Los agujeros negros del 11-M
Una versión policial
repleta de incongruencias
FERNANDO MÚGICA
MADRID.- Han
pasado ya 39 días desde los trágicos acontecimientos del 11-M. Un tiempo
prudencial como para que, dejando a un lado los inevitables impulsos emocionales
que provocaron los atentados, reflexionemos sobre los datos revelados hasta
ahora por los investigadores y, ante todo, sobre nuevos elementos que ponen
en duda muchas de sus conclusiones.
EL MUNDO ha conversado, durante este tiempo, con
fuentes de los distintos cuerpos de seguridad del Estado, testigos cercanos a
los detenidos y analistas de varias embajadas para elaborar un laborioso puzle
que abre horizontes inquietantes.
En los días previos a las elecciones se
preparaban, en secreto, golpes de mano espectaculares contra la cúpula de
ETA. Durante el 11-M, y en los días posteriores, se manipularon
informaciones, se desviaron pistas, se ocultaron datos vitales para el
esclarecimiento de los hechos. Son los agujeros negros de unas jornadas que
cambiaron, de una forma drástica e imprevisible, el rumbo político del país.
Las flagrantes incongruencias de lo que hasta ahora se ha conocido deben
dejar paso a la exigencia ineludible de que se llegue hasta el fondo de la
verdad de todo lo que sucedió.
El 10 de marzo, miércoles, el Gobierno de José
María Aznar está muy tranquilo. Sabe por todas las encuestas que cuatro días
después va a ganar las elecciones. El propio Felipe González lo declara en un
círculo de íntimos esa misma tarde: "No tendrán la mayoría absoluta,
pero van a ganar las elecciones".
Al presidente le tienen preparado un regalo de
fin de curso. Sus colaboradores más próximos saben que para él, la lucha
contra ETA ha sido uno de los ejes centrales de su actuación. Por eso, las
Fuerzas de Seguridad le van a dar una gran satisfacción que a la vez servirá
como una última catapulta electoral para arrasar en los comicios: la captura,
de golpe, de toda la cúpula de la banda y de prácticamente todos sus comandos
operativos conocidos. Aznar podrá así, dentro de su último mandato y por un
margen de un par de días, cumplir con una de sus promesas más solemnes: acabar
con el grueso de la organización terrorista.
Se ha elegido cuidadosamente la fecha del gran
golpe: la noche del viernes 12 de marzo, justo en el momento en que el país
abandona la campaña electoral para sumergirse en la jornada de reflexión. Los
agentes de campo están cada uno en su puesto vigilando a los terroristas. El
secreto de la operación es absoluto. Las Fuerzas de Seguridad han trasladado al
Gobierno, en las últimas semanas, su preocupación al considerar que ETA puede
intentar un atentado salvaje que irrumpa de forma determinante en la campaña
electoral. En este sentido, se han analizado hasta la saciedad los intentos de
la banda por volar trenes en la estación madrileña de Chamartín coincidiendo
con la tarde de la Nochebuena última.
Hay detalles de Inteligencia que indican que es
muy posible la utilización de mochilas. Los dos jóvenes capturados en
una carretera comarcal de Cuenca con una furgoneta en la que transportaban 500
kilogramos de explosivos, Irkus Badillo y Gorka Vidal, han declarado que ETA les
había ordenado la colocación en la estación de esquí de Baqueira Beret, en
las últimas Navidades, de 12 bolsas y mochilas con explosivos para que
explotaran de una forma coordinada. Tras observar el terreno desistieron de
la acción.
Todos han dado por supuesto que la Guardia Civil
está detrás de la captura en una operación de seguimiento de la furgoneta
desde Francia, pero no es cierto. Aunque parezca imposible, ha sido una detención
casual. Eso quiere decir que no tienen a los nuevos comandos jóvenes tan
controlados como creían. ¿Para qué pueden querer 500 kilos de explosivos en
Madrid el 28 de febrero si no es para destrozar las elecciones?
Teléfonos móviles
También les preocupan los teléfonos móviles.
En la estación de San Sebastián, los servicios especiales de la Guardia Civil
habían encontrado semanas antes lo que calificaron como una bomba cebo.
No se trataba de una trampa destinada a destrozar a quienes intentaran
desactivarla. Por el contrario, era un artefacto inofensivo pero que tenía como
iniciador un teléfono con dos cables, uno rojo y otro azul.
ETA ha intentado desde hace tiempo utilizar teléfonos
para cometer sus atentados. Así lo hicieron en el cementerio de Zarautz,
el 9 de enero de 2001, cuando se encontraban reunidas muchas personalidades
junto a la tumba del concejal del PP José Ignacio Iruretagoyena, asesinado tres
años antes. Los últimos informes de Inteligencia en poder del CNI explicaban
con detalle las pruebas de ETA para utilizar teléfonos móviles como
iniciadores de bombas.
Informes anteriores detallaban que los
terroristas no habían conseguido subsanar técnicamente un desfase entre el
momento de la decisión de activar el explosivo y la explosión, un corto
intervalo de tiempo que a veces era de unos simples segundos. Pero el último
informe era categórico: al fin habían logrado la simultaneidad. Los teléfonos
móviles ya eran operativos para ETA. Presumiblemente, en el próximo gran
atentado sería el sistema utilizado por los asesinos.
En la mañana del 11 de marzo se produce
un enorme desconcierto. Es importante la coordinación entre las Fuerzas de
Seguridad y el Gobierno en funciones. Llegan las primeras noticias del atentado
y con ellas los datos de que, al parecer, se han empleado teléfonos móviles
para hacer estallar al menos 10 o 12 mochilas y bolsas en los trenes próximos a
la estación de Atocha. Por los datos aportados anteriormente, todos piensan en
ETA. Se envía inmediatamente al norte la orden de que los agentes operativos
den noticia de los objetivos que están siendo estrechamente vigilados para la
macro operación preparada para el viernes por la noche. Los informes van
llegando y el desconcierto aumenta. Todos los etarras están en su sitio.
Ninguno de los vigilados ha podido ser el autor de la masacre. Muchos recuerdan
la furgoneta detenida en Cuenca y al comando que surge de la nada.
En ese momento de máximo desconcierto,
sucede algo que provoca que el Gobierno cometa el mayor error de su mandato.
Comienza la trampa. Un miembro de los Cuerpos de Seguridad envía por teléfono
y desde el mismo lugar de los hechos la primera valoración del explosivo.
Siempre de viva voz y sin que nadie ponga todavía nada por escrito se nombra la
palabra mágica: Titadine. Es el fabricante de una modalidad de dinamita
que utiliza habitualmente ETA.
