I Seminario de Ciencias Sociales y Humanas del ICCI
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La experiencia del sufrimiento a través de la violencia doméstica

Propuesta para el debate desde la Antropología Médica

 

 Clara Juárez Ramírez

Doctorado en Antropología de la Medicina

"Universitat Rovira i Virgili"

 

Resumen

En los últimos veinte años se ha incrementado gradualmente la preocupación por el estudio de la violencia doméstica (VD). Tendencias analíticas coinciden en que uno de los problemas más graves y de difícil acceso en el fenómeno de la VD, es el maltrato emocional o psicológico, se ha comprobado que es el de mayor permanencia y el causante de daños irreversibles tanto en el nivel individual como familiar; Se propone indagar en la parte sociocultural del maltrato, adscribiéndonos a los estudios de antropología del dolor y del sufrimiento; asumiendo ambas dimensiones como padecimientos producto del maltrato psicológico y moral, que es experimentado y construido por el sujeto en función de su trayectoria de vida, de su aprendizaje cultural y de su interacción social.

 

Palabras clave: social suffering, domestic violence, battered woman.

Sufrimiento social, violencia doméstica, mujeres maltratadas

 

  1. Introducción

En la actualidad ya no se discute que la violencia doméstica es un grave problema social, reuniones internacionales como la de El Cairo (1994) y Beijing (1995) fueron importantes porque lograron el consenso al respecto. En esas reuniones los países participantes tomaron el compromiso de implementar medidas pertinentes para disminuir el problema, diversas son las medidas y las experiencias locales que se pueden encontrar, sin embargo, por desgracia, las noticias de asesinatos pasionales ya se han hecho cotidianas en los periódicos y los telediarios.

Se considera que en este momento, la fase de denuncia va caminando gracias a la inercia que le heredaron movimientos sociales como el feminista, se confía en que la opinión pública no permitirá que haya un retroceso en la creación de políticas públicas que garanticen la atención a las mujeres maltratadas, para ello se cree que es importante continuar investigando situaciones que ayuden a comprender este fenómeno desde su origen cultural.

 

2. Sobre la Violencia Doméstica

En términos generales se puede decir que los esfuerzos que se han hecho hasta el momento por intentar dar una explicación al fenómeno de la VD, son trabajos que concluyen destacando el conflicto moral que implica este comportamiento para las personas involucradas y apuntan hacia la búsqueda de síntomas y signos en el perpetrador y quien la padece que ayuden a la creación de patologías que coloquen en "su" sitio a aquellos desviados sociales.

En la actualidad, existe una gran polémica respecto de la definición sobre VD, pues si bien algunos autores están de acuerdo en enmarcarla dentro de una violencia mayor como es la de género (Valdéz R. y Juárez C. 1998), otros arguyen que es necesario tratarla de manera individual y sugieren usar el concepto de abuso (Ravazzola M. 1997). Para esta propuesta la VD se entiende como "un patrón repetitivo de abuso por parte de la pareja que se caracteriza por una serie de conductas coercitivas hacia la mujer que pueden incluir el abuso físico, emocional y el abuso sexual" (Walker L. 1984).

Durante los últimos veinte años se ha incrementado gradualmente la preocupación por el estudio de la VD. Hasta el momento se observan dos grandes tendencias analíticas: a) aquellos que colocan el énfasis en las implicaciones directas de la VD sobre la familia y que intentan desde una perspectiva sistémica proponer modelos de atención clínica para quienes lo padecen y b) aquellos que desde la biomedicina muestran la relación entre VD y la salud-enfermedad de las mujeres.

En el primer grupo, se observa que hay un gran interés por el estudio de la VD desde la psicología clínica. Las aportaciones más citadas son aquellas que proponen que el maltratador debe someterse a un largo proceso de psicoterapia que le ayuden a identificar los núcleos problemáticos que lo llevan a cometer vejaciones con su pareja e hijos. En este grupo también están los que opinan que el proceso individual es muy largo y de poco alcance social (Echeburúa E. y del Corral P. 1998; Lorente M. y Lorente J. 1998; Alberdi C. 1994; Horley S. ; García C. 1993).

En el segundo, la perspectiva puede denominarse de salud mental porque confluyen aquí diferentes disciplinas; estos estudios asocian a la VD con padecimientos frecuentes en las mujeres, se calcula que de las mujeres que acuden a las salas de emergencia con lesiones traumáticas, entre un 16 y un 30% informan que sus lesiones se derivan de la VD. Por otra parte, está documentado que los efectos del maltrato a largo plazo derivan en afecciones tales como el aislamiento de los demás, baja autoestima, depresión, suicidio, aumento del abuso de alcohol o drogas y una amplia gama de padecimientos psicosomáticos (Echeburúa E. 1995; Stewart 1986; Valdéz R. 1998). La asociación de estos síntomas en mujeres maltratadas llevaron a relacionarlo con el "trastorno de estrés postraumático" (TEP) (Echeburúa E. 1995; Walker L. 1984). Este segundo grupo de trabajos encontrados también da cuenta de la gravedad del maltrato en mujeres embarazadas y de las consecuencias para el feto, los estudios muestran que el maltrato puede empezar o empeorar durante el embarazo, provocar abortos, generar homicidios subsecuentes (mujeres que asesinan a quienes abusaban de ellas) y una alta correlación entre bebés con bajo peso al nacer y madres maltratadas, por mencionar solo algunas de las consecuencias. Se advierten dos perspectivas, la feminista y la sistémica. La feminista explica a la VD como una consecuencia de la adquisición de la identidad genérica en una cultura patriarcal, el maltrato sería producto de una relación asimétrica. Desde esta perspectiva, la violencia se entendería como el intento de la cultura patriarcal por asegurar la diferencia de género, el varón fungiría como el representante-ejecutor de esa cultura (Burin y Meler, 1998; Méndez C. 1997; Moore H. 1991).

