I Seminario de Ciencias Sociales y Humanas del ICCI
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"VÍCTIMAS Y SUS PERCEPCIONES ACERCA DEL DELITO EN LA DELEGACIÓN COYOACÁN, DISTRITO FEDERAL, MÉXICO".

Autores: Henrique Inácio Thomé y María Amparo Hinojosa Mondragón

(Para referencia bibliográfica: THOMÉ, Henrique Inácio y HINOJOSA MONDRAGÓN, María Amparo)

 

Resumen

 

Introducción: se analizan víctimas de delitos, sus percepciones y las informaciones acerca del hecho. Método: aplicación de dos encuestas a 401 viviendas seleccionadas por un muestreo aleatorio, en 40 AGEBs de la Delegación Coyoacán, D.F., en 1999. Resultados: en 38.4% de las viviendas hubo víctimas, con predominio del sexo masculino. El 51.9% de los hechos ocurrieron en la calle y el 25.3% en el transporte colectivo. En el 63.0% de los delitos se utilizaron armas. El 62.0% de las víctimas sintió una combinación de impotencia, miedo y coraje al sufrir el hecho. El 34.0% denunció el delito y para un 73.1%, el principal motivo para no denunciarlo fue la pérdida de tiempo. Discusión: algunos datos encontrados evidencian de que la organización del espacio, puede ser buen indicador de la dinámica de las manifestaciones de la violencia. Sin embargo es necesario continuar investigando, a fin de desarrollar una estrategia metodológica más sensible.

 

Palabras claves: violencia, delitos, victimización

 

Abstract

 

Introduction: the perceptions of crime victims and information on the case are analysed. Method: two question sheets given to 401 households, chosen by a simple random sample, in 40 AGEBS of the Delegación Coyoacán, D.F., in 1999. Results: in 38.4 % of the households offences had occurred, mainly against the male sex. 51.9% of them had been committed in the street, 25.3% in public transport. In 63.0% of the delicts weapons were used. 62.0% of the victims felt a mixture of impotence, fear, and courage in the moment of the attack. 34.0% reported the incident and for 73.1%, the principal motive for not reporting it was the apparent waste of time. Discussion: some of the dates found are evidence that the kind of space can be a reliable indicator of the dynamics of the manifestations of violence. Nevertheless it is necessary to continue researching to be able to make use of a more sensible metodological strategy.

 

Keywords: violence, delicts, victimisation.

 

Este artículo forma parte de la tesis "Situación y percepciones acerca de la violencia: una primera aproximación hacia el problema en la Delegación Coyoacán del Distrito Federal". Maestría en Medicina Social, UAM-X, México, D.F..

Fue presentado con modificaciones en el XII Symposium de Psicología de la Universidad Intercontinental, días 8 y 9 de mayo de 1999 y en la X Semana de la Investigación Científica en la UAM-X, días 27 a 1º de octubre de 1999, México, D.F.. También en el XXII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, ALAS, días 13 a 16 de octubre de 1999, en Concepción, Chile.

 

I. Introducción

 

En la actualidad el resultado de los procesos de neoliberalización de los estados latinoamericanos, unido a la crisis de modernización, es la responsable de la enorme expansión del sector de la población que vive en una frustración permanente, viendo la modernidad como un espejismo sin poder alcanzar nunca sus beneficios. Así, paradójicamente, la sociedad latinoamericana persigue la imagen de la modernidad como el orden racional de la política y del mercado, con el acceso al consumo masivo y la participación política de todos los 'ciudadanos'. Sin embargo al perseguir esa imagen proyectada desde el mundo desarrollado, y sobre todo, desde los medios transnacionales de comunicación, se va hundiendo en el desorden y en la desintegración, y la mayor parte de la población se ve excluida del consumo moderno y alejada de los canales de participación política.

