Nutrias en La Pampa
Las nutrias "verdaderas"
argentinas han sufrido una marcada retracción en el área
de distribución y en el tamaño de sus poblaciones. Actualmente,
ninguna especie es espectable en el territorio de la provincia de La Pampa,
pero hasta fines del siglo pasado habitaron, de acuerdo a diversos testimonios,
el Colorado y el Chadileuvú.
Poseedoras de una codiciada piel, las nutrias
(ver recuadro "No confundir") fueron objeto de persecución desde
la llegada de los primeros colonos. Mientras que para estos no representaban
más que un mero artículo de valor comercial, para el indio
eran objeto de adoración y respeto: las llamaban Padre del agua
y las invocaban antes de cruzar el río. De acuerdo a su particular
mentalidad, gestada en un gran conocimiento del entorno y en una profunda
relación con la naturaleza, cada planta y cada animal tenían
para él un valor sentimental, e incluso a veces, como en este caso,
un sentido espiritual. En cambio para nosotros, habituados a la ciudad,
afectuosos sólo con perros y gatos, nos resulta imposible esta manera
de enfocar la realidad, lo cual casi siempre se transfiere en un llano
menosprecio por la vida silvestre, a la que vemos solamente como un objeto,
una mercancía, un "recurso natural renovable", despojado de todo
valor más allá del económico.
El caso del Huillín
Esta nutria, hábil nadadora de los
frios ríos y lagos patagónicos, se halla al borde de la extinción.
Aunque no se conocen a ciencia cierta las causas de esta preocupante situación,
seguramente influyeron factores como la sobrecaza, la alteración
de su hábitat y, posiblemente, la introducción de las truchas,
que habrían diezmado las poblaciones de las especies depredadas
por el huillín.
El registro pampeano
En un artículo de Edgar Morisoli,
publicado en este mismo suplemento el 13 de Febrero de 1981, el autor recoge
interesantísimos datos sobre la "presencia del animal de agua en
la zona de Casa de Piedra", basados en la información brindada por
D. Crispín Giles, antiguo poblador de la zona. El relato, que revestía
para quien lo suministró, según el parecer de Morisoli, "la
indiscutible certeza de lo evidente", hace referencia, según nuestro
parecer, al huillín patagónico.
En conclusión, la explicación
más parsimoniosa es que el animal de agua, el nirribilo, el tigre
de agua es la nutria verdadera (Lontra) ya sea el huillín
en el sur, o el lobito de río en el norte. Por cierto, algunos aportes,
como el de E. Erize, tornan más hacia el terreno de los sobrenatural.
Pero los relatos de Falkner, de Nahuelpi y de D. Crispín Giles,
tiene valor biogeográfico, por la firmeza con que aseguran haberlos
visto, y por lo minucioso de los detalles anatómicos que advierten.
No confundir...
Ante los ojos de los primeros españoles
arrivados a América se abrió un mundo de animales y plantas
anónimos. Carentes evidentemente de la imaginación de Adán,
bautizaron a la mayor parte de las especies con el nombre peninsular, apelando
al parecido superficial de unas y otras, y a pesar de su a menudo inexsistente
parentesco. Así llamaron perdices a los inambúes, avestruces
a los ñandúes, tigres a los yaguaretés y nutrias a
los coipos. En este caso, la transposición de nombres se debió
a que tanto el coipo como la nutria tenían un mismo foco de atención
para sus nominadores: la piel. El coipo (Myocastor coypus), inapropiadamente
llamado nutria en nuestra región, es en realidad un roedor, vegetariano,
en contraposición a las nutrias verdaderas que son carnívoras.
El "Nirribilo"
de Luis de la Cruz
En su travesía desde Fuerte de Ballenar
(Chile) hasta Melincué (sur de Santa Fe), realizada en 1806, el
célebre viajero tuvo oportunidad de consignar la presencia de varias
especies de animales hoy localmente extintas en nuestra provincia. A él
pertenecen las curiosas menciones del oop, atribuído al aguará
guazú, y de los nirribilos.
"También me ha contado Manquel,
su mujer y Puelmanc, que [...] en una laguna hermosa, que hay distancia
de este sitio como cosa de seis cuadras, y la que he visto, hay otros animales
como gatos, que matan a los caballos, y los nombran nirribilos." (Jornada
XXII, 23 de Mayo de 1806).
