LOS PRIMEROS
CINCO AÑOS DE LA REVISTA “OCCIDENTE”. (1944-1949) Sebastián
Jans |
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En
abril de 1944, en los puestos de diarios de Santiago, y de las
principales ciudades del país, aparecía una nueva publicación: la
revista “América”, que
se definía como “una revista
mensual al servicio de un mejor conocimiento de los Pueblos y problemas
de América”. Su director era Eduardo Phillips Müller, y su
distribuidor Edmundo Pizarro Rojas, quien debía hacerlo “en
Chile y América”. Los
objetivos de la nueva publicación, quedaron reflejados en las “Palabras
Iniciales” con que se inician sus páginas. Allí planteaba que
ante la gran acumulación informativa y sesgada que ofrecen los diarios,
se hacía necesaria una labor de síntesis, que permita cierto resumen
ordenado y panorámico de los acontecimientos. Haciendo un parangón
respecto a lo que se pretendía, señala como referencia en sus
objetivos ser como las revistas extranjeras “Current
History”, “Nineteenh Century and After”, y “Les Mois”. Su aspiración decía era también “estudiar los problemas planteados por nuestra vida contemporánea en
todos (los) aspectos y contribuir a su solución”. A
continuación manifestaba su servicio y culto a En
74 páginas, 6 secciones, con los siguientes contenidos: Política
Nacional, que incluía un comentario de actualidad política de Camilo
Lamachez, y un resumen de noticias significativas de la prensa nacional;
Política Internacional, con monografías de Juan de Luigi, Santiago
Labarca y Armando Gonzalez Rodríguez; Problemas Económico-Sociales,
con análisis de Guillermo Gandarillas y Bernardino Vila; Educación,
con opiniones de Alejandro Ríos Valdivia, Moisés Mussa y Milton
Rossel; Literatura y Artes, con comentarios sobre libros, a cargo del
mismo Rossel y Luis Merino Reyes, un análisis sobre la poesía neo-clásica;
y poemas completos de Guillermo Best Gana, Julio Vicuña Cifuentes y
Leonidas Andreief. La última era una sección bibliográfica, que daba
cuenta de libros nuevos y unas minutas críticas. Los
propósitos no fueron auspiciosos, sin embargo. Apenas publicada la
revista, se enfrentó el problema legal que originaba su nombre. Para
poder usarlo, se hicieron averiguaciones en la Biblioteca Nacional, para
corroborar que no existía ninguna publicación en Chile con ese nombre.
Efectuada la primera edición, se hizo el trámite en el departamento
respectivo del Ministerio de Economía y Comercio, donde se pudo
comprobar que el nombre “América” estaba registrado desde 1936,
para ser usado para una revista, a pesar que nunca se concretizó. Se
buscó a la persona que había efectuado la inscripción, para obtener
la cesión de derechos, la cual lo condicionó a un alto pago que los
impulsores de la nueva publicación no estaban en condiciones de
cancelar. Se
iniciaron, entonces, urgentes gestiones para buscar un nuevo nombre, que
evocara de alguna la idea que identificaba la revista, surgiendo el
nombre de “Occidente”
como la alternativa que, en definitiva, era coherente con la idea
americanista y con el espíritu reflexivo que pretendía reflejar. Pero,
no fue el único problema que debió enfrentarse. Superado el problema
del nombre y efectuada la inscripción legal, se preparó rápidamente
la publicación del que sería el N° 1 de “Occidente”,
pero, este no podrá salir a la venta sino hasta agosto de 1944, debido
a que, cuando fue mandado a la prensas, se inició la huelga de los
trabajadores gráficos, que paralizó las imprentas por algunos meses.
De allí que la edición debió actualizarse por lo menos un par de
veces, antes de salir de la tipografía. Al
cabo de ese conflicto, por fin apareció la
primera edición de la revista que mantiene la actual denominación,
señalando en su primera página, por parte de su director: “Nuestro
nuevo y definitivo nombre de “Occidente” nos brindará una ventaja:
al evocarnos la imagen de la revista que fundara y dirigiera Ortega y
Gasset, constituirá para nosotros una especie de llamado permanente a
la superación en nuestra propia batalla por los ideales del espíritu”. El equipo editorial. La
revista tenía sus oficinas en Agustinas 1253, oficina Su
portada se imprimía en tres colores, un color de fondo, otro que
destacaba el nombre, y un tercero (negro) que señalaba el contenido a
través de la correlación de los títulos y autores, sin ningún tipo
de imagen (tal como ha venido ocurriendo en gran parte de su historia).