Esta modernidad borra límites, de tal forma que los individuos se encuentran ante una infinidad de posibilidades ideales. El individualismo de la modernidad lleva a un peligro de ruptura del orden social y consecuentemente de la identidad colectiva. Esta identidad sólo puede mantenerse en el interior de una estructura social ordenada, donde las aspiraciones de los individuos estén limitadas por un sistema de valores. Al romperse el orden, los deseos de los individuos ya no encuentran el límite de lo que la sociedad puede brindarles. "La desintegración resulta entonces de esa 'infinidad del deseo' en personalidades que por ello mismo ya no pueden identificarse con el grupo. El individuo percibe y desea una realidad totalmente inalcanzable. En esos casos, el deseo infinito sólo puede ser satisfecho por medio de las drogas o la violencia. El hombre renuncia a un trabajo, a una vida cotidiana que regresa al mundo de lo mediocre, de la sobrevivencia" (Pombo, 1990:121). La familia misma, como institución nuclear del sistema capitalista, parece sufrir un grave proceso de desintegración al revelarse incapaz de satisfacer las necesidades mínimas de sus integrantes: escasez de viviendas, desempleo del padre que se traduce muchas veces en abandono del núcleo familiar, trabajo infantil y expulsión de los jóvenes a la calle (Pombo, 1990).

La realidad se encuentra penetrada y definida por las características socioeconómicas y culturales del grupo social al que pertenecen los individuos. Así, la violencia como fenómeno colectivo es percibido y difundido dentro de la esfera de lo público, a través de la televisión, de la plática cotidiana, se lee en las formas de protección aparecidas en la ciudad, forma parte de la cotidianeidad y se expresa y manifiesta distintamente en cada espacio social. La vida cotidiana es en cierto modo la concreción de las relaciones sociales (García, 1996). Posee una dimensión espacial en donde se asocian elementos de la vida urbana como anonimato, aleatoriedad, heterogeneidad, y densidad poblacional, con la aparición de lo imprevisible transgresor. Hay una mezcla en tanto que contexto (el lugar de la violencia) y tanto que causa (el tamaño de la población y la fragilidad de las relaciones interpersonales como argumento ineludible). De esta manera según Aguilar, podría entenderse la violencia urbana como "la transgresión a las normatividades colectivas de habitar y estar en un espacio común" (Aguilar, 1996: 6). De esta manera, el espacio físico y los criterios organizativos de la vida ciudadana, tienen una enorme importancia en la forma como la población vive. Según Breihl, es posible distinguir en la ciudad espacios homogéneos habitados predominantemente por clases sociales similares, en las que el espacio físico y de servicios establece especiales condiciones de consumo que, en su relación dialéctica con las condiciones de trabajo, determinan el nivel de vida de las mismas (Blanco y Sáenz, 1994).

Hoy la violencia e inseguridad son temas de preocupación y conversación diarias, son percibidas y forman parte de la experiencia cotidiana de los ciudadanos. Según Reguillo, "la violencia urbana ha conformado un imaginario que erosiona el vínculo social y que opera hoy sobre la base de la sospecha en el mejor de los casos y, en el peor, sobre la estigmatización de grupos e individuos" (Guinsberg, 1997:57). Respecto a la inseguridad, ésta es percibida como resultante de múltiples determinaciones en el ámbito social, económico y cultural, tanto objetivos como subjetivos. Para Romero quiere decir, "que lo que se reconoce como la falta de seguridad ciudadana no depende solamente de lo que se supone como condiciones 'reales' de una sociedad, sino que también depende de lo que los individuos y los colectivos piensan, dicen y actúan, respecto de lo que les parece ser la seguridad ciudadana y respecto de lo que consideran como los factores que la determinan" (Romero, s/f:1). De entre los factores subjetivos que permean lo que creen los sujetos sociales sobre condiciones de seguridad, están los mitos colectivos que dan sentido a las prácticas sociales de exclusión y etiquetamiento en el campo de criminalidad, destacándose como parte de ellos, los medios de comunicación que difunden e intentan hacernos creer en esos mitos.

