NÚMERO (VI)

 

  

EDITORIAL

   Hoy, 15 dE agosto, es la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora. Al instante de su misteriosa "muerte", que la Tradición Católica llama "dormición", la Madre de Dios fue asunta a los cielos en cuerpo y alma sin haber padecido su ser corrupción alguna.

   Teníamos previsto publicar en este número VI de "FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA", un breve estudio sobre el misterio de la Asunción. Pero días pasados, exactaments el 6 de agosto acaeció un hecho importantísimo que nos ha obligado a cambiar el contenido de este número: la muerte de Paulo VI.

   Cuando alguien muere, sea cual sea su posición o dignidad, la caridad cristiana manda elevar una oración por aquel que ha sido llamado al juicio inapelable de Dios.

   En este caso, sin embargo, eso no basta. La muerte de Paulo VI provoca una circunstancia muy especial que abre perspectivas decisivas en la Iglesia y en la Cristiandad.

   Por eso, publicamos en este número un serio planteo de esas perspectivas. Dicho planteo intenta ser lo más claro y sincero posible. Asumo toda la responsabilidad por lo que en el mismo se dice. Si hay algo equivocado, pido que me sea señalado, en su caso, me retractaré humildemente. Pero no es posible callar, es una obligación de conciencia ineludible plantear las cosas con claridad y sinceridad en esta circunstancia que es crucial para nuestra Fe Católica, para la Iglesia y para el mundo.

Alvaro D. Ramírez Arandigoyen

 Buenos Aires, 15 de agosto de 1978.

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PERSPECTIVAS

ANTE LA MUERTE DE PAULO VI

   Ante la muerte de Paulo VI y la perspectiva de la próxima reunión del cónclave de cardenales que deberá elegir su sucesor es IMPOSTERGABLE para todo católico plantearse con la mayor claridad, sin escrúpulos ni ambigüedades la siguiente cuestión: ¿Qué cosa es la FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA en medio de la descomunal confusión moderna?

   Cuando uno se plantea esta CUESTIÓN DE CONCIENCIA, inmediatamente comprende que se trata de algo tan importante que su resolución constituye una OBLIGACIÓN GRAVE. Vale decir, uno advierte que el esclarecimiento interior del espíritu, de la inteligencia, es una obligación grave que impone la Fe Católica, algo que de ninguna manera podemos eludir en el estado actual de cosas en la Iglesia.

   Ocurra lo que ocurra, cada uno de nosotros estaríamos perdidos para la Vida de la Fe si en este momento crucial no procurásemos razonar y hablar con la mayor sinceridad posible. Debemos amar sólo la verdad, y decir sólo la verdad.

   En otras palabras: estaríamos definitivamente perdidos para la Vida de la Fe si, en medio de la estremecedora oscuridad de este ciclo histórico de apostasía universal, no fuésemos capaces de iluminar nuestro espíritu con la luz inconmovible de la Fe.

   Iluminados por la Fe Católica, debemos aferramos irreductiblemente a la VERDAD, y la verdad nos dará la legítima libertad de espíritu que necesitamos para juzgar circunstancias y acontecimientos.

   La Iglesia, nuestra Iglesia, la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, en cuya Fe fuimos bautizados, vive un momento crucial de la denominada "auto-demolición" que se inició con el Concilio Vaticano II. Ha muerto Paulo VI, el gran promotor e inspirador de todas las "reformas" postconciliares. La Santa Sede Romana se encuentra vacante y desocupada. Los cardenales se disponen a reunirse en cónclave para elegir al sucesor...

   Primer interrogante, primera CUESTIÓN DE CONCIENCIA que no podemos eludir: ¿Hasta qué punto estos cardenales profesan la Fe Católica?

   "Cuando los pastores se transforman en lobos —decía Dom Guéranguer— es al rebaño que en primer lugar le cabe defenderse. Normalmente, la doctrina desciende de los obispos para el pueblo, y los súbditos en el dominio de la Fe no deben juzgar a sus jefes. Pero hay, en los tesoros de la Revelación, puntos esenciales que todo cristiano, en vista de su propio título de cristiano, necesariamente conoce y obligatoriamente ha de defender." ("El Año Litúrgico" — fest. San Cirilo de Alejandría).

