Dénes Martos - Los Espartanos
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APÉNDICE

Indice de Anexos

Cronograma de la Antigua Grecia
Las Termópilas según Heródoto
La batalla de Salamina según Esquilo
La rendición de las ciudades griegas.
Crítica de Aristóteles a la institución de los éforos
Poesía de Esparta y sobre Esparta
La homosexualidad en Esparta
Bibliografía


Cronograma de la Antigua Grecia

Año

Política y Sociedad

A. C.

Año

Pensamiento y Cultura

Prehistoria

1200

Arte geométrico

c 1200

Dorios invaden Grecia y destruyen civilización Micénica

 

c 1130

Se generaliza uso de hierro para armas y utensilios

 

c 1100

Colonias griegas en costa jónica de Asia Menor

800

 .

Era aristocrática

 

.

.

 

c 776

Primero Juegos Olímpicos

c 750

Colonias griegas en Italia

 

c. 750

Desarrollo de la música. Influjos orientales en arte griego

.

.

 

750-700

Homero: Ilíada y Odisea

.

.

 

Arte arcaico

.

.

 

c. 705

Comienzan construcciones de piedra

c. 700

Atenas se junta con otras ciudades de Atica para formar una sola comunidad política

 

c. 700

El poeta Hesíodo

.

.

 

c. 700

La figura humana aparece como tema principal de las pinturas en cerámica

c. 683

Atenas reduce a un año el período del arconte, gobernante de la república aristocrática

 

.

.

 

c. 675

El poeta Arquíloco en Paros

.

.

 

c. 650

Se desarrolla la escultura de figuras solas y grandes

.

.

 

c. 630

El poeta Alceo en Esparta

c. 620

Dracón da a Atenas sus primeras leyes escritas

 

c. 610

En la Grecia de tierra firme se extiende el uso de monedas como dinero

 

.

.

 

c. 600

Se desarrolla el estilo de la figura negra en la cerámica ática

 

c. 600

Poesía lírica: Safo y Alceo en Lesbos

594

Comienza Solón sus reformas sociales y legales

 

 

Era de tiranos en Atenas

 

c. 580

Tales, Anaximandro y Anaxímenes: comienza la ciencia y la filosofía

561

El tirano Pisístrato toma el poder de Atenas

 

 

c 550

Domina la arquitectura dórica. Comienza el influjo de la jónica

 

c. 534

Tespis hace dar los primeros pasos a la tragedia griega

 

c. 530

Pitágoras funda comunidad religiosa en Crotona

527

Pisístrato hereda el poder a sus dos hijos

 

c. 525

Se desarrolla el estilo de la figura roja en la cerámica

520

Persia se apodera de Jonia

 

514

Asesinan al hijo mensor de Pisístrato

 

510

Expulsan al otro hijo de Pisístrato

 

507

El tirano Clístenes toma el poder e inicia el camino hacia la democracia

 

 

 

Guerra con Persia

500

c. 500

El filósofo Heráclito

499

Los griegos Jonia se revelan contra Persia

 

c. 500

El filósofo Parménides

494

La rebelión jonia fracasa

 

493

Temístocles, arconte de Atenas, fortifica el puerto del Pireo

 

490

Darío de Persia ataca la tierra firme de Grecia.

 

 

484

Esquilo gana su primera victoria en el festival de drama de AtenaS

483

Una mina de plata permite a atenienses agrandar su flota

 

481

Los estados griegos, bajo la dirección de Esparta, se juntan contra Persia

 

c. 481-11

Los sofistas Protágoras de Abdera,Prodico de Julis y Hipias de Elis

480

Griegos derrotados en las Termópilas y victoriosos en Salamina

 

480

La Acrópolis es destruida por los persas

479

Grecia gana la guerra a Persia

 

 

Arte Clásico

 

El Imperio Ateniense

 

c.480-45

El escultor Mirón trabaja en Atenas

478

Atenas forma la Liga de Delos con otras ciudades griegas

 

 

472

El dramaturgo Esquilo produce Los Persas

468

La Liga de Delos destruye la nueva flota persa

 

468

El draturgo Sófocles introduce más de dos actores en la tragedia

 

468

Sófocles gana a Esquilo en competencia dramática

 

467

Esquilo presenta su Siete contra Tebas

462

Efialtes y Pericles ahondan las reformas democráticas en Atenas

 

462

El filósofo Anaxágoras llega a Atenas

 

c. 460

Nace Hipócrates

 

c. 460

El filósofo Empédocles

459

Crece rivalidad entre Atenas y Esparta

 

457

Murallas para proteger a Atenas

 

458

Esquilo produce su Orestíada

457

Atenas conquista Beocia

 

456

Se termina el Templo de Zeus en Olimpia

454-3

El tesoro de la Liga de Delos pasa de Delos a Atenas

 