El delito como desviación, depende de la conciencia que lo define como tal, siendo por ello necesario conocer las representaciones sociales del fenómeno criminal, debiéndose ver al delito como una construcción social. Según Romero, desde la perspectiva cultural, se asume a la seguridad subjetiva como el "resultado de los modos como los sujetos sociales representan a las conductas consideradas como delictivas, a los sujetos determinados como delincuentes y las medidas para la prevención del delito" (Romero, s/f:5). De tal forma que, para acercarse al estudio de la seguridad, es necesario conocer más que sus manifestaciones empíricas (datos estadísticos de la conducta considerada como criminal), al conjunto de significaciones que componen el imaginario colectivo de la población, o sea, su manera de percibir el fenómeno de la violencia, la inseguridad y la criminalidad.

Por último, es importante destacar que aunque el miedo no aparece en las estadísticas, opera como un mecanismo social de percepción selectiva de la realidad cotidiana, funcionando como intérprete de señales para mantenerse en permanente estado de alerta. Al respecto, Bernard puntualiza que el miedo al crimen "parece ser un sentimiento polimorfo que puede desarrollarse en diferentes situaciones y que afecta la relación entre los individuos y el mundo social en que viven de diversas maneras" (Saltijeral et al., 1994:102). De este modo, es interesante considerar la nociones de miedo concreto y miedo 'sin forma' revisados por Keane (Saltijeral et al., 1994), en donde el primer reflejaría la reacción emocional negativa que surge ante la posibilidad de ser víctima de actos delictivos específicos (miedo al robo de casa o carro, miedo al asalto con violencia, etc.), y podría ser conceptualizado como 'miedo a la victimización'. El segundo, sería un sentimiento generalizado de vulnerabilidad, que podría ser conceptualizado como 'inseguridad'.

Para la ciudad de México, se reporta que este miedo e inseguridad efectivamente es muy elevado en la población y que está asociado a modificaciones de actitudes tanto de evitación como de protección para intentar disminuir el riesgo de ser víctima. El presente artículo analiza la situación de la violencia urbana en la Delegación Coyoacán del D.F., México. Se plantea hacer una aproximación hacia ésta, a través de las percepciones de los habitantes sobre violencia y a través del estudio de los delitos, las cuales fueron elegidas, por el impacto que ocasionan a las personas, tanto en términos de daño físico como psicológico. Es a través del estudio de ellos que es posible establecer la relación entre violencia y la distribución del espacio urbano. Estos aspectos dan una evidencia concreta sobre los efectos que tiene el entorno social y su traducción en el comportamiento del individuo.

 

II. Metodología

 

El estudio se refiere a la población que habita dentro de la Delegación Coyoacán. Para obtener la información se diseñaran dos cuestionarios: el primero recoge información general acerca de las percepciones sobre la violencia. El segundo recoge datos de las personas que se identificaron como víctimas de algún delito durante los años de 1998 y 1999. Para la aplicación de los instrumentos se tomó como unidad de observación a la vivienda.

Con la finalidad de diferenciar y clasificar la Delegación, la muestra se calcula sobre la base de las 160 611 viviendas censadas por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) de 1995. Se asignó un nivel de significancia de 0.05, resultando un total de 399 viviendas a entrevistar. Para aleatorizar la muestra se utiliza la distribución por Areas Geográficas de Estadística Básica (AGEBs) elaborada por el INEGI. Se toman a 40 de ellas, las cuales representan la tercera parte de las existentes en la delegación (121), excluyéndose solamente el AGEB 121 que corresponde a la Ciudad Universitaria y que no contiene asentamientos humanos. Las 40 AGEBs, se eligen por un muestreo sistemático aleatorio. Posteriormente se dividió la muestra de viviendas entre las AGEBs, asignándose una cuota de 10 viviendas a entrevistar por cada AGEB. De las viviendas seleccionadas se entrevistan a adultos (mayores de 18 años) que habitan permanentemente en ella. Por último, las AGEBs se clasifican según las características físicas del área (soportes materiales y características de las viviendas) en 5 zonas. Las características de diferenciación de las zonas se hizo de la siguiente forma:

 

ZONA I: Residencial - Espacio geográfico en donde hay trazado de calles regular, las viviendas ocupan terrenos de más de 200 metros cuadrados, con límites bien definidos, las viviendas tienen un diseño arquitectónico bien determinado, con acabados de lujo y muy buen mantenimiento. En estas áreas sólo existen casas solas. No hay transporte público que circule por el interior del área, se observa privatización de calles con servicios de seguridad privada en la mayor parte de estos lugares. No hay comercios en las casas.

