Desobediencia
sistemática a Benedicto XVI y de la protesta dentro de la Iglesia
Todo es beneficio
Las
reacciones negativas que se han escuchado tras el levantamiento de
las excomuniones y que estaban dirigidas contra el papa Benedicto
XVI, o más exactamente, contra el cargo magistral del que es
responsable, han revelado lo que todos sabían desde hace mucho
tiempo pero que nadie se atrevía a decir: hay, en diversos puestos
de la Iglesia, dentro de la Iglesia, fieles que se dicen católicos
pero que piensan y reaccionan exactamente igual que los
protestantes.
Estos fieles son católicos "liberales" que lo que menos desean es
que se les moleste en la religión "soft" (blanda) que se han
fabricado. Por lo tanto, están dispuestos a protestar contra
cualquier pastor – y, en primer lugar, el Papa – que venga a
recordarles que la fidelidad a Cristo no se construye a partir de un
Evangelio libremente interpretado y que la celebración de la fe no
se configura a la manera de un patchwork, fabricado con gestos y
palabras seleccionados desde el fondo de su subjetividad.
Estos católicos liberales se comportan con los que les podrían
molestar en la cómoda religión que se han fabricado, exactamente
como el "hermano mayor" de la parábola del "hijo pródigo". Y, a
veces, incluso peor. Porque no se limitan a mascullar: lo que
realmente desearían sería poder mandar de vuelta al benjamín –el que
molesta- con sus cerdos.
En efecto, en vez de aportar al Papa Benedicto XVI, en la alegría y
la oración, el apoyo que necesitaría en sus esfuerzos a favor de la
unidad en la fe recibida de los Apóstoles, los liberales acusan a su
"padre" de no entender nada, y tiran piedras contra los que ellos
consideran unos aguafiestas: los miembros de la Fraternidad S. Pío
X, por supuesto, pero también los obispos nombrados por el papa y
que son más rigurosos bajo el punto de vista de la doctrina,
habiendo constatado por ellos mismos que la dejadez de estos últimos
40 años lo único que había conseguido era vaciar las iglesias.
Por lo tanto, la situación actual es grotesca y contradictoria: los
liberales se valen del Concilio y reprochan a los miembros de la
Fraternidad de S. Pío X no haberlo aceptado. Reprochan a los fieles
tradicionalistas por su desobediencia. Así mismo, reprochan a los
obispos recientemente nombrados por el Papa, el querer liquidar los
logros del Concilio. Pero, estos católicos liberales, ¿qué es lo que
hacen? ¿Acaso no son ellos los primeros en rechazar numerosos puntos
del Concilio? ¿No son ellos los primeros en dar un mal ejemplo de
desobediencia sistemática y de protesta dentro de la Iglesia?
¿Cómo podría un Papa, sea el que sea, confiar en las Iglesias
locales, tanto diocesanas como las simplemente parroquiales, que
cultivan la desobediencia desde hace años, a fuerza de haberse visto
infiltradas por los liberales?
Actualmente, cuando el Papa nombra un obispo que no es del gusto de
todos, ¿acaso los primeros en levantar la voz no son los que, en los
debates sobre temas importantes de fe, denuncian las posiciones de
la Iglesia? Es evidente que no aceptarían un obispo cuya misión es,
justamente, defender la fe de la Iglesia y cuya comunión con el
Soberano Pontífice no debe ofrecer ni la sombra de una duda. Pues un
obispo así solo puede molestarles, ya que les recuerda que la
fidelidad al Evangelio no es forzosamente una forma de placer que se
celebra dando vueltas alrededor de un altar.
Por lo tanto hay un abismo que llenar. Este abismo, que con el
tiempo se ha ido haciendo cada vez más profundo, distancia a los
fieles liberales que ya no están de acuerdo con la Iglesia en una
serie de temas, que ni siquiera consideran que pueda ser necesario
tal acuerdo, que no dejan pasar ni una ocasión de recordar, en voz
bien alta, lo cara que es a sus ojos la virtud de la tolerancia…
pero que no toleran las enseñanzas de aquellos que están encargados
de guiar al pueblo de Dios.
Los acontecimientos de estas últimas semanas, que han hecho correr
ríos de tinta, habrán conseguido, sin embargo, un hecho
indiscutible: habrán desvelado los pensamientos de un gran número de
fieles, tanto religiosos como laicos, que han acabado por
comportarse como lobos en un aprisco. La Iglesia solamente podrá
salir engrandecida y fortalecida de esta sacudida si se plantean y
abordan las cuestiones actuales bajo un triple enfoque: el del
arrepentimiento, el de la conversión y el de la fidelidad.
Arrepentimiento, conversión y fidelidad tanto para los obispos que,
después del Concilio, han descuidado su misión de vigilantes, como
para los miembros de la Fraternidad de San Pío X, que se han ido con
tanto orgullo como los liberales, tentados de hacer de "Su Iglesia",
"su Iglesia".
En una solución de futuro elaborada sobre una base auténticamente
cristiana, no podrá haber ni vencedores ni vencidos, sino solamente
felices ganadores unidos alrededor del único Señor y congregados en
su única Iglesia.
Fuente:
Eucharistie Sacrement de la Miséricorde
Traducido del original francés por Mercedes Segovia
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