CAPITULO IX

EL TERREMOTO DE 1912

 

 

Ø       El  F.C. de Paita al Marañón en 1911

Ø       Envenenan a abogado en Catacaos

Ø       Montoneras de Orestes Ferro

Ø       Combate de La Pedrera y sacrificio del teniente Pinglo

Ø       Original elección del diputado Rodríguez

Ø       Progresos de la aviación

Ø       Obras diversas: La Compañía de Teléfonos de Piura

Ø       Nuevo alcalde Espìnoza y el Pan Grande de Billinghurst

Ø       Frustran elecciones de 1912

Ø       El terremoto de 1912

Ø       Piura arruinada en segundos

Ø       Tareas de reconstrucción

Ø       El cambio de Gobierno

Ø       Mangachería y Gallinacera

Ø       Tacalá y el monumento a Luis Montero

Ø       La plaza de la Restauración

Ø       La plaza del Carmen o Merino

Ø       Diversos sucesos entre 1900 y 1912

 

El F.C. Paita al Marañón en 1911

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                El 7 de marzo de 1911 se firmó un contrato entre el Gobierno peruano representado por el ministro de Fomento y la Casa Koppel de Berlín (Orenstein y Arthur).

 

                No se trataba de emprender toda la obra, cuyos estudios se consideraron magníficos, sino de iniciarla y enlazar con el departamento de Piura, zonas productoras muy importantes.  El costo aproximado se estimó en un millón de libras esterlinas y para financiar esa suma el Estado debió emitir bonos, para cuyo servicio se consideró en el Presupuesto de la República, una suma, con la garantía de la renta del tabaco.

 

                A la casa Koppel se le dio la facultad de determinar si la ruta en sus tramos iniciales debía de pasar por Sullana, o solamente por Piura.  Se marginó a Sullana.

 

                Como siempre ocurre en estos casos, le fueron sugeridas en Lima algunas modificaciones en el contrato, de tal modo que los primeros acuerdos pasaron a la condición de proyectos, y de allí no pasaron.  Una vez más el sueño del Ferrocarril de Paita al Marañón se había frustrado.

 

Envenenan a abogado de Catacaos

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                El doctor Darío Juárez Yarlequé, fue un abogado cataquense hijo de dos indígenas campesinos, que tras de optar el título en 1891, retornó a su tierra en donde en una pequeña imprenta de su propiedad editó un semanario que llamó “La Reacción”.  Tanto profesionalmente como desde las columnas de su periódico se dedicó con pasión a defender a los campesinos cataquenses contra los hacendados y contra las empresas irrigadoras que pretendían despojarlos de sus tierras.

 

                El día 25 de setiembre de 1910, se celebraba una fiesta en la casa de don José del Carmen Vílchez en la calle del Comercio, y como eran muy amigos, el invitado especial fue el doctor Juárez.  Cuando nada lo hacía presumir, el invitado fue presa de agudos dolores estomacales y de convulsiones, por cuyo motivo fueron requeridos los inmediatos servicios del médico Ramírez, el cual fatalmente sólo pudo constatar que había muerto.  Se sospechó de un envenenamiento y que el tóxico habría sido puesto en un descuido del personal de servicio, pues éste y el jefe de casa Vílchez, estaban al margen de cualquier sospecha.  Se realizaron investigaciones y se efectuaron varias detenciones, pero de los interrogatorios no se sacó nada en limpio.  Si fue un crimen, como todos  suponían lo había sido, quedó para siempre impune, pero indudablemente el doctor Juárez era un estorbo para muchos.  Un gran gentío del campo y de la ciudad, acompañó a la traslación de los restos, y todo se hizo dentro del mayor orden atendiendo a la exhortación que les hizo el párroco Sabogal, recién llegado a Catacaos.

 

Las montoneras de Orestes Ferro

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                El año 1910, el diputado David Samanez  Ocampo, fue capturado en el Cuzco, cuando complotaba con otros personajes adictos a Piérola, la toma de la prefectura y del cuartel de la Ciudad Imperial.  El Gobierno pidió el desafuero de Samanez Ocampo a la Cámara de Diputados, pero ésta se negó y manifestó que previamente el diputado debía ser puesto a su disposición a fin de que respondiera de los cargos que se le hacían.  Se dispuso entonces la libertad de Samanez Ocampo, y éste se dirigió prontamente a Apurímac y levantó en ese lugar una montonera y junto con Juan Pablo Tresierra tomaron la ciudad de Abancay.  En los primeros días de enero de 1911, el Gobierno envió fuerzas militares provistas de ametralladoras y cañones de montaña y fácilmente derrotaron a los rebeldes.

 

                Años más tarde, en 1931 David Samanez Ocampo asumió el mando supremo como presidente de la Junta de Gobierno, pero ya no era ni la sombra del pugnaz montonero de 20 años atrás.  El semanario humorístico limeño “Buen Humor le apodó “Pacae Seco”.

 

                En el norte, eran Juan de Dios Lora y Cordero, Orestes Ferro y el cura Manuel Chumán, los que organizaron las montoneras que tenían en zozobra a la región.

 

                Tumán, Ferreñafe, Jayanca y Motupe eran los lugares amagados por los montoneros que ya en 1895 habían actuado bajo las órdenes del coronel Teodoro Seminario e incursionado en los departamentos de La Libertad y Cajamarca.  Lora y Cordero era uno de los dirigentes del Partido Liberal de Chiclayo.

 

                Lo asombroso de todo esto, es que siendo Leguía natural de la ciudad de Lambayeque  era ésta una de las ciudades en donde en forma preferencial con Ferreñafe resultaban blanco de los ataques montoneros.

                Ferro tenía la seguridad de contar en Piura con muchos seguidores entre los Seminario, seguidores de Piérola.  Cuando menos se conectó con Eduardo Moscol Valdivieso, el que burlando la vigilancia del recién nombrado Prefecto, coronel Agustín Zapatel y la confianza de don Carlos Artadi, Presidente del Club Grau; escondió en dicho lugar las armas, lo que se facilitó por el hecho de ser un Club de Tiro, que durante los días del  conflicto con el Ecuador, sirvió de campo de entrenamiento al  Batallón de Infantería Nº 9.

 

                Orestes Ferro, al verse acosado por las fuerzas del Gobierno en Lambayeque, se trasladó a Piura con un contingente de hombres a caballo, y sentó sus reales en el Bajo Piura.

 

                El 28   de marzo de 1911, Ferro y su gente ingresaban a la ciudad de Catacaos y la tomaban por breves horas.  Este episodio es relatado por Jacobo Cruz Villegas.

Ferro incursionó en Paita en donde tuvo un tórrido romance..

 

                El ingreso a la población se hizo por dos frentes y al mismo tiempo que hacían disparos al aire.  Previamente habían levantado los rieles de la línea férrea de Piura en varios puntos, para evitar sorpresas.  Algunas personas del lugar rodeaban al jefe de la montonera lo que mostraba a las claras que todo había sido previamente planeado.  Entre otros estaban Elías del Castillo, Presentación More y el Cojo Plata.

 

                En Catacaos desde los balcones de la municipalidad, Ferro se dirigió a sus huestes y a la gente congregada en la plaza de armas, que habían acudido porque las campanas de la iglesia parroquial habían sido lanzadas al vuelo.  Ferro, al igual como lo hacen los políticos actuales, Ferro se puso a tono con la situación del momento, atacando a los Civilistas del partido gobernante, al presidente Leguía, así como al nepotismo de los hermanos Mendoza, acaudalados comerciantes y propietarios de tierras que controlaban el juzgado de paz, la gobernación y la municipalidad.  Ferro adoptando una clara postura demagógica, los invitó a dialogar y como no se presentaron de inmediato, Ferro dispuso se rompieran las puertas de las casas comerciales de los hermanos Mendoza y autorizó el saqueo y fue entonces cuando se presentó don José Mendoza para dialogar y para cubrir el cupo  que en estos casos siempre imponían los montoneros.

                Los montoneros capturaron a José Mendoza y también a Juan y a Antonio, pero éste huyó.  Entre la gente del lugar que rodeaba a Ferro había algunos amigos de los Mendoza, y fue así que se facilitó la fuga de Antonio.

 

                Todo había empezado a las siete y media de la mañana y los establecimientos comerciales de los Mendoza de todos modos fueron saqueados.  A las diez de la mañana, los montoneros bruscamente dejaron la ciudad y partieron al sur llevándose a dos de los  hermanos prisioneros.

 

                A las 12 del día pasaron por Catacaos las fuerzas enviadas por el prefecto  Zapatel, pero al llegar a Mocará vieron que el río había tenido un repunte y no había como pasarlo.  Con todo, los montoneros se desorganizaron un tanto con la precipitada fuga, aunque pudieron llegar hasta Sechura.  Pero estaban contados sus días de montonero.

 

                Ferro  apareció luego por diversos lugares del departamento, seguido de Zapatel que no le dio descanso. Ferro pasó al valle del Chira seguramente con la intención de refugiarse en Ecuador.  Por fin, el 26 de abril, el capitán Santiago Vera Portocarrero con soldados del batallón de infantería Nº 11 lo cercó en Poechos y lo batió totalmente.  Allí terminó la guerrilla pero Ferro salvó de caer capturado y fugó posiblemente a Ecuador.

 

                El batallón de infantería Nº 11 era uno de los que habían sido movilizados para el conflicto con Ecuador.  Varias de sus unidades se mantenían acantonadas en Sullana después de la orden de desmovilización.

 

                El capitán Vera Portocarrero era un arequipeño que había luchado en el Alto de la Alianza y había hecho con Cáceres toda la campaña de la Breña.  Fue posteriormente un fiel seguidor del mariscal Cáceres.  Era por lo tanto un benemérito, que sin embargo no logró altas graduaciones.  Falleció en 1936.

 

                El mayor Agustín Zapatel, había tenido una destacadísima actuación durante la guerra con Chile  y no obstante estar enfermo participó en toda la campaña de la Breña y en la batalla de Huamachuco.  En Piura adquirió en poco tiempo fama de ser una autoridad muy enérgica y muy honrada.

 

El combate de la Pedrera y el sacrificio del  teniente Pinglo

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                La explotación del caucho en la región del Putumayo creó tremendos intereses económicos que primaban sobre cualquier concepto de Patria, de humanidad o de justicia.

                El empresario Julio Arana había creado un verdadero imperio en la región.  En su afán de llevar adelante una explotación intensiva del caucho no se detuvo ante nada.  Concertó acuerdos económicos con firmas extranjeras, trajo negros de la isla Barbados y utilizó a los selvícolas de modo que muchos misioneros católicos y protestantes, al igual que instituciones internacionales, hicieron denuncias de esclavitud, torturas y abusos inimaginables, en forma tal que las poblaciones de los indios de la selva estaban siendo diezmadas.

 

Muchos de los trabajadores quejosos del trato duro eran de nacionalidad colombiana y el Gobierno de Bogotá con frecuencia hacía reclamos.  Por otra parte el enorme  territorio comprendido entre los ríos Putumayo y Caquetá no sólo era disputado por Ecuador, sino también por Colombia.

 

                Fue así como los colombianos dejando de lado el acuerdo de Modus Vivendi que tenían con el Perú, dispusieron que  en la margen derecha del Caquetá que era zona neutralizada, se establecieran aduanillas y puestos militares colombianos.  El más importante de ellos fue en Puerto Córdova, en el sector llamado La Pedrera.

