Recto, Justo
Adjetivo
yashar
(rv;y:),
«recto; bueno; justo». Este adjetivo aparece primero en Éxodo con un
modismo: «Si escuchas atentamente la voz de Jehová tu Dios y haces
lo recto ante sus ojos; si prestas
atención a sus mandamientos y guardas todas sus leyes, ninguna enfermedad de
las que envié a Egipto te enviaré a ti, porque yo soy Jehová tu sanador» (Éx
15.26 rva). El término es raro en el Pentateuco y en los escritos
proféticos. Yashar predomina en
pasajes poéticos y se usa idiomáticamente («hacer lo que es recto») en los
libros históricos; cf. 1 R 15.5: «Por cuanto David había
hecho lo recto ante los ojos de
Jehová, y de ninguna cosa que le mandase se había apartado en todos los días
de su vida, salvo en lo tocante a Urías heteo».
El significado básico está
en la raíz «ser recto» en el sentido de «emparejar» o «nivelar». Los pies de
los seres vivientes en la visión de Ezequiel eran derechos (Ez 1.7). Los
israelitas llamaban «parejo» a un camino fácil de transitar. Tenía pocos
altibajos en comparación con otros caminos (cf. Jer 31.9): «Vendrán con
llanto, pero con consuelo los guiaré y los conduciré junto a los arroyos de
aguas, por un camino parejo [«derecho» lba] en el cual no tropezarán. Porque
yo soy un Padre para Israel, y Efraín es mi primogénito» (rva).
Yashar
con el sentido de «recto» tiene que ver con cosas concretas y conceptos
abstractos. Samuel se comprometió a instruir al pueblo de Dios «en el camino
bueno y recto» (1 S 12.23). Nehemías agradeció a Dios por darles sus rectas
ordenanzas: «Descendiste sobre el monte Sinaí y les hablaste desde el cielo.
Les diste decretos rectos, instrucciones fieles, leyes y mandamientos
buenos» (Neh 9.13 rva). Fundamentado en su revelación Dios esperaba que el
pueblo le agradara al serle obediente a Él: «Harás lo recto y bueno ante los
ojos de Jehová, a fin de que te vaya bien, y entres y tomes posesión de la
buena tierra que Jehová juró a tus padres» (Dt 6.18 rva).
Cuando
yashar se refiere a personas, es
mejor traducirlo «justo» o «recto». Dios es la pauta de justicia para su
pueblo: «Bueno y recto es Jehová; por eso Él enseñará a los pecadores el
camino» (Sal 25.8). Su palabra (Sal 33.4), sus juicios (Sal 19.9) y caminos
(Os 14.9) revelan su rectitud y son bendición para su pueblo. El creyente le
sigue al ser «recto» de corazón: «Alegraos en Jehová, y gozaos, justos;
¡cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón!» (Sal 32.11 nrv;
cf. 7.10; 11.2). En su diario vivir los injustos manifiestan que no andan
por el camino estrecho: «Los impíos desenvainan la espada y entesan el arco
para derribar al pobre y al necesitado, para matar a los de recto proceder»
(Sal 37.14 rva). Los «justos» tienen la promesa de la bendición de Dios
sobre sus vidas (Pr 11.10–11).
Finalmente,
yashar también es «rectitud» en lo
abstracto, sobre todo cuando el término tiene el artículo definido como
prefijo (hayyashar, «lo justo»):
«Oíd, pues, esto, oh jefes de la casa de Jacob y magistrados de la casa de
Israel que hacéis abominable el juicio y pervertís todo lo que es recto» (Miq
3.9 rva).
Las traducciones de la
Septuaginta son: arestos
(«agradable»); dikaios («recto;
justo») euthes («recto») y
euthus («derecho»).
Verbo
yashar
(rv'y:), «ser
o estar recto, parejo, derecho». Aunque este verbo se usa muy pocas veces en
la Biblia, tiene muchos derivados.
En acádico el verbo
isharu significa «ser o estar recto;
poner en orden», y el nombre misharum
denota justicia y una vida de rectitud. El término hebreo tiene muchas
palabras relacionadas en las lenguas semíticas (fenicio, ugarítico) y aun en
egipcio.
Un caso del verbo está en
1 Cr 13.4 (rva): «Toda la congregación dijo que se hiciese así, porque el
asunto pareció bien a todo el pueblo». Con este uso
yashar tiene el sentido de ser
placentero o agradable. En Hab 2.4 el vocablo sugiere rectitud moral.
Nombre
yosher
(rv,yœ),
«rectitud». Este nombre aparece una 15 veces. Un caso es en Pr 2.13: «Los
que se apartan del camino recto para andar por sendas tenebrosas» (nvi).
Otros nombres aparecen con
menor frecuencia. Yishrah significa
«rectitud» y aparece una vez (1 R 3.6).
El nombre
yeshuruÆn es un título
honorífico para Israel (Dt 32.15; 33.5).
MéÆshoÆr significa «lugar parejo, rectitud». En 1 R 20.23 (rva)
méÆshoÆr se refiere a una «llanura».
En Is 11.4 el término se refiere a «rectitud»: «Con equidad arbitrará a
favor de los afligidos de la tierra».
Redimir
Verbo
ga<al
(la'G:),
«redimir, liberar, vengar, asumir responsabilidad de pariente». Este grupo
semántico se usa unas 90 veces, sobre todo en el Pentateuco, Salmos, Isaías
y Rut. La raíz parece ser casi exclusivamente hebrea, ya que el único
cognado que se conoce es un nombre propio amorreo.
La primera cita en que se
encuentra go<el es Gn 48.16 (rva):
«El Ángel que me redime [Jacob] de todo mal»; en este caso «redimir» quiere
decir «liberar». Se usa básicamente para referirse a la liberación de
personas y propiedades vendidas para cancelar deudas, como se puede ver en
Lv 25.25 (rva): «Si tu hermano se empobrece y vende algo de su posesión,
vendrá su pariente más cercano y rescatará lo que su hermano haya vendido».