La palabra se extiende entre los que tienen algo
que ver con el caso y los primeros informes que llegan a la Policía Nacional,
la Guardia Civil, el CNI, el Gobierno de la nación y el Gobierno vasco. El
error al transmitir el informe sólo puede ser intencionado. Ningún experto
policial, y menos los especialistas en desactivación de explosivos, podrían
confundir Titadine con Goma 2. Los olores que provocan ambas sustancias son tan
diferentes como un plátano y una pera. Pero en los primeros momentos de confusión,
téngase en cuenta que a esa hora de la mañana ni siquiera se sabe aún el número
de víctimas, produce un efecto multiplicador demoledor. Esos primeros indicios
son los que le hacen pronunciar a Ibarretxe aquel discurso tan precipitado en el
que, con una cara de enorme preocupación, arremete contra ETA después de
considerar como un hecho cierto que han sido ellos los autores. El Gobierno
también cae en el mismo error.
Aquí juega un papel determinante Arnaldo
Otegi, parlamentario de Sozialista Abertzaleak, que insinúa a una radio
local del País Vasco, Herri Irratia, que lo primero que le ha venido a la
cabeza es que "el Estado español mantiene fuerzas de ocupación en
Irak". La pista radical islamista se pone así en marcha poco después
de las 10 de la mañana. Pero Otegi sólo trata de ganar tiempo.
Otegi miente
A las 13.00 horas volverá a reafirmar esta idea
para salir al paso de las primeras declaraciones del ministro del Interior, Ángel
Acebes, que defiende con rotundidad la autoría de ETA. Otegi no contempla "ni
como mera hipótesis" que ETA pueda ser la autora de los atentados de
Madrid. Pero está mintiendo y el presidente del Gobierno a esas horas ya lo
sabe.
Las Fuerzas de Seguridad tienen constancia de una
conversación que el propio Otegi ha mantenido con alguien de su entorno antes
del mediodía -dos horas más tarde de sus primeras declaraciones exculpatorias
para ETA- y en la que muestra su desconcierto, su miedo, su total estupor:
"Si sale alguien por ahí (se refiere a alguien de los suyos) reivindicando
esto, estamos perdidos definitivamente. Yo tengo que saberlo cuanto antes porque
si es así no puedo volver a mi pueblo. Tengo que marcharme cuanto antes. Necesito
saberlo".
Lo que el Gobierno no conoce es que ya en esos
momentos se han puesto a trabajar duramente un grupo de mandos policiales y
algunos agentes del CNI, de la cuerda más dura y leal al partido socialista,
para informar a sus dirigentes de todos los detalles que puedan conducir la
situación en beneficio propio. Son los mismos que consiguen que cambie de manos
la investigación y que la controlarán desde ese momento.
Se forma un equipo hermético que deja de lado a
la Guardia Civil y que ralentiza las informaciones que se pasan al CNI. Llaman,
sin embargo, cada pocos minutos a una célula del PSOE que obtiene así
información privilegiada, lo que les permite montar una estrategia eficaz
contra el Gobierno. Saben que éste sigue empeñado en la tesis de ETA y
permanecen callados para que Aznar, Rajoy y Acebes se metan ellos solos en la
trampa.
A la vez, comienzan a darse a conocer, a
cuentagotas, detalles que marcan un camino a la opinión pública. En la misma
mañana del 11-M aparece una misteriosa furgoneta blanca. Un portero ha visto a
tres sospechosos, con la cara y la cabeza cubiertas, junto a una furgoneta
blanca marca Renault, modelo Kangoo. Uno de ellos llevaba una bolsa y se ha
dirigido hacia el tren, en torno a las siete de la mañana, en la estación de
Alcalá de Henares. Se dice en un primer momento que la furgoneta no tiene
huellas, más tarde aparecerá, en el transcurso de los siguientes días de la
investigación, una huella de un joven marroquí a quien pronto se acusará de
ser uno de los autores materiales de los atentados, Jamal Zougam. Este
podría ser el hombre que vio el portero con una bolsa entrar en la estación de
Alcalá de Henares. En su entusiasmo, el testigo relata a la policía que era un
hombre alto, como de 1,90 metros, muy fuerte. Zougam apenas sobrepasa el 1,60 de
estatura.
El PSOE informado
Miembros del PSOE, avisados por su gente en la
policía, saben desde la mañana de la existencia de la furgoneta, antes incluso
que el propio CNI. La Inteligencia española no conoce, a la hora de redactar
uno de los informes que el Gobierno en funciones desclasificaría días más
tarde, ni siquiera la existencia de esa furgoneta, matrícula 0576 BRX. Se dice
que su dueño presentó una denuncia por desaparición del vehículo unos días
antes, el 28 de febrero, y que fue robada frente a su domicilio en el populoso
barrio de Cuatro Caminos de Madrid. Cuando la encuentran, conserva las placas de
matrícula originales y los expertos determinan que se ha utilizado sin forzar
nada y con llaves originales. Al dueño le desapareció todo el manojo de sus
llaves hace casi un año. Es falso que viva en Cuatro Caminos. Su domicilio,
como figura en la propia denuncia, está en una calle con nombre de vegetal de
la localidad de Torrelodones.
En la revisión de la furgoneta se tarda
las horas suficientes como para que el Gobierno se meta un poco más en la
trampa de la autoría de ETA. Se da la excusa de que la policía no tiene Tedax
libres. Todos sus especialistas en explosivos están ocupados en los lugares de
los atentados. Pero lo que no dicen es que la Guardia Civil ofrece sus servicios
de Tedax y son rechazados de forma categórica.
Muy avanzada la tarde, y a pesar de que un
perro-policía ha demostrado horas antes lo contrario, se da a conocer que se
han encontrado restos de explosivos. Incluso se habla de un cartucho de
125 gramos de dinamita Goma 2 Eco. No es cierto. El perro que se empleó para el
reconocimiento no se comportó como lo hacen invariablemente cuando encuentran
explosivos, con inmovilidad absoluta. En la furgoneta no había explosivos
cuando la policía la precinta en Alcalá. La furgoneta es trasladada
primero a la Brigada Provincial de Información en la calle Tacona de Moratalaz.
Desde allí, a las 14.14 horas, se lleva a las instalaciones de la Comisaría
General de Policía Científica, ubicadas en Canillas.
Los funcionarios de la comisaría de Alcalá no
habían detectado explosivos en su inspección ocular. Es en Canillas donde se
encuentra, debajo de uno de los asientos delanteros, una bolsa con siete
detonadores de distinto tipo y fecha.
