¿ES VÁLIDA LA NUEVA MISA?*

   Los objetivos de la Iglesia Conciliar son conocidos:

    · de manera inmediata, coinciden con los del concilio: revolución dentro de la Iglesia, ecumenismo apuntando a protestantizar la Iglesia, adhesión oficial a la Revolución. En este programa, la liturgia ocupa un lugar capital en la perspectiva ecuménica;

   · de manera más general, corresponden a la idea masónica de una super iglesia mundialista, la misma del Anticristo. Teilhard es uno de sus más recientes profetas.

   La liturgia es el fin mismo de la Iglesia: ella traduce en actos todo lo que es y hacia lo que tiende. La Misa es su centro: es el Sacrificio Redentor. ¿Cómo imaginarse que los modernistas al poder no se interesarían en ella? Esto sería idiota.

   De hecho, Hans Küng, en El Concilio, prueba de la Iglesia, en el capítulo 10, dice ésto:

   "¿Cómo llegar a rehacer la unidad? Unicamente a partir de una renovación de la Iglesia Católica misma: llevando a cabo los requerimientos legítimos de las otras. Es necesario escuchar los requerimientos de los ortodoxos, de los protestantes, de los anglicanos, de las iglesias libres, a la luz del Evangelio de Jesucristo. (...) Tal es el contexto en el que hay que ver la discusión actual sobre la reforma litúrgica. (...) Si se logra dar una estructura ecuménica a la liturgia católica, habrá allí un elemento decisivo para el regreso a la unidad de los cristianos separados. La renovación de la liturgia ¿no era la pieza clave de la Reforma de los Reformadores, una de sus reivindicaciones principales? (...) Pero esta reforma litúrgica, tal como es debatida hoy dentro de la Iglesia Católica, ¿está verdaderamente orientada en el sentido del ecumenismo? Aquello que no podía ser dicho de la renovación litúrgica del siglo pasado, que era más una restauración dentro del espíritu tradicionalista y romántico (Dom Gueranger y Solesmes), se puede afirmar en lo que concierne a la renovación litúrgica de nuestro siglo y del Vaticano II: tiene en cuenta los requerimientos esenciales de los Reformadores. (...)" [1]

   Y Hans Küng indica en consecuencia el método: "Preparar, despejar la via de las discusiones teológicas por una renovación práctica inspirada por el Evangelio y no por una teología determinada." [2]

   El libro de Küng fue escrito en 1962. Ahora bien, este teólogo fue parte del nudo dirigente del lobby modernista que manipuló el concilio, como lo muestra en detalle el Padre Wiltgen en El Rhin se vuelca en el Tiber[3]. El "cardenal" Juan Bautista Montini era parte de ese lobby.

   En el mismo sentido, habría que retomar toda la historia de las actividades de los reformadores de la liturgia, particularmente desde 1945, bajo la égida del Centro de pastoral litúrgica (C.P.L.), fundado en Francia por el dominicano Pio Duployé. Este último escribió un libro intitulado Los Orígenes del C.P.L. 1943-1949. [4] Se entera uno allí, pagina 320, nota 7, de cosas muy interesantes sobre el antiguo "nuncio" en Irán:

   "Algunos días antes de la reunión de Thieulin, yo había recibido la visita de un lazarista italiano, que me había pedido ser invitado a la reunión, el Padre Bugnini. El Padre escuchó muy atentamente. (...) Me dijo: "Admiro lo que ustedes hacen, pero el mayor servicio que puedo hacerles, es no decir jamás a Roma ni una palabra de lo que acabo de escuchar." Para el mayor bien del Concilio Vaticano II, del cual fue uno de los más inteligentes obreros, el Padre Bugini no debió, felizamente, mantener su palabra."

   Se debe notar que la reunión a la que Duployé hace alusión tuvo lugar en septiembre de 1946, en la región de Chartres.

