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DEL DISCURSO AL HECHO HAY LARGO TRECHO
(Enero 2004)

Antes de la reunión de Monterrey, asistimos a un verdadero "show" mediático que magnificó hasta el escandalete los comentarios casuales de un funcionario de tercer nivel del gobierno norteamericano. Kirchner hizo declaraciones adecuadamente magnificadas para ajustarse a la magnificación mediática, prometió que ganaríamos por "knock-out", fue a Monterrey, estuvo con Bush, pronunció un discurso y volvió al país. En el momento de escribir estas líneas, los titulares de los mismos medios que armaron el escandalete ya lo han archivado para seguir hurgando en el albañal de las coimas en el Senado. Quizás falte poco para que Mario Pontaquarto se convierta en el héroe del día.

¿Y EL KNOCK-OUT?

La cuestión es que no ganamos por knock-out.

Monterrey se desarrolló según lo que cualquiera podía prever: Kirchner fue, negoció, obtuvo algunas cosas y concedió otras. Lo único que a mí personalmente me llamó un poco la atención fue que la entrevista con Bush duró - según dicen - 45 minutos en lugar de los 15 previstos originalmente. Eso significa algo. Como mínimo, significa que al menos un pequeño interés en la Argentina hay. Y eso no es malo porque, sabiéndolo usar, fortalece (por lo menos un poco) la posición de negociación del país. Y el primero que lo sabe muy bien es, seguramente, Lavagna.

¿Qué concedió Kirchner? Políticamente hablando y a juzgar por su discurso de cierre, la cosa es bastante evidente. Concedió al menos tres cosas: 1)- el compromiso argentino en la lucha contra el terrorismo (lo que en la práctica aísla a la Argentina de buena parte del mundo islámico), 2)- el compromiso en la lucha anticorrupción (así las empresas supranacionales no tienen que pagar coimas para instalarse y operar en el país), 3)- el compromiso argentino en la defensa de los Derechos Humanos (lo que coloca a la Argentina bajo la égida de los Tribunales Internacionales montados para dictar sentencia sobre las cuestiones que no le agradan al sistema mundial). Probablemente a la pareja presidencial no le costó demasiado conceder estos tres puntos porque, básicamente, es muy posible que estén bastante de acuerdo con ellos.

¿Qué obtuvieron los Kirchner? La continuación del apoyo tácito del gobierno norteamericano para seguir negociando con el FMI y los acreedores privados. No es poca cosa. Aunque tampoco es para descorchar botellas de champagne, habida cuenta de la ya bastante alicaída imagen y el escaso prestigio de los tecnócratas del Fondo quienes, luego de los inocultables errores que han cometido, encuentran cada vez menos gente que los defienda. Y también hay que tener en cuenta, además, la clara advertencia de Bush quien se tomó el trabajo de puntualizar perfectamente que, de allí en más, estará en campaña. Lo cual significa que no podrá tolerar flirteos amorosos demasiado explícitos con Castro, con Chavez y con Evo Morales de parte de la Argentina.

Y parece que los Kirchner entendieron el mensaje porque, a pesar de tenerlo a Roger Noriega a escasos centímetros de distancia no mencionaron palabra del supuesto "conflicto" suscitado días antes por las declaraciones de este funcionario. Y el hecho de que Bush lo incluyera entre los presentes en la reunión es toda una indicación al estilo de: "si tenés algo para decir de Noriega, aquí lo tenés y decilo ahora - o callá para siempre..." . Pues, como era de esperar, los Kirchner callaron. De modo que el mensaje fue tácitamente aceptado y el mensaje es: cuidado con lo que hagan con Cuba de aquí en más. Los norteamericanos no piensan tolerar flirteos filomarxistas excesivamente efusivos con Fidel. Hay demasiados votantes cubanos en el Partido Republicano como para dejar pasar una cosa así. Y quien dice Fidel puede querer decir Chávez y quien dice Chávez podría llegar a querer decir Evo Morales. No me armen conflictos en el patio trasero que bastantes líos tenemos en el resto del mundo. ¿Quedó claro?

Por supuesto que quedó claro. La posición del Departamento de Estado no podía haber quedado más cristalinamente clara: "No importa de qué lado de la democracia están, mientras estén dentro de la democracia". Lo cual en buen castellano significa: "me importa un bledo si están a la izquierda o a la derecha del sistema mientras estén dentro del sistema". Con lo cual se verifica, una vez más, que la llamada izquierda progresista no es sino una de las versiones toleradas por el establishment puesto que está orgánicamente integrada al sistema a pesar de sus - a veces ruidosos - desplantes pour la galerie. O "para la gilada", como diríamos en estas tierras lunfardoparlantes del back yard norteamericano.

De modo que no hubo K.O. Siendo algo crítico y malévolo, uno podría decir que los Kirchner concedieron tres y se llevaron una. Ganaron un envido no querido y perdieron un retruco. Desde otro punto de vista, algo más realista y ecuánime, se podría decir que aflojaron en lo que parcialmente no es demasiado importante y trataron de mantenerse razonablemente coherentes en lo que, en buena medida, es esencial.