Si consigue los recursos para hacerlo, la misma persona puede efectuar la
«redención» (Lv 25.26). Por otro lado, un hombre empobrecido puede venderse
a sí mismo a otro israelita (Lv 25.39) o a algún extranjero que morase en
Israel (Lv 25.47). Quien tenía la responsabilidad de «redimir» era el
pariente más cercano: hermano, tío, primo o el pariente varón más próximo
(Lv 25.25, 48–49). La persona (pariente) que «redimía» al que estaba en
dificultades económicas se conocía como «pariente redentor». Esta es la idea
implícita en Rt 2.20. En Dt 19.6 el redentor lleva el nombre de «vengador de
la sangre» o «vengador» y tenía la responsabilidad de ejecutar al homicida
de su pariente. El verbo aparece 12 veces con este significado (p. ej., Nm
35.12, 19, 21, 24, 27).
En el libro de Rut
encontramos una hermosa narración acerca del «pariente redentor». Su
responsabilidad se resume en Rt 4.5 (rva): «El mismo día que adquieras el
campo de manos de Noemí, deberás también adquirir a Rut la moabita, mujer
del difunto, para restaurar el nombre del difunto a su heredad». O sea que
el «pariente redentor» tenía la responsabilidad de preservar la integridad,
vida, propiedad y nombre de familia de su pariente cercano, y estar presto a
ajusticiar a su homicida.
La mayoría de los casos en
este grupo semántico se refieren a Dios que prometió: «Yo soy Jehová … Os
redimiré con brazo extendido y con grandes actos justicieros» (Éx 6.6 rva;
cf. Sal 77.15). Israel confiesa: «En tu misericordia guías a este pueblo que
has redimido» (Éx 15.13 rva). «Se
acordaron de que Dios es su Roca; de que el Dios Altísimo es su Redentor»
(Sal 78.35 rva).
El libro de Isaías, entre
los capítulos 41–63, usa el término «redentor» en relación a Dios 13 veces;
9 de ellos son traducciones de go<el.
El primer ejemplo se encuentra en 43.1 (rva): «No temas, porque yo te he
redimido. Te he llamado por tu nombre; tú eres mío». El término que se usa
en relación a la liberación de Egipto es go<el
(51.10; 63.9) y también en cuanto al cautiverio babilónico (48.20; 52.3, 9;
62.12). «El Santo de Israel es tu Redentor» (41.14), el «Creador de Israel,
vuestro Rey» (43.14–15), «Jehová de los ejércitos» (44.6) y «el Fuerte de
Jacob» (49.26). Los que tienen su salvación son «los redimidos» (35.9).
El libro de Salmos a
menudo coloca la redención espiritual en relación paralela con la redención
física. Por ejemplo: «Acércate a mi alma y redímela; líbrame a causa de mis
enemigos» (Sal 69.18). «Bendice, oh alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno
de sus beneficios … el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de
favores y de misericordia» (Sal 103.2, 4).
padah
(hd;P;),
«redimir, pagar rescate». Originalmente, el significado de este vocablo
coincidía en parte con el de kapar;
ambos tuvieron que ver con «pagar rescate». Sin embargo, las aplicaciones
teológicas de estos términos comenzaron a desarrollarse en diferentes
direcciones, a tal grado que en la mayoría de los casos son solo sinónimos
en un sentido muy amplio.
Padah
indica la acción interventora o sustitutiva que logra liberar a alguna
persona de una situación desagradable. En circunstancias más seculares,
mediaría la entrega de algún valor. No obstante esto, 1 S 14.45 (rva) indica
que el dinero no es intrínseco al uso de esta palabra; Saúl se empecina en
ejecutar a Jonatán por su transgresión involuntaria, mas «el pueblo libró a
Jonatán, y este no murió». Una de las condiciones que exigen «rescate» es la
esclavitud (Éx 21.8; Lv 19.20).
El vocablo está
relacionado con las leyes de primogenitura. Para que no olvidaran que cuando
todos los primogénitos de Egipto murieron, los de Israel se salvaron, Dios
exigió su derecho sobre la vida de los primogénitos de Israel, tanto de
varones como de ganado. Estos últimos a menudo se sacrificaban, pero
«rescato a todo primogénito de mis hijos» (Éx 13.15 rva). La tribu de Leví
se apartó para servicio litúrgico aceptable a Dios en lugar de todos los
primogénitos de Israel (Nm 3.40ss). A pesar de esto, los varones israelitas
aún necesitaban que se les «redimiesen» (padah)
de este servicio pagando una cantidad designada de «dinero del rescate» (Nm
3.44–51).
Cuando Dios es el sujeto
de padah, el vocablo resalta su
completa y soberana libertad de rescatar (liberar) a seres humanos. Algunas
veces se dice que Dios «redime» a individuos (Abraham, Is 29.22; David, 1 R
1.29; y a menudo en el salterio, p. ej., 26.11; 21.5; 71.23), aunque
generalmente es Israel, el pueblo elegido, quien se beneficia de su
«redención». Algunas veces la redención o liberación se proclama en términos
absolutos (2 S 7.23; Sal 44.26; Os 7.13); y el «rescate» tiene que ver con
una opresión concreta. En otros casos, la alusión es menos específica (o más
genérica), por ejemplo: «tribulaciones» (Sal 25.22) y «los malos» (Jer
15.21). Solo en un caso se usa padah
para hablar de liberación de pecado o iniquidad: «Él redimirá a Israel de
todos sus pecados» (Sal 130.8 rva).
kapar
(rp'K;),
«redimir, propiciar, expiar». Kapar
tiene una gama de significados seculares y no teológicos paralelos a
padah. Sin embargo,
kapar adquirió un significado
técnico dentro de los ritos judíos. Al nivel más básico de significado,
kapar denota una transacción
material o un «rescate».
A veces el hombre es el
sujeto de kapar. En 2 S 21.3, David
pregunta a los gabaonitas: «¿Qué debo hacer por vosotros? ¿Y cómo haré
restitución para que bendigáis la heredad del Señor?» (lba). Por respuesta,
los gabaonitas piden que ahorquen a siete de los hijos de Saúl en
compensación. En Éx 32.30 (rva), Moisés asciende al monte por tercera vez
para «hacer expiación» por los pecados del pueblo (aunque no se explica, al
parecer es solo mediante su intercesión). En Is 27.9 (rv) se habla de
«purgar» la culpa de Israel a través de la destrucción de objetos
idolátricos. En Nm 25.13 se dice que Finees «hizo expiación por los hijos de
Israel» cuando alanceó los cuerpos de una pareja participante de un culto
orgiástico a Baal-peor.
