I Seminario de Ciencias Sociales y Humanas del ICCI
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Otredad, Legitimación y Definición de Problemas en la Intervención Social: Un Análisis Crítico

Marisela Montenegro Martínez

 

e-mail: [email protected]

Departamento de Psicologia de la Salut i Psicologia Social

Universidad Autònoma de Barcelona

 

Abstract

La intervención social busca transformar un estado de cosas a través de la incidencia de un equipo de profesionales en una situación definida como problemática. Esta intervención proveerá elementos de solución de dichas situaciones, aumentando la calidad de vida de las personas beneficiarias. Se utilizan conceptos como "problema social", "población excluida" (o en "riesgo de exclusión"), "conocimiento científico", etc. que sirven de marco legitimador de la acción de los equipos interventores. En esta comunicación se discute cómo el uso de otros marcos de comprensión (tales como el socioconstruccionismo, perspectivas feministas o el postmarxismo) puede servir para reflexionar sobre la intervención social y proponer una práctica que se aleje de las implicaciones de control social, reificación de sujetos problemáticos y preponderancia del conocimiento científico, propias de los modelos actuales de intervención social.

 

Palabras Clave: Intervención social, problemas sociales, exclusión social, conocimientos situados.

 

 

The "other", legitimization and problem definitions in social intervention: A critical analysis

Social intervention seeks to transform a certain state of affairs by means of the incidence of a team of professionals on a situation that is defined as problematic. It is taken for granted that this intervention will produce well being for those who are affected by these situations. Models of social intervention use concepts such as: "social problem", "excluded population", "scientific knowledge", etc. that legitimise the action of the intervention team. In this article it is discussed how the use of theoretical approaches different from the social intervention's theoretical frames (such as social constructionism, feminists perspectives or post-Marxism) can be useful to reflect critically upon social intervention and to propose practices that avoid the implications of social control, definition of problematic subjects and prevalence of scientific knowledge, present in actual models of social intervention.

 

Key words: Social intervention, social problems, social exclusion, situated knowledge.

 

Otredad, Legitimación y Definición de Problemas en la Intervención Social: Un Análisis Crítico

Dentro del campo de la intervención social se han desarrollado discursos y prácticas que buscan la transformación de situaciones que son definidas como problemáticas. Para buscar este cambio social, agentes como técnicos/as, políticos/as y profesionales, a partir del conocimiento científico y técnico, deben identificar cuáles son aquellos elementos de la sociedad que se erigen como problemas sociales, para después encontrar maneras en las que éstos puedan ser paliados o resueltos. Ahora bien, ¿Cómo es posible conocer la existencia de un problema social? ¿Qué mecanismos se pueden utilizar para definir un problema social y construir sus contornos? ¿Cómo son definidas aquellas personas que padecen o viven ese problema social?

En la literatura sobre intervención social, la ubicación, descripción y diagnóstico de los problemas sociales es imprescindible de caras a legitimar la acción de intervención de los equipos profesionales – e instituciones - en dichos problemas. En este artículo busscaremos cuáles han sido las maneras en las que teóricamente se ha abordado la definición de problemas sociales desde diferentes modelos de intervención social, analizaremos críticamente los efectos de estas formas de definición (en cuanto a construcción de ciertas prácticas como problemáticas y de las personas afectadas como "otredad" con relación a lo "normal" o "incluido") y, por último, propondremos otra manera de definir/construir "aquello digno de transformación" en procesos de articulación hacia transformaciones sociales.

 

Cómo se definen los problemas sociales

En la literatura sobre intervención social la definición de los problemas sociales se realiza a partir de dos vías: 1.- Criterios objetivos de situaciones que podrían o deberían ser cambiadas; y 2.- Cuando un grupo social relevante define algunas condiciones como problema y pone en marcha acciones para su solución (López Cabanas y Chacón, 1997).