   En este siglo ha habido un Concilio Vaticano II y dos pontificados nefastos —de Juan XXIII y de Paulo VI— de los cuales, lo menos que puede decirse, es que han favorecido, impulsado y promovido el más gigantesco y atroz de los cismas que haya habido en la Iglesia, algo sin precedentes: un cisma "oficial", es decir, llevado a cabo desde las más altas jerarquías y desde el mismo Vaticano, un cisma al cual, de hecho, adhieren alegremente casi todos los obispos del mundo.

   Se trata de un cisma, estamos asistiendo a la evolución de un cisma que se está produciendo en la Iglesia. Le llamamos cisma, porque carece de todo vínculo con la Tradición Apostólica, constituye algo inaudito e injustificable, la existencia de un Concilio Ecuménico y dos Pontificados inspirados en la desacralización.

   Por encima de cualquier análisis doctrinario sobre las herejías que sutilmente, o no tan sutilmente, se ocultan en los documentos y manifestaciones públicas ds las más altas jerarquías eclesiásticas de prácticamente todo el orbe, es evidente que el Concilio Vaticano II ha instalado un espíritu, y ha suscitado tendencias que están dirigidas hacia la DESACRALIZACIÓN de la Iglesia, y hacia la DESMITIFICACIÓN de la Fe.

   Las reformas de los ritos, de la disciplina eclesiástica, de la exposición de la doctrina, y prácticamente todo cuanto se ha modificado en la vida cristiana desde el Concilio Vaticano II, con Juan XXIII y con Paulo VI, se encuentra inspirado en aquellas tendencias.

   Y bien se ha dicho que, en el fondo, todo cisma siempre importa una herejía.

   En este caso, sin duda, se trata de la herejía modernista, condenada por San Pío X como SÍNTESIS DE TODAS LAS HEREJÍAS. Es la herejía modernista que, a partir del Vaticano II, domina el cuerpo visible de la Iglesia, y pretende la configuración paulatina de una nueva iglesia, la "iglesia conciliar", una iglesia nueva, ecuménica, que comprenda todas las religiones, una iglesia nueva para el hombre nuevo. Por eso, Paulo VI decía que el Vaticano II es más importante que Nicea, y por eso también, cuando Mons. Benelli (a quien los diarios señalan como "papable") se dirigía a Mons. Lefebvre, le pedía acatamiento a la "iglesia conciliar", no a la Iglesia Católica, sino a la "iglesia conciliar", que es la nueva iglesia cismática y herética que se va formando a partir del Vaticano II. Se trata de una nueva iglesia, acomodada a todas las tendencias liberales, promotora y protectora del marxismo, aliada y colaboradora de todas las fuerzas anticristianas que dominan el mundo moderno.

   Y volvemos al interrogante: ¿Hasta qué punto estos cardenales profesan la Fe Católica? El Cardenal Aramburu acaba de declarar que el sucesor de Paulo VI deberá profundizar el "aggiornamento". En otros términos: el sucesor de Paulo VI deberá PROFUNDIZAR la autodemolición.

   SEGUNDO INTERROGANTE. ¿LOS CARDENALES HAN ADMITIDO, HAN COLABORADO, HAN PROMOVIDO LA AUTODEMOLIC1ON DE PAULO VI? TODO PARECE INDICAR QUE SU RESPONSABILIDAD ES ENORME.

   Entonces, ya se ha llegado a un punto en el cual, como católico fiel, uno tiene derecho a exigir, tiene el deber de exigir, EXIGIR LA FE.

   En el estado actual de cosas, esta exigencia debe ser muy concreta y específica. Los católicos EXIGIMOS LA FE, a los cardenales que se reunirán en cónclave, con el derecho que nos otorga nuestro Bautismo. EXIGIMOS lo siguiente:

1º) Que proclamen claramente y sin ambigüedades, y si ellos comulgan o no con la FE CATÓLICA, entendiéndose por tal a la Fe en Nuestro Divino Señor Jesucristo, Verbo eterno de Dios hecho hombre, verdadero Dios y verdadero hombre, que en la plenitud de los tiempos, cuando imperaba César Augusto y reinaba Heredes, se encarnó, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, en las purísimas entrañas de María, Madre de Dios, y que esta Fe debe ser profesada tal y como fue definida solemnemente por los Sagrados Concilios de Nicea (325), Efeso (431), Calcedonia (451), y los tres primeros de Constantinopla (381, 553, 680), debiendo, además, quedar enteramente claro que éste es el Cristo Dios y Señor nuestro, y no otro.