A menudo, Dios es el
sujeto de kapar, también en sentido
genérico. En 2 Cr 30.18, Ezequías pide a Dios que «perdone» a quienes no
estaban ritualmente purificados para la Pascua. Al final de su cántico,
Moisés alaba al Señor porque «hará expiación por su tierra y su pueblo» (Dt
32.43 lba). Otros casos similares en que el término se usa en forma general
se encuentran en Sal 65.3; 78.38; y Dn 9.24. Jeremías se vale de
kapar una vez para orar amargamente
para que Dios no «perdone» a quienes traman matarlo (Jer 18.23); en Sal 79.9
el término significa «purgar» el pecado.
Con mayor frecuencia
kapar se relaciona con ciertos ritos
y el sujeto inmediato es un sacerdote. Toda clase de ritos sacrificiales se
entiende en términos de kapar. Se denomina
kapar a la acción de los sacerdotes cuando untan sangre sobre el
altar durante las «ofrendas por el pecado» (jatta<t)
llamadas «propiciación» (Éx 29.36–37; Lv 4.20, 31; 10.17; Nm 28.22; 29.5;
Neh 10.33). No se resalta tanto el uso de sangre en los sacrificios, aunque
la relación con la «propiciación» sigue en pie, sobre todo con la «ofrenda
por la culpa» (Lv 5.16, 18; 6.7; 7.7; 14.21; 19.22; Nm 5.8). El principio se
mantiene aún cuando los pobres, que no pueden ofrecer un animal o un ave,
sacrifican un poco de harina: un caso donde queda claro que no media sangre
(Lv 5.11–13). «Propiciar» (kapar) es
también el propósito del «holocausto» (Lv 1.4; Nm 15.25). El único tipo de
sacrificio mayor que no se considera una «propiciación» en Levítico es la
«ofrenda de grano» (minjah) en Lv 2,
aunque Ez 45.15, 17 sí lo incluye dentro de esta categoría. En 1 Crónicas
6.49 se aplica el concepto al ministerio sacerdotal en general. Cada año la
relación entre los diversos ritos y kapar
llegaba a un clímax en el Día de Expiación (Yom
Kippur), descrita en detalles en Lv 16.
En diferentes versiones,
kapar se traduce «propiciar» o
«rescatar», ambos términos neutros. También se usa «expiar» que es en parte
sinónimo de «propiciar». En cualquier sacrificio, la acción se dirige hacia
Dios (propiciación) y hacia la
ofensa (expiación). «Expiar»,
«propiciar» y también «perdonar» (cuando se relacionan con sacrificios)
tienen a Dios como sujeto primario, mientras que «propiciación» se dirige a
Dios como complemento del verbo.
Todos los sacrificios del
mundo nunca podrían satisfacer la justicia de Dios (p. ej., Miq 6.7; Sal
50.7–15). Por lo tanto, solo Él mismo puede brindar una propiciación y
expiación por el pecado que aplaque su ira. Un Dios justo no puede ser ni
implacable ni caprichoso, por eso Él mismo ofrece el «rescate» o sacrificio
sustitutivo que le satisface. El sacerdote está delante del altar en lugar
de Dios cuando presenta el sacrificio requerido; en otros términos,
sacrificar no es esencialmente una acción humana, sino más bien divina: es
la acción de un Dios misericordioso y perdonador.
Nombre
geullah
(hL;auGÒ),
«derecho a redención». Este vocablo tiene que ver con la liberación de
personas y de propiedades vendidas para cancelar deudas. La ley garantizaba
el «derecho de redención» de tierras y personas (Lv 25.24, 48). El precio de
redención se determinaba según el número de años que restaban antes del año
del jubileo y de la liberación de las deudas (Lv 25.27–28). El término
geullah también aparece
en Jer 32.7 (rva): «He aquí que Hanameel, hijo de tu tío Salum, viene a ti
para decir: Compra mi campo que está en Anatot, porque tuyo es el derecho de
redención para adquirirlo».
El nombre que se deriva de
padah es
peduÆt. Se encuentra unas 5 veces y quiere decir
«rescate o redención»: «Ha enviado redención a su pueblo; para siempre ha
ordenado su pacto» (Sal 111.9 rva).
Regocijar
Verbo
samaj
(jm'c;),
«regocijar, estar gozoso». Este verbo también aparece en ugarítico (con los
radicales shh-m-h) y tal vez en
arameo-siríaco. Se encuentra en todos los períodos del hebreo y unas 155
veces en la Biblia.
Por lo general,
samaj se refiere a una emoción
espontánea, a un gozo intenso expresado de manera visible y/o externa. No se
trata casi nunca de una emoción perenne ni a un sentimiento de bienestar
duradero. Son emociones que surgen durante fiestas, como de circuncisión,
bodas y cosechas, o bien en celebración de alguna victoria sobre un enemigo.
Los hombres de Jabes irrumpieron en alegría cuando recibieron la noticia de
que serían librados de los filisteos (1 S 11.9).
La emoción que
samaj comunica generalmente es
visible. En Jer 50.11 se acusan a los babilonios de «regocijarse» por el
pillaje a Israel. Exteriorizan sus emociones revolcándose como «novilla
sobre la hierba» y relinchando como caballos. La emoción que el verbo
expresa (concretado en el nombre simjah)
irrumpe a veces en danzas y canciones acompañadas con instrumentos
musicales. Esto es lo que quiere comunicar el relato sobre David y las
mujeres de Jerusalén a su regreso de vencer a los filisteos (1 S 18.6).
«Regocijar» se describe casi siempre como el producto de una situación,
circunstancia o experiencia externa, como se puede apreciar en Éx 4.14, la
primera vez que se usa samaj. Dios
dijo a Moisés que Aarón venía a su encuentro y «al verte, se alegrará en su
corazón». El pasaje habla de un sentimiento interno que se manifiesta
visiblemente. Cuando Aarón vio a Moisés, exteriorizó su gozo besándole (v.
27).
Por tanto, el verbo
samaj sugiere tres elementos: (1)
sentimiento espontáneo y momentáneo de júbilo, (2) sentimiento tan fuerte
que tiene que exteriorizarse, (3) sentimiento motivado por algún estímulo
externo y momentáneo.