Pero la noticia de la jornada, la que hace que
todo dé un vuelco definitivo, es la aparición de una cinta de audio con
versos del Corán. Comienza a asomar así lo que un veterano investigador de la
policía ha definido como el cuento de Pulgarcito, alguien que encuentra el
camino porque previamente ha dejado las piedrecitas blancas que le indican el
mismo. En la furgoneta hay también una casete en árabe -junto a otras de Plácido
Domingo- pero lo que nadie dice es que la cinta, grabada en Arabia Saudí e
interpretada por un cantante, corresponde a unos versos de iniciación al Corán,
algo que no cuadra en un peligrosos y fanáticos terroristas islámicos. Es como
si en manos de unos terroristas integristas católicos del IRA se encontrara un
librito de iniciación al Catecismo.Pero el efecto mediático ya se ha
producido.
Una hora más tarde se da a conocer la
reivindicación de un grupo islamista, las Brigadas Abu Hafs Al Masri, que ha
mandado un e-mail a un periódico británico en lengua árabe, Al Quds Al
Arabi. Los especialistas no le dan ningún valor como demuestra, con sólidos
argumentos, otro de los documentos del CNI desclasificados. Los que firman la
autoría son un grupo que en los últimos meses ha reivindicado todo lo
imaginable, incluidos los últimos apagones de Nueva York. En los días
siguientes se producen hasta siet reivindicaciones diferentes de, al menos,
cinco grupos organizados, procedentes de cuatro países diferentes.
Tenemos otra bomba
Otra pista clave irrumpe de pronto en el
panorama. A las dos de la madrugada del viernes, miembros de la comisaría de
Vallecas llaman a los Tedax después de haber encontrado una bolsa que
contiene una bomba. No es la única que no ha explotado a lo largo del
jueves.
En la mañana de los atentados aparecen al menos
tres más en las cercanías de la estación de Atocha y en la de El Pozo. En
todos los casos los artificieros optan por destruirlas inmediatamente. Se vuelan
por los aires de esa manera pistas materiales que parecen imprescindibles para
el esclarecimiento de los hechos.
Un joven policía municipal relata su hallazgo
muy pormenorizadamente. Es un novato que apenas lleva un año de servicio. Jacobo
Barrero cuenta cómo encontró debajo de uno de los asientos del segundo piso de
uno de los trenes afectado por las explosiones una mochila negra. Cuando la
abre, casi le da un síncope. Ve un teléfono del que salen dos cables,
"uno rojo y uno negro", que están conectados a una fiambrera
redonda de color naranja. No habla en ningún momento de cartuchos. Corre
hasta una tapia cercana con la bolsa y llama muy nervioso a sus superiores. No
le hacen demasiado caso y decide volver a intentarlo, esta vez con la Policía
Nacional. Atienden su aviso y envían a los Tedax.
Varios expertos en la materia no entienden todavía
por qué decidieron volar la bolsa. "Un simple chorro de agua podría
bastar para inutilizarla, sobre todo sabiendo que a pesar de los traqueteos a
los que le sometió el agente que la había encontrado no se había
activado". El caso es que aquella mañana destruyen esa y el resto de las
mochilas que no habían explotado. En el aire quedó un olor picante muy
intenso, nada que ver con el Titadine cuyo nombre tanto había despistado en un
primer momento.
Pero vayamos a la madrugada del viernes. A las
2.40 horas, y a requerimiento a través de una llamada de los policías de
servicio, los Tedax, llegan a la comisaría de Vallecas para inspeccionar una
bolsa azul, con asas de cuero. En su interior hay una masa gelatinosa, unos 10
kilos, de lo que luego se averiguará que es dinamita Goma 2 Eco, de la
fabricada por Explosivos Riotinto, unida a un detonador eléctrico marca Riodets,
fabricado en Galdakano, Vizcaya, como los encontrados en la furgoneta blanca.
Mezclados con el explosivo hay un kilo aproximado de clavos y tornillos.
Al día siguiente, se da a la prensa la versión
de que alguien en la comisaría de Vallecas se había percatado del contenido de
la bolsa por casualidad, después de que sonara un teléfono móvil en su
interior. Se ha publicado que la bomba no había hecho explosión a las 7.20
horas en el tren porque los terroristas se habían confundido al colocar la hora
del despertador que tenía que activar el mecanismo. Pusieron la hora en PM en
lugar de AM. No es cierto. De serlo, hubiera estallado a las 7.20 horas de la
tarde, y no fue así.
La mochila trashumante
La realidad es que esa bolsa dio teóricamente
vueltas por Madrid durante muchas horas sin que nadie se percatara de ella.
Algunas versiones dicen que fue trasladada hasta Ifema con el resto de las
pertenencias que se encontraron y que nadie había reclamado. Lo único que se
sabe es que alguien llamó desde la comisaría de Vallecas a los Tedax a las
2.00 horas de la madrugada del viernes para que se hicieran cargo de ella.
La relación con los trenes es meramente
circunstancial. Cualquiera podía haberla colocado en Ifema. La bolsa esta vez,
contraviniendo lo que la policía había hecho hasta ese momento con las
mochilas bomba que habían encontrado intactas, no es destruida. Los Tedax
quieren deshacerse de ella y es un comisario jefe quien se lo recrimina
mientras uno de sus inspectores (Protección Ciudadana) se ofrece voluntario
para neutralizarla. Sea como fuere, figura las 5.12 horas como el momento en que
es desactivada, en un parque cercano. Es así como se obtienen todas las pistas
que llevarán a los investigadores a las primeras detenciones.
Es sorprendente que en las imágenes policiales
tomadas del contenido de la bolsa no aparece ningún tipo de cartucho de
dinamita. Sólo hay una masa gelatinosa de explosivo, un teléfono móvil con
dos cables incrustados, una batería para el teléfono y, por supuesto, la
tarjeta del móvil. Las fotografías son publicadas por la cadena de televisión
estadounidense ABC y pueden ser contempladas por cualquiera en su página de
Internet.
Aquí viene uno de los episodios más curiosos
de toda esta historia. La tarjeta del teléfono lleva a los investigadores
hasta un hombre de raza gitana que es quien ha contratado con Amena ese número.
Descubren
así que la tarjeta está clonada y que el teléfono lo ha vendido una pareja de
comerciantes indios en su establecimiento.¿A quién? A Jamal Zougam, un
trapisondista marroquí de poca monta que tiene un locutorio muy popular en
Lavapiés. Precisamente se dedica a comerciar con tarjetas de móviles, entre
otras cosas. Es un viejo conocido de la policía y de los servicios secretos de
medio mundo.