Según el modelo de "observación objetiva de situaciones problemáticas" un problema social surge cuando hay condiciones o prácticas que suponen una falta de armonía con los valores sociales de una sociedad dada (Clemente Díaz, 1992). Existen problemas sociales cuando ocurre un desequilibrio en las formas de organización social que tiene efectos negativos en personas, colectivos o en el conjunto de la sociedad y, además, cuando su competencia apela a la responsabilidad colectiva (Casas, 1996). Como problemas sociales se estudian, por ejemplo, la mendicidad infantil, la inmigración o la exclusión social, entre otros.

Condiciones como la desviación de ciertos grupos sociales con respecto a las normas mayoritarias, la transformación o evolución de ciertas prácticas sociales, los desacuerdos con respecto a las reglas de convivencia o los conflictos de valores e intereses entre grupos son razones por las cuales pueden surgir problemas sociales (López Cabanas y Chacón, 1997; Clemente Díaz, 1992). En este primer modelo, no se incluye necesariamente el que las personas o grupos afectados directamente por este problema lo definan como tal; más bien esta definición parte de la asunción de que es posible, a través de métodos diferentes a la propia opinión de los/as afectados/as, ubicar en qué momento y lugar se produce un desequilibrio o falta de armonía con los valores de una sociedad.

La referencia a los criterios objetivos a través de los cuales se puede ubicar un problema social apela a la posibilidad de estudio de estos criterios a partir de los métodos de observación y medición científica, siendo estos criterios validados como formas de descubrimiento de la realidad. Los criterios objetivos se conforman a través de conceptos como por ejemplo calidad de vida o bienestar. En éstos, los parámetros sobre cómo deben vivir las personas, cuáles deben ser los recursos a los que tengan acceso o cuáles deben ser sus prácticas sociales están establecidos según los límites de los correcto/normal y lo incorrecto/anormal.

La responsabilidad colectiva sobre estos factores es una de las diferencias más importantes entre lo que son problemas personales y problemas sociales. Éstos últimos, son afectados por las formas de organización social o la evolución de las prácticas sociales, como por ejemplo cambios estructurales tales como guerras, grandes emigraciones o inmigraciones, crisis económicas o políticas, entre otros, tienen influencia en los problemas que puedan surgir en un momento dado en una sociedad (tales como pobreza, exclusión, delincuencia, etc.). Por esta razón, también la solución de los problemas que surgen, lleva consigo una responsabilidad colectiva que, en el caso, de los Estados modernos se atribuye al Estado como representante del conjunto de la ciudadanía.

Para la perspectiva que propone que un problema social surge cuando grupos de presión definen algo como problema, "existe un problema social cuando un grupo de influencia es consciente de una condición social que afecta a sus valores, y que puede ser remediada mediante una acción colectiva." (Sullivan citado por Clemente Díaz, 1992: 16). Según esta definición son necesarias ciertas condiciones para que algo sea erigido como problema social: 1. La conciencia de un grupo de que existe un problema que les afecta; 2.- La influencia de este grupo para lograr que el problema ubicado sea considerado como tal por otros agentes sociales y 3.- La posibilidad de actuar para buscar su solución; es decir, la posibilidad (y deseabilidad) de la transformación de la condición problemática.

En este caso, la asunción de base es que es posible "convertir" alguna condición social específica en problema social a través de la influencia que pueda tener un grupo dado en su definición y que pueda conseguir que las instituciones y equipos de intervención también lo vean como relevante e introduzcan recursos para su solución. A diferencia de la postura anterior (aquella que aboga por la ubicación de los criterios objetivos de un problema social dado), en esta postura ciertos grupos sociales erigen un tema como problema al ver afectados sus intereses como grupo. Se asume que existen diferentes grupos sociales y que éstos tienen intereses diferentes y, a veces, contrapuestos. La definición de problemas sociales relevantes se da en una lucha social de intereses de diferentes grupos en la que hay controversias con respecto a cuáles intereses se deben atacar y cuáles agentes sociales deben hacerlo (Clemente Díaz, 1992). La capacidad de influencia estará medida con relación a la repercusión que pueda tener en la opinión pública y en las acciones de diferentes agentes, las reivindicaciones que se demandan y la posibilidad de movilización social del propio grupo en la solución de los diferentes problemas planteados.