El verbo se usa en forma
intransitiva para indicar una acción que se vuelve sobre el sujeto (cf. 1 S
11.9). Cuando Dios es el sujeto, Él es el que «se regocija lleno de júbilo»:
«Que la gloria del Señor perdure eternamente; que el Señor se regocije en
sus obras» (nvi). Los santos deben «alegrarse en el Señor y regocijarse y
dar voces de júbilo» (cf. Sal 32.11 lba). De ahí que
samaj expresa alegría y gozo. En el
lugar que el Señor escogiere, Israel debe «regocijarse» en todas sus
bendiciones (Dt 12.7). En este contexto, el verbo describe una situación en
que uno se coloca en circunstancias dadas. Por extensión, el vocablo tiene
un significado técnico relacionado con todo lo que se hace al preparar una
fiesta para Dios: «El primer día tomaréis para vosotros fruto de árbol
hermoso: ramas de palmera, ramas de árboles frondosos y de sauces de los
arroyos; y os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios durante siete
días» (Lv 23.40 rva).
En algunos casos el verbo
describe una situación de regocijo continuo. En 1 R 4.20 se resume el
reinado de Salomón en los siguientes términos: «Judá é Israel eran muchos,
como la arena que está junto al mar en multitud, comiendo, bebiendo y
alegrándose».
Nombre
simjah
(hj;m]ci),
«gozo». Este nombre, que también se halla en ugarítico, aparece 94 veces en
hebreo bíblico. Simjah es un término
técnico para la expresión externa de «gozo» (Gn 31.27: primer caso en la
Biblia; cf. 1 S 18.6; Jer 50.11) como para el sentimiento y concepto
abstracto de «gozo», que es el significado más usual (Dt 28.47). Expresa
también toda la actividad festiva delante de Dios: «Así todo el pueblo se
fue a comer y a beber, a enviar porciones y a regocijarse con gran alegría»
(Neh 8.12 rva).
El nombre capta la
especificidad colorida del verbo, como en Is 55.12 (rva): «Ciertamente, con
alegría saldréis y en paz os iréis. Los montes y las colinas irrumpirán en
cánticos delante de vosotros, y todos los árboles del campo aplaudirán».
Adjetivo
sameaj
(j'mec;),
«gozoso, alegre». El adjetivo se encuentra 21 veces en el Antiguo
Testamento. El primer caso está en Dt 16.15: «Siete días celebrarás la
fiesta a Jehovah tu Dios en el lugar que Jehovah haya escogido. Porque
Jehovah tu Dios te habrá bendecido en todos tus frutos y en toda la obra de
tus manos, y estarás muy alegre» (rva)
Reino
malkuÆt
(tWKl]m'),
«reino; reinado; gobierno». El vocablo malkuÆt
aparece 91 veces en el Antiguo Testamento hebreo y parece corresponder al
hebreo bíblico tardío. Se menciona por primera vez en Nm 24.7 (rva): «El
agua correrá de sus baldes; su simiente tendrá agua en abundancia. Su rey
será más grande que Agag; su reino será enaltecido».
El vocablo
malkuÆt denota: (1) el territorio de
un reino: «Para mostrar él las riquezas de la gloria de su reino, el brillo
y la magnificencia de su poder, por muchos días, ciento ochenta días» (Est
1.4); (2) acceso al trono: «Si te quedas callada en este tiempo, el alivio y
la liberación de los judíos surgirán de otro lugar; pero tú y la casa de tu
padre pereceréis. ¡Y quién sabe si para un tiempo como este has llegado al
reino!» (Est 4.14 rva); (3) año de gobierno: «Ester fue llevada al rey
Asuero, a su palacio real en el mes décimo, el mes de Tebet, del séptimo año
de su reinado» (Est 2.16 rva); y (4) cualquier cosa relacionada con un rey:
trono (Est 1.2), vino (Est 1.7), corona (Est 1.11), decreto (Est 1.19),
vestimenta (Est 6.8), casa real (Est 1.9), cetro (Sal 45.6) y gloria (Sal
145.11–12).
Las traducciones de
malkuÆt en la Septuaginta son:
basileia («realeza; reino; poder
real») y basileus («rey»).
mamlakah
(hk;l;m]m'),
«reino; soberanía; dominio; reinado». El vocablo se encuentra unas 115 veces
en todo el Antiguo Testamento. Mamlakah
se halla primero en Gn 10.10: «Y fue el comienzo [«fueron las capitales»
nbe] de su reino Babel, Erec, y Acad, y Calne, en la tierra de Sinar».
El significado básico de
mamlakah tiene que ver con el
territorio de un «reino». El término se refiere a naciones no israelitas
gobernadas por un melek, «rey»:
«Acontecerá que al fin de los setenta años visitará Jehová a Tiro; y volverá
a comerciar, y otra vez fornicará con todos los reinos del mundo sobre la
faz de la tierra» (Is 23.17). Mamlakah
sirve de sinónimo de >am, «gente» o
«pueblo», y goÆy, «nación»: «Cuando
andaban de nación en nación, y de un reino a otro pueblo» (Sal 105.13 rva).
Mamlakah también señala a Israel
como el «reino» de Dios: «Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una
nación santa» (Éx 19.6). El reino davídico fue el agente teocrático por el
que Dios reinaba sobre su pueblo y los bendecía: «Tu casa y tu reino serán
firmes para siempre delante de mí, y tu trono será estable para siempre» (2
S 7.16). No obstante esto, el mamlakah
unido se dividió después de Salomón en dos reinos que Ezequiel predijo se
reunirían: «Haré de ellos una sola nación en la tierra, en los montes de
Israel, y todos ellos tendrán un solo rey. Nunca más serán dos naciones, ni
nunca más estarán divididos en dos reinos» (Ez 37.22 rva).
Similar al significado
básico es el uso de mamlakah para
denotar «rey», puesto que el rey se consideraba la personificación del
«reino». Se le tenía por símbolo del propio reino: «Así ha dicho Jehová Dios
de Israel: Yo saqué a Israel de Egipto, librándoos de mano de los egipcios y
de mano de todos los reinos que os oprimieron» (1 S 10.18; en hebreo el
nombre «reinos» es femenino, pero el verbo «oprimir» tiene una forma
masculina, lo cual indica que «reinos» significa «reyes»).