En la misma tónica se encuentran los esfuerzos hechos por diferentes colectivos de masculinidad (Avila M. 1995; Garaizar 1996; Rendueles L. 1998; Gomez A. 2000), ambas perspectivas muestran que una gran parte de los estudios sobre el tema se desarrollaron en estrecha vinculación con algunos movimientos de reivindicación social, la solución planteada radica en el equilibrio de poder entre los géneros, se entiende que la mujer se encontraría socialmente en una posición de desventaja respecto del varón y que este hecho daría pie a que se abusara de ella solamente por ser mujer; Esto justificaría que los registros estadísticos señalen que un 95% de los ataques de maltrato sean cometidos por varones.

La perspectiva sistémica estaría preocupada por conocer cómo se mantiene la violencia dentro de un sistema familiar que tiene efectos destructivos para todos los miembros y se abogaría por encontrar un elemento que introducido en la relación violenta funcionara como "regulador" de la misma (Méndez C. 1997; Ravazzola C. 1997).

Regresando al planteamiento inicial, me parece que la mayoría de los estudios encontrados coinciden en que uno de los problemas más graves y de difícil acceso en el problema de la VD, es el maltrato emocional o psicológico, se ha comprobado que es el de mayor permanencia y el causante de daños irreversibles tanto a nivel individual como familiar; El maltrato emocional atenta contra la identidad como sujeto, contra el propio si mismo (Mead G. 1974) creando estados de disociación mental que son identificados como fases de ciertos tipos de psicosis, en la literatura se reconoce que este es uno de los problemas que presenta mayores dificultades en términos metodológicos para documentarse. Se habla de que existen factores socioculturales que influyen de manera decisiva en la relación de maltrato y se reconoce que pocos son los estudios que han logrado señalarlos como elementos importantes en la etiología del fenómeno. Se han creado categorías psiquiátricas como el "síndrome de maltrato a la mujer" que intentan aportar información sobre la manera en que se padece el maltrato psíquico, lo cual contribuyó tanto a la tipificación de los agresores maltratadores y de las víctimas, como a la creación de "perfiles de riesgo". Se ha llegado a considerar que la sintomatología de la respuesta psíquica encontrada en las mujeres maltratadas, debe considerarse como una secuela de los ataques sufridos, el daño psíquico, en estrecha vinculación con aquellos padecimientos o enfermedades que desarrollan, como la consecuencia de la respuesta humana al trauma.

Por ello que se considera necesario investigar el fenómeno bajo una perspectiva que indague los valores culturales que construyen y guían la acción social, es decir, que exploren en la experiencia biográfica los significados asignados a la relación de maltrato. Se propone adscribirse y explorar los estudios sobre la antropología del pain y suffering o dolor y sufrimiento, usando especialmente la dimensión del suffering tal como la propone Kleinman (1988).

 

3. Sobre los conceptos de dolor y sufrimiento o pain y suffering. La propuesta

Sufrimiento y violencia son dos fenómenos sociales que han inspirado una multiplicidad de explicaciones desde todos los ámbitos posibles de las ciencias sociales, ello es así por lo difícil que resulta comprender por qué una persona es capaz de realizar las acciones más atroces con un semejante y porque otro las tolera. Algunos autores relacionan al sufrimiento humano solamente con la parte subjetiva de una enfermedad física, con la parte dolorosa que no puede verse pero que sí puede expresarse, se reconoce que la tolerancia al dolor producido por una enfermedad o padecimiento es diferente en cada persona, y que a mayor "salud mental" y recursos sociales se podrá tolerar mejor (Bakan D. 1979). Cómo puede estudiarse el maltrato emocional o psíquico en una relación violenta, si es de orden abstracto y no se manifiesta a través de signos como la enfermedad? Una primera anotación al respecto, está dada por algunos autores que señalan que la respuesta humana al dolor está íntimamente relacionada con las diferencias de orden social, cultural y psicológico (Breton D. 1999; Kleinman & Kleinman 1991; Morse J. 1999;). Pero es lo mismo sufrimiento que dolor? Tradicionalmente se ha relacionado al dolor con la parte fisiológica de la respuesta humana a un daño en el cuerpo, ya sea un padecimiento o una enfermedad, y al sufrimiento se le asocia con la dimensión existencial, sin embargo, estudios recientes han puesto en evidencia que la experiencia tanto del dolor como del sufrimiento, son dos dimensiones que están relacionadas no solamente con el cuerpo como objeto depositario del mal, sino con el individuo y con su historia personal, pues se considera que la vivencia del dolor y del sufrimiento son el producto de una "educación social" es decir, que está impregnada de construcciones culturales, de percepciones entre el mundo del individuo y la experiencia acumulada en relación con él (Csordas T. 1987; Allué M. 1999).