Según López Cabanas y Chacón (1997) las dos posturas explicadas arriba para la definición de problemas sociales, la corriente objetivista y la referida a la influencia de grupos sociales afectados, han sido utilizadas conjuntamente para proponer la teorización y estudio de los problemas sociales.

Desde nuestro punto de vista, ambas se ubican en una forma de entender lo real y el conocimiento de lo real que parte de premisas parecidas. Para estas dos posturas las condiciones sociales son externas al conocimiento que podamos tener de ellas. En el primer caso, estas condiciones pueden ser definidas a partir del conocimiento objetivo (esto es desde el punto de vista del conocimiento científico) y, en el segundo caso, estas condiciones pueden ser erigidas como problema por la conciencia de un grupo social influyente (es decir, desde el punto de vista del conocimiento de este grupo). A nuestro entender, en ambos casos la definición está hecha desde un grupo social que valora una condición dada como problema, bien sea científicos/as (conocimiento objetivo) o grupo social (conocimiento relativo a intereses). Ambos acercamientos parten del supuesto de que las condiciones sociales están en la realidad y que es posible delimitarlas, conocerlas y tener conciencia de ellas como problema, la diferencia fundamental sólo se expresa en qué grupo social la propone como relevante en un momento dado y en la influencia que pueda tener este grupo social en movilizar recursos para su solución.

Ambos modelos explicados se basan en ciertas premisas:

1.- La idea de que existen condiciones sociales determinadas en una sociedad

2.- Que estas condiciones pueden ser convertidas en problema visible por parte de grupos de presión o instituciones (movimientos sociales, científicos, políticos)

3.- Que afectan a los individuos y grupos sociales creando situaciones de malestar social.

Para poder llevar a cabo la intervención social desde estas premisas debe ser posible:

1.- El conocimiento de las condiciones que son problemáticas en un momento dado

2.- La atención de las situaciones problemáticas por parte de las diferentes instituciones competentes para darles solución

3.- Las técnicas y recursos para implementar intervenciones que solucionen el malestar causado por los problemas sociales.

Desde las perspectivas participativas de intervención social (tales como la psicología comunitaria, la educación popular o la investigación acción participativa) se ha criticado esta forma de conceptualización de los problemas sociales (Fals Borda, 1959; Freire, 1970; Montero, 1994). La principal crítica se refiere a que en las intervenciones "tradicionales" o "dirigidas" los problemas sociales son definidos (o redefinidos si provienen de la demanda de un grupo de presión) desde la óptica de los equipos interventores. Estas perspectivas señalan la importancia de que miembros de la comunidad y colectivos se incorporen, a través de su participación, en los procesos de transformación social y que, a través del trabajo conjunto entre equipos interventores y estas personas, se definan los problemas más relevantes que les afectan y las acciones a llevar a cabo para trabajar sobre ellos.

Las perspectivas participativas, nutridas por una visión marxista de la sociedad, sostienen que los problemas sociales son producto de las relaciones de asimetría presentes en la sociedad. La explotación (económica, cultural, social) de lo seres humanos en el sistema capitalista es el problema social fundamental al cual apelan estas posturas. Por lo tanto, problemas como la falta de recursos, la exclusión social, la pobreza, el paro, etc. son consecuencia de dicha explotación. Además, las contradicciones fundamentales de este sistema son ocultadas por contenidos de conciencia que no permiten su adecuada representación por parte de la mayoría de las personas. Esto tiene como función la manutención y reproducción de las relaciones de dominación que sostienen esta realidad y la relativa imposibilidad de movilización para la transformación (Larrain, 1986). En la tradición marxista, la solución a esta problemática es la transformación de la sociedad en su conjunto: la toma del Estado (para su posterior abolición), la socialización de los medios de producción y, como consecuencia, el desvanecimiento de los elementos ideológicos que sirven para el mantenimiento de las relaciones de explotación.

