sima, que la confusi�n es cada d�a m�s espantosa, que a medida que pasa el tiempo y los acontecimientos se suceden, todos los diagn�sticos coinciden en se�alar el mal y las fuerzas de ese mal y que son principalmente las desviaciones y el manifiesto viraje de la Jerarqu�a y del ambiguo Concilio Vaticano II, que quisieron planear una NUEVA PASTORAL, sin apoyarse firmemente en los dogmas inmutables de nuestra fe cat�lica. Los dos �ltimos pont�fices han interrumpido indiscutiblemente la un�sona armon�a de la TRADICI�N y DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA. Por eso yo siempre he pensado y dicho que, mientras nos empe�emos en salvar a Juan XXIII, Paulo VI y su Concilio Pastoral, estamos en un callej�n sin salida. No es la primera vez que es necesario encerrar en un par�ntesis los errores de papas o seudo-papas y de concilios, que no se apoyaron en la doctrina revelada, para salvar con esos par�ntesis la INERRANCIA de la Iglesia y su misma estabilidad.

   �Comprendo y preveo y estoy ya viendo que, por amor propio, por compromisos, por temores humanos -no divinos- los aludidos quieran defenderse con la misma Verdad Revelada, que ellos, antes y sin escr�pulo alguno, han conculcado, para proclamar, establecer y llevar adelante su Reforma. El chantaje de la obediencia est� en juego. "Somos la Iglesia" -dicen los actuales innovadores- "somos los �nicos y aut�nticos sucesores de los ap�stoles", "somos los representantes de Dios"; "tenemos la asistencia divina"; "SOMOS INFALIBLES"; "somos la autoridad"; "tenemos el poder para destruir a los opositores". Pero se olvidan de que, a pesar de esas prerrogativas que tienen y que nosotros no negamos, est� encima la FE, la autoridad de Dios, la INERRANCIA de la Iglesia; se olvidan de que la doctrina de la Iglesia, es inmutable; se olvidan de que el desenvolvimiento legitimo de la Iglesia, que Jesucristo mismo quiso y nos anunci�, no puede ser desconocido ni eliminado, aunque sea con el pretexto de volver a la pureza y sinceridad de la primitiva Iglesia; se olvidan de que entre cat�licos no es posible admitir ese pretendido cambio de mentalidad, que ahora nos piden, para ajustamos a la nueva Iglesia ecum�nica y postcon ciliar, porque -ya lo he dicho muchas veces- ese cambio de mentalidad es un cambio de fe.

   El m�s somero estudio sobre las reformas pastorales del Vaticano II y las novedosas ense�anzas de las enc�clicas "MATER ET MAGISTRA" y "PACEM IN TERRIS" de Juan XXIII y de las en c�clicas "ECCLESIAM SUAM" y "POPULORUM PROGRESSIO" de Paulo VI nos demostrar�a que las ense�anzas y condenaciones solemnes de P�o IX (con su SYLLABUS), de Le�n XIII, de San P�o X con su Enc�clica PASCENDI y su condenaci�n de los errores mo dernistas) Y de P�o XII (especialmente en la HUMANI GENERIS y la MEDIATOR DEI), Y las solemnes definiciones del Concilio Ecum�nico Tridentino y del Concilio Ecum�nico Vaticano I, han sido -para usar su terminologia- definitivamente "superadas" por la Iglesia postconciliar.

   Ante esta realidad tangible, el problema que se plantea es de tal magnitud, que necesariamente tiene que ser llevado a la cumbre del nuevo Magisterio hasta poner en duda su misma autenticidad. Dios no cambia y su Verdad Revelada tampoco cambia. Si los dos �ltimos pont�fices (14) y su concilio pastoral han revolucionado toda la Iglesia, tenemos raz�n para dudar de su legitimidad. Sobre los �rganos del Magisterio est� el Dep�sito sagrado e intocable de la Divina Revelaci�n. Por eso dudamos de las reformas de este concilio y de estos dos �ltimos Papas. Y esta duda no significa una rebeld�a contra la autoridad, sino contra los abusos de la autoridad, porque, no lo olvidemos, la obediencia a cualquier autoridad humana s�lo es digna, cristiana, meritoria, cuando los hombres que ejercen esa autoridad no rebasan los l�mites que la raz�n y la fe les se�alan, cuando no atacan los derechos divinos. El principio es claro e irreformable: "DEBEMOS OBEDECER A DIOS ANTES QUE A LOS HOMBRES".