2°) Que proclamen claramente y sin ambigüedades, si ellos comulgan o no con la FE CATÓLICA sobre la Santa Misa, tal y como fue definida solemnemente por el Sagrado Concilio de Trento, es decir, como la renovación del mismo SACRIFICIO PROPICIATORIO DE LA CRUZ, en la cual renovación, por el misterio de la TRANSUBSTANCIACIÓN, las especies del pan y del vino se convierten verdadera, real y substancialmente, en el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, el mismo Verbo eterno de Dios que por obra y gracia del Espíritu Santo se encarnó en las purísimas entrañas de María, y no otro.

3º) Que proclamen claramente y sin ambigüedades, que ellos rechazan y no se encuentran en comunión con la doctrina y el espíritu del Concilio Vaticano II, ni con el "Novus Ordo Missae" promulgado por Paulo VI mediante la llamada Constitución "Missale Romanum".

   TERCER INTERROGANTE. ¿SI EN EL COLEGIO DE CARDENALES NO EXISTIERA LA FE CATÓLICA, PODRÍAN ELEGIR VERDADERAMENTE UN PAPA?

   EN TANTO Y EN CUANTO LOS CARDENALES QUE SE REÚNEN EN EL CÓNCLAVE NO PROCLAMEN AFIRMATIVAMENTE, DE UN MODO CLARO Y SIN AMBIGÜEDADES, ESTOS TRES PUNTOS SUBSTANCIALES, EN EL ESTADO ACTUAL DE COSAS EN LA IGLESIA, NOSOTROS TENEMOS DERECHO A PENSAR QUE ELLOS NO PROFESAN LA MISMA FE CATÓLICA QUE NOSOTROS RECIBIMOS EN EL BAUTISMO, Y QUE TIENEN LA VOLUNTAD, CONCIENTE O NO, DE CONFORMAR OTRA IGLESIA, UNA IGLESIA NUEVA, CON UNA FE DISTINTA DE AQUELLA EN LA QUE NOSOTROS FUIMOS BAUTIZADOS.

   SÓLO EN TANTO Y EN CUANTO LOS CARDENALES QUE SE REÚNEN EN EL CONCLAVE PROFESEN LA MISMA E IDÉNTICA FE QUE NOSOTROS RECIBIMOS EN EL BAUTISMO, PODREMOS CONSIDERAR QUE ELIGEN A UN PAPA CATÓLICO, LEGITIMO, INCUESTIONABLE. SI NO, NO [1].

   Seguramente, con la muerte de Paulo VI, comienza para nosotros una lucha que será cada vez más dura y difícil. Debemos afrontarla con toda la prudencia y firmeza que Dios quiera concedernos, sostenidos por la Fe inconmovible de la única y verdadera Iglesia Católica Apostólica y Romana en la que fuimos bautizados.

   La Fe, sostenida por la gracia, perdurará hasta el fin de los tiempos, y allí donde se encuentre la Fe estará la Iglesia, allí estará el poder del Padre, los infinitos méritos del Hijo, la asistencia del Espíritu Santo, y allí estará la dulce gracia de María, Madre, Reina y Señora nuestra queridísima a cuyo Inmaculado Corazón recurriremos en todo momento. Porque Ella dijo: "POR FIN MI INMACULADO CORAZÓN TRIUNFARÁ".

  • [1] En e] mismo día que fechamos esta revista, junto con numerosos amigos, hemos dirigido al Decano del Colegio de Cardenales una impugnación basada en la bula de Paulo IV "Curtí ex Apostolatus Officio", en cuanto que ningún hereje puede elegir ni ser elegido Romano Pontífice. (Ver en este mismo sitio: "JURE SACRO")

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LAS ABOMINACIONES DE

LA FRANCMASONERÍA

   Esta iglesia maldita es pura inmundicia, es la vaciedad y las tinieblas. Casi ninguno de los suyos conoce las tinieblas en las cuales trabaja. Todo es en ella vana oscuridad, sus escarpados muros nada contienen; el altar que usan es una silla. Con una mesa hay una calavera cubierta, entre dos luces; a veces la descubren. En sus "consagraciones" echan mano a dagas desnudas. Aquí está el mal sin mezcla de bien; ésta es la comunión de la gente non sancta. Yo no puedo declarar con palabras cuan abominables son, y cuan perniciosos y vanos los intentos de esta asociación, desconocidos en gran parte por sus mismos adeptos. Quieren hacerse todos un solo cuerpo con algo que no es Jesucristo. . . Cuando la ciencia se divorció de la fe, surgió esta iglesia sin salvador, sin creencia, esta comunión de "santos" sin fe, la contraiglesia, cuyo centro es la maldad, el error, la mentira, la hipocresía, la flaqueza y la astucia.