ZONA II: Residencial Media - Espacio geográfico con trazado de calles regular, las viviendas ocupan terrenos de menos de 200 metros cuadrados, con límites bien definidos. Las viviendas tienen un diseño arquitectónico bien determinado, en general sin acabados de lujo; hay la existencia de algunos edificios pequeños de departamentos, tipo residencial o bien unidades habitacionales de nivel medio. Las casas y edificios tienen buen mantenimiento. Hay circulación de transporte público al interior del área solo por las calles principales. Hay algunas calles cerradas al tránsito por medio de rejas y no hay gran cantidad de calles privatizadas con vigilancia. No hay comercios en las casas.

ZONA III: Proletaria Media - Espacio geográfico con trazado de calles regular, las casas ocupan terrenos de menos de 200 metros cuadrados, con límites bien definidos. La mayoría de las casas tienen construcción regular, con un diseño arquitectónico no bien determinado, predominando las casas de una sola planta; el 60 % o más de las casas no tiene los acabados terminados, algunas de ellas no se terminaron de construir. Regularmente existe dentro del área una zona escolar, mercado y centro deportivo. Existe mucha circulación de transporte público de varias rutas que transita por varias calles del interior del lugar. No hay calles privatizadas, ni calles cerradas con rejas. La mayor parte de los comercios se encuentran en las casas y entre las calles del lugar. Puede haber unidades habitacionales de nivel medio, con regulares a malas condiciones de mantenimiento.

ZONA IV: Proletaria Típica - Espacio geográfico en donde el trazado de calles es irregular, existiendo muchas calles cerradas y callejones, hay calles pavimentadas pero sin banquetas y aún permanecen algunas calles sin pavimentar. Las casas en su mayoría están mal construidas, sin diseño arquitectónico, sin acabados o con acabados incompletos. Existe aproximadamente un 30 % de viviendas que tienen techos de lámina de asbesto y cartón. El mantenimiento de la mayor parte de las viviendas es malo y existe pequeño comercio en las casas y comercio ambulante en las calles.

ZONA V: Combinadas - Espacio geográfico en donde se puede observar gran heterogeneidad, de tal forma que dentro del mismo coexisten combinaciones de las características de las zonas anteriores.

 

III. Resultados

Este apartado presenta los resultados de la encuesta aplicada a las víctimas detectadas en las viviendas entrevistadas y algunos aspectos sobre el impacto que la violencia puede tener en las percepciones de la población.

1.Acerca de las víctimas

De las 401 viviendas muestreadas, se detectaron víctimas en 154 de ellas, lo que equivale al 38.4% del total. Los mayores porcentajes se dan en las zonas II, III y , con 36.6%, 22.1% y 26.2%, respectivamente. En las viviendas con víctimas, se detectaron 165 delitos, dado que algunas víctimas sufrieron más de un incidente. De éstas, solo el 24.4% menciona que había sido víctima en más de una ocasión. De éstos 165 delitos identificados, el 60.0% de los casos, ocurrieron dentro de la delegación y el 40.0% restantes fuera. Para este artículo sólo interesa aquellos delitos que ocurrieron dentro de la delegación distribuyéndose según zona de la siguiente manera: la Zona II es la con mayor número de casos con el 36.4%, seguida de la Zona V con el 25.3%, la Zona III con el 23.2%, la Zona I con el 11.1%. Por último, la Zona IV con el 4.0% de los casos. Con relación a éstas víctimas (60.0% o 99 víctimas), el 79.8% tuvieron contacto con el agresor y el 20.2% no. Cabe destacar que de aquellos que tuvieron contacto con el agresor (víctimas directas), un 94.9% de los delitos fueron asaltos y el 5.1% restante secuestros expresos, amenazas y agresión sin motivo aparente. Con relación a las víctimas, el 58.2% son hombres y 41.8% mujeres. Las edades fluctuan entre 16 y 45 años en el 73.4% de los casos. De entre las ocupaciones se destacan, los profesionistas con un 27.8%, los empleados con un 24.1%, los estudiantes con un 16.5% y del hogar con un 11.4%.