SUMANDO POROTOS

Hagan lo que hagan, los norteamericanos no pueden evitar ese "Malestar en la globalización" descripto por Joe Stiglitz y producido por las políticas promovidas e impuestas por el FMI. Y así como no pueden evitar ese malestar, tampoco podrán evitar que - explícita o implícitamente - quienes se sienten mal, hagan de algún modo causa común. No hay nada que establezca lazos más sólidos y más fuertes que la desgracia. Eso es algo que el Poder que opera desde los EE.UU sabe. Podrá no aceptarlo públicamente. Pero lo sabe. Por lo tanto, quienquiera que le cante "envido" sobre ese tema a los EE.UU. recibirá, inevitablemente, un "no quiero" por respuesta. Un poroto para los Kirchner.

La lucha contra el terrorismo es un precio a pagar. No me parece un precio demasiado alto. La Hebe de Bonafini de Madres de Plaza de Mayo habrá podido festejar el atentado del 11 de Septiembre contra las Torres Gemelas. Aún considerando que en ese atentado los EE.UU., de última, no hicieron más que cosechar lo que sembraron, a mí no me parece que haya nada para festejar en una masacre como ésa. De modo que una saludable distancia del conflicto en Medio Oriente no es mala política para la Argentina. A condición, claro, que esa saludable distancia no se convierta, después, en un involucramiento activo para apoyar o sustentar las barbaridades que los norteamericanos y sus aliados cometieron y siguen cometiendo en la región. Y a condición, por supuesto, de que a través de Doña Estela y sus Madres, no se le otorgue por la puerta de atrás un respaldo al terrorismo que luego se pretende negar por la puerta principal invocando a los Derechos Humanos. De todos modos, un poroto para Bush.

Y ya que hablamos de Derechos Humanos, la subordinación a tribunales internacionales dentro del marco ideológico de esos Derechos es un error. Y más que un error es una cesión de soberanía. Es un error porque toda la doctrina de los Derechos Humanos y todo el juridicismo garantista asociado, no es sino una nebulosa ideológica muy bien explotada por el sistema para sentar las bases jurídicas del New World Order o "Nuevo Orden Mundial" promovido e instrumentado por el Imperio Norteamericano. Y es una cesión de soberanía porque, o bien un Estado tiene la última palabra en todas las cuestiones que son - o pueden ser - políticamente relevantes para la sociedad que representa - y en ese caso es un Estado Soberano - o bien no tiene esa última palabra, pudiendo sus ciudadanos recurrir a tribunales supranacionales para ventilar sus conflictos - y en ese caso, lo siento mucho pero NO ES un Estado Soberano. Otro poroto para Bush.

Y lo de la anticorrupción tiene lo suyo porque la corrupción latinoamericana es muy especial. Nadie en todo el mundo democrático se rasga demasiado las vestiduras por el hecho de que toda la política del sistema está financiada por - y por lo tanto está sujeta a - los aportes de las grandes concentraciones financieras y las grandes corporaciones. Que la democracia actual no es más que una plutocracia con fachada demagógica, eso es algo que solamente ignoran los televidiotas que aún creen que todo lo que se ve en una pantalla es realmente cierto. El problema no pasa por el dinero corporativo que compra leyes, resoluciones, decretos y hasta sentencias judiciales. O incluso guerras como sucedió en los EE.UU. El problema pasa por los políticos latinoamericanos que hacen "caja" propia y no dependen tanto de ese dinero corporativo. Peor aún: pasa por los politicastros que se pasan de vivos y hasta se dan el lujo de chantajear a las corporaciones exigiendo alguna suma por impulsar determinada ley o, en su defecto, exigiendo algún dinerillo para "cajonear" determinado proyecto. Y si no me quieren creer, pregúntenle a Mario Pontaquarto.

Cuando el sistema habla de "corrupción" se refiere a esto último. En América Latina la "lucha contra la corrupción" es solamente un eufemismo por no decir que hay que poner en vereda a los políticos profesionales. Si quieren plata para la campaña, que vengan y que la pidan. Nos sentamos, negociamos, arreglamos, firmamos los compromisos y después, en todo caso, pondremos lo que hay que poner. Pero que no nos vengan después con que una habilitación industrial cuesta cien mil dólares; o que una ley laboral más o menos conveniente ande por el millón de dólares - más o menos, entre una cosa y otra.

Por supuesto que no está nada mal eliminar ese tipo de cohecho y por cierto que no voy a ser yo el que la defienda. Pero luchando solamente contra la corrupción chantajeadora de los políticos dejamos limpiamente en pié a la corrupción sistémica de los plutócratas. Y eso se llama hipocresía. Otro poroto para el señor Bush que en materia de hipocresías realmente se las sabe todas.

