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Revista Generación Z Gold. Edicion Nº12.MUSICA POR PALABRA. (*) Por Generación Z.

Escuchar música cristiana. Nada más lindo para pasar un grato momento, solo o entre amigos, o en la propia iglesia. Los beneficios que esto trae son incontables. Pero, ¿qué pasa cuando escuchar música cristiana se convierte en un obstáculo que no deja que leamos la Biblia o pasemos un momento de oración con nuestro Dios? ¿Y qué hay cuando la iglesia es reemplazada por un recital?

Hace aproximadamente una década, muchas iglesias fueron revolucionadas con noticias acerca de mensajes subliminales, rituales satánicos y mensajes ocultos en la música que sus jóvenes escuchaban. Grupos como Kiss, Quenn, Black Sabath o Deep Purple fueron enviados "al paredón" por los cristianos que, a través de diversos estudios, inducían a la gente menuda a dejar de escuchar a esos intérpretes. Los resultados fueron diversos: hubo quienes inmediatamente comenzaron a quemar discos y borrar cintas, mientras que otros, en su rebeldía (tal vez ocasionada por la misma música ¿?), se "daban" aún más con ésta. Con el tiempo, ya nadie desconocía del tema, o sea que, seguían escuchando a estas bandas sabían a qué se exponían. Hoy en día, ni siquiera esos grupos sus inclinaciones "non sanctas" y las trasladan a sus composiciones, o directamente a los escenarios.

Mano a mano

Surgieron entonces varias opciones para la juventud cristiana que gustaba de estos estilos, innumerables cantantes y bandas fueron asomando en el ambiente cristiano llevando el mensaje de Dios a través de un ritmo que era idéntico al de esos grupos que habían sido censurados años atrás por una gran parte de la iglesia cristiana. Hubo mucha resistencia por parte de los sectores más conservadores, pero finalmente, éstos pudieron ver los beneficios que esta clase de música traía a sus jóvenes. También fue adoptada como instrumento para predicar, dando resultados notorios. A principios de la década del ’90, la música cristiana comenzaba a vivir una etapa de notable desarrollo, a tal punto que nada tenía que envidiarle a la música secular. Actualmente son incontables los intérpretes de los distintos estilos que nos deleitan con sus voces, sus melodías y sus mensajes.

Cuando lo bueno no es lo mejor

Estamos acostumbrados a catalogar de "pecaminoso" o "herético" a todo aquello que nos desvía la mirada de Dios, pero no es tan así. Para no estar en la voluntad de Dios, no necesariamente tenemos que pecar. Un conocido predicador dijo: "Muchas veces estamos tan preocupados por la obra del Señor, que nos olvidamos del Señor de la obra". Y es verdad. A veces estamos tan abocados a una "actividad cristiana", que nos olvidamos del mismo Cristo, a quien tal vez le dedicamos el último minuto del día para decirle: "Señor, tu obra es ardua, estoy cansado... envía a tus ángeles a que acampen a mí alrededor mientras descanso y tomo fuerzas para mañana. Amén." Si trasladamos esta escena al ámbito de la música, no deja de ser igual. Y no sólo para el que ejecuta, sino también para quienes la escuchan.

"La música es el idioma de la juventud", dicen por ahí. Lo podemos comprobar al llenarse los estadios, salones o pubs cuando hay recitales. Dos por tres escuchamos de tal o cual músico que en pocos días ganó discos de oro por la venta de medio millón de placas.

Esto da a entender el lugar que está ocupando la música en la vida de los jóvenes.

Cada cosa en su lugar

Como decíamos anteriormente, escuchar música cristiana es saludable, pero cuando ésta ocupa el lugar que corresponde a la lectura de la Palabra de Dios, la oración o el congregarse, se transforma en algo nocivo.