La función y la posición
de un rey es importante dentro del concepto de «reino». «Reino» puede
indicar la cabeza del reino. El vocablo además tiene el significado
adicional de «gobierno» real, «soberanía» real y «dominio». A Saúl se le
retiró la «soberanía» real (su «reinado») por su desobediencia (1 S 28.17).
Este concepto de la «soberanía» de un rey subyace en Jer 27.1: «En el
principio del reinado de Joacim hijo de Josías». Es más, el Antiguo
Testamento define como manifestaciones de un «reinado» todas las cosas que
se asocian con un rey: (1) el trono: «Y sucederá que cuando se siente sobre
el trono de su reino, él deberá escribir para sí en un pergamino una copia
de esta ley, del rollo que está al cuidado de los sacerdotes levitas» (Dt
17.18 rva); (2) el santuario (pagano) patrocinado por un rey: «Y no
profetices más en Bet-el, porque es santuario del rey, y capital del reino»
(Am 7.13); y (3) una ciudad real: «Entonces David dijo a Aquis: Si he
hallado ahora gracia ante tus ojos, por favor, que se me dé un lugar en
alguna de las ciudades en el campo, para que habite allí. ¿Por qué ha de
habitar tu siervo contigo en la ciudad real?» (1 S 27.5 rva).
Todo dominio humano está
bajo el control de Dios. Por consiguiente, el Antiguo Testamento reconoce
plenamente el reinado de Dios. El Señor gobernó como rey sobre su pueblo
Israel a través de David y sus sucesores hasta el cautiverio (1 Cr 29.11; 2
Cr 13.5).
En el Nuevo Testamento
todos los significados analizados se asocian con el término griego
basileia («reino»). Así se traducen
la mayoría de los casos de mamlakah
en la Septuaginta, por lo que no debe sorprender que los autores
neotestamentarios usaran este vocablo para referirse al «reino» de Dios: el
dominio, el rey, su soberanía y nuestra relación con Dios mismo.
melek
(Jl,m,),
«rey». El vocablo se encuentra unas 2.513 veces en el Antiguo Testamento.
Varias de ellas en Gn 14.1: «Aconteció en los días de Amrafel rey de Sinar,
de Arioc rey de Elasar, de Quedorlaomer rey de Elam, y de Tidal rey de Goím»
(rva).
Remanente
Nombre
she<eréÆt
(tyriaev]),
«resto; remanente; residuo». La idea del «remanente» juega un papel
prominente en la economía salvífica divina en todo el Antiguo Testamento. El
concepto del «remanente» se aplica particularmente a los israelitas que
sobrevivieron calamidades como guerras, pestilencias y hambrunas, gente a la
que el Señor en su misericordia protegió para que fuera su pueblo escogido:
«Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sion los
sobrevivientes. ¡El celo de Jehovah de los Ejércitos hará esto!» (2 R 19.31
rva; cf. Esd 9.14).
Reiteradamente los
israelitas sufrieron grandes catástrofes que les llevaron hasta el borde de
la extinción. Por eso oraban a menudo como en Jer 42.2: «Acepta ahora
nuestro ruego delante de ti, y ruega por nosotros a Jehová tu Dios, por todo
este resto (pues de muchos hemos quedado unos pocos, como nos ven tus
ojos)».
Isaías se vale 5 veces del
término she<eréÆt para
denotar a los que quedarían después de las invasiones asirias: «Porque de
Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sion los sobrevivientes. ¡El celo
de Jehovah de los Ejércitos hará esto!» (Is 37.32 rva).
Miqueas también anunció el
regreso del pueblo judío después del cautiverio. Profetizó: «Ciertamente
reuniré a todo Jacob. Ciertamente recogeré al remanente de Israel» (2.12
rva). También predijo: «De la que cojea haré un remanente, y de la agobiada
haré una nación poderosa. Y Jehovah reinará sobre ellos en el monte Sion,
desde ahora y para siempre» (4.7 rva). En 5.7–8 y 7.18, Miqueas anuncia un
concepto similar.
Jeremías discute la
difícil situación de los judíos que huyeron a Egipto después que
Nabucodonosor capturara a Jerusalén: «Asimismo, todos los judíos que estaban
en Moab, entre los hijos de Amón y en Edom, y los que estaban en todos los
países, cuando oyeron decir que el rey de Babilonia había dejado a Judá un
remanente … Johanán hijo de Carea habló a Gedalías en secreto, en Mizpa,
diciendo: –Permite que yo vaya y mate a Ismael … ¿Por qué te ha de quitar la
vida, de modo que todos los judíos que se han agrupado alrededor de ti sean
dispersados y perezca el remanente de Judá?» (Jer 40.11, 15 rva).
Sofonías, profeta del
siglo siete, identifica el «remanente» con los pobres y humildes (2.3, 7;
3.12–13). Zacarías anuncia que un «remanente» presenciará la venida del
reino del Mesías (12.10–13.1; 13.8–9).
she<ar
(ra;v]),
«resto; remanente; residuo». Isaías describe el «remanente» de Israel:
«Acontecerá en aquel día que el remanente de Israel y los de la casa de
Jacob que hayan escapado nunca más se apoyarán en el que los golpeó, sino
que verdaderamente se apoyarán en Jehovah, el Santo de Israel» (Is 10.20
rva).
Nótese que se puede
percibir una doble temática en los pasajes proféticos relacionados con el
«remanente»: (1) Sobrevivirá un «remanente» cuando se castiga al pueblo, y
(2) la sobrevivencia del «remanente» y el hecho de que perdura contiene una
nota de esperanza para el futuro. En Is 10.21 se anuncia: «¡Un remanente
volverá; un remanente de Jacob volverá al Dios fuerte!» (rva). En Is 11.11
el profeta proclama: «Asimismo, acontecerá en aquel día que Jehovah volverá
a poner su mano para recobrar el remanente que habrá quedado de su pueblo,
desde Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar, Hamat y las costas del
mar» (rva).
yeter
(rt,y<,),
«resto; remanente». Yeter se
encuentra 94 veces en el Antiguo Testamento hebreo. Por lo general, aparece
en los libros históricos (45 veces) en la frase estereotipada «los demás
hechos», como por ejemplo: «Los demás hechos de Salomón, y todo lo que hizo,
y su sabiduría, ¿no está escrito en el libro de los hechos de Salomón?» (1 R
11.41). En estos versículos, yeter
sirve para hacer referencia a los hechos que no se incluyeron en las obras
de los historiógrafos bíblicos.