 

                Esto era romper el acuerdo.   El Perú tenía en esos momentos en Chiclayo al batallón de infantería Nº 9, que había sido retirado de la frontera de Zarumilla al darse la orden de desmovilización.  Lo comandaba el teniente coronel Oscar R. Benavides y estaba integrado por 360 soldados.   Esta unidad recibió orden de movilizarse hacia Loreto.  La ruta que se siguió fue por tierra, pasando por Cajamarca, Chachapoyas, Moyobamba y de allí a Iquitos.  Todo en sólo 45  días y sin perder efectivos.  El contingente peruano se embarcó en varias lanchas y tras de ingresar al  Amazonas subió luego la flotilla por el río Caquetá.  Mientras tanto una flotilla colombiana procedente del Atlántico, penetraba por el río Amazonas y llegaba hasta el puerto brasilero de Manaos en mitad de la ruta, a las  órdenes del general Neira.  El río Amazonas tenía el carácter de vía fluvial internacional y por tal motivo tanto Perú como Colombia movieron fuerzas navales por él, para llegar al río Caquetá.

 

                Fue entonces que las autoridades brasileras de Manaos, interpusieron sus buenos oficios ante los cónsules del Perú y Colombia en dicho puerto fluvial, para evitar un conflicto.  Telegráficamente se solicitó a las chancillerías de Lima y de Bogotá que la flotilla peruana no ingresara al río Caquetá sino al Putumayo y que la colombiana se detuviera donde estuviera.  Esto fue aceptado por los dos gobiernos y el 19 de julio se firmó en Bogotá un nuevo “modus vivendi”, de acuerdo al cual el Perú aceptaba sobre el río Caquetá una sola guarnición colombiana, no mayor de 110 hombres, incluyendo en ellos el personal administrativo y de aduanas, debiendo el resto del amplísimo territorio comprendido entre los ríos Caquetá y Putumayo, neutralizarse.  El Perú, ante la posibilidad de que las órdenes para evitar choques llegasen tarde por las dificultades de comunicación, y que tales choques se produjeran, se acordó que el  acuerdo siempre se mantendría y respetaría.

 

                La flotilla peruana llegó frente al puesto colombiano de la Pedrera el 10 de julio de 1911 es decir 9 días antes de firmarse el convenio, y de inmediato notificó a los generales colombianos Gamboa y Valencia que abandonaran la guarnición a lo que se negaron.  El día 11 se produjo un intercambio de disparos y el 12 se decidió asaltar el puesto para lo cual se debía buscar un lugar propicio para el desembarco de la tropa, operación que tornó un tanto difícil por las correntadas.  El puesto fue tomado y los soldados colombianos para facilitar su huída abandonaron todo: armas, alimento y vestuario.  Se puso en libertad a 50 indios selvícolas del Putumayo que los estaban haciendo trabajar por la fuerza.  Se tomaron prisioneros a un oficial y 7 soldados, ignorándose las bajas que tuvieron los colombianos.  En el ataque el Perú tuvo 11 muertos entre ellos dos oficiales.  Estos fueron los tenientes César Pinglo y Alberto Berguierie.

 

Las tropas habían sido transportadas en la cañonera “América” y en las lanchas “Loreto” y “Estefita”.Ls cañonera era un barco nuevo construido en Inglaterra, tenia dos cañones  Amstrong y una ametralladora.

 Los colombianos dijeron más tarde que su guarnición sólo había tenido 50 hombres y los atacantes peruanos 480.  Había sin duda exageración en las dos cifras pues no se concibe que haya en el lugar dos generales para tan pequeña fuerza.. Los dos generales colombianos murieron en la acción.En el ataque al pesto colombiano de La Pedrera. La cañonera hizo uso de sus dos cañones y de la ametrlladora, mientras la tripulación abría fuego de fudilería. Los colombianos contestaron con armas pesadas y fusilería, pero se inició en desembarco peruano y fue entonces cuando murió Pinglo.

 

Las tropas peruanas permanecieron en La Pedrera hasta el 21 de agosto en que fueron reemplazados por otros contingentes.  Durante el breve tiempo de permanencia fueron atacados por el beri-beri y por el vómito negro y como no habían llevado el conveniente equipo de sanidad por la precipitación del viaje, tuvieron nada menos que 70 bajas.

                El beri-beri es una dolencia que se produce por carencia de vitamina B en los alimentos, pero recién aparecen los síntomas a los 60 días.  En cambio el vómito negro o fiebre amarilla es causado por unos mosquitos como los zancudos de los que estaba infestada la selva y el período de incubación es de 9 a 15 días.  Por lo tanto la tropa  fue víctima de la fiebre amarilla.

 

Aseguran que un jefe militar envió un telegrama a Lima que fue publicado por los diarios capitalinos. Decía: Beri-beri ataca Iquitos. En las tropas 70 muertos. Se requieren inmeditos auxilios.

 

Un periódico piurano en base a ese telegrama armó un artículo sensacionalista que decía. El general Beri beri ha atacado Iquitos y ya hay 70 muertos en nuestro. Ejercitos. Se estan pidiendo con urgencia auxilios militares.

 

                La muerte de tanto peruano fue inútil, pues el Perú en cumplimiento de lo pactado el 19 de julio, entregó el puesto de La Pedrera a Colombia en octubre de 1911, con lo cual se calmó el clima bélico que se había despertado en Colombia por lo que se consideraba una felonía del  Perú  que hacía un doble juego.  En el mismo Congreso, los parlamentarios de todos los grupos políticos peruanos, criticaron al alto mando que por un lado ordenaba la toma del puesto de La Pedrera y por otro lado estaba pactando entregarla.  También se acusó de falta de prudencia no haber llevado los adecuados elementos de sanidad y que se hubiera tomado una unidad, cuyos componentes por ser de la costa, no estaban aclimatados ni eran aparentes para zona de selva.

 

                Fue en realidad, la victoria de La Pedrera, fue un sacrificio inútil y la pérdida de muchas vidas preciosas. Entre los soldados muertos por las enfermedades habían de los departamentos de  Lambayeque, Piura y Tumbes, pues el Batallón de Infantería Nº 9 estaba conformado por muchos jóvenes de estos lugares.

 

                El teniente César Pinglo Chunga,   que murió en la acción de desembarco bajo el fuego enemigo, era natural de La Unión en el Bajo Piura.  El 12 de julio de 1984, la Primera Región Militar, donó un busto que fue colocado en la plaza principal de esa localidad.

 

                Al teniente coronel Oscar R. Benavides, el triunfo del Caquetá le rindió grandes dividendos porque le dio gran notoriedad nacional y le permitió bien pronto incursionar en los altos niveles de la política del Perú.

 

                En cuanto al batallón de infantería Nº 9 recién en 1944 durante el Gobierno de don Manuel Prado, se le premió con la condecoración de la Orden Militar de Ayacucho y en 1949 cuando gobernaba el general Odría, se le denominó batallón de infantería Nº 9 “Caquetá”.

 

Original elección del diputado Julio Rodríguez

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                Desde el año 1910 se había ido produciendo un distanciamiento cada vez más profundo entre el presidente Leguía y un grupo numeroso e influyente del Partido Civil.  Estos en el Congreso tenían el sobrenombre de “Bloque”.  También en el Partido Constitucional que presidía el general Cáceres había un sector anti-leguiista  que capitaneaba el general Muñiz.

 

                El Bloque había logrado una cómoda mayoría en las Cámaras, al unirse en muchos asuntos importantes con la oposición.

 

                Se planteó la conveniencia de prorrogar el mandato parlamentario de los del tercio para que no se efectuasen elecciones en ese año de 1911 para hacer esa renovación parcial, sino que en 1912 todo el parlamento conjuntamente con el Ejecutivo, fuesen elegidos.  Indudablemente había una buena justificación en esa época en que el periodo presidencial era de 4 años, y que cada 2 años se renovaban las cámaras por tercios, porque eso significaba que en forma continua el país estaba agitado por las luchas electorales.  Pero aparte de eso habían las razones personales como son las de disfrutar del poder político, de los buenos emolumentos y otras gollerías.  Como razones partidaristas, era la de no alterar el statu quo, de una buena mayoría.

 

                El 1º de setiembre de 1910, la Cámara de Diputados aprobó la prórroga del tercio, es decir que no hubiera elecciones en 1911.  El senado, presionado por la opinión pública y por el presidente Leguía, no la aprobó.

 

                Leguía que tenía lo que se llama los resortes legales, pensaba poner gente adicta entre los nuevos parlamentarios y de ese modo recobrar la mayoría.  El último obstáculo que se tenía era la Junta Electoral Nacional, que fue disuelta por Decreto de fecha 18 de mayo de 1911, sin importarle al Gobierno las protestas.

 

                Las elecciones se realizaron el 25 de mayo de 1911 de acuerdo a una ley ad-hoc que fue la Nº 1286 del 10 de octubre de 1910.

 

                Se efectuaron con relativa tranquilidad.  Piérola ordenó a sus partidarios no intervenir bajo pena de sanciones de expulsión.  Dada la forma precipitada como se produjeron los hechos, pocos fueron los candidatos de oposición que pudieron presentarse, pero donde lo hicieron lograron triunfar.  El ausentismo de la ciudadanía fue muy acentuado, pero eso no interesaba al presidente Leguía.

 

                El 8 de julio se formó una alianza integrada por los liberales y los disidentes de los partidos Civil y Constitucional, en el parlamento.  El 13 del mismo mes se  realizaron las Juntas Preparatorias pero se produjeron incidentes e incluso la fuerza pública violó la majestad del recinto parlamentario.

 

                Para evitar que los parlamentarios recién elegidos y que pertenecían a la oposición pudieran incorporarse a sus cámaras y darles mayoría, se dispuso que las autoridades políticas de cada lugar, pusieran obstáculos en los viajes de dichos parlamentarios y dieran facilidades a los adictos.

 

                En Piura la relación de diputados era la siguiente: Eduardo Reusche Castro por la provincia de Piura, Miguel F. Cerro por la provincia de Huancabamba, Víctor Eguiguren, Miguel Checa y Checa y Manuel María Castro.  Eran los titulares.

 

                En cuanto a senadores, no había renovación por ser sólo dos: el coronel Fernando Seminario Echandía y el general Pedro Muñiz.

 

                Los que eran dados de baja eran los diputados Reusche y Cerro.

 

                Miguel Cerro Guerrero era huancabambino.  Estudió Derecho en la Universidad de Trujillo y se doctoró en 1900.   Fue elegido diputado y senador, unas veces por Piura y en otras oportunidades por La Libertad, lugares en donde también ejerció el periodismo,  fundando diarios de la cadena “La Industria” y actuando en las Cortes Superiores de dichos lugares.

                Para reemplazarlo fue propuesto, el doctor Benjamín Huamán de los Heros.   Este había nacido en Sóndor y en 1904 se tituló de  abogado en la Universidad de San Marcos.  En 1907 era un simple amanuense del Ministerio de Gobierno, pero al año siguiente el presidente  Leguía recién llegado al poder le encarga el difícil puesto de Director de Gobierno, que supo desempeñar.  Desde entonces su carrera política queda unida a la de Leguía hasta el año 1930 en que éste es depuesto por el general Sánchez Cerro.

 

                Don Eduardo Reusche y Castro, era diputado desde 1905, y había sido siempre un fiel seguidor del general Cáceres.  Para reemplazarlo, los seguidores del presidente Leguía habían lanzado la candidatura de Julio Rodríguez  Pacherrez.

 

Era Rodríguez, un personaje muy popular entre las comunidades campesinas a las que defendía con ardor y el único que sin ser indígena pertenecía a una de ellas.

