por Tezcat
Cuando se investigan culturas desaparecidas, ejércitos derrotados,
movimientos religiosos suprimidos u organizaciones como el Club
del Fuego del Infierno, uno encuentra que la mayoría de la
literatura disponible es, con frecuencia, escrita por el enemigo.
Incluso en pleno siglo XXI, una época que suele tomarse como
ilustrada, las infantiles guerras de lodo aún aparecen
como parte integral de la política y la propaganda.
Tal parece ser el caso con el Club del Fuego del Infierno. Debe
recordarse que sus miembros eran gente prominente miembros
del Parlamento Británico, La Cámara de los Lores,
poetas miembros poderosos de la sociedad de aquel entonces,
y que no carecían de enemigos. La evidencia disponible casi
siempre apócrifa que sustente la conducta "satánica"
de las clases dominantes de la época suele estar escrita
por sus opositores.
Mucho antes que el Haz lo que Quieras se convirtiera en
el lema de Aleister Crowley, ya estaba siendo utilizado por Sir
Francis Dashwood, fundador de lo que es mejor conocido como Club
del Fuego del Infierno quien a su vez lo había fundado
según las reglas de la ficticia Abadía de Thelema,
descrita en la famosa novela Gargantúa y Pentagruel
de Rabelais. Irónicamente, la organización de Dashwood,
que estuvo funcionando entre los años 1740 y y 1770, nunca
se llamó Club del Fuego del Infierno eran llamados
Los Caballeros de St. Francis, o Monjes de Medmenham,
en honor de la Abadía de Medmeham, cuyas catacumbas y pasadizos
subterráneos habían escogido como lugar para sus reuniones
pero parece haberse atraído el título de 'Club del
Fuego del Infierno' gracias a la reputación de la organización,
haciendo eco al nombre de diversos clubes anteriores [La supresión
de los Clubes del Fuego del Infierno había sido implementada
sin mucho ruido, y por lo visto no sirvió de mucho
desde 1721, sugiriendo que los clubes de décadas posteriores
eran mucho más exclusivos, y tal vez un poco más pretenciosos,
que sus primeras manifestaciones].
Incluso hoy en día, cuando los "Clubes del Fuego del
Infierno" son mencionados en los círculos más
seculares, pueden escucharse vagos murmullos de Eran Satanistas,
¿verdad? El de los Clubes del Fuego del Infierno es uno
de tantos casos de quienes se hacen conocidos como Satanistas sin
haber reclamado para sí tal título
El problema es que resulta algo difícil definir realmente
qué involucra la práctica del Satanismo, aparte de
los escritos de Anton Szandor LaVey y la Iglesia de Satán
una organización que, definitivamente, no se acomoda
a la percepción que tienen los medios de comunicación
y por consiguiente el público del 'Satanismo',
es decir, sacrificios humanos, abuso ritual, etc. A juzgar por los
diversos casos en años recientes de supuesto Satanismo -los
medios de comunicación utilizan el título indiscriminadamente
como sinónimo de "ocultismo", muchos de los satanistas
"independientes" en la actualidad parecen practicar lo
que ellos piensan que debe ser el Satanismo. A partir de la documentación
seria disponible, este parecería ser el caso. El actual Sir
Francis Dashwood, quien no tiene problema alguno en admitir la verdad
tras las afirmaciones de las juergas sexuales del Club, apunta que
'no existe la más mínima evidencia que los miebros
adorasen al Diablo. Este es un mito que cobró vigencia durante
el siglo XIX, y ha continuado hasta el día de hoy'.
Obviamente, existen ciertas escuelas de pensamiento que considerarían
'satánico' cualquiero cosa que no fuese cristiana. De hecho,
soy de la opinión que para un Cristiano devoto, cualquier
parodia del Cristianismo podría ser interpretada como Satanismo,
y poco importa si los parodistas hacen o no referencia a Satán.
A pesar de sus propios relatos, incluyendo al actual Sir Francis,
Dashwood y sus amigos han se han hecho célebres como Satanistas
históricos, más que todo debido a los relatos de sus
opositores políticos y morales de la época, y a los
vívidos y exagerados relatos sensacionalistas que aparecieron
durante el siglo XX.