Los franceses enviaron en 2001 una comisión
rogatoria relacionándolo con Maher y Contelier, dos activistas vinculados a la
organización Ansar al Islam. La policía registró en aquella ocasión su
domicilio sin encontrar nada raro. Se trata de un hombre marcado. Es uno de los
300 marroquíes a los que el servicio secreto da un repaso de vez en cuando por
si está haciendo algo peor que robar con los teléfonos. Su nombre aparece en
el sumario del juez Garzón por el 11-S y en las agendas de Abu Dahdah, que está
en la cárcel como responsable de la célula de Al Qaeda en España.
En la tarde del viernes los investigadores que
han apostado por la pista de ETA sienten alivio cuando les cuentan que han
encontrado una tarjeta de teléfono en la mochila que no explotó y que es de
fabricación francesa. Creen que el rastreo de esa tarjeta les va a llevar hasta
San Juan de Luz. Por eso, agentes del CNI llaman a sus fuentes para comunicarles
que la pista de ETA cobra, de nuevo, una gran fuerza y que es la más fiable, a
pesar de todos los demás indicios. Acebes sale de nuevo en televisión esa
tarde y sonríe para sus adentros convencido de que pronto va a poder demostrar
que la pista etarra es la verdadera.
No es Al Qaeda
Los expertos en terrorismo islamista han aportado
además dos nuevos datos que consideran claves a la hora de descartar a Al Qaeda:
esta organización nunca reivindica sus atentados hasta después de un mes y
medio de que los haya cometido y, sobre todo, jamás han robado una furgoneta,
como la blanca que se encontró con la casete con versos del Corán, para una de
sus acciones armadas. La compran o la alquilan.
Pero el viernes a las 12 de la noche, cuando
todavía los gobiernos británico e italiano comunican a Madrid que en su opinión
la autoría es de ETA, la tarjeta del móvil no lleva a ETA sino a Zougam. Los
islamistas pasan a primer plano y ya nadie se atreve siquiera a insinuar la
posibilidad de que ETA esté involucrada. Hace ya horas que por puro sentido común
se ha paralizado la operación, preparada para esa noche, para detener a toda
la cúpula etarra.
La juez francesa antiterrorista Le Vert llama a
una alta personalidad del PSOE para advertirle de que los expertos franceses
descartan a ETA. Un camarero que se encuentra sirviendo la mesa donde se recibe
la llamada cuenta que, en ese momento, uno de los comensales pide el champán más
caro de la casa y dice "¡Hemos ganado las elecciones!".
Dos horas y media más tarde, como consta en la
fecha y hora de algunos de los e-mail que se difunden, comienza a propagarse la
idea de que el Gobierno miente y de que hay que ir a pedir cuentas a las sedes
del PP. Pero sobre el terreno, no sólo están los investigadores españoles.
El enfado israelí
Agentes de muchos servicios secretos occidentales
se mueven con rapidez e intercambian informaciones. Los estadounidenses están
muy enfadados. A través del Departamento de Estado han solicitado, hasta en
ocho ocasiones y de una manera formal, que se acepte a agentes del FBI en las
tareas de investigación. Son rechazados sistemáticamente. Lo peor es que
Washington ha advertido en los últimos meses a España de la necesidad de
reforzar las medidas de seguridad ante la eventualidad de un gran atentado en
Europa. En Gran Bretaña, en Alemania, en Francia, en Italia se toman medidas
excepcionales. Se suprimen vuelos y se hace ostensible la presencia de militares
en aeropuertos y estaciones. En España no sucede nada de eso.
En la embajada de Israel, hubo una actividad frenética
durante el 11-M. Su enfado era más profundo que el de los americanos. Desde hacía
exactamente un año habían informado a las autoridades competentes en materia
de seguridad españolas de que integristas islamistas preparaban en Madrid un
gran atentado. No son informes difusos sobre una amenaza inconcreta. Al menos en
10 ocasiones, agentes de la seguridad israelí se lo han hecho saber a sus homólogos
españoles.
En los últimos encuentros aumenta la tensión.
Jerusalén cree saber que los terroristas, que están sobre el terreno hace
tiempo, tienen ya el material suficiente para una gran masacre. Está todo listo
y sólo falta la orden de llevarla a cabo. Creen que será contra la comunidad
judía en España.
Los agentes israelíes sienten un profundo
malestar por la nula capacidad receptiva de sus interlocutores. La última
advertencia seria se la hacen exactamente tres semanas antes de los atentados
del 11-M. La actitud de indiferencia por la información aportada que detectan
en sus interlocutores les hace sentirse tan incómodos que sugieren a sus
superiores que lo más conveniente sería no insistir para no enturbiar las
relaciones entre ambos grupos.
Los españoles sólo se tomarán en serio la
advertencia a toro pasado, cuando descubren entre los papeles rescatados del
piso de Leganés donde murieron siete terroristas planos y datos concretos para
realizar un gran atentado durante una concentración en el cementerio judío de
Hoyo de Manzanares.
A pesar de todas las consideraciones anteriores,
los atentados de Madrid pillan a los israelíes por sorpresa. Los primeros
detenidos no pertenecen a las células que ellos están siguiendo. Pero lo que más
les llama la atención es el hecho de que los investigadores españoles no
acepten su ayuda.
En Israel se encuentran los mejores especialistas
en medicina forense relacionados con terroristas suicidas. Tienen una enorme
experiencia en casos similares a los atentados del 11-M, no en vano han tenido
que sufrir 1.000 muertos en atentados parecidos en los últimos cuatro años.
Por eso son capaces de saber rápidamente si en los atentados han intervenido
kamikazes. Tras las explosiones de Madrid pretenden volar desde Tel Aviv varios
de estos especialistas para colaborar en la investigación.
Falsos 'kamikazes
Pero la policía española, que ya ha rechazado a
los estadounidenses, rechaza también a los israelíes. Y eso, a pesar de
algunos rumores del primer día en los que se difunde la noticia de que puede
haber restos de kamikazes entre las víctimas. En realidad se trata de una
simple confusión, para algunos intencionada.
En Ifema recogen y separan los restos de las víctimas.
Las bolsas de plástico contienen signos de colores para organizar mejor la
identificación. Hay tres bolsas aparte con restos que nadie es capaz de
atribuir a una persona concreta. Hay incluso trozos de cuerpos de gente que está
con vida en los hospitales. Esas tres bolsas dan lugar a los rumores difundidos
por medios de comunicación y que luego quedarían desmentidos. El propio
Zapatero hace llamadas en las que afirma que ya han encontrado restos de
kamikazes y que el Gobierno lo oculta.