Hasta el momento, los nirribilos han sido
considerados animales mitológicos, quimeras del desierto. Aunque
no es nuestra intención desmistificarlos, tanto la reputación
de atacar a los animales domésticos como las consideraciones lingüisticas
sobre su nombre, que ya hemos abordado en el texto, indican claramente
que se trata de una especie de nutria.
Artículo
publicado en Caldenia, suplemento cultural del diario La Arena
El objetivo de este artículo es
demostrar que las leyendas que más abajo mencionamos se refieren
a las nutrias (Lontra sp.). Con esto no pretendemos darles una explicación
científica, sino por el contrario, y en un marco de respeto y reverencia
para con las culturas casi extintas en las cuales estos relatos circulaban,
buscamos simplemente establecer el trasfondo real sobre el cual a menudo
se apoya este género de creencias.
Una vez demostrado esto es posible hacer
inferencias sobre la geonemia histórica de estas especies que figuran
en las categorías de mayor riesgo según los principales organismos
conservacionistas internacionales (CITES: Apéndice I, UICN: En Peligro
Crítico) y que, por lo tanto, son objeto de intenso estudio.
Dado que su declinación fue rápida
y previa incluso a la exploración por parte de los científicos,
los datos que éstos recavan no son suficientes para delinear el
mapa de la distribución geográfica de la especie. Para completarlo
es necesario acudir a los valiosos escritos de los viajeros y naturalistas
que se atrevieron a incursionar en la hostil terra incognita de
la Patagonia del siglo XIX.
Componiendo los aportes de unos y otros
se observa que, aunque la especie se halla actualmente restringida a los
bosques andinopatagónicos, en el pasado histórico su distribución
se extendía a los ríos de la meseta. Algunos registros que
permiten realizar esta aseveración son, por ejemplo, la cita de
un ejemplar en el río Senguerr capturado por Florentino Ameghino
en el año 1904, dos ejemplares provenientes del río Chubut
y de la proximidad de la desembocadura del río Negro, depositados
en museos estadounidenses a fines del siglo pasado, el hallazgo realizado
por E. Massoia de un cráneo en el sitio arqueológico de Chenque
Haichol (Neuquén), de un animal que debió haber sido capturado
en el río Agrio, el más próximo al yacimiento, y por
último, una cita antigua para el río Barrancas, curso fluvial
que junto con el río Grande forma el Colorado, donde se asentaría
nuestro hipotético registro pampeano.
La descripción coincide plenamente
con la de esta nutria y excluye a cualquier otro animal: su aspecto general
("grande, largo, como ampalagua"), las características de su pelaje
("oscuro y brillante, como seda") y de sus miembros ("dedos con membranas"),
sus hábitos nocturnos ("en las noches de luna se lo ve retozar en
el río") y su costumbre de vivir en cuevas. Todos los datos apuntan
al huillín como protagonista del relato, excepto, a primera vista,
por la atribución que el lugareño le hace de atacar al ganado
y al hombre. Decimos a primera vista porque luego de un análisis
más detallado este punto termina apoyando nuestra hipótesis.
Cabe destacar que el miedo en torno a
la figura del inofensivo huillín, que amenazaba la vida y los bienes
humanos, puso en dudas a los científicos y naturalistas que pretendían
explicar la leyenda. Para ello, F. Ameghino revivió al extinto Grypotherium
o Mylodon, una especie de megaterio, semejante a un perezoso enorme,
que según él era carnívoro y aún acechaba en
las márgenes de los ríos patagónicos. Lo que el sabio
postulaba originó una polémica nacional, e incluso internacional,
que duró hasta principios de este siglo. Lehmann-Nitsche procurando
dar por tierra con esta audaz tesis, apunta la historia del zorro-víbora
(nürüfilu en mapuche), referida por el indio Nahuelpi. En ella
se pone de manifiesto el temor que estos animales les infundían.
Antes de cruzar el río, y para evitar su ataque, les hacían
rogativas, les ofrendaban chafis y, a veces, les inmolaban algún
vacuno, so riesgo de perder todo el arreo a manos del huillín. Este
autor sugiere que se trata de un ser que reúne caracteres comunes
entre la lutra (Lontra sp.) y el tigre. Esteban Erize (Mapuche,
1987) lo llama ngúrüvilu y ñiribilu, y lo identifica
como un reptil acuático con cabeza de zorro. Alfredo Vúletin
(Zoonimia andina, 1960) lo denomina nirribilu, explicando que se trata
del Hurón mayor. E. Morisoli primero se inclina por la postura de
Lehmann-Nitsche, pero luego adhiere a la posibilidad de que se trate de
un lagarto o matuasto (Obra Callada, 1994) Lino Carbajal comenta que los
indios del Nahuel Huapi llamaban guarifilu a un temible animal que consideraban
monstruoso. Intrigado, hizo capturar y compró uno de esos animales,
y comprobó que se trataba del huillín.
