¿ES ESTA LA IGLESIA CATÓLICA?

Sin duda que Su Santidad conoce las blasfemias contenidas en el Talmud contra Jesucristo y contra la Religión Cristiana. Antes que la Iglesia Católica se atreva a modificar cualesquiera doctrina cristianas, yo pienso que debería pedir primero a los judíos que quiten todas esas horrendas cosas, contra Cristo y los cristianos, del Talmud que es el libro básico del judaísmo. (carta del Director de la Delegación de la Palestina Árabe ante la O.N.U., al jesuíta alemán, Agustín, Cardenal Bea, en ocasión de la reunión de este último con los dirigientes de la B’NAI Brith. (sacado del Nº 22 de La Hostería Volante:, pág, 4: Esoterismo y Politica).

   La Comisión Bíblica Pontificia ha publicado un texto titulado: “El pueblo judío y sus santas escrituras en la Biblia cristiana”.

   El diario “La Croix” anuncia esta publicación bajo el título: “Roma renueva su visión del judaísmo” y reedita la foto de la visita de Juan Pablo II a la sinagoga de Roma en 1986.  

La Pontificia Comisión Bíblica

   El periódico Suizo Le Temps ha dedicado, en su edición del 15 de diciembre 2001, un artículo acerca del reciente documento de la Pontificia Comisión Bíblica y su texto: “El pueblo judío y las Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana”.

   He aquí el artículo completo.

   “La ruptura entre la Iglesia y el pueblo judío no debería haber ocurrido jamás”

   Es un nuevo paso importante hacia el judaísmo el que acaba de dar la Iglesia católica publicando en la mayor discreción un texto titulado “El pueblo judío y las Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana”. Realizado por la Pontificia Comisión Bíblica, cuyo presidente es el Cardenal Joseph Ratzinger, este documento analiza la visón del pueblo judío y de sus textos sagrados desde un punto de vista cristiano. Representa una nueva contribución a la profundización de las relaciones entre cristianismo y judaísmo. Se inscribe dentro del esfuerzo de reflexión y de búsqueda que ya ha sido hecho por la Iglesia católica. Un esfuerzo vuelto necesario por la tragedia de la Shoah, la cual planteó peligrosas preguntas a los cristianos, en particular acerca de su eventual responsabilidad en este drama, incitando a la Iglesia a repensar íntegramente sus relaciones con el judaísmo. En el prólogo de este documento de más 220 páginas, el cardenal Ratzinger se pregunta:”¿Los cristianos pueden, después de todo lo que ha ocurrido, tener aún tranquilamente la pretensión de ser los herederos legítimos de la Biblia de Israel? ¿Tienen derecho a continuar proponiendo una interpretación cristiana de esta Biblia o deben más bien renunciar con respeto y humildad a una pretensión que, a la luz de lo ocurrido, debe parecer una usurpación? [...] La manera en que el Nuevo Testamento mismo presenta a los judíos y al pueblo judío, ¿no ha contribuido a crear una hostilidad contra el pueblo judío constituyendo un apoyo a la ideología de los que querían aniquilar a Israel?” Tales son las difíciles cuestiones sobre las cuales se inclinó la Pontificia Comisión Bíblica. Lo positivo que tiene este trabajo es que corta las raíces de ciertas ambigüedades. Así, la Comisión juzgó globalmente positiva la mirada del Nuevo Testamento hacia los judíos: “Un antijudaísmo auténtico, es decir una actitud de desprecio, de hostilidad y de persecución contra los judíos en cuanto judíos, no existe en ningún texto del Nuevo Testamento”. Sin embargo, la Comisión admite que “varios de estos pasajes son susceptibles de servir de pretexto al antijudaísmo, y han efectivamente sido utilizados en ese sentido. Para evitar este tipo de desviaciones se debe observar que los textos polémicos del Nuevo Testamento, aun los que se expresan en términos generalizantes, permanecen siempre ligados a un contexto histórico concreto y jamás quieren dirigirse a los judíos de todos los tiempos y lugares por el sólo hecho de ser judíos.” Algunos textos del Nuevo Testamento contienen efectivamente reproches dirigidos directamente a los judíos, pero conciernen únicamente a ciertas categorías de la población, especialmente a los jefes religiosos de la época. Además, estos reproches pertenecen a un género literario particular que se halla también en el Antiguo Testamento, en especial cuando los profetas increpaban a Israel por su falta de fidelidad a la Ley Divina. De modo que, “los reproches dirigidos a los judíos no son más frecuentes ni más virulentos que las acusaciones expresadas contra los judíos en la Ley y los Profetas”. La Comisión reconoce igualmente la extrema importancia de las Sagradas Escrituras judías, que “constituyen una parte esencial de la Biblia cristiana” bajo la forma del Antiguo Testamento e insiste sobre la interdependencia de los dos Testamentos. “Sin el Antiguo Testamento, afirma la Comisión, el Nuevo Testamento sería un libro indescifrable, una planta privada de sus raíces y destinada a secarse. El Nuevo Testamento reconoce la autoridad divina de las Sagradas Escrituras del pueblo judío y se apoya en esa autoridad.” Antiguo y Nuevo Testamento son inseparables y el Nuevo no se entiende sino a la luz del Antiguo. La ruptura que se produjo entre judíos y cristianos aparece por lo tanto intolerable: “En el pasado, entre el pueblo judío y la Iglesia de Cristo, la ruptura puede haber parecido completa en ciertas épocas y en ciertos medios. A la luz de las Escrituras vemos que esto jamás debería haber ocurrido. Porque una ruptura completa entre la Iglesia y la Sinagoga está en contradicción con la Sagrada Escritura.”