455

Se presenta la primera tragedia de Eurípides

451

Se restringe la ciudadania ateniense. Se introduce el pago a los jurados

 

c. 448

El Imperio Ateniense está establecido

 

447

Derrota ateniense en Coronea comienza su caída

 

447

Ictinus y Calícrates diseñan el Partenón y comienzan a construirlo

 

446

El poeta Píndaro escribe su última oda (de las que conocemos)

445

Se declara Paz de Treinta años entre Atenas y Esparta

 

 

444

Protágoras, sofista, redacta constitución para la colonia ateniense en Turii, al sur de Italia

 

442 o 1

Sófocles produce tu Antígona

 

438

La Atenea de Fidias es consagrada

 

432

Fidias termina sus esculturas en los frisos del Partenón

 

Guerra del Peloponeso

 

431

Comienza la Guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas

 

431

Eurípides produce su tragedia Medea

429

Muere Pericles

 

429-27

Sófocles produce su Edipo Rey

 

c. 427

El sosfista Trasímaco aparece en Atenas

 

424

El historiador Tucídides es nombra general ateniense

423

La guerra se interrumpe por un año

 

423

Aristófanes presenta sus Nubes

422

Atenienses derrotados en Anfípolis

 

421

Se declara paz temporal

 

419

Atenas renueva la guerra

 

418

Atenas derrotada en la batalla de Mantinea

 

415

La flota ateniense, bajo Alcibiades, navega contra Siracusa en Sicilia, pero Albiades se pasa al bando de Esparta

 

415

Eurípides presenta sus Mujeres Toyanas

 

414

Aristófanes produce su comedia Los Pájaros

413

Atenas pierde la batalla naval de Siracusa

 

413

Se presenta la Electra de Eurípides

411

Atenas pierde su democracia.

 

411

Aristófanes produce su Lisístrata

 

409-6

Se termina el Erecteum en la Acrópolis

405

La flota ateniense es destrozada en Tracia

 

405

Se presentan Las Ranas de Aristófanes

404

Atenas se rinde ante Esparta

 

404

El sofista Critias encabeza el gobierno ateniense de Treinta promovido por Esparta

 

Supremacía de Esparta

 

404-371

Esparta guerrea esporádicamente contra otras ciudades griegas y contra Persia

 

403

Trasíbulo devuelve la democracia a Atenas

 

 

401

Sófocles produce su Edipo en Colono

 

401

El historiador Jenofonte conduce la retirada desde Cunaxa

 

399

Sócrates es condenado a muerte y muere

 

385

Platón comienza a enseñar en Atenas

382

Esparta toma Tebas

 

 

380

Isócrates llama a la unión de Grecia en sus Panegyricus

379-8

Espartanos expulsados de Tebas

 

378

Alianza de Esparta y Tebas

 

371

Esparta derrotada por su exaliada Tebas

 

Imperio Macedonio

 

359

Filipo, rey de Macedonia, expande su reino

 

 

350

El escultor Praxiteles

 

343

Aristóteles comienza a ser tutor de Alejandro en Macedonia

338

Filipo domina Grecia

 

338

El orador Demóstenes incita a Atenas a dirigir la lucha contra Macedonia

336

Filipo asesinado. Le sucede su hijo Alejandro

 

335

Alejandro extiende el domino macedonio

 

335

Aristótles funda su escuela en Atena

334

Alejandro monta expedición contra Persia

 

330

Alejandro entra a Persépolis y avanza más dentro de Asia

 

330

Se levantan estatuas de Esquilo, Eurípides y Sófocles en el nuevo Teatro de Dionisio en Atenas

323

Alejandro muere en Babilonia. Sus suscesores comienzan a repartirse el imperio

 

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Las Termópilas según Heródoto
HERÓDOTO, Historia, VII 219-228 (selección), traducción de C. Schrader, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1985.

Se lo suele llamar "padre de la Historia". Heródoto (ca. 485-425 a.C.) nació en Halicarnaso, en la costa suroccidental de Asia Menor. Viajó a Egipto, Fenicia, Mesopotamia y Escitia, y residió en la Atenas de Pericles, donde participó en el 444/443 a.C. de la expedición destinada a fundar la colonia de Thurios en Magna Grecia. Redactó su Historia dedicando cada uno de los nueve libros que componen a una de las Musas. Es una obra inacabada que abarca desde la época mítica hasta la Segunda Guerra Médica (479 a.C.). Lo que sigue a continuación es su relato de la batalla de las Termópilas.

A los griegos que se hallaban en las Termópilas el primero que les anunció que iban a morir al rayar el día fue el adivino Megistias, pues lo había observado en las entrañas de las víctimas; posteriormente, hubo asimismo unos desertores que les informaron de la maniobra envolvente de los persas (esos sujetos dieron la alarma cuando todavía era de noche); mientras que, en tercer lugar, lo hicieron los vigías, que bajaron corriendo de las cumbres cuando ya alboreaba el día.

Los griegos, entonces, estudiaron la situación y sus pareceres discreparon: unos se negaban a abandonar la posición, en tanto que otros se oponían a ese plan. Finalmente, los efectivos griegos se separaron y mientras que unos se retiraron, dispersándose en dirección a sus respectivas ciudades, otros se mostraron dispuestos a quedarse allí con Leónidas (...)

Entretanto, al salir el sol, Jerjes efectuó unas libaciones y, tras aguardar cierto tiempo, poco más o menos hasta la hora en la que el ágora se ve concurrida, inició finalmente su ataque (pues era eso precisamente lo que le había recomendado Epialtes, ya que para bajar desde la montaña se necesitaba menos tiempo, y el trecho a salvar era mucho más corto que para subir a ella dando un rodeo).

Los bárbaros de Jerjes se lanzaron, pues, al asalto y, en aquellos instantes, los griegos de Leónidas, como personas que iban al encuentro de la muerte, se aventuraron, mucho más que en los primeros combates, a salir a la zona más ancha del desfiladero. Durante los días precedentes, como lo que se defendía era el muro que protegía la posición, se limitaban a realizar tímidas salidas y a combatir en las zonas más angostas. Pero en aquellos momentos, trabaron combate fuera del paso y los bárbaros sufrieron cuantiosas bajas, pues, situados detrás de sus unidades, los oficiales, provistos de látigos, azotaban a todo el mundo, obligando a sus hombres a proseguir sin cesar su avance. De ahí que muchos soldados cayeran al mar, perdiendo la vida, y muchísimos más perecieron al ser pisoteados vivos por sus propios camaradas; sin embargo, nadie se preocupaba del que sucumbía. Los griegos, como sabían que iban a morir debido a la maniobra envolvente de los persas por la montaña, desplegaron contra los bárbaros todas las energías que les quedaban con un furor temerario.

Llegó, finalmente, un momento en que la mayoría de ellos tenían ya sus lanzas rotas, pero siguieron matando a los persas con sus espadas. En el transcurso de esta gesta cayó Leónidas, tras un heroico comportamiento, y con él otros destacados espartiatas, cuyos nombres he conseguido averiguar, ya que fueron personajes dignos de ser recordados, y, asimismo, he logrado averiguar, en su totalidad, los nombres de los trescientos.
Como es natural, allí también cayeron muchos persas de renombre, entre quienes, concretamente, se contaban dos hijos de Darío, Abrócomas e Hiperantes, a quienes el monarca tuvo con la hija de Artanes, Fratagune. (Artanes era hermano del rey Darío, e hijo de Histaspes y nieto de Arsames; y, cuando le dio a Darío la mano de su hija, de paso la dotó con la totalidad de su hacienda, dado que la muchacha era su única descendencia.)

Como digo, allí cayeron luchando dos hermanos de Jerjes. Por el cadáver de Leónidas se suscitó una encarnizada pugna entre persas y lacedemonios, hasta que los griegos, merced a su valentía, lograron hacerse con él y en cuatro ocasiones obligaron a retroceder a sus adversarios.

Esa fase de la batalla se prolongó hasta que se presentaron los persas que iban con Epialtes; pues, cuando los griegos se percataron de que dichos efectivos habían llegado, la lucha cambió radicalmente de aspecto: los griegos se batieron en retirada hacia la zona más estrecha del paso y, después de rebasar el muro, fueron a apostarse sobre la colina todos ellos juntos a excepción de los tebanos. (La colina está a la entrada, donde en la actualidad se alza el león de mármol erigido en honor de Leónidas.) En dicho lugar se defendían con sus dagas quienes tenían la suerte de conservarlas todavía en su poder, y hasta con las manos y los dientes, cuando los bárbaros los sepultaron bajo una lluvia de proyectiles, ya que unos se lanzaron en su persecución y, tras demoler el muro que protegía la posición, los hostigaban de frente, mientras que otros, después de la maniobra envolvente, los acosaban por todas partes (...)

Los griegos fueron sepultados en el mismo lugar en que cayeron, al igual que quienes murieron antes de que se retiraran los que habían sido autorizados a ello por Leónidas, y sobre sus tumbas figura grabada una inscripción que reza así:

Aquí lucharon cierto día, contra tres millones,
cuatro mil hombres venidos del Peloponeso.

Como digo, esta inscripción hace referencia a la totalidad de los caídos, mientras que a los espartiatas en particular se refiere esta otra:

Caminante, informa a los lacedemonios
que aquí yacemos por haber obedecido sus mandatos.


La batalla de Salamina según Esquilo
ESQUILO, Los Persas, vv. 353-433 y 447-470, traducción de B. Perea, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1993.
Hijo de un terrateniente, el poeta Esquilo (Eleusis, 525/524 ‚ Sicilia, 456 a.C.) combatió contra los persas como hoplita. La primera representación de uno de sus dramas tuvo lugar en Sicilia, hasta donde viajó en varias ocasiones y donde murió. De sus noventa obras sólo nos han llegado siete tragedias: Los Persas, Prometeo encadenado, Los Siete contra Tebas, Las suplicantes, la Orestíada (una trilogía) y fragmentos de sus sátiras. Lo que sigue es un pasaje de Los Persas en el cual un mensajero relata la batalla de Salamina.

