La necesidad de la Taquigrafía apareció en Uruguay en 1829, a raíz de la primera Asamblea General Constituyente y Legislativa, es decir, cuando aún no tenía forma definitiva la primera Constitución de la República. A instancias del constituyente Ramón Masini, se consideró oportuno contar con taquígrafos para la difusión de los debates parlamentarios. En ese entonces, la sede se encontraba en la Aguada, fuera de la ciudad amurallada, en la actual intersección de la Avenida del Libertador Brigadier General Juan Antonio Lavalleja con las calles Cerro Largo y Galicia.
En febrero y marzo de ese año, Masini presenta una minuta de decreto solicitando la inclusión de un taquígrafo en los debates, que tuvo una respuesta favorable en los siguientes términos: