LA VISITA DE JUAN PABLO II     TESTIMONIO GRÁFICO
A LA SINAGOGA DE ROMA
REVISTA "ROMA", Año XX, Nº 94 BUENOS AIRES, JUNIO 1986

   "13 de abril, 1986, jornada histórica en el milenario camino de las difíciles relaciones entre el catolicismo y el judaísmo: el Santo Padre Juan Pablo II visita la sinagoga de Roma para el encuentro con la comunidad judía que vive en la urbe desde los antiguos tiempos del Imperio Romano. Es la primera vez que el Papa entra en un templo judío..." Así refiere L'Osservatore Romano (1) este acontecimiento.

   Las últimas palabras del texto citado bastan para destacar la importancia de esta visita, que rompe una tradición bimilenaria. Y la rompe a sabiendas. Oigamos al propio Juan Pablo II que nos lo dice: "Este encuentro concluye, en cierto modo, después del pontificado de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II, un largo período". [Toda la historia de la Iglesia hasta ese momento.] Sobre el cual es preciso no cansarse de reflexionar para sacar de él las enseñanzas oportunas (2).

   Se refirió luego a "las circunstancias históricas del pasado"; así dijo, "se ha llegado con grandes dificultades a la aceptación común de una legítima pluralidad en el plano social, civil y religoso (3).

   "La consideración de los seculares condicionamientos culturales no puede, sin embargo, impedir el reconocimiento de los actos de discriminación, de las limitaciones injustificadas de la libertad religiosa, de la opresión también en el plano de la libertad civil que, respecto a los judíos, han sido objetivamente manifestaciones gravemente deplorables. Sí, una vez más, a través de mí, la Iglesia, con las palabras del bien conocido decreto "Nostra aetate", deplora los odios, persecuciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos; repito: de cualquier persona" (4).

"Una nueva era en las relaciones entre
la Iglesia y la Sinagoga
 

   Y más adelante dijo Juan Pablo II: "La visita de hoy quiere aportar una decidida contribución a la consolidación de las buenas relaciones entre nuestras dos comunidades... Para que se superen viejos prejuicios y se de espacio al reconocimiento cada vez más pleno de ese "vínculo" y de ese "común patrimonio espiritual" que existe entre judíos y cristianos.

   "Es éste el deseo que ya expresaba el párrafo nº 4 que ahora he recordado, de la declaración conciliar 'Nostra Aetate' acerca de las relaciones entre la Iglesia y las religiones no cristianas. El cambio decisivo en las relaciones de la Iglesia católica con el judaísmo y con cada uno de los judíos se ha dado con este breve pero lapidario texto." (5)

     "Inaugurando del todo una nueva era en esta relaciones", dijo en otra ocasión (6), rompiendo así claramente con la Tradición.

   El "breve pero lapidario texto" que produjo el "cambio decisivo en las relaciones de la Iglesia católica con el judaísmo y con cada uno de los judíos": "deplora los odios, persecuciones... de cualquier persona contra los judíos". Antes nos había dicho del "vínculo" y del "común patrimonio espiritual" entre judíos y cristianos.

   Los responsables de estos "odios y persecuciones" no pueden ser los poderes temporales. No podrían ellos, extraños a las partes, diversísimos según los tiempos y lugares, provocar una separación de diecinueve siglos entre la Iglesia y el judaísmo. Así cuando la persecución nazi, se dio el caso de San Maximiliano Kolbe, franciscano, gran devoto de la Inmaculada y enemigo de la masonería, que entregó su vida para salvar a un judío.

   Por exclusión no queda señalada aquí por el "breve pero lapidario texto", sino la Iglesia. Y de esta enemistad de dos milenios no pueden ser responsabilizados los fieles, sino la cabeza. Para que no retrocedamos ante esta conclusión implícita en los textos, nos dice Juan Pablo II: "repito, de cualquier persona".

   No olvidemos que antes había hablado el jefe de la comunidad judía de Italia, Giacomo Saban, quien había recordado algunos agravios que había recibido del Papado, tal el caso del Padre Mortara, ataque directo a Pío IX, como también lo hizo a Paulo IV. Y así "el jefe de la  comunidad israelita italiana enhebra en un discurso una lista de cargos históricos de su pueblo contra la Iglesia; un momento penoso; el Papa escucha en silencio, el micrófono no ayuda por suerte" (7) .