Comenzó, Señora, todo el desastre, al aparecer, saliendo de algún sitio, un genio vengador o alguna perversa deidad. Sí; vino un hombre griego del ejército de los atenienses y dijo a tu hijo Jerjes que, a la llegada de la oscuridad de la negra noche, no permanecerían allí los griegos, sino que saltarían a los barcos de remeros que tienen las naves y cada cual por un sitio distinto, procurando ocultarse al huir, intentarían salvar la vida. Él, inmediatamente que lo hubo oído, sin advertir el engaño del hombre griego ni tampoco la envidia de los dioses, comunicó esta orden a todos los que eran capitanes de barco: cuando dejase el sol de alumbrar con sus rayos la tierra y las tinieblas ocuparan el sagrado recinto del cielo, formaran en tres líneas el grueso de la escuadra y el resto de las naves dispusieran en círculo alrededor de la isla de Ayante, con la finalidad de evitar la salida de barcos enemigos y vigilar las rutas rugientes por el oleaje; así, si intentaban los griegos esquivar su funesto destino, una vez que hallaran un medio de huir con las naves sin que se advirtiera, tenían a su alcance el dejar sin cabeza a todo enemigo. Tan graves órdenes Jerjes dictó por haberse dejado llevar de su corazón confiado en exceso, pues no sabía el porvenir que le iba a llegar de los dioses.

Ellos, entonces, no con espíritu de indisciplina, sino con alma dócil al jefe, estuvieron haciendo la cena y los marineros atando los remos a los escálamos, que a los toletes bien se ajustaban. Pero, cuando la claridad del sol se extinguió y ya la noche se estaba acercando, todo marino señor de remo fue entrando en su nave y también todo el que había de luchar con las armas. En cada larga nave los bancos de remeros iban animándose entre sí, y todos navegaban en el puesto asignado, y a lo largo de toda la noche los jefes de las naves hicieron que toda la gente marinera preparase la travesía.

La noche avanzaba, pero la escuadra griega no hacía una salida furtiva por ningún sitio. Pero después que el día radiante, con sus blancos corceles, ocupó con su luz la tierra entera, en primer lugar, un canto, un clamor a modo de himno, procedente del lado de los griegos, profirió expresiones de buenos augurios que devolvió el eco de la isleña roca. El terror hizo presa en todos los bárbaros, defraudados en sus esperanzas, pues no entonaban entonces los griegos el sacro peán como preludio para una huida, sino como quienes van al combate con el coraje de almas valientes. La trompeta con su clangor encendió el ánimo de todos aquéllos. Inmediatamente con cadenciosas paladas del ruidoso remo golpeaban las aguas profundas del mar, al compás del sonido de mando. Rápidamente todos estuvieron al alcance de nuestra vista.
La primera, el ala derecha, en formación correcta, con orden, venía en cabeza. En segundo lugar, la seguía toda la flota. Al mismo tiempo podía oírse un gran clamor: "Adelante, hijos de los griegos, libertad a la patria. Libertad a vuestros hijos, a vuestras mujeres, los templos de los dioses de vuestra estirpe y las tumbas de vuestros abuelos. Ahora es el combate por todo eso".

En verdad que de nuestra parte se les oponía el rumor de la lengua de Persia. Ya no era tiempo de andarse con dilaciones. Inmediatamente una nave clavó en otra nave su espolón de bronce. Inició el ataque una nave griega y rompió en pedazos todo el mascarón de la popa de un barco fenicio. Cada cual dirigía su nave contra otra nave. Al principio, con la fuerza de un río resistió el ataque el ejército persa; pero, como la multitud de sus naves se iba apelotonando dentro del estrecho, ya no existía posibilidad de que se ayudasen unos a otros, sino que entre sí ellos mismos se golpeaban con sus propios espolones de proa reforzados con bronce y destrozaban el aparejo de remos completo.

Entretanto, las naves griegas, con gran pericia, puestas en círculo alrededor, las atacaban. Se iban volcando los cascos de las naves, y ya no se podía ver el mar, lleno como estaba de restos de naufragios y la carnicería de marinos muertos. Las riberas y los escollos se iban llenando de cadáveres. Cuantas naves quedaban de la armada bárbara todas remaban en pleno desorden buscando la huida. Los griegos, en cambio, como a atunes o a un copo de peces, con restos de remos, con trozos de tabla de los naufragios, los golpeaban, los machacaban. Lamentaciones en confusión, mezcladas con gemidos, se iban extendiendo por alta mar, hasta que lo impidió la sombría faz de la noche.

