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En el mes de Julio del año 1966, Hideo Tsuchiya y el escritor Dalmiro Sáenz iniciaron y publicaron una serie de artículos en el número 1 de la desaparecida revista ADAN. Allí, en unas pocas notas se vertirían conceptos, que luego de más de tres décadas, aún siguen siendo vigentes; señal inequívoca de su valor, sus contenidos, la profundidad y seriedad de sus reflexiones. Ahora hemos decidido rescatarlas y colocarlas de nuevo a la luz, para que todos Uds., lectores del Budoka, puedan acceder a esta rara perla perdida y encontrada de nuevo. Se ha tratado de respetar la presentación e ilustración original, así como también la totalidad del cuerpo del texto en sí. Que lo disfruten.
En cierto sentido, aunque no enteramente, Karate es el hombre, y pido perdón por empezar este curso con algunas referencias relativas a mi humilde persona. Mis estudios en la facultad abarcaron desde 1951 hasta 1955. Japón vivía en ese entonces momentos muy particulares, de gran inestabilidad espiritual. Se estaban desechando viejos moldes y entraban nuevas ideas que eran continuamente discutidas. Las teorías más aceptadas por el estudiantado de aquel entonces eran las que correspondían al existencialismo francés. Lo más leído: Camus, Sartre, Beauvoir, Malraux y, entre los autores americanos, Hemingway, Miller, Saroyan. Nosotros leíamos mucho, desordenadamente, toda esta literatura y los decadentes libros japoneses que aparecían por aquel entonces. Buscábamos en ellos una salida, un nuevo Dios que ya no encontrábamos sobre la tierra quemada: algunos lo encontraron en el Marxismo, otros en la Decadencia, otros, nuevamente en el Cristianismo. En cuanto a mí, todos estaban fuera de mí: en ese momento no existía sino Yo. Como materia gimnástica (indispensable en la facultad) elegí Judo y estudié con el famoso maestro de Aikido, profesor Tomiki. Después de un año con él, entré en el Kodokan y allí estuve tres años. Había comenzado a estudiar judo pero ya tenía bastante interés en Karate y practicaba solo, con un amigo que sabía algo. Estuve bastante tiempo haciendo Karate sin profesor: esto, por un lado significó un atraso, pero, por el otro me dio la costumbre de pensar en mis técnicas y crear, así, una base para el futuro estudio. Después tomé profesores y comencé a realizar mi ideal en la práctica. En mi cabeza se entremezclaban ideas nuevas y viejas sin ninguna contradicción. Creo que esa era una tendencia general en aquella época, cuando se aceptaban por igual la Biblia y el Marxismo. En Karate, el alumno se enfrenta también con cosas que parecen en un primer momento irreconciliablemente contradictorias. Luego, una parte de esa contradicción desaparece y se soluciona, pero de esta solución nace una nueva contradicción. La única manera de superar este dolor es practicar aguantando, sufriendo, buscando en la contradicción alguna verdad. Si hay alguna solución, no está en Karate sino dentro de uno mismo: Karate no es una solución para la vida, es una manera de vivir y de pensar cuando uno se encuentra con algo grave. Pero no es sólo eso. *** La tabla de madera de una pulgada acaba de ser partida por el puño del maestro, y el alumno le ha preguntado: El alumno, después de oir estas palabras, se retira; al llegar al borde del Doyo se da vuelta y, con los pies juntos y los brazos pegados a sus costados, inclina ligeramente el tronco. Tal vez todavía ignora que en este movimiento llamado Lei (1) (el Karate empieza con Lei y termina con Lei) están condensadas las dos ideas básicas de respeto al prójimo y de humildad para con uno mismo, respeto al prójimo prque éste es merecedor de él, no sólo por lo que puede o no valer, sino, en primer lugar, porque es un ser humano. Este reconocimiento de que nuestra dignidad no está por encima de la de nadie, lo que se traduce en un comportamiento ordenado e inquebrantable, pero también en la capacidad de reconocer nuestros propios errores y limitaciones. Por lo que Lei significa de conducta disciplinada con respecto a los demás, a la sociedad, a nosotros mismos, es que los veteranos dicen que "Lei es preparación", preparación para hacer frente a una situación dada de manera adecuada y dentro del molde ético de Karate. Esto no debe entenderse exclusivamente como "capacidad de contestar un ataque", sino con una amplitud mucho mayor: es la capacidad de actuar en forma que no llegue a plantearse la necesidad de recurrrir a la violencia. Confucio dijo: "Fuera de casa, tratar con cualquier persona como si fuese un huésped muy importante". Originalmente, Karate era un sistema de combate mortal. Con el tiempo muchos veteranos le fueron introduciendo una faz ética; Karate no es ya una pura demostración de violencia y lucha. Lei ya no es, entonces, un simple saludo formal, sino una ceremonica que encierra, en su sentido, todo el espíritu fundamental de Karate-Do. Con Lei se inicia y se cierra toda práctica, así como Lei inicia y cierra, también la práctica de judo y la de cualqueir otra de las artes marciales. *** *** Un antiguo proverbio japonés dice: "Un ratón muerde a un gato". Así, también, gente que no sabe Karate, boxeo, lucha, judo, en caso de verdadero peligro puede llegar a salvar la vida recurriendo a fuerzas que él mismo ignora poseer. Se dice en Karate: "Considere las manos y pies de los otros como cuchillos". Por eso el practicante de Karate debe ser prudente frente al peligro ya concretado y, antes que eso, evitar hasta donde sea posible todo motivo de fricción. Esto nos lleva a la necesidad de mantener una norma de modestia y corrección en todas las actitudes de la vida cotidiana, en el hablar, el comer, el beber, el caminar. El gran maestro Itosu dijo: "Karate no es para usar en nuestro propio beneficio, sino en defensa de un ideal de justicia; no es para usar contra un solo enemigo sino contra muchos. Aún frente a una provocación es necesario evitar la violencia mientras ello sea posible; nunca golpee innecesariamente con su puño o con su pié, pues no hay que olvidar que el golpe puede ser tan mortífero para el adversario como un golpe de cuchillo. Espere que el adversario reflexione y desista pero, en última instancia, el arma de que disponemos debe salir cortando; mientras tanto, hay que tolerar tanto como podamos: lo que puede tolerar uno pueden tolerarlo todos, y el practicante de Karate debe tolerar aún más". Esta manera de pensar es reflejo del espíritu de "Do", concepto y piedra angular de la teoría de Karate. Por eso, antes de enseñarles a golpear y a mutilar al adversario, debo enseñarles a mutilar las propias tendencias agresivas, el propio demonio asesino. Sin una previa depuración del alma es imposible convertir las propias extremidades en armas mortales. Si nuestros cuerpos y nuestras mentes no hubieran sido limpiados por el dolor, al lastimar al adversario sólo conseguiríamos lastimarnos; al quebrar sus huesos, quebrantarnos; al darle muerte, matar en él lo mejor de nosotros mismos.
(1) Lei : Rei, el saludo tradicional de artes marciales, transcripto en otra fonética. N.de R. |