   Nació así un cuerpo, una comunidad fuera del cuerpo de Jesucristo, o sea, fuera de la Iglesia, una iglesia falsa sin salvador, cuyo misterio es no tener misterio alguno, distinta en cada lugar, temporal, infinita, cortesana, egoísta, dañosa y que a pesar de las buenas obras de que se precia, conduce finalmente al abismo de la miseria. El mayor peligro que ofrece es su aparente inocuidad. En todas partes hacen y desean cosas diferentes; en muchas obran sigilosamente; en otras preparan ruinas sin que sean conocidos, sino de pocos, sus malvados planes. Así coinciden todos con sus obras en un centro que es el mal, y obran y trabajan fuera de Cristo, porque en El únicamente es santificada toda vida y fuera de cuyo reino toda obra es trabajo que permanece en la muerte y en el demonio.

Ana Catalina Emmerick

"Visiones y Revelaciones"

Ed. Guadalupe, págs. 615-16

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LA INFINITA PROFUNDIDAD DE UN CULTO INCOMPRENDIDO

LOS SAGRADOS CORAZONES

DE JESÚS Y MARÍA

   La incomprensión por parte de muchos cristianos de la verdadera naturaleza y de la infinita profundidad del culto al Sagrado Corazón de Jesús y al Corazón Inmaculado de María, constituye un lamentable defecto que priva a la vida espiritual de uno de los medios más hermosos y perfectos de comunión con el amor divino.

   El culto del Sagrado Corazón es una de las manifestaciones más acabadas de la Ley del Amor instituida por la Nueva Alianza, por la que el Verbo Encarnado nos mereció la gracia divina. Porque la Nueva Alianza, más aún que la Antigua, se manifiesta como un pacto no fundado en sentimientos de servidumbre, no fundado en el temor, sino apoyado en la amistad que debe reinar en las relaciones entre Padre e hijos. Porque la Ley fue dada por Moisés, pero la gracia fue traída por Jesucristo" (Jn. I, 16-17).

   Introducidos, pues, por estas palabras del discípulo amado, que durante la Cena había recalado su cabeza sobre el pecho de Jesús (Jn. 21, 25), en el mismísimo Misterio de la infinita caridad del Verbo Encarnado, nosotros también podemos experimentar el feliz cumplimiento del voto que formulaba San Pablo: "Que Cristo habite por la Fe en nuestros corazones, que estéis arraigados y cimentados en la caridad para que podáis.. . conocer el amor de Cristo hacia nosotros, que sobrepuja todo conocimiento" (Efesios 3, 17-19).

Doble motivo del culto al Sagrado Corazón de Jesús

   El motivo del culto al Sagrado Corazón de Jesús es doble:

   1) El primero es común a todos los miembros adorables del cuerpo de Jesucristo, se funda en el hecho que su Corazón, siendo una parte nobilísima de su naturaleza humana, está unido hipostáticamente al Verbo de Dios, y por lo tanto, se le ha de tributar la misma adoración con que la Iglesia honra a la Persona del Hijo de Dios Encarnado. (Se trata, pues, de una verdad de la Fe Católica que fue solemnemente definida por la Iglesia en el Concilio de Éfeso y en el II de Constantinopla.)

   2) El otro motivo pertenece de manera especial al Corazón del Divino Redentor. Proviene de que su Sagrado Corazón, más que ningún otro miembro de su cuerpo, es el índice o símbolo natural de su infinita caridad hacia el género humano. "Es innata al Sagrado Corazón —decía León XIII en "Annum Sacrum"— la cualidad de ser símbolo e imagen expresiva de la infinita caridad de Jesucristo, que nos incita a devolverle amor por amor".

Triple amor del Redentor

   El amor de Jesucristo no fue solamente espiritual. El amor que exhala el Evangelio, el amor del Corazón de Jesús, no comprende sólo la caridad puramente divina, sino que también se extiende a los sentimientos del afecto humano. Para todo el que hace profesión de Fe Católica esta es una verdad indiscutible.