El inmenso número de males, aunque durante diez días estuviera informando de modo ordenado, no podría contártelo entero, pues, sábelo bien, nunca en un solo día ha muerto un número tan grande de hombres (...)

Ante la isla de Salamina hay un islote carente de puertos para las naves, que Pan, el dios amante de los coros, protege con su presencia a la orilla del mar. Allí los había enviado Jerjes con la intención de que, cuando los enemigos derrotados salieran de las naves y procuraran ponerse a salvo en la isla, dieran muerte al ejército griego caído en sus manos y salvaran, en cambio, a los suyos de las corrientes del mar. ¡Mal adivinaba el futuro! Pues, cuando un dios hubo concedido a los griegos la gloria de la victoria del combate naval, el mismo día, tras guarnecer sus cuerpos de armas defensivas de bronce excelente, fueron saltando desde las naves y rodeando toda la isla, de tal modo que no era posible a los persas hallar un lugar al que dirigirse y eran golpeados por lluvia de piedras tiradas a mano, y, por los dardos que les caían impulsados por la cuerda del arco, fueron pereciendo. Y al final, se lanzaron contra ellos con unánime gritería y los golpearon, destrozaron los miembros de los infelices hasta que del todo les quitaron a todos la vida.

Jerjes prorrumpió en gemidos al ver el abismo de su desastre, pues tenía un sitial apropiado para ver al ejército entero, una alta colina en la cercanía del profundo mar. Rasgó sus vestidos, gimió agudamente y, enseguida, dio una orden a sus fuerzas de a pie y se lanzó a una huida desordenada. Tal es el desastre que puedes llorar junto al anterior.


La rendición de las ciudades griegas

La costumbre persa de exigir una ofrenda consistente en "tierra y agua" de pueblos sojuzgados se conoce gracias a la Historia de Heródoto. La simbología tienta a imaginar que quienes se rendían lo ofrecían todo: las tierras y las aguas que les garantizaban el diario sustento. En otras palabras: la rendición era incondicional y el rey persa tenía el poder de garantizar la vida a sus súbditos. El hecho es que recién después de la entrega de tierra y agua, y la aceptación de la superioridad persa, podían comenzar las negociaciones acerca de obligaciones y beneficios.

Heródoto menciona a varias "naciones" y pueblos que entregaron tierra y agua a los embajadores del gran rey, como - por ejemplo - durante la campaña de Jerjes (480 AC) - los Tesalios y los Beocios. En la inscripción Daiva, Jerjes anuncia con orgullo que reinaba por sobre "los Yaunâ (Griegos) que moran a este lado del mar y los que moran al otro lado del mar".

No menos interesante es la rendición de los atenienses en el 507 AC. En ese momento estaban siendo sitiados por los espartanos y sus aliados. En un recurso desesperado, Clístenes, el líder ateniense, se rindió al sátrapa persa de Lidia, Artafernes. Sin embargo, para cuando los embajadores volvieron a Atenas, los espartanos habían sido derrotados y los atenienses pretendieron afirmar que jamás se habían rendido.

Los macedonios se rindieron a los persas en dos ocasiones: en el 513 y en el 492. El rey persa Darío pudo afirmar legítimamente en la inscripción de su tumba ubicada en Naqš-i-Rustam, que había conquistado a los Yaunâ takabarâ, es decir: a "los griegos que usan sombreros contra el sol"; una referencia a los sombreros macedionios de la época. Los macedonios fueron entusiastas participantes de la campaña de de Jerjes contra los griegos y no deja de ser sorprendente que, medio siglo más tarde, Alejandro Magno pudiese lanzar una campaña contra Persia como una venganza por la ocupación persa.

Notable, en todo caso, es que Heródoto utilice la expresión "tierra y agua" exclusivamente en un contexto griego y macedonio. (La excepción a esto la constituye sólo el pasaje de 4.126-127 que, con alta probabilidad, es una parte de la Historia casi completamente ficticia). En consecuencia es imposible establecer con certeza si la exigencia de tierra y de agua constrituyó una práctica común entre los persas, o bien sólo fue una manera de tratar a los Yaunâ.

Cf.Amélie Kuhrt, "Earth and water" en: A. Kuhrt and H. Sancisi-Weerdenburg (ed.), Achaemenid History III (1988 Leiden)