Una madre contaba en cierta ocasión: "...la verdad es que estoy preocupada porque mis hijas se levantan escuchando música, están todo el día escuchando música; y no las veo nunca leyendo la Biblia". ¿Qué hacían de malo éstas chicas? Aparentemente nada. Dios no les prohibe en ningún momento que escuchen música, pero indudablemente, ésta ha pasado a ocupar un lugar central en sus vidas, lo que las distancia de aquel a quien va destinada esa música que ellas escuchan. Es una costumbre en la juventud cristiana dejar todo el día funcionando los equipos de audio con música cristiana. No está mal. La música alegra el ambiente y suele ser compañía cuando uno se encuentra solo, pero no debe reemplazar de ninguna manera la asistencia incomparable de Jesucristo en nuestros momentos de soledad, y tampoco nos dará un gozo permanente como el que da Dios.

La Biblia dice en 1 Corintios 6:12 "Todas las cosas me son lícitas, más no todas me convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar por ninguna de ellas". Aquí Pablo no está hablando de hacer cosas malas o que desagraden a Dios, pero expresa claramente que, aún haciendo algo que es bueno, eso no nos debe dominar.

Es como alimentarse. Hay comidas que son buenas para el organismo humano, pero el abuso de ellas nos puede causar indigestiones o algún que otro problema estomacal.

Cuando la música comienza a ser el centro de nuestra existencia, lo bueno y saludable de su esencia pasa a ser nocivo para la vida espiritual, ya que le resta tiempo a la oración y a la lectura de la Biblia; en fin, a la búsqueda de Dios.

Mucha alabanza, poca Palabra

El mover espiritual que se desató en nuestro país hace unos años, también hizo que se desnivelara, en algunos casos, por supuesto, la alabanza. Muchos pensaron que alabando a Dios las veinticuatro horas estaban completos. Se llegó a decir en una reunión que "es tan hermoso este momento de alabanza que el Espíritu Santo no nos va a dejar predicar, así que, alabemos". Se producían entonces, hermosos cultos de alabanza, uno tras otro, pero en los que faltaba la vital enseñanza de la Palabra de Dios. La alabanza nos llena, pero no nos alimenta. Si bien es un mandato de Dios y hay que obedecerlo, tampoco podemos hacer que esto reemplace el imperioso momento de la reflexión bíblica. El salmista expresaba "Abatida hasta el polvo está mi alma; vivifícame según tu Palabra" (Salmo 119:25). Es indudable que en los momentos de alabanza uno siente bienestar y se libera de muchas cargas, pero cuando somos alimentados "según su Palabra", ésta permanece para siempre en nuestros corazones y es lo que nos fortalece cuando estamos abatidos.

Un paso más peligroso

Muchos jóvenes han llegado a idolatrar a sus músicos favoritos por esta causa, tanto que son capaces de cualquier cosa con tal de ir a verlos a un recital. Entres esas muchas cosas figura la falta de asistencia a la iglesia.

La música juega un papel importantísimo dentro del servicio a Dios. Debemos amar y apoyar a nuestros ministros de la alabanza, orar y respaldarlos en sus ministerios asistiendo a los recitales que ellos ofrecen, pero de ninguna manera dejar de lado las cosas que nos relacionan directamente con Dios.

Mantener el equilibrio

La Biblia dice: "Alégrate joven en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios" (Eclesiastés 11:9). Dios nos da libertad para que disfrutemos la vida que él nos dio, pero siempre manteniendo un equilibrio, sabiendo que "sobre todas estas cosas te juzgará Dios".

Pablo le decía a Timoteo que se ocupe de la lectura y de la enseñanza (1 Timoteo 4:13). Aunque el joven Timoteo era pastor, esto también es para nosotros. Los tiempos son difíciles y más que nunca debemos estar cimentados en la Palabra de Dios. No debemos dejar que nada ocupe el lugar que le corresponde a la Palabra de Dios y la oración.

No nos engañemos. La música debe ocupar en nuestras vidas el lugar que Dios le dio. Y Dios debe ocupar en nuestras vidas el lugar que él se destinó cuando fuimos creados.

(*) La siguiente nota fue publicada por la revista internacional "Generación Z Gold", realizada en Argentina. Publicación comprometida con la difusión de material dedicado a la juventud cristiana. Nota correspondiente a la edición Nº12 y que se puede solicitar en las librerías cristianas de Latinoamérica. El siguiente material ha sido publicado con permiso.


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