   La definición de la nueva misa, dada en el articulo 7 original de la Constitución Missale Romanum (1969), asimilando la Misa a la Cena protestante, no es pues fortuita, sino que, al contrario, corresponde al resultado lógico y deseado de los esfuerzos realizados por los modernistas para protestantizar la Iglesia. Küng, en el libre citado anteriormente, dice, por otra parte, en forma explícita que:

   "La renovación de la liturgia actual apunta a volver más tangible la relación entre la eucharistía de la Iglesia y la última cena de Jesús. Lo quiere hacer reformando el conjunto del rito. Esta asimilación de la eucharistía a la cena de Jesús tiene un alcance ecuménico considerable." [5]

El estudio propiamente dicho de la nueva misa

   Para hacer un buen estudio crítico, hay que ubicarse inmediatamente sobre el terreno de la invalidez intrínseco de la nueva misa.

   Y esto por razones precisas, a pesar de las reticencias frecuentes.

¿Por qué hay que ubicar inmediatamente el problema sobre el terreno de la invalidez? Por dos series de razones:

   - A causa del contexto modernista del cual se acaba de hablar, y que sitúa desde el inicio las modificaciones conciliares y post-conciliares sobre el plano de la nulidad: las acciones que apuntan a destruir la Iglesia pueden tener la apariencia exterior de la legalidad, pero son juridicamente inexistentes. La razón es que, dentro de la Iglesia, la autoridad es instituida para el bien común que ella persigue, y no para la fantasía, el aprovechamiento ideológico o la justificación de las herejías de sus miembros, inclusive los más elevados.

   Se ve claramente que este problema no puede ser disociado ni del estudio teórico de la infalibilidad y de la hipótesis de un "papa" herético, ni del conocimiento histórico concreto de las maquinaciones modernistas, y de la responsabilidad personal de Pablo VI. No se podría separar el problema de la nueva misa, y de allí que se acepte considerarla dentro de su contexto, no hay más obstáculo para ubicarse desde el punto de vista de la invalidez.

   - A causa de los imperativos de la moral. Cuando la consciencia está en duda, debe hacer todo para aclararse, a fin de volverse segura. Mientras espera, debe prácticamente adoptar una actitud. Varios principios reglan su comportamiento: por ejemplo, para una ley dudosa en su existencia, imponiendo obligaciones nuevas, se podría aplicar el adagio in dubio, libertas, en la duda, la libertad, y no someterse a una ley hasta un más amplio informe. Otras veces será a la inversa: el cazador que vea removerse la vegetación, sin tener la certeza de hallarse ante un conejo o un hombre, deberá abstenerse de tirar. Del mismo modo, todo hombre no convencido formalmente de ser reputado como inocente y tratado como tal.

   En materia de sacramentos, se debe aplicar (en lo que concierne a la validez) la regla de tomar el partido más seguro. La menor duda seria - es suficiente para esto que esté fundado sobre una argumentación y sostenido por un principio de prueba - tendrá por efecto la búsqueda del partido más seguro. Si la nueva misa es simplemente posiblemente inválida, no hay que concurrir allí jamás, para evitar el riesgo de idolatría.

   De hecho, todos los argumentos tienen una fuerza de convicción insuficiente, y en todo caso, no permiten la aplicación de esta regla moral. Resulta así que las personas que se limitan a esto, aceptan, aunque ocasionalmente, la nueva misa.

   ¿Por qué la argumentación sobre la invalidez provoca indiferencia y pasión?

   Se puede notar, para empezar, que el problema es divisible. En efecto, se puede comprobar que poner en duda la validez de ciertos sacramentos no causa alarma: la Extremaunción o la Confirmación, por ejemplo. 

   De hecho, lo que choca es únicamente el problema de la invalidez de la nueva misa y no de los otros sacramentos reformados.

   Esto puede explicarse por dos series de razones, las dos, por otra parte, subjetivas:

   - Un defecto de método: para abordar los textos y declaraciones que emanan de los modernistas, es necesario proceder como San Pío X lo requería en Pascendi. Ahora bien, aunque antiguo, este método es muy poco conocido y aún menos practicado. Muchos se comportan, en cuanto a lo que dicen y escriben los modernistas, como en otros tiempos lo hacían numerosos católicos frente a la propaganda marxista. Dicho de otro modo, presuponen implícitamente la buena fe de sus interlocutores y hacen como si los términos que se utilizan tuvieran el sentido corriente al que están habituados.