Respecto al número de víctimas distribuidas por los meses del año en que ocurrió el delito, se encontraron los más altos porcentajes en los meses de enero, con 13.9%, febrero con 13.9% y noviembre con 12.6%. Con relación a la ocurrencia de los delitos por día de la semana, los más altos porcentajes se concentraron del día miércoles al domingo (entre el 11.4% y el 21.5%), destacándose el viernes con 21.5%. Del horario de ocurrencia de los hechos, el de la noche tiene los mayores porcentajes con un 44.3%. Sin embargo cabe destacar la importancia que están retomando los horarios de la mañana y tarde (30.4% y 21.5%, respectivamente). Referente al sitio de ocurrencia del delito, los más altos porcentajes se encontraron en la calle y en el transporte colectivo, con 51.9% y 25.3% respectivamente. En seguida, el hogar con 8.9%, el taxi con 5.1% y el automóvil con 2.5% de los casos.

 

2.Los agresores y el delito

 

Relacionado con el sexo de los atacantes, el 93.7% son hombres y 6.3% una combinación de hombres y mujeres. En las edades, hay un predominio de personas jóvenes de entre 19 a 30 años con un 73.4%, seguido de adultos jóvenes (31 años o más) con un 16.5% y adolescentes (18 años o menos) con un 10.1%. Del número de individuos que participaron en el delito, los mayores porcentajes se concentraron entre dos y tres individuos, lo que equivale al 72.1%. El 82.3% de los delitos ocurrieron con uso de armas. Con respecto al tipo utilizada, el más alto porcentaje es para el uso de pistola, rifle o ametralladora con 63.1%, seguido de la navaja, cuchillo y otras (desarmadores, puntas de metal y ladrillo) con 27.7% y la combinación entre ellas con un 9.2%.

En el 92.4% de los casos se reportaron pérdidas materiales, ocupando el más alto porcentaje, las pérdidas de dinero, tarjetas de crédito, mercancías, joyas o aparatos electrónicos, con un 67.1%. En un 16.4% de casos, hubo la combinación de las pérdidas anteriormente mencionadas con ropa, zapatos y bolsas. Por último, la pérdida de vehículos ocupó un 15.1%.

 

3.Consecuencias del delito sufrido

 

El 50.6% de las víctimas declararon que después del hecho, se dirigieron a sus casas. Un 17.7% fue al Ministerio Público y 15.2% siguió su camino adonde iba. Solamente el 34.2% de las víctimas directas denunciaron el hecho (27 de las 79). Cabe aclarar que 15 de los denunciantes (19.0%) lo hicieron porque su pérdida material fueron automóviles. En cuanto a la respuesta que las autoridades dieron a aquellos que denunciaron, hubo un 81.5% de las víctimas que declaró que no se hizo nada para resolver el problema. Las principales razones por las cuales la mayoría de las víctimas no denunciaron el hecho fueron: la pérdida de tiempo con 73.1%, el que no creyó que detuvieran el responsable con 38.5%, la consideración de que el daño no fue relevante con 25.0% y el miedo a represalias (11.5%), que sumado con aquellos a los que los amenazaron para que no lo hicieran (7.7%) suman un 19.2%.

Los principales sentimientos que el hecho despertó entre las víctimas fueron sensación de impotencia con un 21.5%, de miedo con un 8.9%, de coraje con un 7.6% y el 62.0% mencionó sentir una combinación de los sentimientos anteriormente mencionados, además de ganas de llorar. Las opiniones que dieron las víctimas, respecto a lo que harían con su agresor si pudieran hacerse justicia, un 40.5% de ellos contestó que los encerraría para siempre, los mataría o los mutilaría. Un 38.0% los denunciaría para que los castigaran de acuerdo a la ley, y solamente un 6.3% mencionó que deberían ir a la cárcel y trabajar o que se intentara su rehabilitación.