   "Yo soy el Papa; yo soy el obispo". Si, pero no por eso eres Dios, no por eso eres impecable, ni personalmente infalible. El hecho jur�dico de tu elecci�n, que, supongamos, fue legitima, no te autoriza para que t� hagas de la Iglesia lo que quieras; para que modifiques con un "motu proprio" o con una declaraci�n conciliar o con cualquier otro documento que t� firmes lo que anteriormente hab�an definido o ense�ado los �rganos tambi�n aut�nticos y leg�timos del Magisterio de la Iglesia. Si hay discrepancia, tenemos ya raz�n para dudar de ti y de tus novedosas ense�anzas.

   De las diversas opiniones, que hemos citado m�s arriba sobre el Papa Montini, creo que las �nicas que merecen estudio son la que niega la legitimidad de la elecci�n (15) de Juan Bautista Montini y la que, aceptando esta legitimidad, sostiene ahora que Paulo VI ha incurrido en la herej�a y apostas�a y es, por su omisi�n permanente en el cumplimiento de sus alt�simos deberes, un pont�fice, que ha dejado de ser el fundamento inconmovible, la roca firm�sima sobre la cual levant� Cristo el edificio de su Iglesia.

   Para m� la ulterior discusi�n, supuesta la herej�a comprobada del pont�fice, sobre si ya est� autom�t�camente depuesto o si se necesita una deposici�n jur�dica, pronunciada por el clero de Roma, entre los cuales est�n ex iure los cardenales, es de importancia secundaria, a lo menos en el orden pr�ctico, ya que ser�a dif�cil lograr una acci�n eficaz, en cualquiera de las dos hip�tesis, para hacer que dejase el cargo, el que indebidamente lo detenta. Personalmente, yo me inclino por la primera sentencia, la que sostiene que una vez que el Papa ha ca�do en la herej�a, autom�ticamente dej� de ser ya PEDRO, la roca inconmovible, el principio de unidad, de cohesi�n y de estabilidad, sobre el cual est� edificada la Iglesia de Cristo. No s�lo la muerte f�sica, sino tambi�n esta muerte teol�gica de la herej�a, hace que la Sede de Roma quede vacante, sin que por eso perezca ni la Iglesia, ni el Papado. Y, como ya lo indiqu�, la sede vacante puede prolongarse por meses a�n por a�os sin que esta vacancia altere la existencia, ni la estabilidad de la verdadera y �nica Iglesia, fundada por Jesucristo.

   De no ser as� tendr�amos que admitir esa posici�n insegura que, en este asunto, como en el problema vital del nuevo "ORDO'" de la Misa, han adoptado muchos jefes de la resistencia: la nueva misa es inaceptable, es equ�voca; pero sigue siendo cat�lica, v�lida y l�cita. El actual Pont�fice es hereje, es ap�stata, pero, sin embargo, es verdadero Papa, al que debemos completa obediencia. �En qu� quedamos? �Podemos asociar la afirmaci�n y la negaci�n? �podemos admitir que un Papa hereje siga siendo el Maestro Supremo de la Iglesia? Yo no puedo admitir como cat�lica una postura equ�voca, que se preste lo mismo a la interpretaci�n de la herej�a, que a la doctrina de la verdad cat�lica. Para m� el papa hereje ha perdido toda autoridad. Probadas las premisas, no tengamos miedo a la consecuencia que de ellas fluye con claridad meridiana.

   Hablando todav�a en tesis, no en hip�tesis, es posible (la historia de la Iglesia lo comprueba) que un papa no sea papa, porque su elecci�n no fue v�lida, estaba viciada in radice. Yo creo que esta es la primera investigaci�n que debe hacerse para explicar la personalidad enigm�tica del Papa Montini. �Fue Juan Bautista Montini un papa leg�timamente elegido o no lo fue? Si su elecci�n no fue v�lida, es evidente que cae por tierra todo el enigma de su persona, de su actividad reformadora, que ha llegado, hasta convertir casi a la Iglesia, nuestra Iglesia es una nueva secta protestante o en una religi�n dial�ctica en constante evoluci�n. En esta hip�tesis, hay que encerrar en un par�ntesis su pontificado y su concilio, como un per�odo de castigo para la humanidad. Volver�amos a encontrar la posici�n monol�tica de nuestra fe cat�lica.

