El Sistema Carissimi

En 1943, Juan Antonio Carissimi Domínguez idea un sistema que ha tenido gran difusión en nuestro país, ya que con el correr de los años es utilizado por muchos taquígrafos que logran ingresar por concurso a los organismos donde este servicio es utilizado.

Lógicamente, su autor practicaba el sistema Martí de la Cámara de Representantes, del que mantuvo los signos utilizados para representar las vocales. Los demás elementos del sistema, si bien su representación gráfica es similar a la de otros métodos conocidos, son utilizados en forma distinta y de acuerdo a reglas nuevas.

Carissimi se abocó, en primer lugar, al estudio a fondo de todos los sistemas conocidos, de los que analizó sus ventajas e inconvenientes; de todos ellos aprovechó lo útil y desechó lo que no encontró adecuado a sus propósitos. Su preocupación básica fueron las características propias de nuestro idioma.

Reunió el material gráfico que la experiencia y el análisis le sugirieron, y se ocupó de aplicarlo en forma racional y científica a los sonidos que los elementos seleccionados debían representar. Para ello se dedicó a hacer estadísticas de periodicidad de los sonidos en el lenguaje común, sobre todo en el parlamentario, y la relación que estas frecuencias guardan entre sí. De esta manera, pudo dedicar los signos más sencillos a los sonidos más frecuentes y los más difíciles de realizar a los menos utilizados. En esto siguió el camino de Martí, pero eligió los signos según su criterio.

Luego, analizó la constitución de las palabras del idioma, que pueden descomponerse de tres maneras: en las letras o sonidos que las componen, en sílabas, o en articulaciones, es decir, tomando como punto de división de las distintas partes de la palabra las vocales, recurso utilizado por el sistema Martí al aplicar las terminaciones o desinencias.

El primer recurso, utilizado por sistemas como el Gregg o el Estenital, le pareció inadecuado, ya que el método se vería forzado a realizar una serie de supresiones por el hecho de que habría que reemplazar cada letra de la palabra por un signo equivalente. Esto traería, como consecuencia, el establecimiento de una serie de reglas que harían engorroso su aprendizaje, que era lo que quería evitar.

El tercer procedimiento le presentaba el inconveniente de que su estudio sería dificultoso, pues se necesitaría aprender -y luego mecanizar- más de treinta signos, además de los literales, para contemplar todas las posibilidades de conjunciones de consonantes que ocurren en las palabras del idioma.

Cuando ensayó con la división en sílabas -procedimiento aprovechado por el sistema Escobar-, encontró que por ese camino podía estar la solución. Efectivamente, a partir de esta premisa pudo establecer que aislando una sílaba cualquiera, y tomando como base la consonante fundamental que la integra, pueden darse solamente dos posibilidades: que ésta sea la única consonante que compone la sílaba, o que haya otra consonante acompañando a ese sonido básico.

Si se da esta última posibilidad, también pueden ocurrir dos circunstancias: a) que la consonante no fundamental esté pegada a la principal -y en este caso sólo puede tratarse de la L o de la R-, o, b) que dicha consonante esté separada de la principal por una vocal, en cuyo caso se tratará, invariablemente, de la L, la N, la R o la S. Por supuesto, estas reglas se aplican con el sobreentendido de que en Taquigrafía no se atenderá a los sonidos superfluos.

Llegado a este punto en sus investigaciones, concibió la idea -brillante idea, y tal vez el elemento característico de su sistema- de representar las consonantes no fundamentales que integran la sílaba sin utilizar un nuevo signo. Entonces, como si se tratara de elementos químicos en un laboratorio, comenzó a tratar de simbolizar estos elementos de la palabra. Al principio, probó a representar la consonante pegada a la fundamental -la L o la R- agregando a ésta un circulito trazado en sentido contrario al movimiento de las agujas del reloj y la consonante separada por una vocal con un circulito, del mismo tamaño, pero dibujado en el sentido de las agujas del reloj.

Cabe acotar que Carissimi, entre otras muchas actividades, se dedicó a la relojería, y tal vez a partir de allí surgió en su mente esta idea.

Con todos estos elementos en la mano, vio la conveniencia de indicar en forma gráfica si la palabra empieza por vocal.

En cuanto al reiterado problema del vocalismo o avocalismo en la escritura taquigráfica, se inclinó por la solución utilizada por el sistema Pitman. De este modo, además de contar con la vocal inicial, sería posible conocer la segunda vocal que forma el conjunto de la palabra. Para ello tuvo que recurrir al empleo de la hoja rayada, otro elemento característico de su sistema. Allí estableció tres posiciones, e indicó la A escribiendo la palabra a partir de la primera, la E o la I comenzando en la segunda y la O o la U partiendo de la tercera posición.

Desechó la representación simbólica de los verbos, escribiéndolos como las demás palabras, encontrándose en la necesidad de indicar en forma expresa solamente el Pretérito Imperfecto y el Pretérito Indefinido del Modo Indicativo.

Pasado el tiempo, cuando la práctica le dio la pauta de los inconvenientes que podría causar, cambió la regla de utilizar el circulito del mismo tamaño en uno u otro sentido por un círculo pequeño y otro de mayor tamaño, a los que denominó modificaciones; modificación grande cuando se trataba de simbolizar las consonantes L o R pegada a la principal, y modificación chica cuando de lo que se trataba era de representar las consonantes L, N, R o S separadas de la principal por una vocal.

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