   Parecería que la visita de Juan Pablo II no hubiera amortiguado sino agudizado el judaísmo carnal, que levanta frente a Cristo el mesianismo del pueblo como tal.

   Un amigo judío, a quien le decía cómo explicaba que hace dos mil años que en Israel se terminaron los profetas y los milagros, me contestó: el milagro es que después de dos mil años, los judíos tengamos un Estado, Israel.

   El presidente de Israel, Herzog, comentó así la visita a la Sinagoga de Roma: "El mal trato que la Iglesia Católica dispensó a los judíos no puede ser considerado superado mientras se siga sin reconocer al Estado de Israel y no se establezcan [con nosotros] relaciones plenas y correctas." (8)

   Así ellos no cambian, ¿en qué han cambiado desde San Pablo?, cambia la Iglesia (o sus hombres) ."En este día que marca un verdadero y propio viraje de la política de la Iglesia -dijo en esta ocasión el rabino Toaff, coincidiendo con Juan Pablo II- no podemos olvidar el pasado, pero queremos comenzar con confianza y esperanza este nuevo período histórico..." (9)

   "Tienen celo de las cosas de Dios, decía San Pablo (10), pero sin discernimiento."

   "Porque... esforzándose en establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios."
   "Siendo así que el fin de toda la leyes Cristo."

   Mas "el celo de Israel era falso, pues no se inspiraba en el recto conocimiento de Dios, sino más bien en la soberbia de tener el monopolio de la salvación entre todos los pueblos, y en la presunción de salvarse por sí mismos sin el Mesías Redentor... No les faltaba celo, pero no era según la Palabra de Dios (cfr. Sab, 9, 10 y nota) sino apego a sus tradiciones (Hech. 6, 14 y nota) y soberbia colectiva (cfr. Juan 8, 33; Mat. 3,9;etc)..." (11)

El lenguaje de la Iglesia

   Y bien, Juan Pablo II no habló como lo hizo siempre la Iglesia; leamos en los hechos de los Apóstoles cómo lo hacía la Iglesia naciente.

   Así habló San Pedro el día de Pentecostés: "Persuádase, pues certísimamente toda la casa de Israel de que Dios ha constituido Señor y Cristo a este mismo Jesús, al cual vosotros habéis crucificado". (12) y el mismo texto sagrado nos dice que: "aquellos pues, que recibieron su doctrina, fueron bautizados, y se agregaron aquel día cerca de tres mil personas" (13).

   Cuando San Pedro curó al cojo de nacimiento, dijo al pueblo: "El Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros habéis entregado y negado en el tribunal de Pilatos, juzgando éste que debía ser puesto en libertad." y "muchos de los que habían oído la predición creyeron, cuyo número llegó a cinco mil hombres" (14)

      Presos por predicar a Jesús, comparecieron ante el Sanhedrín (15); "Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió: Príncipes del pueblo, y vosotros ancianos, escuchad:

   "Si en el día de hoy somos condenados por una buena obra hecha a un hombre tullido, en virtud de quien ha sido curado.

   "Sabedlo todos vosotros y todo el pueblo de Israel: en el nombre de Jesucristo nazareno a quien vosotros crucificásteis y Dios ha resucitado. En virtud de tal nombre se presenta sano ése a vuestros ojos.

   "Este Jesús es aquella piedra que vosotros desechásteis al edificar, la cual ha venido a ser la principal piedra del ángulo... Fuera de el no hay que buscar la salvación en ningún otro. Pues no se ha dado a loshombres otro nombre debajo del cielo por el cual debamos salvarnos."

   ¡Dulce nombre de Jesús fuera del cual no hay salvación! Quien lo calla a los hombres, no los ama. Este silencio no dice amor a las almas aunque agrade a los hombres.