   Este defecto no vuelve imposible todo razonamiento sobre la invalidez. Pero si no causa dificultades demasiado grandes para comprender que, modificando las palabras de la forma propia del sacramento de la Confirmación, se ha vuelto ésta inválida, al contrario, vuelve prácticamente irrealizable un análisis de los ritos ceremoniales, más largos y más difíciles de comprender de una manera parcial. Ahora bien, en la Confirmación, los ritos son muy cortos, mientras que en la nueva misa son, al contrario, muy extensos.

   Por falta de método, se llega a encontrar en una serie de textos, a menudo admisibles individualmente en un sentido católico, una lógica general ortodoxa que no se encuentra allí. Sería necesario, al contrario, aplicarse primero al contexto, a las circunstancias y a la intención de los autores, etc., para comprender, a continuación, el sentido de cada una de las partes.

   - Una actitud de fondo : el miedo a las consecuencias. Uno se dice que si la nueva misa es inválida, la casi totalidad del mundo católico cesa de existir de un solo golpe y se repliego como al enroscar un pergamino.

   Para vencer esta tentación, hay que ver los motivos reales. El miedo del escándalo de la Cruz fue fustigado por Nuestro Señor: por ejemplo cuando trató a San Pedro de "Satán" . [6]

   Hay que considerar que la historia del mundo se desarrolla, y no conoce un eterno retorno. El período presente pertenece, ciertamente a "los tiempos del fin", sin ser, por otra parte, el último, ya que algunos do los signos dados por Cristo a los Apóstoles no se han realizado (por ejemplo la conversión del pueblo judío). Sin embargo, se puede considerar que la crisis de la Iglesia, hecho de importancia capital, fue profetizada por el Señor mismo, cuando habla de "la abominación de la desolación en el lugar santo".[7] Esta expresión es una cita del profeta Daniel. En su libro La Parusía, el cardenal Billot trae el texto más completo y lo comenta:

   "Después del tiempo en que será suprimido el sacrificio perpetuo y establecida la abominación de la desolación, habrá 1290 días. (...) Es el sacrificio de nuestros altares, comenta Billot, quien será, en esos días terribles, proscrito en todos lados, prohibido en todos lados, y salvo en lo que se pueda hacer y se hará en las sombras subterráneas de las catacumbas, en todos lados interrumpido." [8]

   El cardenal pensaba sin duda en alguna persecución neo-pagana. No imaginaba, seguramente, la persecución bajo apariencia de legalidad operada por los modernistas ubicados en los puestos de comando. El efecto es, sin embargo, el mismo, si no peor.

   Habiendo sido dadas estas razones, hay que observar que los argumentos adelantados para establecer la invalidez de la nueva misa son raramente estudiados. A guisa de críticos, no se ven oponer más que puras afirmaciones, cargadas de insinuaciones mal intencionadas sobre sus autores. Desde el punto de vista del discernimiento de los espíritus, es una prueba indirecta de su mala fe.

Crítica propiamente dicha de la nueva misa

   Puede ser realizada en dos tiempos: observar que la nueva misa corresponde perfectamente a los temas y a los objetivos de los modernistas; aplicar a la nueva misa los principios generales y analógicos que León XIII utilizó para declarar inválidas las ordenaciones anglicanas.

La nueva misa es modernista

   Es curioso observar que el término "modernista" causa menos alarma que el término "herético" . Así, no es raro encontrar personas que admitan que la nueva misa pueda ser modernista, pero a las que chocaría escuchar calificarla como herética. Sin embargo, el modernismo es una herejía, e inclusive la alcantarilla de todas las herejías (San Pío X).

Que la nueva misa es herética es fácil de demostrar tanto por las circunstancias de su concreción y de su publicación como por su coherencia interna.


NOTAS
  • [*] Autor: Padre François Egregyi
  • [1] Hans Küng, Le Concile, épreuve de l'Eglise. Paris, Le Seuil, 1963, pp. 121 y siguientes. (volver)
  • [2] Op. Cit., p. 122. (volver)
  • [3] Ralph Wiltgen, Le Rhin se jette dans le Tibre. Paris, Le Cèdre, 1973. (volver)
  • [4] Pierre Duployé, Les origines du C.P.L. 1943-1949. Mulhouse, Salvator, 1968. (volver)
  • [5] Hans Küng, op. cit., p. 124. (volver)
  • [6] Mt. 16:23. (volver)
  • [7] Mt. 24:15. (volver)
  • [8] Cardenal Billot, La Parousie, p. 123. (volver)
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