El Cuento

¿De qué hablamos cuando hablamos de cuentos?

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Ante la lectura de un texto escrito por alguno de los asistentes a un taller literario, es habitual escuchar frases como estas:

-No es un cuento. Esto es una anécdota, un relato. ¡Qué sé yo! Es cualquier cosa menos un cuento.

-Creo que la historia que se está planteando da más para una novela que para un cuento.

-¡Maldita sea! Por lo menos, que el lector no se desmaye del aburrimiento. Acá no hay tiempo para largas descripciones: ¡intentemos hacer un cuento!

Algunas veces estas observaciones generan fogosos debates, en los que se exponen elaboradas Teorías-Acerca-de-la-Naturaleza-del-Cuento. Si todo sale bien, nadie resulta herido y los participantes se vuelven a casa con una sonrisa de satisfacción: han pasado un agradable rato entre amigos. Pero convengamos que con esto solo no se aprende sobre literatura.

Otras veces, talleristas y coordinador hacen lo que más conviene: se serenan, respiran hondo y van a la biblioteca a ver qué tienen para decir al respecto los maestros del género. Algo de esto es lo que vamos a intentar en esta nota.

La soportable brevedad del ser

Pero antes de seguir hagamos una salvedad. No es intención de este  artículo lograr una precisa definición del género "cuento", ni sintetizar todo lo escrito sobre el asunto. Nada de eso. Sencillamente, se trata de exponer algunos conceptos interesantes, nacidos de la pluma de verdaderos maestros. Conceptos que toda persona interesada en escribir cuentos debería tener siempre a mano.

Ahora sí, hecha esta pequeña aclaración, ¡allá vamos!

Muy renombrados críticos han fracasado en el intento de encontrar una única definición del género "cuento". También hubo otros, más astutos, que han preferido la vía indirecta de la comparación o incluso la metáfora para acercarse por la puerta de atrás a esta definición tan escurridiza. Supongamos que alguien menciona estas dos palabras: "cuento" y "novela". La primera idea que vincula estas dos palabritas es la idea de la extensión: cualquiera puede asegurar que la "novela" es más larga que el "cuento". Bien. Hemos llegado a una primera característica, un tanto obvia: el cuento es breve. O al menos más breve que la novela.

Sin embargo, si alguna vez estuvieron en un acto público y escucharon que algún funcionario presente va a "dirigir al auditorio unas breves palabras", entenderán que "breve" puede tener significados muy diferentes para distintas personas.

Indudablemente "breve" por sí solo no nos dice mucho. Y preguntarse ¿qué tan breve es "breve"? es, a todas luces, un camino sin salida. Hay que ir más allá. Y, para eso, conviene mejor preguntarse ¿por qué debe ser "breve" un cuento, aun cuando llene treinta páginas?. Es ahí donde la cosa comienza a tomar otro color.

Efectos especiales

Edgar Allan Poe, ese gigante que prácticamente inventó el cuento tal como lo conocemos hoy, escribió en 1842 una reseña crítica a un libro de relatos de Nathaniel Hawthorne. Ese artículo se ha convertido en el ensayo fundante: Poe nos muestra en él, nítidamente, su particular visión de la estética del cuento.

El concepto central que aquí vuelca el maestro del cuento moderno es el de la unidad de efecto:

"Un hábil artista literario ha construido un relato. Si es prudente, no habrá elaborado sus pensamientos para ubicar los incidentes, sino que, después de concebir cuidadosamente cierto efecto único y singular, inventará los incidentes, combinándolos de la manera que mejor lo ayuden a lograr el efecto preconcebido".

Absolutamente todos los elementos que aparezcan en un buen cuento deben colaborar para el logro de ese efecto preconcebido. Cualquier palabra, frase, incidente o personaje que no ayude a lograr ese efecto preconcebido, ¡no sirve!