Esto sobre la base de un sencillo diseño: en la parte superior, el
nombre cubriendo el cuarto superior de un círculo que contenía el
perfil del continente americano. En la primera página el sumario, y
luego los contenidos, eminentemente textuales, sin ilustraciones, como
no fueran aquellas involucradas en la publicidad, que se ubicaba
discretamente en las últimas páginas, en el reverso de la tapa, en el
reverso de la contratapa y en la contratapa misma, esta última
destinada completamente a un anunciador único, desde luego, el espacio
de mayor costo. Tras
su publicación había un grupo de entusiastas profesionales,
organizados según la siguiente estructura: presidente del Consejo,
Horacio Aravena A.; el comité de redacción, conformado por Oscar
Ahumada Bustos, Guillermo Gandarillas M., Armando González Rodríguez;
que oficiaba de sub-director de la revista, Moisés Mussa, Norberto
Pinilla y Milton Rossel. Un comité de administración, integrado por
Fernando Alzate, Manuel Hevia y Teodoro Zenteno. Su
director fundador fue Eduardo Phillips Müller, quien le impuso su
concepto editorial, que será definitivo para el prestigio de la revista
y para su capacidad de convocar a una significativa parte de la
intelectualidad chilena. Hijo de un emigrante inglés y de una dama de
origen alemán, nació en Tocopilla en 1909, quedando huérfano a los
cuatro años, producto de los estragos producidos en esa zona por la
fiebre amarilla. Su historia es de un denodado esfuerzo personal, que
caracteriza la emergencia de las clases medias chilenas. En
1929, apenas egresado de Phillips
dirigió la revista los años 1944 y 1945, debiendo dejar esa
responsabilidad, por radicarse en Estados Unidos por dos años, debido a
actividades propias de sus condición de funcionario de las Seguridad
Social chilena, que lo llevaron a Washington,
New York y Baltimore, y en los años subsiguientes a Madrid y Viena. Fue
sucedido como director por Armando González Rodríguez, que dejó una
profunda huella en el periodismo nacional con el pseudónimo Sem
Tob. Notable periodista y filósofo, polemista de fuste, había sido
sacerdote, abandonando el hábito para asumir una posición laicista
recalcitrante. Autor del libro “Filosofía
y Política de Spengler”, un texto referencial en idioma español
del filósofo alemán, quien tuvo una enorme influencia en el
pensamiento conservador chileno. Sem Tob mantuvo una fuerte polémica desde la revista “Hoy”
con sectores confesionales a propósito del libro “¿Es
Chile un país católico?”, publicado en 1941 por el sacerdote
Alberto Hurtado. Su pseudónimo lo había tomado de un poeta moralista
judeo-español del siglo XIV. Sin
duda, esta revista tiene una deuda de reivindicación histórica con sus
dos primeros directores, que alguna vez deberá ser saldada, como
contribución al laicismo y a la cultura del libre pensamiento chileno. Los contenidos del primer
quinquenio. Uno
de los aspectos que sobresale en los contenidos de aquellos años, es la
preocupación por la realidad americana, a partir de una mirada desde la
cultura latinoamericana. En ello influye una mirada optimista sobre las
potencialidades del americanismo, frente a la realidad de un mundo
azotado por Otro
aspectos de relevancia fue la educación, donde se enfocaron muchas de las
problemáticas de la época, y en cuyas reflexiones tuvo un rol destacado
el educador Moisés Mussa Battal, una de las figuras consulares de la educación
americana de la época, y que seguramente será rescatado para la historiografía
nacional, en los próximos años, por el periodista Pedro Ruiz Villegas. Las
contingencias de la economía y la política nacional fueron temas de tratamiento
permanente, donde nunca se perdió de vista las causas y efectos internacionales.
En el primer aspecto, los temas monetarios, del crédito, los efectos de
la post-guerra, las discusiones presupuestarias de la nación, las políticas
de planificación y los controles
de precios, fueron encarados por diversos autores, entre los cuales, Guillermo
Gandarillas fue el más recurrente. Los temas de política contingente y
las variables duras del debate partidario durante los gobiernos radicales,
no fueron evadidos, como tampoco los temas de la política internacional.
En el análisis político fueron recurrentes los aportes del joven Tito
Castillo, en el plano local, que sería Premio Nacional de Periodismo en
2001, y en lo internacional, las opiniones de Alfredo Nistal, que escribía
bajo el pseudónimo de Licenciado
Torralba. La
filosofía no fue ignorada, publicándose monografías sobre Nietzsche,
visiones sobre el existencialismo, cuestiones relativas a la axiología
y la lógica, e historia de la filosofía. Quien mayormente publicó artículos
sobre ese ámbito fue Oscar Ahumada Bustos. Así tampoco, se olvidaron temáticas
históricas, religiosas y sociológicas. Por
último, no puede obviarse la significación que tuvo en las páginas de
la revista, la literatura, que siempre contó con un espacio privilegiado.