   Pero, para investigar la legitimidad de la elecci�n de Juan Bautista Montini, no nos basta que aparentemente se cumplieron todos los requisitos can�nicos para una elecci�n papal; si, por otros motivos, encontramos que sus nexos, sus doctrinas, su actividad no tan secreta y discreta, como �l pensaba que era, nos descubren signos contradictorios y denuciadores, creo que se impone un estudio exhaustivo sobre su persona, antes de pasar adelante, en otras hip�tesis posibles.

   Mas antes, todav�a conviene presentar otro incidente revelador, que en el estudio propuesto, puede ser muy significativo. Copio de la Revista espa�ola �QUE PASA? (A�o VII, n�m. 363. 12 de diciembre 1970):

   "El insigne y 'desgraciadamente' octogenario Cardenal Ottaviani no esconde su amargura:

   En IL MESSAGERO de Roma, correspondiente al pasado jueves 26 de noviembre, a tres columnas y en primera y segunda plana, se publica una sensacional entrevista con S.E. el Cardenal Ottaviani. Una gran fotograf�a del venerable Pr�ncipe de la Iglesia ilumina la informaci�n.

   Despu�s del 'Motu propio' del Papa del d�a 24 de noviembre, en virtud del cual, desde el pr�ximo enero, todos los cardenales de ochenta a�os para arriba no podr�n participar en la elecci�n del Pont�fice. Suman �stos, en la actualidad, veinti cinco; de entre ellos el santo Cardenal Ottaviani, que cumpli� ochenta a�os precisamente el d�a 29 de octubre de 1970.

DECLARACIONES DEL CARDENAL ALFREDO OTTAVIANI

   -�Qu� piensa, Eminencia, de esta decisi�n de Paulo VI? 

   -Por encima de mi opini�n personal, que podr�a considerarse interesada por mi edad, quisiera expresar el sentir de canonistas y prelados, y hasta de ilustres personalidades bien enteradas de los problemas actuales de la Iglesia. A todos, sin duda, impresion� el modo ins�lito y expeditivo de esta grave perturbaci�n en la alta jerarqu�a eclesi�stica, mutaci�n radical a todas luces, realizada sin previas consultas a competentes y peritos, siquiera para respetar un poco las formas.

   -�Por qu� Vuestra Eminencia dice 'ins�lito'. �Por ventura porque nadie esperaba tama�a decisi�n y zozobra?

   -Es ins�lito que, con un 'Motu Propio', sin previo asesoramiento, se tachen las p�ginas de la Constituci�n 'Vacante Sede Apost�lica' y las del 'C�digo del Derecho Can�nico que disciplinan la posici�n de los cardenales, sea en la colaboraci�n que deben al Pont�fice para el gobierno universal de la Iglesia, sea en su important�simo ministerio de m�ximos electores del Jefe de la Iglesia Universal. Este 'Motu proprio' es, pues, un acto de abolici�n de una tradici�n plurisecular y rechaza la praxis, que respetaron todos los Concilios Ecum�nicos. Referente al   l�mite de edad -prosigui� el Eminent�simo, con dominio y serenidad, sin se�al alguna de turbaci�n- si se respetara la vejez, nosotros sembrar�amos semilla, cuyos frutos vosotros mismos cosechar�ais. Pero aqu�, a�ade r�pido, el respeto est� puesto al margen... Es precisamente esta motivaci�n de a�os, que el 'Motu Propr�o' alega, para justificar disposici�n tan grave. De hecho, en el transcurso de los siglos, siempre se es tim� inmutable el principio que precisamente los entrados en a�os son firme garant�a para la Iglesia, sus mejores consejeros, ricos de experiencia, prudencia y doctrina. Si en alg�n caso faltaran estas prendas, era suficiente examinar las circuns tancias de �sta o esa otra persona, tal vez ya no id�nea, por enfermedad o perturbaci�n mental -examen que deber�an hacer diestros peritos. En las Sagradas Escrituras, continu� el Eminent�simo, con una lucidez que pasma, se menciona a menudo el seniorato y los seniores, para comprobar cu�n constructiva, en el gobierno de las cosas sagradas y en la pastoral recta y eficaz, es la contribuci�n y garant�a de la edad avanzada. Adem�s, de esto, no olvidemos tan pronto las glorias de Pont�fices, que, en edad avanzada, ilustraron la Iglesia con sabidur�a y santidad. Y, por �ltimo, cuando los cardenales llegamos a los ochenta, tenemos en nuestro haber un 'curriculum vitae', al servicio de la Iglesia, plet�rico de m�ritos, experiencias y doctrinas, de cuyas ventajas y aprovechamiento no puede la Iglesia privarse, so pretexto de admitir �nicamente la colaboraci�n de los m�s j�venes y con menor pericia.