 

                Había nacido en Castilla, y a partir de esa fecha se inicia en  política llegando a desempeñar altos cargos, hasta el día de su trágica muerte en febrero de 1924 cuando desempeñaba la Prefectura de Ica.

 

                La facción del Partido  Civil que apoyaba a Leguía aún no había decidido que candidato designar para las elecciones presidenciales de 1912, pero las opiniones se unificaban en torno a un paisano de Leguía, terrateniente muy rico que como parlamentario y Alcalde de Lima había prestado gran apoyo al Presidente.

 

                Se trataba por lo tanto de crear ambiente favorable para la candidatura de don Antero Aspíllaga y eso era lo que pretendía  hacer en Piura el doctor Víctor Eguiguren Escudero, uno de los diputados por el departamento.

 

                Leguía en realidad, no estaba muy entusiasmado con la candidatura de Aspíllaga y además consideraba que era muy prematuro tratar del asunto.  Más le interesaba en verdad, las elecciones del tercio en lo cual tenía un interés más personal, porque se rumoreaba que el presidente quería prorrogar su mandato, bajo diversos pretextos por un año más.

 

                Por intermedio del Ministerio de Gobierno, se dispuso por lo tanto que los prefectos y autoridades políticas, dieran todo el apoyo posible a los candidatos parlamentarios de tendencia gobiernista y se desentendieron de todo lo referente a la candidatura presidencial.  Parece que don Víctor Eguiguren no estaba enterado de esto, y en Piura buscó de dar apoyo tanto a la candidatura presidencial de Aspíllaga como a las parlamentarias.

 

                Era por esos tiempos diputado suplente por Piura don Francisco García León, un conocido e influyente empresario piurano que era todo un entusiasta convencido de llevar a la Presidencia de la República al señor Aspíllaga.

 

                Mientras tanto el prefecto don Agustín Zapatel había recibido instrucciones superiores en el sentido de apoyar la candidatura de don Julio Rodríguez, lanzado por las Comunidades Indígenas.

 

                Rodríguez empezó su propia campaña y también la de Aspíllaga porque no había motivo para no hacerlo, pero no era hombre que perteneciera a la dirigencia del Partido Civil de Piura, la cual el 9 de abril de 1911 lanzó la candidatura de Francisco García León.  Esto como era natural sembró el desconcierto en el electorado piurano.

 

                Para resolver el impase, don Víctor Eguiguren, cuenta J.A. Rázuri, invitó a Rodríguez y a García León a una reunión en su estudio, con el fin de unificar las fuerzas electorales y dejar la decisión a la suerte, debiendo el  perdedor apoyar al ganador del sorteo.  Así se hizo y ganó García León, para certificación de lo cual se levantó un acta por triplicado que también firmaron como testigos Rodolfo Alfajeme y Leonidas  Castro que habían acompañado a Julio Rodríguez.

 

                El prefecto Zapatel desconoció el pacto y dispuso por intermedio de su jefe de guardias, Leonardo Gómez Gallo, que Julio Rodríguez compareciera de inmediato ante su despacho y que al mismo tiempo dispusiera la reunión de 200 hombres y una banda de músicos a las puertas de la prefectura.  Así se hizo, y Julio Rodríguez recibió del ya  coronel-prefecto un enérgico tirón de orejas, pues Zapatel no se andaba por las ramas.  Al salir de la prefectura se encontró Rodríguez con el improvisado  mitin, con vivas y un caballo listo sobre el cual montó y en bulliciosa manifestación que se fue engrosando y con banda de músicos por delante, recorrió las calles de la ciudad.

 

                La directiva del Partido Civil en Piura no tuvo más remedio que someterse a lo dispuesto por el prefecto, y las elecciones que se llevaron a cabo el 25 de mayo, dieron el triunfo a Julio Rodríguez.

 

                El prefecto citó a los triunfadores Benjamín Huamán de los Heros y Julio Rodríguez a su despacho, y les entregó a cada uno tres pasajes de primera clase para el vapor  Ucayali que debía partir de Paita el 12 de julio.  La recomendación prefectural era que por cualquier medio, debían de estar en Lima antes del 20 de julio para la instalación de la nueva Legislatura.  Dos de los pasajes eran para los acompañantes que quisieran.  De esa forma el prefecto de Piura cumplió al pie de la letra las instrucciones que recibiera de sus superiores en Lima.

 

Progresos de la aviación

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                El hombre desde tiempos muy antiguos se interesó mucho en el vuelo de los pájaros y trató de imitarlos.

 

                En el Perú, igualmente desde la época de la Colonia muchos peruanos que en su tiempo fueron tenidos por excéntricos y hasta locos, intentaron infructuosamente volar.

 

                Recién en 1903, los  hermanos Wilbur y Orville Wright lograron inventar una máquina más pesada que el aire,  en la que el 17 de diciembre de 1903 lograron volar un trecho de sólo 260 metros.   En esos momentos la historia de las comunicaciones y de la humanidad entera iniciaba un cambio profundo.  Los inventores, que eran norteamericanos, pusieron el asunto en manos del Gobierno Norteamericano y más tarde se buscó contacto con el Gobierno de Francia, porque era  en este país en donde más interés había despertado la naciente aviación.  En París, se montó en 1906 el primer taller para fabricar aviones bajo la dirección de los hermanos Voisin.  No podía por entonces hablar de fábricas por cuanto los aparatos eran muy sencillos.

 

                El 25 de julio de 1909, Louis Blériot logró cruzar el canal de la Mancha, hazaña que se tuvo por portentosa, causando la admiración general

A partir de esa fecha, cundió en Europa una especie de fiebre por todo lo referente a la aviación, y por todas partes se promovían exhibiciones, competencias, mítines aéreos, etc.

 

                En 1910, la ciudad de Milán promovió un concurso internacional para un vuelo de Suiza a Italia atravesando la Cordillera de los Alpes por el llamado Paso del Simplón.  Se inscribieron tres, entre ellos Jorge Chávez Garnell, peruano nacido en París, que fue el único que quedó en la prueba.  El 23 de setiembre, Chávez salió de la ciudad suiza de Briga, cruzó los Alpes y apareció en Italia, sobre el cielo del valle de Domodossola.  Había triunfado.  Estando sólo a cinco metros del suelo, las alas del débil avión Bleriot que tripulaba se doblaron y el aparato se precipitó a tierra. Con múltiples fracturas fue llevado al hospital, las que en realidad no revestían gravedad, pero falleció el 27 posiblemente por shock traumático y hemorrágico, al no habérsele hecho las transfusiones necesarias, ni aplicado el suero requerido.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        De estos hechos me he  ocupado antes.

 

                Cuando se revisó el aparato Bleriot, se pudo comprobar que el ala quebrada correspondía a una anteriormente malograda y mal reparada.   Por lo tanto, la caída y la muerte de Jorge Chávez correspondieron a claras negligencias.  Chávez llevó en su avión la bandera peruana.

 

                En Lima se formó entonces una Liga Pro—Aviación que invitó a Bielovucic, el que aceptó llegando a Lima con una avioneta “Voisin” y otra “Farman”, el 8 de enero de 1911.  Fue el 15 del mismo mes en que hizo la primera exhibición en el Hipódromo de Santa Beatriz.

 

                Es decir que en Lima se efectuaron los vuelos sólo al año y medio de haberse iniciado en el mundo, con el cruce del Canal de la Mancha.

 

                Carlos Tenaud Pomar era otro joven que tenía una tremenda afición por la aviación.  En 1908 al tener conocimiento del descubrimiento de los hermanos Wright, trató de fabricar en Lima un aeroplano, pero sin éxito..  Entonces se dirigió a París en donde se matriculó en la academia de pilotos que dirigía Bleriot, siendo uno de los primeros brevetados del mundo.  También había sido invitado por la Liga Pro-Aviación de Lima e igualmente arribó al Callao en enero de 1911, habiéndose instalado en el campo de Limatambo.  El 27 de enero trató de despegar, y allí el aparato que no había podido ganar altura, se enredó en unos cables eléctricos y se estrelló, resultando el piloto con múltiples heridas, falleciendo el 7 de setiembre de 1911.  Fue la primera víctima de la aviación sobre suelo peruano.

 

                Piura tendría que esperar hasta 1920 para ver un primer avión surcar por sus cielos.

 

Obras diversas.  La Compañía de Teléfonos de Piura

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                En 1911 se continuó en  Piura la construcción del nuevo mercado, frente al parque Pizarro.  El proyecto se había iniciado en 1910 sobre la base de un plan presentado por el inspector de Obras Públicas, Hugo Sommerkap, que había merecido el respaldo tanto del alcalde Manuel Helguero como del prefecto Juan Ignacio Seminario.  El nuevo alcalde Baltasar Navarro, siguió laborando en la obra de su predecesor. El diseño fue obra del arquitecto  paiteño Julio Ginocchio Alburqueque, que le dio un estilo toscazo. Ginocchio que había estudiado arquitectura en Italia. También diseñó el local del Centro Escolar de la Calle del Cuzco de Piura, el local del hotel Mirador de Paita y del Club Liberal de ese puerto.

En la parte de atrás del mercado  y sobre el río se encuentran los restos de un muro de piedra al que llaman “La Peñita” y son los restos de una represa construida por los tallanes y los incas. Esa maravillosa obra hidráulica ha desafiado a los siglos y a las furiosas aguas del río Piura en sus momentos de crecientes. Los mocitos la usaban como trampolín, para lanzarse desde allí al río. Algunas veces se formaban peligrosos remolinos que cobraron victimas.. En la parte de Castilla están los restos de la otra parte de “La Peñita

 

 

El mismo alcalde Baltasar Navarro, dio el 20 de julio de 1911 un Decreto disponiendo que la antigua plazuela de la Cruz del Norte, se llamase en lo sucesivo Ignacio Escudero, en homenaje al gran tribuno piurano.  Fue muy difícil para los piuranos y sobre todo para los mangaches acostumbrarse al nuevo nombre y por décadas siguió siendo  llamada en la forma antigua aún cuando en todo documento oficial figuraba como plaza    Escudero.

 

                Hay que hacer hincapié que con anterioridad a 1910 la llamada plaza de la Cruz del Norte, sólo era una explanada de tierra situada frente a la capilla del mismo nombre.  Desde 1900 el alcalde de Piura, don César Cortés Sarrio, había hecho empedrar la avenida del cementerio  que más tarde se llamaría San Teodoro, y como lo dice Carlos Robles Rázuri en una crónica, era notorio el contraste con el pampón que era la “plazuela”.

                Se inició por lo tanto con posterioridad a 1908 la construcción de la plazoleta y en 1911 ya los trabajos estaban terminados.  Se tenía por  entonces una verdadera plazuela y fue a ésa  a  la que se le dio el nombre de Escudero.

 

                Las obras de la plaza de San Sebastián estaban también llegando a su término. Su nombre oficial fue Hermanos Meléndez, en homenaje a esto héroes de Tarapacá

                En Castilla, al iniciarse el siglo, en el lugar en donde ahora se encuentra el parque principal o plaza Montero, existía un pampón en cuyo centro había una cruz.  Esto era un rezago de antiguos usos españoles que se pueden observar todavía en muchos pueblos pequeños.  La explanada fue tomando con el tiempo, pomposamente el nombre de plazuela de la Cruz, más aún, cuando se le hicieron algunos jardines.