Crítica de Aristóteles a la institución de los éforos

"La institución de los éforos también es defectuosa. Aunque éstos constituyen la primera y más poderosa de las magistraturas, todos salen de las clases inferiores de los espartanos; y así ha resultado que tan eminentes funciones han caído en manos de gente pobre que se ha vendido a causa de su miseria. Pueden citarse muchos ejemplos antiguos; pero lo que ha pasado en nuestros días, con ocasión de los Andrias, lo prueba bastante. Algunos hombres ganados con dinero han arruinado al Estado en cuanto han podido. El poder ilimitado y hasta tiránico de los éforos ha precisado a los mismos reyes a hacerse demagogos. La constitución recibió así un doble golpe, y la aristocracia debió dejar su puesto a la democracia. Debe reconocerse, sin embargo, que esta magistratura puede dar estabilidad al gobierno. El pueblo permanece tranquilo cuando tiene participación en la magistratura suprema; y este resultado, ya sea el legislador el que lo produzca, ya sea obra del azar, no es menos ventajoso para la ciudad. El Estado no puede encontrarse bien sino cuando de común acuerdo los ciudadanos quieren su existencia y su estabilidad. Pues esto es lo que sucede en Esparta; el reinado se da por satisfecho con las atribuciones que le han concedido; la clase superior lo está por los puestos que ocupa en el senado, la entrada en el cual se obtiene como un premio a la virtud; y, en fin, lo está el resto de los espartanos por la institución de los éforos, que descansa en la elección general.

Pero si era conveniente someter al sufragio general la elección de los éforos, debió adoptarse un método menos pueril que el actual. Por otra parte, como los éforos, no obstante proceder de las clases más humildes, deciden soberanamente las cuestiones más importantes, hubiera sido muy bueno no fiarse a su juicio arbitrario, y sí someterlos a reglas estrictas y leyes positivas. En fin, las mismas costumbres de los éforos no están en armonía con el espíritu de la constitución, porque son muy relajadas, mientras que los demás ciudadanos están sometidos a un régimen que podría tacharse más bien de excesivamente severo, y al cual los éforos no tienen el valor de someterse, y así eluden la ley entregándose en secreto a toda clase de placeres".

Cf. Aristóteles "Política" Libro 2 - Cap. VI)


Poesía de Esparta y sobre Esparta

"Esparta, la fulgurante ciudad a las orillas sembradas de juncos del Eurotas"
Teognis de Megara

 

INTRODUCCIÓN

La cruel depredación del tiempo no ha sido amable para con los griegos. Guerra, saqueo, fuego, terremoto, robo y fanatismo religioso han conspirado conjuntamente con el normal decaimiento de los siglos para robarnos la mayor parte de lo que fue escrito por los antiguos; y la poesía no ha escapado a este destino. Nos ha quedado muy poco, algunas veces sólo fragmentos de obras mayores. Esparta no es recordada por su literatura, contrariamente a Atenas, pero de ninguna manera fue tan culturalmente atrasada como se la ha retratado. Hubo un florecimiento de las artes, tan excelsas como cualquier otra en Grecia, antes que el rigor del sistema de Licurgo y su conservativismo correlativo aminorara la creatividad nativa de Esparta y desalentara a los poetas errantes buscadores de patrocionio. Y aún así, los espartanos aprendieron su Homero, celebraron los versos guerreros de Tirteo, y fueron felicitados por sus contemporáneos por la belleza de sus himnos religiosos y sus cantos corales. Si más de estos hubieran sobrevivido, nuestra visión de los espartanos sería más favorable, con total certeza.

La selección que sigue a continuación, o bien está tomada de las obras de poetas laconios conocidos y probables, o bien se trata de obras que fueron escritas sobre temas espartanos. La traducción que he intentado hacer aquí al castellano - con mi mejor conciencia y (¡limitada!) ciencia - está basada en originales ingleses provenientes de varias fuentes, especialmente de Barnstone and Lattimore, publicadas en la página Web de Kevin Marshall (http://uts.cc.utexas.edu/~sparta/topics/poetry.htm).

 


LAS GUERRAS CONTRA PERSIA

Simónides de Creos (c. batalla de las Termópilas)

Epitafio para los espartanos que murieron en las Termópilas
(Existe la posibilidad de que esto haya sido incorrectamente atribuido a Simónides.)
Ve extranjero y dile a los espartanos
que aquí hemos caído, obedeciendo sus mandatos.

Sobre quienes murieron con Leónidas
Leónidas, rey de los abiertos campos de Esparta,
quienes contigo fueron abatidos yacen, famosos, en sus tumbas
porque atacaron, soportando el asalto directo
de innumerables persas con sus rápidos corceles y sus flechas.

Epitafio para la tumba de Leónidas
(en Esparta, sobre la cual se había erigido a un león de piedra.)
Soy la más valiente de las bestias,
y al más valiente de los hombres es a quien custodio,
erguido aquí sobre esta tumba de piedra.

A quienes murieron en las Termópilas
Para quienes en las Puertas de Fuego sucumbieron
plena de gloria es el hado y justo el destino.
Un altar es su sepulcro. Su memoria no borraron
los lamentos. A su suerte un canto eterno erigieron
las alabanzas. A una página como ésta
no hay ni evento ni ávidos tiempos
capaces de sepultarla.
Esta tumba de valientes tiene por morada,
de la Hélade, la gloria justamente conquistada.
Y testigo es Leonidas, otrora rey de Esparta,
que tras de si dejó una diadema
de extraordinario valor y eterna fama.