Los primeros Clubes del Fuego del Infierno
Como puede colegirse de las investigaciones hechas al respecto,
los Clubes del Fuego del Infierno irlandeses, a pesar de incluir
miebros del parlamento y la nobleza, parecían una extraña
horda salvaje de granujas y pícaros.
Un Edicto Real publicado en 1721 condenaba los actos de "jóvenes
que se dan cita para insultar los principios más sagrados
de nuestra santa religión de la manera más impía
y blasfema, ofendiendo al mismo Dios, y corrompiendo las mentes
y la moral de cada uno".
Este decreto hacía alusión a jóvenes con suficiente
vigor, dinero y poder para asegurarse que, de ser necesario, se
salieran con las suyas. De hecho, en aquella época muchos
de ellos eran miembros no sólo del parlamento, sino de diversos
clubes, muchos de los cuales eran devotos del más ardiente
hedonismo.
Antes de morir de cirrosis a los 33 años, el irlandés
Buck Whaley dejó escrito lo siguiente:
"Nací con las más fuertes pasiones, una disposición
bastante imaginativa y un espíritu que no conocía
restricciones. Poseí una mente inquieta que me llevaba a
las actividades más extravagantes; y el ardor de mi disposición
nunca se abatía hasta haber debilitado mi gozo hasta la saciedad".
El padre de Whaley, Richard Chappel Whaley, fue uno de los co-fundadores,
junto con Richar Parssons, primer Conde de Rosse, del "Club
del Fuego del Infierno" irlandés, que existió
entre 1734 y 1741. Hay miles de historias acerca de este grupo,
y de las francachelas que celebraban donde acostumbraban reunirse,
la Taberna Eagle en Dublín y la mansión construida
por Sir William Conolly sobre la colina Montpellier, que domina
la ciudad. Existen muchas historias de apariciones demoniacas, misas
negras y sacrificios relacionadas con este sitio, así como
rumores de prácticas Satánicas.
A pesar de estos rumores, los Clubes del Fuego del Infierno parecen
haber deicado su tiempo a actividades relativamente inocentes, tales
como beber scultheen, una mezcla de whiskey y mantequilla
rancia, incendiar iglesias y luchar en duelos.
Los Clubes en Inglaterra
A principios del siglo XVIII la sociedad londinense se encontraba
en plena transformación. Si probablemente fue uno de los
períodos mas libertinos de la historia inglesa, no hay duda
que fue la época en la que se bebieron más y más
pintas de cerveza. Las tabernas eran los lugares de reunión
de las más variadas asociaciones y círculos intelectuales.
Algún crítico ha dicho que las tabernas no es lugar
más adecuado para la espiritualidad. Sin embargo, fue en
esos centros en la Taberna del Ganso y La Parrilla
donde nació la masonería. Cuando Wren dimitía
y los protestantes realizaban su sigiloso entrismo en las logias,
en algunas tabernas de alta alcurnia se concentraban jóvenes
libertinos con ganas de alternar orgías con bromas pesadas.
Se llamó a estos centros "Hell Fire Clubs",
Clubes del Fuego del Infierno. Para hacer gala a su nombre,
blasfemar era una obligación a la que se comprometían
sus miembros; ateos impenitentes, se daban a sí mismos nombre
"iniciáticos" relacionados con sus cualidades amatorias
("Johnny pijo largo", "Lady Vagina",
"Mary Orgasmos", etc.) e imponían a sus
miembros un brindis al diablo en noche de luna llena y en el interior
de un cementerio, como rito de admisión. A partir de 1720
los Clubes del Fuego del Infierno experimentaron un crecimiento
espectacular en un tiempo que la masonería seguía
casi con sus mismos efectivos que a principios de siglo.