   -Eminencia, esta separaci�n de los Cardenales octogenarios, �no puede, por ventura, en el d�a de ma�ana, afectar tambi�n a la persona del Pont�fice?

   -Ciertamente, por analog�a, hay que aplicar el mismo criterio cuando del Sumo Pont�fice se trate, octogenario, o cuyos actos merezcan ser discutidos por la edad.

   -Para terminar, Eminencia. Personalmente, �c�mo tom� Ud. esta decisi�n del Papa?

   -Mire Ud. Mucho me halagaba cada vez que Paulo VI, de viva voz o por escrito, me calificaba 'il m�o maestro'. Pero ahora, este acto de apartarme totalmente est� en abierta contradicci�n con las palabras de su carta aut�grafa del 29 de octubre pasado, felicit�ndome por mis ochenta a�os, con frases cari�osas y pl�cemes halag�e�os por mis largos, fieles, diarios servicios a la Iglesia" 

DECLARACIONES DEL CARDENAL TISSERANT.

   Seg�n "La Croix" del 27 de noviembre de 1970, el Cardenal Eugenio Tisserant de 86 a�os de edad, pero con plena lucidez mental y excelente salud f�sica, contest� a las preguntas de la Televisi�n Italiana (Primera Cadena).

   Raras veces una entrevista hab�a alcanzado tal importan cia y tenido tan interesante informaci�n. En el espacio de tres minutos, los teleespectadores han podido informarse de que la salud del Papa estaba en extremo cr�tica ("ha sido preciso sos tenerlo al salir de la audiencia del mi�rcoles"); que, en cambio la salud del Cardenal es excelente; que Cristo hab�a fundado la Iglesia" bajo la forma de un Estado Mon�rquico; que esa colegialidad, con que nos remachan los o�dos era viento: "Tanto m�s se habla de ella, cuanto menos se la practica".

   A prop�sito de la decisi�n de Paulo VI de reservar la elecci�n del Papa a los cardenales de edad inferior a los 80 a�os, el Cardenal contest� que no conoc�a los motivos de ella (a pesar de estar claramente expresados en el documento pontificio); que, sin duda, el Papa hab�a querido complacer a los j�venes, ya que "todo el mundo desea ahora que desaparezcan los viejos".

   El mi�rcoles por la tarde, el Profesor Alessandrini desminti� categ�ricamente las palabras del Cardenal, respecto a la salud del Papa.

    ALGUNOS COMENTARIOS DEL P. RAYMUNDO DULAC.

   "La decisi�n que quita bruscamente a toda una categor�a de cardenales el DERECHO de voto, en la elecci�n papal, en que consist�a lo m�s claro de su funci�n, es una decisi�n enorme. Esta manda y realiza su decapitamiento, en el sentido m�s exacto de la palabra: se les deja el sombrero, m�s se les corta la cabeza. Es lo que los antiguos romanos hubiesen llamado una diminutio capitis: un aminoramiento, una amputaci�n de la capacidad civil y, desde luego, de la personalidad.

   "Pero, no debemos olvidar que la ley, que creaba el derecho para los cardenales de elegir al Papa, hab�a sido promulgada en el a�o 1059; que en el transcurso, muy accidentado de estos mil a�os de historia, esta ley nunca hab�a sido discutida; que el 'impedimento' de la edad avanzada nunca hab�a impedido la creaci�n de un cardenal, ni el mantenimiento de un Papa llegado a los 80 a�os; que es contrario al esp�ritu cat�lico y a la tradici�n romana el deshacer, sin razones grav�simas, una ley consagrada por una tan larga costumbre; que una mu danza de esta clase, tan brusca, tan personal del Papa, en 1970, y tan sospechosa, va a acelerar, para la muchedumbre, aquel sentimiento de inseguridad, de inestabilidad, de desarraigo que ya ha contribuido a desacralizar las cosas de la Iglesia y relajar las mismas costumbres.

   "Olvidemos lo inhumano, lo vano, lo ruin en esa consideraci�n de la edad en el hombre que la ordenaci�n sacerdotal hab�a retirado de la humanidad mortal, para todo lo que ata �e a los poderes de este orden y las dignidades que pueden serle anexas.