   Nuestro Señor Jesucristo poseía un verdadero cuerpo humano, dotado de todos los sentimientos que le son propios, entre ellos, el amor. Estuvo provisto de un Corazón físico, en todo semejante al nuestro, no siendo posible que la vida humana privada de este excelentísimo miembro del cuerpo tenga su natural actividad afectiva. Por tanto, el Corazón de Jesús, unido hipostáticamente a la Persona Divina del Verbo, debió sin duda palpitar de amor y de lodo otro afecto sensible, con el mismo amor infinito que el Hijo tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo que jamás se interpuso ni contradijo con los otros dos amores, el espiritual y el sensible.

   "Ya que tomó el alma tomó las pasiones del alma", dice San Ambrosio.

   Y San Jerónimo: "Nuestro Señor se entristeció realmente para manifestar su humana naturaleza."

   San Agustín confirma: "El Señor se revistió de los afectos de la fragilidad humana".

   "Tomó pues, todo, para santificarlo todo", resume San Juan Damasceno.

   El Corazón del Verbo Encarnado es, entonces, símbolo perfecto del triple amor con que el Divino Redentor acá continuamente al Eterno Padre y a todos los humanos.

   Es, ante todo el símbolo del Amor Divino, que en El es común con el Padre y el Espíritu Santo en la vida trinitaria, ya que en El inhabita la plenitud de la Divinidad corporalmente.(Cf. Col. 2,9).

   Además, el Corazón de Jesucristo es símbolo de ardentísima caridad, que, infundida en su alma, constituye la preciosa dote de su voluntad humana, dirigida e iluminada por una doble ciencia: beatífica e infusa.

   Finalmente, el Corazón de Jesús es símbolo de su amor sensible, pues el cuerpo de Jesucristo, concebido y plasmado en el seno purísimo de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, supera en perfección y capacidad perceptiva a todo otro organismo humano.

   San Pedro Julián Eymard dice que entre todas las criaturas corporales, el Corazón de Jesús es la que más contribuye a la gloria de Dios, y la que más merece el culto y el amor de ángeles y hombres.

   Y el cuerpo de Jesucristo, en estado de gloria sempiterna, mantiene por supuesto su Sacratísimo Corazón que nunca ha dejado ni dejará de palpitar con imperturbable y plácido latido.

   Así dice San Gregorio Magno: "Conoce el Corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con más ardor suspires por las cosas eternas".

Los latidos del Corazón Divino

   ¿Quién podrá describir dignamente los latidos del Corazón Divino, señales de su infinito amor, en aquellos momentos en que dio a los hombres sus más preciados dones, esto es, a Sí mismo en la Eucaristía, en la Cruz, y a su querida Madre Santísima?

   Así, antes de celebrar la Última Cena con sus discípulos, al pensar que iba a instituir el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, con cuya efusión se iba a confirmar la Nueva y definitiva Alianza, sintió su Sagrado Corazón agitado de intensa emoción que manifestó a sus apóstoles con estas palabras: "Ardientemente he deseado comer este cordero pascual con vosotros, antes de mi pasión" (Lc. 22,15), conmoción que sin duda fue más vehemente cuando tomó el pan, y después el cáliz, pronunciando las divinas palabras de la consagración.

   El Corazón de Jesús expiró de amor en la Cruz. Esta es la más inmensa manifestación de amor de todos los tiempos. El mismo lo expresó claramente: "Nadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos... Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor; pero os digo amigos, porque, todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando, que os améis unos a otros." (Jn. 15, 14-17).

El Corazón Inmaculado de María

   ¿Por quién ha latido con más intensa emoción y ternura el Corazón Divino de Jesús? Para quienes profesamos la Fe Católica, esta pregunta sólo admite una sola y única respuesta, una dulce y preciosa respuesta: María. Y en el ser de María, sin duda, lo más perfecto de la pureza, la hermosura y el amor de Dios, reside en el Corazón de María.

   El Corazón Inmaculado de María, de cuyas maternales palpitaciones nació y se alimentó el Verbo de Dios concebido en su castísimo seno, el Corazón Inmaculado de María colmado de dicha ante el Niño Dios, el Corazón Inmaculado de María traspasado de dolor justo a la Cruz, constituye el más preciado objeto de amor del Sagrado Corazón de Jesús.

   Los Corazones de Jesús y de María palpitan al unísono en el amor hacia el género humano, rescatado del pecado por el más alto precio que pueda haber: la Sangre de Dios, y las lágrimas de la Madre de Dios.