 

                El mismo alcalde de Piura, que lo era también de Castilla, don Baltasar Navarro, con la misma fecha de 20 de julio de 1911, dispuso que la “Plazuela de la Cruz” se llamase en lo sucesivo plaza Montero, en homenaje al gran pintor piurano Luís Montero.  Recién en 1918 se le colocó busto y placa.

 

                El servicio telefónico fue instalado en Piura en 1880.  Eso ya lo hemos hecho conocer antes.  En 1892 el primer concesionario que era don Rafael Arredondo, transfirió sus derechos a don Emilio Clark, época en que ya estaban conectadas con Piura las localidades de Paita, Sullana, Morropón y Chulucanas.  En 1901 se formó la empresa llamada Compañía Internacional de Teléfonos del Perú, que se hizo cargo del servicio de Piura hasta el año 1911 en que vendió sus acciones a la Compañía de Teléfonos de Piura, que se mantuvo hasta el año 1942 en que vendió todo a la Compañía Nacional de Teléfonos del Perú.

 

                La radiotelegrafía que empezó a funcionar en el Perú en 1906 conectando Lima con la selva peruana, recién se utilizará en Piura en 1925.

 

El nuevo alcalde Espinoza y el Pan Grande de Billinghurst

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El año 1912 se inició para la ciudad de Piura con un nuevo alcalde, don Ricardo César Espinoza, terrateniente y uno de los dirigentes del Partido Liberal fue el nuevo burgomaestre, tenía 42 años de edad y estaba casado con la dama piurana Antonieta Vais.

 

Su campaña política había sido muy bien orientada en el periódico de su propiedad “El Deber”.

 

Lo acompañaba en el grupo edil don Emilio Vignolo como inspector de Obras Públicas que tenía el propósito de modernizar el aspecto urbano de Piura.

 

                A nivel nacional, aún no se había definido el candidato de la oposición a la presidencia de la República y la de Antero Aspíllaga siguió cimentándose.  En Piura los adictos a Leguía se mostraban muy activos promocionando al candidato civilista.

               

                Ya hemos dicho como en la reunión del 11 de febrero de 1912 realizada por los representantes de todos los grupos de oposición, terminó en fracaso  por cuanto Piérola con su Partido Demócrata se apartó de la coalición opositora y ésta por otra parte no se podía poner de acuerdo para elegir candidato.  Se pensó en el ex –presidente don José Pardo que se encontraba en Europa, pero éste no aceptó.  Tampoco prosperó la propuesta a favor del general Muñiz porque se prefería un candidato civil y que estuviera respaldado por un grupo económico que pudiera hacer frente a la campaña millonaria de Aspíllaga.  En el mes de abril había tal desaliento en la oposición, que se creía seguro el triunfo del candidato gobiernista.  Por otra parte casi ya no había tiempo.

 

                En los primeros días de marzo, principió a circular en el sur del Perú, la posible candidatura de don Guillermo Billinghurst, el que era prácticamente desconocido en Piura.  Todo fue muy rápido, y en Lima en donde este candidato había hecho una buena labor como alcalde, fue pronto motivo de amplia aceptación.  Era una época en que se sufría por el encarecimiento de la vida, y uno de los artículos en donde la subida de los precios había experimentado mayores alzas en medio de la protesta general era el pan.  Se aseguraba incluso que con Aspíllaga cada pieza costaría dos reales es decir veinte centavos de sol.  Fue entonces cuando Billinghurst con una idea muy simple, captó el favoritismo popular, ofrecían piezas grandes de pan por sólo cinco centavos.  Toda la propaganda se centró entonces en el llamado Pan Grande, y con este apodo se le conoció en adelante a Billinghurst.

 

                El 9 de mayo estaba oficializada la candidatura de don Guillermo Billinghurst y éste solicitó al Gobierno la postergación de las elecciones, pero Leguía se opuso.  En la misma fecha, Piérola enviaba a todos los comités provinciales pierolistas órdenes de abstenerse en toda intervención, bajo amenaza de declarar traidores a los que desobedecieran.  Esto que pudo herir de muerte la candidatura de Pan Grande, ya que se trataba de un viejo demócrata, y que en momentos difíciles había respaldado a Piérola, no tuvo mayor efecto práctico, lo cual fue una muestra de que el viejo y combativo caudillo había perdido ascendiente.

 

                El 15 de mayo, Billinghurst convocó en Lima a un mitin, que fue el más grande que hasta entonces se había realizado en Lima.  Para los políticos de la época fue eso como un plebiscito, más aún cuando Aspíllaga hizo una magra manifestación en la plaza de la Exposición en el mismo día.  Para la generalidad, la situación había cambiado y el favoritismo político se había volcado a la oposición.

 

Frustran elecciones del 25 de mayo de 1912

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                Pese a tener la seguridad de contar con la adhesión mayoritaria del pueblo peruano, Billinghurst consideraba que el tiempo que restaba para las elecciones señaladas para el 25 y 26 de mayo era muy corto.  Además a las claras estaba visto que se había organizado el fraude en las mesas.

 

                Ante esa situación, los partidos de la oposición dispusieron la realización de un paro general en Lima en los días de las elecciones.  Era el primero de esa naturaleza en el Perú.  Desde las primeras horas del 25, piquetes de partidarios de Billinghurst recorrieron las calles de la ciudad de Lima asaltando las mesas de sufragio, quemando actas y poniendo en fuga al personal encargado de la recepción de votos.  La policía prácticamente no hizo nada, en forma tal que los agresores actuaron alentados por la impunidad.  En el resto de provincias, la cosa no fue igual, pero no faltaron desórdenes, aún cuando en Piura bajo el férreo control del prefecto Zapatel, el acto electoral se desarrolló con cierta normalidad pero con un gran ausentismo.

 

                Los resultados electorales eran inciertos y el Congreso declaró que las elecciones  eran nulas porque no habían llegado a votar ni un tercio de los electores hábiles.

 

                Se suponía que los electores eran unos 143 000 y los partidarios de Aspíllaga aseguraban haber logrado casi 60 000 votos a favor, es decir sólo ellos más del tercio y que en consecuencia su candidato era el elegido presidente de la  República.

                Sin embargo, contra todo lo que se esperaba, la mayoría parlamentaria que era leguiista, consideró que una gran cantidad de los votos que los partidarios de Aspíllaga consideraban como válidos eran nulos y por lo tanto fueron declaradas también nulas las elecciones.

 

                Ante esa situación, Piérola propuso una prórroga corta del mandato de Leguía y que se hicieran nuevas elecciones.  También Leguía abrigaba la esperanza de una prórroga, pero no la quería tan corta como Piérola.

 

                El Congreso yendo nuevamente contra el criterio de estas dos personas, se consideró con derecho a elegir al nuevo presidente.

 

                El 19 de agosto de 1912 el Congreso formado por leguiistas, por 132 votos contra 30 tomó la decisión de elegir y luego, en el mismo día y por igual número de votos proclamó a Guillermo Billinghurst como presidente del Perú.  Como para transar, fue designado 1er. vicepresidente don Roberto Leguía, hermano del presidente y como 2do. vicepresidente don Miguel Echenique, que era también un civilista leguiista, con lo cual se pensaba contentar a Leguía.

 

                Sin embargo, tan pronto como Billinghurst se vio en posesión del poder, hizo una serie de maniobras para evitar que los vicepresidentes llegasen a juramentar.

 

                En todas las gestiones que se tuvieron que realizar dentro del Congreso y en la toma de contactos y coordinaciones para lograr, que los parlamentarios contrarios resultaran apoyando a Billinghurst, jugó un papel importante el senador por Piura, coronel Fernando Seminario y Echandía.

 

                El 24 de setiembre, Guillermo Billinghurst asumió la presidencia de la república.

 

                Como es normal en esos casos, se produce cambio de autoridades políticas.  En Piura renunció el prefecto, coronel Agustín Zapatel, el 12 de octubre de 1912.  Lo mismo hizo el subprefecto, don Leonidas Echandía.  En reemplazo del primero fue nombrado don Jorge García Irigoyen y del segundo don Arístides Jiménez.

 

                El coronel Zapatel volvería a ser prefecto de Piura en 1922.  En todo tiempo se le consideró como una autoridad enérgica, debido a su formación militar y carácter, y siempre exigió el cumplimiento del deber.  Implantó un sistema de rondas nocturnas urbanas, que en forma personal controlaba, motivo por el cual la vida y la seguridad de los piuranos, así como su tranquilidad y propiedades estaban completamente aseguradas, cosa que no ocurría al momento de escribir la presente historia.

 

                Por esos años era personaje muy influyente no sólo en el departamento de Piura, sino a nivel nacional, don Víctor Eguiguren Escudero, que entre 1895 y 1898 había sido senador y diputado desde 1910. Era un conspicuo miembro del Partido  Civil cuya directiva nacional integró a raíz de la convención prtidaria celebrada el 6 de enero de 1912 en el clegio Santo Tomás de Aquino en Lima.

 

                En las elecciones de ese año, fueron reelegidos como diputados: Víctor Eguiguren, Miguel Checa Ch. y Manuel Castro .  Don Julio Rodríguez ocupó la curul que dejaba don Eduardo Reusche y Benjamín Huamán de los Heros, la diputación de Huancabamba que había tenido don Miguel F. Cerro.  Como diputados suplentes fueron reelegidos Baltasar Navarro, José Lama Arismendis, Modesto Burneo y Juan Velasco.  La nominación que dejaba Leonidas Echandía la ocupó el doctor Florencio Velasco.

 

                Como senadores, eran reelegidos el coronel Fernando Seminario  y Echandía y el general Pedro Muñiz.  Como suplentes, Francisco García León y Enrique Forero.

 

El Terremoto de 1912

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                Para los piuranos de la ciudad y del campo, así como de las provincias, parecía que el 24 de julio de 1912 iba a ser un día como cualquier otro, pues era miércoles.

 

                La gente se dirigía a sus trabajos y los escolares igualmente empezaban a movilizarse. En el campo las faenas se habían iniciado con el rayar del alba, como es costumbre.

 

                La capital departamental era una ciudad pequeña cuyos límites urbanos estaban entre la plaza de la Cruz del Norte o Escudero, las rancherías de la gallinacería que terminaban en lo que ahora es la avenida Bolognesi por el sur, el río por el este y la calle Junín por el oeste. Castilla, había vuelto a formar parte de Piura y se le conocía como Tacalá o Bajo el Puente.

 

                Las edificaciones de la ciudad de Piura eran predominantemente de adobe. El resto de poblaciones del departamento como Sullana, Paita, Catacaos, Morropón, Chulucanas, Ayabaca y Huancabamba, eran ciudades aún mucho menores. En Paita predominaba en las construcciones la caña de Guayaquil y los techos de calamina; en Sullana Catacaos, Morropón, etc., las paredes eran tabiques con rellenos de leña de algarrobo con techos, al igual que Piura, de pesadas tortas de barro. Talara era un campamento constituido por barracas de madera para los trabajadores.

 

                Piura se desperezaba a las 8 de la mañana, cuando de improviso un violento movimiento terráqueo volvió a todas las poblaciones en un loquerío. Luego sucedieron dos movimientos más, al término de los cuales, quedaron varias  poblaciones semi destruidas, con polvoreadas envolviendo las calles, la gente que corría dando gritos de uno a otro sitio y todos presas de una tremenda histeria colectiva.

 

                Nunca se llegó a saber el número de muertos, pero sin duda alguna, fueron muchas docenas tanto en Piura en donde se produjeron más víctimas, como en las demás localidades.