 

4. Impacto y reacciones ante la violencia

 

El 60.1% de los entrevistados manifestaron sentir miedo al salir a la calle. Las principales razones del miedo son debido a todo lo que oyen y saben que ocurre con 42.7%, cuando se dirigen a lugares que se consideran riesgosos y/o desconocidos con 38.2%, por haber sido víctima o testigo de un delito con un 9.5% y debido a problemas de alcoholismo y drogadicción en su colonia con un 6.6%. La relación entre la percepción de seguridad y los diferentes espacios de la Delegación Coyoacán, se observa en los resultados sobre el sentimiento de inseguridad percibido por los entrevistados. Más del 80.0% se siente inseguro o muy inseguro en la calle y transporte, disminuyendo al 43.0% en los lugares cercanos a donde viven y 18.0% en su domicilio. Sin embargo aunque estos porcentajes son más bajos que en la calle y el transporte, no deja de ser importante la existencia de esta inseguridad en los alrededores de su colonia y aún en su domicilio.

De los entrevistados, el 73.6% dijeron tomar al menos una medida de seguridad cuando salen a la calle. El 25.1% mencionaron hacer modificaciones en el vestido y el 19.7% evitar salir a la calle y estar alerta. El 44.7% mencionaron combinar las modificaciones en el vestido, el evitar salir mucho a la calle y estar alerta todo el tiempo, y tomar precauciones en el transporte. Respecto a las medidas de seguridad adoptadas en la casa, el 57.6% refirió tomar al menos una medida de seguridad, y de éstas, la más frecuentemente adoptada fue la colocación de chapas dobles o de seguridad, dobles seguros, interfones, mirilla, alarmas, bardas altas y/o electrificadas, protecciones metálicas en ventanas o puertas, perros, servicio de vigilancia y privatización de calles. El 19.0% menciona haber adoptado algunas actitudes de protección, como mantener cerrado con llaves, fijarse quien es antes de abrir, no dar información o abrir a extraños, fijarse al salir y entrar a la casa y tener a la mano los teléfonos de emergencia y de los vecinos. Por último, es importante destacar que un 13.9% de los entrevistados, han contemplado tener en su domicilio alguna arma para protegerse.

Respecto a la seguridad que los entrevistados sienten para con los diferentes oficiales de policía, es importante mencionar que el 49.4% no se siente seguro ninguno de ellos. De los policías, el auxiliar es el que más transmite seguridad con un 19.7%, seguido del judicial con un 11.5%, la preventiva con un 10.7% y la del transito con un 6.5%. Cuanto a la opinión de los entrevistados sobre los castigos que debieran recibir los delincuentes, cabe destacar los mayores porcentajes para las propuestas de pena de muerte y los castigos físicos ejemplares con 40.9% y los castigos según la ley con un 20.9%. También se destaca los castigos más severos con más años de cárcel con 10.5%.

 

IV. Discusión

 

Al sacar las proporciones de victimización por zona se encontró que la zona I y III tuvieron los porcentajes más altos con 27.5% y 28.4%, seguidas de la zona II con 25.5% y la zona V con 22.7%. Cabe destacar que en la zona IV solo se encontró un 13.8%. Así en términos generales, los delitos se distribuyeron mas o menos uniformemente en las zonas I, II, III y V. Sin embargo en la zona IV fue menor la proporción, indicando la probable existencia de una mayor banalización de la violencia, al grado de que ciertos eventos se han tomados como cotidianos y no le den la misma importancia que en las otras zonas. Esto se evidencia debido a que contradictoriamente, dos de las tres AGEBs clasificadas en esta zona, son identificadas por la Delegación como zonas peligrosas, ya que pertenecen al área de Pedregales, lo cual nos haría pensar que el índice delictivo debiera ser mayor.