A los espartanos caídos en Platea
Sobre su tierra, estos hombres un altar de gloria han dejado,
refulgente bajo cualquier clima,
cuando por las negras tinieblas de la muerte
quedaron envueltos en manto sempiterno.
Pero, a pesar de muertos, no han muerto.
porque su coraje los eleva, gloriosos,
hasta de las moradas del mismo infierno


El Oráculo de Delfos sobre la batalla de las Termópilas

¡Oh vosotros los hombres que moráis en las calles
de la amplia Lacedemonia!
O bien vuestra gloriosa ciudad será saqueada
por los hijos de Persia,
o bien, en compensación, toda Laconia habrá de lamentar
la pérdida de un rey.
Un descendiente del gran Heracles.
Pues Jerjes, poderoso como Zeus, no puede ser resistido
ni por el coraje de toros, ni por el de leones.
Lidiad como queráis. Nada habrá
capaz de detenerlo
hasta que no obtenga la presa que desea:
vuestro rey o vuestra ciudad.

 

OTRAS OBRAS

Tirteo de Esparta (c. 630 AC)

Fronteras
Deberías alcanzar los límites de la virtud
antes de cruzar las fronteras de la muerte.

Coraje
Ningún hombre su valía en la guerra ha demostrado
antes soportar el enfrentamiento con la sangre y la muerte,
cerca del enemigo y luchando con sus propias manos.
Aquí es donde está el coraje, la posesión humana más preciada,
aquí está el premio más noble que un joven hombre le es dado.
Y sucede algo bueno, que con él comparten su ciudad y su gente,
cuando un hombre se planta junto a las lanzas de quienes están al frente,
impávido, todo pensamiento de cobarde huida olvidado,
y con un corazón tenaz, perseverante y bien templado,
aun tiene palabras de aliento para el hombre que lucha a su lado...

 

Terpander de Antissa (c. 650 A.C.)

Esparta
Allí florece la punta de lanza de jóvenes hombres,
allí es dónde la Musa es elocuente;
allí es dónde la Justicia por anchos caminos
le presta su fuerza a acciones de Honor.

Himno a Zeus
Zeus, gestador de todos nosotros;
gobernador de todas las cosas,
Zeus te traigo esta ofrenda:
la génesis de mi canto.

 

Alcaeo de Mitilene (c. 575 A.C.)

Los muros y la ciudad
No son las casas de hermosos techados,
ni los muros de piedra permanente.
No son los canales, ni los muelles
los que hacen la ciudad - sino hombres fuertes.

No es ni la piedra, ni la madera, ni el arte
del carpintero. Son los hombres duros,
con espadas y lanzas por baluarte,
que os darán ambas cosas: ciudad y muros


Pindar of Thebes (c. 480 A.C.)

Esparta
Aquí hay consejos de ancianos
y lanzas conquistadoras, y jóvenes espartanos,
y danzas, y Musas, y entusiasmos..



Alcman de Esparta (c. 625 A.C.)

Las lecciones del hombre
Experiencia y sufrimiento
son las madres de la sabiduría

A una poetisa
Afrodita comanda y el amor reina
sobre mi cuerpo y funde mi corazón
por Megalostrata, a quien la dulce Musa
ha dado, de la poesía, el sublime don.
¡Oh la feliz niña de rizos de oro!

 

POESÍA MODERNA


C.P. Cavafy 1863-1933

Termópilas
Honor a quienes en la vida que llevaron
definieron y defendieron sus Termópilas.
Honor a quienes la rectitud jamás traicionaron;
a quienes, consistentes y justos en todos sus gestos,
supieron también mostrar piedad y grandeza.
Honor a quienes, generosos en la riqueza,
han sido generosos también en la pobreza
manteniéndose generosos con pequeños hechos;
ayudando todavía, incluso con mermada fuerza,
diciendo la verdad con firmeza
mas sin odiar a los que mienten.

Y más honor aún les cabe cuando sienten,
presintiendo (como muchos presienten),
que al final aparecerá un Efialtes para traicionar a su modo,
y que, al cabo del día, los Medos pasarán a pesar de todo.


Sobre la homosexualidad en Esparta.

..."Por último, hay un error de concepto frecuente en cuanto a que la sociedad espartana fue notoriamente homosexual. De un modo curioso, no hay fuentes contemporánea ni evidencia arqueológica alguna que apoye esta ampliamente difundida presunción. Jenofonte, la mejor fuente antigua sobre Esparta, explícitamente niega los ya entonces comunes rumores en cuanto a una muy extendida pederastia. Aristóteles apuntó que el poder de las mujeres en Esparta era típica de todas las sociedades militaristas y guerreras sin un fuerte énfasis en la homosexualidad masculina - concurriendo así a confirmar que en Esparta no existió este factor - que él considera "positivamente" moderador - sobre el rol de las mujeres.