   Pues el Israel carnal que confía en la letra de la ley pide: "Habladnos cosas que nos gusten, ved para nosotros cosas falsas... cese de nuestra presencia el Santo de Israel." (16)

   San Pablo en cambio decía: "Tengo gran tristeza e incesante dolor en mi corazón." "Desearía ser yo mismo anatema de Crísto en favor de mis hermanos, mis deudos según la carne." Pues "es cierto, hermanos que siento en mi corazón un singular afecto a Israel, y pido su salvación"(17). Y por ese mismo amor ardiente no quiso saber otra cosa sino a Cristo y Cristo crucificado.

La Sinagoga no tiene la inteligencia espiritual
del Antiguo Testamento

   Sigue Juan Pablo II descubriéndonos "las muchas riquezas de este nº 4 de 'Nostra Aetate'". "La Iglesia de Cristo descubre su 'relación' con el judaismo 'escrutando su propio misterio' (cf. "Nostra Aetate", ib.). La religión judia no nos es 'extrínseca' sino que en cierto modo, es 'intrínseca' a nuestra religión. Sois nuestros hermanos predilectos y en cierto modo se podría decir nuestros hermanos mayores." (18)

   Pero acá Juan Pablo II no habla del Israel del Antiguo Testamento, que anunciaba y se preparaba a la venida del Mesías, sino de los hijos de aquellos que no lo aceptaron cuando vino. Ellos no son nuestros hermanos "predilectos" ni "mayores" en la fe y su religión nos es extraña.

   Tienen materialmente los libros del Antiguo Testamento, pero no leen lo que ellos dicen, que giran todos alrededor de Cristo.

   ¿Cómo entienden el anuncio ya en el Génesis de la Mujer y su descendiente, los salmos mesiánicos, las profecías, el "varón de dolores" de Isaías, la Mujer vestida de sol, la Madre del amor hermoso de los libros sapienciales?

   "Tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oyen..." "Ellos no han llegado a la ley de la justicia. ¿Y por qué causa? Porque no la buscaron por la fe sino por las obras y tropezaron en piedra de escándalo" (19) que es Cristo. No tenemos pues tal "común patrimonio espiritual".

   "Escudriñad las Escrituras puesto que creéis hallar en ellas la vida eterna, y ellas son las que están dando testimonio de Mí."

   "Y con todo no queréis venir a Mí para alcanzar la vida." (20)

   La Sinagoga en cambio alienta un mesianismo temporal que falsea las Escrituras.

   Así "el retorno del pueblo judío a su tierra", en las palabras del rabino jefe de la comunidad hebrea de Roma, Elio Toaff, "tiene que ser reconocido como un bien y una conquista irrenunciables para el mundo, porque anticipa, según la doctrina de los profetas, aquella época de hermandad universal a la que todos aspiramos y a aquella paz redentora que encuentra en la Biblia su segura promesa. El reconocimiento a Israel, de tal insustituible función en el plan de la redención final que Dios prometió, no puede ser negado..." (21)

   Luego Cristo ¿vivió y murió en vano? ¿Juan Pablo II qué dijo de esta "hermandad universal", "paz redentora" y "redención final" sin Cristo?

Quienes no creen en Cristo no creen en el verdadero Dios
y no tienen por tanto la fe de Abraham

   Para descubrir la verdadera relación con el judaísmo, o sea con el Israel carnal, hay que seguir la Tradición bimilenaria, su modo de hablar, de obrar, de orar, hasta "el cambio decisivo", "la nueva era" de que nos habla Juan Pablo II, hay que leer a San Juan, a San Pablo a los Romanos, Gálatas, Tesalonicences y Hebreos, como a los Santos Padres, a los Doctores e imitar a los santos.

   "Porque no todos los descendientes de Israel son israelitas, ni todos los que son linaje de Abraham son por eso hijos..." dice San Pablo (22).

   En cambio Juan Pablo II no cesa de decir en discursos y alocuciones que somos hermanos en la fe de Abraham y no sólo de los judíos sino también de los musulmanes.

   Pero ellos no tienen el mismo Dios que Abraham y que nosotros. "Si sois hijos de Abraham -les replicó Jesús- obrad como Abraham." (23)

   "Abraham creyó a Dios y se le reputó por justicia."