Días más tarde y ya con la investigación
avanzada, los especialistas israelíes no comprenden como el CNI y el resto de
los Cuerpos de Seguridad españoles no fueron capaces de detectar ningún signo
de que algo iba a suceder relacionado con los círculos islamistas y sin
embargo, en un tiempo récord, han sido capaces de desentrañar la trama y
detener a los autores. Tampoco consideran verosímil el hecho de que
instigadores, organizadores, proveedores de material y ejecutores sean un mismo
grupo, mezclado entre sí, que dejan pistas comunes como los números apuntados
en las agendas y las llamadas cruzadas de los móviles. Nunca ha sucedido algo
así.
Los terroristas islamistas forman células herméticas,
perfectamente impermeables. Los ejecutores no tienen nada que ver con los que
organizan la logística, los que proveen el material, los que lo financian, los
que determinan los objetivos o los que idean los atentados. En el caso de Madrid
se rompe el modus operandi. Además, saben por propia experiencia que nunca
utilizan delincuentes comunes, ni personas que ya estén marcadas o fichadas por
la policía y menos a confidentes policiales. Tampoco se fían jamás de la
ayuda que puedan proporcionar personas que no pertenecen a la comunidad islámica.
La investigación avanza tan rápida que
inmediatamente aparece el proveedor de los explosivos. Dicen que han
llegado a él a través de los envoltorios de los cartuchos de dinamita
encontrados en la mochila desactivada. Pero eso, según los técnicos es
materialmente imposible.
De hecho, en torno al ex minero, José Emilio Suárez
Trashorras, de 27 años con baja laboral permanente, se hacen un sin número de
afirmaciones que se difunden a bombo y platillo. Se dice que tiene ascendencia
marroquí, antecedentes penales, y que se puso en contacto en la cárcel con
presos marroquíes. También que es traficante de armas y que se vio en un bar
de Avilés con los participantes en los atentados de Madrid. Una publicación se
recrea con la escena en la que José Emilio lleva una noche hasta una pequeña
explotación minera a los terroristas, les abre las puertas y les dice
"llevaos lo que queráis". Ninguna de las afirmaciones mencionadas es
cierta.
Ex minero fantasma
José Emilio no es de ascendencia marroquí, ni
tiene antecedentes penales, ni ha estado en la cárcel en contacto con presos
marroquíes. Sus vecinos y ex compañeros de trabajo lo definen como un joven
perturbado mentalmente, un simple "tonto de baba". Sólo tiene
antecedentes por trapicheo de droga y la sospecha de que traficaba con dinamita,
algo que nunca se le ha podido probar. En junio de 2001, y dentro de una operación
antidroga denominada Pipol, fue detenido junto a su cuñado, un vendedor de
coches usados. En un garaje de la calle Eloy Fernández de Avilés encontraron,
dentro de un vehículo, una cantidad importante de hachís, 100 detonadores y 16
cartuchos de dinamita Goma 2 Eco, de 125 gramos cada uno. El juicio por estos
hechos aún no ha salido. Nadie ha podido demostrar la implicación del ex
minero. Lo más que ha reconocido éste tras su detención actual, es haber
proporcionado a unos marroquíes detonadores, algunos de ellos con bastante
antigüedad. Luego implica a su cuñado, Antonio Toro, que está harto de
sacarle de apuros, pero éste queda en libertad después de un interrogatorio.
El dueño del bar de Avilés donde dicen que se ha reunido con los terroristas
afirma que jamás le ha visto en su vida.
Lo que realmente es cierto es que José Emilio
padece un trastorno esquizoide depresivo, tiene problemas psiquiátricos y por
eso la empresa en la que trabajaba, Caolines de Merilés SL, una mina de caolín
en el concejo de Tineo, no le renovó el contrato, el 31 de octubre de 2002.
Los investigadores descartan algo que se dio por
cierto. La furgoneta Renault Kangoo blanca no pudo transportar los explosivos
desde Avilés hasta Madrid. Sólo había recorrido 200 kilómetros desde que la
robaron hasta que la encontraron en la mañana de los atentados.
Entonces, ¿qué es lo que relaciona a José
Emilio con la dinamita de los atentados? Solamente dos cartuchos de dinamita
Goma 2 Eco, de 125 gramos, encontrados en la mochila que fue hallada en la
comisaría de Vallecas con el teléfono móvil que dio las pistas de los autores
de la masacre del 11-M. Sin embargo, en las fotografías oficiales del contenido
de la bolsa azul, distribuidas a diversas policías extranjeras y difundidas por
la cadena estadounidense de televisión ABC, no figura ningún tipo de cartucho.
Un veterano policía, conocedor del mundo del
hampa, ha comentado a este periódico: «El mundo de los choros [los pequeños
delincuentes] no se mueve como dicen que lo ha hecho José Emilio. No dudo de
que pueda ser capaz de vender dinamita por una cantidad razonable de droga o de
dinero. Se acababa de casar y podría necesitar más dinero. Pero lo primero que
habría hecho tras venderles el material habría sido acudir al policía con el
que tuviera más confianza para contárselo. El sabe que esa información es oro
y que le van a deber así un gran favor. Ese tipo de personas no tiene cuajo
suficiente para callarse sin saber qué van a hacer con ese material. Las cosas
no funcionan así».
Una de las falsedades más flagrantes que se
han difundido en torno a la investigación es la aparición de una prueba
material para certificar la autoría de los atentados por parte de Zougam.Se
publicó, con gran alarde tipográfico, que la policía había encontrado en el
locutorio de la calle Tribulete de Madrid, donde trabajaba Zougam, un trocito de
plástico que faltaba en la carcasa del teléfono hallado en la bolsa que
encontraron en la comisaría de Vallecas con la bomba que no llegó a explotar.
El juez reconoció que no había podido preguntar al detenido por el tema ya que
ese detalle no figuraba en las diligencias policiales.
Es un milagro haber encontrado un trocito del plástico
que presuntamente faltaba en la carcasa, algo tan increíble como el pasaporte
de Mohamed Atta que se encontró intacto, cerca de las ruinas de las Torres
Gemelas, tras el atentado de Nueva York el 11-S a pesar de que su propietario
había teóricamente estallado en una bola de fuego al estrellarse el avión que
conducía 80 pisos más arriba. Pero hay que añadir otro detalle significativo.
El teléfono encontrado en la bolsa era un
Motorola modelo Triumph según la mayor parte de las informaciones difundidas.