El Duque de Warthon
El ídolo de todos estos clubes no era otro que el joven
Duque Philip de Warthon. Se trató de un personaje
oportunista, provocador, alcohólico, libertino y, globalmente,
depravado. Sus vaivenes políticos le llevaron de jurar fidelidad
a Jacobo III en Avignon, cuando apenas tenía 18 años,
aprovechando la ocasión para sacarle 2000 libras a la viuda
de Jacobo II, en Saint Germain, que hicieron de él el mejor
conocedor de los burdeles de París. Pero nada le impidió,
de regreso a Inglaterra, tomar partido por la causa contraria. Su
comportamiento fue progresivamente más escandaloso, sin duda,
trastornado por su progresivo alcoholismo. Tan escandaloso comportamiento,
conocido de todos, no fue óbice para que fuera admitido en
la masonería. No tardaría en crear problemas a la
recién creada institución. Se ignora la fecha en la
que Wharton ingresó en la masonería, se sabe, eso
sí, que logró escalar, muy pronto, hasta la cúpula.
El 25 de marzo de 1722, la Gran Logia de Londres sostuvo
la candidatura del Duque de Montagu para ocupar el cargo de Gran
Maestre. Montagu no era santo de la devoción del Duque
de Wharton, así que éste tomó la iniciativa
para impedir la elección. Clavel, historiador masónico
por excelencia, cuenta la significativa anécdota: "El
21 de junio [Wharton] convocó una gran asamblea, para la
cual había hecho preparar un suntuoso banquete. Estando ya
en los postres, y por consiguiente, cuando ya las cabezas estaban
algo acaloradas con los vapores del vino, que se había servido
con profusión, los partidarios de Wharton, tomando a un tiempo
la palabra, atacaron vivamente la reelección del Duque de
Montagu, que reputaron como un acto impolítico y suficiente
para desalentar a los hermanos, cuyo acto e influencia social podían
ser empleados en beneficio de la masonería [...] Los partidarios
de Wharton obtuvieron un triunfo completo, resultando aquél
elegido "por unanimidad". Todo volvió a la normalidad
cuando la Gran Logia declaró nulo e irregular un procedimiento
tan expeditivo de nombrar Grandes Maestres que había fraccionado
en dos a la masonería. Montagu se comportó moderadamente
y, en la asamblea convocada para resolver el contencioso, renunció
a su cargo en beneficio de Wharton". Clavel explica que
"su administración fue sumamente favorable para la sociedad.
El número de logias se aumentó considerablemente en
Londres y en los demás condados y la Gran Logia se vió
obligada a crear el oficio de Gran Secretario, a fin de poder despachar
la correspondencia".
En junio de 1725, Wharton, viajó al continente y tomó
contacto con los medios jacobitas romanos y españoles. En
1728, llegó a España y junto con otros ingleses residentes
en Madrid fundaría la logia "Las Tres Flores de Lis",
situada en la fonda del mismo nombre, en la calle San Bernardo,
esquina con la calle de la Garduña. La logia es conocida
como "Logia Matritense" e, históricamente,
a pesar de que algunos hayan puesto en duda su existencia en los
últimos tiempos, puede ser considerada como la primera logia
establecida en España. A fines de 1728 volvió a Francia
y permaneció en París entre septiembre de 1728 y abril
de 1729, federando varias logias existentes en la capital del Sena.
Wharton es tenido por algunos, como el primer Gran Maestre de
la Masonería francesa. En 1729 regresó a España
muriendo en el monasterio de Poblet. Por motivos que se desconocen,
su nombre fue borrado de las Actas de la Gran Logia de Inglaterra
en 1768. Wharton murió al poco tiempo con el cuerpo desgastado
por todo tipo de excesos. Su recuerdo se mantiene aun en la masonería
española cuya Logia de Investigación lleva su nombre.
A pesar de esta tarea misional en España, el Duque de Wharton
pasará a la historia por ser el representante mejor conocido
y más representativo de los "Clubes del Fuego del
Infierno". Puede entenderse entonces el interés
que puso el pastor Anderson y Teófilo Desaguliers en denunciar
a los "estúpidos ateos" en sus "Constituciones".
Efectivamente, el Artículo I del reglamento establecido por
en 1723 obligaba al masón "a obedecer a la ley moral;
y si comprende bien el Arte, nunca será un estúpido
ateo ni un religioso libertino". Estas frases han hecho
verter ríos de tinta, pero, conociendo el dato de los Clubes
del Fuego del Infierno, mas parecen dardos dirigidos contra el Duque
de Wharton que principios dictados por la tradición ancestral
de los maestros masones, como hubiera sido de esperar.