                Por no contarse con sismógrafos en el Perú de entonces, no fue posible precisar ni el epicentro, ni la intensidad del terremoto. Sin embargo, el padre Miguel Justino Ramírez, en “Huancabamba” (pág. 155) expresa lo siguiente: “Huancabamba parece  encontrarse en una zona sísmica. La ciudad fue el epicentro del terremoto del año 1912”. No da ni expone ningún fundamento en apoyo a su tesis.

 

                En la ciudad de Piura se derrumbó el edificio de la Corte Superior y del Cuartel de Zapadores. Era presidente de la Corte el Dr. Felizardo Montero, el que gestionó y obtuvo del presidente del Club Grau, Carlos Artadi, que se le permitiera alojarse en sus instalaciones. Lo mismo hizo la Compañía de Zapadores que estaba al mando del capitán J. Gonzáles y del alférez de ingeniería Bernardino Vallenas.

 

                Casi todos los edificios que circundaban la plaza de armas o se quedaron muy dañados o fueron totalmente destruidos.

 

                El Cabildo ocupaba el lugar donde se levanta el actual edificio municipal. Era un pesado edificio de adobe, con arcos amplios y en cuya parte superior había un reloj. Quedó el local inhabitable, en forma tal que el alcalde Ricardo César Espinoza, se vio en la necesidad de levantar en la avenida Grau, cuarta cuadra, una edificación provisional de madera, para desde ese lugar dirigir todas las labores de socorro inmediato e iniciar la rehabilitación. Allí estuvo hasta 1913 en que se reubicó en un local de propiedad de don Miguel G. Seminario.

                                                       

El edificio del Cabildo era de dos plantas. En la superior funcionaba la municipalidad y en el primer piso la cárcel. Con el mismo resultaron varios presos muertos y heridos y algunos huyeron. Sobre el segundo piso se construyó una torre de madera en donde se había instalado un reloj desde 1908. Las sonoras campanas daban las horas y las medias horas. Al principio el mantenimiento lo tuvo el relojero Felices.

                El edificio municipal quedó tan malogrado que fue necesaria su inmediata demolición.

 

                En la década del 40 en la esquina de las calles Ayacucho y Libertad, había un edificio de dos plantas, en cuyos altos vivía una familia y en los bajos funcionaban las oficinas y talleres del diario “Eco y Noticias”. Luego venía un local amplio que fue ocupado por el cine “Fénix” y a continuación sobre terrenos que la municipalidad vendió, se levantaron dos viviendas, una de las cuales, era la casona de la familia Seminario. En la esquina Ayacucho - Tacna, la Municipalidad conservó una pequeña área, que cercó con paredes de ladrillo, a ese terreno se le dieron diversos usos.

 

                Posteriormente se trasladó la sede municipal a la calle Lima, cuarta cuadra en edificio que adquirió de la familia Eguiguren Helguero y allí permaneció hasta 1967 cuando pasó a la avenida Bolognesi, a un local que había ocupado la estación de radio-telegrafía y en 1972 pasó al actual local de la plaza de armas, que es el mismo sitio que se designó para cabildo cuando fue fundada la ciudad. Este edificio modrno se debe a la gestión de su alcalde Antonio Leigh Rodríguez. En cuanto al reloj del cabildo, recién había sido instalado en 1908 durante la gestión edil de Baltasar Navarro, a un costo total de S/. 3,890.44, suma muy elevada para la época. El reloj daba la hora oficial de acuerdo a lo dispuesto por el Decreto Supremo del 17 de junio de 1908, lo que se lograba, por intermedio de la oficina de All American Cable de Paita, que era transmitida telefónicamente a la estación del ferrocarril de Piura y de este lugar a la municipalidad. En 1909 se nombró a don Pedro Morante para que se encargase del mantenimiento del reloj. El terremoto se lo trajo abajo y lo inutilizó. Mucho tiempo después fue arreglado y colocado en la torre del mercado. Fue don Carlos Robles Rázuri el encargado de lograr toda esta información sobre el reloj.

 

                La cárcel, que funcionaba en los bajos de la municipalidad, quedó totalmente en ruinas y los presos, donde resultaron varios muertos o  heridos, fueron evacuados.

 

                El hospital y la iglesia de Belén ubicados en la calle Libertad frente a la plaza de armas en el lugar que en 1990 ocupaba en Hotel de Turistas, fue otro edificio totalmente destruido. Los pacientes tuvieron que ser trasladados a Tacalá a un local que se estaba construyendo, y después fuera el nuevo hospital de Belén. En esa labor humanitaria, el alma fue la dama piurana Josefina Escudero de Eguiguren.

 

                Como ocurre en todas las iglesias en el caso del sismo, lo templos piuranos sufrieron mucho. En unas se derrumbaron las torres, y en otras no sólo ellas, sino también se vinieron abajo las bóvedas y las cúpulas, siendo la iglesia matriz una de las que más sufrió con el sismo. La arquitectura de las iglesias piuranas que era una herencia de la colonia, las hacía muy expuestas a grandes deterioros por movimientos sísmicos.

 

Las torres de la iglesia matriz quedaron en total ruina. La que tenía el reloj se vino abajo inutilizando un aparato que tanto apreciaban los peruanos. También la torre del campanario quedó inutilizada. En su interior el templo era un desastre.

 

                El reloj databa de 1783 y había sido adquirido en Cádiz por el obispo de Trujillo, Martínez Compañón, como resultado de la visita pastoral que hizo a Piura y a toda la costa norte. Este reloj vino a reemplazar al que ya tenían. Por lo tanto el templo piurano se quedó sin reloj durante 48 años hasta que en 1960 Piura recibió como regalo con motivo del Congreso Eucarístico, un reloj de parte del segundo vice-presidente de la República, Federico Bolognesi, el mismo que tuvo que esperar sin embargo bastante  tiempo, para ser instalado.

 

                En torno al parque principal;“La Casona” de López Albújar también sufrió graves deterioros y el segundo piso se vino abajo. Esa casa tenía un pequeño balcón con frente a la plaza.

La casa fue reconstruida y allí funcionó por un tiempo la Comandancia de la Región Militar, luego otras instituciones y por fin fue vendida a un banco que la reconstruyó, y en el año 2.000 seguía allí

 

 Lo mismo sucedió con la llamada  “Casa  Museo Grau” a pocos pasos y en la misma calle Tacna, que tenía dos pisos. Se dice que allí nació el heroe de Angamos.

El segundo piso se vin abajo y nunca fue recointruido, no obstante la importancia histórica que se le ha dado.

                                                                                                  

                En ese año, la congregación salesiana estaba construyendo el colegio en terreno de la calle Libertad donado por don Juan Hilarión Helguero, y acababan de inaugurar su taller de tipografía. La parte antigua del local escolar quedó tan maltratada por el sismo, que fue imposible volver a ocuparlo, lo cual obligó a los religiosos de esa congregación al aceleramiento de la construcción.

 

                Los viejos claustros del colegio San Miguel que estaban próximos al colegio Salesiano, se derrumbaron y hubo que demoler el resto porque nada era rescatable. Los alumnos se trasladaron a una casa amplia de la familia Saavedra en la calle Tacna de Castilla. Luego de algunos meses de permanencia en ese lugar, el colegio pasó a funcionar a un amplio edificio de propiedad del diputado Julio Rodríguez ubicado en la calle Tacna de Piura, tercera cuadra, haciendo esquina con la calle Ica, donde en la década del 80 tenía un establecimiento comercial don Alfredo Chunga. Cuando ocurrió el sismo era director del plantel el Dr. Melquíades Cabrera que había tenido los destinos de ese centro educativo desde 1907, siendo uno de los directores de más grata recordación. El terremoto de 1912 lo obligó a desplegar gran actividad para que las clases no se interrumpieran. En esos momentos era casi imposible disponer en Piura y Tacalá de un edificio en condiciones medianamente buenas y por otra parte eran muchas las instituciones que se dieron a la misma tarea de buscar nueva ubicación. En 1913 Cabrera fue reemplazado por el Dr. Alicio Arias de Castro, que dispuso el traslado del plantel de Tacalá a Piura.

 

                La reconstrucción estuvo a cargo del italiano Carlos Panicia y demoró de 1915 a 1930.

 

                Fue recién en 1930 cuando San Miguel pudo retornar a su antiguo plantel de la plaza Merino donde continuó hasta 1952 en que pasó a las amplísimas instalaciones de la avenida general San Martín, donde se encuentra.

 

En Paita y otros lugares

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                En Paita, el terremoto no hizo proporcionalmente los estragos que había causado en la ciudad de Piura. Las viviendas de caña de Guayaquil, no tenía ni la rigidez ni el peso del adobe, y por tal motivo si bien es cierto fueron fuertemente zamarreadas, casi no llegaban a derrumbarse. Mas bien el temor de los paiteños estuvo en el mar, que se agitó en forma inusual, y cuyas grandes olas al romperse inundaba las viviendas próximas a la playa. Las voces alarmantes que nunca faltan, anunciaban un “próximo maremoto” que felizmente nunca se produjo. Otro motivo de alarma fueron los desprendimientos de piedras y tierra de los cerros que circundaban la población, y que al producirse en los primeros remezones, lo hacían con gran ruido y polvareda, yendo a destruir no pocas viviendas que encontraron a su paso.

 

                En Catacaos, las viviendas eran predominantemente de material muy liviano como carrizo, leña, paja y pasta de barro. Casi no había, salvo los edificios públicos, viviendas de dos pisos. Era en la calle de El Comercio y en los alrededores de la plaza principal, en donde se había construido edificaciones de dos pisos. El alcalde Mujica informó de graves daños en la municipalidad, iglesia y casa parroquial.

 

                Don Jacobo Cruz Villegas, afirma que el templo que se construyó en los primeros años del Virreinato, quedó muy malogrado, y agrega “no obstante, las torres apenas si sufrieron agrietamientos, lo mismo que la fachada y otras secciones del templo”. La opinión prevaleciente fue que el templo podía  ser rehabilitado y a esa tarea se dedicó el padre Sabogal con toda la feligresía, pero al iniciar la obra de reconstrucción pudieron darse cuenta que mucho de lo que consideraban utilizable tuvieron que demolerlo, y en cierta forma fue necesario hacer una reconstrucción, pues luego se vieron precisados a demoler también las torres. En resumen se hizo un nuevo templo, el cual posteriormente al sufrir nuevos embates de la naturaleza ha obligado al redoblado esfuerzo de los habitantes, para culminar una labor en la que llevó 80 años. Por décadas el templo estuvo sin torres.

 

                Cuando el terremoto se produjo, el padre Sabogal se encontraba celebrando misa con asistencia de un buen número de fieles en su mayoría indígenas. Se vio precisado a interrumpir el Sagrado Oficio y los fieles ganaron pronto acceso a la plaza de armas sin que se produjeran desgracias personales. Al tercer remezón y cuando el padre Sabogal estaba afuera con los vasos sagrados, se caía estrepitosamente la cúpula que estaba sobre el altar mayor.

 

                La casa del cabildo, en donde en la década del 80 se encontraban funcionando las oficinas de correos se desplomaron, pues se trataba de un edificio de adobe.

 

                En Catacaos, también quedó destruido el hospital San Vicente Paúl, y los enfermos tuvieron que se evacuados al hospital de Emergencia de Tacalá. Tuvieron que pasar diez años, para que llegase a Catacaos un médico de ese pueblo, como lo era el Dr. Tomás Lazo Tabeada, para que pusiera empeño en comprometer a todas las instituciones locales, a fin de que se contase con el hospital, lo que se logró.

