Honoré de Balzac fue un escritor sumamente prolífico. Su Comedia humana
era un proyecto en el que se proponía fotografiar todas las facetas de la
especie en novelas ejemplares. Escribió decenas de novelas para este fin,
en cada una de las cuales existía una temática particular, unos personajes
desenvolviéndose en medios muy específicos.
Normalmente
un escritor no crea una obra literaria en base a algo que desconoce. Aun en
el caso de una historia futurista, el escritor genera una especulación
sobre lo que piensa ocurrirá en un tiempo que aún no ha llegado, valiéndose
de una proyección hecha en base a sus propios conocimientos sobre lo
especulado.
Es así
como se hace indispensable que el escritor aprenda a manejar diversas
fuentes de información. Una obra literaria debe reflejar hechos reales o
ficciones basadas aunque sea tangencialmente en lo real para conservar un
grado de credibilidad que mantenga en el lector el interés por continuar
siguiendo el curso de la lectura. Si dentro de la obra literaria participan
personajes que deben corresponder a ciertas tipologías humanas, el escritor
debe conocer estas tipologías al menos en los aspectos en que las mismas
aparecerán en la obra.
La
fuente básica de información para un escritor es su propia experiencia
vital. Con mirada acuciosa, el escritor escarba en la realidad que lo
circunda, analizándolo todo, concluyendo sus propios perfiles de esa
realidad. Mientras más atención preste el escritor a su entorno, y
mientras más capaz sea de combinar sobre ese entorno su poder de análisis
y su propia creatividad, sus obras serán más efectivas en el espíritu del
lector.
En
alguna oportunidad, una mujer le dijo a Somerset Maugham que su hijo quería
ser escritor, y le pidió la receta para llegar a serlo algún día. Maugham
le respondió que subiera a su hijo en un tren sin decirle el destino del
mismo, y le pusiera en los bolsillos sólo diez centavos. La «receta» de
Maugham era verdaderamente muy simple: el escritor debe vivir, y si en el
decurso de su vida se le presentan serias dificultades, su visión del mundo
será más aguda y esto deberá desembocar, si la personalidad del individuo
es realmente la de un artista, en una profusa y creativa obra literaria.
Por
supuesto, hay creaciones que no requieren de mayores esfuerzos para el
escritor. Con conocimientos básicos de la naturaleza humana ya se pueden
crear fábulas y cuentos ejemplarizantes. Pero en el caso de una novela en
la que deban ser plasmados realísticamente diversos personajes y
escenarios, el escritor tiene que contar con la información necesaria para
que sus afirmaciones no puedan ser desmentidas por alguien más
experimentado que él en las áreas específicas que desee reseñar.
No
queremos decir con esto que sea necesario que un escritor se vuelva experto
en un tema para poder incluirlo como parte de su texto. Si el escritor no
conoce suficientemente bien un aspecto que desee reflejar en su obra,
dispone de diversas fuentes de información que lo orienten al respecto. Es
absurdo suponer que Balzac conocía de primera mano, presencialmente, todos
los oficios y escenarios que participan en su vasta obra literaria.
Estas
fuentes de información son las mismas que utiliza cualquier investigador:
desde la entrevista personal con quienes sí conocen de los temas hasta la búsqueda
de datos en libros, publicaciones periódicas o registros oficiales. A la
manera del periodista, quien debe documentarse sobre las informaciones que
procesa utilizando para ello diversas fuentes, el escritor iniciará su búsqueda
en lo que tenga más a mano, e irá profundizando en la investigación en la
medida en que la complejidad de la obra lo haga necesario.
Los
escritores más reconocidos han sido los que han aprovechado mejor sus
fuentes de información. En algunos casos, ciertos escritores basan sus
obras estrictamente en su experiencia personal. Por ejemplo, Henry Miller
plasmó en todas sus obras los sucesos que dieron riqueza a su vida. Sus
vicisitudes como escritor principiante, su relación con las personas que lo
rodeaban, sus ocasionales trabajos como corrector de pruebas o empleado en
una compañía de telégrafos, son algunas de las experiencias que decidió
plasmar en su obra. Prácticamente nunca escribió algo que no se basara en
sucesos vividos por él.
Jorge
Luis Borges obtuvo de los libros la información para la mayoría de sus
obras. Tuvo desde su infancia contacto directo con los libros y ya a los
doce años era capaz de traducir del inglés. Empleado, en su juventud, en
la Biblioteca Nacional de Argentina, adquirió una destreza sin igual para
llenar con sus ficciones los vacíos que existían en las narraciones que
consiguió en las obras ajenas.
En
Venezuela es bastante significativo el caso de Francisco Herrera Luque, cuya
obra fue principalmente de corte histórico. Para recrear escenarios y
personalidades del devenir de nuestro país entre la época de la conquista
y nuestros días —y hasta de nuestro futuro, como lo ejemplifica su obra póstuma
1998—
Herrera Luque tenía tres fuentes principales de información: la primera,
su propio bagaje intelectual, brindado por su profesión de psiquiatra, que
le fue útil para armar las personalidades de los personajes históricos en
base al análisis de sus textos y lo que se narra de sus conductas; la
segunda, los libros escritos por historiadores en torno a los temas que
después se ocuparía él mismo de escribir; la tercera, y la más
productiva, su propia investigación en archivos históricos y en la tradición
oral de su entorno. De estos elementos construyó obras magistrales como Los
amos del Valle, que narra la historia de Venezuela entre la llegada de los
conquistadores y el bautizo de Simón Bolívar en la Catedral de Caracas,
todo visto a través del cristal provisto por una familia mantuana de su
invención; o como La luna de Fausto, una genial ficción acerca del viaje
de un conquistador alemán a tierras americanas en búsqueda de la tierra
millonaria de El dorado.
Entre
los escritores que han fundamentado su obra en el contacto personal con los
protagonistas de los hechos o los conocedores de los escenarios, destaca
García Márquez, quien como periodista que es ha pasado gran parte de su
vida entrevistando tanto a grandes personalidades como a protagonistas de
hechos locales de limitado alcance informativo. Ha utilizado tanto los
hechos que ha conocido en su experiencia periodística, como su propia
experiencia personal, para elaborar obras de renombre mundial como Cien años
de soledad, en cuyas páginas se suele reconocer hechos de la historia
latinoamericana del último siglo que el escritor recogió de
investigaciones personales, de entrevistas con quienes vivieron algunos de
esos hechos y de la tradición oral de su pueblo; o Crónica de una muerte
anunciada, donde se narra el asesinato por venganza del presunto autor de
una deshonra prematrimonial, y para cuya redacción se entrevistó inclusive
con los asesinos.
En la
actualidad, el escritor cuenta con una herramienta de singulares
posibilidades informativas: Internet. Además de que en esta red electrónica
está disponible virtualmente toda la información que se produce
diariamente en cada rincón del mundo, la posibilidad de entrevistar a través
del correo electrónico a una persona que se encuentre en un país lejano
brinda al escritor un filón invaluable. Tal como se ha desarrollado hoy en
día, Internet puede facilitar a un escritor la descripción de escenarios y
hechos que nunca ha visto o vivido. Sólo es necesario que el escritor
establezca contacto, por correo electrónico, con personas que puedan
brindarle esa información de primera mano.
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