Ahora bien, las perspectivas participativas no se plantean una transformación radical del sistema, sino intervenciones con grupos y comunidades depauperadas para lograr su concientización y su participación en los asuntos que les aquejan. En este caso, aunque el problema se ubica en la totalidad de la sociedad, la solución está situada en ámbitos concretos de diálogo entre quienes intervienen y quienes son intervenidos/as. Estas posturas asumen un conflicto de intereses entre diferentes sectores de la sociedad. No se refieren a un desequilibrio temporal sobre el cual se puede intervenir para volver a la "normalidad", a pequeños ajustes de personas, grupos o de relaciones de los seres humanos con su entorno; más bien critican las posturas de las intervenciones "dirigidas" (descritas arriba) como reproductoras de las relaciones sociales injustas que se viven en el seno del sistema capitalista.

Aunque las relaciones de opresión están enmascaradas por los elementos ideológicos presentes en la sociedad, éstas son cognoscibles o bien a través de la reflexión científica de las causas y mecanismos de manutención de las relaciones sociales (Althusser, 1965) o bien a través del diálogo entre personas que sufren directamente la opresión del sistema social e intelectuales comprometidos/as con el cambio social (Freire, 1970). A partir de la conciencia de estas condiciones de opresión son posibles las movilizaciones colectivas hacia la transformación de ciertas condiciones sociales. Al reconocer el carácter histórico (y no natural) de las actuales formas de relaciones sociales, la posibilidad del cambio se hace palpable. La solución a problemas sociales concretos que afectan a las personas puede partir de la conciencia de las causas de éstos y del intento de transformación de las relaciones de dominación que los sustentan. Por esta razón, en las perspectivas participativas las personas afectadas por problemas sociales protagonizan, a través de su participación, la propia definición de aquello problemático y de las vías de solución posibles.

 

La representación de la realidad

Hasta ahora hemos resumido lo que entienden diferentes posturas de la intervención social sobre el surgimiento, causas, manutención y solución de los problemas sociales. Ahora bien, para hacer un análisis crítico de las diferentes perspectivas comenzaremos por revisar qué críticas se han hecho desde posturas cercanas al socioconstruccionismo (Ibáñez, 1991; Gergen, 1994; Burr, 1995, Rose, 1996), y posturas feministas (Haraway, 1991; Harding, 1993) a las implicaciones del conocimiento científico en la "construcción" de la realidad y, en particular, de los problemas sociales.

Vivian Burr (1995) al hacer un recuento de las premisas fundamentales que sostiene el socio construccionismo dice que esta corriente de pensamiento asume:

1.- Una actitud crítica hacia el conocimiento dado por sentado

2.- La especificidad histórica y cultural del conocimiento

3.- Que el conocimiento es sostenido por los procesos sociales

4.- Que las descripciones o construcciones del mundo sostienen algunos patrones de acción social y excluyen otros.

A través de estas premisas, el construccionismo social rechaza que el conocimiento sea una percepción directa de la realidad. Según este enfoque, el significado es visto como algo que deriva de intercambios microsociales incrustados en el seno de amplias pautas de vida cultural. Por lo tanto, no hay maneras en las que la realidad pueda ser percibida objetivamente: Nuestros conceptos son fundamentalmente producidos socialmente, a través del lenguaje, en comunicación con otros (Spears, 1997). El conocimiento científico es erigido como conocimiento adecuado y transparente de la realidad; sin reconocer su carácter construido, histórico, contingente y normalizador (Ibáñez, 1991).

Una visión socioconstruccionista aplicada a la definición de problemas sociales sostiene que éstos son producto de procesos de definición colectiva y que se construyen como objetos a través de prácticas y discursos en un marco socio histórico y cultural que permite ciertas construcciones y no otras. Los problemas sociales son, entonces, histórica y contextualmente situados y, además, son construcciones momentáneas y dinámicas.

Un ejemplo del estudio del surgimiento de un problema social en un contexto específico es el que ofrece Usó (1997). Este autor hace un estudio histórico de cómo se conformó el "problema" de las drogas en España que se ha convertido actualmente en una de las principales preocupaciones de los/as Españoles/as. En esta descripción, el autor destaca cómo diferentes legislaciones (surgidas bajo los distintos regímenes políticos del Estado) dieron pie a prácticas distintas de consumo. Además, cómo diferentes instituciones tales como la industria farmacéutica o los organismos represivos del Estado, en diferentes momentos, han adquirido el control sobre la distribución de ciertas sustancias consideradas como dañinas para las personas. Finalmente, analiza cómo el erigir este tema como problema ha tenido influencia en la actual estabilidad democrática, ya que "ha ofrecido un tópico institucionalmente firme sobre el cual converger voluntades políticas, favoreciendo la aceptación de la burocracia y el aparato estatal" (Usó, 1997: 58).