   Por eso, el culto a los Sagrados Corazones de Jesús y de María no son devociones superpuestas, por el contrario, constituyen una sola y única devoción, la devoción perfecta del más perfecto de los amores.

Prácticas del culto al Sagrado Corazón de Jesús

   Entre todos los promotores del culto al Sagrado Corazón de Jesús merece especialísima recordación Santa Margarita María Alacoque, quien narra en sus escritos las promesas que Nuestro Señor le hizo, en las apariciones de Parey le Monial, para todos aquellos que abracen sincera y confiadamente la devoción a su Sagrado Corazón.

   No se crea, sin embargo, que el origen de este culto se debe a las revelaciones privadas. No apareció de improviso en la Iglesia, sino que se fue desarrollando espontáneamente debido al hecho de hallarse en un todo conforme a la índole de la Fe Católica. Es evidente, por tanto, que las revelaciones con que fue favorecida Santa Margarita nada nuevo añadieron a la doctrina católica. Su importancia consiste en que quiso Nuestro Señor atraer la consideración de los hombres a la contemplación y adoración de su Sagrado Corazón, a fin de que los hombres nos unamos más entrañablemente con su divino amor.

La entronización de los Sagrados Corazones

   "No sólo apruebo y bendigo éste su apostolado, sino que le mando recorrer el mundo entero y propagarlo." Estas fueron las palabras con que el Papa San Pío X despidió al Padre Mateo Crawley cuando éste le solicitó aprobación a la práctica de la ENTRONIZACIÓN.

   La entronización es el amoroso reconocimiento que una familia cristiana hace de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Este reconocimiento reviste una forma muy simple: la instalación solemne de las imágenes de ambos Corazones en el lugar y sitio de honor de la casa, a través de un acto de consagración del hogar y la familia a Jesús y María. Allí se rezará diariamente el Rosario, la "oración por excelencia de la familia cristiana".

   Es costumbre que la entronización la haga un sacerdote. ¡Pero cuidado! ¡Que la entronización no sea ocasión para que entre en la casa un sacerdote tocado de modernismo.

   Si no se consigue uno, puede hacerlo el mismo padre o jefe de familia, rezando alguna de las oraciones que traen los misales antiguos o las Letanías del Sagrado Corazón.

La Hora Santa

   Santa Margarita María dice en sus escritos: "Se me presentó Jesús como un Ecce Horno cargado con su cruz cubierto de llagas y de heridas. Su sangre adorable brotaba de todas ellas, y luego, con voz desgarradora y triste, me dijo: "¿No habrá, por ventura, nadie que se compadezca de mí y que, teniéndome piedad, comparta el dolor que sufro en este estado lamentable en que me tienen sumido tantos pecadores?"... "Aquí tienes el Corazón que ha amado tanto a los hombres, y que no ha perdonado medio alguno de probarles su amor, hasta el extremo de agotarse por ellos. Y en retorno, no recibo de la mayor parte sino ingratitud y menosprecio, lo que me amarga mucho más que todo cuanto he sufrido en mi pasión. Si los hombres me correspondieran... consideraría poco lo que he hecho, y desearía, si posible fuera, sufrir más todavía..." "Al menos tú, hija mía, concédeme el consuelo de verte reparar, en cuanto puedas y de ti dependa, esa ingratitud"... "Quiero que tu corazón me sirva de asilo, en el que me cobije para solazarme, cuando los pecadores me persigan y me arrojen de los suyos..."

   He aquí la idea central de la Hora Santa, que el Padre Mateo predicaba: que todas las familias cristianas dedicaran una hora mensual y aún semanal para unirse a la agonía de Nuestro Señor en el Huerto.

   Puede usarse, como ayuda, la lectura de algún libro de vida espiritual, de preferencia escrito por un Santo o que sea un texto clásico indiscutido. El mismo P. Mateo escribió para estas horas Santas. Pueden también rezarse los 15 misterios del Rosario.

La Adoración Nocturna

   Pero el Padre Mateo pedía más, recordando las palabras de Nuestro Señor a su confidente Margarita María: "Te haré compartir la tristeza mortal de mi Getsemaní". Y pedía la Adoración Nocturna en los hogares, turnándose los miembros de una familia para cubrir todas las horas de la noche, una vez al mes. Las familias de pocos miembros o las personas solas pueden adorar en su casa, coincidiendo el día y hora con la Secretaria de esta Cruzada, para que todas las noches del mes, haya un alma acompañando al Señor en su Agonía, con los Sentimientos del Corazón de María Santísima.