El 20 de abril de 1721, el dean de Windsor, editó
un proyecto de ley contra los clubes blasfemos. El proyecto era
excesivamente radical y permitía perseguir a cualquier indiferentista
religioso o disidente de la iglesia anglicana. Wharton fue el principal
opositor con que contó dicho proyecto. En ese ocasión
actuó como un cínico redomado. Extrajo una Biblia
del bolsillo y leyó distintos fragmentos de los Hechos de
los Apóstoles, adoptando las poses de un predicador. El proyecto
fue rechazado y el propio duque blasfemó a gusto esa misma
noche en su Club. Un año después de estos episodios
Wharton ingresaba en la masonería y se hacía elegir
Gran Maestre, bajo la tutela, bien es cierto, de Teófilo
Desaguliers quien le impidió que condujera la masonería,
como conducía cualquier otro asunto propio, desordenadamente.
Al cabo de pocos años, desposeido de su cargo, terminó
siendo expulsado de la masonería, su mandil, guantes y joyas
quemados ritualmente. Fundó una asociación, la de
los "Gorgomones", en la que caricaturizó a la masonería.
Abandonadas las Islas Británicas, volvió a contactar
con el pretendiente jacobita. Más tarde hay que ubicar su
peripecia española. Murió a los 33 años con
el hígado deshecho. Anderson y Desaguliers quisieron asegurarse
estatutariamente de que nadie de las mismas características
volviera a ostentar un alto cargo en la Orden.
El Club que pasó a la historia
Los Clubes del Fuego del Infierno ingleses, que son el tema de
este breve artículo, era un especímen totalmente distinto,
un pequeño pero bien organizado y bastante selecto
grupo de personas. Una extraña mezcla de la Sociedad de ls
Poetas Muertos y un Club Playboy, su líder era Sir Francis
Dashwood, miembro del Parlamento. Otros miembros (o 'apóstoles')
incluían a John Montagu, Conde de Sandwich quien a
la sazón era comandante de la Marina Real el famoso
político John Wilkes, el pintor William Hogarth y los poetas
Charles Churchill, Paul Whitehead y Robert Lloyd. Un asiduo visitante
de la propiedad de la familia Dashwood en West Wycombe era Benjamín
Franklin quien, a pesar de los relatos que se tejieron en su momento,
no parece haber sido miembro significativo del Club, aunque no cabe
duda que asistía a las reuniones.
Sin embargo, es indudable que los miembros tomaron parte en burlescas
ceremonias religiosas, usualmente durante la iniciación de
un nuevo miembro. En palabras de John Wilkes, el punto principal
de las reuniones era "...un grupo de valiosos y alegres
conmpañeros, felices discípulos de Venus y Baco, reuniéndose
para celebrar las mujeres en vino y para dar más aliciente
a sus festivas reuniones, tomaban toda idea lujosa de los antiguos
y enriquecían sus propios placeres modernos con la tradición
del lujo de la antigüedad".
No olvidemos que el fundador del Club, Sir Francis Dashwood, fundó
también la Sociedad Dilettanti, responsable de la popularización
de las obras del neoclásico que tuvo una fuerte influencia
en la arquitectura grandiosa de las islas británicas.
West Wycombe y Medmeham
La propiedad de la familia Dashwood es hoy en día un sitio
turístico, y el actual señor de esas tierras le ha
sacado el máximo provecho al legado de sus ancestros. Durante
1748 y 1754 Sir Francis Dashwood cosntruyó una serie de túneles
y cuevas que atraviesan el valle donde está lcalizada la
mansión Dashwood, situada en West Wycombe, a una hora en
automóvil al noroeste de Londres. Cualesquiera que hayan
sido los motivos de Dashwood para la construcción de dichos
túneles bajo la colina, no cabe duda que generó multitud
de empleos y se construyó un camino bien pavimentado con
la piedra caliza de las excavaciones.
Con su peculiar sentido del humor, Dashwood restauró una
antigua torre normanda en la cima de la colina y la convirtió
en una iglesia, con su punta rematada con una gran esfera dorada.
Esta iglesia de apariencia bastante cristiana está
situada 300 metros por encima de 'Templo Interior' construído
en las cavernas.