El significado más general
de yeter es «el resto; lo que
queda»: del botín (Nm 31.32); de los gigantes (Dt 3.11); del reino (Jos
13.27); y del pueblo (Jue 7.6). Encontramos una buena ilustración de esto en
lo que Joel enseña sobre las langostas: «Lo que quedó de la oruga comió el
saltón [la langosta], y lo que quedó del saltón comió el revoltón [pulgón];
y la langosta comió lo que del revoltón había quedado» (Jl 1.4).
Los profetas usaron
she<eréÆt como un término
técnico para «el remanente de Israel». Predijeron que después del cautiverio
un «remanente» de temerosos de Dios regresarían a la tierra (cf. Hag 2.2–3).
Algunos profetas (Miq, Sof 2.9) usaron yeter
con este propósito: «Sin embargo, Dios los abandonará hasta el tiempo en que
dé a luz la que ha de dar a luz, y vuelva el resto [yeter]
de sus hermanos para reunirse con los hijos de Israel (Miq 5.3).
Las traducciones del
término en la Septuaginta son: loipos
(«lo que queda; resto; lo restante») y
kataloipos («lo que queda; sobrante»).
Otros nombres que aparecen
con poca frecuencia tienen relación con yeter.
YoÆter («ventaja; exceso; excedente;
sobre») se puede encontrar en Ec 6.8 (rva): «¿Qué ventaja tiene el sabio
sobre el necio? ¿Qué gana el pobre que sabe conducirse ante los demás seres
vivientes?» Yitra quiere decir
«abundancia» o «riquezas» y se encuentra únicamente en Jer 48.36.
YitroÆn puede referirse a «ventaja,
ganancia, lucro» y aparece solamente en Ec 1.3; 2.11.
Yoteret, «apéndice del hígado»,
aparece unas 10 veces (cf. Éx 29.13, 22; Lv 3.4, 10, 15).
MoÆtar, que significa «abundancia,
superioridad, lucro», se encuentra en Pr 14.23.
Verbo
sha<ar
(ra'v;),
«quedar, sobrar». Este verbo y sus nombres derivados aparece unas 220 veces
en el Antiguo Testamento.
Noé y su familia se
convirtieron en «remanente», las únicas personas que sobrevivieron el
diluvio: «Solo quedaron Noé y los que estaban con él en el arca» (Gn 7.23
rva). En los días de Eliseo, cuando el pueblo escogido de Dios en el reino
del norte cayó en apostasía, el Señor anunció: «Pero dejaré siete mil en
Israel, todas las rodillas que no se han doblado ante Baal» (1 R 19.18 lba).
Durante el período del
precautiverio, Isaías hizo hincapié en la idea del remanente. El profeta
habla de juicio sobre la tierra, pero que el remanente «quedaría»: «Por esta
causa una maldición ha devorado la tierra, y los que la habitan son
culpables. Por esta causa han disminuido los habitantes de la tierra, y
quedan muy pocos seres humanos» (Is 24.6 rva). Isaías 4.3 se refiere al
«remanente» que comparte santidad: «Acontecerá que el que se quede [sha<ar]
en Sion, como el que sea dejado en Jerusalén, será llamado santo».
En los escritos de los
profetas, la idea del «remanente» fue adquiriendo una relevancia cada vez
mayor. Sin embargo, ya desde el Pentateuco se comenzaba a manejar el
concepto. La idea de «los que quedaron» o «escaparon», en particular una
parte del pueblo de Israel, se remonta hasta Dt 4.27 (rva): «Jehovah os
esparcirá entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones
a las cuales os llevará Jehovah» (cf. Dt 28.62). En estos pasajes, Moisés
advierte que si Israel deja de cumplir con los requisitos del pacto mosaico,
el Señor los esparciría entre las naciones y entonces volvería a reunir un
«remanente».
En Neh 1.2–3 (rva) se
describe la condición del «remanente» de Israel: «Les pregunté por los
judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por
Jerusalén. Ellos me dijeron: «El remanente, los que han quedado de la
cautividad allí en la provincia, está en gran dificultad y afrenta»».
yatar
(rt'y:),
«sobrar, ser superfluo». Este verbo está relacionado con otras lenguas
semíticas donde la raíz yatar/watar
expresa una condición de abundancia (ugarítico, fenicio, arábigo). En
hebreo, muchas formas se derivan del verbo
yatar. El término se encuentra unas 107 veces, entre ellas en Dn
10.13 (rva): «El príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún
días; pero he aquí que Miguel, uno de los principales príncipes, vino para
ayudarme; y quedé allí con los reyes de Persia».
Reposar
nuÆaj
(j'Wn),
«descansar, asentar, permanecer, estar quieto». Este vocablo está presente
en hebreo, tanto antiguo como moderno, así como en acádico y ugarítico. Se
encuentra alrededor de 65 veces en el Antiguo Testamento, comenzando con Gn
8.4 rva: «Se asentó el arca sobre los montes de Ararat» («reposó» rv, rvr,
rv-95; «descansó» lba, bla; «se detuvo» lvp; «varó» bj; «encalló» nbe). El
vocablo, con sus múltiples traducciones, ilustra el uso frecuente de este
término que expresa el asentamiento físico de algún objeto en algún lugar
determinado. Otros ejemplos son las aves (2 S 21.10), los insectos (Éx
10.14) y las plantas de los pies en las aguas del Jordán (Jos 3.13).
«Reposar» indica un estado
de participación completa y, por tanto, compenetración, como cuando el
espíritu de Elías «reposó» sobre Eliseo (2 R 2.15), la mano de Dios
«reposará» sobre el monte (Is 25.10) y cuando «en el corazón del prudente
reposa la sabiduría» (Pr 14.33 rvr, lba). A menudo
nuÆaj significa «estar quieto» o «reposar» después de un
trabajo arduo (Éx 20.11), de ataques de los enemigos (Est 9.16), de
tribulación (Job 3.26) y al morir (Job 3.17). El vocablo puede significar
«descansar de preocupaciones» cuando se aplica la disciplina paternal (Pr
29.17). A veces nuÆaj quiere decir
«dejar descansar» o «permitir quedarse». De esta manera Dios «permitió» que
las naciones paganas «se quedaran» en Canaán mientras viviera Josué (Jue
2.23 lba). En un caso contrario, Dios amenazó con abandonar a los israelitas
en el desierto (Nm 32.15).
