UN LARGO Y BULLICIOSO SILENCIO La insurgencia social contra Pinochet . Sebastián Jans

El desmovilizador discurso de Valdés    

La crisis de representación y el agotamiento de las cúpulas

La situación internacional  

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LA CRISIS DE REPRESENTACIÓN Y EL AGOTAMIENTO DE LAS CÚPULAS.

Cuando las cúpulas dirigentes políticas y soci ale s viven mirándose el ombligo, es lógico que no levanten la vista y no ven los obstáculos, salvo cuando tropiezan. Si no hay una mirada en perspectiva, si solo buscan protagonismo, no saldrán del círculo dentro del cual pueden seguir girando ad eternum. Las pugnas políticas siempre serán pugnas de poder, aunque se adornen con apelativos semánticos. El problema central de las elites dirigentes reside en saber distinguir cual es la parte del poder que está en discusión en una pugna determinada, y saber que hacer con él cuando se llega a detentar.

Obviamente, a un año de recuperación progresiva de la actividad política, había una parte importante de la oposición que quería el poder para producir cambios en la sociedad, pero, otra parte también significativa estaba por ganar presencia dentro del sistema vigente. Esto determinó una pugna que fue ampliamente incentivada por los medios de comunicación de la derecha y del gobierno, y donde los unos tipificaban a los otros de antidemocráticos, y viceversa. En definitiva, como se iban construyendo las políticas de exclusiones.

Así, la necesidad de mostrar la propia identidad a rajatabla, de poner énfasis en la autoreferencia, fue ale jando a loa cúpulas de la pugna principal por el poder, y las fue haciendo perder poder. De este modo, cada una de las organizaciones opositoras, se transformó progresivamente en un espacio de disputas, donde la transitoriedad se afirmará con demasía en la forma de hacer las cosas, ya que, precisamente, los espacios de poder, a veces insignificantes, dentro de las organizaciones que estaban en la oposición, debían ser resueltos en beneficio de uno u otro grupo.

A partir del otoño de 1984, si la lucha opositora decae, tiene que ver también con las pugnas que se expresan, fundamentalmente en el ámbito de las organizaciones sindic ale s y de las organizaciones políticas, aspectos que analizaremos a continuación.

a) La pugna sindical.

El movimiento sindical, unido por la fuerza de los hechos en el Comando Nacional de Trabajadores (CNT), fue un escenario de insostenibles presiones, frente a la forma como los dirigentes comenzaron a postular el carácter mismo del movimiento sindical, como una forma de asegurar su propio protagonismo y su proyecto de sindicalismo. Unos planteaban la necesaria unidad sindical expresada en torno a una gran central unitaria, sumatoria de toda la diversidad de federaciones y confederaciones sectori ale s. Otros, en cambio, se declaraban partidarios de centr ale s sindic ale s ideológicas, postulando una unidad sindical diversificada de acuerdo a las grandes corrientes de opinión nacion ale s. Esto se hace evidente en lo que cada líder sindical representaba y cu ale s eran sus aspiraciones.

Rodolfo Seguel encabezaba la Confederación de Trabajadores del Cobre, era el artífice de las protestas contra la dictadura, y su gremio se sentía con el derecho a determinar el carácter del movimiento sindical. Por ello, su propia organización era un campo de batalla por el poder, donde el pinochetismo, de la mano de Guillermo Medina, y en cierto modo de Estív ale s, no daba tregua.

Manuel Bustos, presidía la Coordinadora Nacional Sindical, instancia que llevaba un amplio recorrido por intentar el sindicalismo unitario y pluralista, bajo condiciones de ilegalidad y represión, quienes veían con desconfianza el repentino protagonismo y  liderazgo de Seguel.

Eduardo Ríos presidía la Unión Democrática de Trabajadores, expresión del sindicalismo promovido internacionalmente por la AFL-CIO norteamericana, postulante de un sindicalismo de perfil ideológico, incompatible con cualquier propuesta unitaria, hasta cierto punto de un modo recalcitrante.

Obviamente, los tres líderes eran miembros del Partido Demócrata Cristiano, y daban cuanta de la pugna de poder que se verificaba en ese partido, donde el concurso por el liderazgo y la disputa por los espacios de poder estaban en todo su apogeo, entre quienes apoyaban la presidencia de Valdés y quienes estaban buscando el regreso de Aylwin.