Ahora bien, pensémoslo desde el lado del lector. Uno se encuentra leyendo, digamos, Moby Dick. Por más fascinado que esté con los demonios que habitan el alma del oscuro capitán Ahab, llega un momento en que no se puede seguir leyendo: tenemos que apagar la luz y dormir sin terminar de recorrer las setecientas páginas de esa maravillosa novela de Melville. A la mañana siguiente uno tendrá que levantarse, ir a trabajar, atender asuntos diversos. Y tal vez pase más de un día antes de que pueda subirse otra vez al Pequod y seguir la persecución de la ballena asesina. Todas estas interrupciones no anulan ni contrarrestan las impresiones de la historia, ya que la novela es, más bien, una vida (con todo lo que la vida tiene de marchas y contramarchas). Pero, en el caso del cuento, esas mismas interrupciones resultarían fatales: destruirían el efecto que cuidadosamente ideó el autor de la narración.

Entonces, la brevedad no es una característica esencial del cuento, sino un requisito necesario para lograr esa unidad de efecto, Las dos, brevedad y unidad de efecto, son una amalgama, un aspecto estructural indispensable.

Refiriéndose a la extensión física del cuento, Poe aclara rotundamente:

"Aludo a la breve narración cuya lectura insume entre media hora y dos".

Convengamos, para terminar de definir "brevedad", que hay cuentos aburridísimos de apenas tres páginas y cuentos apasionantes cuya lectura excede las dos horas prescritas por Poe.

Duelo de titanes

A su modo, Julio Cortázar, no sólo gigantesco cuentista sino también traductor de la obra de Poe, no es menos brillante que el norteamericano al explicarnos que la intensidad es otro de los aspectos fundamentales del cuento:

"Lo que yo llamo intensidad en un cuento consiste en la eliminación de todas las ideas o situaciones intermedias, de todos los rellenos o frases de transición que la novela permite e incluso exige".

Al hablar de los cuentos de Poe agrega:

"...(Poe) comprendió que la eficacia de un cuento depende de su intensidad como acaecimiento puro, es decir, que todo comentario al acaecimiento en sí debe ser radicalmente suprimido".

Pero este criterio de economía que exige el cuento no sólo se refiere al tema, a los episodios o a la trama en sí, sino también a la forma en que el lenguaje se ajusta a lo narrado. Sigue don Julio hablándonos de don Edgar:

"En sus mejores cuentos, el método es francamente poético: fondo y forma dejan de tener sentido como tales? se nos pone en el drama, se nos hace leer el cuento como si estuviésemos dentro."

Entonces, la brevedad, la intensidad, la economía y el rigor en el lenguaje son todos elementos que apuntan a lo mismo: unidad de efecto. Que es lo que importa.

Pasando en limpio

A esta altura creo conveniente que hagamos una pausa para recordar algo que puede parecer una obviedad: el cuento debe narrar un acontecimiento. En el cuento debe suceder alguna cosa, una secuencia de acciones realizada por uno o más personajes, en un determinado ámbito de tiempo y espacio.

Ahora sí, estamos en condiciones de entender por qué don Enrique Anderson Imbert, cuentista y brillante crítico, autor de Teoría y técnica del cuento, mezcla todos estos elementos para regalarnos esta maravillosa definición:

"El cuento vendría a ser una narración breve en prosa que, por mucho que se apoye en un suceder real, revela siempre la imaginación de un narrador individual. La acción -cuyos agentes son hombres, animales humanizados o cosas animadas- consta de una serie de acontecimientos entretejidos en una trama donde las tensiones y distensiones, graduadas para mantener en suspenso el ánimo del lector, terminan por resolverse en un desenlace estéticamente satisfactorio."

Del dicho al hecho...

Es cierto que para responder qué es un cuento no es suficiente un artículo como este. Incluso, puede que ni siquiera sea necesario: bastaría con leer con ojos críticos al Poe de "El entierro prematuro" o "Berenice", al Chejov de "Tristeza". O "Los asesinos" de Hemingway, o "Casa tomada" de Cortázar.

¡Esos son Cuentos! (la mayúscula no es un error de edición?)

Sin embargo, querido ciberlector, abrigo la esperanza de que al releer cualquiera de estas obras monumentales puedas acercarte a descubrir los elementos que sus autores, con mano maestra, fueron disponiendo para lograr un único efecto, cómo fueron quedándose sólo con lo esencial e indispensable, cómo acompañaron con el estilo adecuado, ese que nos hace respirar la atmósfera de la historia.

Si logramos vislumbrar esto, entonces habremos dado un paso.

Ya lo creo que habremos dado un paso.

Ariel Mazzeo
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