LECCIÓN 3.- EL ESTUDIO DE LAS ESCRITURAS
I.- LA TAREA HERMENEUTICA.
Aunque damos por sentado que la Biblia es la palabra inspirada de Dios nos
debemos olvidar que es un conjunto de libros, cada uno de los cuales responde a
una situación histórica y social concreta. En su conjunto la Biblia fue escrita
por hombres fieles a Dios y al pueblo del cual formaban parte. Ellos escribieron
en su propia lengua, y desde un contexto específico, para los hombre de su
tiempo. Por ellos tenemos que reconocer que esta palabra es histórica, expresada
en una variedad de estilos (prosa, verso, narrativa histórica o profética, etc.)
según la manera de escribir de cada autor. Tal es el caso de la situación
histórica de Jeremías, muy diferente de la de Pablo cuando escribió la carta a
los Gálatas, que a su vez es diferente de la ocasión que llevó al mismo Pablo a
escribir las cartas a los corintios.
Los biblistas aceptan que el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, en los
inicios de su formación, se componían fundamentalmente de una “literatura” oral,
la cual el pueblo conocía y aceptaba como la voz de Dios. Los distintos autores
incorporaron estas vivencias orales dentro del texto escrito con el transcurso
del tiempo. A pesar de su antigüedad, este texto desde el punto de vista
literario, es tan bello como cualquier otro texto literario clásico. Además, la
manera como han sido estructurados los discursos y las narraciones merecen un
estudio serio que nos lleve, por una parte, desentrañar el protagonismo de los
personajes, sus hechos y sus juicios, y por otra parte, a señalar por qué el
texto produce orea sentido o significación.
Ejercicio de investigación:
Lea “El canto de Ana” en I Samuel 2:7-8. Y observe cómo hay una herencia de
ideas que se repiten en distintas épocas y por diferentes autores: Salmo
113:7-9, I Reyes 16:2, Lucas 1:15-53.
Al iniciar nuestra tarea de interpretes nos constituimos en críticos que
analizan el texto buscando la razón de su sentido, pero el mismo tiempo dicho
texto, como Palabra de Dios, nos interpela y nos examina constantemente. Por
esta razón es importante comprender la relación de diálogo que debe establecerse
entre el intérprete y el texto y viceversa
Cuando nos acercamos al texto bíblico, nos sumergimos en él, lo examinamos, lo
interpretamos, y ala vez él nos examina y nos critica como Palabra de Dios que
es. Por ejemplo, al estudiar Malaquías 3:7 de esta manera, descubrimos que el
texto no sólo dice un mensaje para Israel en el siglo V a.C. sino que tiene un
mensaje para nosotros. So sólo Israel debe volverse a Dios. Al estudiar nosotros
el problema de infidelidad y desobediencia del pueblo, somos impelidos a
reaccionar ante las exigencias del texto que como Palabra Viva nos interpela
sobre nuestro propio problema de infidelidad y desobediencia.
Todo interpretación de un texto está regida por la pregunta que se le plantea,
por la manera cómo se le interroga. Los textos, si no se les pregunta nada,
tienen que quedar mudos.
No hay exégesis sin “presuposición” y “prejuicio”. Las opiniones que uno se
forma antes de conocer el sentido que el texto es lo que se conoce como
“prejuicios”. Por otra parte, todo interprete busca textos y pasajes bíblicos
con cierto propósito en mente, esto indica ya una “presuposición”. ( ejemplo el
milenio, el sábado, el diezmo, etc.).
Quien no se cuida de las condiciones de su exégesis ni del buen planteamiento de
sus preguntas, se expone a entregarse a la más arbitraria o a la más pobre de
las interpretaciones.
En resumen toda interpretación supone una relación recíproca (intérprete –
texto) que también muestra las inclinaciones subjetivas, la imaginación y los
intereses del intérprete según su contexto social.
II.- EL ESTUDIO BIBLICO.
Cuando se lee un texto cualquiera se pone en juego conocimientos y mecanismos
que por ser inconsistentes nos cuesta describir. Los lingüistas, sociólogos,
filólogos, estilistas y exégetas en el transcurso de la historia han
sistematizado diversos métodos para leer un texto. Ante tanta variedad de
métodos, no es posible recomendar un solo método que resuelva todos los
problemas hermenéuticos que puedan surgir al leer un texto. Es necesario conocer
los varios métodos que hoy se aplican. Además la práctica nos ayudará a combinar
algunos métodos para mejor resultado.
Ahora bien, para que el estudio bíblico sea una investigación seria, debemos
tener siempre en cuenta cuatro principios fundamentales: la observación, la
investigación, la interpretación y la comunicación.
LA OBSERVACION es una habilidad que se desarrolla por medio de la práctica.
Frente a un texto parece lo más fácil pero es lo menos desarrollado en la vida
moderna. La observación nos abre el camino a los elementos del texto, su
relación con los contextos, el papel de los personajes, el tiempo de los verbos,
las figuras literarias, los textos paralelos, las dificultades textuales, los
términos y conceptos claves, y muchos detalles más.
LA INVESTIGACION es el paso obligado al que nos conduce una buena observación Es
un trabajo de detective es como seguir pistas, buscar materiales, escudriñar
fuentes. En suma, es recabar toda la información posible que nos ayude a
descubrir y a entender el sentido que el texto tiene.
LA INTERPRETACION es la explicación sistemática que le damos al sentido que el
texto tiene. Notemos que esta fase es la tercera, y que comúnmente al leer un
texto no tomamos tiempo para observar y emplear lo que ya hemos investigado,
sino que pasamos atropelladamente y en primer lugar a la interpretación. De ahí
que sin las dos fases previas la interpretación se torne en nuestra
interpretación, que fácilmente puede ser muy exclusivista, superficial, y fuera
de contexto.
LA COMUNICACIÓN alude a la manera creativa, lógica y ordenada en que es
necesario presentar un estudio bíblico. Una investigación seria nos exige
rigurosamente en la organización y creatividad en la presentación del estudio
ante el público. Esta presentación se puede dar aprovechando los múltiples
medios de comunicación, tales como la predicación, trabajos escritos, drama,
etc.
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