   "Después de la Sagrada Comunión, ningún recurso más eficaz de Gracia que éste", decía el P. Mateo.

PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS A

SANTA MARGARITA MARÍA ALACOQUE

   Santa Margarita María narra en sus escritos —aprobados por la Santa Sede— las promesas que Nuestro Señor le hizo para todos aquéllos devotos sinceros y confiados de su Sagrado Corazón, en las apariciones de Paray-le-Monial:

  • 1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado.

  • 2. Pondré paz en sus familias.

  • 3. Las consolaré en sus penas.

  • 4. Seré su refugio seguro durante la vida y sobre todo en la hora de la muerte.

  • 5. Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.

  • 6. Los pecadores encontrarán en mi corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.

  • 7. Las almas tibias se harán fervorosas.

  • 8. Las almas fervorosas se elevarán a gran perfección.

  • 9. Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más empedernidos.

  • 10. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada.

  • 11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi corazón y jamás será borrado de él.

  • 12. Prometo en el exceso de misericordia de mi corazón, que su amor todopoderoso concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán en mi desgracia; mi corazón será su refugio seguro en aquel último instante. "Publica y haz publicar por todas partes que yo dispensaré abundantemente mis gracias a todos los que vengan a buscarlas a mi corazón".

   El P. Mateo Crawely, nacido en Arequipa (Perú), en 1875, niño aún fue llevado por sus padres a Valparaíso, donde ingresó en el colegio de los padres corazonistas.

   Ordenado sacerdote, predicó este "compendio de toda la religión y aún la norma de vida más perfecta" (Pío XI), que es el culto al Sagrado Corazón propugnando la consagración a El de individuos, familias, sociedades y naciones. El mismo cuenta cómo se despertó en él esta idea de su apostolado de reparación social y de entronización del Sagrado Corazón, cuando encontró la imagen que García Moreno mandó pintar cuando consagró el Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, imagen que el Padre Mateo difundió en el mundo entero.

   Luego el presidente mártir "cayó bajo el hierro de un asesino, víctima de su fe y de su caridad cristiana hacia su Patria", como lo dijo Pío IX.

   Aquella imagen estaba en la casa presidencial, y después del asesinato de García Moreno, la familia temerosa de que la profanaran o destruyeran, la guardaron y luego llevaron de casa en casa, pues los vicarios de las sectas masónicas la buscaban afanosamente. Viendo pues el peligro que corría, un sacerdote amigo de la familia la llevó a Valparaíso, donde estuvo en el Colegio Seminario de los Padres Corazonistas, hasta que un día, muchos años después, le pidieron al joven seminarista Mateo Crawely, de poner orden en la celda de uno de los padres, donde la encontró.

   Allí, cuenta éste: "Confundida con otros objetos de interés más o menos relativo, se hallaba la preciosa tela en el fondo de un baúl, en la espera de la hora de Dios para comenzar a difundir luz espléndida como sol de amor y gloria divina. Yo tuve la felicidad, mejor dicho, la gracia tan enorme como inmerecida de sacarla de la sombra y de portarla en mis hombros como una bandera de victoria de un polo al otro polo, y no creo pecar de atrevimiento si juzgo que García Moreno, mártir incomparable del Corazón de Jesús, no fue ajeno a esta predestinación de la que yo fui objeto sin ningún mérito mío".

   "Me atrevo a decir que fue García Moreno quien, con sus manos ungidas con su sangre gloriosa, puso en mis manos el precioso lábaro. Y cuan dichoso me sentiría yo —afirmaba el Padre Mateo— si un día me fuese dado el contribuir de algún modo a su exaltación a los altares, a fin de pagar el presente que me hiciera, el cual dio rumbo definitivo a mi vocación de apostolado social. Sí, pues, un día la Iglesia rinde al Presidente mártir semejante gloria, la Congregación de los Sagrados Corazones debería obtener de Roma nos lo diera como patrono de la Cruzada de Entronización, puesto que a la sombra de su estandarte hice yo mis primeras armas".

                                                                                                         CRUZADA. DE LOS SAGRADOS

CORAZONES DE ]ESÚS Y DE MARÍA 

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"FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA

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