Cuentos
 
ideas, sensaciones, sentimientos. 1993-2002
 
 
La Hormiga
[primero la debo buscar]


 


El Café

Entro, el humo me envuelve inmediatamente junto a la amable señorita que me besa demasiado cerca de los labios. La tengo loca, lo sé. Me saluda por mi nombre y trae lo que sabe quiero tomar: un cortado, con canela y azúcar. Se acerca a mí y estratégicamente se agacha descubriendo su escote.
La tengo loca, lo sé.
Entra otro tipo, al que ella saluda cariñosamente, y besa demasiado cerca de la boca.
Maldita traidora. Termino mi café, apago el cigarro, trago la soda, dejo una moneda y parto sin despedirme, sin besos. Mañana la dejo loca de nuevo.

-Mención Honrosa Concurso de Cuentos "Santiago en 100 Palabras", 2002

 

Fluyendo en la Micro

Paso las tres monedas y tomo el boleto. Mi cuerpo fluye a penas hacia un pequeño claro donde ya siento unas nalgas frotándose contra las mías. No controlo mis movimientos, la masa me mueve, sólo sé que debo llegar al final de este pasillo.
Pechos, manos, bolsas, traseros, siento todo pasar a mi alrededor. Ventanas cerradas, el aire cada vez más oscuro. Finalmente llegué al fondo y la puerta está frente a mí. Toco el timbre. No suena. Busco otro pulsador sin encontrarlo y recurro al grito, no sólo para que el conductor decida detenerse sino además abrir la puerta.

 

El salto

Está parado en la orilla. Oye gritos de niños jugando, voces, muchas voces pero ninguna en particular. Su traje de baño está impecable, nuevo, primera postura.
Se ven algunos nadando, el agua corre fuerte pero parece como si pudiesen resistirla por siempre. Se ve tan fácil.
Está parado en la orilla. La mirada en el horizonte, recuerda todas esas clases de natación, las advertencias del señor García sobre las rocas, las distintas corrientes y cómo aprovecharlas. Definitivamente está listo para tirarse.
Sólo falta hacerlo.
Está parado en la orilla. Siente el viento helado golpear su piel desnuda. Un par de gotas ya le han llegado y están muy frías; no puede evitar un sobresalto al pensarse en esas aguas. No hay nada que hacer. Ya está allí y todos esperan verlo nadar. Ojalá nunca lo hubiese deseado. Ya no le encuentra sentido a nada de esto.
Está parado en la orilla. Un gusto amargo le ha estado llenando la boca. Y ni puede hablar pues siente un aliento asqueroso rebalsar sus labios. Traga tanta saliva como puede. Sigue viendo imágenes. Qué daría por un vaso de agua. Y todo ese río adelante, esperando su gran salto.
Está parado en la orilla. Sigue ahí, parado como imbécil y el olor a vida ya se le ha hecho insoportable. Sabe perfectamente que debe saltar, que es la única opción, a menos claro, que quiera ser llevado en bote. Eso jamás. Nada perfectamente bien y sería ridículo usar un bote a estas alturas de la vida. Arrepentirse, mandar todo a la mierda ¡Con cuanto gusto! Pero todos esperan verlo saltar.

 

 
     
 
 
 
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