Respecto de los comunistas, comenzaban a hacerse evidentes las pugnas entre los sectores tradicion ale s y quienes expresaban la política de rebelión que tomaría cuerpo en los años siguientes, con la creación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). Sin embargo, el grueso del sindicalismo comunista, estaba en los ámbitos de su política tradicional, y reconocía en la Coordinadora Nacional Sindical el espacio natural para su acción, y eso era entendido también por los dirigentes comunistas que estaban en la Confederación de Trabajadores del Cobre, los que veían al CNT solo como una instancia coyuntural, más en el ámbito de las necesidades de la acción contra Pinochet, que en lo referente a la modalidad sindical a seguir.

Los socialistas, en tanto, otrora pilar fundamental del sindicalismo chileno, junto a los comunistas, hacía esfuerzos por recuperar sus niveles de influencia, a pesar de las dificultades que le impedían avanzar más significativamente. De hecho, había sido el partido más golpeado por la represión en el ámbito sindical, dejándolo prácticamente desarticulado. El PC, por ejemplo, después del golpe militar y en los años posteriores, logró mantener federaciones y sindicatos importantes. Pero, por otro lado, la división de los socialistas, había afectado también la recuperación de su influencia sindical, sumado al hecho, de la dura competencia y hegemonía que imponían el PDC y el PC.

De allí que surgió la idea, en el ámbito de los grupos pro-socialistas, que sostenían la idea refundacional, es decir, el socialismo que participaba en el Bloque Socialista, de crear un ente sindical de identidad socialista, léase, una central ideológica como lo planteaba Eduardo Ríos. Sin embargo, ello generó contradicciones manifiestas en el Comité Político de Unidad Socialista, el comité central de hecho creado por las tendencias que participaban en la Alianza Democrática, entre las tendencias renovacionistas, aliadas de los grupos que planteaban la refundación del socialismo, y las tendencias historicistas. 

Los primeros apoyaron la idea de una central sindical socialistas, afirmándose en experiencias europeas, mientras los segundos sostenían la necesidad de hacer un trabajo sindical que buscara expresarse en las instancias ya existentes. A poco andar, las Izquierda Cristiana, propuso en el seno del Bloque Socialista una tercera propuesta, desarrollar una gran tendencia sindical socialista, en que se incluyeran los trabajos sindic ale s de los miembros del Bloque Socialista y del almeydismo.

A principios de abril, en Punta de Tralca, se llevaba a efecto un congreso constituyente, que reunía a dirigentes sindic ale s socialistas, del Mapu, del Mapu Obrero Campesino y otros grupos afines, para establecer una central sindical socialista, al cual se restó la Izquierda Cristiana. Terminado el evento se daba a conocer la formación del Movimiento Sindical Unitario (MSU), que sería presidido por Emilio Torres, ex presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, ¡de militancia demócrata cristiana!

¿Se había ido a Punta de Tralca a crear una central sindical socialista?  ¿Había surgido una central sindical que era expresión del Bloque Socialista? En realidad, los hechos demostrarían que lo único que se había perseguido con esa iniciativa, había sido buscar la legitimación de la política desarrollada por el Mapu, el grupo más audaz y con más vocación de poder dentro de los sectores que buscaban la refundación del PS, que, por esa vía, buscaba imponer sus dirigentes sindic ale s en las negociaciones que tenían lugar en el seno del Comando Nacional de Trabajadores. Esto se hizo evidente en las primeras declaraciones de los líderes del MSU, que manifestaron que esta central había sido creada para “ocupar un espacio que nos corresponde en el Comando Nacional de Trabajadores”.

¿Cu ale s serían las consecuencias de la emergencia del MSU? Introducir nuevas contradicciones en el movimiento sindical. De partida, el CNT denunció el evento y rechazó públicamente la creación del MSU. Cuatro días después, varios participantes en el congreso constituyente expresaban su desaprobación con los resultados obtenidos. A las pocas semanas, el MSU era sinónimo de divisionismo y oportunismo.

El segundo hito en estas reyertas que menguaron la lucha contra la dictadura, se consumó a mediados de octubre de 1984. Luego de una larga pugna al interior del CNT, la Unión Democrática de Trabajadores, se retiraba, luego de ver frustradas sus posibilidades de equilibrar las tendencias pro central unitaria. Para producir ese equilibrio, la UDT, a través de sus dirigentes Eduardo Ríos y Hernol Flores, habían hecho esfuerzos para incorporar al CNT al cuestionado MSU. Ante lo infructuoso de sus esfuerzos, optaron por retirarse y crear la Central Democrática de Trabajadores (CDT), que significaba un triunfo dentro del aparato partidario del PDC de las posiciones pro AFL-CIO, sustentadas por Ernesto Voguel, en el congreso de los sindicalistas demócratas cristianos efectuado en Padre Hurtado.