 

                En cuanto a Huancabamba, hay que tener en cuenta que la ciudad, no así el resto de la provincia, se encuentran sobre un suelo inestable, que produce un lento pero persistente deslizamiento y hundimiento. La ciudad se encuentra atravesada por una grieta a la que llaman Rajadura, la cual apareció hace muchos años y en forma tan leve que casi no se reparó en ella.

 

                Ya el sabio Raimondi, que visitó la ciudad en 1868 se ocupó de los deslizamientos de la ciudad y sugirió construir una nueva ciudad en las Pampas de Quispampa, que posteriormente sirvió como campo de aterrizaje. También Luis Alayza Paz Soldán en su obra “Mi País” se ocupa del fenómeno geológico y la denominó la Ciudad que Camina y como era lógico suponer el padre Miguel Faustino Ramírez en “Huancabamba” también se refiere al asunto en forma extensa y plantea igualmente el traslado de la ciudad a Quispampa de acuerdo a los estudios del ingeniero Juan Lituma Portocarrero, que más tarde fue senador de la República.

 

                No se ha podido establecer si la grieta es sólo superficial o corresponde a una verdadera falla geológica. También puede influir en el fenómeno de la inestabilidad del terreno, el hecho que en las proximidades de la ciudad y en la parte alta, hay cultivos, y el riego produce filtraciones, formándose pequeños riachuelos subterráneos que erosionan el terreno y lo hacen ceder.

 

                El padre Miguel Faustino Ramírez dice que a causa del terremoto del 12 se profundizaron y pronunciaron más las grietas ya existentes.

 

                Parece sin embargo que el terreno sobre el cual está la plaza principal y sobre todo el montículo encima del cual se ha construido la iglesia son más estables. En efecto, el sismo del 12 no inutilizó el templo y si bien es cierto agrietó la torre y fue necesario retirar el reloj; después sólo bastaron reparaciones para rehabilitar la iglesia y hacer que el reloj volviese a su lugar, pues había sido colocado en la municipalidad. Fue en 1915 cuando terminó la rehabilitación del templo con el padre Fulgencio Ruiz García.

 

                En las demás poblaciones de la provincia de Huancabamba, las que más sufrieron fueron las iglesias. En Sondorillo había una iglesia construida desde los tiempos de la colonia, frente a la plaza principal. Sus altares eran todos tallados y dorados al fuego, pero la Iglesia se derrumbó en forma total por haber sido construida sobre una grieta que antes no se había detectado. De los altares sólo se pudo salvar el altar mayor.

 

                En Sechura fue su bella iglesia la que más sufrió. Una de sus torres, la ubicada en el lado este se derrumbó, pero los sechuranos con el mismo tesón que los cataquenses la lograron reconstruir pronto. La iglesia empezó a construirse en 1728 y se demoraron 30 años en eso. Las campanas son de 1742.

 

                El alcalde Manuel Pérez, informó la destrucción de la iglesia de Sechura.

 

                En Ayabaca y en Sullana, si bien el terremoto  causó mucho daño, en nada fue comparable con lo ocurrido en la ciudad de Piura.Como en otros lugares las iglesias sufrieron mucho.

Así es com la de Querecotillo se vino abajo, pero los fieles con gran constancia pronto la reedificaron y años mas tarde un incendio la destruyó, pero la volvieron hacer, mucho mejor que antes.

 

En el campo, el terremoto también rompió canales y malogró compuertas. Muchos de los caminos al interior se interrumpieron por desprendimientos de los cerros. Se trataba de caminos de herradura para acémilas pues no circularon  en el departamento carruajes. Los rieles del ferrocarril Paita a Piura y de Piura a Catacaos saltaron en algunos lugares lo que interrumpió el tráfico de trenes por algunos días. En muchos lugares, el agua se enturbió lo que motivó temor entre la población para consumirla. En la plaza de armas de Piura, se produjo una pequeña grieta y de ella salió agua caliente, de donde nació el cuanto de que en ese lugar existía oculto un volcán de agua.

 

Tareas de reconstrucción

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                El prefecto coronel Zapatel y el alcalde Espinoza, se multiplicaron para tratar de restablecer la normalidad entre la población.

 

                Como continuaron luego sacudiendo a Piura réplicas o temblores de menor intensidad, la gente prefería dormir a la intemperie no obstante que ya hacía frío. Una gran cantidad de viviendas había quedado tan malogradas con los tres primeros remezones, que luego, no eran pocas las paredes o pesados techos de torta que se desplomaban al menor sacudón.

 

                Como algunas personas habían perdido definitivamente sus viviendas, y la tarea de reconstruirlas no podía hacerse de inmediato, las autoridades las ubicaron en un terreno que tomó el nombre de Barrio 24 de Julio, y que después fue el naciente barrio Buenos Aires. Un centenar de canchones se levantaron en ese lugar y cuando en 1914 la municipalidad le quiso cobrar el valor del mismo se produjo un entredicho con las autoridades representantes del Gobierno Central, pues se aseguraba que eran terrenos fiscales. Un año más tarde el presidente Pardo zanjó el problema reconociendo el área como propiedad municipal.

 

                El 27 de julio se creó la Comisión de Auxilios, presidida por el alcalde Espinoza, el presidente de la Junta Departamental de Piura, el director de la Beneficencia, el prefecto, el comandante de armas el capitán J. Gonzáles, el presidente del Club Grau Calor Artardi, el presidente del Centro Piurano, así como Celso Garrido Lecca y don Hugo Somer Kamp. Habría que remover escombros para rescatar y enterrar muertos, atender heridos y damnificados.

 

Carlos Artado que después sería diputado por Paita, cedió las amplias instalaciones del Club Grau, para que alli .pudieran funcionar varias instituciones.

 

                El alcalde Ricardo César Espinoza pensó que sobre las ruinas de la ciudad, podía levantarse otra nueva, moderna, planificada y perder de ese modo el aspecto de aldea grande que había tenido. Con tal fin, solicitó al presidente Leguía y a los parlamentarios piuranos el envío de un grupo de ingenieros urbanistas para que elaborasen el proyecto.

 

                En enero de 1913 llegaron los ingenieros Teodoro Elmore y Carlos Romero Sotomayor que en compañía del alcalde recorrieron toda la ciudad y mantuvieron un amplio intercambio de ideas con el alcalde, para interpretar su intención.

 

                En cuanto al uso de materiales, se recomendaba dejar de lado el adobe y en su lugar utilizar ladrillo para levantar paredes. En los techos debería utilizarse la calamina en reemplazo de tortas de barro. En las calles, en vez de enladrillarlas debían ser asfaltadas lo que era sin duda toda una novedad en esa época. Se tenían que rectificar el alineamiento de las calles evitando el zigzagueo y darles más ancho. La estación del ferrocarril que cerraba el paso a la avenida Grau debía trasladarse a otro lugar, en forma tal que más bien quedase a un costado de dicha avenida. En la práctica, le bastó ceder terrenos para dejar paso a la prolongación Grau

 

                Romero Sotomayor permaneció en Piura hasta culminar los estudios, siendo ayudado por el ingeniero Manuel Jesús Gamarra, pues Elmore retornó a Lima. El trabajo fue elevado al Ministerio de Fomento, y aprobado, pero ninguna disposición se dio para su ejecución.

 

                En 1919 Ricardo César Espinoza sale elegido senador y logra que se ordene la ejecución de ese primer plan regulador de Piura. Fatalmente ya era tarde, pues había pasado 7 años desde el día del terremoto, y la ciudad se volvió a reconstruir con los defectos anteriores. Es decir, siguieron existiendo las callejuelas transversales, sumamente estrechas, las edificaciones continuaron levantándose con adobe y colocándoles torta de barro, si bien es cierto se vieron bastantes viviendas de ladrillo y con el techo de calamina. Las calles siguieron enladrilladas y en fin se perdió la oportunidad para haberle dado un vuelco al aspecto urbano de Piura.

 

                Cuando se produjo el terremoto, el diputado don Víctor Eguiguren Escudero se encontraba en Piura. En Lima los senadores el general Pedro Muñiz y el coronel Fernando Seminario y Echandía dieron a conocer la tragedia que vivía el pueblo piurano y la obligación que tenía el Gobierno de contribuir a la reconstrucción de muchos edificios públicos, caminos y canales de riego. El 14 de diciembre del mismo año, lograron que se diera la Ley 1745 mediante la cual se ponía a disposición de Piura un millón de soles. Creyeron por lo tanto conveniente pasarle un cable a Eguiguren anunciando la noticia, pues el diputado estaba nuevamente en Piura.

 

                Se asegura que el cazurro diputado al recibir el cable dijo a manera de irónico comentario “Dios salve al millón”.

 

                En efecto la ley se había dado pero no se iniciaba la financiación, y nació y murió al mismo tiempo, como centenares de pedidos que por décadas posteriores hicieron los parlamentarios piuranos, y que a pesar de ser aprobados nunca se llegaron a cumplir porque no había dinero, pero que servía perfectamente para lo que en política se llama para la exportación, es decir para engañar al electorado.

 

                Fue por ese motivo, que tanto la ciudad de Piura como las del resto que sufrieron los efectos del sismo, se fue levantando y reconstruyendo muy lentamente sobre los escombros, sin cambio ni variación alguna, y varios años más tarde aún podían apreciarse en la capital departamental los efectos del sismo.

 

                Recién el 17 de noviembre de 1917 se dio la ley 2550 que en forma específica asignaba en el presupuesto una partida para la construcción de la cárcel de Piura, que también se destruyó con el terremoto. Como sabemos la cárcel estaba en los bajos, al costado de la municipalidad y frente a la estatua de La Libertad.

 

Cambio de Gobierno

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                Siempre el cambio crea esperanzas, fue así como los piuranos consideraron que con la renovación presidencial, pues salía Leguía y entraba don Guillermo Billinghurst, podía lograrse algún beneficio para Piura, más aún cuando se tenía un alcalde del Partido Liberal.

 

                También se había producido un cambio de autoridades, pues el  coronel Zapatel renunció a la prefectura de Piura en octubre, y lo reemplazó don Jorge García Irigoyen.

 

                En realidad, los cambios no significaron ningún beneficio para Piura.

 

                Imaginamos que el 24 de setiembre de 1912, cuando el nuevo presidente asumió el mando, los piuranos no estaban para celebraciones. Por esa época hacía frío y muchas familias casi vivían a la intemperie.

 

                En el nuevo Gabinete que se formó, todos eran extraños a Piura, salvo el general Varela que asumía el Ministerio de Guerra, y que hacía pocos meses había estado en la región al frente del ejército del norte, movilizado con ocasión del conflicto con el Ecuador.

 

                Los leguiístas pasaron de inmediato a la oposición en todo el país. Los órganos de prensa atacaron con saña al nuevo mandatario y en el parlamento tenían un número tal de votos que fácilmente hacían mayoría. El 19 de diciembre un grupo adicto al presidente asaltó una imprenta leguiísta y el asunto dio origen a un ruidoso debate en las cámaras en donde el Gabinete fue censurado el 23, habiendo sido uno de los que dirigieron a la oposición el diputado Rafael Grau Cabero, hijo del Gran Almirante, que por entonces representaba a Apurímac. El haber levantado la censura sin previa interpelación en la que el ministro de Gobierno pudo haberse defendido y defendido al Gabinete pues era el que lo presidía, no estaba encuadrada dentro de los marcos legales y constitucionales y contribuyó a ahondar las rivalidades, mereciendo la crítica acerba de los diarios “La Prensa” y “El Comercio”. Esta situación imperante del parlamento, dio origen a un acto igual del Poder Legislativo, cuando retiró los proyectos que había enviado a las cámaras, lo cual sin duda alguna era una afrenta, pero a la que el Congreso no reaccionó.

