EL CORAJE Y LA MEMORIA Introducción Los gemelos y los mellizos tienen siempre un papel destacado en la mitología, las leyendas y los rituales de los pueblos originarios. El mito de los gemelos es central en la tradición guaraní, pero también entre los pueblos andinos. Cierta vez en la isla Suri del lago Titicaca presencié una ceremonia de expiación de una muchacha aymara por haber dado a luz mellizos en una comunidad con exiguos recursos de supervivencia. La muchacha pedía perdón a la comunidad. Es que los mellizos pueden ser buen augurio cuando la comunidad florece, y pueden ser una mala noticia en momentos de aguda pobreza. La ceremonia en la isla Suri fue inolvidable para quienes la presenciamos, de un colorido típicamente andino, pero expresaba una gran tristeza.En el caso de la leyenda charrúa que aquí evoco los mellizos de sexo diferente expresan de alguna manera el relevo generacional de toda la comunidad. La leyenda Cuentan los charrúas que hubo una época lejana en la cual
no había rituales de iniciación para las muchachas y los
muchachos. Pasaban de la niñez al estado adulto en forma gradual
y así iban asumiendo sus nuevas responsabilidades como integrantes
de la comunidad y guardianes de la Naturaleza y el territorio. Todo era
tan plácido, y tan abundantes las fuentes de sustento y abrigo,
que los rituales, las oraciones y las ofrendas parecían innecesarios.
Sólo cuando un rayo cobraba víctimas en la pradera o la
siera, o bien cuando la muerte de un jovencito o de una niña recordaba
que hay fatalidades inexorables, sólo en esos momentos se recordaba
que la protección de los espíritus buenos era necesaria.
Pero llegó un momento en que arreciaron los presagios negativos
y todos comprendieron que se avecinaban tiempos muy difíciles.
En la tierra charrúa, donde la vida humana tiene más de
doce mil años de existencia, las amenazas externas fueron siempre
superables en tanto no se perdiera el arma principal: el arma de la memoria.
En ese momento se acumulaban presagios lúgubres. Entonces se convocó
a un muchacho adolescente y a su hermana melliza y el Consejo de los Ancianos
les advirtió por primera vez a ellos, y a través de ellos
a todos sus heramnos y hermanas, y a través de todos ellos a sus
futuros hijos y a los hijos de sus hijos, que les esperaban duras pruebas.
Después los ancianos pidieron a ambos jóvenes que se acercaran
al fuego. Los espíritus de los muertos habían hablado con
los integrantes del Consejo en las cumbres de los cerros sagrados y los
abuelos ya sabían lo que debían hacer. Al muchacho le perforaron
el labio inferior y le pusieron allí para toda la vida una pequeña
astilla de madera de ñandubay. La anciana más sabia lo miró
entonces, los ojos entrecerrados, el gesto duro que ocultaba la ternura,
y habló como en un gruñido: (Gracias a los descendientes charrúas que me dieron el extremo del hilo de esta leyenda y gracias al Río Yí que una noche estrellada, allá por La Movediza, me permitió encontrar a la persona que reconstruyó el resto de la historia. Los ríos nuestros... parece que por ellos viajan intensamente estas memorias). Material extraído del libro" Leyendas, mitos y tradiciones de la Banda Oriental" del historiador Gonzalo Abella Betum San Ediciones |
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