El visitante comienza su recorrido por un sórdido túnel
decorado con maniquíes de Sir Francis, Whitehead, Franklin
y otros. En las paredes de los túneles se hallan grabadas
aquí y allá varias imágenes fantasmales de
demonios. El túnel se divide y vuelve a unirse, cambia de
dirección sin razón aparente, y lleva al visitante
al Salón de Banquetes una caverna sombría con
diversas estatuas fijas en nichos antes de llegar al sugestivo
'Triángulo', y ver las falsas estalactitas del 'Río
Estigia' el río que hay que cruzar antes de llegar
al 'Templo Interior'.
Cuenta la leyenda que, en cierto momento, los Caballeros de St.
Francis tuvieron que trasladar su centro de operaciones de aquí
a Medmeham. Si bien es indudable que en este lugar celebraron fiestas
salvajes, es poco probable que hayan hecho más que eso.
¿Por qué cambiar el lujo fastuoso de Medmeham por
los fríos y oscuros confines de una caberna de piedra caliza?
Varios autores afirman que los nichos circundantes del Salón
de Banquetes servía para dar cobijo a los amantes ocasionalesun
lugar bastante incómodo para tal tipo de actividades. Es
más probable que hayan habido otras razones para la construcción
de las cuevaspara generar empleo, para la satisfacción
personal de Dashwood, y por el simple placer de hacerlo.
Cuando Dashwood creó su sociedad secreta, lo hizo con el
fin de expresar su interés en en la arquitectura, la literatura
y la religión. Sólo los más inteligentes y
joviales entre sus amigos tendrían el privilegio de ser solicitados
como miembros.
En lugar de su propia mansión, Dashwood encontraría
el lugar perfecto para sus reuniones. A solo seis millas de las
tierras de su amigo el Barón Le Despencer, en las riberas
del Támesis próximas a Marlow in Buckinhamshire, estaban
las ruinas de la Abadía de Medmeham, fundada por los monjes
Cistercienses en 1145. La abadía estaba rodeada por un frondoso
bosque, que la escondía de ojos entrometidos. El camino más
cercano estaba algo apartado, pero los miembros podían llega
fácilmente en botes privados... y... podían retornar
a sus hogares gozando de completa privacidad... Se enviaron varias
cuadrillas de obreros y la abadía fue reconstruída
y el terreno arreglado para convertirlo en un jardín del
placer.
Medmeham estaba lujosamente equipada, con abundancia de libros,
comida y vino. Siempre había sirvientes disponibles para
atender a los miembros que aparecían en Medmeham para disfrutar
de una plaácida noche con sus amantes. La casa estaba adornada
con lemas y escullturas bastante sugestivos grandes estatuas
de los dioses egipcios Harpócrates y Angerona recordaban
el jueramento de secreto al cual se acogían los hermanos
y hermanas del club. Incluso disponían de un bote para paseos
por el río Támesis, con un gabinete de lienzo escarlata
que podía plegarse a voluntad. La proulsión era por
cortesía de cuatro gondoleros vestidos con túnicas
blancas de ribetes rojos.
Del material disponible de la época, es posible hacerse
una idea de lo que suucedía en Medmenham, sin necesidad de
recurrir a los fervientes relatos de días posteriores. Incluso
hoy en día es posible consultar sus libros de contabilidad,
que registraban la cantidad de vino consumida.
Los miebros no eran obligados a voto alguno de celibato, ya fueran
hombres o mujeres, sin embargo, estas últimas se consideraban
a sí mismas como las esposas legales de los monjes durante
el período que estuvieran dentro de los confines del omonasterio
'cada monje era religiosamente escrupuloso en cuanto a no
romper la alianza nupcial de cualquiera de sus hermnaos'. De hecho,
para que las damas no tuvieran que enfrentar la vergüenza de
toparse con sus esposos, hacían su aparición luciendo
sendas máscaras si reconocían a alguien que
debieran evitar, se retiraban sin entregarse.
Durante doscientos años, varios autores, con la excepción
de Sir Francis Dashwood y el Canciller Beresford, habían
pasado mucho tiempo especulando sobre las actividades de los Clubes
del Fuego del Infierno, pero siempre desde un supuesto punto de
vista moral más elevado.
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