No solo en cuanto al análisis, estudio y crítica de la creación literaria,
sino que, de un modo sobresaliente, hubo espacio para divulgar la narrativa
y la poesía. De este modo, se publicaron cuentos y poesías de autores
chilenos y extranjeros, al tiempo que Luis Merino Reyes será el más reiterado
crítico y comentarista de las publicaciones de aquella época. Las plumas que colaboraron. En
esta época de teclados y mouse,
hablar de pluma como metáfora de los intelectos que escribían, resulta francamente
decimonónico, toda vez que, en aquellos primeros años de “Occidente”,
el instrumento para materializar las ideas de los frenéticos redactores
era la máquina de escribir, generalmente de marca Underwood.
Pero, muchos de los intelectuales de aquella época seguían optando por
reflexionar con el discreto y continuado rasguño sobre el papel de la pluma
estilográfica con sistema vacuum-filler (llenado por vacío), que
el tipógrafo se encargaba de moldear luego, durante largas y apacibles
horas. Las
plumas que escribieron para
“Occidente”, en su primer
quinquenio, dan cuenta del espacio que llegó a llenar la revista, desde
el momento de su aparición en el medio nacional. Así, en sus páginas
aparecen artículos de Alone (Hernán
Díaz Arrieta), Ricardo Latchman, Víctor Domingo Silva, Augusto d´Halmar,
Enrique Bunster, Lautaro Yankas (Manuel Soto Morales), Angel Cruchaga y
Benjamín Subercaseaux. Entre
las plumas extranjeras que escribieron para “Occidente”,
cabe destacar al notable periodista peruano Manuel Seoane, y a los españoles
Vicente Mengod, creador, crítico e historiador literario; Antonio Rodríguez
Romera, más conocido como Antonio R. Romera, que abrió el campo para la
crítica, la teoría y la historia de la pintura chilena; y Antonio de Lezama,
periodista, de notable envergadura intelectual. Los cuatro llegados a Chile
producto de las vicisitudes del exilio. No
se puede ignorar tampoco, los aportes nacionales personificados en Mario
Antonioletti, Julio César Jobet, ensayista e historiador; Amanda
Labarca, insigne luchadora por los derechos femeninos; Raúl Silva
Castro, Augusto Iglesias director de Un logro editorial. Cumplir
cinco años de continuidad, para una revista chilena, siempre ha sido un
motivo de congratulación. Tiene cierta condición de barrera sicológica,
para quienes han emprendido el audaz esfuerzo de sostener una publicación
en un medio nacional condicionado por las variables económicas, donde se
lucha contra tendencias monopólicas y contra el manejo publicitario de
los grupos económicos. Lo es ahora y lo ha sido antes, desde mucho. De
allí que el logro de “Occidente”, en 1949, de sostenerse en los kioscos,
fue un motivo de regocijo para sus editores y colaboradores. Lo señala
su director en el Nro. 44, al decir, cuando manifiesta: “Chile
es de los países en que las revistas de cierta elevación intelectual suelen
tener vida efímera, por lo que nos damos cuenta de que, haber durado un
lustro es una pequeña hazaña cumplida ya por “Occidente”. Esta
hazaña se hace evidente en su edición aniversario, la que contaría con
el saludo y la manifestación de parabienes de Alone,
Ramón Cortés (director del Diario “ Así
culminaba el primer momento histórico de una de las publicaciones más
antiguas del país, que nació para divulgar ideas y para abrir debates
entre los medios ilustrados, lejos de todo propósito elitista, con el intransable
objetivo de generar espacios de libertad en un medio que ha tendido al unilateralismo
ético y al monólogo cultural, producto del manejo tendencioso de la información
y del conocimiento de sus medios de comunicación masivos. En palabras del
editorial de la edición en que se celebran los primeros cinco años:
“Frente a esa actitud dogmática
y mezquina del espíritu humano, nosotros cultivamos un liberalismo filosófico
que, en lugar de creerse en posesión de verdades infalibles y las recetas
supremas para lograr la felicidad humana, simplemente invita a descubrirlas,
aun sospechando que jamás ha de tener término esta investigación”. |
Actual Revista "Occidente"
Eduardo Phillips Müller, primer Director y fundador de Revista "Occidente"
La revista de Ortega y Gassett que sería el modelo
Hernán Díaz Arrieta (Alone)
Antonio de Lezama, intelectual y periodista español
Augusto d´Halmar, Premio Nacional de Literatura chileno
Moisés Mussa Battal, educador de proyección americana
Antonio R. Romera,español, maestro de la pintura chilena
Manuel Seoane, periodista peruano y destacado integrante del APRA.
Tito Castillo, Premio nacional de Periodosmo, hizo sus primeras experiencias en la Revista Occidente
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