Uno
de los puntos importantes en una obra es el comienzo, no importa que ésta
sea un relato o una novela larga. ¡Hay que atrapar al lector! Por ello, la
historia, no debe empezar con una larga y detallada descripción del
personaje principal, quién y cómo es, ni siquiera del mundo que le rodea o
de lo que hace todos los días. La historia comienza cuando algo le sucede
al protagonista. Cuando su rutina de todos los días cambia, cuando sus
costumbres se rompen, cuando algo, pequeño o grande, sucede, o cuando algo
extraordinario se manifiesta. Es decir, con un punto de tensión que altera
lo habitual, y esto es uno de los puntos claves de toda buena historia.
Y
si eso es cierto en todos los casos, se convierte en un requisito
indispensable el que se cumpla en los relatos cortos o largos.
Los
relatos requieren una extrema eficiencia y concreción. Cuanto más cortos más
eficientes y concretos han de ser, pues apenas hay sitio para nada banal o
superfluo. Los primeros párrafos deben incluir bastantes cosas para lograr
asentar los primeros cimientos de forma estable. Hay que lograr introducir
el carácter de la historia, el tono emocional desde el primer momento. Hay
que presentar un coherente punto de vista a través del cual la historia será
percibida. Hay que proveer un marco en el que él protagonista se mueva. Si
la historia tiene alguna idea especial, extraordinaria, no se debería dejar
al lector hasta el final sin conocerla, si es posible debe mostrarla desde
el principio, algunos piensan que dejándola como sorpresa final, se
consigue el impacto necesario para cautivar al lector, sin darse cuenta de
que el escritor construye la historia desde la primera palabra, y que unos
buenos cimientos aseguran un buen edificio, dejarlo todo para el final es
una de las peores estrategias a que el escritor puede encomendarse.
A
menudo los principiantes acaban la historia justo donde un escritor
experimentado la empieza. Hacen, de lo que debería ser un simple comienzo,
toda una historia. El autor novel construye alrededor de una idea, a menudo
demasiado esquemática. Cuando la idea está expuesta, acaba de forma
inmediata, justo cuando empieza a atrapar al lector. La mayoría de las
veces por simple temor a estropear aquello que ya han escrito, por miedo a
no saber manejar los diálogos, o aprensión a una escena que exija más de
dos personajes en la escena, o desconfianza en si mismo a no saber escribir
una escena de acción. Una forma de solucionar esto es escribir siempre,
cueste lo que cueste, una continuación de lo que se ha escrito, aunque se
crea que no vale la pena, que no hay nada más que contar. La historia
introduce un carácter o personaje, unas premisas, un tono, un marco y quizá
un conflicto. Nada se resuelve hasta que se logra un clímax y se soluciona.
Por un lado escribir esa continuación le ayudará incluso a tener más
claro el relato que escribe y finalmente se dará cuenta si realmente
aquello que escribe era tan sólo el comienzo de algo más ambicioso.
Existen
algunos métodos, en realidad pequeños ejercicios, para lograr centrar la
trama, tener más claro el entorno, las ideas que queremos utilizar, el carácter
de los personajes etc, el material resultante es muy probable que no se
utilice, finalmente en su totalidad, en realidad y la mayoría, será
material de desecho, pero por un lado le habrá ayudado mucho más de lo uno
puede llegar a sospechar y por otro, por el simple hecho de escribirlo, habrá
servido para seguir trabajando recursos estilísticos, para tener más claro
aquello que tiene en mente, como manejarlo y también para encontrar atajos
en las múltiples formas de presentar una historia.
Escriba
la primera escena de formas diferentes. Si puede, incluso, radicalmente
distintas. Plantéese los objetivos de esa primera escena en relación a su
historia. Haga una lista de ellos según su importancia. Una vez las tenga
todas escritas vea cuales de ellas cumplen mejor y en que proporción esos
objetivos.
Puede
empezar la primera escena describiendo algunos objetos que considere
importantes. Visualizarlos, situarlos apropiadamente, darles la importancia
adecuada, aquella que esté de acuerdo con su magnitud y trascendencia
mediante la correcta utilización del lenguaje. Un ejemplo interesante es:
trate de averiguar en una escena cualquiera de una película con quien
hablará el personaje principal cuando éste entra en un lugar atestado de
gente a través de la posición de la cámara y el tiempo que ésta
permanece en esa situación. Cuando haya escrito las descripciones, pregúntese
que información se proporciona a través de ellos, y si es realmente la
información necesaria o, por el contrario, superflua.
Inicie
la escena desde varios puntos de vista. Como Narrador (aquel que creamos más
conveniente de los varios tipos existentes) o desde un punto de vista
exterior al Narrador, como por ejemplo una reflexión, o un pensamiento, o a
través de los ojos de un simple espectador. Intente introducir al personaje
dando información sobre él y lo que sucede, sólo la información
esencial, sin atosigar al lector. Cuando los tenga podrá observar la fuerza
de cada uno de estos puntos de vista, y escoger aquél más adecuado a sus
propósitos, aquél que le proporciona mayores cotas de captación de la
atención del lector, de información sobre el personaje y tono general.
Uno
de los inicios más cómodos son los diálogos, son también peligrosos, ya
que exige la necesidad imperiosa de captar la atención del lector. Inicie
la escena con unas pocas líneas de diálogo entre dos personajes de la
historia, no demasiadas. Trate de que sean importantes para el argumento, de
que den pistas sobre el carácter del personaje principal.
Finalmente
inicie la primera escena con una descripción del lugar donde ocurre,
incidiendo en detalles importantes de la trama y/o que nos cuenten algo
sobre la personalidad del personaje principal. Esfuércese en encontrar
caminos válidos para que esa descripción tenga la fuerza suficiente como
para captar la atención del lector. De todos los comienzos es, desde luego,
uno de los más débiles, pero algunas obras maestras se han iniciado con
unas primorosas descripciones que me dejarían en muy mal lugar.
Una
vez hecho todo esto puede estudiar hasta que punto le conviene utilizar uno,
otro, o quizá la mezcla de varios para conseguir el tono justo de la
historia. Desde luego todos esos ejercicios le habrán permitido realizar
una buena síntesis del principio de la historia y le permitirán
enfrentarse al resto de ella con una magníficas perspectivas. Y recuerde,
no hay reglas fijas, goce probando nuevas formas de presentar la historia.
Ricard de la Casa
©
Ricard de la Casa
es autor de ciencia ficción y ha publicado los
libros Sota presió y Mes enllá de la equació QWR.
Ha ganado el Premio Juli Verne y el Premio Domingo Santos.
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