Los temas del dolor y sufrimiento o pain y suffering (en inglés) han sido un área de interes creciente para el campo de la Antropología de la Medicina, los trabajos desarrollados han puesto de manifiesto que el dolor es un rasgo universal de la condición humana y que la terapéutica médica para evitarlo o disminuirlo ocupa una parte central en todas las culturas. El dolor es una "queja" frecuente en las sociedades y su elaboración como tal involucra diferentes niveles de categorías, idiomas y formas de experimentarlo. La diversidad de respuestas ante el dolor, provocado por un mismo padecer, es lo que ha motivado el interés para documentarlas, se ha encontrado que estas diferentes formas de experimentar el dolor, contribuyen a crear estereotipos entre los grupos sociales (Delveccio 1992). Al parecer, los primeros estudios sobre el dolor intentaron explorarlo desde el punto de vista de la experiencia individual y de la relación que había con el contexto local, Rivers y Ackerknecht (citados en Delveccio 1992) fueron los precursores de los estudios sobre la relación entre dolor y cultura; sin embargo, fueron los estudios de Fábrega y Tyma (citados en Delveccio 1992) los que evidenciaron la complejidad que había en la conformación del fenómeno, tanto en el nivel del análisis (encontraron que tenían que relacionar aspectos de la neurobiología, de la hermenéutica, de la medicina psicosomática y de la epistemología), como en la observación directa, pues entraban en juego aspectos relacionados con el sistema nervioso central, con las relaciones afectivas y con los procesos de percepción, todo influenciado por categorías culturales y por las relaciones sociales de la persona, en otras palabras, el tema del dolor tenía que ver con un "sujeto interrelacionado con multiniveles de complejidad" (Delveccio 1992:3).

Los esfuerzos que se perciben en los trabajos antes mencionados por comprender la dimensión psicológica del dolor y las causas de aquellos dolores crónicos que no tienen origen biológico, podría llamarse la parte del padecer el dolor, la parte del illness, de la perspectiva emic del sujeto, orientó los trabajos de Kleinman (1988; 1992) quien encontró que en China las personas podían diferenciar entre el dolor corporal o físico y el existencial, lo cual le llevó a proponer la categoría de suffering para referirse a la parte existencial del dolor y a proponer que la antropología apunta a la comprensión de los recursos, variedades y consecuencias del sufrimiento humano. Delveccio (1992) menciona que la enfermedad que ocasiona el dolor reside en el individuo, en la fisiología, y que el diagnóstico y la terapia solo se enfocan al cuerpo. Entonces el suffering, sería la respuesta "privada" al dolor.

Resumiendo, el pain y suffering o dolor y sufrimiento sería un proceso interactivo y dialéctico, experienciado por un cuerpo que padece y que construye mundos de significados dolorosos.

Emmanuel Levinas escribió "el sufrimiento es pasividad... es puro padecer, un golpe contra la libertad, un punto muerto en la vida y el ser..." (citado en Scheper-Hughes 1997:505) Sin embargo, tal como lo anota Scheper-Hughes (1997), buscar un sentido al sufrimiento ha permitido racionalizarlo como penitencia para el pecado, como medio para el fin, como precio de la razón o como el camino para los mártires y santos, y de acuerdo con Levinas la justificación del dolor y del sufrimiento de otro ser humano sería una fuente de inmoralidad, para él, una forma ética para analizarlo, es mirarlo como "significativo en mi, pero inútil en el otro" (citado en Scheper-Hughes 1997:506). Para Scheper-Hughes, quien realizó trabajos etnográficos prolongados en Brasil y encontró un clima de violencia generalizado, el sufrimiento está relacionado en términos estructurales con una cultura del silencio y de terror, para ella, la violencia genera un clima de miedo, de sospecha y desesperanza que se ve reflejado en las historias de las mujeres cuyas subjetividades están "enterradas y perdidas" (Scheper-Hughes 1997:508).

En trabajos más recientes Kleinman (1999) se refiere al social suffering o sufrimiento social, como una categoría que incorpora en términos generales aquellos aspectos de orden moral e institucional que están relacionados con la parte personal del sufrimiento, mencionando además que en cierto sentido el sufrimiento ha sido naturalizado, pues en la actualidad se ha hecho cotidiano ver imágenes relacionadas con el sufrimiento humano sin que despierten reacciones de rechazo. Esto tiene implicaciones directas para esta propuesta pues se han hecho comunes las noticias en los medios de comunicación que presentan entrevistas con mujeres maltratadas y varones violentos. Para dejar de observar estas imágenes desde un punto de vista "natural" es necesario mirarlas con otros ojos y cuestionar el orden social que inscribe en ambos géneros los roles que hay que desempeñar.

 

 

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