   "Luego los que tienen fe, esos son benditos con el fiel Abraham." (24) Dios cumplió la promesa a Abraham en su descendiente que es Cristo (25). y con Cristo se revelan algunos de los más altos misterios de Dios: la Trinidad y la Encarnación. Dios es Uno y Trino y Cristo es el Hombre-Dios.

   "Y, siendo vosotros de Cristo, sois por consiguiente, hijos de Abraham y herederos según la promesa." (26)

   Luego quien no cree en la Trinidad y en el Verbo Encarnado, como la Sinagoga o el Islam, no cree en el verdadero Dios, o sea simplemente no cree en Dios. Cree en un dios hecho, no ya de piedra o madera o metales preciosos, sino de soberbia de hombre e inspiración de ángel malo.

La ignorancia invencible

   Hasta qué punto en muchos esa ignorancia es excusable y su corazon adora todo lo que ellos conocen de Dios, es otro problema. Solo El penetra las conciencias y juzga a cada uno.

   "En efecto, por la fe debe sostenerse que fuera de la Iglesia Apostólica Romana nadie puede salvarse; que ésta es la única arca de salvación; que quien en ella no hubiere entrado, perecerá en el diluvio.

   "Sin embargo, también hay que tener por cierto que quienes sufren ignorancia de la verdadera religión, si aquélla es invencible, no son ante los ojos del Señor reos por ello de culpa alguna.

   "Ahora bien, ¿quién será tan arrogante que sea capaz de señalar los limites de esta ignorancia, conforme a la razón y variedad de pueblos, regiones, caracteres y de tantas otras y tan numerosas circunstancias? A la verdad, cuando libres de estos lazos corpóreos, veamos a Dios tal como es (1 Ioh, 3,2), entenderemos ciertamente con cuán estrecho y bello nexo están unidas la misericordia y la justicia divinas; mas en tanto nos hallamos en la tierra agravados por este peso mortal, que embota el alma, mantengamos firmísimamente según la doctrina católica que hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo (Eph. 4,5): Pasar más allá en nuestra inquisición, es ilícito." (27)

La culpa del deicidio

   Sigamos con el "discurso del Santo Padre en la Sinagoga de Roma" ("L'OsservatoTe Romano").

   "El segundo punto que pone de relieve el Concilio es que a los judios como pueblo, no se les pueda imputar culpa alguna atávica o colectiva, por lo que 'se hizo en la pasión de Jesús' (cf. Nostra aetate). Ni indistintamente a los judíos de aquel tiempo ni a los que han venido después, ni a los de ahora, por tanto resulta inconsistente toda pretendida justificación teológica de medidas discriminatorias o, peor todavía persecutorias. El Señor juzgará a cada uno 'según sus propias obras', a los judíos y a los cristianos (cf. Rom. 2,6)" (28).

   La Iglesia reza y cree lo que dice el acto de Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús: "Acuérdate Señor de los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue tu predilecto, caiga sobre ellos, como un bautismo de redención y de vida, la sangre que contra sí, un día reclamaron."

   La Iglesia no cambia en lo que cree, no hay en ella "cambios decisivos" ni "nuevas eras", pues "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos" (29).

   En muchos judíos como en tantos otros infieles, que por ignorancia invencible no conocen a Cristo, su ignorancia es excusable y ¿qué se les puede imputar?

   Pero los jefes religiosos judíos que han mantenido a su pueblo separado de Cristo durante veinte siglos; que estudian las Escrituras Santas y no leen lo que ellas dicen: al Mesías que anuncian y que vino; que siguen la tradición de Caifás, el Sanhedrín y los fariseos que maldijo Nuestro Señor, a quien crucificaron; que han impermeabilizado a su pueblo de la Verdad de salvación y le han cerrado el Camino a la Vida, ellos sí son responsables de la muerte de Jesús.

   Así: "Díceles Pilatos: Tomadle allá Vosotros y crucificadle, pero yo no hallo culpa en él."