En cuanto a la ocurrencia de los delitos, se destaca el hecho de que la distribución de los delitos hayan ocurrido con mayor frecuencia del día miércoles al domingo. Tal vez esta distribución indica que un hecho pueda ocurrir en cualesquiera día de la semana, y no hacia los finales de semana como se cree comúnmente. Por otro lado, la proporción tan importante que parece estar obteniendo el horario de la mañana (6 a 12 a.m.), indica que hay la probabilidad de que un evento pueda ocurrir a cualquier horario y no como se tiene concebido por la mayoría de la población, de que los delitos ocurren más a altas horas de la noche. Además, sumado a lo anterior, el hecho de que el 72.1% de los delitos hayan sido cometidos por 2 y 3 individuos y que se haya usado armas de fuego en 63.1% de los casos, expresa la armamentización y la creciente generalización de la violencia en la actualidad.

La falta de credibilidad que los ciudadanos tienen en las autoridades y la banalización de la violencia, es demostrada en el hecho de que 65.8% de las víctimas declaró, que después de haberle ocurrido el evento fue a su casa o siguió su camino a donde iba. Además, sólo el 34.2% declaró haber denunciado el delito, de los cuales el 19.0% lo hicieron porque su pérdida material fue automóvil. De los motivos para no denunciar, el 73.1% de las víctimas no lo hizo por no perder tiempo y el 38.5% porque no creyeron que detuvieron al responsable. Sumado a lo anterior, se puede observar que la pérdida de credibilidad en el sistema jurídico-penal se hace más evidente, al constatarse que el 49.4% de los entrevistados no sienten seguridad con ninguno de los oficiales de policía y que el 81.5% de las víctimas creen que las autoridades encargadas de atender su caso no hicieron nada para resolverlo.

El impacto que la violencia ocasiona en la vida de los individuos, puede concretarse de alguna forma en la percepción de inseguridad que los entrevistados mencionaron tener en el transporte y en la calle (83.0% y 81.5%, respectivamente). Cabe destacar sin embargo, que aunque en menores proporciones, los entrevistados también se sienten inseguros en su domicilio y sus alrededores. Además, se encontró que el 60.1% de los entrevistados mencionaron tener miedo al salir a la calle, dando como razones principales que oyen y saben lo que ocurre y el hecho de ir a sitios que se consideran riesgosos y/o peligrosos. Estos datos evidencian el grado de percepción de inseguridad presente en la población, que cada vez se difunde más y que a su vez puede estar magnificado por la influencia de los medios de comunicación.

Esta percepción de inseguridad y el miedo, tienen como resultado múltiples respuestas entre los individuos. Una de ellas es el alto porcentaje de los entrevistados que mencionaron la adopción de medidas de seguridad al salir a la calle. Éstas medidas tienen la finalidad de hacer frente a la situación de inseguridad y en su mayoría consisten en la combinación de modificaciones en el vestido, tomar precauciones en el transporte y evitar salir a la calle y estar siempre alertas. Otra de las respuestas constatadas fue la adopción de medidas de seguridad en la casa. Más de 50.0% de los entrevistados mencionaron tener adoptado al menos una de ellas, siendo las más frecuentes el uso de adictamentos para proteger la vivienda y la adopción de actitudes de protección como son, mantener cerrado con llave, no abrir ni dar información a extraños, tener a la mano teléfonos de emergencia, etc. Además se observó que algunos de los entrevistados mencionaron tener algún tipo de arma para protegerse. Lo anterior puede dar cuenta de la magnitud del daño que la violencia está causando en la salud mental de la población, pues este tipo de respuestas hacen que los individuos vivan con miedo y desconfianza constantemente. Se podría hablar de un ambiente de guerra de baja intensidad, que les impide establecer relaciones interpersonales adecuadas, que acentúan cada vez más el individualismo y el encarcelamiento de ellos mismos en sus propios domicilios. Todo esto limita la participación colectiva en el desarrollo de soluciones y aumenta las opciones individualistas que generan más violencia, al vislumbrar como únicas alternativas de solución, el tomar justicia por mano propia e incorporar algún tipo de arma, con el convencimiento de la necesidad de su uso para lograr su protección.