Es importante señalar que
mientras nuÆaj se usa a veces como
sinónimo de shabat, «cesar, reposar»
(Éx 20.11), básicamente, shabat
significa «cesar» de trabajar, sin que ello en realidad implique «reposar».
El autor de Gn 2.3 no quiere decir que Dios reposa de sus labores, sino más
bien del trabajo creativo que culminó.
Residir, Morar
Verbo
guÆr
(rWG), «morar
como un forastero, un transeúnte». Este término solo se encuentra en
semítico septentrional y en hebreo extrabíblico únicamente como nombre. En
hebreo bíblico el vocablo guÆr
aparece 84 veces y durante todos los períodos de la lengua. Esta acepción de
guÆr debe distinguirse de otra que
significa «temer» (Nm 22.3).
El verbo quiere decir
«morar en una tierra como huésped». El primer caso del término está en Gn
12.10, donde se narra que Abram viajó a Egipto y moró allí como huésped. En
Gn 21.23, Abraham pacta con Abimelec, quien le advierte: «Conforme a la
bondad que yo hice contigo, harás tú conmigo, y con la tierra en donde has
morado».
Nombre
ger
(rG«),
«huésped; extranjero». Ger se
encuentra unas 92 veces en todos los períodos del hebreo bíblico.
Un
ger no era un simple forastero (nakréÆ)
ni extranjero (zar). Era un
residente permanente que, siendo ciudadano de otra tierra, emigró a un nuevo
país de residencia. A menudo, ha abandonado a su tierra natal en
circunstancias difíciles, como cuando Moisés huyó a Madián (Éx 2.22). Ya sea
que la razón de su viaje fuera para huir de alguna dificultad o solo porque
buscaba un nuevo lugar de residencia, el ger
andaba en busca de aceptación y refugio. Por consiguiente, podría llamársele
también un toÆshab, un colono. Ni el
colono ni el «huésped» podían poseer tierras. En la tierra de Canaán la
posesión de tierra se limitaba a miembros o descendientes de las tribus
originales. Únicamente ellos tuvieron plena ciudadanía con todos los
privilegios, lo que significaba disfrutar de lleno de la herencia de los
dioses y antepasados, privilegios y responsabilidades feudales (cf. Ez
47.22).
En Israel un
ger, al igual que un sacerdote, no
podía poseer tierras y gozaba de los privilegios del tercer diezmo. Cada
tres años el diezmo de la cosecha debía depositarse en la entrada de la
ciudad ante los ancianos para que se ditribuyera entre «el levita que no
tiene parte ni heredad contigo, el forastero, el huérfano y la viuda que
haya en tus ciudades» (Dt 14.29 rva). En el escatón tales «huéspedes» se
trataban como verdaderos ciudadanos: «Haréis el sorteo de ella para que sea
heredad para vosotros y para los forasteros que residen entre vosotros,
quienes han engendrado hijos entre vosotros, y que son para vosotros como
nativos entre los hijos de Israel. Ellos participarán con vosotros en el
sorteo para tener posesión entre las tribus de Israel» (Ez 47.22 rva). Bajo
la Ley Mosaica, los extranjeros no eran esclavos sino más bien estaban
generalmente al servicio de un israelita de cuya protección disfrutaban (Dt
24.14). Esto, sin embargo, no siempre era el caso. A veces un «huésped» era
rico y los israelitas podían estar a su servicio (Lv 25.47).
Al
ger se le trataba (excepto por
privilegios y responsabilidades feudales) como un israelita amparado por la
ley: «Oíd la causa de vuestros hermanos y juzgad con justicia entre un
hombre y su hermano o el forastero que está con él» (Dt 1.16 rva); «Pero
vosotros, guardad mis estatutos y mis decretos, y no hagáis ninguna de todas
estas abominaciones, ni el natural ni el extranjero que habita entre
vosotros» (Lv 18.26 rva); «Habrá una misma ley para vosotros, tanto para el
extranjero como para el natural; porque yo soy Jehová vuestro Dios» (Lv
24.22 rva). Los ger también
disfrutaban del descanso del sábado (Lv 25.6) y de la protección divina (Dt
10.18). Dios ordena a Israel amar al extranjero como a sí mismo (Lv 19.34).
El
ger podía circuncidarse (Éx 12.48) y
así gozar de todos los privilegios de la religión verdadera: la Pascua (Éx
12.48–49), el Día de Expiación (Lv 16.29), presentar ofrendas (Lv 17.8) y
asistir a todas las fiestas (Dt 16.11). Tenía la obligación de guardar todas
las leyes de la pureza (Lv 17.15).
Dios dice a Israel que Él
es el verdadero dueño de toda la tierra y que su pueblo, como «huésped», es
vasallo suyo (Lv 19.34; Dt 10.19). Se les advierte que deben tratar a los
«huéspedes» con justicia, equidad y amor porque, como Abraham (Gn 23.4),
fueron «huéspedes» en Egipto (Éx 22.21). En casos jurídicos, el «huésped»
podía apelar directamente a Dios el gran Señor feudal (Lv 24.22).
Hay otros dos nombres
relacionados con guÆr que son
meguÆréÆm y
geruÆt.
MeguÆréÆm se encuentra 11 veces y se refiere «al
estado o la condición de ser un huésped» (Gn 17.8) y también «al lugar en
que un huésped mora» (Job 18.19). GeruÆt
aparece una vez para referirse también a «donde un huésped habita» (Jer
41.17). Algunos peritos piensan que el vocablo es más bien un nombre propio
que forma parte del nombre de un lugar.
Riqueza, Abundancia
joÆn
(÷/h),
«abundancia; fortuna; riqueza; posesiones; basta». Los 26 casos de este
vocablo se encuentran casi todos en la literatura sapiencial, con 17 en
Proverbios. El término aparece únicamente en singular.