Se especificó que ese Motorola se había comprado en una tienda de Alcorcón.
Algunos
comentaristas llegaron a señalar que existía miedo entre muchos consumidores
que también poseían un modelo de uso tan corriente como ése. Pues bien,
pueden tranquilizarse ya que el modelo de teléfono que estaba en la bolsa, como
puede apreciarse en las fotografías difundidas por la cadena televisiva ABC
corresponde a un Mitsubishi modelo Trium (sin ph final) 110.
Zougam estaba marcado
En torno a la figura del hasta ahora autor
material de la masacre, Jamal Zougam, se han difundido también muchas fantasías.
Todos los que le conocen aseguran que era un musulmán nada fanático y que iba
a la mezquita lo justo para mostrarse en sus rezos poco ortodoxos.
Nunca había ocultado sus actividades de
trapisondista. Pertenecía al hampa de esos pequeños delincuentes que se
mueven como pez en el agua por el barrio de Lavapiés. Sabía perfectamente que
era observado regularmente por la Policía desde que su domicilio fue
inspeccionado. Era consciente de que su locutorio estaba intervenido -como es el
caso de muchos de los locutorios de Madrid-.Estaba marcado con varias cruces en
todas las fichas policiales de numerosos países. Era la persona menos adecuada,
por tanto, para que un grupo terrorista le invitara a participar en una operación
secreta de tanta envergadura. La mayor parte de los moros que pululan en los
ambientes de la pequeña delincuencia en Madrid son confidentes de la policía
y/o del servicio secreto marroquí -con una enorme capacidad en España-.
No es nada difícil encontrar personas de su
entorno que quieran hablar de él. Bastará con dos ejemplos. Una señora de la
limpieza, marroquí, asegura conocerlo mucho: «A mí, como a mucha gente, me
ofreció una tarjeta para el teléfono móvil con la que podía llamar gratis a
Marruecos durante dos años seguidos sin pagar nada. Claro que, la tarjeta me
costaba 30.000 pesetas. Era un chollo pero me dio miedo que pudiera meterme en
un lío. No quiero ni pensar la de gente que habrá usado tarjetas de Zougam y
que ahora estarán pendientes de si los meten en la investigación de los
atentados».
El segundo testimonio es más sorprendente. Se
trata de un joven senegalés fácilmente identificable porque tiene un defecto
en un ojo. Vive en Lavapiés y asegura que ha trabajado para una multinacional
estadounidense. Es informático y hace algunas chapuzas en la tienda de Zougam.
Por eso está muy asustado ya que una de sus «habilidades» es la manipulación
de tarjetas de móviles: «Yo me libré de milagro. Trabajaba en el locutorio de
Zougam. El día en que fueron a detenerle yo estaba librando. Si no, estoy
convencido de que me hubieran detenido con él». Compraban gran cantidad de
tarjetas. En todos los locutorios de Madrid de ese tipo se trafica con tarjetas
clonadas. Es algo sabido y «casi» permitido. «Lo más extraño», asegura el
senegalés, es que la policía no se haya puesto en contacto conmigo. No
comprendo como siendo Zougam una pieza tan aparentemente clave en la investigación
ni siquiera han hablado con todos los que trabajábamos allí.¿Acaso no les
interesa los testimonios que podamos aportar?».
Zougam no se comporta, tras el 11-M, con lógica.
Seis días antes del atentado deja su pista en una llamada telefónica a Abu
Dahdah, el presunto jefe de la célula española de Al Qaeda implicado en el
sumario del juez Garzón sobre el 11-S. Es como encender un letrero luminoso.
Terremoto en el CNI
Después de los atentados, sabe por las
informaciones de la radio que han encontrado una mochila con una de las bombas
del tren sin explotar y que hay un móvil con una tarjeta, la que presuntamente
vendió él. No le entra el pánico. Sigue su vida normal y espera a que,
inevitablemente, vengan a por él. No es lógico para alguien que teóricamente
está metido en una célula integrista que pretende seguir atentando en Madrid y
que por tanto, aunque sólo fuera por razones operativas, no puede permitirse el
lujo de dejarse pillar.
En el CNI las cosas no están para bromas. Tras
el 11-M se pasaron unas cuantas horas llorando y lamentándose por no haber sido
capaces de impedir los atentados. Luego llegó el momento de las
responsabilidades. Hay que tener en cuenta que Jorge Dezcallar, el máximo
responsable del Centro, fue director general, en Exteriores, con competencias en
la zona del Magreb. Fue también embajador en Marruecos.
Para colmo, la segunda en el mando dentro del CNI,
la secretaria general, es una mujer, María Dolores Vilanova, que ocupó en el
Centro, en la época de Manglano el cargo de responsable de contrainteligencia
de los países del Magreb. Dicho de una manera más sencilla, es la persona que
mejor conoce el mundo del hampa y de los posibles agentes marroquíes
infiltrados en España. La autoría de los chorizos marroquíes equivale a que
un niño de primaria hubiera metido un gol a Casillas desde 50 metros y en una
portería de pocos centímetros.
En el CNI no se disimuló el alivio por la pérdida
del poder del PP. Participaban del enfado de los militares con el ex ministro de
Defensa Federico Trillo, a quien, en privado, y a veces en público,
despreciaban.
El CNI reunió informes según los cuales amplios
grupos de militares y sus familias, en zonas tradicionalmente de derechas, se
habían pasado la consigna de abstenerse en las elecciones.
En los pasillos del Ministerio de Defensa no hubo
ningún tipo de disimulo. Había gente que se abrazaba el lunes 16 en los
pasillos al comentar la victoria de Zapatero en las urnas. En el Centro se tiene
grabado a fuego como una de las grandes cacicadas de Trillo la bronca
destemplada que tuvo que encajar un agregado de Defensa destacado en Afganistán
ante las exigencias del ministro de que montara rápidamente, y sólo para él,
una capilla para asistir a misa.
La gota que ha colmado el vaso ha sido la
desclasificación que hizo el Gobierno de Aznar de documentos del CNI en los que
se orientaba la autoría del atentado hacia ETA. Es verdad que en amplios
ambientes del Centro las sospechas se dirigieron durante las primeras 40 horas
hacia ETA. Se recogieron el 11-M informes que procedían de las cárceles en las
que presas vascas habían celebrado con júbilo los atentados. Hubo incluso
incidentes violentos por la indignación que eso produjo entre presas comunes.
También se tenía constancia de que en reuniones del entorno abertzale la gente
se había dividido claramente en dos sectores. Al primero, le parecía una
barbaridad lo sucedido, y el segundo lo justificaba y anunciaba que ese era el
camino y que había que golpear más fuerte hasta que «se enteraran».