 

                El nuevo Gabinete estuvo presidido por el general Enrique Varela , pero sólo duró hasta febrero de 1913, porque renunció para lanzar su candidatura al departamento de Madre de Dios, recién creado.

 

                Al terminar el año 1912, estaba ya muy claro, que había una gran discrepancia entre el presidente de la República y el Congreso. Por eso éste buscó afanosamente el apoyo de los demócratas aprovechando de que Piérola prácticamente se había retirado de los asuntos públicos, y como suele ocurrir, prácticamente ya no se le tenía en cuenta para nada y había sido casi olvidado. Se voceaba además que estaba muy enfermo.

 

La mangachería y la gallinacera

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                En 1816, al norte de Piura existía la hacienda “La Tina”, llamada así porque allí había una fábrica de elaborar jabón, construida muchos años antes por don Cosme de los Ríos, que usaban enormes tinas.

 

                De acuerdo con el plano elaborado en 1783 por el obispo Martínez Compañón, el norte de Piura terminaba en lo que ahora es la avenida San Teodoro. Más al norte había viviendas dispersas y humildes de esclavos que trabajaban en La Tina. La primera Casa-Tina que se levantó en Piura fue en 1637 por Diego Benito Antonio de Araujo y por Pedro Rodríguez Albújar.

 

                Según Susana Aldana, los supuestos hechos de la novela  “Matalaché” de López Albújar se ambientaron en La Tina de Silvestre Antonio del Castillo; del Barrio Norte, que en 1745 había comprado a Baltasar Jaime de los Ríos, casado con María Antonia de Taboada, madre de Isabel Jaime de los Ríos, casada con Manuel Seminario Zaldívar, que fueron bisabuelos de Grau.

 

                La zona entre La Tina y los linderos norte urbanos de Piura, se pobló por esclavos que trabajaban en la fábrica y luego llegaron de todas partes del departamento, gran cantidad de gente morena, cuando el presidente Castilla decretó su libertad. En su gran mayoría provenían de la isla africana de Madagascar que en ese tiempo era una colonia francesa y estaba habitada por los malgaches, que los piuranos por aquello de la ley del mínimo esfuerzo terminaron por llamar mangaches. Otros los suponen llegados de Brasil donde había una elevada cantidad de esclavos. En la población negra piurana se fue produciendo un proceso de mestizaje y al mismo tiempo que se incrementaba, se desplazaba hasta llegar a la avenida San Teodoro en la época republicana, pero su influencia llegó hasta la transversal Lambayeque y se terminó por llamar mangache a todo el sector ubicado al norte de esta transversal.

 

                El narrador Jorge Moscol Urbina JEMU, en “Mangachería Rabiosa” dice que a fines de 1700 llegó a Piura un obispo de Trujillo que colocó en el Barrio Norte una cruz para ayudar a la piedad de los fieles. Esa cruz fue objeto de veneración hasta que en 1817 los mangaches levantaron una humilde capilla que se llamó De la Cruz del Norte, donde anualmente se celebraban festejos medio religiosos y medio paganos, con procesiones, castillos y diablicos. Hay otra versión, según la cual un mangache cortó unas ramas de algarrobo que tenían la forma de cruz, las arregló y las instaló en el barrio, siendo bendecida por el cura Fermín Seminario del Castillo, tío de Grau.

 

                A fines del siglo XIX, las campanas de Piura tocaban a las 6 p.m., hora del Ángelus, en que gran cantidad de familias se reunían y rezaban el rosario. La cena era a las 9 y tras una corta tertulia se iban a dormir los piuranos. A la caída de la tarde, los pianitos ambulantes  (0rganillos), recorrían la ciudad y en cada esquina tocaban piezas musicales. Por la noche era frecuente que los jóvenes enamorados dieran serenatas.

 

                Así como en la calle El Playón (Arequipa) había rieles para un tranvía, así también en la calle La Pampa (Cuzco) había rieles, para transportar carga a partir de la estación del ferrocarril, hasta el cementerio en cuyas cercanías había algunas desmontadoras de algodón.

 

                A fines del siglo XIX, los sepelios discurrían por la calle del Playón, y la concurrencia era sólo de hombres, había una carroza tirada por una mula y en los carros que corrían por los rieles iban las flores.

 

                Como la devoción por la Cruz del Norte fue en aumento, se mandó a confeccionar una cruz de mayor tamaño y mejor acabado en 1864, lo cual movió a los mangaches según contaba don Federico Helguero, a solicitar al obispo de Trujillo, que autorizase la celebración de misas en ese lugar, pero el prelado se negó a dar autorización hasta que no hubiera una iglesia decente. Los mangaches principiaron hacer erogaciones y actividades y pronto pudieron construir una capillita, la misma que utilizaban los misioneros para hacer sus prédicas a los fieles del Barrio Norte. Por fin, los mangaches lograron reemplazar la capillita por una iglesia en 1874 y dos años más tarde  el obispo autorizó que se celebrasen misas en ella. Como ocurría en otros pueblos, la Cruz, adornada con una escalera y otros símbolos quedó fuera de la iglesia, pero años más tarde fue introducida en el templo y ubicada en el altar mayor.

 

                Los mangaches eran gente jaranera, amigos de fiestas, pendencieros y valientes. Cuando el coronel Augusto Seminario Váscones organizó el Batallón Piura para contribuir a la defensa de Lima contra los chilenos en la guerra, una gran cantidad de mangaches se enrolaron y pelearon en San Juan y Miraflores donde muchos murieron y más tarde cuando Cáceres inició la heroica campaña de la Breña, también allí estuvieron varios mangaches. Los Seminario Váscones primero, y los Seminario Aramburú más tarde, que eran también amigos de la vida bohemia, visitaban con frecuencia las picanterías de la mangachería y llegaron a identificarse plenamente con los mangaches los que les tomaron aprecio. Por eso los mangaches fueron pierolistas en la guerra civil de 1894 que ensangrentó Piura y cuando se trataba de reclutar gente para conformar las montoneras, los mangaches se enrolaban en gran número. Pero hay que aclarar también, que los mangaches, respetaban mucho al prefecto coronel Fernando Seminario Echandía, contrincante político de los otros Seminario. Los mangaches llamaban al coronel Fernando “El Gato” y admiraban su valor y su fidelidad al general Cáceres.

 

            Los mangaches eran rivales irreconciliables de los moradores del Barrio Sur de Piura que empezaba a partir de la transversal Apurímac, a los que llamaban la Gallinacera. En su origen fueron también gente de color que prefirieron ubicarse al sur de la ciudad en las cercanías del camal, donde muchos trabajaban. Los mangaches decían que eran como los gallinazos que revoloteaban alrededor del camal. También se les llamaban cuyuscos, porque ese fue el apodo que tenía una mujer de color que vendía tamales y butifarras a los alumnos sanmigueleños. De la Gallinacera fueron los mellizos Manuel y Cariaco Aguirre Condemarín, más conocidos como los Cuyuscos, los que al estallar la guerra con Chile se enrolaron en el ejército del sur y pelearon en Tarapacá y en otras acciones de guerra, por lo cual tuvieron una profunda devoción por el general Cáceres. Cuando retornaron a Piura, fueron fieles seguidores del coronel Fernando Seminario Echandía, incondicional partidario de Cáceres, por eso el 27 de enero de 1883, cuando los chalacos invadieron Piura, los dos Cuyuscos y los gallinaceros, se pusieron de parte del coronel Fernando Seminario y más tarde, en 1894 se enfrentaron a los mangaches que eran pierolistas, seguidores de los Seminario Váscones y de los Seminario Aramburú.

 

                Los gallinaceros eran amantes de la música, alegres, bullangueros, eran eximios bailadores de tondero, aficionados al seco de chavelo, al claro y a los tamales al compás del cajón y la guitarra. Mangaches y gallinaceros eran mulatos y tenían ocupaciones diferentes. Los primeros eran más que todo obreros y los del sur eran artesanos.  Cuando llegaban los carnavales, se enfrentaban frontalmente; los mangaches llevando la bandera verde y los gallinaceros la roja y formando turbas belicosas avanzaban unos hacia otros en grandes manchas se empeñaban en sangrientas reyertas callejeras en la plaza de Armas o en la plaza de la Restauración.

                Eran muy devotos de las cruces. Cada barrio celebraba su cruz con gran suceso, así como la fiesta del Carmen colocando arcos de colores y papel cometa, con guirnaldas en las calles por donde debían pasar las procesiones y los diablicos.

 

                La fiesta del Carmen de Arriba, tenía su sede en la iglesia del Carmen ubicada en los límites de la mangachería teniendo sus días centrales del 13 al 15 de julio, además de los novenarios y de las procesiones precedidas por los diablicos; había verbenas, retretas y fuegos artificiales. Los mangaches ponían mucho espíritu religioso y su beligerancia tenía una tregua.

 

                La fiesta de Carmen de Abajo, centraba el 16 de agosto y su celebración el la iglesia de San Sebastián. Los gallinaceros habían organizado una cofradía que se ocupaba de todos los pormenores de la festividad así como de brindar sopa de honras. Las calles por donde debía pasar la procesión se adornaban con arcos de palmeras y laureles. En determinados lugares se confeccionaban altares donde la procesión se detenía y se cantaban a veces hasta treinta salves. El día de la procesión, los gallinaceros barrían y regaban las calles por donde debía pasar la procesión, guardando los chanchos que normalmente pululaban las calles. En un determinado lugar, se levantaba un altar donde el sacerdote oficiaba una misa. Las mujeres concurrían con vestidos muy recatados y mantillas. A diferencia de la Procesión del Carmen de Arriba, en la de Carmen de Abajo no había diablicos, pero al terminar la fiesta religiosa había por la noche una jarana general, se bebía en exceso, se producían reyertas, se bailaba al son de pianitos ambulantes o de vihuelas o guitarras y la gente se trasnochaba.. El escritor López Albújar en “Caballeros del Delito” se refiere extensamente a la Danza de los Diablicos

 

                En el siglo XIX, don Baltasar Lozada, vecino de la Gallinacera era dueño de rebaños de cabras, que salían a pastar por los algarrobales ubicados a varios kilómetros al sur, y tenía grandes corrales en los límites urbanos del sur de Piura, donde abigeos disfrazados de fantasmas le robaban continuamente el ganado. Entonces Lozada hizo construir lo que se llamó Cruz de Lozada, a la cual le construyeron una capillita y anualmente se celebraba una fiesta con candeladas y verbena, pero las lluvias de 1891 destruyeron la capillita y sólo quedó la peaña y la cruz.

 

                Donde ahora está la plaza Bolognesi existió la Cruz de Chorrillos donde los misioneros reunían  a los fieles para llevarles su mensaje. También en la calle Junín con la transversal Callao, existía la llamada Cruz del Centro. La tradición aseguraba que allí fue muerto el último de los chalacos que en 1883 logró escapar de la matanza de la Casa Quemada de la calle Apurímac.

 

                En el camino a Paita, cerca al hoy Colegio San Miguel existía la Cruz de la Torrecilla de Paita. La costumbre de levantar y venerar cruces ha existido en casi todos los pueblos del Perú. En Paita había el Cerro de las tres cruces y en el tablazo cerca de la actual carretera a Piura, está la Cruz de Cisneros, con una ermita levantada en recuerdo al bandolero Fabricio Cisneros, que en 1924 fue fusilado por orden del subprefecto de Paita Eulogio Garrido.