   "Despu�s de este golpe, sumado, desde hace cinco a�os, a tantos otros que naturalizan y laicizan a los cl�rigos, �con qu� coraz�n se seguir� diciendo a los j�venes ordenados: "Tu es sacerdos in aetemum secundum ordinem Melchisedec? �Sa cerdote para la eternidad? y �de qu� orden? No de la carnal tribu lev�tica, sino del orden de aquel personaje asombroso, �nico, desencarnado, sin edad: Melquisedec, cuyo misterio nos descubre la Ep�stola a los Hebreos (VII, 5). ". ..Sin padre, sin madre, sin antepasados, que no tiene ni principio de d�a ni fin de su vida, semejante en esto, al Hijo de Dios, sacerdote para siempre..." .

   "Acabado todo esto, el sacerdote no es ahora otra cosa que un FUNCIONARIO 'jubilado' un d�a, como los dem�s, por el l�mite de su edad. El 'Pr�ncipe de la Iglesia 'jubilado' con pensi�n vitalicia, como un guardia suizo.

   "Si Paulo VI, de un plumazo, ha nulificado una legislaci�n milenaria, es importante saber, y cuanto antes, si este su 'Motu Proprio' no fue, en realidad un 'Motu alieno'.

   "Este acto inaudito es un acto de poder PERSONAL de un Pont�fice, que no deja, para los dem�s, de protegerse con la cortina de la colegialidad. Pero, nosotros tenemos la seguridad que este acto no ha sido un acto libre. Si se llega aprobar, no habr� necesidad alguna de anular ese acto; en Derecho ser� un acto nulo y sin valor alguno. ..

   "He aqu� que el Se�or de los ej�rcitos quitar� a Jerusal�n y a Jud� el hombre fuerte y el guerrero, el juez, el profeta, el adivino y el anciano, el jefe de cincuenta, el hombre de rostro venerable y de consejo... y les dar� mozos por pr�ncipes y afeminados los dominar�n" (Is. 11, 1-4). El que pueda comprender, que comprenda.

   Este es Paulo VI; contradicci�n viviente, que por un lado afirma y por otro lado niega; que, sin guardar muchas veces ni si quiera las apariencias destruye con los hechos lo que hab�a construido con las palabras. Recuerde el lector lo que en el breve al cardenal Lercaro, que tambi�n andaba ya frisando en los ochenta, escribi� el pont�fice, augurando una larga supervivencia en ser vicio de la Iglesia, y lea despu�s el 'Motu proprio', en el que despoja de sus leg�timos derechos a los cardenales octogenarios, por raz�n de la edad, no por raz�n de incapacidad. La dial�ctica paulina es incomprensible, es sencillamente destructora.

   Si aplicamos esta dial�ctica, si normamos nuestro criterio por los principios de ese 'Motu proprio', tenemos que concluir que Juan XXIII, el octogenario pont�fice, fue un Papa inepto y su con cilio no fue un verdadero concilio, porque, seg�n el Papa Montini, a los ochenta a�os, la raz�n no funciona; ni el individuo puede ya recibir las luces del Esp�ritu Santo.

HABLA EL CARDENAL SIRI, ARZOBISPO DE G�NOVA.

   Creo de suma importancia, para descifrar el enigma del actual pont�fice, citar las valerosas declaraciones del Cardenal Siri. El no habla directamente de Paulo VI, pero creo que lo que dice se puede aplicar al Papa Montini: 

   l.- LA OPINI�N SUSTITUYE A LA VERDAD

   La primera y fundamental doctrina del poder de este mundo es la afirmaci�n: la verdad no existe. Ya dec�a San Agust�n que la diferencia entre la ciudad del mundo y la ciudad de Dios se finca en que la primera tiene mil opiniones, y la segunda, una sola verdad. La diferencia capital entre las dos ciudades, no versa, por tanto, sobre el contenido, sino sobre la misma existencia de la verdad. Basta recordar el dram�tico di�logo entre Jes�s y Pilatos.

   Lo m�s grave es que hay una t�cnica para sustituir la verdad por la opini�n. Esa t�cnica existe y es socorrid�sima: basta dar una ojeada a la actual producci�n religiosa, literaria, filos�fica. Se trata de expresar opiniones tan cautelosamente formuladas, que es imposible saber cu�l es la tesis del autor; o mejor a�n: se yuxtaponen unas a otras, como si fueran mutuamente compatibles, doctrinas que son entre s� contradictorias.

   Fij�monos en el slogan de la muerte de Dios. Si se dijese negaci�n, todos comprender�an. Mas aqu� nos encontramos frente a una operaci�n sutilmente sofisticada, que quiere dar falazmente la impresi�n de salvar as� la idea m�s aquilatada y qu�micamente pura de Dios... por su 'identificaci�n' con la m�s profunda realidad del hombre.