No existe alfarería espartana o laconia con motivos explícitamente homosexuales - como la que hay procedente de Atenas, Corinto y otras ciudades. El primer poema de amor heterosexual fue escrito por un poeta espartano y dedicado a las doncellas espartanas. El sólo hecho de que los varones espartanos tendiesen a casarse jóvenes, considerando las prácticas griegas de la época (a principios o mediados de los 20 años) sugiere que tuvieron menos tiempo para las aventuras homosexuales que caracterizaron los comienzos de la edad adulta en el resto de Grecia.

En verdad, el Estado consideró la soltería como una desgracia y un ciudadano que no se casaba y que no producía futuros ciudadanos gozó de un status menor que el hombre que había sido padre. En ninguna otra ciudad de Grecia estuvieron las mujeres tan bien integradas a la sociedad. Esto habla en contra de una sociedad en la cual la homosexualidad haya sido excepcionalmente común". -
(Cf, Sparta Reconsidered http://www.elysiumgates.com/~helena/index.html )

La cita textual de Aristóteles , criticando desde su óptica la fuerte posición de la mujer en Esparta, es la siguiente: "El hombre y la mujer, elementos ambos de la familia, forman igualmente, si puede decirse así, las dos partes del Estado; de un lado los hombres, de otro las mujeres; de suerte que, dondequiera que la constitución ha dispuesto mal lo relativo a las mujeres, es preciso decir que la mitad del Estado carece de leyes. Esto puede observarse en Esparta; el legislador, al exigir de todos los miembros de su república templanza y firmeza, lo ha conseguido gloriosamente respecto a los hombres, pero se ha malogrado por completo su intento respecto a las mujeres, que pasan la vida entregadas a todos los desarreglos y excesos del lujo. La consecuencia necesaria de esto es que bajo semejante régimen, el dinero debe ser muy estimado, sobre todo cuando los hombres se sienten inclinados a dejarse dominar por las mujeres, tendencia habitual en las razas enérgicas y guerreras. Exceptúo, sin embargo, a los celtas y algunos otros pueblos que, según se dice, rinden culto francamente al amor varonil. Fue una buena idea la del mitólogo que imaginó por primera vez la unión de Marte con Venus, porque todos los guerreros son naturalmente inclinados al amor del uno o del otro sexo
Los lacedemonios no han podido evitar esta condición general, y en tanto que su poder ha durado, sus mujeres han decidido muchos negocios. ¿Y qué más da que las mujeres gobiernen en persona, o que los que gobiernan lo hagan arrastrados por ellas? ".

(Cf. Aristóteles "Política" Libro 2 Cap.VI )


Bibliografía

Fuentes antiguas:
Hay varios autores antiguos que se han referido a Esparta desde distintos puntos de vista y diferentes ópticas. Los más importantes son:
Pausanias: Guía de Grecia
Jenofonte: La Sociedad Espartana
Plutarco:Sobre Esparta
Heródoto: Las Historias
Tucídides: Historia de la Guerra del Peloponeso

Fuentes modernas:
Stibbe, Conrad M., Das Andere Sparta, Philipp v. Zabern Verlag, Mainz am Rhein, 1996.
Forrest, W.G., A History of Sparta: 950 - 192 BC, W.W. Norton & Co., New York, 1968.
Hodkinson and Powell (ed.), Sparta: New Perspectives, The Classical Press of Wales, 2000.
Jones, A.H.M., Sparta, Barnes and Nobel, New York, 1993
Baltrusch, Ernst, Sparta: Geschichte, Gesellschaft, Kultur, C.H. Beck Verlag, München, 1998
Chrimes, K.M.T., Ancient Sparta: A Re-Examination of the Evidence, Manchester University Press, Manchester, 1949
Kennel, Nigel M., The Gymnasium of Virtue: Education & Culture in Ancient Sparta, Univ. of North Carolina Press, Chapel Hill & London, 1995.
Murray, Powyn, Early Greece, William Colins and Sons, London, 1980.
Link, Stephan, Der Kosmos Sparta, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt, 1994
Blundell, Sue, Women in Ancient Greece, British Museum Press, London, 1995.
Deltenhofer, Maria (ed.), Reine Männersache? Frauen in Männerdomänen der antiken Welt, Deutsche Taschenbuch Verlag, 1994.
Sealey, Raphel, Women and Law in Classical Greece, University of North Carolina Press, Chapel Hill & London, 1990.
Hodkinson, Stephen, Property and Wealth in Classical Sparta, Duckworth and the Classical Press of Wales, 2000.

Novelas históricas:
Pressfield, Steven, Gates of Fire, Doubleday, New York, 1998.
Pressfield, Steven, Tides of War, Doubleday, New York, 2000.
Gordian,Robert , Death in Olympia, Munich, 2000.
Holt, Thomas, The Walled Orchard, Macmillan, London, 1990.
Lendle, Otto, Die Söldner von Kyros, Primus Verlag, 1999.

 

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