 

                Hasta 1942, se veneraba en Chulucanas la Cruz de Campanas que congregaba miles de fieles de todo el departamento, pero el recién nombrado primer obispo de Piura, Fortunato Chirichigno, dispuso su incautación porque se había mercantilizado su celebración. También prohibió por paganos, el Baile de los Diablicos en la Fiesta del Carmen.

 

                La danza de los Diablicos, era un pasacalle que se podía ver con frecuencia en la ciudad de Piura y que en 1999 aún supervivía en Huancabamba y Sechura. La danza significaba la eterna lucha entre el bien y el mal y se hacía al compás de un clarinete, un cornetín, tambor, bombo y platillos. Los danzarines representaban demonios con grotescas máscaras con cuernos, trajes de colorines y pantalones con plumas y cascabeles. Por otra parte, había representaciones de angelotes y los Arcángeles San Miguel y Gabriel, con sus atuendos de guerreros. Entre los dos grupos, un capataz provisto de un largo látigo y para completar el conjunto un diablillo juguetón. Los diablos intentaban avanzar hacia el altar de la Virgen del Carmen pero los ángeles y arcángeles lo impedían y los iban haciendo retroceder a medida que la procesión avanzaba.

 

                La danza de los diablicos casi ha  desaparecido, constituyen parte del folclore piurano que conviene rescatar. Durante los primeros años de la Feria de Reyes de Sullana, se presentaron pero los suprimieron porque algunos dijeron que eran muy pueblerinos. En la década del 90, se presentaron en el Club Piura de Lima los Diablicos de Huancabamba.

 

 

Tacalá y el monumento a Luis Montero

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                Durante toda la Colonia se llamó Tacalá a la población existente en la margen izquierda del río Piura y unida a la capital departamental en la época republicana por un puente.  El nombre de Tacalá, proviene de la presa que existía en ese lugar y que se la llamaba tacalá, cuyos vestigios se conservaban cerca del antiguo mercado y al que llamaban “la peñita”.

                Castilla tenía el año 1836 sólo 500 habitantes, el censo de 1876 le dio al cercado de Castilla 866 habitantes, en 1900 tenía unos 2 500 y el censo de 1993 le dio 20 368 habitantes.

 

                En 1860, el presidente Ramón Castilla llegó a Tacalá en persecución del sublevado general Vivanco y acampó en Tacalá en donde levantó dos cuarteles provisionales.  Cuando el 20 de marzo de 1861, se creó el departamento de Piura, se consideró a la provincia del cercado con los distritos de Piura, Castilla, Sechura y Catacaos, Tambo Grande, Yapatera, Morropón y Salitral.  El 18de agosto de 1908, Castilla pierde su condición de distrito y queda anexada a Piura y se da a Castilla la categoría de Villa.  Sin embargo, los piuranos la siguieron llamando Tacalá y algunas veces Bajo el Puente y recién en agosto de 1920 recobra su condición de distrito.

 

                Al principio del siglo 1900, había en Tacalá  a un costado de la calle Cuzco, un pampón en donde se había levantado una gran cruz de madera que era venerada por los fieles.  Para guarecerla del sol y de las lluvias, se le colocó una ramada por techo.

 

                En 1906, el municipio de Piura, convirtió a ese lugar en un modesto parque que se siguió llamando De la Cruz, pero eliminó la ramada que le daba mal aspecto.

 

                En 1918, el prefecto de Piura, mayor Emilio de Tena, hizo construir la plaza Luis Montero en Castilla, en homenaje al gran pintor piurano del siglo anterior.  Como era de suponer, el  llamado parque Montero, era muy modesto, como correspondía a la época.  Anteriormente, sólo había sido un pampón de tierra menuda que los vientos levantaban para mortificación de los vecinos.  Allí se construyó  un pedestal de 4,5 metros de alto, en el que se colocó el busto en bronce del pintor, obra del escultor huaquillano  Luís Agurto.  En el monumento hay una placa recordatoria que dice:   “El Pueblo de Piura a su ilustre comprovinciano el Pintor Luis Montero.  Monumento erigido a iniciativa del Prefecto de Piura, Sargento Mayor Emilio de Tena”.  Apadrinaron la ceremonia de inauguración el presidente de la República don José Pardo y su señora esposa Carmen H. de Pardo. 

 

                Se mandaron también a acuñar medallas recordatorias de plata y de cobre, que tenía en un lado la inscripción:” Inauguración del Monumento a Luis Montero.  Piura 24 de Junio de 1818” y en el reverso figuraban los nombres de los padrinos.

 

                Recién el 20 de julio de 1920, el alcalde de Piura, don Baltasar Navarro, le cambió el nombre a la plazuela, por el de Luis Montero.

 

 

Plaza de la Restauración

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                Al iniciarse el siglo 1900, existía en la calle Arequipa, una cuadra ensanchada entre las transversales Callao e Ica a la cual se la daba el nombre de Plazuela de la Restauración. Como tal sólo disponía de unas cuantas bancas de madera y árboles a lo largo de las veredas.

 

                El nombre era en recuerdo a la lucha que en esa calle se entabló el 28 de mayo de 1841 entre las tropas de la Confederación Perú-Boliviana, al mando del coronel boliviano Manuel Angulo y los soldados gobiernistas de la Restauración a las órdenes del coronel Caravedo.  Los rebeldes que estaban en menor número e inferior armamento, ofrecieron una tenaz resistencia en la ciudad, cuadra por cuadra hasta atrincherarse en la plaza de armas y en la calle Arequipa.  Tras una gran mortandad, los rebeldes fueron vencidos y Angulo con sus principales jefes fusilados.

 

                Posiblemente un alcalde partidario de la Restauración, puso ese nombre a esa cuadra ensanchada de la calle Arequipa, hasta que el 20 de julio de 1911, el alcalde, don Baltasar Navarro y su teniente alcalde, don Ernesto Pollit, le pusieron el nombre de plaza Salaverry.  Sin embargo, los piuranos por costumbre la siguieron llamando Plazuela de la Restauración. Para subsanar tan involuntaria ignorancia, se decidió años más tarde dar el nombre de Carlos Augusto Salaverry, al parque situado frente al Teatro Municipal.  En 1999, ya el nombre de Plazuela de la Restauración estaba olvidado.

 

 Plaza del Carmen o Merino

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                En 1903 la iglesia del Carmen tenía como acceso a la calle Real o Libertad, un pasaje o callejón, al que pomposamente habían puesto el nombre de Plazuela del Carmen.  Al costado derecho entrando a la “Plazuela” se encontraba el colegio San Miguel y en el costado izquierdo había dos viviendas,  una con frente a la calle Libertad estaba habitada por el 5º conde de Lagunas, don Gaspar, Baltasar Melchor Vásquez de Velasco y de la Puente, casado con la adinerada Jacinta Fernández de Paredes y Carrasco, hija del marqués de Salinas y Torre Bermeja.  La otra casa con frente a la calle Tacna o El Cuerno, era de la familia Ramírez, propietaria de la extensa hacienda La Solana en el valle del Chira.  Hay una versión que dice que doña Vicente Ramírez, una de las hijas del propietario, dio a luz allí  al poeta romántico Carlos Augusto Salaverry, hijo natural del general Felipe Santiago Salaverry que llegó a ser presidente de la República.

                Cuando se celebraba la fiesta de la Virgen del Carmen, en la plazuela había  tómbolas, candeladas y fuegos artificiales y fueron muchas las oportunidades en que los cohetones al caer sobre los techos de paja de las viviendas cercanas, provocaban incendios.  Fue así como en 1870, un incendio destruyó la casa en donde vivía doña Jacinta que a la sazón ya estaba casada con don Pedro Arrese.

 

                El incendio destruyó el precioso archivo de la familia, que tenía importantes datos sobre la historia de Piura y posiblemente el Acta de Fundación.  Se asegura que la plebe contemplaba sin prestar ayuda, como las llamas consumían el inmueble y no faltó uno, que llevado por el encono de clase, exclamara: “no hay que ayudar, para que se quemen las casas de los blancos”.  Para otros estudiosos de la Historia de Piura, el incendio fue en la vivienda de don Teodomiro Arrese Fernández de Paredes, ubicada frente a la plaza de armas,  en donde estaba el Mascarón de Belén.

 

                La vivienda de los Ramírez se deterioró mucho con las lluvias de 1891, por lo cual la familia optó por irse a vivir a la casa-hacienda que tenía en Lancones.

 

                Cuando terminaba el siglo, había la intención de construirle al insigne pintor Ignacio Merino, una plazuela y un monumento, utilizando parte del cuantioso legado que había dejado a Piura y con tal fin, se encargó al famoso escultor español, Agustín Querol Subirats, fundir una estatua del tamaño natural del pintor.  Pero faltaba un terreno central para la plazuela.

 

                El súbdito alemán Carlos Schaefer Show, poniendo una vez más de manifiesto su espíritu filantrópico, se contactó con el alcalde, doctor Víctor Eguiguren, para donar un terreno.  Don Carlos adquirió en 1898 los dos terrenos antes citados, demolió los edificios ruinosos, y quedó así una amplia pampa frente al colegio San Miguel y a la iglesia El Carmen.  El 13 de mayo ofreció el terreno al cabildo y el 9 de junio de 1903 en el Acta de Donación se puntualizaba que los terrenos serían para ensanchar el área de la plazuela ya existente y que allí se levantaría el monumento a Merino.  Todo se hizo muy rápidamente, pues el pedestal se construyó de inmediato y la inauguración del monumento se efectuó el 15de agosto de 1903, cuando era alcalde don Manuel Helguero, el cual cambió el nombre de Plazuela del Carmen por Plazuela Merino.

 

                La casa en donde nació el gran pintor se encuentra en la tercera cuadra de la misma calle Tacna y en ella hay una placa de bronce confeccionada por el extinto escultor huaquillano Luis Agurto, que dice: “En esta casa nació el 30 de Enero de 1817 el insigne pintor piurano don Ignacio Merino, tributo que le rinde el Concejo Provincial.  Año MCMXIX”.

 

 

Diversos sucesos entre 1900 y1912

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-En 1900 Piura tuvo varios prefectos: el coronel Ernesto Zapata, en forma interina asumió la prefectura, el sub prefecto de Piura don Juan Urbina.  Entre agosto y setiembre fue prefecto el sub prefecto de Paita, el sullanero Belisario Lama.  Después el marino Ramón Valle Riestra y don Emilio Sánchez Seminario.

 

-En 1901, fueron Prefectos, Fernando Elías, el coronel Guillermo Yanez, el coronel Pedro Muñiz y en 1902 don Justo García Irigoyen.  En 1903 fueron Prefectos don Juan Vargas Quintanilla y el coronel Manuel Díaz Canseco, en 1904 Juan Manuel La Torre.

 

-Entre 1905 y 1907 fue Prefecto el escritor Germán Leguía y Martínez.  En 1908 hasta 1910 asumió la Prefectura don Juan Ignacio Seminario y en 1911   el coronel Daniel Zapatel.

 

-En 1911 la Municipalidad de Paita construye en el tablazo el primer cementerio, pues antes se enterraba en las afueras del puerto y en cualquier lugar del tablazo.  Cuando el 27 de junio de 1921 se reorganizó la Beneficencia Pública pasó a su administración.

 

 

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