   La Comisión no niega sin embargo la discontinuidad introducida entre las dos partes de la Biblia por la noción de cumplimiento. La fe cristiana reconoce en efecto en Cristo el cumplimiento de las Escrituras y de las anhelos de Israel, “pero no comprende el cumplimiento como la simple realización de lo que estaba escrito”. “Sería un error considerar las profecías del Antiguo Testamento como especies de fotografías anticipadas de eventos futuros”, prosigue la Comisión. Tal visión “ha contribuido a volver más severo el juicio de los cristianos acerca de los judíos y de la lectura que hacen del Antiguo Testamento: cuanto más se halla evidente la referencia a Cristo en los textos veterotestamentarios, más se estima inexcusable y obstinada la incredulidad de los judíos”. La noción de cumplimiento ha llevado en particular a los cristianos a considerar como caduca la espera mesiánica de los judíos. La Comisión contradice esta constatación: “La espera judía mesiánica no es vana”. Más aún: “Puede convertirse para nosotros, cristianos, en un estimulante poderoso para mantener viva la dimensión escatológica de nuestra fe.” ¿Las consecuencias de este análisis? “Leer el Antiguo Testamento en cristiano no significa por lo tanto querer hallar en todas partes referencias directas a Jesús y a las realidades cristianas”, escribe la Comisión, recordando que “las profecías mesiánicas tuvieron un valor y una significación inmediatas para los contemporáneos”. La percepción cristiana siendo retrospectiva, “no se debe decir que el judío no ve lo que estaba anunciado en los textos, sino que el cristiano, a la luz de Cristo y en el Espíritu, descubre en los textos un sobreañadido de significado que estaba velado”. La Comisión aprueba así la lectura judía de la Biblia. Si los cristianos no deben leer la Biblia como los judíos y si la interpretación que hacen de ella es legítima, deben en cambio “admitir que la lectura judía de la Biblia es una lectura posible”, y “pueden aprender mucho de la exégesis judía practicada desde hace más de dos mil años”.

   El patrimonio común que une a judíos y cristianos implica por lo tanto que el diálogo es posible, concluye el documento. Es incluso necesario para eliminar los prejuicios y las incomprensiones tanto de una parte como de la otra.

   Pontificia Comisión Bíblica, “El pueblo judío y las Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana”, Cerf, 216 págs.  

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