Agentes del CNI se quejaron, en las primeras
horas después de los atentados, del hermetismo de los investigadores de la
policía. Les llegaban las informaciones tarde. Reconocen que miembros del
PSOE tenían una información mucho más puntual que ellos. Lo que no aceptan es
que no hubieran advertido al Gobierno del peligro islamista.
Las labores de vigilancia tienen que ser
aleatorias. Es materialmente imposible controlar a los 300 principales
sospechosos de estar relacionados con células integristas. Así que se elige a
unos cuantos y se va rotando la vigilancia. Zougam y el resto de los detenidos
estaban dentro de ese operativo. Los móviles son un buen punto de partida pero
los cambian con enorme facilidad: «En ocasiones conseguimos una orden del juez
para intervenir un teléfono y cuando nos ponemos a ello el vigilado ya ha
cambiado de teléfono». Se ha seguido a los sospechosos en el extranjero. Son
vigilancias caras en material y en hombres. De pronto, gente que vive muy
sobriamente en España, se desplaza sin problemas de billetes de avión y
comienzan a manejar dinero en abundancia. La mayor parte proviene de donativos
que se canalizan a través de organizaciones de caridad promovidas por Arabia
Saudí. ¿Cuanto tiempo puede durar una vigilancia de este tipo si el observado
no comete ningún acto delictivo durante años? «Al final lo que la gente ve es
la delincuencia en la calle. eso es lo que preocupa y por eso es lógico que los
políticos dediquen más medios a combatir ese tipo de cosas que tienen un
resultado práctico mucho mayor para los votantes».
La pista falsa iraquí
No es cierto que se despreciaran pistas como
la iraquí. Por ejemplo, se ha hablado
mucho de un coronel iraquí que viajó hasta España antes de los atentados. Lo
que no se ha comentado es que el CNI tomó buena nota de la información que le
pasó el servicio secreto italiano sobre el tema. De hecho existe un documento
de dos folios en el que se detalla el asunto. Tiene fecha del 11 de febrero,
justo un mes antes de los atentados. En el texto se avisa sobre un rumor de que
el ex coronel de Sadam Husein, Walid Salem Omar tenía prevista su llegada a
España el 6 de febrero de 2004 dispuesto a cometer atentados. Su empresa, Ibn
Fernas, está englobada en el grupo Hispano Arabe SA que tiene su sede social en
el Paseo de la Habana de Madrid. El documento especifica que Walid se había
detenido en Siria donde había sacado una gran cantidad de dinero en metálico
de un banco de Damasco. Siempre según el escrito, viajaría con ese dinero y
habría hecho una escala técnica en Marruecos, concretamente en Agadir. El CNI
siguió por supuesto esta pista, como otras muchas que llegan procedentes de
servicios de información extranjeros, sin que se obtuviera ningún resultado
positivo.
El comportamiento atípico y fuera de toda lógica
de los marroquíes acusados de los atentados lleva a situaciones
incomprensibles. Por ejemplo El Tunecino, Sharhane Ben Abdelmajid Fakhet, vive
tranquilamente en un piso alquilado sin dar ruido. Pero unos días antes del
11-M, abandona la casa y llama la atención hasta el punto de que Rafael, el
casero, se presenta a la policía para denunciar que se ha marchado sin pagar.
Otro letrero luminoso en el camino.
El colmo de los despropósitos se refleja en que
los investigadores no tienen el menor interés en revisar el piso a pesar de
que, según el dueño, está lleno de papeles, cintas de audio, etcétera.A la
policía no parecen interesarle las pertenencias de quien se presenta ante la
opinión pública como el cerebro inductor.
Barbacoa terrorista
Lo mismo sucede con los habitantes de la casa de Morata
de Tajuña, en el kilómetro 14 de la carretera 313, cerca de Madrid. Los
investigadores dicen que han llegado hasta allí a través de una laboriosa búsqueda
triangulando las llamadas de los teléfonos móviles. Pero la policía conocía
la existencia de esa casa y la había vigilado en varias ocasiones.
Las huellas de los sospechosos están
naturalmente dentro, ya que eran ellos quienes la habitaban ocasionalmente de
una forma abierta y con una buena relación con los vecinos. Son éstos los que
ven a muchos de los que luego morirían en Leganés haciendo -¡dos semanas
después de los atentados del 11-M!- una barbacoa con niños y parientes
incluidos. A uno de los implicados, Jamal Ahmidan al que apodaban El Chino los
vecinos lo conocen bien porque les ha prestado en ocasiones su moto. No era un
islamista radical sino un delincuente de poca monta como el resto de la
cuadrilla. Era un viejo conocido de la policía marroquí. Lo habían condenado
a cuatro años de cárcel en Marruecos por un asesinato relacionado con el tráfico
de drogas y había cumplido dos años y medio de condena. Su ficha aparece en
todos los servicios policiales europeos por sus raterías. La policía marroquí
pasó a la española todo lo que tenían sobre él hacía tiempo. Si hubiera
estado involucrado siquiera mínimamente con los radicales extremistas hubiera
sido uno de los 1.600 procesados en el macrojuicio de Marruecos de 2003 por los
atentados de Casablanca y por el que se detuvieron, con los ortodoxos métodos
de nuestros vecinos, a 6.000 personas.
Se le ha presentado como un integrista radical,
pero los vecinos de Morata de Tajuña explican que se le veía en compañía de
dos jóvenes muy guapas, con un piercing, pantalones de cuero ajustados y
camisetas que dejaban la tripa al aire.
Existe constancia de que la casa estaba
vigilada mucho antes de que la policía la "descubriera". No hay más
que comprobar la denuncia que presentaron varios vecinos, primero ante el 091 y
más tarde ante el 062 de la Guardia Civil, días antes del 11-M, el 7 domingo a
las 10.50 de la mañana -según consta en una cinta grabada- por considerar que
los habitantes de aquella casa les infundían sospechas en relación con
trapicheo de drogas y mercancía robada.
La Guardia Civil alegó después del 11-M, que no
querían seguir esa vía de investigación para no interferir con la labor de la
policía, que era quien llevaba todo el caso de los atentados. La realidad es que
la proverbial rivalidad entre distintos cuerpos policiales ha llegado a uno de
sus puntos culminantes a raíz de los atentados del 11-M. La Policía no ha
permitido el menor resquicio a los investigadores de la Guardia Civil.