Las construcciones que se conforman socialmente y que construyen ciertas prácticas sociales como problemas tienen, como hemos visto en el ejemplo anterior, efectos de verdad para nuevas construcciones y prácticas sociales (Ibáñez, 1991). Foucault (1975) investigó ampliamente cómo instituciones como las prisiones pueden combinar una serie de discursos y prácticas, imbuidas en entramados de relaciones de poder, que resultan convenientes para cierto orden social. La prisión implica pérdida de libertad de aquella persona que ha ofendido a la sociedad, se erige como forma de cuantificar la pena según el malestar que haya causado el/la delincuente y cómo aparato que permite la "transformación" del individuo, su corrección y educación a través de la eterna vigilancia panóptica. Según él, estas características sostienen la legitimidad y vigencia de estas instituciones, ya que resultan coherentes con los procedimientos que, fuera del aparato judicial, se han definido como útiles para repartir, educar, clasificar y codificar el comportamiento continuo de los individuos en torno a las relaciones de saber – poder (Foucault, 1975/1988: 233).

Por su parte, Rose (1996), siguiendo parte de la herencia teórica de Foucault, explica cómo las disciplinas "psi" (esto es, psicología, psiquiatría, psicoterapia...) han sido decisivas en la comprensión contemporánea sobre el ser humano dado las narrativas y el vocabulario que desarrollan. De este modo, la psicología es vista por este autor como una actividad que no es enteramente académica, sino que está sostenida a través de la relación que se establece entre su lugar en la academia y su función como un lugar de "experticia". Con experticia se refiere a la capacidad de la psicología (y otras disciplinas de las ciencias sociales) de proveer a la sociedad de un grupo de personas entrenadas (y con credenciales) que son definidas como poseedoras de una competencia para la administración de personas y de relaciones interpersonales y la capacidad de manejo racional y sistemático de recursos en la vida social. Además, afirma que la historia de estas disciplinas ha sido ligada al tema de la gubernamentabilidad, con lo cual quiere decir que a través de ellas se producen conocimientos, técnicas, explicaciones y expertos/as que han podido participar en las preocupaciones, discusiones y estrategias de políticos y otros agentes directamente relacionados con los aparatos políticos del Estado: servicios públicos y civiles y organizaciones del bienestar social. Los mecanismos de gubernamentabilidad implican multitud de programas, propuestas y políticas que han intentado moldear la conducta de los individuos; no solamente de control, disciplina, normalización, sino también aquellas propuestas que los hacen más inteligentes, sabios, contentos, virtuosos, saludables, productivos, dóciles, emprendedores, "empowered", etc.

Estos estudios ayudan a ejemplificar cómo ciertas prácticas disciplinarias (en diferentes contextos y sostenidas por redes de prácticas y discursos) se combinan con las tecnologías de conocimiento. A partir de esta combinación se define qué es, en momentos y contextos específicos, lo normal y lo anormal, lo saludable y enfermo, lo correcto e incorrecto; en resumen, lo susceptible a cambio y lo que debe mantenerse tal como está. De esta manera, fenómenos como la delincuencia o la vejez, definidos como problemas sociales y que son estudiadas como consecuencia de la desestructuración de los lazos familiares en el ámbito de ciertas perspectivas de intervención social (López Cabanas y Chacón, 1997), pueden ser entendidos como construcciones que son consecuencia de procesos sociales, sostenidos por prácticas y discursos imbuidos en contextos sociales particulares.