   "Respondiéronle los judíos: Nosotros tenemos una ley, y según esta ley debe morir, porque se ha hecho hijo de Dios." (30)

   Antes habían querido apedrearle y le decían: "No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por la blasfemia, porque tú siendo hombre, te haces Dios." (31)

   Quienes conscientemente pues, tienen la letra de la ley y no reconocen a Jesús como Hijo de Dios, deben sostener que Jesús era reo de muerte, y por ende se hacen también culpables de ésta.

   El judaísmo carnal no ha condenado nunca al Sanhedrín por la inicua condena. Procura en cambio culpar a los romanos.

   Este espíritu se corporiza en la Sinagoga, que Santos Padres y autores sagrados han visto como a la Contra-Iglesia, y a la cual San Juan, divinamente inspirado, llama en el Apocalipsis: "la Sinagoga de Satanás" (32). "Es palabra de Dios" y no de hombre.

   Dios, después del pecado original, dijo a la serpiente: "Enemistades pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje..." (33).

   Cristo divide la historia, a las naciones y las familias. La Sinagoga no puede ser pues, indiferente ante Cristo: lo rechaza y persigue a su Iglesia.

   Esto lo explica San Pablo: "Porque escrito está que Abraham tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre."

  "Lo cual son dos cosas alegóricas; éstas son dos alianzas: una en el monte Sinaí, que engendra esclavos...

   "Nosotros, pues, hermanos, somos los hijos de la promesa, figurados en Isaac.

   "Mas, así como entonces el que había nacido según la carne perseguía al nacido según el espíritu, así sucede también ahora." (34)

   La Sinagoga no ha cesado de perseguir al linaje de la mujer, en todo el transcurso de la historia.

   San Juan Crisóstomo así lo dice y destaca cómo los judíos apoyaron a Juliano el Apóstata, cuando éste volvió a perseguir a los cristianos.

   Ellos han animado a la gran Revolucíón moderna, que ha destruido el orden cristiano y que hoy culmina en el comunismo.

   Lo mismo en el orden moral. Los medios de comunicación, de "cultura " y del espectáculo en sus manos, como la literatura, teatros, cine, TV, son grandes factores de inmoralidad. Las leyes de divorcio, de anticoncepción, de aborto, en gran medida tienen su apoyo.

   En nuestro país ellos animan la revolución "cultural" que pretende hacer tabla rasa con la moral cristiana y natural, que atacan permanentemente a Nuestra Santa Fe y a todo lo sagrado; que quiere aventar los últimos restos de orden cristiano de nuestra legislación con el divorcio vincular y la supresión de la exigencia que el presidente tenga que ser católico.

   El padre Meinvielle bien decía que cuando las naciones cristianas se apartan de Dios, El las entrega en manos de los judíos. ¿y cuál es la solución? Ningún antijudaísmo carnal o "antísemitismo". Los políticos naturalistas no tienen solución a este problema.

   No hay otra cosa sino el retorno de las naciones a Dios, el imperio de Cristo Rey.

   Para ello, rezar y ofrecer sacrificios por su conversión, que está predicha por Dios, y la cual se ve cada vez menos lejos.

   Y hablarles de Cristo crucificado pues "¿cómo creerán en El si de El nada han oído hablar? y ¿cómo oirán hablar de El si no se les predica ?" (35).

"Deberíamos...  preparar el mundo
a la venida del Mesías"

   La "Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo", dio a publicidad en mayo de 1985 unas "Notas para una correcta presentación de judíos y judaísmo en la predicación y la catequesis de la Iglesia Católica" (36).

   Juan Pablo en su visita a la Sinagoga de Roma las citó con encomio y antes lo había hecho a los participantes de la reunión anual del comité internacional de contacto entre la Iglesia Catolica y el judaísmo (37).

   Allí se dicen cosas enormes, increíbles: "10... El pueblo de Dios de la antigua y de la nueva AIianza, tiende hacia metas análogas, la venida o el retorno del Mesías, aún si se parte de dos puntos de vista diferentes... La persona del Mesías, en relación con la cual el pueblo de Dios está dividido, es también por él un punto de convergencia... Se puede así decir que judíos y cristianos se encuentran en una esperanza comparable, fundada sobre una misma promesa hecha a Abraham..."

"11... Nos corresponde dar testimonio de una misma memoria y de una común esperanza en Aquél que es el Señor de la historia.

