Cicerón
 

En esta vida que a pesar de todo, sostenemos, es lo mejor que nos podía pasar, hay veces que no todo se da como uno lo piensa, y cuando de dio de otra manera de lo pensado, solemos incurrir en aquello de... "¡qué mal que nos fue... !". Y seguramente ya tenemos el personaje a quien echarle la culpa, porque a sí mismo... nunca podríamos culparnos, faltaba más!!!

Es por ello que hoy filosofamos de esta manera, y claro está, no nos quedamos con eso de: "... la culpa la tienen los demás...". ¡No!, por favor, eso sería autoengañarse, la "culpa" de lo que nos haya pasado, si buscamos con sinceridad la razón de lo acontecido, no nos engañemos más... siempre, siempre está en nosotros, y el prójimo a quien en un principio le hicimos cargar nuestras culpas y que muchas veces tiene que soportar nuestra fuerte verborragia, sólo ha sido un transitorio partenaire, testigo casual de nuestro infortunado desliz de apresuramiento equivocado en el juzgamiento de los hechos.

Hoy se habla mucho del famoso "stress", todo el mundo anda nervioso, apresurado, inmerso hasta la coronilla en sus voluminosos problemas personales que lo atosigan indiscriminadamente hasta hacerlo caer en esa clásica costumbre...: "echarle la culpa a los demás"... de lo malo que a nosotros nos pasa, males de los cuales al fin y al cabo nosotros mismos somos únicos culpables.

Hay que practicar el desaceleramiento del ritmo de vida, hay que practicar la serenidad con el convencimiento íntimo de que esa serenidad de espíritu será lo único que nos pondrá nuevamente en el buen camino, en la senda que alguna vez por nuestra ignorancia, o por nuestra ceguera, salimos de ella buscando en vaya a saber qué vericuetos del laberinto humano, alguna otra solución que, lejos de encontrarla, (por que tal solución no existe), derivamos hacia sendas sin salida  que forzosamente nos lleva a toparnos de cabeza contra un indescifrable e infranqueable muro invisible, y es recién después del enésimo golpe sufrido, golpe muchas veces moral y del cual (oh, falla humana) no vacilamos en echarle la culpa al prójimo más cercano, recién despertamos de nuestra cataléptica actitud y nos ponemos en movimiento para salir del atolladero.

"SEAMOS ESCLAVOS DE LAS LEYES PARA QUE PODAMOS SER LIBRES". Es que el espíritu humano es muy intrincado y, casi siempre, resulta nefasto para el hombre no observar las leyes de la Naturaleza, puestas por Dios, ya lo decía Cicerón en los albores de nuestra cultura.


Siguiente capítulo

El Rincón (portada)

Oscar B. Nicola


Suburbio Ra

Autores publicados

Títulos publicados

Selecciones


Hosted by www.Geocities.ws

1