Las corrientes socioconstruccionistas (y otras llamadas de modo genérico postestructuralistas) han dado lugar a estudios que enfatizan en los efectos que pueden tener en las prácticas sociales los discursos de verdad propuestos por la verdad científica. Así, movimientos como el feminismo (Fox Keller, 1991; Harding, 1993) o el movimiento de derechos homosexuales (Llamas, 1998), por ejemplo, han utilizado las herramientas de los desarrollos postestructuralistas para "deconstruir" aquellos discursos que, desde el conocimiento científico, definen como problema social, criminalizan, estigmatizan y naturalizan ciertas prácticas sociales y colectivos. Las formas de construcción propias de la retórica científica producen objetos, sujetos, prácticas y subjetividades que, por ser avalados por las redes de poder donde opera la institución académica, son difíciles de cuestionar; y, además, efectos de control, clasificación y gubernamentabilidad sobre las vidas de personas y colectivos en momentos y contextos específicos.

Si utilizamos estas herramientas teóricas para analizar el estudio de los problemas sociales dentro de la intervención social, podemos llegar a la conclusión de que el conocimiento que se produce en este ámbito sirve para delimitar, describir, observar, medir, en fin, construir los problemas sociales. Además, la profesionalización propia de la intervención social, en la que se utilizan técnicas avaladas en los desarrollos científicos, se usa para incidir en estos problemas. En las perspectivas de intervención social estudiadas, los/as científicos/as o intelectuales proporcionan explicaciones que delimitan qué puede ser entendido como problema social y qué no, tanto en las intervenciones "tradicionales" o "dirigidas" como en las perspectivas participativas. Ambas tendencias asumen la existencia de un estado de cosas que existe independiente de las maneras en las que podemos acceder a/construir la realidad.

Por otro lado, una de las consecuencias de estas retóricas de verdad propias de la actividad científica es la construcción de identidades y de colectivos definidos como desviados (Ibáñez, 1991; Michael, 1996). De esta manera se conforman situaciones y colectivos (como inmigrantes, mujeres, ancianos/as, etc.) como problemáticos en el marco de unas relaciones sociales construidas sobre la base del binomio poder - saber. Estos colectivos son definidos como "otros" frente a lo que es considerado normal o "incluido"; creándose conceptos tales como "exclusión social", "personas en riesgo de exclusión", "colectivos problemáticos", etc.. La legitimación propia del conocimiento científico permite definir tanto la "otredad" como los "problemas sociales" a los que se debe atender a través de la intervención social. La intervención social, por tanto, produce efectos de control y domesticación de desviaciones (Correa, Figueroa y López, 1994).

 

Aquello "digno de transformar"

Una vez realizado el análisis sobre cuáles son las formas de construir los problemas sociales en la literatura propia de la intervención social, pasaremos a proponer una forma diferente de acercarnos a las formas de definición de "aquello digno de transformar" por parte de procesos de intervención/articulación. Este movimiento pretende abrir caminos de reflexión sobre la transformación social y de definición de aquello que se quiere transformar que no impliquen procesos de delimitación de la otredad como espacio de lo "desviado" y "excluido" pero que, al mismo tiempo, mantengan un carácter político de la acción social hacia la transformación.

Ahora nos propondremos dar una forma alternativa de entender lo que podría ser digno de transformación desde espacios de acción colectiva (o de intervención social). Después de haber hecho un análisis crítico de las tecnologías de definición propias de la intervención social, es necesario retomar las preguntas sobre ¿qué es necesario transformar? y ¿cómo son los mecanismos que permiten definir aquello "problemático"?

Para esto aceptaremos el carácter construido de la realidad enmarcada en contextos históricos y sociales donde procesos de transformación social se pueden llevan a cabo (Ibáñez, 1991) y la imposibilidad de una mirada total que pueda definir cuáles son los problemas sociales que afectan a una sociedad (Harding, 1993). También utilizaremos la noción de articulación de Laclau y Mouffe (1985) como concepto que describe los mecanismos de creación de puntos nodales específicos que fijan los significados para definir "aquello problemático".