JoÆn
se refiere casi siempre a artículos portables de valor («posesiones,
riquezas»): «Si lo atrapan, deberá devolver siete tantos lo robado, aun
cuando eso le cueste todas sus posesiones» (Pr 6.31 nvi; cf. Éx 27.12). Las
«riquezas» pueden ser buenas y señal de bendición: «Bienes y riquezas hay en
su casa; su justicia permanece para siempre» (Sal 112.3). La creación es
«riqueza» divina: «Me he gozado en el camino de tus testimonios más que
sobre toda riqueza» (Sal 119.14). En Proverbios, las «riquezas» generalmente
indican maldad: «La fortuna del rico es su fortaleza, la ruina de los pobres
es su pobreza» (Pr 10.15 lba).
El término puede indicar
cualquier clase de «propiedad»: «Si el hombre diese todas las riquezas de su
casa para comprar el amor, de cierto lo despreciarían» (Cnt 8.7 rva). Esta
es la acepción la primera vez que se usa el vocablo: «Vendes a tu pueblo a
bajo precio, y no te has beneficiado con su venta» (Sal 44.12 lba).
Proverbios 12.27 (rva) se refiere a las «riquezas» en general: «El
negligente no alcanza presa, pero el hombre diligente obtendrá preciosa
riqueza».
Por último,
joÆn quiere decir «basta» (solo en
Pr 30.15–16 rva): «La sanguijuela tiene dos hijas: Dame y Dame. Tres cosas
hay que nunca se sacian, y la cuarta nunca dice: «¡Basta!» El Seol, la
matriz estéril, la tierra que no se sacia de agua y el fuego que jamás dice:
«¡Basta!»»
Roca
tsuÆr
(rWx), «roca;
muro de piedra; acantilado; colina rocosa; montaña; terreno rocoso; peña;
peñasco». Se encuentran cognados de este vocablo en amorreo, fenicio,
ugarítico y arameo. Sin contar los que se encuentran en nombres de personas
y lugares, el término aparece 70 veces en hebreo bíblico y durante todos los
períodos.
Primero,
tsuÆr quiere decir «muro de piedra»
o «acantilado». Es esto lo que quizás Moisés golpeó con su vara en Éx 17.6
(rva): «He aquí, yo estaré delante de ti allí sobre la peña de Horeb. Tú
golpearás la peña, y saldrá de ella agua». Tiene el mismo sentido cuando
dice que Dios escondió a Moisés en la hendidura de una «peña» (Éx 33.21–22).
Segundo, el vocablo a
menudo significa «cerro rocoso» o «montañas». Este énfasis es muy evidente
en Is 2.10, 19 (rva): «Métete en la roca; escóndete en el polvo … Los
hombres se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la
tierra». Un vigía percibe a alguien que se aproxima desde «la cumbre de las
peñas … desde las colinas» (Nm 23.9 rva). La «roca» (montes o colinas) que
fluyen miel y aceite es figura de la abundante y rebosante bendición de Dios
(Dt 32.13). La «roca» o «montaña» es figura de seguridad (Sal 61.2), de
firmeza (Job 14.18) y de algo que perdura (Job 19.24).
Tercero,
tsuÆr puede significar terreno
rocoso o tal vez una «roca» grande y plana: «Y Rizpa hija de Ayías tomó una
manta de cilicio y se la tendió sobre una roca» (2 S 21.10 rva; cf. Pr
30.19).
Cuarto, en algunos pasajes
el término quiere decir «peña, peñasco, canto» de tamaño suficiente como
para servir de altar: «Y subió fuego de la peña, que consumió la carne y los
panes sin levadura» (Jue 6.21 rva).
«Roca» sirve con
frecuencia para ilustrar cómo Dios defiende y sustenta a su pueblo (Dt
32.15). En algunos casos el nombre es un epíteto o nombre significativo de
Dios (Dt 32.4) o de dioses paganos: «La roca de ellos no es como nuestra
Roca [Dios]» (Dt 32.31 rva).
Finalmente, Abraham es la
«roca» de la cual Israel se talló (Is 51.1).
Rostro
panéÆm
(µynIP;),
«rostro, faz, cara». Este nombre se encuentra en hebreo bíblico unas 2.100
veces y en todos los períodos; el vocablo siempre se encuentra en plural,
excepto en nombres de personas y lugar. El término aparece también en
ugarítico, acádico, fenicio, moabita y etiópico.
En su acepción más básica,
el nombre se refiere a la «cara» de algo. Primero, se refiere al «rostro»
humano: «Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él» (Gn 17.3
rva). En una aplicación más específica, el término indica una expresión en
el «semblante»: «Por eso Caín se enfureció mucho, y decayó su semblante» (Gn
4.5 rva). Retribuir «en su misma cara» a alguien es dar el pago en persona
(Dt 7.10 rva); en contextos como este, el vocablo indica la persona misma.
PanéÆm puede referirse a la parte
superficial o visible de las cosas, como en Gn 1.2: «El Espíritu de Dios se
movía sobre la faz de las aguas». En otros contextos, el término se refiere
a la «parte frontal» de algo: «Unirás cinco tapices en un conjunto, y seis
tapices en el otro conjunto. Doblarás el sexto tapiz para que vaya en la
parte frontal del tabernáculo» (Éx 26.9 rva). Cuando se refiere al tiempo,
el vocablo (con la preposición le)
significa «antes»: «Y en Seir habitaron antes los horeos» (Dt 2.12).
Este nombre se usa a veces
antropomórficamente con relación a Dios; la Biblia habla de Dios como si
tuviera un «rostro»: «El ver tu cara [panéÆm]
ha sido como si hubiera visto el rostro [panéÆm]
de Dios» (Gn 33.10). La Biblia enseña claramente que Dios es un ser
espiritual y que no se le debe representar con imagen ni representación
alguna (Éx 20.4). Por tanto, no había imagen ni semejanza de Dios en el
Lugar Santísimo, solo estaba el arca del testimonio y Dios hablaba desde
encima de ello (Éx 25.22). Por esta razón, el término
panéÆm se usaba para denominar el
pan que se guardaba en el Lugar Santo. La rvr lo llama «pan de la
proposición» y lba de la «presencia» (Nm 4.7). Este pan se mantenía
continuamente en la presencia de Dios.