Finalmente, llama atención que no hubo diferencias importantes entre las respuestas de las víctimas y los individuos entrevistados en general, con relación a lo que harían con los delincuentes. En los dos casos predomina la pena de muerte y mutilaciones, aún cuando la mayoría no fue víctima y no estaba influenciado por la ocurrencia del evento, lo que nos puede hacer pensar en la influencia que los medios masivos de comunicación estén teniendo en la pérdida de sensibilidad humana para con los semejantes.

 

 V. Conclusiones

 

El estudio arroja algunos datos que dan evidencia de que la organización del espacio, puede ser buen indicador de la dinámica específica que revisten las manifestaciones de la violencia, en donde los diferentes territorios en que viven y se desarrollan los individuos, existen diferentes manifestaciones de la violencia. Sin embargo, es necesario estudiar más a fondo, para poder conformar indicadores sensibles que permitan desarrollar una estrategia metodológica que aproxime el conocimiento de las mediaciones existentes entre el fenómeno y su relación con el espacio urbano.

Se observa una clara pérdida de confianza en los aparatos del Estado para solucionar el problema de la violencia y la inseguridad. Esta se explica por la impunidad y la corrupción, que a su vez, provocan sentimientos de impotencia y desesperanza entre los individuos ante el problema, con la consecuente búsqueda de soluciones individuales. Esta conclusión también se evidencia en el alto porcentaje de individuos que fueron víctimas y que no denunciaron el hecho argumentando la necesidad de evitarse la pérdida de tiempo.

Con relación al patrón del comportamiento de los delitos, no se encontró una fuerte evidencia de la existencia de diferencias en las magnitudes de la victimización, entre las diferentes zonas estudiadas y más bien, se considera que el fenómeno muestra una tendencia hacia la generalización en todos los espacios. Lo mismo pasa con la ocurrencia de los delitos. Se observa un cierto patrón entre los meses del año, los días de la semana y los horarios del día. Sin embargo, la información obtenida mas bien muestra, una tendencia hacia la generalización.

Una de las mayores repercusiones da violencia que se observa entre las personas del estudio, es la percepción permanente de amenaza a la integridad, que provoca constante miedo y desconfianza. Este sentimiento generalizado de inseguridad genera múltiples actitudes de defensa (modificaciones de hábitos, actitudes individuales de protección), que conducen a un proceso paulatino de aislamiento e inmovilización, bloqueando cada vez más la participación colectiva del ciudadano.

Por último, un dato que refleja el proceso de banalización de la vida, fue el hecho de que no hubo diferencias importantes entre las respuestas de las víctimas y los entrevistados en general, referente a lo que harían con los delincuentes. En ambos casos predomina como respuesta, la pena de muerte y castigos ejemplares, aún cuando la mayoría, al momento de la entrevista, no fue víctima y no tenía la influencia inmediata de la ocurrencia del hecho.

 

 VI. Referencias Bibliográficas

 

1. Aguilar, M.A. (1990). "Vida cotidiana y crisis", en: Ciudades, nº 7, pp. 2-3, UAM-I, México.

2. Blanco, J. y Saenz, O. (1994). Espacio urbano y salud. Universidad de Guadalajara. Col. Fin de Milenio, Serie Medicina Social. México.

3. García, A. (1996). "Diferentes aportes al estudio de la violencia", en: Relaciones. Revista del Departamento de Relaciones Sociales, nº 13-14, UAM-X. México.

4. Guinsberg, E. (1997). "Violencia/Subjetividad/Sociedad/Medios de Difusión", en: Tiempos de violencia, pp.39-59. Editorial UAM-X, México.

5. INEGI (1997). Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. Cuaderno estadístico delegacional: Coyoacán, D.F. México.

6. Pombo, M. (1990). Crisis e identidades colectivas en América Latina. UAM y Plaza y Valdés, México.

7. Romero V., B. (s/f). "El análisis de la percepción ciudadana sobre la seguridad desde una perspectiva cualitativa: algunas sugerencias metodológicas". Universidad Autónoma Querétaro, México.

8. Saltijeral, M.T. et al.. (1994). "Diferencias por género en el miedo al crimen". Anales del Instituto Mexicano de Psiquiatría, pp. 100-111, México.

 


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