Bajo esta perspectiva, la decisión de aquello que resulta problemático o digno de transformar se da en fijaciones (temporales y siempre inestables) de significados a partir de articulaciones de diferentes posiciones de sujeto (Laclau y Mouffe, 1985). Cada una de estas posiciones está situada de manera diferente en cuanto a la articulación y se construye y transforma como producto de ciertas articulaciones. La articulación es un espacio social y político relativamente unificado que se construye como antagónico a otros espacios sociales (esto es, como enfrentado en cuanto a valores éticos y políticos a diferentes discursos y prácticas sociales establecidas) y adquiere su significado en contextos y relaciones específicas. Además, estos espacios están construidos por juegos de poder, asimetrías, negociaciones, intereses, alianzas, afinidades, compromisos, etc. en ciertos contextos históricos y culturales que limitan los discursos y prácticas de definición.

Zizek (1994) pone el ejemplo de la ecología para explicar la posición desarrollada por Laclau y Mouffe (1985) con respecto al concepto de articulación. Desde esta perspectiva, la ecología no es "ecología como tal", está siempre encadenada a una serie de articulaciones específicas. Puede ser socialista (el problema reside la explotación de los recursos naturales orientada al beneficio propia del sistema capitalista), feminista (la explotación de la naturaleza sigue la actitud de una forma patriarcal de dominación), liberal capitalista (el daño del ambiente debe ser incluido en el precio de los productos y dejar que el mercado regule el balance ecológico), etc.. Así, Zizek (1994) explica cómo Laclau y Mouffe (1985) proponen que no hay un significado literal anterior de las articulaciones que definen algo como "problemático", no hay encadenamiento que sea verdadero en sí mismo, inscrito en la naturaleza del problema ecológico. Cuál discurso puede llegar a ser dominante con respecto a la ecología depende de los juegos de poder y antagonismos, cuyo resultado no está garantizado por ninguna relación necesaria o "alianza natural" (Zizek, 1994/1995: 12).

Siguiendo a Mouffe (1998), las alianzas que producen antagonismos, las formas de entender qué se construye como problemático o las posibilidades de acción es una cuestión política. La politización no cesa nunca, dado que la indecibilidad (esto es la contingencia de los significados sociales) sigue habitando la decisión (la fijación de significados en un momento dado). Cada consenso aparece como la estabilización de algo esencialmente inestable y caótico e implica alguna forma de exclusión. El caos y la inestabilidad son irreductibles. Para esta autora, esto implica a la vez un riesgo y una posibilidad, dado que una estabilidad permanente implicaría el fin de la política y de la ética.

En el caso de la intervención social queremos proponer que la definición de "aquello que es digno de transformación" sea hecha a partir de las articulaciones donde participen diferentes posiciones de sujeto, incluyendo quienes están definidos/as como interventores/as, personas afectadas, grupos, asociaciones y organizaciones preocupadas por la temática a tratar, instituciones, etc. y en las que sea posible negociar construcciones de lo que puede ser visto, desde diferentes posturas (conocimientos situados – Haraway, 1991), como problemático. Para la definición de "aquello digno de transformar" es importante promover conexiones donde se fijen significados a partir de dichas negociaciones. Éstas estarán, a su vez, enmarcadas en contextos de relaciones de poder, autoridad, intereses, institucionalización, alianzas, etc.; ya que será este contexto el que dibuje los límites y las posibilidades de los procesos de definición. En este sentido, la delimitación de qué es un 'problema social' se dará en el seno de las conexiones parciales que permitan, desde puntos nodales específicos, construir condiciones como problemáticas o dignas de cambio, es decir, la acción de definición, en estos términos, será un asunto político (Mouffe, 1992).

En esta propuesta "aquello digno de transformación" es conceptualizado en lugar del concepto de problema social para producir: 1.- Un efecto de crítica a las formas de definición de "problema social" como algo que está en la sociedad y que puede ser conocido a través de tecnologías propias del conocimiento científico utilizado por parte del equipo interventor y; 2.- Para proponer una manera alternativa de entender los problemas sociales; a través del concepto de articulación que implica formas de definición en el seno de la relación entre diferentes posiciones de sujeto que configuran, en un momento dado, algo como digno de transformar y se movilizan hacia acciones de transformación.

Estos movimientos teóricos se presentan como figuras que pueden iniciar un diálogo sobre formas de acción social que eviten las maneras en las que se ha conformado la "otredad" y las "situaciones problemáticas" en la literatura propia de los modelos actuales de intervención social.

 

 

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