De modo que terminamos, más o menos 3, a 1. Pero no es para ponerse a llorar. Peor, mucho peor, estábamos por la época de las relaciones carnales en dónde constantemente perdíamos por abandono. O por la época de la segunda regencia del Mingo Cavallo cuando ni siquiera conseguíamos subir al ring. Ahora por lo menos logramos estar sobre el cuadrilátero y, en justicia concedámosle eso a los Kirchner: al menos esta vez el Palacio San Martín no tiró la toalla de una manera demasiado obvia.

DESPUÉS DE MONTERREY

Con todo, lo importante de Monterrey es que el esquema económico diseñado por los EE.UU. para el resto de América, aún dentro de la lógica general usuraria de las Deudas Externas, está claramente sujeto a negociación. Los norteamericanos ya lo sabían, por supuesto. Después de las trastadas cometidas por el FMI en la región y después del rotundo fracaso de las primeras estrategias globalizadoras, a nadie con un mínimo de sentido común se le hubiera ocurrido pensar que el ALCA contaría con el entusiasta beneplácito de todos los involucrados. Aunque más no sea por el sencillo hecho de que quien se ha quemado con leche ve la vaca y llora.

Pero Monterrey le ha sido bastante útil a los norteamericanos para forzar al resto de América a tomar posiciones. Después de Monterrey el Departamento de Estado sabe bastante mejor quién es quién y dónde está parado cada uno. Ahora, la próxima meta de los políticos norteamericanos son sus elecciones. Después de eso, ya se verá lo que se hace con el patio trasero. Los bancos de cerebros de los EE.UU. necesitan ahora un proceso para pulsar el ambiente político interno y determinar cuanto respaldo propio pueden conseguir dentro de los EE.UU. para continuar con alguna de las alternativas previstas en su Plan Estratégico. Dependiendo del resultado de esa compulsa, la maquinaria operativa y psicológica del Imperio adoptará los cauces de acción que estime más adecuados para continuar construyendo su posición hegemónica.

Mientras tanto, la Argentina tendrá que vérselas con sus acreedores y éstos tendrán que vérselas con el tándem Lavagna-Kirchner (en ese orden). Y aún considerando todo lo antedicho y descontando todo lo emergente de una posición negociadora obviamente no demasiado fuerte por parte de la Argentina, hay que dejar sentado que ese tándem está resultando un hueso algo más duro de roer de lo que probablemente se creyeron las hienas financieras en un principio. Y eso es bueno. Argentina terminará pagando, por supuesto. Pero, por lo menos, habrá protestado parte del pago. Y, repito, eso es bueno. Por lo menos no es malo.

A mi me hubiera gustado más denunciar la deuda e investigarla a fondo, por ejemplo a partir del fallo del Juez Ballesteros. Y no sólo me gustaría sino que hasta creo firmemente en que se puede hacer. Al fin y al cabo, el propio Néstor Kirchner, en su discurso final, se encargó de recordarle a los asistentes a la cumbre de Monterrey que se ha hablado ya en círculos internacionales de perdonar la deuda iraquí en función de que se trata de créditos obtenidos por un dictador. Y recordó también que justamente desde 1976 a 1983 nuestra deuda se incrementó en un 364 por ciento.

Pero, claro, habría que ver si a mi preferencia por investigar la deuda y por establecer la corresponsabilidad de los dueños del dinero no se le aplica el Teorema de Baglini. Porque si la plutocracia norteamericana terminó haciéndole la guerra al mismo Saddam Hussein que antes había apañado, equipado y protegido, tampoco se ve muy bien por qué habría de dejar de cobrarle a Lavagna la plata que en su momento se le prestó a Martinez de Hoz. Aún cuando no termino de entender muy bien por qué Kirchner, con el dinero de todos nosotros, tiene que terminar pagando las cuentas de Videla.

Mis amigos abogados me dicen que es por una cuestión de continuidad jurídica: el Estado actual es continuador del Estado de Videla y, por lo tanto, tiene que pagar las deudas de Videla. Claro, desde el punto de vista del Derecho eso está muy bien; pero sigo sin comprender qué tiene eso que ver con la Justicia. Además, si fundáramos una Segunda República, esa famosa continuidad ¿no se rompería? Pero no importa; sea como fuere, por una cuestión de prudencia intelectual no me siento demasiado autorizado a ser excesivamente bombástico al respecto y digamos que, rechinando los dientes, pero me conformo (por ahora) con el 3 a 1 logrado en Monterrey.

O, digamos, con el empate por puntos en 3 a 3, computando muy generosamente el discurso de cierre del Presidente. Que, evaluándolo por lo que vale la oratoria de ese tipo de discursos, no estuvo nada mal.

Comparándolo con la logorrea insubstancial a que nos tiene acostumbrados la politiquería argentina hasta diría que estuvo sorprendentemente bien.

Aunque no sea más que un discurso. Y aunque, como todos sabemos, de los discursos a los hechos hay siempre largos trechos.

 

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