No tenemos nada
El día anterior al descubrimiento teórico del
piso de Leganés, una funcionaria involucrada directamente en la investigación
reconoció a un compañero de Información: "La verdad es que tenemos muy
poco. De lo del ex minero no sale gran cosa. No sabemos la procedencia de la
dinamita. Todo está cogido con alfileres. No hay pruebas materiales, sólo
nombres en agendas y llamadas telefónicas entre unos y otros. Lo más sólido
son los testimonios espontáneos de varios testigos que aseguran haber visto a
varios de los acusados en los trenes, aquella mañana". El problema es que
después de que sus fotos se publicaran en todos los periódicos la gente ha
podido reconocer esos rostros inducidos por lo publicado y no porque los
recordaran realmente. Después de una situación anímica como la que
tuvieron que soportar en los atentados, los supervivientes no son muy fiables,
según los psicólogos. Y menos cuando hay que distinguir entre ciudadanos
marroquíes que para muchos son fácilmente confundibles. Hasta la fecha,
ninguno de los detenidos ha reconocido la participación en los atentados.
El sábado 3 de abril, las esperanzas de los
investigadores estaban centradas en nuevos rostros. Se habían repartido
retratos a los medios de comunicación de los cerebros, inductores o
dinamizadores de los atentados. Y aquí llegamos al capítulo de Leganés, el más
incoherente de toda la historia. En la tarde de ese día, según comentaron más
tarde fuentes policiales, se localiza a través de las llamadas de teléfonos móviles
un piso en Leganés en el que puede haber terroristas implicados en el 11-M. No
es cierto. Habían sido ya localizados días antes a través de fotografías que
enseñan a los comerciantes de la zona. Es así como saben que el llamado El
Tunecino y El Chino pueden estar residiendo en el número 40 de la Avenida
Carmen Martín Gaite. Sin explicación posible y después de este hallazgo, la
policía da a los medios las imágenes de los hombres que pertenecen a ese grupo
para que se publiquen. La gente se familiariza con sus rostros. Los terroristas
no deben de comprar periódicos ni ver informativos de televisión, ya que no se
dan por enterados.
Según los investigadores siguen con su macabra
actividad hasta el punto de que se acercan a la vía del AVE en la provincia de
Toledo y colocan una mochila con explosivos «pero sin iniciador» con una mecha
de más de 130 metros. Aterrorizan así de nuevo al país. La bomba, según las
autoridades, está colocada entre las 10 y las 12 del mediodía. El hecho cierto
es que azafatas del AVE que hicieron el turno del tren Madrid-Sevilla a las 7.00
horas ven una inusitada actividad de la Guardia Civil en las vías a lo largo
del trayecto. Miembros de la Benemérita entran en los vagones de ese tren después
de su llegada a Sevilla, a las 9.50 hora para revisar todos los rincones,
incluidos los contenedores de desperdicios.
La farsa de Leganés
Tan sólo 24 horas más tarde, la investigación
tomará un giro sorprendente. A primera hora de ese sábado, algunos
concretan la hora en las 7.00 hora de la mañana, el grupo de los geos recibe la
orden por la que deben estar preparados para una operación importante. Así se
lo comunica el Gobierno en funciones, esa misma mañana, a altos cargos del
Partido Socialista.
La versión posterior contará que varios de los
terroristas consiguen romper el cerco policial en torno a la casa de Leganés y
llegan por la tarde hasta el piso del número 40. Lo lógico, cuando los
terroristas aún no se habían dado cuenta de que se estrechaba el cerco, era
haberlos capturado, uno a uno y con total discreción cuando salieran o entraran
en la vivienda. Por el contrario, se extiende la versión de que uno de los
acusados baja la basura, se percata de la presencia policial y avisa -primero se
dice que por el móvil, después que a gritos- de lo que estaba en marcha.
Al menos una decena de agentes de paisano -según
el testimonio directo de los vecinos- ocupan posiciones en la parte interior
ajardinada de la casa, donde está la piscina, de una forma nada discreta. «Mamá,
¿los que llevan pistolas son malos?», comenta a sus padres un niño de la
urbanización. Y comienza un tiroteo sin que intervenga todavía la dotación de
geos.
La llegada de éstos cambia las cosas. Son
profesionales altamente cualificados y con una gran experiencia en el asalto de
lugares donde hay gente armada y peligrosa. Pero incomprensiblemente -como ha
denunciado públicamente uno de los propios geos que intervienen- no se cumplen
ninguna de las reglas del protocolo de actuación. No se espera a que llegue el
negociador, un psicólogo cualificado para dialogar con delincuentes peligrosos.
No hay intérprete. No se aguarda a la hora de la madrugada en el que el cerebro
de los terroristas está más debilitado. No se intenta pactar la entrega. Ni
siquiera se sabe el número de los ocupantes. Simplemente, y desoyendo la opinión
de los propios responsables de los geos, se ordena el asalto, a pesar de que es
vital cogerlos vivos para conocer la verdad de lo ocurrido el 11-M.
Todo vuela por los aires al comenzar el asalto.
Muere un geo y los cuerpos de los terroristas quedan esparcidos en un área de más
de 60 metros. El ministro Acebes dice en su primera comparecencia, tras lo
sucedido, que son cuatro los terroristas que se han inmolado. También explica
que guardaban en un armario dos mochilas con explosivos preparadas para hacer
explosión, similares a la encontrada en la vía de tren. Más tarde se hablará
de grandes fajos de dinero en euros, perfectamente organizados. Las imágenes
del día siguiente demostrarán que del piso sólo quedan los pilares limpios.
Aumenta a siete la cuenta de los islamistas muertos. Se trata del núcleo del
comando, de los movilizadores y de al menos una buena parte de los autores
materiales del 11-M.
El relato posterior de los hechos se adorna
con historias sobre cuerpos desnudos purificados por cortinas blancas en forma
de sudario, cánticos en círculo y conversaciones telefónicas. La madre de El
Chino lo corrobora desde su domicilio en Tetuán."Mi hijo se despidió de mí
diciendo que iba al lugar que le estaba reservado. Luego escuché una gran
explosión y poco después se corto la línea". No se puede saber lo que
escuchó esa madre atribulada, pero desde luego no pudo ser la explosión. La
dinamita tiene una fuerza explosiva de salida de más de 8.000 metros por
segundo. Si el teléfono de su hijo estaba a menos de dos metros de la carga
explosiva se volatilizó mucho antes de que pudiera transmitir el sonido de la
bomba que ha enterrado definitivamente la esperanza de conocer toda la verdad
del 11-M.
Texto integro extraído de: http://www.elmundo.es/elmundo/2004/04/19/enespecial/1082356558.html