Efectivamente, en ese evento demócrata cristiano se habían enfrentado tres concursos por el liderazgo sindical, que representaban políticas distintas. Por un lado, el grupo liderizado por Rodolfo Seguel y José Ruiz di Giorgio, que expresaban una línea pragmática y esencialmente anti-dictatorial, que generaba el apoyo más decidido de la izquierda y de los DC más decididamente comprometidos con la lucha contra Pinochet. El grupo liderado por Manuel Bustos, que proponía una política de largo aliento, fundada en la unidad sindical, lo que también contaba con un importante apoyo de la izquierda. Y en tercer lugar, estaba el grupo Voguel-Ríos, que  postulaban un  sindicalismo ideológico, anti-marxista, que encontraba eco en dirigentes sindic ale s radic ale s o filoderechistas.

De estos liderazgos, el más significativo era el de Seguel y Ruiz di Giorgio, ya que ambos lideraban las confederaciones más significativas del país: Seguel, la de los trabajadores del cobre, y Ruiz di Giorgio, la de los trabajadores del petróleo. Su gravitación escapaba a las cortapisas que podían imponerle las estructuras partidarias, dominadas por Voguel y sus aliados, pero, no por ello dejaron de ser inmovilizados en muchas de sus acciones por la estructura sindical partidaria dominada por quienes habían estado por diez años negociando con la dictadura.

b) La pugna política.

Cuando se produce una apertura política, después de un largo periodo de receso autoritario, es normal que las organizaciones políticas se multipliquen como la mala hierva. Es una constante histórica. Sucedió en Chile, al término de la dictadura de Ibáñez. Sucedió en España, cuando murió Franco. Sucedió en Portugal, después de la “Revolución de los Claveles”. Sucedió en Argentina, cuando cayó Galtieri.

La apertura lograda por la insurgencia social, en 1983, provocó algo similar, al punto que, en octubre de 1984, se contabilizaban 41 partidos y movimientos políticos. En la ultraderecha se expresaban 7 partidos, lo mismo que en la derecha tradicional y en la nueva derecha. En el centro político se contabilizaban 9 partidos y movimientos. En la izquierda tradicional se expresaban 3 partidos, 4 en la autodenominaba nueva izquierda, y otros 4 movimientos de ultraizquierda.

Cada una de estas organizaciones podía tener una militancia relativa en términos cuantitativos, especialmente las organizaciones más tradicion ale s, pero, ninguna de sus direcciones era producto de un proceso electoral interno o algún evento ratificatorio de las bases. Esta situación, natural durante el dinámico año 1983, comenzará a pesar en las estructuras partidarias  en 1984, especialmente en los partidos más tradicion ale s. La excesiva cupularidad de sus mandatarios y dirigentes, generará una crisis de representación, en la medida que la lucha contra la dictadura se fue empantanando y no se advertía con claridad avances sustantivos hacia el término del régimen.

Es el Partido Socialdemócrata donde se manifiesta la primera crisis de importancia, cuando se produce la escisión de un sector importante, encabezado por José Mario Quinzio y Marcial Mora, disconforme con la política seguida por la dirección de Mario Sharpe y Luis Bossay. Quinzio y Mora formaron un Movimiento Socialdemócrata, que pidió ser admitido en la Alianza Democrática, pero, que ante el rechazo de esta instancia, terminó en el PRODEN.

La segunda crisis se manifiesta en el Partido Radical, donde no hubo ruptura, pero, si dos políticas que se hicieron en nombre de los radic ale s. Una, llevada a cabo por Enrique Silva Cimma, que se planteaba abiertamente en posiciones de centro-derecha, y otra, encabezada desde el exterior, por Anselmo Sule, que tenía varias  facetas, una de las cu ale s era el sector juvenil del PR, que tenía abiertas simpatías por el proyecto de refundación socialista, y que canalizaban su acción a través del Centro de Estudios V ale ntín Letelier. El abismo que separaba a Silva Cimma respecto de la mitad del radicalismo era infranqueable.

 

 

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La insurgencia social contra Pinochet

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