Generalmente
en los trabajos de los principiantes, puede ocurrir que, en la búsqueda de
la diversidad de formas expresivas, se apele excesivamente al uso de sinónimos
o antónimos. El escritor que no conoce plenamente las características del idioma, y
específicamente las acepciones de cada palabra, puede incurrir en
un error grave, que es el empleo indiscriminado de sinónimos o antónimos,
dando como resultado un lenguaje rebuscado que el lector atento podrá
descubrir a primera vista.
Como
todo lo que tiene que ver con la creación literaria, no hay mejor forma de
evitar este problema que ejercitando el conocimiento del lenguaje mediante
la lectura constante. La asimilación de la estrategia que siga un autor
experimentado para decir la misma cosa de distintas maneras facilita el
reconocimiento de la acepción más adecuada al propósito pretendido al
elaborar una historia.
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