   "Deberíamos así asumir nuestra responsabilidad de preparar el mundo a la venida del Mesías, operando juntos por la justicia social, el respeto de los derechos de la persona humana y de las naciones. A ello somos impulsados, judíos y cristianos, por el precepto del amor al prójimo, una común esperanza del Reino de Dios y la gran herencia de los Profetas..."

   ¿Qué es esto de preparar la venida del Mesías operando juntos por la justicia social y el respeto de los derechos humanos?

   No esperamos al mismo, no tenemos "una común esperanza", Jesus ya vino, los judíos, por tanto, esperan a otro.

   Aquellas palabras pues, no son de vida, sino de muerte espiritual. "Quien tiene al Hijo tiene la vida; quien no tiene al Hijo no tiene la Vida." (38)

   El mismo San Juan nos advierte: " ¿Quién es el mentiroso sino aquél que niega que Jesús es el Cristo? Este es un anticristo, que niega al Padre y al Hijo."

   "Cualquiera que niega al Hijo, tampoco reconoce al Padre; quien confiesa al Hijo, tiene también al Padre." (39)

   Pues "en esto se conoce el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesús es el Cristo, venido en carne, es de Dios.

   "Y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios sino del Anticristo, de quien habéis oído que viene, y ya ahora está en el mundo." (40)

   Nuestro Señor, después de curar al paralítico en sábado, dijo también a los judíos: "Yo vine en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere de su propia autoridad, a aquél lo recibiréis." (41)

   Y San Beda el Venerable: "Pero los judíos no han recibido a Cristo, prefiriendo esperar al Anticristo. Porque no han querido librarse interiormente del dominio del pecado, sino exteriormente del yugo de la humana servidumbre." (42)

   Mas no sólo los judíos esperan al Anticristo, sino también muchos que "de entre nosotros han salido, mas no eran de los nuestros; que si de los nuestros fueran, con nosotros sin duda hubieran perseverado" (43).

   La conversión de Israel

   San Pablo predice esta conversión de Israel a Cristo, especialmente en su Epístola a los Romanos (cap. XI) y también a los Hebreos (44).

   Por ella deben suspirar los cristianos que desean el bien de los judios y no mantenerlos en sus tradiciones humanas, que no llevan a Dios.

   Pues "no ha desechado Dios al pueblo suyo, al cual conoció en su prescencia".

   " ...Así pues también ahora ha habido un resto según elección gratuita." (45)

   "Un resto de ellos se salvará." (46)

   Esta es la restauración que anunciaron los profetas.

   "Se convertirá un resto, un resto de Jacob, al Dios fuerte." (47)

   "Esta será la alianza que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Yahvé: y la escribiré en sus corazones y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo." (48)

   ¿Cuándo será esto? Oigamos a San Pablo:

   "No quiero hermanos que ignoréis este misterio, a fin de que no tengáis sentimientos presuntuosos de vosotros mismos: una parte de Israel ha caído en la obcecación, hasta tanto que la plenitud de las naciones (los gentiles) haya entrado. Y así se salvará todo Israel, según está escrito." (49)

   Hay una frase de Nuestro Señor que trae San Lucas, que hace preguntarnos cuándo se cumplirán estas cosas.

   "Jerusalén será hollada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de las naciones (los gentiles)." (50)

   Y bien, hace casi veinte años que Jerusalén está en manos de los judíos, después de 1900 años que fue "hollada por los gentiles". 

   Cuando se cumpla la conversión de Israel ¡qué glorificación de Dios se verá entonces!

   "Que si su caida (del Israel carnal) es riqueza del mundo y el menoscabo de ellos, el tesoro de las naciones, ¡cuánto más lo será su plenitud! 

   "Porque si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su restablecimiento, sino resurrección de muerte a vida ?" (51)

   Y termina San Pablo este capitulo con una alabanza del Dios altisimo:

   "¡Oh profundidad de los tesoros de la sabiduria y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, cuán inescrutables sus caminos! "Todas las cosas son de El, y por El y para El; a El sea dada la gloria por siempre jamás. Amén." (52)

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