   Los mismos t�rminos equ�vocos de 'conservador' y 'progresista' esconden la t�cnica del relativismo, que conduce toda cuesti�n doctrinal a los esquemas de derecha e izquierda, con lo que todo se relativiza, todo se torna cuesti�n de opini�n e instrumento de poder. La relativizaci�n de la verdad y de la doctrina es el verdadero objetivo de tales exposiciones arbitrarias de los actuales problemas de la Iglesia.

   �No es ese absurdo e injust�simo justo medio, que incluso obispos y cardenales preconizan entre nosotros, como si el ideal estuviera en plantarnos a medio camino, entre la verdad y el error?

   2.- �RESURGE LA 'GNOSIS'?

   Para cualificar los errores en curso se habla de un nuevo modernismo y tambi�n de la protestantizaci�n de la Iglesia. Pero el Arzobispo de G�nova prefiere recurrir a la 'gnosis'.

   Recu�rdese que la 'gnosis', con su atractivo de ciencia y alta especulaci�n, con su af�n de comprender el misterio y naturalizar la fe, constituye en el siglo II, el mayor peligro quiz� de toda la historia de la Iglesia. Creo -nos viene a decir el Eminent�simo Arzobispo de G�nova- que se puede leg�timamente calificar de 'gnosis' ese conglomerado de errores, que hoy circulan por ah�, vistos en su sistematizaci�n. Mas... �son muchos los que saben lo que dicen? Esto es lo terrible: �que no saben lo que dicen!

   Se procede no por motivos racionales, sino por el prurito de conformarse al mundo. Pero el poder mundano tiene su propia filosof�a; y los te�logos de moda traducen al lenguaje teol�gico las opiniones del d�a, no porque acepten una doctrina como tal, sino porque aceptan las doctrinas, que lisonjean a los poderes de este mundo.

   La gravedad del momento presente es �sta: que no se trata ya m�s de la oposici�n o contraste entre la verdad y el error, sino entre la verdad y la no verdad, entre el orden de la verdad y la dictadura de la opini�n. Los hombres se creen libres por que as� figura en los textos jur�dicos, cuando esa misma enga�osa creencia es prueba de su servidumbre.

   �Estar� tambi�n la Iglesia bajo la dictadura de la opini�n? La Iglesia, no; pero muchos que est�n en la Iglesia, s�. La Iglesia no podr�a ser violentada en su libertad, sin que el Esp�ritu Santo suscite poderosas reacciones...

   La polvareda levantada en torno al Concilio no fue querida por Juan XXIII, quien por ello sufri� profundamente; de esto soy testigo personal. La verdadera grandeza cristiana de Juan XXIII consisti� en el modo sereno y cristiano con que, midiendo plenamente la imponente gravedad de los problemas, acept� humildemente su cruz hasta la muerte.

   3.- LO M�S URGENTE.

   La obra m�s urgente es restaurar en la Iglesia la distinci�n entre la verdad y el error. Hemos llegado a tal extremo que todo ejercicio de la autoridad eclesi�stica se considera como abuso frente a la libertad. �Como si la autoridad fuese la negaci�n de la libertad! Mil poderes ileg�timos coartan muy gravemente y muy sistem�ticamente la conciencia y la libertad de las personas en el plano inmediato, mientras que en el plano m�s profundo las apartan de la verdad, expresada en las fuentes de la Revelaci�n y en el Magisterio. "Yo espero que las justas y autorizadas distinciones llegar�n. La pastoral no es el arte del compromiso y la cesi�n: es el arte de la salvaci�n de las almas en la verdad".

   Esa verdad, que se oscurece tantas veces en las abusivas deformaciones de la liturgia. Hoy se descubren peligrosas p�rdidas en lo esencial. Lo sagrado no es solamente el rito: es la presencia, en el rito, de la realidad significada. Cuando se mitiza el rito, se pierde el sentido de la sustancia que contiene. Nada, por consiguiente, de extra�o que la Eucarist�a se convierta para algunos en una simple fiesta de la unidad humana, en la cual Dios es nada m�s que un espectador. "Aqu� estamos no ya en la herej�a, sino en la apostas�a".

   Es cierto. "La presente situaci�n de la Iglesia es una de las m�s graves de la historia, porque, esta vez, la impugnaci�n no le viene de la persecuci�n de fuera, sino de la perversi�n interior. Esto es muy grave. Pero, las puertas del infierno no prevalecer�n".

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