CATÁLOGO

  Apretaba el embrague y dejaba que la camioneta se deslizara por inercia, sin ruidos, me ubicaba lo más próximo al cordón contrario, lanzaba un puñado de achuras al medio de la calle, y me alejaba espiando por el retrovisor.  Daba vuelta a la manzana, aceleraba en la última cuadra y antes de doblar en la esquina, desembragaba. Cuando ya era inevitable el escape, del devorador, del hambriento, embragaba y aceleraba a fondo.  Los huesos se quebraban bajo la camioneta, como una bola de alaridos lacerados, un bolo alimenticio deslizándose hacia el estómago.

Se dividían en tres tipos:

a) Los que corrían hacia adelante.

b) Los que corrían hacia uno de los lados.

c) Los que se quedaban tiesos.

  Los del tipo a) revivían una cacería; los del tipo b) generalmente eran despedidos por la rueda delantera, hacia la acera, pero rara vez sobrevivían; los del tipo c), encandilados, se podían centrar y disfrutar de antemano, por regla general éste tipo se daba por las noches.  Pero ésa noche fue distinta, tiré las achuras, di vuelta la manzana, embragué, desembragué, y aceleré sobre una víctima tipo c).  Jadeando, con los maxilares contraídos, apreté el volante hasta que los anillos me cortaron los dedos; era una chica, blanca, sus ojos brillosos me suplicaban.  De pronto esa anciana se arrojó delante de la camioneta, se estiró empujando a la víctima, mis ojos, lamentando lo que no fue, no vieron, por el retrovisor, a la anciana deformada, ensangrentada.

  Los del tipo d), se acostaban delante de la camioneta.
 

     22/4/93