Estos testimonios, y sobre todo el último,
demuestran que el animal de agua, el ser al cual temían y veneraban,
era el huillín. El nombre que rescata L. Carbajal, guarifilu, es
equivalente a las demás grafías, evidenciando que todos hablan
del mismo tema. Este vocablo, que sería el otro nombre araucano
de la especie, junto con el de huillín, lo hemos encontrado en la
literatura con algunas otras variaciones en su escritura: además
de las dos ya nombradas deben agregarse ñerrefilu, nervelu, erefilú
y nirribilo, como lo cita Luis de La Cruz (ver recuadro).
Tomás Falkner (Descripción
de la Patagonia) aseguró haber visto al yaguarú o yaguaruich,
que traducido del guaraní es "tigre del agua" como también
solía llamarse a las Lontra (en este caso la especie norteña,
conocida como lobito de río, L. longicaudis, muy semejante
al huillín). Luego de anotar la descripción que le dieron
los indios, que alude claramente a una nutria e incluye además el
denominador común de atacar al ganado, se refiere a la que le dan
los españoles, que menciona el aspecto de la cabeza, semejante a
un lobo o zorro y que la vincula a los historias del zorro-víbora.
En el otro extremo del país, según apunta Francisco P. Moreno
en su diario de viaje, los tehuelches meridionales también llamaban
tigre del agua (yem’ chen) a la nutria, lo cual da idea de la reputación,
semejante a la del "bicho" terrestre, que para ellos tenía. "En
los ríos del interior vive una nutria que los indios llaman "tigre
del agua". Poseo un cuero armado [...], es la Lutra chilensis o
Huillín". Un tema que queda pendiente es el de la inusual dispersión
que alcanzaba el mito entre diferentes grupos aborígenes: desde
los guaraníes al norte, pasando por los tehuelches septentrionales,
de quienes probablemente lo tomaron los araucanos, hasta los tehuelches
meridionales.
De esta manera es posible aseverar con
probabilidad que el huillín habitó el río Colorado
a la altura de Casa de Piedra, como así también aguas arriba
en el río Barrancas, y en otros ríos de la meseta patagónica.
Los coipos son comunes actualmente en
La Pampa, y no han sufrido mermas significativas en sus poblaciones, a
pesar de que son requeridos por la industria peletera. Esto se debe, entre
otras cosas, a la alta tasa de reproducción que como roedores tienen.
La laguna que menciona de la Cruz, ribereña
al Chadileuvú y ubicada frente a la actual localidad de Limay Mahuida,
es demasiado septentrional para las preferencias del huillín que,
por otro lado, tampoco habita en lagunas.
Al parecer, la cita corresponde a la forma
norteña de nutria, conocida como Lobito de río (Lontra
longicaudis longicaudis), que en tiempos históricos habría
habitado a lo largo de la cuenca del Desaguadero. Como a varias especies
de mamíferos de abolengo tropical y subtropical (yaguar, pecarí,
aguará guazú, carpincho, venado de las pampas, entre otras),
la irrupción del hombre blanco le ocasionó una importante
retracción geográfica.
Cabe destacar que esta especie fue mapeada
por Olrog y Lucero (Guía de los mamíferos argentinos, 1981)
para la Provincia de La Pampa, aunque posteriormente, sin firmes fundamentos,
este dato ha sido desestimado.
Mariano Martín
Fernández *
*Estudiante de Biología.
Bibliografía
Lehmann- Nitsche, R. 1902.
La pretendida existencia actual del Grypotherium. Supersticiones araucanas
referentes a la lutra y el tigre. Revista del Museo de La Plata, Tomo X.
Massoia, E. 1987, Restos
de mamíferos recolectados en el sitio arqueológico de Chenque
Haichol. Estudios de Antropología Pampeana 1(2).
Moreno, F. P. 1969. Viaje
a la Patagonia Austral. 1876-1877. Ed. Elefante Blanco, Bs. As.
Morisoli, E. 1981. La presencia
del Animal de Agua en la zona de Casa de Piedra. Caldenia, Diario La Arena,
13 de Febrero.